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EL CIELO

Y SUS MARAVILLAS

Y EL INFIERNO

 

EMANUEL SWEDENBORG

 

 

1758

 

1933, 1963

 

1991

 

2009

 

 

www.angeles-luz.es

 

www.angels-heaven.org


 

 

 

PRIMERA EDICIÓN

 

EL CIELO Y EL INFIERNO

 

 

 

 

 

 

(*)

ÍNDICIE

 

(**)

Texto encima de posterior flanco envoltura

(A)
NOTAS DEL TRADUCTOR

(B)

ÍNDICE DE PASAJES DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

(C)
BORGES Y EL MISTERIO DE SWEDENBORG

(D)
INTRODUCCIÓN

 

(I)
EL CIELO

 

(0)
Capítulo I
PREFACIO

(1)
EL DIOS DEL CIELO ES EL SEÑOR

(2)
Capítulo II
ES LA DIVINIDAD DEL SEÑOR LA QUE CREA EL CIELO

(3)
Capítulo III
LA DIVINIDAD DEL SEÑOR EN EL CIELO ES AMOR HACIA
EL Y CARIDAD CON EL PRÓJIMO

(4)
Capítulo IV
EL CIELO ESTÁ DIVIDIDO EN DOS REINOS

(5)
Capítulo V
HAY TRES CIELOS

(6)
Capítulo VI
LOS CIELOS ESTÁN CONSTITUIDOS POR INNUMERABLES SOCIEDADES

(7)
Capítulo VII
CADA SOCIEDAD ES UN CIELO EN FORMA MENOR, Y CADA ÁNGEL, EN FORMA MÍNIMA

(8)

Capítulo VIII
EL CIELO EN SU CONJUNTO REFLEJA A UN SOLO HOMBRE

 (9)
Capítulo IX
CADA SOCIEDAD DEL CIELO REFLEJA A UN SOLO HOMBRE

(10)
Capítulo X
POR TANTO, TODOS LOS ANGELES POSEEN UNA PERFECTA FORMA HUMANA

(11)
Capítulo XI
LA DIVINIDAD DEL SEÑOR ES LA QUE DETERMINA QUE EL CIELO EN SU CONJUNTO Y EN SUS PARTES POSEA FORMA HUMANA

(AC)
Extractos de Arcana Coelestia referentes al Señor y a su Divinidad Humana

(12)

Capítulo XII
HAY UNA CORRESPONDENCIA ENTRE TODAS LAS COSAS DEL CIELO Y TODAS LAS COSAS DEL HOMBRE

(13)
Capítulo XIII
HAY UNA CORRESPONDENCIA ENTRE EL CIELO Y TODAS LAS COSAS DE LA TIERRA

(14)
Capítulo XIV
EL SOL DEL CIELO

(15)
Capítulo XV
LA LUZ Y EL CALOR EN EL CIELO

(16)
Capítulo XVI
LAS CUATRO REGIONES DEL CIELO

(17)
Capítulo XVII
LOS CAMBIOS DE ESTADO DE LOS ANGELES DEL CIELO

(18)
Capítulo XVII
EL TIEMPO EN EL CIELO

(19)
Capítulo XIX
REPRESENTACIONES Y APARIENCIAS EN EL CIELO

(20)
Capítulo XX
LAS VESTIDURAS DE LOS ANGELES

(21)
Capítulo XXI
RESIDENCIAS Y MORADAS DE LOS ANGELES

(22)
Capítulo XXII
EL ESPACIO EN EL CIELO

(23)
Capítulo XXIII
LAS AFILIACIONES Y LAS COMUNICACIONES ESTÁN  DETERMINADAS POR LA FORMA DEL CIELO

(24)
Capítulo XXIV
EL GOBIERNO DEL CIELO

(25)

Capítulo XXV
EL CULTO DIVINO EN EL CIELO

(26)
Capítulo XXVI
EL PODER DE LOS ÁNGELES DEL CIELO

(27)
Capítulo XXVII
EL LENGUAJE DE LOS ÁNGELES

(28)
Capítulo XXVIII
EL LENGUAJE QUE EMPLEAN LOS ÁNGELES PARA HABLAR CON EL HOMBRE

(29)
Capítulo XXIX
LA ESCRITURA EN EL CIELO

(30)
Capítulo XXX
LA SABIDURÍA DE LOS ANGELES DEL CIELO

(31)
Capítulo XXXI
EL ESTADO DE INOCENCIA DE LOS ÁNGELES DEL CIELO

(32)
Capítulo XXXII
EL ESTADO DE PAZ EN EL CIELO

(33)
Capítulo XXXIII
LA CONJUNCIÓN DEL CIELO CON LA RAZA HUMANA

(34)
Capítulo XXXIV
LA CONJUNCIÓN DEL CIELO CON EL HOMBRE A TRAVÉS
DE LA PALABRA

(35)
Capítulo XXXV
EL CIELO Y EL INFIERNO PROCEDEN DE LA RAZA HUMANA

(36)

Capítulo XXXVI
LOS GENTILES, O LOS PUEBLOS QUE NO INTEGRAN LA IGLESIA,
EN EL CIELO

(37)
Capítulo XXXVII
LOS NIÑOS EN EL CIELO

(38)
Capítulo XXXVIII
LOS SABIOS Y LOS SIMPLES EN EL CIELO

(39)
Capítulo XXXIX
LOS RICOS Y LOS POBRES EN EL CIELO

(40)
Capítulo XL
MATRIMONIOS EN EL CIELO

(41)
Capítulo XLI
LAS OCUPACIONES DE LOS ÁNGELES EN EL CIELO

(42)
Capítulo XLII
EL JÚBILO Y LA FELICIDAD CELESTIALES

(43)
Capítulo XLIII
LA INMENSIDAD DEL CIELO

 

(II)
EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS,
el estado del hombre después de la Muerte

 

(44)

Capítulo XLIV
QUÉ ES EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS

(45)
Capítulo XLV
INTERIOMENTE TODO HOMBRE ES UN ESPÍRITU

(46)
Capítulo XLVI
LA RESURRECCIÓN DEL HOMBRE DE ENTRE LOS MUERTOS Y SU INGRESO EN LA VIDA ETERNA

(47)
Capítulo XLVII
EL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE EL HOMBRE POSEE UNA PERFECTA FORMA HUMANA

(48)
Capítulo XLVIII
DESPUÉS DE LA MUERTE EL HOMBRE GOZA DE TODOS SUS SENTIDOS; ESTÁ DOTADO DE MEMORIA, PENSAMIENTO Y AFECTOS,
Y DE TODAS LAS FACULTADES QUE DISFRUTÓ EN EL MUNDO,
ABANDONANDO SOLAMENTE SU CUERPO TERRENAL

(49)
Capítulo XLIX
EL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE, CINTMÚA SIENDO EL MISMO QUE HA SIDO EN ESTA VIDA

(50)

Capítulo L
LOS DELEITES DE LA VIDA DE CADA CUAL SE TRANSFORMAN
DESPUÉS DE LA MUERTE EN COSAS CORRESPONDIENTES

(51)
Capítulo Ll
EL PRIMER ESTADO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE

(52)
Capítulo Lll
EL SEGUNDO ESTADO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE

(53)
Capítulo Llll
EL TERCER ESTADO DEL HOMBRE DESPUÉS DE LA MUERTE,
EN EL CUAL SE INSTRUYE A QUIENES VAN A INGRESAR AL CIELO

(54)
Capítulo LIV
NADIE INGRESA AL CIELO SINO ES POR MISERICORDIA, PERO LA MISERICORDIA OPERA A TRAVÉS DE CIERTOS MEDIOS

(55)
Capítulo LV
VIVIR LA VIDA QUE CONDUCE AL CIELO NO ES TAN DIFÍCIL COMO SE SUELE CREER

 

(III)
EL INFIERNO

 

(56)
Capítulo LVI
EL SEÑOR RIGE LOS INFIERNOS

(57)
Capítulo LVII
EL SEÑOR NO ARROJA A NADIE AL INFIERNO; ES EL ESPÍRITU MISMO
EL QUE SE PRECIPITA EN EL INFIERNO

(58)
Capítulo LVIII
TODOS LOS QUE MORAN EN LOS INFIERNOS VIVEN EN EL MAL
Y EN SUS RESPECTIVAS FALSEDADES: DERIVADAS DEL AMOR DE SÍ MISMO Y DEL MUNDO

(59)
Capítulo LIX
QUÉ ES EL FUEGO INFERNAL, Y EN QUÉ CONSISTE EL CRUJIR DE DIENTES

(60)
Capítulo LX
LA MALIGNIDAD Y LOS NEFANDOS ARTIFICIOS DE LOS ESPÍRITUS INFERNALES

(61)
Capítulo LXI
LA APARIENCIA, UBICACIÓN Y NÚMERO DE LOS INFIERNOS

(62)
Capítulo LXII
EL EQUILIBRIO ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

(63)
Capítulo LXIII
EL HOMBRE SE MANTIENE EN LIBERTAD MEDIANTE EL EQUILIBRIO ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

(64)
Índice analítico

 

 

 

 

 

 

 

(**)

Texto encima de posterior flanco envoltura

 

"He vuelto a Swedenborg, después de realizar vastos estudios sobre todas las religiones, y de convencerme a mí mismo, mediante la lectura que la paciente Alemania, Inglaterra y Francia han publicado en los últimos sesenta años, de la profunda verdad de mis intuiciones juveniles sobre la Biblia. Más allá de toda duda, Swedenborg reúne en sí todas las religiones, o más bien la única religión de la Humanidad... Por oscuros y difusos que puedan parecer sus libros, en ellos se encuentran los elementos de una concepción social grandiosa. Su teología es sublime, y su religión es la única que una mente superior puede aceptar. Sólo él permite al hombre tocar a Dios; crea sed de Dios; despojando Su Majestad de las envolturas en ias que los otros cultos   habían encubierto."

Louis Lambert, Honoré de Balzac

"Tal vez el aspecto más conocido de su teología es su Doctrina de los Espíritus. Su fundamento general es la libertad de la voluntad del hombre. Somos nosotros mismos quienes decidimos nuestro propio destino. Después de la muerte nuestra alma cristaliza en el género de amor que nos ha dominado durante nuestra vida terrenal. El egoísta, el hombre sensual, el miserable, siguen siendo lo que antes fueron. Lo mismo sucede con la persona altruista, abnegada, comedida o generosa. La recompensa y el castigo no son consecuencias, sino estados. 'El paraíso está dentro nuestro; si así lo deseamos', escribió Dostoievsky. Una idea Swdenborgiana. Sin embargo, nos queda otra opción: el Infierno".

Emanuel Swedenborg y su Diario de los Sueños, Lars Bergquist,

escritor y embajador de Suecia en el Vaticano Este hombre, a quienes sus contemporáneos consideraban como visionario y excéntrico, vivió la existencia más leal entre los hombres de su época, y ahora, cuando los reyes y duques de aquellos tiempos, los Federicos, los Christians, los Brunswicks, han entrado en la región del olvido, es él quien comienza a extender su influencia en el pensamiento humano... Su religión piensa por él y es de aplicación universal. La encuentra en todos los lugares, se adapta a todas las partes de la vida, interpreta y dignifica toda circunstancia... No todos los hombres pueden leer sus libros, pero la recompensa alcanzada por quienes puedan hacerlo nos resarcirá".

Representative Men, Ralph Waldo Emerson

La lectura de Swedenborg ocupa toda mi jornada; y me aplasta el realismo de sus descripciones. Todo se encuentra en ellas, todas mis observaciones, mis sensaciones, mis ideas, de tal modo que sus visiones me parecen vividas, como auténticos documentos humanos. No es preciso creer ciegamente; basta con leer y comparar con las propias experiencias vividas".

Inferno, August Strindberg

(A)

NOTAS DEL TRADUCTOR

(1) Arcana Coelestia

Se publicó en latín por primera vez en 1751, y al decir de James Joyce, es la obra maestra de Swedenborg. Se trata de una vastísima y minuciosa exégesis de los dos primeros Libros de la Biblia, de acuerdo con la ciencia de las correspondencias. Balzac asevera haber leído los doce voluminosos tomos del sólido edificio místico erigido por la pluma de Swedenborg; de cabo a rabo. Aunen el caso de que ei exuberante escritorfrancés estuviera exagerando, lo cierto es que inspirado por el visionario sueco, redactó una novela extraña y maravillosa: "Serafita".

(2Explicación sobre el Caballo Blanco mencionado en el Apocalipsis

Los manuscritos originales en latín fueron donados a la Biblioteca Real de Estocolmo por el conde Lars von Engestróm. Se publicó por primera vez en Londres en 1758 (casualmente el mismo año en que se dio a la imprenta por primera vez "El Cielo y sus Maravillas, y el Infierno "). Se trata de un folleto relativamente breve, que Swedenborg utilizó más tarde en una de sus últimas obras: "El Apocalipsis Revelado", Amsterdam, 1766. Emanuel Swedenborg consideraba este libro como una de sus obras capitales.

Christian Wildner.

(B)

ÍNDICE DE PASAJES
DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

(Nota del traductor sobre la versión española de las Sagradas Escrituras)

La versión de las Sagradas Escrituras que elegí para poner en español las citas bíblicas de Swedenborg —el traductor del latín al inglés de esta obra recurrió al mejortexto inglés de la Biblia: "The King James Authonzed Versión"— es la compuesta en el Siglo de Oro por Casiodoro de Reina, y corregida posteriormente por Cipriano de Valera.

He preterido esta versión española por dos razones. La primera es de orden práctico; la versión de Reina y Valera es la más afín al texto de la "Authorized Versión". La segunda, es de orden estético: Borges y Alfonso Reyes, juzgan que es la más bella; y yo comparto este criterio. Pienso, además, que es un monumento a la lengua española.

Pero nos queda un testimonio todavía más enjundioso en favor de esta versión; y lo aporta el elogio desinteresado de su más ilustre detractor.

A pesar de que la traducción de Reina y Valera no se ajustaba a los cánones de la más pura ortodoxia católica, del momento; Marcelino Menéndez y Pelayo, no puede dejar de admitir que:

"Como hecha en el mejor tiempo de la lengua castellana, excede mucho la versión de Casiodoro, bajo tal aspecto, a la moderna de Torres Amat y a la desdichadísima del padre Scio".

El lector diligente puede cotejarlos numerosos textos existentes, y extraer sus propias conclusiones.

La edición del texto de Reina y Valera, cuenta con una revisión del año 1960, y fue publicada por Thomas Nelson Publishers, Nashville.camden. New York.

Christian Wildner.

ÍNDICE DE PASAJES DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS:

Nota: En este índice:

Números en negrita....................... 1, 3, designan versículos citados literalmente

Números en bastardilla................. 1, 3, designan versículos citados en forma sintética.

Números entre paréntesis............. (1, 3), indican versículos meramente referidos.

 

GÉNESIS

 

SALMOS

 

I. (3. 4)

137

XXXI. 8

197

II. 24

372

XXXVI. 5, 6

216

(25)

341

XXXVII. (37)

287

III. (7, 10, 11)

341

XLIII. 3

129

 

 

XLV. (12)-

365

ÉXODO

 

Clll. 20

229

XXIX. (18, 25, 41)

287

CIV. 2

129

 

 

CXVIII. 5

197

LEVITICO

 

 

 

I. (9, 13, 17)

287

ISAÍAS

 

Il. (2, 9)

287

VIII. (8)

197

IV. (15. 21)

287

IX. 6, 7

287

XXIII. (2, 6, 8, 13, 36)

287

7

216

 

 

17, 18, 19

570

DEUTERONOMIO

 

X. (12-14)

365

IV. (19)

122

XIII. 10

119

XVII. (3-5)

122

XIV. (30)

365

 

 

XIX. 23-25

307

JUECES

 

XXIX. (19)

365

XVII. (cap.citado)

324

XXX. (6, 7)

365

XVIII. (cap.citado)

324

26

119

 

 

XXXII. 17, 18

287

1 SAMUEL

 

5

216

IX. (9)

76

7, 8

287

 

 

XXXIV. 9, 10

570

2 SAMUEL

 

XLI. (17, 18)

365

XXIV. (15), 16, 17

229

XLII. 6

129

 

 

XLV. (3)

365

2 REYES

 

Lll. 1

180

VI. 17

76

(7)

287

 

LIV. (10)

287

30, (31)

570

13

25

III. 15

119

LVIII. 2

216

 

 

LIX. (8)

287

HABACUC

 

 

 

I. (6)

197

JEREMÍAS

 

 

 

VIII. (1, 2)

122

SOFONIAS

 

IX. 24

216

111. (12, 13)

365

XVI. (&)

287

 

 

XVII. (3)

365

HAGEO

 

XXIII. 5

216

II. (9)

287

XXV. 14

471

 

 

(37)

287

ZACARÍAS

 

XXIX. (11)

287

I. 6

471

XXXI. 33, 34 25

271

VIII. (12)

287

XXXII. 19

471

IX. (3, 4)

365

XLVIII. (7)

365

 

 

L. (36, 37)

365

MALAQUIAS

 

Ll. (13)

365

IV. 1

570

EZEQUIEL

 

MATEO

 

11. 9, 10

258

III. 10

570

VIII. (15, 16, 18)

122

IV. 16

129

XVI. 10, 13

180

V. 3

357

XXVI. (7, 12)

365

18

260

XXVII. (cap.citado)

365

37

271

XXXII. 7, 8

119

VI. (23-35)

281

XL—XLVIII. (cap.citado)171

197

VI. 33

64

 

 

Vil. 13, 14

534

DANIEL

 

21 -23

471

V. (2 - 4)

365

24, 26

471

Vil—XII. (caps, citados)

171

X. 16

278

XII. 3

346

XI. (5)

365

3

518

25 (26)

353

 

 

27

5

OSEAS

 

29, 30

359

II. 19

216

30

533

IV. 9

471

XII. (8)

287

XII. (9)

365

36

507

 

 

XIII. (6)

122

JOEL

 

12

349

II. (2), 10, 31

119

13(14, 15)

353

41, 42, (50)

570

(21)

365

43

348

(33)

365

XVI. 27

471

XVI. (19, 31)

365

XVII. 2 119, 129,

180

24

570

XVIII. 8, 9

570

29-31

456

XIX. 4, 5, 6, 11

372

XVII. 20, 21

33

24

365

31, 32

208

XX. 26, 27, 28

218

XVIII. 16, 17

281

XXII. 11, 12, 13

180

XX. 17, 18

534

(11 y siguientes)

48

(35, 36)

382 b

37, 38 - 40

19

XXII. 26

218

XXIII. 27

505

XXIV. (4)

180

XXIV. 17, 18

208

(36 - 38), 39

316

29

119

 

 

29-31

1

JUAN

 

XXV. 29

349

1. 1, 3, 4, 10, 14

137

(30)

575

9 '

129

(32, 46)

471

18

84

41

570

II. (19, 21)

187

XXVIII. 3

180

III. 19

129

18

5

36

5

 

 

V. 37

84

MARCOS

 

VI. (45, 46)

25

II. (27, 28)

287

56

147

IX. 3

180

viii. 12

129

3

129

(56)

84

43-49

570

IX. 5

129

X. 6- 9

372

X. 30, 38

2

14, 15

281

XI. 25, 26

5

XVI. (5)

180

XII. 35, 36, 46

129

 

 

40

456

LUCAS

 

XIV. 2

51

III. 9

570

6

5

VI. (5)

287

9- 11

2

21, (22)

357

21, 23

16

(20, 21)

365

27

287

38

349

XV. 4

147

IX. 29

180

4, 5

11

X. 5, 6

287

4, 5, 9, 10

81

XII. 2, 3 462 b

, 507

10

16

XIII. 26, 27

471

XVI. 13- 15

2

XIII. 29, 30

324

15

5

XX. (12)

180

 

 

19, 21, 26

287

 

 

(25, 27, 29)

461

 

 

APOCALIPSIS

 

 

 

I—XXII. (caps, citados)

 

 

 

I—XXII. (caps, citados)

171

 

 

II. 23

471

 

 

III. 4, 5

180

 

 

(17, 18)

365

 

 

IV. 4

180

 

 

V. 1

258

VI. 12, 13

119

IX. 2

570

 

 

17, 18

570

 

 

XIV. (4)

368

 

 

9, 10

570

 

 

13

471

XVI. (8)

122

8, 9

570

 

 

15

180

 

 

XVIII. 2, 18

570

 

 

XIX. 3

570

 

 

14

180

20

570

XX. 12, 13

471

(14, 15)

187

XXI. (cap.citado)

187

1, 2, 16-19, 21

307

(8)

570

 

 

16

197

 

 

17

73

24

129

XXII. 12

471

 

 

 

 

 

 

(C)

BORGES Y EL MISTERIO
DE SWEDENBORG

"Voltaire dijo que el hombre más extraordinario que registra la historia fue Carlos XII. Yo diría: quizá el hombre más extraordinario —si es que admitimos esos superlativos—fue el más misterioso de los súbditos de Carlos XII, Emanuel Swedenborg". Estas son las palabras inaugurales de Borges en la conferencia que pronunciara en la Universidad de Belgrano sobre el místico sueco.

Por la misma época en que leía la versión escrita de esa conferencia, llegaba casualmente a mis manos una novela de Balzac, una novela mística, inspirada justamente en Swedenborg: "Serafita". Algún tiempo después, volví a encontrar su nombre, en una vieja colección de ensayos de Paul Va-lery. Habiendo agotado mis esfuerzos por hallar textos de Swedenborg en español, finalmente, y también de manera casual, di con una biografía suya en inglés en la librería Strand de New York. Después de leerla, volví a la Strand, buscando ahora libros escritos por Swedenborg. No hallé ninguno. Por suerte un librero me informó que existía una Fundación Cultural que llevaba su nombre. Y que esa Fundación se dedicaba casi exclusivamente a la publicación de sus obras. Ahora podía elegir. Y obedeciendo a mi natural disposición, comencé a leer sus escritos teológicos y místicos. Quedé maravillado. Durante casi tres años, alternaba toda otra lectura, con su prosa sosegada, coloquial y minuciosa. Pude leer su Arcana Coelestia, donde expone lo que él llama el sentido interno o espiritual de los dos primeros Libros de la Biblia; su cosmogónica doctrina de las correspondencias; sus travesías por el mundo espiritual; y sus habituales diálogos con los espíritus, los demonios y los ángeles. Y toda esta íntima aventura del espíritu, es protagonizada por un hombre que al llegar a los cincuenta años era considerado como uno de los científicos más eminentes de su tiempo. Desde entonces, desde que descubrí el fabuloso mundo de Swedenborg, me propuse acercarme a Borges, para agradecerle el hallazgo, y para conversar con él (para oírlo hablar a él) sobre el tema.

Cuando llegamos a la casa de Borges —nos había citado a las cinco de la tarde— interrumpimos una suerte de ceremonia todavía habitual entre ciertas familias; la ceremonia del té. En mangas de camisa, una impecable camisa blanca; erguido, Borges no se inclinaba para aproximarse a la taza; la elevaba hacia él, por así decirlo, como si se tratara de algún instrumento ritual. Apenas notó nuestra presencia; sin apresurarse, volvió a dejarla sobre la mesa con el mismo ademán mesurado y casi solemne. Entonces se puso de pie; y ahora sí, inclinó levemente la cabeza dándonos la bienvenida. Al mismo tiempo que nos hacía pasar a la sala con expresiones de auténtica y espontánea cortesía, volvió a tomar asiento luego de excusarse. En seguida, acompañado por la doméstica, salió de la sala. La desenvoltura, la natural simpatía, y la afabilidad de su trato; neutralizaron de entrada esa fastidiosa sensación opresiva de los prolegómenos. Cuando regresó, lucía un regio traje de color pardo claro, se había puesto una corbata de un tono algo más oscuro, y empuñaba su emblemático bastón. Ahora nos recibía como anfitrión, con todas las de la ley; había cambiado su atuendo para cumplir con otra ceremonia, la ceremonia de la hospitalidad. Se sentó en el amplio sillón de la sala, enfrente al mío, e inmediatamente recordó el tema que habíamos hablado un año atrás en el salón de lectura de la New York Library. Era el mismo que evocaríamos ahora, aquí en Buenos Aires, en su departamento de la calle Maipú; un tema recóndito y fascinante: Emanuel Swedenborg.

Y Borges no aguardó la primera pregunta, era evidente que se trataba de una de sus ocupaciones predilectas: el Misterio.

—"Yo escribí un prólogo a un libro sobre Swedenborg a instancias del Sr. Spiers, de la Fundación Swedenborg. Y tengo en proyecto (claro que a mi edad los proyectos son un tanto aleatorios) un libro sobre las tres salvaciones; la primera es la de Cristo, que es de carácter ético; la segunda es la de Swedenborg, que es ética e intelectual; y la tercera es la de Blake, discípulo rebelde de Swedenborg, que es ética, intelectual y estética, que se basa en las parábolas de Cristo, que él dice que son obras de arte".

—Usted ya me había comentado cuando lo vi en Nueva York que pensaba escribir un libro sobre Swedenborg...

—"Sí, pero ahora he pensado, que es mejor hacerlo de ese modo. Comenzando con Jesús, luego Swedenborg y luego Blake. Sería más fácil hacerlo así, ya que no se necesitarían tantos textos. Tengo la edición de Every-man's Library (cuatro volúmenes), un par de biografías, un libro por un especialista escrito en sueco y vertido al inglés... ¿ Usted quería hacerme una pregunta ?"

—Sí. En primer lugar, me gustaría saber de qué manera conoció usted a Swedenborg ?

—"Yo lo conocí por Emerson. Porque Emerson tiene un libro: "Repre-sentative Men". Ese libro está escrito un poco a la manera de 'On Héroes Heroworship and the Heroic in Hlstory', de Carlyle, que fue de algún modo su maestro; entonces, el toma distintos tipos humanos. Recuerdo que son: Montaigne o el escéptico, Swedenborg o el místico, Shakespeare o el poeta, Napoleón o el hombre del mundo y Goethe o el escritor. Yo comen-zé leyendo ese libro. Ese libro lo leí en Ginebra en el año 14 o 15; y luego, mi padre tenía un ejemplar de 'Heaven and Hell', 'Cáelo et Inferno'; él lo tenía en una edición de la Everyman's Library. Bien, yo leí ese libro y encargué a Inglaterra los otros tres publicados por la misma editorial. Publicaron cuatro libros de Swedenborg de acuerdo con la Sociedad Swedenborg de Londres. Y luego en francés conozco solamente una versión de 'Cáelo et Inferno'. Swedenborg fue a Inglaterra porque quería conocer a Newton, y finalmente no pudo lograrlo, ¿ qué raro, en ?  Yo he hablado mucho sobre Swedenborg con el pintor y místico argentino Xul Solar, yo era muy amigo de Xul, iba a casa de él en la calle Laprida 1214, y leíamos a Swedenborg, leíamos a Blake, leíamos a los poetas alemanes, leíamos al poeta inglés Swinburne y muchos otros textos".

—¿ Qué impresión le dio la manera en que escribe Swedenborg ?

—"Bueno. Generalmente, los místicos, tienden a escribir de un modo vago; él no. La obra de él es ..., yo no diré prosaica, pero sí precisa. Es un poco ..., como si él hubiera ido a la China, o hubiera ido a la India y describiera lo que ha visto. "

—Como un científico...

—"Sí, claro. El llevó esa...casi aridez, esa sequedad, esa precisión, a sus descripciones. Generalmente cuando se habla de éxtasis, se usan metáforas del amor, o metáforas del vino, metáforas arrebatadas. Pero en el caso de él no. El no busca efectos patéticos. El describe lo que ha visto. En relación a esto recuerdo algo que me dijo Xul: 'Lo que se ve en el otro mundo depende un poco de uno'. Hay un poema muy lindo de Victor Hugo que expresa muy bien esta imagen: 'Ce que dit la Bouche d'ombre', "Lo que dice la boca de sombra"; el mismo espectro que le dice a Nerón 'Soy Mesalina', le dice a Caín 'soy Abel'. Del mismo modo, las visiones de los místicos musulmanes, de los sufíes, no concuerdan con las de los cristianos. Quiere decir que hay como fuerzas o espíritus que cada uno ve de acuerdo con sus prejuicios o conocimientos. Posiblemente esos mismos ángeles, ese mismo Cristo, que él vio de ese modo, fue visto por místicos de otra tradición de otro modo. "

—Usted decía hace un momento que Swedenborg viajó a Londres para conocer a Newton y que le parecía raro que no hubiera logrado hacerlo. Sin embargo en esa misma ciudad, tuvo lugar su encuentro con Cristo.

—"Sí. Sé que el primer encuentro con Cristo fue en Londres, y los otros también. El estuvo además en Alemania, Holanda, los Países Bajos, pero finalmente se estableció en Londres. Tal vez el hecho de que fijara su residencia en Londres esté relacionado con esa experiencia. A partir de ese momento su vida cambió totalmente. Abandonó el estudio de la ciencia; por ejemplo: la anatomía, la astronomía, las matemáticas, y se dedicó a registrar minuciosamente ese mundo espiritual. El diálogo con los ángeles empezó a ser un hecho cotidiano para él".

—En el prólogo al libro de Synnestvedt sobre Swedenborg, usted afirma que hay algo incómodo en su obra; que usted piensa que él es un pensador por derecho propio, y que tal vez trató de enmarcar, o acomodar su pensamiento al texto de la Biblia.

—"Yo no sé si en el caso de él, pienso que es así en el caso de la cabala. En el caso de él creo que no. Además, el padre de él era obispo, obispo evangélico, luterano. El tiene que haberse criado en un ambiente muy piadoso. Yo no creo que eso le haya costado ningún esfuerzo a él. Digo, que él pensaba naturalmente en el espíritu de la Biblia. Bueno..., mi abuela, sabía de memoria la Biblia, en su familia eran metodistas. Usted hacía una cita bíblica, y ella decía, 'sí', por ejemplo: 'Libro de los Reyes, capítulo tal, versículo tal'; y seguía adelante, o 'Libro de Job, capítulo tal versículo tal... ' Me parece que no es tan raro eso. En Alemania hay una expresión que traducida, sería: "firme en la Biblia", son las personas que saben la Biblia de memoria. "

—Una pregunta en relación al tema, pero vinculada más directamente con usted. ¿ Alguna vez desde su infancia hasta hoy, usted percibió, sintió o intuyó la presencia del mundo angélico o trascendente ?

—"No sé si llamarlo angélico o trascendente. Pero sé que... bueno... Yo dos veces en mi vida he sentido el hecho de vivir fuera del tiempo. Eso me ha ocurrido... una vez fue en Palermo, y otra vez fue en uno de los puentes detrás de la estación de Constitución. Y esas dos veces, me habían sucedido cosas, bueno, que me habían conmocionado durante el día. No sé... Una mujer me había dejado... Y de golpe estaba pensando en eso, y de pronto me vi así, en tercera persona, y sentí: 'qué puede importarme lo que le pasa a Borges, si yo soy Otra cosa; lo que me ha pasado es meramente circunstancial. ' Ahora, yo no sé cuánto 'tiempo' duró ese estado; pero yo me sentí, no sé si feliz, pero como... bueno, como sereno, como arrebatado así de todo. Y he tratado de decirlo, una vez en un poema y otra vez en prosa, pero no sé si he logrado comunicar esa sensación. Cuando estuve en Japón tuve ocasión de conversar con un monje budista, y él me dijo que había alcanzado el nirvana. —Yo le dije "¿ seguro que usted no podrá contármelo ?".

— 'No' respondió, claro; porque cada palabra presupone una experiencia compartida, por ejemplo; si usted está en Estados Unidos, y habla con alguien y le dice 'tal cosa tenía gusto a mate', el interlocutor no tiene porqué entenderlo si no conoce el gusto del mate... Entonces, el monje, me dijo que su experiencia del nirvana era incomunicable; que él podía hablar sobre el nirvana con otro monje que también lo había alcanzado. Que él no sabía cuánto tiempo había durado, pero que después todo era distinto para él. Le pregunté

— '¿ distinto en qué sentido ?, ¿ usted siente todo igual que antes ?'

—'Sí' me contestó, 'entiendo perfectamente lo que usted quiere saber'. 'Yo siento soledad, siento ansiedad, siento alegría, siento dolores físicos, siento placeres físicos, siento los sabores de las cosas; pero todo eso de un modo distinto después de alcanzar el nirvana'.

—'¿ Y de ese modo es mejor ?'

—'Sí' me dijo, 'pero yo no lo puedo explicar'. Y me di cuenta que tenía razón, que era algo inexpresable. Esto fue en Nara. En un monasterio budista... "

Un famoso irlandés —que imaginó con riguroso fervor la tercera forma de salvación postulada por Borges, la salvación por la belleza—, en otra conferencia, esta vez en la Universita Popolare Triestina; exaltó, al igual que Borges, la filiación espiritual del iracundo poeta inglés William Blake con el visionario sueco. Dice James Joyce: "... Swedenborg, que frecuentó todos los mundos invisibles durante largos años, ve en la imagen del hombre el mismísimo cielo, y a Miguel, Rafael, y Gabriel, que según él, no son tres ángeles, sino tres coros angélicos. La eternidad, que al discípulo amado y a San Agustín se les apareció bajo la forma de ciudad celestial, y al Alighieri como rosa celestial, revestía para el místico sueco las formas de hombre celestial, con todos sus miembros animados por un fluido de vida angélica que sale y vuelve a entrar, en sístole y diástole de amor y sabiduría. A partir de esta visión desarrolló el inmenso sistema de lo que él denominaba correspondencias, y que domina su obra maestra Arcana Coelestia, nuevo evangelio que, según él, anuncia la aparición del Hijo del Hombre en los cielos, prevista por San Mateo".

Christian Wildner.

 

 

Entrevista concedida por Jorge Luís Borges al traductor en agosto de 1984.

 

(D)

INTRODUCCIÓN

Tomé contacto por primera vez con "El Cielo y sus Maravillas y El Infierno" de Emanuel Swedenborg por intermedio de un querido amigo: el Sr. John Hitz, cuando todavía era una adolescente.

Al comenzar "El Cielo y el Infierno", tuve tan poca consciencia de la nueva dicha que entraba en mi vida, como años atrás, mientras, de pie en los escalones de la galería, esperaba a mi maestro. Impulsada nada más que por la curiosidad de una joven que ama la lectura, abrí el gran libro Braille, y he aquí, mis dedos se posaron en un pasaje del prefacio que se refería a una mujer ciega cuya oscuridad había sido iluminada por las bellas verdades de las escrituras de Swedenborg. Ella creía que infundían a su mente una luz que la compensaba con creces por la pérdida de la luz terrenal. Jamás dudó de que hubiese un cuerpo espiritual dentro del material, dotado de perfectos sentidos, y que después de unos pocos años de oscuridad, sus ojos interiores se abrirían a un mundo infinitamente más maravilloso, completo y gratificante. Mi corazón dio un alborozado vuelco. He aquí una fe que enfatizaba lo que yo tan hondamente sentía; la separación entre el cuerpo y el alma; entre un reino que podría describirse como un todo, y el caos de cosas fragmentarias e incomprensibles contingencias que encontraba a cada paso. Me abandoné al impulso saludable y dichoso de la juventud, y procuré desentrañar las grandes palabras y los penetrantes pensamientos del sabio sueco. De algún modo, percibía la semejanza de Aquél a quien amaba como Uno y Único, y quise entender más. Las palabras Amor y Sabiduría parecían acariciar mis dedos párrafo tras párrafo, y estas dos palabras liberaron en mi interior nuevas fuerzas que estimulaban mi algo indolente naturaleza, instándome por siempre hacia adelante. De cuando en cuando, volvía a retomar el libro, entresacando una línea aquí y otra allá, "precepto tras precepto", vislumbre tras vislumbre de la Palabra Divina oculta bajo el velo de la expresión literal. Mientras iba dándome cuenta del significado de lo que leía, mi alma parecía expandirse, ganando confianza en medio de las dificultades que me asediaban. Las descripciones del otro mundo me transportaron lejos, muy lejos a través de inconmensurables regiones bañadas de sobrehumana belleza y prodigio; donde las túnicas de los ángeles fulguraban; donde seres sublimes y mentes creativas arrojaban un esplendor sobre las circunstancias más oscuras; donde acontecimientos y combates portentosos desfilaban de manera incesante; donde la sonrisa de Dios ilumina la noche en día eterno. Todo mi ser resplandecía mientras me dejaba estar en esa atmósfera del alma, viendo pasar en majestuosa procesión hombres y mujeres modelados en una más noble arcilla. Por primera vez la inmortalidad se hizo inteligible para mí, la tierra lucía nuevos rasgos cargados de encanto y significado. Me regocijé al descubrir que la Ciudad de Dios no era un estúpido asunto de calies de cristal y muros de zafiro, sino un sistemático tesoro de sabiduría, pensamientos útiles y nobles influjos. Poco a poco empecé a darme cuenta de que podía usar la Biblia, que tanto me había desconcertado, como un instrumento para exhumar verdades preciosas, del mismo modo en que podía usar mi cuerpo impedido y vacilante para acatar los supremos mandatos de mi espíritu.

Cuando el mensaje de Swedenborg me fue revelado, lo recibí como un don precioso añadido a la vida. Procuraré vestir con palabras mi emoción. Fue como si una luz irrumpiese allí donde antes no la había; el mundo intangible se transformó en una brillante certeza. Los horizontes de mi mente se ensancharon hacia destinos luminosos, donde la marcha seguirá siendo vibrante, y la lucha impetuosa.

El cielo, tal como Swedenborg lo describe, no es una mera recolección de ideas radiantes, sino un mundo práctico y habitable. Jamás debería olvidarse que la muerte no es el fin de la vida, sino una de sus más importantes experiencias. En medio del vasto silencio de mis pensamientos, todos aquellos a quienes amé en la tierra, ya sea próximos o lejanos, vivos o muertos, viven y poseen su propia individualidad, sus propias maneras queridas y su encanto peculiar. A cada momento puedo hacer que acudan a mí para alegrar mi soledad. Se me partiría el corazón si algún obstáculo les impidiese venir hacia mí. Pero yo sé que hay dos mundos; uno que puede medirse con regla y compás, y otro que podemos sentirlo en el corazón y en nuestras intuiciones. Swedenborg hace que la vida futura no sólo sea concebible, sino también deseable. Su mensaje a los vivientes que afrontan la potestad de la muerte con su cortejo de separación y dolor, es una brisa que atraviesa el corazón de la humanidad como un dulce aliento de la presencia de Dios. Ahora podemos ir al encuentro de la muerte, como lo hace la Naturaleza, marchando hacia el sepulcro con paso jovial; exhibiendo nuestros pensamientos más lúcidos, y nuestros presentimientos más luminosos; como la Naturaleza, que se cubre de oro, esmeralda y escarlata, desafiando a la muerte con arrebatarle su inmortalidad.

Guiado por la luz de la Palabra Divina, Swedenborg vio la Unidad de Dios en Esencia y Persona, y a Jesucristo como Dios en la humanidad que asumió en la Tierra, y al Espíritu Santo como el Poder Infinito de crear y preservar la bondad y la felicidad. Esta Verdad es el eje de toda enseñanza cristiana coherente; y a menos que esto se perciba con claridad, las Escrituras no podrán ser interpretadas racionalmente. De esta manera es posible amar tiernamente al Dios Único, no negando, sino más bien exaltando en forma ilimitada a Jesucristo; esa hermosa personalidad añorada durante siglos por millones de corazones.

El Júbilo que inspira esa noción del Señor es semejante al sol, con su triple gloria de calor, luz y actividad.

Swedenborg desarrolla una filosofía de la revelación Divina que es razonable. Observa que, como sucede con la Ciencia, toda revelación debe ajustarse a la condición y capacidad de aquellos que la reciben. Se empeña en poner de manifiesto que las afirmaciones literales de las Escrituras constituyen una adaptación de la Verdad Divina para la mentalidad de gente muy simple, voluptuosa o perversa. Demuestra que existe un sentido espiritual dentro del literal, que se adecúa a la inteligencia superior de los ángeles, quienes también leen la Verdad de Dios, y aunque no podamos verlos, piensan junto a nosotros. En este sentido supremo reside la verdad Divina en su plenitud.

¿ Cómo tomaría mis expresiones un amigo, si se atuviese a su sentido literal ?  ¿ Acaso no pensaría que soy una insana, si creyese que realmente quiero decir que el sol sale y se pone, o que la tierra es plana, o que no vivo en la oscuridad ?  Pero mi amigo presta atención al sentido de lo que digo, y no a las palabras, o a su apariencia. Este procedimiento es similar al que emplea Swedenborg para esclarecer el sentido profundo de la Palabra.

Han pasado ciento ochenta años desde la muerte de Swedenborg en 1772, y poco a poco sus formidables logros han comenzado a ganar reconocimiento. La animadversión que alguna vez suscitara su doctrina, ha ido modificándose en una actitud tolerante e inquisitiva. Muchas personas inteligentes han vindicado sus enseñanzas en los centros de la civilización, haciéndolas llegar a sitios remotos y rincones del mundo jamás soñados por nosotros. Como la luz, su mensaje ha corrido de un extremo a otro; junto con la nueva ciencia, la nueva libertad y la nueva sociedad que pugnan por arraigarse en la vida del género humano. A cada paso me encuentro con casos de seres impedidos o frustrados que han sido enriquecidos e iluminados por ese Gran Mensaje. Yo, también, dejo aquí mi humilde testimonio, y sería supremamente feliz si a través de una palabra mía siquiera un sólo individuo adquiriese una percepción más dulce de la Presencia de Dios, o un más íntimo regocijo para superar las dificultades del ambiente exterior.

Mientras vagabundeo en las sombras, afrontando dificultades, siento un murmullo de alentadoras voces que me llegan desde el reino espiritual. Siento una pasión sagrada brotando de los manantiales del infinito. Me estremezco al compás de una música que vibra con el pulso de Dios. Ligada a soles y planetas por cordones invisibles, siento en mi alma la llama de la eternidad. Aquí, en medio del aire cotidiano, siento una ráfaga de lluvias etéreas. Soy consciente del esplendor que une todas las cosas de la tierra a todas las cosas del cielo; aquí, entre muros de silencio y oscuridad, poseo la luz que me dará una visión multiplicada cuando la muerte me ponga en libertad.

HELLEN KELLER

 

Esta introducción pertenece al libro Mi Religión, de Hellen Keller, y es un tributo a Emanuel Swedenborg.


 

 

 

(I)

EL CIELO

(0)

Capítulo I

PREFACIO

(1)
El Señor, hablando en presencia de sus discípulos sobre la consumación de las edades, que es el período final de la iglesia, al concluir su profecía acerca de sus estados sucesivos en cuanto al amor y la fe, dice:

"E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.

Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. (Mateo XXIV 29-31)

Aquellos que entienden estas palabras según su sentido literal, están persuadidos de que en ese postrer período, llamado juicio final, todos los acontecimientos descriptos sobrevendrán al pie de la letra; vale decir, que el sol y la luna retraerán su luz y las estrellas caerán del cielo, que en los cielos aparecerá la señal del Señor; y que El Mismo será visto entre las nubes, secundado por ángeles que harán sonar sus trompetas. Y que, por otra parte, de acuerdo con otra profecía, todo el universo visible será devastado. Después, surgirá un nuevo cielo, y una nueva tierra. Esta es la opinión más común entre los hombres de la iglesia hoy en día. Pero quienes se aterran a esa creencia ignoran los arcanos velados iras cada frase particular de la Palabra. En la Palabra, cada frase encierra un sentido interno que versa sobre cosas espirituales y celestiales, y que no se refiere a las cosas mundanas y naturales expuestas en el sentido literal. Y esto es cierto no sólo en cuanto al sentido de una frase o grupo de palabras; lo mismo ocurre con cada palabra en particular. Puesto que la Palabra, en su integridad, ha sido compuesta mediante correspondencias; con el propósito de que hasta sus más imperceptibles detalles posean un sentido interno.

En la obra Arcana Coeiestia, se expone y explica este sentido interno. También se trata este tema en la explicación del Caballo Blanco mencionado en el Apocalipsis, donde se citan pasajes de Arcana Coeiestia. Este sentido interno esclarece las palabras del Señor antes citadas acerca de su venida sobre las nubes del cielo. El "sol" que habrá de oscurecerse, alude al Señor en lo relativo al amor; la "luna", significa el Señor en lo concerniente a la fe; las "estrellas", son conocimientos sobre el bien y la verdad, o sobre el amor y la fe; "La señal del Hijo del Hombre en el cielo", la manifesación de la verdad Divina; "todas las tribus de la tierra" que se lamentarán, son todas las cosas relativas a la verdad y el bien, o la fe y el amor; "el Hi-o del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria", su presencia en la Palabra, y la revelación; "las nubes" son representativas del sentido literal de la Palabra, y "la gloria" es el sentido interno de la Palabra; los ángeles con gran voz de trompeta", denotan que el cielo es fuente de la verdad Divina. De lo dicho se desprende, que estas palabras pronunciadas por el Señor, indican que durante el último período de la iglesia; cuando el a-mor, que es su fundamento, se haya extinguido al igual que la fe; el Señor pondrá de manifiesto el sentido interno de la Palabra y revelará arcanos de os cielos.

Los arcanos que revelan las páginas de este libro, conciernen al cie-o y al infierno, y a la vida del hombre después de la muerte. Los hombres que pertenecen a la iglesia en nuestros días, ignoran casi por completo las cosas jue competen al cielo y al infierno, y a la vida del hombre después de la muer-e, aunque estos temas estén manifiestamente expresados en la Palabra. A jesar de ello, muchas personas que se han educado en el seno de la igle-;ia, se niegan a aceptar que estas cosas sean ciertas; diciéndose en lo ín-timo de su corazón: "¿ acaso alguien ha vuelto del otro mundo para contarlos cómo es ?". Para impedir que semejante espíritu de negación, que cun-le especialmente entre aquellos que se destacan por su sabiduría munda-na, contamine y corrompa a los simples creyentes y a los simples de cora-:ón, me ha sido permitido gozar de la compañía de los ángeles, y conversar:on ellos así como un hombre conversa con otro, viendo lo que hay en los cie-los y en los infiernos; y esto durante trece años. Y me ha sido permitido, tam-bién, exponer las siguientes descripciones acerca de aquellas cosas que he isto y oído, en la esperanza de arrojar alguna luz sobre la ignorancia y disipar el espíritu de incredulidad predominante.

El significado del Advenimiento del Señor, es la revelación del senti-lo interno de la Palabra. Y es por ello que su revelación directa es permití-la en nuestros días.

(1)

EL DIOS DEL CIELO
ES EL SEÑOR

(2)
En primer lugar debemos saber quién es el Dios del Cielo, puesto que este conocimiento es la piedra fundamental. Sólo el Señor es reconocido como Dios en la vastedad del cielo. Allí he oído repetir las palabras que El Mismo enseñó, He conversado con frecuencia con los ángeles sobre este tema, e invariablemente, han manifestado que en el cielo no es posible concebir la división de la Divinidad en tres, ya que ellos saben y perciben que la Divinidad es Una, y que esta Unidad reside en el Señor. Dicen también, que aquellos miembros de la iglesia que parlen de este mundo con la noción de tres Divinidades, no pueden ser admitidos en el cielo, puesto que sus pensamientos vagan de una Divinidad a otra; y en el cielo, no es lícito pensar tres, y decir uno; todos dicen lo que piensan, puesto que en el cielo el habla surge directamente del pensamiento: es pensamiento hablante. Por lo tanto, aquellos que en este mundo han distinguido la Divinidad en tres personas, forjándose una idea diferente acerca de cada una de ellas, y que no han concebido la Unidad centrada en el Señor, no pueden ser admitidos en el cielo, ya que en el cielo todos [os pensamientos se comunican. De manera que cualquiera que llegase allí pensando tres y diciendo uno, sería descubierto y expulsado de inmediato. Pero sépase también, que todas aquellas personas que durante su vida no han separado lo que es verdadero de lo que es bueno, o lo que es igual, las cosas de la fe de las cosas del amor; después de ser instruidas en el otro mundo, aceptan la idea celestial del Señor, esto es, que El es el Dios del Universo. No ocurre lo mismo con los que han separado las cosas de la fe de las cosas de la vida; aquellos que no han vivido según los preceptos de la verdadera fe.

Que El y el Padre son uno solo; que el Padre está en El, y El en el Padre; y que todas las verdades sagradas emanan de El (Juan X. 30, 38; XIV, 9-11; XVI. 13-15)

(3)
Aquellas personas que en el seno de la iglesia han negado al Señor, reconociendo solamente al Padre, y que han ratificado esa creencia, no pueden estar en el cielo. Y como están incapacitados para recibir el influjo del cielo, donde sólo el Señor es adorado, van perdiendo gradualmente la facultad de pensar según la verdad en todos los terrenos. Finalmente se vuelven como mudos, o farfullan estúpidamente, y deambulan de un lado a otro balanceando sus brazos pendidos, como si los tuvieran descoyuntados. Asimismo, aquellos que, como los socinianos, han negado la Divinidad del Señor reconociendo solamente su Humanidad, también permanecen fuera del cielo. Son conducidos un poco hacia la derecha, y arrojados en el abismo; de esta forma se los mantiene apartados de los que arriban del orbe cristiano. Por último, quienes afirman creer en una Divinidad invisible, a la que denominan alma del universo (ens universi), origen de todas las cosas, y se niegan obstinadamente a reconocer al Señor; descubren que no creen en Dios, ya que para ellos esta Divinidad invisible es una propiedad primigenia de la naturaleza, que no puede ser objeto de amor o de fe, puesto que es inconcebible. Estos, moran junto con los llamados Naturalistas. Es muy diferente la situación de los que nacen fuera de la iglesia, los llamados gentiles; sobre este tema trataremos más adelante.

(4)
A los niños, quienes integran un tercio del cielo, se los inicia en el reconocimiento y la creencia de que el Señor es su Padre. Mas adelante, aprenden que El es el Señor del Universo; es decir, el Dios del Cielo y de la Tierra. Los niños crecen y se desarrollan en el cielo, y se les imparten conocimientos mediante los que obtienen una educación sublime, hasta alcanzar incluso la inteligencia y la sabiduría de los ángeles. Esto se verá en las próximas páginas.

(5)
Quienes pertenecen a la iglesia no pueden dudar que el Señor es el Dios del Cielo, dado que El Mismo enseñó que:

Todas las cosas del Padre son Suyas (Mateo. XI. 27; Juan XVI. 15; XVII. 2)

Y que tiene potestad en el cielo y la tierra (Mateo. XXVIII. 18)

La expresión "en el cielo y en la tierra" denota que quien rige el cielo, rige también la tierra, porque una cosa depende de la otra, "regir el cielo y la tierra", significa que recibimos del Señor todo el bien del amor y toda la verdad de la fe; es decir, inteligencia y sabiduría, y por tanto, íntima alegría, en otras palabras: la vida eterna. Estas cosas enseñó el Señor cuando dijo:

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida (Juan III. 36)

Y en otra parte:

Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que cree en mí no morirá eternamente (Juan XI. 25, 26)

Y en otra:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. (Juan XIV. 6)

(6)
Hay ciertos espíritus que durante su vida en este mundo han profesado creer solamente en el Padre; juzgando que el Señor fue un hombre como cualquier otro, e ignorando que El es el Dios del Cielo. Por esta razón les fue permitido deambular de un lado a otro, e indagar si es que existía otro cielo aparte del cielo del Señor. Prosiguieron su búsqueda unos cuantos días, pero no pudieron hallar ningún otro cielo. Estos espíritus suponen que la felicidad del cielo consiste en la gloria mundana y en el ejercicio del poder; y como no les fue dado lograr lo que deseaban, después que se les explicó que el cielo no consiste en las cosas que habían imaginado, se mostraron sumamente indignados, y anhelaron hallarse en un cielo distinto, donde pudieran sojuzgar a sus semejantes, y disfrutar de la suprema gloria mundana.

(2)

Capítulo II

ES LA DIVINIDAD DEL SEÑOR
LA QUE CREA EL CIELO

(7)
A los ángeles en su conjunto se los llama Cielo, puesto que constituyen el cielo; sin embargo lo que crea el cielo, en general y en particular, es la Divinidad que emana del Señor instilando a los ángeles que la reciben. Y puesto que la Divinidad que emana del Señor es el bien del amor y la verdad de la fe; los ángeles son ángeles y conforman el cielo, según el bien y la verdad que reciben del Señor.

(8)
Los habitantes de los cielos, saben, créenle incluso perciben; que ellos no desean, ni pueden, hacer el bien por sí mismos, y que tampoco pueden concebir, o creer en, la verdad por sí mismos, ya que estas facultades proceden de la Divinidad; es decir, del Señor. Saben además, que el bien que uno hace por sí mismo, no es tal, y que la verdad que de uno mismo procede tampoco es verdad, ya que carecen de la vida que fluye de la Divinidad. Asimismo, los ángeles del más íntimo cielo, perciben y sienten claramente este influjo, y a medida que su capacidad receptiva se desarrolla, más arraigados se sienten en el cielo, porque perciben más intensamente el amor y la fe, y la luz de la inteligencia y la sabiduría; llegando a gozar del júbilo celestial. Y como estas facultades emanan de la Divinidad del Señor, y constituyen el cielo de los ángeles, es evidente que no son aptitudes inherentes a los ángeles las que crean el cielo, sino la Divinidad del Señor. Por esa razón, en la Palabra se designa al cielo como "la morada del Señor" y "Su trono"; y se dice que quienes lo habitan viven en el Señor. El modo en que la Divinidad emana del Señor vivificando el cielo, será explicado en las siguientes páginas.

(9)
Los ángeles, inspirados por su sabiduría, ahondan esta descripción. Dicen que no sólo todas las cosas buenas y verdaderas proceden del Señor; de El también proceden todas las cosas de la vida. Y confirman este aserto, señalando que nada puede surgir de sí mismo, y que todas las cosas provienen de algo que es anterior a ellas; y que, por tanto, todas las cosas dimanan de un Principio, al que denominan verdadero Ser (Esse) de la vida y de las cosas. Del mismo modo subsisten todas las cosas, puesto que la subsistencia es un perpetuo devenir, y aquello que no está vinculado con el Principio a través de nexos intermedios, se disgrega de inmediato, desintegrándose. Dicen además, que hay una Única Fuente de toda vida, y que la vida del hombre es un torrente que brota de esa Fuente, y si dejara de manar incesantemente; se disiparía en forma inmediata. Del mismo modo afirman, que de ésta Única Fuente de toda vida, que es el Señor, dimanan solamente el bien Divino y la verdad Divina, y que todo ser es afectado por ellos según su capacidad receptiva. Quienes reciben su influjo con fe y lo aplican a la vida, hallan el cielo en sí mismos; en cambio aquellos que lo rechazan o lo desvirtúan, convierten este influjo en un infierno, convierten el bien en mal, y en mentira la verdad, transformando en muerte la vida. El hecho de que todas las cosas de la-vida proceden del Señor, los ángeles lo confirman de la siguiente manera: afirman que todas las cosas del universo están vinculadas al bien y a la verdad; la vida de la voluntad del hombre, que es la vida de su amor, se relaciona con él bien. La vida de su intelecto, que es la vida de su fe, se relaciona con la verdad. Y como todas las cosas buenas y verdaderas provienen del cielo; de esto se sigue que todas las cosas de la vida, necesariamente provienen del cielo. Esta es la creencia de los ángeles, e inspirados por ella, consideran inapropiado que se les agradezca el bien que hacen, y se apartan de aquellos que atribuyen algún mérito a su bondad. Se preguntan cómo es posible que alguien pueda considerarse sabio por sus propios méritos, o capaz de hacer el bien por sí mismo. Hacer el bien para obtener recompensas, no es hacer el bien, según dicen los ángeles, puesto que en este caso se actúa bajo el influjo del amor a sí mismo. En cambio hacer el bien por el bien mismo, es actuar bajo el influjo Divino, y afirman que éste es el bien que crea el cielo, porque este bien es el Señor.

(10)
Los espíritus que durante su vida en este mundo han ratificado su persuasión de que las buenas acciones y las verdades en las que creen proceden de sí mismos, o se las atribuyen a sus dotes personales (tal es la persuasión de quienes juzgan que la finalidad de las buenas acciones es la recompensa, adjudicándose probidad y rectitud a sí mismos) no son recibidos en el cielo. Los ángeles evitan la presencia de semejantes espíritus. Los tienen por estúpidos y ladrones; estúpidos, porque piensan exclusivamente en su provecho personal; ladrones porque se apoderan de lo que pertenece al Señor. Estos espíritus rechazan la creencia del cielo: que es la Divinidad del Señor en los ángeles la que crea el cielo.

(11)
El Señor enseña que los que moran en el cielo e integran la iglesia permanecen en el Señor, y el Señor en ellos, al decir:

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí (Juan XV. 4, 5)

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan XV. 4, 5)

(12)
Todo lo que hasta aquí hemos relatado, pone de manifiesto que el Señor mora en los ángeles del cielo como en aquello que es propiamente Suyo, y que el Señor es la plenitud de todas las cosas del cielo; y ello es así porque el bien que mana del Señor es el Señor en los ángeles, puesto que lo que mana del Señor es el Señor. De modo que en los ángeles, el cielo es el bien que emana del Señor, y no una cosa perteneciente a ellos.

(3)

Capítulo III

LA DIVINIDAD DEL SEÑOR
EN EL CIELO ES AMOR HACIA
EL Y CARIDAD CON EL PRÓJIMO

(13)
La Divinidad que emana del Señor es designada en el cielo como verdad Divina, por la siguiente razón. La verdad Divina que fluye en el cielo emana del amor Divino del Señor. El amor Divino y la verdad Divina emanada del amor, están relacionados entre sí como el fuego y la luz del sol. El amor es como el fuego del sol, y la verdad es semejante a la luz. Por otra parte, mediante las correspondencias se comprende que el fuego significa amor; y la luz, verdad emanada del amor. De este modo es posible precisar qué es la verdad Divina que emana del amor Divino del Señor, que en su esencia es el bien Divino en unión con la verdad Divina, y esta conjunción vivifica todas las cosas del cielo. De la misma manera, cuando el calor del sol está unido a su luz todas las cosas de la tierra fructifican, esto acontece durante la primavera y el verano; no sucede lo mismo cuando el calor y la luz están desunidos; esto es, cuando la luz es fría; entonces, la tierra aparece yerma y desolada. En los ángeles, este bien Divino semejante al calor, es el bien del amor; y la verdad Divina, símil de la luz, es la vía por la que fluye el bien del amor.     universe-people.com

(14)
La Divinidad que crea el cielo es el amor, porque el amor es conjunción espiritual; conjunción de los ángeles con el Señor, y de los ángeles entre sí, y esta conjunción es tan perfecta que todos los ángeles ante los ojos del Señor configuran un solo ángel. Por lo demás, el amor es el verdadero ser de toda vida; y en consecuencia, tanto los ángeles como los hombres, del amor reciben la vida. Cualquier persona capaz de reflexionar, puede advertir que la vitalidad más profunda del hombre procede del amor; su presencia suscita en él calor, y su ausencia frialdad; y su privación absoluta, le provoca la muerte. Pero debe tomarse en cuenta muy especialmente, que es la calidad del amor del hombre lo que determina la calidad de su vida.

(15)
Hay en cielo dos géneros de amor; el amor al Señor, y el amor al prójimo. En el tercer cielo, o cielo más íntimo, fluye el amor al Señor. En el segundo cielo, o cielo intermedio, el amor hacia el prójimo. Ambos emanan. del Señor, y, los dos, crean el cielo. En la diáfana luz del cielo se percibe claramente en qué se distinguen, y cuál es la forma de su conjunción; pero en este mundo su percepción es obscura. En el cielo, amar al Señor, no es amarlo en lo relativo a Su persona; es amar el bien que surge de El, y amar el bien es quererlo y hacerlo por amor. Amar al prójimo, tampoco es amar a un semejante en cuanto a su persona, sino que es amar en él la verdad que procede de la Palabra; y amar la verdad, es aplicarla a la vida mediante la voluntad. Lo dicho manifiesta con claridad que estos dos géneros de amor se distinguen entre sí, del mismo modo que el bien se distingue de la verdad; y que su modo de conjunción, se asemeja al modo de conjunción del bien con la verdad. Pero estas cosas resultan prácticamente incomprensibles para el hombre, a menos que sepa qué es el amor, qué es el bien, y quién es el prójimo.

(16)
He hablado con frecuencia con los ángeles sobre este tema. Y se muestran asombrados de que los hombres de la iglesia ignoren que amar al Señor y amar al prójimo, es amar lo que es bueno y verdadero., y aplicar ese amor a la vida mediante la voluntad; cuando deberían saber muy bien, que el amor se demuestra queriendo y haciendo lo que otro ser desea, y es éste acto el que suscita amor recíproco y conjunción, y si el amor no cumple lo que ese otro ser desea; entonces, no hay amor. Además, dicen los ángeles; los hombres deberían saber que el amor que emana del Señor es un símil o semejanza de El, porque en ese amor está El; y que aquellos que vivifican el bien y la verdad mediante su voluntad y mediante sus actos, llegan a ser símiles o semejanzas del Señor y se hallan en conjunción con El. Querer es amar hacer. Esto es lo que enseña el Señor en la Palabra, al decir:

El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama;... Y yo le amaré, y me manifestaré a él (Juan XV. 10) Y en otra parte:

Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor (Juan XV. 10)

(17)
En los cielos toda vivencia testimonia que la Divinidad que emana del Señor afectando a los ángeles y creando el cielo es el amor. Porque todos los habitantes de los cielos son formas de amor y caridad, y su aspecto es de una belleza inefable, y el amor alumbra sus rostros, e inspira sus palabras, y los detalles más imperceptibles de su vida. Además, hay esferas espirituales de vida que emanan de todo ángel y de todo espíritu, envolviéndolos; a través de ellas se percibe el carácter de los afectos de su amor; y esto a veces acontece, aunque uno esté situado a una gran distancia. En todos los ángeles, estas esferas dimanan de la vida de sus afectos, y de los pensamientos nacidos del afecto, o de la vida de su amor, y de la fe nacida del amor. Las esferas que emanan de los ángeles tan impregnadas de amor están que penetran hasta las entrañas mismas de la vida de quien los acompaña. Las he percibido muchas veces, y siempre me han afectado con la misma intensidad. La posición que adoptan los seres en el otro mundo está determinada por el amor que los impulsa; hecho que manifiesta claramente que los ángeles reciben su vida del amor. Los que aman al Señor y sienten caridad hacia el prójimo, vuelven siempre su rostro hacia el Señor, en cambio aquellos que se aman a sí mismos, apartan su rostro del Señor. Y esta disposición es invariable, cualquiera sea la dirección en que giren su cuerpo; dado que en la otra vida, el sitio que uno ocupa concuerda con los cambios de estado de su espíritu. Lo mismo ocurre con las diversas regiones del otro mundo, que no son fijas o constantes como en este mundo, sino que varían de acuerdo con la dirección hacia la que los seres vuelven su rostro. Sin embargo, los ángeles no vuelven su rostro hacia el Señor por sí mismos; es el Señor quien atrae hacia El el rostro de los ángeles. Pero este tema será tratado con más amplitud más adelante, cuando abordemos la descripción de las regiones en el otro mundo.

(18)
La Divinidad del Señor en el cielo es el amor, porque el amor es receptivo de todas las cosas del cielo; como ser, la paz, la inteligencia, la sabiduría y la dicha. El amor es receptivo de todas las cosas que armonizan con él; las anhela, las busca; está como embebido en ellas de un modo espontáneo; desea incesantemente ser enriquecido y perfeccionado por ellas. Y esto es algo que el hombre sabe muy bien; ya que en él, el amor hurga, como si dijéramos, en los depósitos de la memoria, y toma de allí las cosas que armonizan con él. Las selecciona, las ordena; las incorpora y las supedita a su control. Las incorpora, para que formen parte de su ser; y las pone bajo su control, para servirse de ellas. Aquellas cosas, en cambio, que no le son gratas; las descarta, las arroja lejos de sí. Que el amor está dotado de todas las facultades para recibir las verdades que armonizan con su ser, y que anhela estar en conjunción con ellas, lo comprueba fehacientemente el siguiente episodio. Ciertas personas, dotadas de mentalidad simple; después de la muerte fueron elevadas hasta el cielo, y cuando se hallaron en compañía de los ángeles, alcanzaron la sabiduría que disfrutan los ángeles, y la bienaventuranza celeste. Y esto debido a que en el transcurso de su vida, habían amado las cosas buenas y verdaderas en sí mismas, y las habían incorporado a su vida, desarrollando así las facultades necesarias para recibir las cosas inefables que manan del cielo. Pero los que están poseídos por el amor de sí mismos y el amor hacia las cosas mundanas, no están facultados para recibí las cosas buenas y verdaderas; abominan de ellas y las desechan; apenas entran en el cielo y toman contacto con ellas, sienten repugnancia y se apartan: entonces, huyen rápidamente para confabularse en el infierno con quienes aman las mismas cosas que ellos aman. A ciertos espíritus que dudaban de que existiesen semejantes facultades para recibir el amor celestial, y que deseaban cerciorarse de ello; les fue dado experimentar un estado de amor celestial, y siendo destituidos momentáneamente de sus malas disposiciones, fueron conducidos hasta un cielo angelice: y desde allí hablaron conmigo, y les oí decir que percibían una felicidad mucho más honda de lo que pueden expresar las palabras. Y se lamentaron profundamente al saber que deberían retornar a su estado anterior. Otros espíritus fueron conducidos también hasta el cielo; y cuanto más elevado e interior era el estado que experimentaban, mayor era la inteligencia y la sabiduría que gozaban; hasta llegar a percibir incluso aquellas cosas que antes habían juzgado incomprensibles. Lo dicho indica que el amor que emana del Señor es receptivo del cielo y de sus cosas inefables.

(19)
El amor al Señor y el amor hacia el prójimo encierran en sí todas las verdades Divinas. El Señor lo manifiesta con claridad, cuando aludiendo a estos dos géneros de amor, dice:

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo. XXII. 37-40)

"La ley y los profetas" constituyen la Palabra en su totalidad; es decir, toda verdad Divina.

(4)

Capítulo IV

EL CIELO ESTÁ DIVIDIDO
EN DOS REINOS

(20)
Hay en el cielo una infinita variedad de cosas, y no hay una sola sociedad angélica igual a otra, ni un ángel que sea igual a otro.

Por esta razón, hay en el cielo divisiones generales, específicas y particulares. La general, es una división en dos reinos; la específica, establece que hay tres cielos; y la particular, indica que el cielo en su conjunto está subdividido en innumerables sociedades. Trataremos sobre estas divisiones en las páginas siguientes. Se dice que hay una división general en dos reinos, porque el cielo es llamado "el reino de Dios".

(21)
Ciertos ángeles, reciben más íntimamente la Divinidad que emana del Señor; otros, en cambio, la reciben en un nivel más superficial. Los primeros, son los ángeles celestiales; los segundos, los ángeles espirituales. Esta distinción divide al cielo en dos reinos: el Reino Celestial, y el Reino Espiritual.

(22)
Los ángeles que integran el reino celestial, reciben más íntimamente la Divinidad del Señor debido a ello, se los designa como ángeles interiores y ángeles superiores; y por la misma razón, los cielos constituidos por ellos se llaman cielos interiores y superiores. Se los distingue en superiores e inferiores, porque mediante estos términos se indica qué es lo interior, y qué es lo exterior.

(23)
El amor que sienten los ángeles del reino celestial, es el amor celestial; y el amor que siente los que habitan el reino espiritual, se llama amor espiritual. El amor celestial es el amor a Señor, y el amor espiritual es el amor, hacia el prójimo. Y como el bien es inherente al-amor (el bien es todo aquello que uno ama); el bien de uno de los dos reinos se llama bien celestial; y el del otro, bien espiritual. Y esto determina que los dos reinos se distingan entre sí, del mismo modo en que el bien del amor al Señor, se distingue del bien del amor hacia el prójimo. Y como el bien del amor al Señor es un bien entrañable, y su amor un íntimo amor; los ángeles celestiales son ángeles interiores, y se los llama ángeles superiores.

(24)
El reino celestial también lleva el nombre de Reino Sacerdotal del Señor; y en la Palabra, se lo designa como "La morada del Señor"; en cambio el reino espiritual, es llamado el Reino Soberano del Señor; y en la Palabra, "Su Trono". El Señor, por su Divinidad celestial, llevó en el mundo el nombre "Jesús", y fue llamado "Cristo", por su Divinidad espiritual.

(25)
Los ángeles del reino celestial del Señor, reciben más íntimamente la Divinidad del Señor, y, debido a ello, su sabiduría y su gloria es mucho más honda que la que gozan los ángeles del reino espiritual; y puesto que viven en el amor al Señor, se hallan en conjunción más íntima con El. La superioridad de estos ángeles se debe a que han recibido, y reciben perpetuamente, las verdades Divinas, aplicándolas de inmediato a la vida; en cambio los ángeles espirituales, las reciben primero en su memoria y en su intelecto; y por eso, los ángeles celestiales llevan las verdades Divinas inscriptas en su corazón; las perciben, y las ven en sí mismos. Jamás dudan de que sean ciertas. Son como aquellos mencionados en Jeremías:

Daré mi ley, y la escribiré en su corazón.... Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande (XXXI. 33, 34)

Y en Isaías se los llama: Enseñados por Jehová (LIV. 13)

Los "enseñados por Jehová" son aquellos a quienes el Señor Mismo enseña; El Señor lo manifiesta expresamente en Juan (VI. 45, 46)

(26)
Como hemos dicho, los ángeles celestiales gozan de la sabiduría y de la gloria suprema, porque han recibido, y reciben perpetuamente, las verdades Divinas; aplicándolas de inmediato a la vida. Apenas las oyen, las llevan a la práctica mediante su voluntad, en vez de retenerlas previamente en la memoria para verificar su autenticidad. Perciben de inmediato por influjo si lo que oyen es veraz o no. El influjo del Señor en la voluntad del hombre es inmediato; pero su influjo en el intelecto es mediato, llega por vía de la voluntad; o lo que es igual, su influjo en el bien es inmediato, pero su influjo en la verdad es mediato, llega a través del bien.

Se llama bien a lo que es inherente a la voluntad; y a la acción nacida de la voluntad. Se designa como verdad, en cambio, a aquello que es inherente a la memoria; y al pensamiento nacido de la memoria. Por lo demás, toda verdad se transforma en bien, y se implanta en el amor; apenas se incorpora a la voluntad. Pero mientras se mantiene a la verdad relegada en la memoria, retenida en el pensamiento nacido de ella; esta verdad, no puede convertirse en bien; no tiene vida; ni se incorpora en el hombre. Puesto que el hombre es hombre gracias a su voluntad y al intelecto nacido de su voluntad; nunca por su inteligencia, aparte de su voluntad.

(27)
Debido a esta diferencia, los ángeles del reino celestial y los ángeles del reino espiritual, no residen juntos; tampoco se comunican directamente. Sólo pueden comunicarse a través de sociedades angélicas intermedias, constituidas por ángeles celestiales-espirituales. A través de ellos el reino celestial fluye hacia el reino espiritual. Lo que determina que, a pesar de estar dividido en dos reinos, el cielo, es uno solo. El Señor provee y dispone las facultades y funciones de los ángeles intermedios. Ya que a través de ellos se establecen la comunicación y la conjunción.

(28)
Puesto que el tema de los ángeles de los dos reinos será tratado con más amplitud en las páginas siguientes, omitimos aquí más detalles.

(5)

Capítulo V

HAY TRES CIELOS

(29)
Hay tres cielos, netamente diferenciados entre sí; el íntimo o tercero, el intermedio o segundo, y el externo o primero. Su orden correlativo es semejante al que existe entre la parte superior del cuerpo humano; la cabeza, la parte intermedia; el tronco, y sus extremidades inferiores; los pies; o entre el sector superior de un edificio, su sector intermedio, y su base. En ese mismo orden procede y desciende la Divinidad del Señor; por tanto el cielo, debido a la necesidad del orden, es triple.

(30)
La interioridad del hombre, aquello que constituye su mente y su índole, posee un orden similar; un nivel íntimo, uno intermedio, y otro externo; ya que cuando el hombre fue creado, todo lo perteneciente al orden Divino en él fue configurado, plasmándose en él el orden Divino en forma, conformando un cielo en mínima efigie. Y es por eso que el hombre, en su interioridad, se halla en comunicación con los cielos, y se reúne con los ángeles después de la muerte; con los del íntimo cielo, con los del cielo intermedio, o con los del externo; según su receptividad del bien Divino y la verdad Divina del Señor, durante su vida en este mundo.

(31)
La Divinidad que procede del Señor y es recibida en el íntimo o tercer cielo, es la celestial, y los ángeles que allí moran llevan el nombre de ángeles celestiales; la Divinidad que procede del Señor y es recibida en el cielo intermedio o segundo, es la espiritual, y en consecuencia, a estos ángeles se los llama ángeles espirituales; y la Divinidad que fluye del Señor y es recibida en el cielo externo o primero, es la natural, pero lo que es natural en este cielo es diverso de lo que es natural en este mundo, pues contiene lo celestial y lo espiritual; por esta razón, los ángeles de este cielo llevan el nombre de ángeles espirituales y celestiales naturales.. Quienes reciben el influjo del cielo intermedio o segundo, que es el cielo espiritual, se llaman ángeles espirituales naturales; y aquellos que reciben el influjo del íntimo o tercer cielo, que es el celestial, se llaman ángeles celestiales naturales. Los ángeles espirituales naturales y los ángeles celestiales naturales se distinguen entre sí, pero constituyen un mismo cielo, porque están incluidos en un mismo grado.

(32)
En cada cielo hay un nivel interno y otro externo: los que están en el nivel interno se llaman ángeles internos, y los que están en el externo, se llaman ángeles externos. En los cielos, o en cada cielo, lo interno y lo externo, se relacionan entre sí del mismo modo en que se relacionan en el hombre la facultad voluntaria y la facultad intelectual; el nivel interno corresponde a la facultad voluntaria, y el externo a la intelectual; no pueden existir la una sin la otra. La voluntaria es comparable a la llama y la intelectual a la luz emanada de ella.

(33)
Debe entenderse claramente que la interioridad de los ángeles es lo que-los sitúa en uno u otro cielo; cuanto más receptiva al Señor es su interioridad, más interior es el cielo que habitan. Hay tres grados de interioridad en cada ángel y en cada espíritu, y también en el hombre. Aquellos en quienes el tercer grado ha sido develado, moran en el íntimo cielo. Aquellos en quienes ha sido develado el segundo grado, o sólo el primero, residen en el cielo intermedio o en el externo. La interioridad es develada gradualmente mediante la recepción del bien Divino y la verdad Divina. Quienes sienten las verdades Divinas y las aplican a la vida, llevándolas a la práctica por medio de su voluntad, moran en el íntimo o tercer cielo, y tienen su lugar allí según su receptividad del bien, que proviene del amor a la verdad.

Los que no reciben las verdades de inmediato en su voluntad, sino en su memoria, luego en su intelecto, e instados por su intelecto las llevan a la práctica mediante su voluntad, residen en el cielo segundo o intermedio. En cambio aquellos que viven según sus principios morales y creen en la Divinidad, pero se esmeran muy poco en su instrucción, residen en el cielo externo o primero. De esto se desprende que los estados de interioridad constituyen el cielo, y que el cielo está dentro de cada ser, y no fuera de él; como enseña el Señor, al decir:

"El Reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo a-Ilí; porque he aquí el Reino de Dios está entre vosotros". (Lucas XVII. 20, 21)

(34)
Toda perfección aumenta en la medida que es más interior, y disminuye en la medida que es más exterior; ya que la interioridad se halla más próxima a la Divinidad, y en sí misma es más pura; mientras que lo exterior está más alejado de la Divinidad, y en sí mismo es más craso. La perfección angélica consiste en inteligencia, sabiduría, amor; en todo lo que es bueno, y en la consiguiente felicidad; pero no en una felicidad desprovista de virtudes, ya que una felicidad semejante es externa y no interna. Puesto que la interioridad de los ángeles del íntimo cielo ha sido develada en el tercer grado, su perfección es inconmensurablemente superior a la de los ángeles del cielo intermedio, cuya interioridad ha sido develada en el segundo grado. A su vez, el nivel de perfección de estos ángeles es superior al de los ángeles del cielo externo.

(35)
A causa de esta distinción, ningún ángel puede residir con ángeles de otro cielo que no sea el suyo; vale decir, no les es dado ascender de un cielo inferior a otro superior, ni descender de este a otro inferior. Si un ángel asciende de un cielo inferior a otro superior es presa de una angustia lacerante, no puede ver a quienes están a su lado; es incapaz de hablarles. Si desciende de un cielo superior, se ve privado de su sabiduría, habla con voz balbuciente, y se sume en la desesperación. Ciertos ángeles del cielo exterior, a quienes aún no se les había instruido que lo que constituye los cielos es la interioridad de los ángeles, suponían que podían gozar de una dicha celestial más elevada mediante el simple acceso aun cielo de ángeles superiores. Les fue dado entonces, disfrutar de la compañía de estos ángeles. Pero cuando se encontraron allí, por más que buscaron afanosamente, no divisaron a nadie. Una gran multitud, sin embargo, se hallaba presente. La interioridad de los visitantes no estaba develada en el mismo grado que la interioridad de los ángeles de ese cielo, y, por tanto, tampoco lo estaba su vista. Súbitamente, sintieron su corazón acongojado, de tal modo que no acertaban a saber si estaban vivos o muertos. Por lo que emprendieron presurosamente su regreso al cielo del que habían partido y, reconfortados al hallarse de nuevo entre los suyos, se propusieron firmemente no dejarse llevar por aspiraciones superiores a las compatibles con su vida. Asimismo, he visto a oíros descender de un cielo superior, quienes fueron despojados de su sabiduría, hasta el punto de llegar a ignorar a qué cielo pertenecían. El caso es distinto, cuando, como acontece a menudo, los ángeles son elevados por el Señor desde un cielo inferior a otro superior, para que puedan contemplar Su gloria; ya que se hallan debidamente predispuestos, y circundados de ángeles intermedios, a través de los cuales pueden comunicarse con aquellos a quienes visitan. Lo dicho manifiesta claramente que los tres cielos son enteramente distintos.

(36)
De todas formas, aquellos que integran un mismo cielo, pueden establecer relaciones con cualquiera ie sus habitantes; pero los deleites de estas relaciones, se miden por las afinidades del bien que llega a obtenerse; este tema será examinado en los artículos siguientes.     cosmic-people.com

(37)
Pero a pesar de que los cielos son tan distintos, que los ángeles de un cielo no pueden relacionarse con los ángeles de o-tro cielo, el Señor une todos los cielos por Su influjo inmediato y mediato; por Su influjo inmediato en iodos los cielos; y mediato, desde un cielo hacia otro. Y así, hace de tres cielos uno; y todos están conectados de tal modo, desde el Principio hasta el Fin, que nada inconexo es posible. Lo que no se conecta con el Principio a través de enlaces intermedios no puede subsistir; se disipa y se extingue.

(38)
Sólo aquel que conoce la relación que existe entre los grados y el orden Divino, es capaz de comprender en qué se distinguen los cielos entre sí, o qué es lo que se entiende por hombre interno y externo. La mayoría de las personas de este mundo poseen la noción de que lo interior y lo exterior, o lo superior y lo inferior, son algo continuo, o coherente por vía de continuidad, desde io más puro hasta lo más craso. Pero la relación entre lo interior y lo exterior no es continua, es discreta (discontinua). Los grados son de dos géneros; hay grados continuos y grados discontinuos. Los grados continuos se relacionan entre sí como los grados decrecientes de la luz desde su máximo esplendor hasta que se desvanece en la oscuridad; o como los grados decrecientes, en la visión, de objetos que están a la luz de aquellos que están en la sombra; o como los grados de pureza en la atmósfera desde el más bajo al más alto. Dichos grados se determinan por la distancia. En cambio los grados que no son continuos, sino discretos, se distinguen como lo anterior y lo posterior, como la causa y el efecto, y como lo que produce y lo que es producido. Quienquiera que examine detenidamente esta cuestión, advertirá que en todas y cada una de las cosas que pueblan el universo, existen dichos grados de producción y composición; vale decir, que de un primero surge un segundo, y de éste un tercero, y así sucesivamente. Quien no sea capaz de percibir esta distinción de grados, tampoco podrá aprehender la distinción entre los cielos, ni discernir el hombre interior del exterior, ni distinguir el mundo espiritual y el mundo natural, ni el espíritu del hombre y su cuerpo. Tampoco estará en condiciones de comprender la naturaleza y el origen de las correspondencias y las representaciones, o la naturaleza del influjo. El hombre sensual no percibe estas diferencias, ya que según su criterio, incluso en dichos grados, la relación creciente y decreciente es una relación continua; de forma que no pueden concebir lo espiritual, sino como algo natural más purificado. Y en consecuencia, la comprensión de estas cosas es algo que está fuera de su alcance.

(39)
Por último, referiremos un arcano relativo a los ángeles de los tres cielos, jamás aprehendido por mente alguna, puesto que la distinción de grados no ha sido comprendida. En todo ángel y también en todo hombre, hay un grado íntimo o supremo, o un algo íntimo y supremo, hacia donde fluye la Divinidad del Señor, originariamente o de manera más próxima, y desde allí dispone los otros niveles de interioridad del ser, que se suceden según los grados del orden. Este grado íntimo o supremo puede designarse como el ingreso del Señor en el ángel o hombre, y Su propia morada en ellos. Es en virtud de este algo íntimo o supremo que el hombre es hombre, y se distingue de las bestias, ya que éstas, no lo poseen. A esto se debe que el hombre, a diferencia de los animales, sea capaz, en lo que concierne a la interioridad de su mente y disposición, de ser elevado por el Señor hacia El, de creer en el Señor, de amar al Señor, de contemplarlo a El, y de recibir inteligencia y sabiduría, y hablar según los dictados de la razón. Y es por eso que puede disfrutar de la vida eterna. Pero qué es lo que dispone el Señor y provee, en esta íntima interioridad, es algo que ningún ángel puede percibir con claridad, puesto que está más allá de su alcance intelectual, y trasciende su sabiduría.

(40)
Estas son las verdades generales concernientes a los tres cielos; pero en las páginas siguientes, examinaremos cada cielo en particular.

(6)

Capítulo VI.

LOS CIELOS ESTÁN CONSTITUIDOS

POR INNUMERABLES SOCIEDADES

(41)
Los ángeles de cada cielo no residen en un mismo sitio; integran distintas sociedades, mayores o menores, según las diferencias del bien del amor y la fe en que viven; quienes viven en un bien similar, son miembros de una misma sociedad. En los cielos, el bien posee infinitas variedades. Y puede afirmarse que cada ángel es su propio bien.

(42)
Por otra parte, las sociedades angélicas en los cielos se distancian entre sí según las diferencias, de tipo general y particular, del bien en que viven. Porque en el mundo espiritual, la distancia está determinada exclusivamente por la diferencia de los estados de interioridad; y en los cielos, por la diferencia en los estados de amor; los que más se diferencian, están más apartados; los que se diferencian menos, se hallan más próximos; y la similitud, determina que estén juntos.

(43)
Quienes integran una misma sociedad se distinguen entre sí de la misma manera; los que son más perfectos, es decir, los que sobresalen por su bondad, su amor, sabiduría e inteligencia, estañen el centro; los menos destacados, se ubican alrededor, a una distancia que varía según el grado decreciente de su perfección. Su orden de ubicación, es semejante al de una luz que va disminuyendo del centro a la periferia; los que están en el centro reciben la luz en su esplendor; y a los que están en la periferia, les llega gradualmente atenuada.

(44)
Quienes son semejantes se sienten espontáneamente atraídos; porque esta similitud hace que se sientan como entre los suyos y en su hogar; en cambio con otros, se sienten como entre forasteros y lejos de su tierra; además, cuando están entre sus similares, gozan de su libertad y, por tanto, de todos los deleites de la vida.

(45)
Lo dicho pone de manifiesto que en los cielos todos se hallan vinculados por el bien, y se distinguen según la calidad del bien. Sin embargo no son los ángeles quienes se vinculan entre sí; es obra del Señor, de quien el bien dimana. El Señor los guía, crea conjunción y separación entre ellos, y los preserva en libertad de acuerdo con el bien en que viven. Así; El ampara a cada uno según la vida de su amor y de su fe, de su inteligencia y de su sabiduría, y de la consiguiente felicidad.

(46)
Así mismo, quienes viven según un bien similar, aunque jamás se hayan visto antes, se reconocen, de igual modo que los hombres de este mundo reconocen a sus parientes, allegados y amigos; porque en la otra vida sólo hay parentescos, afinidades, y amistades espirituales, que nacen del amor y la fe. Y esto, en ciertas ocasiones me ha sido dado verlo, estando en el espíritu, es decir, separado del cuerpo, y en sociedad con ios ángeles. Algunos de los que vi allí, me pareció conocerlos desde la infancia, otros, me resultaron totalmente desconocidos. Aquellos que parecía conocer desde la infancia, se hallaban en un estado semejante al de mi espíritu, en cambio los otros, que me resultaban desconocidos, en un estado disímil.

(47)
Todos los que integran una misma sociedad angélica, poseen un semblante similar, aunque esto en su aspecto general, y no en sus particularidades. Es posible formarse una noción de cómo se relaciona este parecido en el aspecto general, con la diferencia en las particularidades, mediante ejemplos comparativos tomados de este mundo. Es algo sabido, que hay un cierto parecido entre los miembros de una raza; en el aspecto general del rostro, y en los ojos, mediante el cual se la reconoce y distingue de las demás. Y esto es más notable entre familias. En los cielos, es aún más ostensible; allí, todos los afectos interiores aparecen y esplendan en el rostro; allí, el rostro es la forma externa y representativa de los afectos Nadie tiene otro rostro que el de sus propios afectos. También me fue manifestado el modo en que esta semejanza del aspecto generar, varía en las particularidades de cada individuo de una misma sociedad. Un rostro como de ángel, apareció ante mí, modificándose según los afectos del bien y la verdad, que poseen los miembros de una misma sociedad. Estas modificaciones, persistieron; y advertí que un mismo rostro, en su aspecto general, permanecía como modelo básico; todas las variaciones eran derivados y elaboraciones de aquél. Y así, a través de este rostro, fueron exhibidos los afectos de todos los miembros de una sociedad, que son los que determinan la variedad en los rostros. Ya que, como se ha indicado más arriba, los rostros de los ángeles, son la forma de su interioridad; es decir, de los afectos de su amor y de su fe.

(48)
De ahí que un ángel de sobresaliente sabiduría, vea en el acto la calidad de otro en su rostro. En el cielo, nadie puede ocultar su interioridad mediante su expresión, ni simular, o mentir y engañar mediante artificios o hipocresía. Hay hipócritas, que son expertos en encubrir su interioridad, y componen su aspecto exterior, según la forma del bien en que viven los miembros de una sociedad, fingiendo así ser ángeles de luz; a veces, éstos se introducen subrepticiamente en una sociedad; pero no pueden permanecer mucho tiempo allí; enseguida, comienzan a sentir una íntima angustia, y un suplicio, su rostro se torna lívido, y están como exánimes. Estas alteraciones surgen de la contrariedad que les produce la vida que allí fluye, afectándolos. Entonces, se lanzan con premura hacia el infierno de sus congéneres, y ya no quieren ascender de nuevo. Estos, son semejantes a los representados por aquel hombre, hallado entre los convidados a la fiesta, sin el atuendo de boda, y que fue arrojado en las tinieblas de afuera (Mat.
XXII. 11).

(49)
Todas las sociedades del cielo se entre sí aunque no lo hacen mediante un trato directo; ya que muy pocos salen de su propia sociedad para ir a otra, porque salir de su propia sociedad es para ellos como apartarse de sí mismos o de su propia vida, y pasar a otra menos compatible. Todas las sociedades se comunican a través de la extensión de la esfera que emana de la vida de cada una de ellas. Esta esfera de vida, es la esfera de los afectos del amor y de la fe; y se extiende a lo largo y a lo ancho, hacia las sociedades circundantes; y más lejos y con más amplitud, en la medida en que los afectos son más interiores y más depurados. Según su extensión poseen los ángeles inteligencia y sabiduría. Los que están en el íntimo cielo, y en su centro, se extienden hacia todos los cielos; de esta manera, hay en el cielo una comunicación de todos con cada uno, y de cada uno con todos. Esta extensión será considerada en detalle más adelante, cuando la Forma del cielo, que determina la disposición de las sociedades angélicas y también la sabiduría y la inteligencia de los ángeles, sea examinada; puesto que la extensión de los afectos y los pensamientos, está determinada por dicha Forma.

(50)
Según se ha referido más arriba, en los cielos hay sociedades mayores y menores. Las mayores están constituidas por miríadas de ángeles; las menores, por algunos miles; y las mínimas, por unos centenares. También hay otros que residen aparte; como si dijéramos, casa por casa, y familia por familia; aunque éstos residen apartados, están ubicados en un orden similar al de aquellos que viven en sociedades, los más sabios en el centro y los más simples en los confines. Estos ángeles, se hallan bajo los Divinos auspicios del Señor, de manera más próxima, y son los ángeles supremos.

(7)

Capítulo VII

CADA SOCIEDAD
ES UN CIELO EN FORMA MENOR,
Y CADA ÁNGEL, EN FORMA MÍNIMA

(51)
Cada sociedad es un cielo en forma menor, y cada ángel, en forma mínima, pues el bien del amor y la fe crean el cielo, y este bien reside en cada sociedad del cielo, y en cada ángel de cada sociedad. No tiene importancia que en todas partes este bien difiera y varíe; es, de todos modos, el bien del cielo; las diferencias están determinadas por la calidad de cada cielo. Por eso se dice, que cuando alguien es elevado a cualquier sociedad del cielo; ingresa en el cielo, y que los que están allí se encuentran en el cielo, y cada cual en lo que es suyo. Esto es algo sabido por todos en la otra vida; en consecuencia, aquellos que se encuentran fuera o debajo del cielo, cuando divisan a lo lejos compañías de ángeles, aseveran que el cielo se halla en este lugar o en aquél. Ocurre lo mismo que con los dignatarios civiles, oficiales militares, y el séquito en un palacio real o castillo, quienes, aunque residan aparte en diferentes secciones o cámaras, ya sea arriba o abajo, habitan todos el mismo palacio o castillo; cada cual, según sus propias funciones en el servicio regio. Lo que ayuda a esclarecer, el sentido de las palabras del Señor, al decir que:

En la casa de Su Padre muchas moradas hay (Juan XIV. 2).

Y también, qué se entiende por "Las moradas del cielo", y "los cielos de los cielos" en los Profetas.

(52)
Que cada sociedad es un cielo en forma menor, lo demuestra también el hecho de que cada una de ellas posee una forma celestial semejante a la del cielo en su conjunto. En todos los cielos, los más eminentes se hallan en el centro, los menos destacados se ubican alrededor, en un orden decreciente hacia la periferia (según consta en el artículo anterior, Nº 43). Y también puede inferirse de lo siguiente: el Señor guía a todos en el cielo, como si fuesen un solo ángel; y lo mismo acontece en cada sociedad; a consecuencia de ello, una sociedad angélica en su integridad aparece a veces bajo la forma de un solo ángel; y esto, me ha permitido verlo el Señor. Además, cuando el Señor aparece en medio de los ángeles, no aparece un figura rodeada por otras, sino una sola, y en forma angélica. Y es por eso que en la Palabra, el Señor es llamado "ángel", y del mismo modo se designa a toda una sociedad. "Miguel", "Gabriel" y "Rafael", no son sino sociedades angélicas que derivan su nombre de su función.

(53)
sí como una sociedad íntegra es un cielo en forma menor, un ángel es un cielo en forma mínima; pues el cielo no se halla fuera de él; está dentro suyo; ya que la interioridad que concierne a su mente, se halla ordenada según la forma del cielo, para que pueda recibir todas las cosas del cielo que se hallan fuera de él. Y esta recepción, depende de la calidad del bien del Señor, que hay dentro suyo; y es por eso que un ángel es un cielo.

(54)
No tiene ningún sentido afirmar que el cielo se halla fuera de los seres, pues está dentro suyo. Ya que todo ángel recibe el cielo que se halla fuera de él, según el cielo que está dentro suyo. Lo que pone de relieve cuánto se equivoca aquel que cree que ir al cielo, es simplemente ser elevado entre los ángeles, haciendo caso omiso de su vida interior; es decir, que cualquiera puede ingresar al cielo por misericordia inmediata. En realidad, a menos que el cielo esté dentro de uno mismo, nada de lo perteneciente al cielo que se haya afuera, puede afluir y ser recibido. Son muchos los espíritus que piensan así. A causa de dicha creencia, fueron elevados al cielo; pero cuando se encontraron allí, como su vida interior se oponía a la vida angélica, comenzaron a padecer ceguera intelectual, hasta parecer estúpidos; y a sufrir un tormento en su voluntad, hasta parecer clementes. En una palabra, los que llevan una vida perversa, al entrar al cielo, comienzan a boquear y a retorcerse, igual que un pez extraído del agua y expuesto a los efectos del aire; o animales en una bomba neumática, en medio del éter cuando el aire se ha agotado. De esto se desprende que el cielo no se encuentra fuera del hombre, está dentro suyo.

(55)
A sí como todos reciben el cielo que se halla afuera, según el cielo que está dentro de ellos, así también, reciben todos al Señor, pues la Divinidad del Señor es la que crea el cielo. De ahí que cuando el Señor se manifiesta ante alguna sociedad, su apariencia concuerda con la calidad del bien en que vive esa sociedad; vale decir, que no es la misma en una sociedad que en otra. Esta diversidad no mora en el Señor; radica en el bien que les es propio a los ángeles que lo contemplan a El, y por tanto concuerda con el bien que les pertenece. Y son conmovidos por Su apariencia según la calidad de su amor; quienes lo aman íntimamente, se sienten conmovidos en lo más íntimo, los que lo aman menos, se sienten menos conmovidos; y a los malvados que se encuentran fuera del cielo, Su presencia los tortura. Cuando el Señor aparece ante alguna sociedad, aparece como un Ángel; pero se distingue, por el diáfano esplendor de la Divinidad.

(56)
A
llí donde se reconoce al Señor, se cree en El, y se lo ama; allí está el cielo. La variedad del culto al Señor, procede de la variedad del bien en diversas sociedades, y no es perjudicial, es benéfica; pues de ahí surge la perfección del cielo. Este es un punto escasamente comprensible, a no ser que se empleen términos que suelen oírse en el orbe ilustrado para exponer de qué modo la unidad, para que sea perfecta, debe ser producto de la variedad. Un todo existe al estar compuesto de diversas partes, pues un todo sin componentes, nada es; carece de forma, y por tanto, de calidad. Pero cuando un todo existe por estar integrado de sus diversas partes, y las partes tienen una forma perfecta, y se ligan entre sí, en serie, como un amigo íntimo con otro; entonces, la calidad es perfecta. El cielo es un todo compuesto por diversas partes ordenadas según la más perfecta forma, pues la forma celestial, es la más perfecta forma. Que es éste el cimiento de toda perfección, lo manifiesta la naturaleza de la belleza, del agrado y el deleite, que afectan a nuestros sentidos y a nuestra mente; pues estos dones manan y fluyen de una sola fuente, que es el concierto y la armonía de diversas partes concordantes y afines, que en orden coexisten, o en orden se suceden; pero jamás de un todo, carente de partes diversas. De ahí el refrán: en la variedad está el deleite; y la naturaleza de la variedad, como es sabido, determina el deleite. Y así puede contemplarse como en un espejo, el modo en que la perfección surge de la variedad, incluso en el cielo. Puesto que en las cosas que existen en el mundo natural, se reflejan las del mundo espiritual, como en un espejo.

(57)
Puede decirse de la iglesia lo mismo que se ha dicho del cielo, pues la iglesia es el cielo del Señor en la tierra. Hay, también, muchas iglesias; y cada una de ellas lleva el nombre de iglesia, y si el bien del amor y la fe reina en su interior, en tal medida es una iglesia. Aquí, también, mediante la integración de varias partes, el Señor forma una unidad; es decir, una iglesia a partir de varias. Y lo mismo puede decirse del hombre de la iglesia en particular, que de la iglesia en general: que la iglesia está dentro del hombre, y no fuera de él; y que todo hombre es una iglesia en la que el Señor se hace presente a través del bien del amor y la te. Asimismo, puede decirse del hombre en quien está la iglesia, lo que se dice de un ángel en quien reside el cielo; que es una iglesia en forma mínima, así como un ángel es un cielo en forma mínima. Por lo demás, un hombre que tiene la iglesia dentro suyo, como un ángel, es un cielo. Porque el hombre fue creado para que pudiese ingresar en el cielo, convirtiéndose en un ángel; y por eso, quien posee en su interior el bien del Señor, es un hombre angélico. Podemos referir también, qué posee el hombre en común con los ángeles, y en qué se diferencia. El hombre, igual que el ángel, posee una interioridad conformada a imagen del cielo, y el don de erigirse, en la medida en que viva en el bien del amor y la fe, en una imagen del cielo. Pero le ha sido dado al hombre y no a los ángeles, poseer una exterioridad conformada a imagen del mundo; y en la medida en que viva en el bien, poseer el mundo dentro suyo subordinado al cielo, y al servicio del cielo. Entonces el Señor está presente en él, en el cielo y en el mundo, tal como si se hallase en su propio cielo. Pues el Señor está presente en Su orden Divino en ambos mundos, ya que Dios es orden.

(58)
Por último podría mencionarse, que quien tiene el cielo dentro suyo, lo posee no sólo en lo que concierne a las cosas máximas o más generales, sino también en aquellas que son mínimas o más, singulares, y que estas cosas mínimas repiten la imagen de las máximas. Esto se debe al hecho de que cada ser es su propio amor, y es tal como es su propio amor. Aquello que rige, fluye en las particularidades y las ordena, y en todas partes infunde una semejanza de sí mismo. El amor al Señor es el amor imperante en los cielos, ya que allí el Señor es amado por sobre todas las cosas. Por eso el Señor es allí la plenitud de todo, fluye en todas y cada una de las cosas, las dispone en orden, imprimiendo en ellas una semejanza de El, creando un cielo dondequiera esté presente. De ahí que un ángel sea un cielo en forma mínima; una sociedad, un cielo en forma mayor; y todas las sociedades en su conjunto, un cielo en su forma máxima. Que la Divinidad del Señores la que crea el cielo, y, que en todo, El es la plenitud, puede verse más arriba (Nº 7-12).

(8)

Capítulo VIII

EL CIELO EN SU CONJUNTO
REFLEJA A UN SOLO HOMBRE

(59)
Que el cielo en su conjunto refleja a un solo hombre, es un arcano ignoto para el mundo; en cambio en los cielos, es algo plenamente reconocido. Este es un conocimiento primordial, tanto en su aspecto específico como en su aspecto singular, para la inteligencia de los ángeles que allí habitan, y de él dependen muchas cosas, que sin este principio general no ingresarían de manera clara y precisa en las ideas de su mente. Sabiendo esto, que todos los cielos y todas sus sociedades reflejan a un solo hombre, designan al cielo como Hombre Máximo y Divino; Divino, puesto que la Divinidad del Señor es la que crea el cielo, (ver más arriba, Nº 7-12)

(60)
Q
ue las cosas celestiales y espirituales se ordenan y se vinculan entre sí de acuerdo con la forma e imagen referidas, es algo que no pueden percibir quienes no poseen una correcta noción acerca de las cosas celestiales y espirituales; ya que suponen, que las cosas terrenales y materiales que componen su naturaleza externa, son las que hacen al hombre, y que aparte de ellas no es hombre el hombre. Deberían saber, sin embargo, que no es por ellas que el hombre es hombre, sino por su facultad de comprender la verdad y querer el bien; esa inteligencia y esa voluntad son las cosas espirituales y celestiales que hacen al hombre. Es sabido, por o-tra parte, que la calidad de una persona se determina por la calidad de su intelecto y de su voluntad; y puede decirse, que su cuerpo terrenal ha sido formado para servir a su intelecto y a su voluntad aquí en el mundo, y lograr el uso más eficiente de estas facultades en la esfera más externa de la naturaleza. De lo que se desprende que el cuerpo nada hace por sí mismo, pues su moción siempre está subordinada al mandato de su intelecto y de su voluntad, hasta el extremo de que cualquier cosa que el hombre piensa, la pronuncia con la lengua y los labios, y aquello que quiere hacer, lo ejecuta por medio de su cuerpo y sus miembros; de manera que el intelecto y la voluntad son los que actúan, y nada hace el cuerpo por sí mismo. Lo que demuestra de manera fehaciente, que son el intelecto y la voluntad los que hacen al hombre; y puesto que estas facultades actúan sobre las más imperceptibles partículas del cuerpo, como lo que es interno en lo que es externo, deben poseer por tanto una forma similar; a causa de ello, el hombre es llamado hombre interno y espiritual. El cielo es un hombre semejante en su forma máxima y más perfecta.

(61)
Siendo ésta la idea de los ángeles acerca del hombre; no reparan en lo que el hombre hace con su cuerpo, sino en la voluntad, que pone en acción al cuerpo. Designan a esta voluntad como hombre en sí mismo; y al intelecto, también lo llaman hombre en la medida en que actúe al unísono con la voluntad.

(62)
Aun que los ángeles no ven al cielo en su conjunto en forma humana, ya que el cielo en su conjunto está fuera del alcance de su vista; a veces divisan sociedades remotas, constituidas por varios millares de ángeles, que configuran una sola forma humana; y a partir de una sociedad, como parte integrante, sacan la conclusión de cómo es el cielo en su aspecto general. Puesto que en las formas más perfectas, el aspecto general es semejante al de las partes, y el de las partes al general; la única diferencia, es la que existe entre cosas similares de mayor o menor magnitud. Por consiguiente, afirman los ángeles, el cielo en su conjunto debe aparecer en forma humana ante los ojos del Señor, pues la Divinidad ve todas las cosas desde lo más íntimo y supremo.     angels-light.org

(63)
Y dado que el cielo posee esta forma, el Señor lo rige como si fuera un solo hombre; ya que es sabido que el hombre, a pesar de estar constituido por una innumerable variedad de cosas, tanto en su conjunto como en sus partes —en su conjunto, por miembros, órganos y vísceras; y en cada parte, por series de fibras, nervios y vasos sanguíneos, o sea, miembros dentro de miembros, y partes dentro de partes— cuando actúa, actúa como un solo hombre. Del mismo modo está constituido el cielo bajo los auspicios y la dirección del Señor.

(64)
S
emejante variedad de cosas actúan al unísono en el hombre, pues no hay en él cosa alguna que no contribuya al bienestar general prestando algún servicio. El conjunto presta un servicio a las partes, y las partes al conjunto, pues el conjunto está compuesto de partes y las partes constituyen el conjunto; por tanto, se proveen recíprocamente, se tienen mutua consideración, y se hallan en conjunción, de manera tal que todas y cada una de las cosas contribuyen al bien general; actuando así como un solo ser. En el cielo los vínculos son similares. De igual modo, sus habitantes se hallan en conjunción según los servicios que prestan; los que no prestan ningún servicio en bien de la comunidad son expulsados del cielo; por incompatibilidad. Prestar un servicio es desear el bien al prójimo por el bien de la comunidad; desear el bien al prójimo sin tomar en cuenta el bien común, sino el beneficio personal, no es prestar ningún servicio. Quienes son así se aman a sí mismos por sobre todas las cosas. En cambio los anteriores, aman al Señor por sobre todas las cosas. De ahí que los habitantes del cielo actúen como un solo ser; y hacen esto inspirados por el Señor, no por sí mismos, ya que juzgan que El es el Único; manantial de todas las cosas; y consideran que Su Reino es el bien general, y éste, el bien que hay que lograr. Ese es el sentido de las palabras del Señor:

Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mat. VI. 33)

"Buscar Su justicia" significa buscar el bien que es Suyo. Quienes en el mundo aman el bien de su patria más que el bien persona., y el bien de su prójimo tanto como el suyo, son los que en la otra vida aman y buscan el Reino del Señor; puesto que allí el Reino del Señor ocupa el lugar de la patria; y los que aman hacer el bien a los demás, y no lo hacen con fines egoístas, sino por el bien mismo, aman al prójimo, pues en el cielo el bien es el prójimo. Quienes son así, integran el Hombre Máximo, esto es, el cielo.

(65)
A
sí como el cielo en su conjunto refleja a un solo hombre, y es un Hombre Divino Espiritual en forma máxima, e incluso en efigie; así, del mismo modo que un hombre, está constituido el cielo por miembros y partes, que también se designan de manera similar. Además, los ángeles saben a cuál miembro pertenece cada sociedad. Esta sociedad, señalan, pertenece a cierta parte o provincia de la cabeza; aquélla, a cierta parte o provincia del pecho, la otra a cierta parte o provincia lumbar, y así sucesivamente. En un sentido general, el cielo supremo o tercero forma la cabeza hasta la región del cuello; el cielo intermedio o segundo forma el pecho hasta la región lumbar y las rodillas; el cielo inferior o primero forma los pies hasta las plantas, y también los brazos hasta los dedos de las manos. Dado que los brazos y las manos pertenecen a las partes inferiores del hombre, aunque estén a los lados. Esto también pone de manifiesto porqué hay tres cielos.

(66)
L
os espíritus que están debajo del cielo se muestran sumamente asombrados cuando perciben que el cielo no sólo está arriba, sino también abajo; ya que creen y suponen, de manera similar que los hombres de este mundo, que el cielo se encuentra sólo arriba, porque ignoran que la disposición de los cielos es similar a la disposición de los miembros, órganos y vísceras en el cuerpo humano, algunos de los cuales son internos y otros externos. De ahí las nociones confusas que poseen acerca del cielo.

(67)
S
e han expuesto estas cosas que hacen referencia al cielo como Hombre Máximo, pues si no se cuenta con un conocimiento previo acerca de ellas, no será posible comprender lo que se dirá acerca del cielo en las páginas siguientes, ni poseer una clara noción sobre la forma del cielo, la conjunción del cielo y el hombre, el influjo del mundo espiritual en el mundo natural, ni idea alguna acerca de las correspondencias; temas que serán examinados según su orden en las páginas siguientes. Con la finalidad de arrojar alguna luz sobre los temas en cuestión es que se han sentado las premisas mencionadas más arriba.

(9)

Capítulo IX

CADA SOCIEDAD DEL CIELO
REFLEJA A UN SOLO HOMBRE

(68)
Con frecuencia, me ha sido dado ver que cada sociedad del cielo refleja a un solo hombre. En cierta sociedad, se introdujeron de manera subrepticia algunos espíritus que diestramente simulaban ser ángeles de luz. Eran hipócritas. Cuando éstos comenzaban a ser segregados de los ángeles, pude ver que, al principio, la sociedad íntegra aparecía como un solo cuerpo indistinto; luego, adquiría gradualmente forma humana; aunque todavía de manera indistinta; configurándose por último en un hombre con total nitidez. Quienes integraban y daban forma a ese hombre eran los que vivían en el bien de esa sociedad; los otros, que no integraban ni formaban parte de ese hombre, eran hipócritas; estos últimos fueron expulsados, mientras que a los primeros se los retuvo allí; así se efectuó un proceso de separación. Los hipócritas son aquellos que hablan bien, e incluso proceden rectamente, pero en todo lo que hacen reparan exclusivamente en su provecho personal. Disertan como los ángeles acerca del Señor, el cielo, el amor, y la vida celestial, y proceden también con rectitud, de forma que aparentan ser lo que profesan. Pero piensan de otra manera; no creen en nada; y a nadie desean el bien sino a sí mismos. Hacen el bien sólo para su provecho personal, y si benefician a otros es nada más que para guardar las apariencias, y en consecuencia, por amor de sí mismos.

(69)
También me ha sido dado ver que una sociedad angélica en su integridad, en laque el Señor está presente de manera visible, aparece como un solo hombre. Aparecía en lo alto hacia el oriente, algo semejante a una nube, dotada de un albor que se tornaba rojo y rodeada de pequeñas estrellas, que descendía; y en su gradual descenso, resplandecía más y más, hasta aparecer por último en una perfecta forma humana. Las pequeñas estrellas alrededor de la nube eran ángeles, que así aparecían bajo la luz del Señor.

(70)
Debe entenderse que aunque todos los que constituyen una sociedad celestial al ser vistos juntos como un solo ser son semejantes a un hombre; ninguna sociedad configura un hombre idéntico a otro. Las sociedades se distinguen entre sí como los rostros de distintos miembros de una familia, por la razón mencionada más arriba (Nº 47); vale decir, se distinguen según la variedad del bien en que viven, el que a su vez determina su forma. Las sociedades del íntimo cielo o cielo supremo; las que están en su centro, son las que aparecen en forma humana más perfecta y más bella.

(71)
Es algo digno de mencionarse, que cuanto mayor es el número de miembros de una sociedad, y en la medida que componen una unidad, más perfecta es su forma humana; pues la variedad dispuesta en forma celestial es lo que constituye la perfección, según se ha indicado más arriba (Nº 56), y la variedad surge de la pluralidad. Por lo demás, toda sociedad del cielo incrementa su número a diario, y a medida que incrementa se torna más perfecta. Así, no sólo la sociedad se torna más perfecta, sino el cielo en su conjunto, puesto que está constituido por sociedades. Y como el cielo se perfecciona mediante el incremento numérico, salta a la vista lo errados que están quienes suponen que el cielo puede colmarse y ser clausurado; cuando lo cierto es lo contrario; jamás puede clausurarse, pues cuanto mayor es su plenitud mayor es su perfección. Y por eso, los ángeles desean por sobre todas las cosas que nuevos ángeles huéspedes se alleguen a ellos.

(72)
Dada sociedad cuando aparece como un todo es la efigie de un hombre, porque el cielo en su conjunto es una efigie similar (según queda indicado en el artículo anterior); por lo demás, en la forma más perfecta, que es la forma del cielo, las partes se asemejan al todo, y las formas mínimas a las máximas. Las formas menores y las partes del cielo son las sociedades que lo constituyen, que también son cielos en forma menor (ver Nº 51-58). Esta semejanza es perpetua porque en los cielos el bien de todos y cada uno proviene de un único amor, es decir, tiene un único origen. Este único amor, origen del bien de todos los habitantes de los cielos, es el amor al Señor que procede del Señor. De ahí que todo el cielo en su aspecto general, cada sociedad en un aspecto menos general, y cada ángel en particular, sean símiles del Señor, según se ha indicado más arriba (Nº 58).

(10)

Capítulo X

POR TANTO, TODOS LOS ANGELES POSEEN UNA PERFECTA FORMA HUMANA

(73)
En los dos artículos precedentes se ha referido que el cielo en En su conjunto, e igualmente cada sociedad del cielo, reflejan a un solo hombre. De la secuencia de razones allí expuestas, se sigue que lo mismo ocurre con cada ángel. Así como el cielo es un hombre en forma máxima, cada sociedad lo es en forma menor; y un ángel, en forma mínima. Porque en la forma más perfecta, que es la forma del cielo, hay un símil del todo en las partes y de las partes en el todo. Pues el cielo es una comunión general, y todos comparten lo que allí hay, y de esa comunión general recibe cada uno todo lo que tiene. Y siendo un ángel un receptáculo, es un cielo en forma mínima, según se ha indicado más arriba en el artículo correspondiente. Y un hombre, en la medida en que reciba el cielo; en esa medida es un receptáculo, un cielo y un ángel (ver más arriba, Nº 57). Estas cosas se describen en el Apocalipsis: Y midió su muro, (de la Santa Jerusalén) ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. (XXI. 17)

"Jerusalén" aquí significa la Iglesia de Señor, y en un sentido más eminente, el cielo; el "muro" denota la verdad, erigida contra los ataques de laf al- . sedad y del mal; "ciento cuarenta y cuatro" implica todo bien y toda verdad º en su conjunto; "medida" indica la naturaleza de una cosa; un "hombre" denota un ser en quien residen el bien y la verdad en general y en particular, es decir, en quien reside el cielo. Y puesto que a causa de ello un ángel es un hombre; se dice "de medida de hombre, la cual es de ángel". Este es el sentido espiritual de dichas palabras. Sin este sentido, ¿ cómo podría comprenderse que "el muro de la Santa Jerusalén" es "de medida de hombre, la cual es de ángel" ?

(74)
Consultemos ahora a la experiencia. Los ángeles son formas humanas, o hombres, y esto lo he podido observar miles de veces. He conversado con ellos así como un hombre conversa con otro, en algunas ocasiones con uno solo, en otras con muchos reunidos; y no he advertido en su aspecto nada que difiera de la forma humana; y algunas veces he llegado a admirarme de ello. Y para que no pueda aducirse que se trata de meras ilusiones o fantasías, me ha sido dado contemplar a los ángeles en plena vigilia, hallándome en posesión de todos mis sentidos corporales, y en un estado de lucidez perceptiva. Y a menudo les he referido que en el orbe cristiano, los hombres se hallan sumidos en un estado de tal ciega ignorancia, respecto a los ángeles y a los espíritus; que dan en suponer que son mentes carentes de forma, e incluso puros pensamientos, y la única noción que poseen acerca de ellos, es que se trata de entes etéreos dotados de cierta vitalidad. Y como no le adjudican a los ángeles ninguna facultad humana excepto la intelectual, creen que carecen de ojos y no ven, de oídos y no oyen; y que al carecer de boca y lengua, tampoco hablan. A esto los ángeles replicaron, que ellos saben que son muchos, en el mundo, los que profesan esa creencia, y que cunde entre los eruditos; y para su mayor asombro, incluso entre los clérigos. Y esto, afirman, a causa de que los eruditos, encabezando a los otros, fraguaron semejantes ideas acerca de los ángeles y los espíritus, concebidas a partir de las percepciones sensoriales del hombre externo; y quienes se guían por ellas para pensar, sin reparar en la luz interior ni en las ideas generales implantadas en cada ser, no pueden sino urdir semejantes nociones, pues las concepciones sensoriales del hombre externo captan sólo aquello que pertenece a la naturaleza; nada. que sobrepase a la naturaleza, y en consecuencia, nada de lo referente al mundo espiritual. Y bajo la conducción de dichos mentores, estas ideas falaces acerca de los ángeles instigaron a otros que no pensaban por sí mismos a adoptar las ideas de sus guías; y quienes toman inicialmente sus ideas de otros y cimentan su fe en tales ideas, y las juzgan luego según su propio intelecto, no desisten fácilmente de ellas. Por consiguiente, la mayoría de las veces se contentan con sólo ratificarlas. Por lo demás, dicen los ángeles, los simples creyentes, los simples de corazón, no conciben semejantes ideas acerca de los ángeles; piensan que éstos, son los hombres del cielo; porque la instrucción no ha borrado en ellos lo que el cielo ha implantado, ni son capaces de concebir nada desprovisto de forma. Y es por eso que los ángeles en los templos, ya sea entallados o pintados, tienen aspecto humano. En cuanto a esta clarividencia celestial, afirman que es la Divinidad instilando a aquellos que gozan del bien de la fe y de la vida.     angels-heaven.org

(75)
En base a mi experiencia, que abarca muchos años, estoy en condiciones de afirmar y aseverar que los ángeles poseen forma humana; tienen rostro, ojos, oídos, cuerpo, brazos, manos y pies; que pueden verse y oírse entre ellos, y comunicarse verbalmente; en una palabra poseen todas las características humanas, la única diferencia es que no están revestidos de cuerpos materiales. He podido verlos en su propia luz, que excede en muchos grados a la luz del mediodía en el mundo, y en esa luz sus rasgos pueden distinguirse con mucha más nitidez que los rostros de los hombres en este mundo. También me ha sido dado ver un ángel del íntimo cielo. Tenía un rostro más luminoso y esplendente que el de los ángeles de los cielos inferiores. Lo observé detenidamente, y poseía una forma humana supremamente perfecta.

(76)
Pero debe tenerse muy en cuenta, que un hombre no puede ver a un ángel con sus ojos corporales, sino con los ojos de su espíritu, porque su espíritu está en el mundo espiritual; y todo lo perteneciente al cuerpo, se halla en el mundo natural. Lo similar ve a lo similar, precisamente debido a su similitud. Por otra parte, como el órgano corporal de la vista, que es el ojo, es tan craso —y esto es algo que todo el mundo sabe—, que apenas si puede observar las cosas más pequeñas de la naturaleza a través de lentes de aumento; mucho menos, entonces, podrá ver aquello que está por encima de la esfera de la naturaleza, y por tanto, nada de lo perteneciente al mundo espiritual. No obstante, estas cosas pueden ser vistas por el hombre, cuando se lo aparta de su vista corporal, y se abren los ojos de su espíritu; y esto puede acontecer en cualquier momento, y en forma instantánea, cuando le place al Señor que así sea; y cuando acontece, el hombre cree que aquello que ve, lo está viendo con los ojos de su cuerpo. Así fueron vistos los ángeles por Abraham, Lot, Manoah, y los profetas; y así, también, fue visto el Señor por sus discípulos después de la resurrección; y del mismo modo he visto yo a los ángeles. Y porque los profetas vieron de este modo se los llamó "videntes", y se dijo que "sus ojos estaban abiertos" (I Samuel. IX. 9; Números. XXIV. 3);y el hecho de que les fuese dado verde tal modo fue designado como "abrir sus ojos", como aconteció con el criado de Elíseo, sobre quien leemos:

Y oró Elíseo, y dijo: te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Elíseo. (II. Reyes VI. 17).

(77)
Espíritus probos, con los que he hablado sobre el tema, manifestaron su honda pesadumbre ante la ignorancia que embarga a la iglesia en lo concerniente al estado del cielo, de los espíritus y los ángeles; e indignados me instaron a que declarase que ellos no son mentes amorfas o hálitos etéreos, sino hombres en efigie; y ven, oyen y sienten, igual que los habitantes del mundo.

(11)

Capítulo XI

LA DIVINIDAD DEL SEÑOR
ES LA QUE DETERMINA
QUE EL CIELO EN SU CONJUNTO
Y EN SUS PARTES POSEA FORMA HUMANA

(78)
Q ue la Divinidad Humana del Señor determina que el cielo en su conjunto y en sus partes posea forma humana, puede concluirse de todo lo que se ha expuesto en los artículos precedentes, es decir: (I) Que el Dios del cielo es el Señor. (II) Que es la Divinidad del Señor la que crea el cielo. (III) Que el cielo está constituido por innumerables sociedades; y cada sociedad es un cielo en forma menor, y cada ángel en forma mínima. (IV) Que el cielo en su conjunto refleja a un solo hombre. (V) Cada sociedad del cielo refleja a un solo hombre. (VI) Por tanto, todos los ángeles poseen una perfecta forma humana. De esto se concluye, que al ser la Divinidad la que crea el cielo, el cielo debe poseer necesariamente forma humana. Que esta Divinidad es la Divinidad Humana del Señor, puede apreciarse de manera aún más patente, en un compendio que ha sido confeccionado con pasajes escogidos de Arcana Coelestia, y que se añade como suplemento al final de este capítulo. Que la Humanidad del Señor es Divina, y que es falso que su Humanidad no es Divina, como creen quienes pertenecen a la iglesia, también puede consultarse en los mencionados extractos, y también en el capítulo referente al Señor, incluido en La Nueva Jerusalén y su Doctrina Celestial, en la última parte.

(79)
Que esto es cierto, es algo que he comprobado de manera fehaciente a través de una larga experiencia; a ella, me remitiré ahora. Todos los ángeles que habitan el cielo, sólo perciben a la Divinidad en forma humana, y lo que es más admirable, quienes habitan los cielos supremos, no pueden siquiera pensar a la Divinidad en ninguna otra forma. La necesidad de pensar de tal modo dimana del influjo de la Divinidad, y también de la forma del cielo, pues en armonía con ella sus pensamientos se difunden. Ya que todo pensamiento de ángel se difunde en los cielos; y tos ángeles posen inteligencia y sabiduría según el alcance de esa difusión. Es por eso que todos los habitantes de los cielos reconocen al Señor, puesto que la Divinidad Humana sólo existe en El. No sólo he oído esto referido por los ángeles; cuando fui elevado a la esfera interior del cielo, también me fue dado percibirlo. De esto se desprende, que los ángeles más sabios, son los que perciben más claramente esta verdad; y por eso el Señor es visto por ellos; porque el Señor aparece bajo una forma Divino Angélica, que es la forma humana, ante quienes reconocen a una Divinidad visible y creen en ella, y no ante aquellos que creen en una Divinidad invisible. Porque los primeros pueden ver Su Divinidad, en cambio los otros, no pueden.

(80)
Cos ángeles no perciben una Divinidad invisible; designan a ésta como Divinidad desprovista de forma, y perciben una Divinidad visible que tiene forma humana, y debido a ello suelen decir que sólo el Señor es hombre, y que es por EL que ellos son hombres, y que cada cual es hombre en la medida en que recibe al Señor. Para ellos, recibir al Señor, significa recibir el bien y la verdad que proceden de El, pues el Señor mora en Su bien y en Su verdad, y llaman a esto sabiduría e inteligencia. Dicen, que nadie ignora que la inteligencia y la sabiduría hacen al hombre, y que el rostro no es lo que hace al hombre. Que ello es así, lo manifiesta la apariencia de los ángeles de los cielos interiores; ellos, viven en el bien y la verdad del Señor, y en la sabiduría e inteligencia consiguientes, y poseen una forma humana de eminente belleza y perfección; mientras que los ángeles de los cielos inferiores, poseen una forma humana menos perfecta y menos bella. En cambio aquellos que moran en el Infierno a la luz del cielo, casi no parecen hombres, parecen monstruos; ya que no viven en el bien y en la verdad, sino en el mal y en la mentira, y por tanto, en oposición a la sabiduría y la inteligencia. Por eso es que su vida, no se llama vida, se denomina muerte espiritual.

(81)
Debido a que el cielo en su conjunto y en sus partes, por la Divinidad Humana del Señor, refleja a un solo hombre, los ángeles dicen que viven en el Señor, y algunos afirman que viven en Su cuerpo, dando a entender por ello, que residen en el bien de Su amor Y esto, el Señor mismo lo enseña, al decir:

Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí... Porque separados de mí nada podéis hacer... Permaneced en mi amor... Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor (Juan XV. 4-10).

(82)
Debido a que ésta es la percepción de la Divinidad en los cielos, le ha sido concedido a todo hombre que recibe algún influjo del cielo, el concebir a Dios en forma humana. Así lo concebían los Antiguos, y en la misma forma lo conciben los modernos; tanto fuera como dentro de la iglesia. Los simples, en su intelecto, lo ven como al Prístino en todo su esplendor. Pero esta clarividencia se ha extinguido en aquellos que atentos sólo a su propio juicio, o llevando una vida perversa, han rechazado el influjo del cielo. En quienes esta clarividencia se ha extinguido por atenerse exclusivamente a su juicio personal, la concepción preferente es la de un Dios invisible; mientras que aquellos que han extinguido esta clarividencia al llevar una vida perversa, prefieren que Dios no exista. Pero ni uno ni otro advierten que esta clarividencia existe, pues no la poseen; aun así, ella es la Divinidad celestial, que procedente del cielo, fluye originalmente en el hombre, pues el hombre ha nacido para el cielo, y nadie puede ingresar en el cielo sin poseer una noción de la Divinidad.

(83)
Por ello, quien no posee ninguna noción acerca del cielo, es decir, ninguna noción acerca de la Divinidad de la que el cielo procede, no puede ser elevado hasta el umbral del cielo. Apenas un ser semejante se aproxima al cielo, se percibe en él resistencia y una fuerte repugnancia; y esto a causa de que su interioridad, que debería ser receptiva del cielo, se cierra al no poseer la forma del cielo, y de manera más hermética, cuanto más cerca se encuentra del cielo. Tal es la suerte de aquellos que niegan al Señor en el seno de la iglesia, y de los que, como los socinianos, niegan Su Divinidad. La suerte de aquellos que han nacido fuera de la iglesia, y que ignoran al Señor puesto que no poseen la Palabra, será referida más adelante.

(84)
Que los hombres de la antigüedad concebían a la Divinidad en forma humana, consta en la manifestación de la Divinidad ante Abraham, Lot, Josué, Gedeón, Manoa y su mujer, y otros. Ellos vieron a Dios como hombre; lo adoraron, sin embargo, como al Dios del universo, llamándolo a El Dios del cielo y de la tierra, y Jehová. Que fue al Señor a quien vio Abraham, El Mismo lo enseña en Juan (Vil. 56); y que fue a El a quien vieron los demás, consta en Sus palabras:

También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto (Juan 1. 18, V. 37).

(85)
Que Dios es hombre es algo escasamente comprensible para quienes todo lo juzgan según las percepciones sensoriales del hombre externo, pues el hombre sensual, sólo puede pensar en la Divinidad a partir de las cosas del mundo, y concibe a un hombre Divino y espiritual como hombre corporal y natural. Y de esto concluye que si Dios fuese un hombre, poseería el tamaño del universo; y que en caso de regir el cielo y la tierra, lo haría por intermedio de otros, al modo de los reyes en el mundo. Y si alguien le dijera, que en el cielo no hay extensión de espacio como en el mundo, sería incapaz de comprenderlo. Ya que aquel que piensa basándose exclusivamente en la naturaleza y su luz, necesariamente debe pensar en base a la extensión que aparece ante sus ojos. Pero se equivoca en demasía quien piensa de ese modo acerca del cielo. Allí la extensión no es como la extensión en el mundo. En el mundo la extensión es determinada y, por tanto, mensurable; en cambio en el cielo no es determinada y, por tanto, es inmensurable. El tema de la extensión en el cielo será tratado más adelante cuando examinemos el espacio y el tiempo en el mundo espiritual. Por lo demás, todo el mundo sabe que la vista se proyecta hacia lo remoto, esto es, hacia el sol y las estrellas, que son tan lejanas; y quienquiera que medite con alguna profundidad sobre el tema, sabe que el alcance de la vista interna, que es mental, es mayor, y que el alcance de una vista más interior, debe ser mayor todavía. ¿ Qué podrá entonces decirse de la vista Divina, que es la más íntima y suprema de todas ?  Y debido a que los pensamientos poseen semejante alcance, todas las cosas del cielo se comunican entre sus miembros, y lo mismo ocurre con todo lo perteneciente a la Divinidad, que constituye el cielo y su plenitud, como se ha indicado en los artículos precedentes.

(86)
Los habitantes del cielo se maravillan de que ciertos hombres puedan considerarse inteligentes, y que al pensar acerca de Dios, piensen sobre algo invisible, es decir, sobre una cosa inconcebible, carente de forma, y motejen de no inteligentes y simples a los que piensan de otra manera, cuando la verdad es diametralmente opuesta. Y agregan, "sería conveniente que aquellos-que se consideran inteligentes, se examinen a sí mismos; y se pregunten, si acaso no consideran a la naturaleza como Dios; algunos, a la naturaleza que aparece ante sus ojos; otros, a la naturaleza que no es visible; y si acaso no son tan ciegos que ignoran qué cosa es Dios, qué es un ángel, qué un espíritu, qué cosa es su alma que ha de vivir después de la muerte, qué es la vida del cielo en el hombre, y muchas otras cosas que constituyen al intelecto. En cambio aquellos a quienes llaman simples, saben todas estas cosas a su manera; acerca de su Dios, piensan que El es la Divinidad en forma humana, que un ángel es un hombre celestial, que su alma que ha de vivir después de la muerte es como un ángel, y que la vida del cielo en el hombre consiste en vivir según los preceptos Divinos". A estos últimos, los ángeles los consideran inteligentes y aptos para el cielo, pero a los otros, los califican de no inteligentes.

(AC)

Extractos de Arcana Coelestia
referentes al Señor
y a su Divinidad Humana

La Divinidad residía en el Señor desde su concepción misma (Nº 4. 641, 4963, 5041, 5157, 6716, 10125).

Sólo el Señor tuvo simiente Divina (Nº 1438).

Su alma era Jehová (Nº 1999, 2004, 2005, 2018, 2025)

De modo que lo más íntimo era la Divinidad misma, mientras que lo externo provenía de la madre (Nº 5041).

La Divinidad Misma era el Ser (esse) de la vida del Señor, y de allí surgió después Su Humanidad, deviniendo la Existencia (existiere) de ese Ser (esse) (Nº 3194, 3210, 10269, 10738)

En el seno de la iglesia, donde reside la Palabra mediante la cual seconoce al Señor, La Divinidad del Señor no debería ser negada, y tampoco el Espíritu Santo que procede de El (Nº 2359)

Quienes en el seno de la iglesia no reconocen al Señor, no se hallan enconjunción con la Divinidad. ; el caso es distinto con aquellos que nopertenecen a la iglesia (Nº 10205)

Hace a la esencia de la iglesia el reconocer la Divinidad del Señor y SuUnión con el Padre (Nº 10083, 10112, 10370, 10738, 10816, 10820).

Se hace referencia a la glorificación del Señor en numerosos pasajesde la Palabra (Nº 2249, 2523, 3245).

El Señor glorificó Su Humanidad, mas no Su Divinidad; pues ésta yaestaba glorificada en Sí misma (Nº 10057)

El Señor vino al mundo para glorificar Su Humanidad (Nº 3637, 4287, 9315)

El Señor glorificó Su Humanidad mediante el Amor Divino que residíaen El desde su concepción (Nº 4727)

La vida del Señor en el mundo consistió en Su amor hacia el género humano (Nº 2253)

El amor del Señor trasciende el entendimiento humano (Nº 2077)

El Señor salvó al género humano glorificando Su Humanidad (Nº 4180, 10019, 10152, 10659, 10828)

De no ser así, la raza humana hubiese perecido eternamente (Nº 1676)

El estado de glorificación, y el estado de humillación del Señor(Nº 1785, 1999, 2159, 6866)

En lo referente al Señor, la glorificación es la unión de Su Humanidadcon Su Divinidad (Nº 1603, 10053, 10828)

Desde la eternidad, el Hijo de Dios era la Verdad Divina en el cielo (Nº 2628, 2798, 2803, 3195, 3704)

Cuando el Señor estuvo en el mundo, transfiguró Su Humanidad en Verdad Divina, a partir del bien Divino que residía en El (Nº 2803, 3194, 3195, 3210, 6716, 6864, 7014, 7499, 8127, 8724, 9199)

El Señor dispuso todas las cosas en Sí mismo en una forma celestial, que concuerda con la Verdad Divina (Nº 1928, 3633)

Por eso el Señor fue llamado el Verbo, que es la Verdad Divina (Nº 2533, 2813, 2859, 2894, 3393, 3712)

Sólo el Señor tuvo percepción y pensamiento por Sí Mismo, y esto porencima de toda percepción y pensamiento angélicos (Nº 1904, 1914, 1919)

El Señor unió la Verdad Divina, que El Mismo era, con el Bien Divinoque residía en El (Nº 10047, 10052, 10076)

Esta unión fue recíproca (Nº 2004, 10067)

Al partir del mundo, el Señor también transformó su Humanidad en bienDivino (Nº 3994, 3210, 6864, 7499, 8724, 9199, 10076)

Esto es lo que significa que El procede del Padre, y que al Padre retorna (Nº 3194, 3210, 6864, 7499, 8724, 9199, 10076)

Así; devino un solo ser con el Padre (Nº 2751, 3704, 4766)

A partir de esa unión la verdad Divina procede del Señor (Nº 3704, 3712, 3969, 4577, 5074, 7499, 8127, 8241, 9199, 9398)

El modo en que procede la verdad Divina, ilustrado (Nº 7270, 9407)

El Señor unió Su Humanidad con Su Divinidad por Su propia potestad(Nº 1616, 1749, 1752, 1813, 1921, 2025, 2026, 2523, 3141, 5005, 5045, 6716)

Esto pone de manifiesto que la Humanidad del Señor no era semejante a la humanidad de cualquier otro hombre, puesto que fue concebido por la Divinidad Misma (Nº 10125, 10825, 10826)

Su unión con el Padre, de quien procedía Su alma, fue distinta a la u-nión entre dos personas, fue una unión semejante a la del alma con elcuerpo (Nº 3737, 10824)

Los más antiguos pueblos no podían adorar al Ser Divino, sólo podíanadorar a la Existencia Divina, que es la Divinidad Humana; por tanto, elSeñor vino al mundo para devenir Existencia (existiere) Divina procedente de el Ser (esse) Divino (Nº 4687, 5321)

Los antiguos reconocían a la Divinidad puesto que aparecía ante ellosen forma humana, y ésta era la Divinidad Humana (Nº 5110, 5663, 6845, 10737)

El Ser (esse) infinito fluye en el cielo, en los ángeles y en los hombres, solamente a través de la Divinidad Humana (Nº 1676, 1990, 2016, 2034)

La única Divinidad que se percibe en el cielo es la Divinidad Humana(Nº 6745, 9303, 10067, 10267)

La Divinidad Humana, desde la eternidad, era la verdad Divina en el cielo, y la Divinidad atravesando el cielo; es decir, que era la Existencia (existere) Divina que luego en el Señor se convirtió en el Ser Divino (es-se) per se, del cual procede la Existencia Divina en el cielo (Nº 3061, 6280, 6880, 10579)

El estado del cielo antes de la venida del Señor (Nº 6371 -6373)

La Divinidad sólo se hizo perceptible al pasar a través del cielo (Nº 6982, 6996, 7004)

Todos los habitantes de la tierra adoran a la Divinidad en forma humana, es decir, al Señor (Nº 6700, 8541-8547, 10736-10738)

Se regocijan al oír que Dios verdaderamente se hizo Hombre (Nº 9361)

Todos los que viven en el bien y adoran a la Divinidad en forma humana, son recibidos por el Señor (Nº 9359)

Dios no puede ser pensado según otra forma que la humana; ni puedeconcebirse idea alguna acerca de aquello que es incomprensible, tampoco es posible creer en ello (Nº 9359, 9972)

El hombre puede adorar aquello acerca de lo cual posee alguna noción, pero no puede adorar lo inconcebible (Nº 4733, 5110, 5663, 7211, 9356, 10067, 10267)

Por tanto, la Divinidad es adorada en forma humana por la mayoría delos habitantes del orbe, y esto se debe al influjo del cielo (Nº 10159).

Todos aquellos que viven en el bien, al pensar en el Señor, piensan enla Divinidad Humana, y no en Su Humanidad aparte de Su Divinidad;no sucede lo mismo con aquellos que no viven en el bien (Nº 2326, 4724, 4731, 4766, 8878, 9193, 9198)

Aquellos que pertenecen ala iglesia en nuestros días, y viven en el mal, y aquellos que tienen fe pero no tienen caridad, piensan acerca de laHumanidad del Señor aparte de Su Divinidad, y ni siquiera comprendenqué es la Divinidad Humana; porqué no lo comprenden (Nº 3212, 3241, 4689, 4692, 4724, 4731, 5321, 6782, 8878, 9193, 9198)

La Humanidad del Señor es Divina porque procede del Ser (esse) delPadre, y éste era Su alma, - ilustrado mediante el símil del padre en loshijos (Nº 10269, 10372, 10823)

Y también porque procedía del Amor Divino, que fue el Ser de Su vidadesde la concepción (Nº 6872)

Todo hombre es como es su amor, y es su amor (Nº 6872, 10177, 10284)

El Señor divinizó todo lo perteneciente a Su Humanidad, en lo internoy en lo externo (Nº 1603, 1815, 1902, 1926, 2083, 2093)

Por eso, a diferencia de cualquier otro hombre, El resucitó en su cuerpo (Nº 1729, 2083, 5078, 10825)

Que la Humanidad del Señor es Divina, lo testimonia Su omnipresen-cia en la Santa Cena (Nº 2343, 2359)

Y también Su transfiguración ante Sus tres discípulos (Nº 3212)

Hay constancia de ello en la Palabra del Antiguo Testamento, donde Eles llamado Dios (Nº 10514);y es llamado Jehová (Nº 1603, 1736, 1815, 1902, 2921, 3035, 5110, 6281, 6303, 8864, 9194, 9315)

En el sentido literal de la Palabra, se hace una distinción entre el Padre y el Hijo; es decir, entre Jehová y el Señor, que no se verifica en elsentido interno de la Palabra, en el cual viven los ángeles del cielo (Nº 3035)

En el orbe cristiano, se ha divulgado la noción deque la Humanidad delSeñor no es Divina; esto se promulgó en un concilio y en beneficio delpapa, para que fuese así reconocido como vicario del Señor (Nº 4738)

Ciertos cristianos fueron examinados en el otro mundo respecto a lanoción que poseían acerca de un solo Dios, y pudo comprobarse quese aferraban a la noción de una trinidad de dioses (Nº 2329, 5256, 10736-10738, 10821)

Una trinidad Divina o una trinidad en una persona, constituyendo un solo Dios, es concebible; pero en tres personas, es inconcebible (Nº 10738, 10821, 10824)

En el cielo se reconoce una Divina Trinidad en el Señor (Nº 14, 15, 1729, 2004, 5256, 9303)

La Trinidad en el Señor es la Divinidad Misma, llamada Padre; la Divinidad Humana, llamada Hijo; y la Divinidad procedente, llamada Espíritu Santo, y esta Divina Trinidad es Una (Nº 2149, 2156, 2288, 2319, 2329, 2447, 3704, 6993, 7182, 10738, 10822, 10823)

El Señor Mismo enseña que el Padre y El son Una sola persona (Nº 1729, 2004, 2005, 2010, 2025, 2751, 3704, 3736, 4766); y también quela Sagrada Divinidad procede de El y reside en El (Nº 3969, 4673, 6788, 6S93, 7499, 8127, 8302, 9199, 9228, 9229, 9264, 9407, 9818, 9820, 10330)

La Divinidad Humana fluye en el cielo y crea el cielo (Nº 3038)

El Señor es la plenitud y la vida del cielo (Nº 7211, 9128)

El Señor habita en los ángeles en lo que es Suyo (Nº 9338, 10125, 10151, 10157)

Por consiguiente, quienes habitan el cielo residen en el Señor, (Nº 3637, 3638)

La conjunción del Señor con los ángeles se mide por el bien del amory la caridad que reciben de El (Nº 904, 4198, 4205, 4211, 4220, 6280, 6832, 9683, 10106, 10810)

El cielo en su conjunto depende del Señor (Nº 551, 552)

El Señor es el centro general del cielo (Nº 3633, 3641)

Todos les habitantes del cielo vuelven su rostro hacia el Señor, que está sobre los cielos (Nº 9828, 10130, 10189)

Pero los ángeles no miran de frente al Señor por sí mismos, es el Señor quien los vuelve hacia El (Nº 10819)

No hay una presencia de los ángeles en el Señor, hay una presenciadel Señor en los ángeles (Nº 9419).

En el cielo no hay una conjunción con la Divinidad Misma, sino una conjunción con la Divinidad Humana (Nº 4211, 4724, 5663) El cielo corresponde a la Divinidad Humana del Señor; por consiguiente, el cielo ensu conjunto es semejante a un solo hombre; por eso, se llama al cieloHombre Máximo (Nº 2996. 2998, 3624-3649, 3741-3745, 4625)

El Señor es el Único Hombre, y solo son hombres quienes reciben la Divinidad de El (Nº 1894)

Según su receptividad, son hombres e imágenes de El (Nº 8547)Por consiguiente, los ángeles son formas de amor y caridad en formahumana, y esto emana del Señor (Nº 3804, 4735, 4797, 4985, 5>99, 5530, 9879, 10177)

El cielo en su totalidad, es del Señor (Nº 2751, 7086)

El tiene potestad en los cielos y en la tierra (Nº 1607, 10089, 10827)

Del mismo modo que el Señor rige los cielos, rige también todas las cosas de los cielos, y todas las de la tierra (Nº 2025, 2026, 4523, 4524)

Sólo el Señor tiene la potestad de extirpar los infiernos, refrenar el mal, y sustentar el bien; vale decir, de salvar (Nº 10019).

(12)

Capítulo XII

HAY UNA CORRESPONDENCIA
ENTRE TODAS LAS COSAS DEL CIELO
Y TODAS LAS COSAS DEL HOMBRE.

(87)
En nuestros días, se desconoce el significado de las correspondencias, y esto por varias razones; la principal de ellas, es que el hombre se ha apartado del cielo, incitado por el amor de sí mismo y el amor del mundo. Pues aquel que se ama a sí mismo y al mundo por sobre todas las cosas, repara exclusivamente en las cosas mundanas, ya que éstas excitan los sentidos externos y brindan satisfacción a los deseos naturales; y ni se cuida de las cosas espirituales, porque éstas excitan los sentidos internos y brindan satisfacción a la mente; por consiguiente, las desecha, aseverando que están más allá de su comprensión. No sucedía esto entre los antiguos. Para ellos, la ciencia de las correspondencias era la ciencia primordial. Por medio de ella adquirían inteligencia y sabiduría; y por medio de ella, los miembros de la iglesia se comunicaban con el cielo; porque la ciencia de las correspondencias es una ciencia angélica. Los más antiguos pueblos, cuyos miembros eran hombres celestiales, concebían sus pensamientos a partir de las correspondencias, igual que los ángeles. Y por ende, hablaban con los ángeles, y con frecuencia el Señor aparecía ante ellos, y los instruía. Pero en nuestros días, el conocimiento de esta ciencia se ha perdido por completo, de modo que nadie sabe en qué consisten las correspondencias.

(88)
Y si no se percibe en qué consisten las correspondencias, no es posible poseer una clara noción acerca del mundo espiritual y de su influjo en el mundo natural, ni comprender la relación entre lo espiritual y lo natural, ni poseer un conocimiento cierto sobre el espíritu del hombre, al que se llama alma, y su operación en el cuerpo humano; en fin. nada puede saberse acerca del estado del hombre después de la muerte. Es menester, por tanto, explicar en qué consisten las correspondencias, y cuál es su naturaleza. Y esto servirá de introducción a lo que se dirá más adelante.     ashtar-sheran.org

(89)
Veamos, en primer lugar, en qué consisten las correspondencias. Hay una correspondencia entre el mundo natural en su conjunto, y el mundo espiritual; y esta correspondencia no se refiere solamente al mundo natural en general, también se verifica en cada detalle en particular. En consecuencia, todo lo que existe en el mundo natural; teniendo su origen en el mundo espiritual, se llama correspondencia. Debe entenderse que el mundo natural proviene y obtiene subsistencia del mundo espiritual, igual que un efecto de su causa eficiente. Se llama mundo natural, a todo lo que se extiende bajo el sol, recibiendo su calor y su luz; y todas las cosas que de tal modo subsisten, pertenecen a dicho mundo. Pero el mundo espiritual es el cielo; y todas las cosas que hay en los cielos, pertenecen a ese mundo.

(90)
Puesto que el hombre es un cielo y un mundo en forma mínima, según la imagen del Hombre Máximo (ver arriba, Nº 57) hay en él un mundo espiritual y un mundo natural. Las cosas interiores pertenecientes a su mente, relativas a su entendimiento y voluntad, conforman su mundo espiritual; y las cosas exteriores pertenecientes a su cuerpo, relativas a sus sentidos y su operación, constituyen su mundo natural. Por consiguiente, todas las cosas pertenecientes a su mundo natural (es decir, a su cuerpo, y a sus sentidos y su operación), que derivan su existencia del mundo espiritual (es decir, de su mente, y de su entendimiento y voluntad) se llaman Correspondencias.

(91)
En el rostro humano, es posible apreciaren qué consisten las correspondencias. En un rostro que no ha sido adiestrado para simular, todos los afectos de la mente aparecen a la vista en forma natural; como en efigie. Y es por eso que se dice que el rostro es el índex del alma; es decir, es el mundo espiritual del hombre representado en su mundo natural. De modo similar, lo concerniente a su intelecto se manifiesta en el habla; y lo concerniente a su voluntad, en los ademanes. De manera que todo lo que ejecuta el cuerpo; ya sea en et rostro, en el habla, o en los ademanes, se denomina correspondencia.

(92)
Lo dicho, sirve también para ilustrar qué es el hombre interno, y qué el externo; el interno, es el llamado hombre espiritual; y el externo, es el llamado hombre natural; lo que pone además de manifiesto, que uno se distingue del otro como el cielo del mundo; y que todo lo que sucede y existe en el hombre externo o natural, proviene del hombre Interno o espiritual.

(93)
Lo dicho hasta aquí, concierne a la correspondencia del hombre interno o espiritual, con el externo o natural; referiremos ahora la correspondencia del cielo en su conjunto, con todo lo perteneciente al hombre.

(94)
De acuerdo con lo expuesto, el cielo en su conjunto refleja a un solo hombre, y es la imagen de un hombre; y por consiguiente, se lo llama Hombre Máximo. Y según lo expuesto, también, las sociedades angélicas, que conforman el cielo, están ordenadas como los miembros, órganos y vísceras en el hombre; vale decir, algunas están situadas en la cabeza, otras en los brazos y otras en cada partícula del cuerpo (ver arriba, Nº 59-72); en consecuencia, las sociedades que allí componen un miembro, tienen su correspondencia en un miembro similar en el hombre; las que están situadas en la cabeza, corresponden a la cabeza del hombre; las que ocupan los brazos, a los brazos del hombre; y así sucesivamente. De esta correspondencia procede la subsistencia del hombre, pues la subsistencia del hombre deriva exclusivamente del cielo.

(95)
El cielo se distingue en dos reinos, uno de ellos se llama reino celestial, y el otro reino espiritual, lo cual puede verificarse más arriba en el artículo respectivo. En un sentido genérico, el reino celestial corresponde al corazón y a todo lo relativo al corazón en todo el cuerpo; y el reino espiritual, a los pulmones y a todo lo relativo a los pulmones en todo el cuerpo. Asimismo en el hombre, el corazón y los pulmones conforman dos reinos; el corazón reina por intermedio de las arterias y las venas, y los pulmones por medio de las fibras nerviosas y motoras; ambos de consuno en cada esfuerzo y en cada acto. Así, en todo hombre, en su mundo espiritual, designado su hombre espiritual, también hay dos reinos; uno es la voluntad, y el otro el intelecto; la voluntad reina por medio de los afectos del bien, y el intelecto por medio de los afectos de la verdad, y estos reinos corresponden a los reinos del corazón y los pulmones en el cuerpo. Acontece lo mismo en los cielos; el reino celestial es la voluntad del cielo, y allí reina el bien del amor; el reino espiritual es el intelecto del cielo, y allí reina la verdad. Ambos corresponden a las funciones del corazón y los pulmones en el hombre. Debido a esta correspondencia, en la Palabra el "corazón" significa la volutad y el bien del amor, y el "aliento" de los pulmones significa el intelecto y la verdad de la fe. Por la misma razón, los afectos se adscriben al corazón, aunque no habiten en él, ni procedan de él.

(96)
La correspondencia de los dos reinos del cielo con el corazón y los pulmones, es la correspondencia general entre el cielo y el hombre. Hay una correspondencia menos general, que se verifica entre sus miembros, órganos y vísceras; explicaremos, también, en qué consiste. En el Hombre Máximo, que es el cielo, los que están en la cabeza superan a los demás en toda variedad de bien; viven en el amor, la paz, la inocencia, la sabiduría, la inteligencia, y el júbilo y la dicha consiguientes. Estos afluyen a la cabeza del hombre y sus partes respectivas, y se hallan en correspondencia con ellas. En el Hombre Máximo, o cielo, quienes habitan el pecho, viven en el bien de la caridad y la fe, éstos afluyen al pecho del hombre, y se hallan en correspondencia con él. En el Hombre Máximo, o cielo, aquellos que habitan la región lumbar, y los órganos genitales, viven en el amor conyugal. Los que moran en los pies, viven en el bien más inferior del cielo, que se denomina bien natural espiritual. Los que habitan los brazos y las manos, viven en el poder de la verdad del bien. Los que habitan los ojos, viven en el intelecto. Quienes moran en los oídos, viven en atención y obediencia. Aquellos que están en las fosas nasales, viven en la percepción; los que residen en la boca y en la lengua, viven en la elocuencia del intelecto y la percepción. Quienes habitan la región renal, viven en verdades escrutadoras, segregando y corrigiendo; y aquellos que moran en la región hepática, en el páncreas, y en el bazo, viven en diversos tipos de purificaciones del bien y la verdad; y así sucesivamente. Todos ellos afluyen a sus símiles en el hombre, y se hallan en correspondencia con ellos. Este influjo del cielo opera en las funciones y usos de los miembros corporales; y los usos, ya que proceden del mundo espiritual, asumen formas tales como las que existen en el mundo natural, y de esta manera se manifiestan en efecto. Así se origina la correspondencia.

(97)
Por ello, estos mismos miembros, órganos y vísceras, poseen una significación similar en la Palabra; y todo lo que allí se expresa, posee un sentido determinado por las correspondencias. "Cabeza", significa inteligencia y sabiduría; "pecho", caridad; "lomos", amor conyugal; "brazos y manos" la potencia de la verdad; "pies", el nivel natural; "ojos", el intelecto; "nariz", la percepción; "oídos", la obediencia; "riñones", el escrutar de la verdad; y así de lo demás. Por la misma razón, también, en el lenguaje cotidiano, cuando un hombre es inteligente y sapiente, se dice que tiene una buena cabeza; cuando es caritativo, que tiene un pecho fraterno; cuando es perceptivo, que tiene buen olfato; si es inteligente, que tiene vista penetrante; si es poderoso, que tiene mano firme; y de aquel que persevera por amor, que hace lo que le dicta el corazón. Estas y muchas otras expresiones habituales derivan de las correspondencias; y aunque el hombre lo ignore, proceden del mundo espiritual.

(98)
Que existe tal correspondencia entre todas las cosas del cielo y todas las cosas del hombre, es algo que he podido verificar a través de una dilatada experiencia, de modo que estoy plenamente convencido de ello, como ante un hecho evidente que no admite la menor duda. Ni es necesario referir aquí detalladamente esa experiencia; ni lo consentiría su abundancia. Su exposición se incluye en Arcana Coelestia; donde también se examina el tema de las correspondencias y las representaciones, el influjo del mundo espiritual en el natural, y la conexión entre el alma y el cuerpo.

(99)
A pesar de que todas las cosas que conforman el cuerpo humano corresponden a todas las cosas del cielo; el hombre, no es una imagen del cielo según su forma externa, sino según su forma interna; ya que es la interioridad del hombre la que recibe el cielo, en tanto que su exterioridad es receptiva del mundo. Por consiguiente, en la medida en que su interioridad es receptiva del cielo; en la misma medida, es el hombre un cielo en forma mínima, según la imagen del máximo. Si, en cambio, su interioridad no es receptiva del cielo; entonces, no es el hombre un cielo y una imagen del máximo; aunque su exterioridad, que es receptiva del mundo, asuma una forma de matizada belleza en armonía con el orden del mundo. Pues la belleza externa del cuerpo, procede de los padres y se forma en el útero, y luego se conserva mediante el influjo general del mundo. Por eso la forma natural de un hombre difiere notablemente de su forma espiritual. Me ha sido dado ver con frecuencia cuál es la forma del espíritu del hombre; y en algunos de aspecto bello y encantador, el espíritu era tan ostensiblemente deforme, negro y monstruoso, que bien podría denominarse imagen del infierno, que no del cielo. En cambio en otros, que no poseían bello aspecto, el espíritu aparecía bellamente formado, candoroso y angélico. Por lo demás, después de la muerte, el espíritu del hombre aparece tal como fue en su cuerpo, cuando vivía en el mundo.

(100)
Pero las correspondencias se extienden mucho más allá del hombre; ya que hay una correspondencia de los cielos entre sí. Al tercero o íntimo cielo corresponde el segundo o cielo intermedio, al segundo o cielo intermedio corresponde el primero o cielo externo, y éste corresponde a las formas corporales del hombre denominadas miembros, órganos y vísceras. Por consiguiente, el cielo concluye en la parte corporal del hombre, sobre la cual se levanta como sobre su base. Este arcano será plenamente elucidado más adelante.

(101)
Ante todo, debe comprenderse que las correspondencias con el cielo, en su integridad, están referidas a la Divinidad Humana del Señor, puesto que el cielo procede de El, y el cielo es El, según se ha indicado en los artículos anteriores. Ya que si la Divinidad Humana no fluyese en todas las cosas del cielo y , de acuerdo con las correspondencias, en todas las cosas del mundo; no existirían los ángeles, ni existirían los hombres. Lo que también pone de manifiesto porqué el Señor se hizo Hombre, revistiendo de Humanidad Su Divinidad; de principio a fin. Y así fue, pues la Divinidad Humana, por la que existió el cielo aun antes del advenimiento del Señor, ya no bastaba para sustentar todas las cosas; porque el hombre, que es el fundamento de los cielos, había subvertido y destruido el orden. Qué era la Divinidad Humana antes del advenimiento del Señor, y cuál era entonces el estado del cielo, puede consultarse en los pasajes seleccionados anexos al capítulo anterior.

(102)
Los ángeles quedan estupefactos cuando oyen que hay hombres que adscriben todas las cosas a la naturaleza y nada a la Divinidad, y que creen, además, que su cuerpo, en el que se fusionan tantas maravillas de los cielos, es un mero producto de la naturaleza. Y su estupefacción es todavía mayor, cuando se enteran que aquéllos, también creen que la facultad racional del hombre dimana de la naturaleza. Cuando con sólo meditar un poco la cuestión, podrían advertir que tales efectos, no proceden de la naturaleza, sino de la Divinidad; y que la naturaleza ha sido creada para revestir a lo espiritual, y manifestarlo en una forma correspondiente en la esfera más externa del orden. A semejantes hombres, los comparan con las aves nocturnas, que ven en las tinieblas, pero no ven en la luz.

(13)

Capítulo XIII

HAY UNA CORRESPONDENCIA
ENTRE EL CIELO Y TODAS
LAS COSAS DE LA TIERRA

(103)
En el artículo precedente, se ha explicado qué son las correspondencias, y se ha expuesto también, que todas y cada una de las cosas del cuerpo animal son correspondencias. A continuación, se pondrá de manifiesto que todas las cosas de la tierra, y en general todas las que pueblan el universo, son correspondencias.

(104)
Todo lo que hay sobre la tierra, se distingue en tres géneros, llamados reinos; el reino animal, el reino vegetal y el reino mineral. Las cosas del reino animal son correspondencias de primer grado, porque viven; las del reino vegetal son correspondencias de segundo grado, ya que solamente crecen; y las del reino mineral son correspondencias de tercer grado, puesto que ni viven ni crecen. Las correspondencias en el reino animal son criaturas vivientes de diversos géneros, tanto aquellas que andan y reptan sobre la tierra, como aquellas que vuelan en el aire; a las que no es necesario enumerar, pues son bien conocidas. Las correspondencias en el reino vegetal son todas las cosas que crecen y florecen en los huertos, selvas, praderas y campos; a las que tampoco es necesario enumerar, por ser bien conocidas. Las correspondencias en el reino mineral son metales nobles e innobles, piedras preciosas y no preciosas, tierras de diversos géneros, y también las aguas. Además de éstas, las cosas elaboradas por la industria del hombre para su uso también son correspondencias; como ser todo género de alimento, vestimentas, viviendas, y muchas otras cosas.

(105)
T odas las cosas que están por encima de la tierra; como ser el sol, la luna y las estrellas; y las que se hallan en la atmósfera, como las nubes, la niebla, la lluvia, los relámpagos y los truenos, también son correspondencias. Todas las cosas que proceden del sol; de su presencia y de su ausencia, como la luz y la sombra, el calor y el frío, también son correspondencias; igual que las cosas sucesivas que proceden de éstas, como las estaciones del año, la primavera, el verano, el otoño y el invierno; y las horas del día, la mañana, el mediodía, el crepúsculo y la noche.

(106)
E n una palabra, todas las cosas que existen en la naturaleza, desde las mínimas hasta las máximas, son correspondencias. Y son correspondencias, porque el mundo natural y todo lo que encierra derivan su existencia del mundo espiritual, y por él subsisten, y ambos mundos proceden de la Divinidad. Se dice también que subsisten, porque todo subsiste en virtud de aquello por lo cual existe, y la subsistencia es una existencia perpetua; y también porque no hay cosa que subsista por sí misma, sino en virtud de aquello que es anterior; por consiguiente, en virtud de un Principio; y aparte de éste, se extingue y se desvanece.

(107)
Todas las cosas que existen y subsisten en la naturaleza de acuerdo con el orden Divino son correspondencias. El orden Divino tiene su origen en el bien Divino que procede del Señor. En El comienza, y de El procede, atravesando los cielos en forma sucesiva hacia el mundo, y en su plano exterior termina; y todas las cosas que hay allí que concuerdan con dicho orden, son correspondencias. Y concuerdan con el orden todas las cosas que hay allí que son buenas y perfectas para el uso, pues todo lo bueno es bueno según su uso; y su forma deriva de la verdad, y la verdad no esotra cosa que la forma del bien. De ahí que todas las cosas del universo y del mundo natural que concuerdan con el orden Divino, estén referidas al bien y la verdad.

(108)
Que todas las cosas que hay en el mundo derivan su existencia de la Divinidad, y se hallan adecuadamente revestidas en la naturaleza para poder existir y desempeñar un uso y, por tanto, corresponder, es algo que se manifiesta en la admirable variedad de cosas que pueblan el reino animal y el reino vegetal. En ambos hay cosas, que cualquier persona capaz de reflexionar con alguna profundidad puede percibir que proceden del cielo. Entre una variedad innumerable de cosas, pueden citarse unas pocas, a modo de ilustración; y en primer lugar, algunas del reino animal. Muchos habrán reparado en los conocimientos prácticamente inherentes a todo animal. Las abejas saben producir miel con el jugo que extraen de las flores; labrar con la cera celdillas para almacenar la miel, y procurar así alimento para ellas y su familia, abasteciéndose incluso para el futuro invierno. Para que nazca una nueva generación, su reina pone huevos, y las demás abejas los cuidan y protegen. Viven bajo una suerte de forma de gobierno que todas conocen por instinto. Preservan a las abejas laboriosas y expulsan a los zánganos, despojándolos de sus alas; sin contar muchas otras maravillas, implantadas en ellas desde el cielo para su uso apropiado; su cera sirve al género humano para fabricar velas, su miel para agregar dulzor a los alimentos. ¿ Y quién no ha observado las maravillas que deparan los gusanos, las más viles criaturas del reino animal ?  Saben procurar su alimento succionando el jugo de las hojas; y luego, en el tiempo señalado, saben cómo revestirse con un tegumento, ingresando prácticamente en un útero, e incubar allí su progenie. Algunos se transfiguran inicialmente en ninfas o crisálidas, y producen un hilo con el que se recubren; y después que han consumado su labor, reaparecen exornadas con un nuevo cuerpo, ostentando a-las con las que vuelan por el aire como en su propio cielo; y celebran sus himeneos, ponen huevos, y propician su posteridad. Aparte de los ejemplos citados, todo género de criaturas volátiles conoce su alimento apropiado; y no sólo el tipo de alimento que requieren, sino también dónde hallarlo; saben construir sus nidos, y cada género de un modo peculiar; poner huevos en sus nidos, incubarlos, criar su prole y brindarle alimento, y despedirlos de su hogar cuando pueden valerse por sí mismos; saben, también, identificar a sus enemigos y evitarlos, y reconocer a sus amigos y relacionarse con ellos; y esto desde la primera infancia; para no hacer mención de las maravillas encerradas en los huevos mismos, en los que todo está ordenadamente dispuesto para la formación y la nutrición de la cría; amén de una innumerable variedad de cosas. Aquel que piensa con algún atisbo de sapiencia racional, ¿ i-rá a decir que estos instintos no proceden del mundo espiritual ?  Al cual el mundo natural sirve, brindándole un cuerpo con qué revestirse; manifestando en efecto lo que en su causa es espiritual. Las bestias de la tierra y las aves del aire poseen estos conocimientos de manera innata; en cambio el hombre, no los posee; y esto es así, porque los animales prosiguen en el orden natural de su vida; no han podido destruir lo que hay en ellos derivado del mundo espiritual, pues no están dotados de la facultad racional. En cambio el hombre, cuyo pensamiento procede cel mundo espiritual, ha pervertido aquello que hay en él derivado del mundo espiritual, viviendo de manera opuesta al orden; y esto, acicateado por su facultad racional; por consiguiente, debe nacer en la ignorancia, para ser guiado nuevamente hacia el orden del cielo por medios Divinos.

(109)
P ara ilustrar el modo en que corresponden las cosas pertenecientes al reino vegetal, pueden citarse numerosos ejemplos; como las semillas, que al crecer, se convierten en árboles; en los que nacen hojas, brotan flores y germinan frutos; y en estos últimos, se reproducen las semillas; y todas estas cosas sucesivas, existen simultáneamente en un orden maravilloso e inefable. Pueden llenarse volúmenes al respecto, pero siempre habrá arcanos más profundos, referentes al uso específico de las cosas, que la ciencia jamás podrá penetrar. Y puesto que dichas cosas, también proceden del mundo espiritual; es decir, del cielo, que posee forma humana (según se ha indicado más arriba en el artículo respectivo); todas las particularidades de este reino, guardan cierta relación con las del hombre, como han advertido algunos en el mundo erudito. Que todas las cosas pertenecientes a este reino también son correspondencias; es algo que he podido verificar á través de una larga experiencia. A menudo, recorriendo jardines; observando los árboles, las flores, las plantas; me ha sido dado reconocer sus correspondencias en el cielo, y he podido hablar con quienes residían entre ellas, los que me enseñaron de dónde provenían y en qué consistían.

(110)
Pero en nuestros días, nadie puede conocer las cosas espirituales del cielo, con las que corresponden las cosas naturales del mundo, a menos que reciba ese conocimiento del cielo; ya que la ciencia de las correspondencias es completamente desconocida en la actualidad. Citaré algunos ejemplos ilustrativos, a fin de explicar en qué consiste la correspondencia de las cosas espirituales con las naturales. En un sentido genérico los animales de la tierra corresponden al afecto; los animales mansos y útiles a los buenos afectos, y los feroces e inútiles a los malos afectos. En particular, el ganado vacuno corresponde a los afectos de la mente natural; las ovejas y corderos a los afectos de la mente espiritual; mientras que las aves, según su especie, corresponden a las cosas intelectuales de la mente natural o de la mente espiritual. A esto se debe que a muchos animales; como ser las vacas y sus crías, los carneros, las ovejas, las cabras, los corderos, y también las palomas torcazas y las tórtolas; en la iglesia israelita, que era una Iglesia Representativa, se les diera un kso sagrado, destinándolos a los sacrificios y holocaustos. Ya que según su uso, corresponden a las cosas espirituales; en el cielo, tales cosas eran comprendidas en base a las correspondencias. Por lo demás, los animales según su género y especie; son afectos, pues viven, y la vida proviene del afecto y concuerda con él; de ahí que todo animal posea conocimientos innatos que concuerdan con su afecto vital. El hombre es similar a los animales, en lo que se refiere a su humanidad natural; por consiguiente, en el lenguaje habitual, se lo compara con los animales; por ejemplo, si es bondadoso se lo llama oveja o cordero; si es feroz, se lo llama oso, lobo; si es astuto, zorro, serpiente; y así sucesivamente.

(111)
H ay una correspondencia similar con las cosas del reino vegetal. En un sentido genérico, los huertos corresponden a la inteligencia y a la sabiduría del cielo; y por esta razón el cielo lleva el nombre de Huerto de Dios y Paraíso, y los hombres lo llaman paraíso celestial. Los árboles, según su especie, corresponden a las percepciones y conocimientos del bien y la verdad, que son la fuente de la inteligencia y la sabiduría. De ahí que los hombres de la antigüedad, que conocían la ciencia de las correspondencias, celebrasen su culto sagrado en los bosques; y por la misma razón, en la Palabra, se menciona con suma frecuencia a los árboles; y se compara al cielo, a la iglesia y al hombre con ellos; como en el caso de la vid, del olivo, del cedro, y muchos otros; y a las buenas acciones del hombre, se las compara con los frutos. Y el alimento derivado de los árboles, muy especialmente los granos de la cosecha de la tierra, también corresponde a los afectos del bien y la verdad, pues estos afectos nutren la vida espiritual, como los alimentos terrestres la vida natural. El pan que se hace con los granos, en un sentido genérico, corresponde a todos los afectos del bien, porque es el sustento básico de la vida, y el alimento por autonomasia. Debido a esta correspondencia, el Señor se llama a Si Mismo el Pan de la vida; y por lo mismo, se le daba al pan un uso sagrado en la iglesia israelita; era colocado sobre la mesa en el Tabernáculo, y se lo llamaba "pan de la proposición"; y al culto Divino, celebrado mediante sacrificios y holocaustos, también se lo llamaba "pan". Por otra parte, a causa de esta correspondencia, el acto más sagrado del culto de la iglesia cristiana, es la Santa Cena, en la que se ofrece pan, y vino. Estos pocos ejemplos pueden servir para escrutar la naturaleza de las correspondencias.

(112)
E l modo en que se efectúa la conjunción del cielo con el mundo por intermedio de las correspondencias, también será referido en breves palabras. El Reino del Señor es un Reino de fines, que son usos; o lo que es lo mismo, un Reino de usos, que son fines. Y a causa de ello el universo ha sido creado y formado por la Divinidad, para que todo u-so aparezca debidamente revestido como para manifestarse en acto, o en efecto; primero en el cielo y luego en el mundo; y así, gradual y sucesivamente, hasta en las cosas más externas-de la naturaleza. Es evidente, entonces, que la correspondencia de las cosas naturales con las espirituales, del mundo con el cielo, se verifica a través del uso, y el uso establece su conjunción; y las formas que el uso reviste, son correspondencias y conjunciones, en la medida en que sean formas de uso. En el mundo de la naturaleza, en su triple Reino, todo lo que existe según su orden es una forma de uso o un efecto conformado por el uso y para el uso, y es por eso que todas las cosas de la naturaleza son correspondencias. En lo que concierne al hombre, en la medida en que viva según el orden Divino; es decir, en la medida en que ame al Señor y sienta caridad hacia el prójimo, sus actos son usos en forma, y correspondencias, y por medio de ellas se halla en conjunción con el cielo. Amar al Señor y amar al prójimo, en un sentido genérico, significa desempeñar un uso. Ante todo, debe comprenderse que es por intermedio del hombre que el mundo natural y el mundo espiritual establecen su conjunción; vale decir, el hombre es el médium de esta conjunción, pues en él hay un mundo natural y un mundo espiritual (ver más arriba, Nº 57); portante en la medida en que es espiritual, el hombre es médium de dicha conjunción; si es en cambio natural sin ser espiritual, no es entonces médium de conjunción. De cualquier modo, aparte de esta mediación del hombre, hay un influjo Divino permanente en el mundo y en las cosas del hombre que pertenecen al mundo, pero este influjo no actúa sobre su facultad racional.

(113)
A sí como todas las cosas que concuerdan con el orden Divino se hallan en correspondencia con el cielo, así también, todas las cosas adversas al orden Divino, están en correspondencia con el infierno. Todas las cosas que se hallan en correspondencia con el cielo se relacionan con el bien y la verdad; aquellas que están en correspondencia con el infierno, se relacionan con el mal y la falsedad.

(114)
A hora nos referiremos a la ciencia de las correspondencias y su uso. Se ha dicho antes que el mundo espiritual, que es el cielo, se halla en conjunción con el mundo natural por intermedio de las correspondencias; y que, por tanto, al hombre le ha sido dado comunicarse con el cielo a través de las correspondencias. Los ángeles del cielo no piensan según las cosas naturales, como ocurre con el hombre; sin embargo el hombre, cuando conoce la ciencia de las correspondencias, puede comunicarse con los ángeles a través de los pensamientos de su mente; y por medio de su hombre espiritual o interno, puede hallarse en conjunción con los ángeles. Para que esa conjunción del cielo con el hombre pudiese acontecer, la Palabra en su totalidad ha sido escrita mediante correspondencias, todas y cada una de las cosas que contiene, son correspondencias. Y si el hombre conociera la ciencia de las correspondencias, comprendería el sentido espiritual de la Palabra, y le sería dado descifrar arcanos imperceptibles en el sentido literal. En la Palabra, hay un sentido literal y un sentido espiritual; el sentido literal, procede de las cosas que constituyen el mundo; y el sentido espiritual, procede de aquellas que conforman el cielo. Y esa Palabra, en la que hasta la última jota o tilde es una correspondencia, fue dada al hombre, pues la conjunción del cielo con el mundo se verifica a través de las correspondencias.

(115)
Desde el cielo, he sido instruido acerca de los hombres más antiguos de nuestra tierra, que eran hombres celestiales, y concebían sus pensamientos por medio de correspondencias; se servían de las cosas naturales que aparecían ante sus ojos, para concebir sus pensamientos según la forma referida; y podían disfrutar de la amistad de los ángeles, y conversar con ellos, gracias a la forma en que pensaban; y así, por su intermedio, el cielo se hallaba en conjunción con el mundo. De ahí que la época que vivieron fuese designada Edad de Oro; los escritores de la antigüedad, al referirse a ella decían que los habitantes del cielo moraban con los hombres y se comunicaban con ellos como un amigo con otro. º ero a esta época sucedió otra, en la que los hombres no concebían sus pensamientos directamente por las correspondencias, sino a partir de conocimientos basados en la ciencia de las correspondencias; la conjunción del cielo con el hombre prosiguió, aunque su carácter fue menos íntima. Esta época se llamó E-dad de Plata. Después, advinieron otros hombres, que poseían conocimientos acerca de las correspondencias, pero que no pensaban según esos conocimientos, pues vivían según el bien natural, y no como sus antecesores, según el bien espiritual. Este período, se denominó Edad de Cobre. Posteriormente, el hombre se tornó cada vez más externo; y por último, corporal; entonces, la ciencia de las correspondencias fue presa del olvido; y con ella, se perdió el conocimiento del cielo y de todas las cosas que lo pueblan. Estas edades fueron llamadas de oro, de plata y de cobre debido a las correspondencias; pues a causa de su correspondencia, el oro significa bien celestial, y en él vivieron los más antiguos pueblos; la plata, bien espiritual, y en él vivieron los antiguos pueblos que les sucedieron; y el cobre, bien natural, y según él vivieron sus descendientes; mientras que el hierro, del que toma su nombre la última edad, significa verdad rigurosa desprovista de bien.

(14)

Capítulo XIV

EL SOL DEL CIELO

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E
n el cielo no aparece el sol del mundo, ni lo que procede de él, ya que todo lo relativo a dicho sol es enteramente natural. Pues la naturaleza procede de ese sol, y todo lo producido a través de él, lleva la designación de natural. En cambio lo espiritual, de donde procede el cielo, se halla por encima de la naturaleza y es completamente diverso de lo natural; y la comunicación de lo espiritual y lo natural sólo se verifica a través de las correspondencias. En qué se distinguen entre sí, es algo que puede inferirse de lo referido previamente acerca de los grados (Nº 38), y cuál es su modo de comunicación, de lo que se ha dicho en los dos artículos anteriores sobre las correspondencias.

(117)
A
un que el sol del mundo no aparece en el cielo, ni lo que procede de ese sol; allí hay un sol, y luz y calor, y todas las cosas que pueblan el mundo, e innumerables otras, pero no tienen un origen similar; ya que las cosas del cielo son espirituales, y las del mundo, naturales. El sol del cielo es el Señor; allí, la luz es la verdad Divina, y el calor el bien Divino, y ambos proceden del Señor, que es el sol. Y este origen poseen todas las cosas que existen y aparecen en los cielos. Sobre la luz y el calor y las cosas que, procedentes de ellas, existen en el cielo, trataremos en los artículos siguientes; en este artículo sólo haremos mención del sol que hay allí. En el cielo el Señor aparece como un sol, porque El es el amor Divino, y de El derivan su existencia todas las cosas espirituales; así como todas las cosas naturales, derivan su existencia del sol del mundo. Ese amor, brilla a la manera del sol.

(118)
Q
ue el Señor realmente aparece como un sol en el cielo, es algo que no sólo he oído referir a los ángeles; en ciertas ocasiones, me fue dado verlo; por eso, deseo hacer una breve referencia acerca de las cosas que he oído y visto, concernientes al Señor como sol. El Señor aparece como un sol; no exactamente en los cielos, sino por encima de los cielos; y tampoco exactamente en lo alto o en el cenit, sino ante el rostro de los ángeles, a una mediana altura. Aparece en dos lugares, uno situado ante el ojo derecho, y el otro ante el ojo izquierdo, a una considerable distancia. Ante el ojo derecho aparece exactamente como un sol; fulgurante y de magnitud similar. Pero ante el ojo izquierdo no aparece como un sol, sino como u-na luna, emitiendo un blanco resplandor como la luna de nuestra tierra; y es de magnitud similar, pero es más coruscante, y está rodeada de numerosas lunas pequeñas, de similar blancura y esplendor. El Señor aparece en dos sitios distintos y en forma tan diversa, porque cada persona ve al Señor de acuerdo con la calidad de su recepción del Señor; vale decir, que el Señor aparece de un modo ante quienes lo reciben según el bien del amor, y de o-tro , ante quienes lo reciben según el bien de la fe. Ante quienes reciben al Señor según el bien del amor, aparece como un sol, ígneo y flameante, de acuerdo con su recepción del Señor; éstos, pertenecen a Su Reino Celestial; ante aquellos que reciben al Señor según el bien de la fe, aparece como una luna, blanca y resplandeciente, de acuerdo con su recepción del Señor; éstos, pertenecen a Su Reino Espiritual. Y esto sucede porque el bien del amor corresponde al fuego; y por eso, en el sentido espiritual el fuego es amor, y el bien de la fe corresponde a la luz, y en el sentido espiritual la luz es fe. Y el Señor aparece ante los ojos, pues la interioridad, que pertenece a la mente, ve a través de los ojos; a través del ojo derecho, según el bien del amor, y a través del ojo izquierdo según el bien de la fe; ya que en los ángeles, y también en el hombre, todo lo perteneciente a la derecha corresponde al bien, del cual procede la verdad, y todo lo perteneciente a la izquierda, corresponde a la verdad que procede del bien. En su esencia, el bien de la fe es la verdad emanada del bien.

(119)
Es por eso que en la Palabra, se compara al Señor con el sol en lo que se refiere al amor, y en lo que se refiere a la fe se lo compara a la luna; y por lo mismo, el "sol" significa amor del Señor al Señor, y la "luna" significa la fe del Señor en el Señor, como puede apreciarse en los siguientes pasajes:

Y la luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días (Isaías. XXX. 26)

Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra (Ezequiel XXXII. 10)

... el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre (Joel II. 2, 10, 31; III. 15)

Y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;

... Y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra (Apoc. VI. 12, 13) E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo (Mateo. XXIV. 29)

Y así en diversos pasajes. En éstos, el "sol" denota amor, la "luna" fe, y las "estrellas" conocimiento del bien y la verdad. Se dice que se oscurecen, que retraen su resplandor, y que caen del cielo, cuando están ausentes. Que el Señor aparece como un sol en el cielo, consta en Su transfiguración en presencia de Pedro, Santiago y Juan.

... y resplandeció su rostro como el sol (Mateo. XVII. 2)

Estos discípulos vieron de tal modo al Señor cuando fueron separados del cuerpo y se hallaron en la luz del cielo. Y en razón de esta correspondencia, los antiguos pueblos, que pertenecían a una iglesia representativa, volvían su rostro hacia el sol, hacia el oriente, cuando celebraban el culto Divino; y por la misma razón, erigían sus templos mirando al oriente.

(120)
C
uan grande es el amor Divino, y en qué consiste, puede inferirse de su comparación con el sol del mundo; aquél es ardentísimo, y si el lector desea creerlo, es mucho mas ardiente que este sol. Por eso el influjo del Señor como sol no es inmediato en los cielos, el ardor de Su amor es gradualmente atemperado en su trayecto. Estas temperaciones aparecen como anillos radiantes circundando el sol; además, los ángeles se hallan velados por una tenue nube adaptada para impedir que sean dañados por el influjo. Y a causa de ello, los cielos se hallan próximos, en mayor o menor medida, según su recepción. Como los cielos supremos, viven en el bien del amor, son los más próximos al Señor como sol; y como los cielos inferiores viven en el bien de la fe, se hallan más alejados de El. Pero aquellos que no viven en el bien, como los habitantes del infierno, están mucho más apartados; a diferentes distancias, según la intensidad de su oposición al bien.

(121)
N
o obstante, cuando el Señor aparece en el cielo, io que sucede con frecuencia, El no aparece rodeado por un sol, sino que asume la forma de un ángel; pero se lo distingue de los demás ángeles, por el diáfano esplendor Divino que emana de Su rostro; dado que El no se encuentra allí en persona, pues el Señor en persona se halla constantemente rodeado por el sol; Su presencia acontece a través de la mirada. Ya que es algo habitual en el cielo, que las personas parezcan hallarse presentes en el punto donde fijan su mirada, aunque este lugar sea un lugar distante de a-quel en el que realmente están. Esta presencia se llama presencia de la vista interna, y será examinada más adelante. También he visto al Señor fuera del sol, asumiendo una forma angélica; apenas debajo del sol, en lo alto; y también desde cerca en forma similar, con un rostro luciente; y otra vez en medio de los ángeles, como un esplendor flameante.

(122)
El sol del mundo aparece ante los ángeles como una tiniebla opuesta al sol del cielo, y la luna como una oscuridad opuesta a la luna del cielo, y esto de manera constante; pues la fogosidad del mundo corresponde al amor de sí mismo, y su luminosidad corresponde a la falsedad de ese amor; y el amor de sí mismo es antagónico del amor Divino; y la falsedad de ese amor es antagónica de la verdad Divina; y lo que es opuesto al amor Divino y la verdad Divina, para los ángeles es tenebroso. Y por e-so en la Palabra, adorar al sol y a la luna y postrarse ante ellos, significa a-mor de sí mismo y las falsedades que brotan del amor de sí mismo, y se dice que serán exterminados los que así proceden. (Deut. 19; XVI. 3-5; Jeremías VIII, 1, 2; Ezequiel VIII 15, 16, 18; Apoc. XVI. 8; Mateo XIII. 6)

(123)
E
l Señor aparece en el cielo como un sol por el amor Divino que reside en El y procede de El; por tanto, todos los habitantes de los cielos, vuelven siempre su rostro hacia el Señor, los del reino celestial hacia el Señor como sol, y los del reino espiritual hacia el Señor como luna. En cambio aquellos que moran en el infierno, vuelven su rostro hacia la oscuridad y las tinieblas opuestas; es decir, le dan la espalda al Señor, y se apartan de El; y esto se debe a que todos los moradores del infierno, viven en el amor de sí mismos, y en el amor del mundo, que son antagónicos del Señor. Aquellos que miran de frente a las tinieblas, situadas donde está el sol del mundo, moran en los infiernos traseros, y se denominan diablos; mientras los que vuelven su rostro hacia la oscuridad situada donde se halla la luna en el mundo, habitan los infiernos delanteros, y se los llama espíritus. De ahí que se diga que los moradores de los infiernos están en las tinieblas, y los habitantes de los cielos, en la luz; "las tinieblas", significan la falsedad del mal, y la "luz", la verdad del bien. Ellos adoptan estas posiciones diferentes, porque en la otra vida, todos miran hacia aquello que rige su interioridad; es decir, hacia su amor; y entre los ángeles y los espíritus, la interioridad delinea sus rostros; y en el mundo espiritual las regiones no son fijas, como en el natural, sino que están determinadas por la dirección hacia la que los seres vuelven su rostro. En lo que se refiere a su espíritu, el hombre adopta una posición similar a la de los espíritus; vuelve su espalda al Señor si se ama a sí mismo y al mundo, y mira de frente al Señor, si ama al Señor y a su prójimo. Pero esto es algo que el hombre ignora, pues habita en el mundo natural, donde las regiones están determinadas por la salida y la puesta del sol. Y ya que estas cosas resultan escasamente comprensibles para el hombre, serán elucidadas más adelante, cuando examinemos las Regiones y el Espacio y el Tiempo en el Cielo.

(124)
Y
puesto que el Señor es el sol del cielo y todas las cosas que proceden de El lo contemplan, El es también el centro general, origen de toda dirección y de toda determinación. Así también, todas las cosas que se hallan debajo, están presentes ante El y bajo Sus auspicios, tanto en los cielos como en las tierras.

(125)
Todo lo que se ha dicho y expuesto en los artículos previos acerca del Señor, puede comprenderse ahora con más claridad; vale decir: que El es el Dios del cielo (n5 2-6). Que es la Divinidad la que crea el cielo (n 7-12). Que la Divinidad del Señor en el cielo es amor hacia El y caridad hacia el prójimo (Nº13-19). Que hay una correspondencia de todas las cosas del mundo con el cielo, y a través del cielo, con el Señor (Nº 87-115). Y que el sol y la luna del mundo también son correspondencias (Nº 105).

(15)

Capítulo XV

LA LUZ Y EL CALOR
EN EL CIELO

(126)
Aquellos que conciben sus pensamientos basándose exclusivamente en la naturaleza, no pueden comprender que haya luz en los cielos; sin embargo, la luz del cielo excede en muchos grados la luz del mediodía en el mundo; he visto esa luz muchas veces, incluso a la hora del crepúsculo y durante la noche. Al principio me asombraba, cuando oía decir a los ángeles, que la luz del mundo es apenas una sombra en comparación con la luz del cielo; pero habiéndola visto, puedo testimoniar que es cierto; su claridad y esplendor, son inefables. Todas las cosas que vi en el cielo, las he visto en esa luz; es decir, con más claridad y nitidez que las cosas de este mundo.

(127)
La luz del cielo no es natural como la luz del mundo, sino espiritual, pues procede del Señor como sol, y ese sol es el Amor Divino (según lo expuesto en el artículo precedente). Aquello que procede del Señor como sol, en los cielos, se llama Verdad Divina: pero en su esencia es el Bien Divino unido a la Verdad Divina. De ahí reciben los ángeles luz y calor, luz de la Verdad Divina y calor del Bien Divino. Y como la luz del cielo, y también su calor, poseen tal origen, es obvio que son espirituales y no naturales.

(128)
La Verdad Divina para los ángeles es luz, pues los ángeles no son naturales, son espirituales; y los seres espirituales ven por la luz de su sol, así como los naturales por la del suyo; y es por la Verdad Divina que los ángeles tienen intelecto, y ese intelecto es su vista interna, que fluye hacia su vista externa y la produce; de ahí que todo lo que aparece en el cielo, procedente del Señor como sol, aparece en la luz. Tal es el origen de la luz en el cielo, y esa luz varía según la recepción de la Verdad Divina que procede del Señor; o lo que es igual, según la inteligencia y la sabiduría en que viven los ángeles; de un modo en el reino celestial, de otro en el reino espiritual, y de un modo distintivo en cada sociedad. La luz en el reino celestial tiene apariencia flamígera, pues los ángeles que lo habitan, reciben la luz del Señor como sol; en cambio en el reino espiritual, la luz posee una blancura resplandeciente, pues los ángeles que lo habitan, reciben la luz del Señor como luna (ver más arriba, n9118). Asimismo, la luz varía en las distintas sociedades, e incluso en cada sociedad; los que se hallan en ei centro, reciben la luz en su plenitud; y los que están en la circunferencia, la reciben más atenuada (ver n2 43). En una palabra, los ángeles reciben la luz en la medida en que sean receptáculos de la Verdad Divina; esto es, en la medlida en que vivan en la inteligencia y la sabiduría que proceden del Señor. Y es por eso que a los ángeles del cielo, se los llama ángeles de luz.     vesmirni-lide.cz

(129)
Así como en los cielos el Señor es la Verdad Divina, y allí la Verdad Divina es luz, así también en la Palabra El es llamado Luz, y asimismo, toda verdad procede de El, como puede verificarse en los siguientes pasajes:

Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Juan VIII. 12)

Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo (Juan IX. 5)

Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas.... Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz.

... Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas (Juan Xll. 35, 36, 46)

Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz (Juan 111, 19).

 

Dice Juan, refiriéndose al Señor:

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo (Juan 1. 9)

El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció (Mat. IV. 16)

... te guardaré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que seáis mi salvación hasta lo postrero de la tierra (lsaías. XLIX. 6)

Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella... (Apoc. XXI. 24)

Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán (Salmos XLIII. 3)

En éstos y en otros pasajes, el Señor es llamado luz de la verdad Divina, que procede de El; y la verdad, en sí misma, es llamada luz. Así como en los cielos la luz procede del Señor como sol, así también cuando El se transfiguró ante Pedro, Santiago y Juan:

... resplandeció su rostº o^omo el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz (Mat. XVII. 2)

Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos (Marcos IX. 3;Mat. XVII. 2)

Las vestiduras del Señor poseían esa apariencia, porque representaban a la Verdad Divina en los cielos, la cual procede de El; "vestiduras" en la Palabra también significa verdades; por eso en David, se dice:

El que se cubre de luz como de vestidura (Salmo CIV. 2)

(130)
Q
ue la luz en los cielos es espiritual, y que esa luz es la Verdad Divina, puede inferirse también del hecho de que los hombres, al igual que los ángeles, poseen luz espiritual, y son esclarecidos por esa luz, en la medida en que vivan según la inteligencia y la sabiduría que proceden de la Verdad Divina. La luz espiritual del hombre es la luz de su intelecto; y los objetos de esa luz, son verdades, que el hombre ordena analíticamente en grupos, otorgándoles forma racional, y extrayendo de ellas conclusiones en series. El hombre natural, ignora que la luz por la cual su intelecto ve tales cosas, es una luz real, puesto que no la ve con sus ojos ni la percibe mentalmente. Sin embargo hay muchos que reconocen esta luz, y la distinguen de la luz natural; según la cual viven aquellos que piensan naturalmente, y no espiritualmente. Piensan naturalmente, quienes sólo toman en cuenta al mundo, y todo se lo adjudican a la naturaleza; en cambio aquellos, que piensan espiritualmente, toman en cuenta el cielo, y atribuyen todas las cosas a la Divinidad. A menudo me ha sido dado percibir, y también ver, que hay una luz verdadera que alumbra la mente; completamente distinta de la luz que llamamos luz natural (lumen). He sido elevado interiormente hacia esa luz por grados; y mientras era elevado, mi intelecto fue esclarecido; hasta el punto de llegar a percibir aquello que jamás había percibido; y por último, cosas imposibles de comprehender para el pensamiento que procede de la luz natural. En ocasiones he llegado a indignarme, al no poder comprehender tales cosas, cuando podían percibirse de manera tan clara y diáfana a la luz del cielo. Y como hay una luz que pertenece al intelecto, de él se dice lo mismo que se dice del ojo; que ve y está en la luz, cuando percibe; y en la oscuridad y en la sombra cuando no percibe, y así de lo demás.

(131)
P
uesto que la luz del cielo es la verdad Divina, esa luz también es sabiduría Divina e inteligencia Divina; por tanto, ser elevado hacia la luz del cielo, significa lo mismo que ser elevado hacia la inteligencia y la sabiduría, y ser esclarecido. Por eso los ángeles reciben luz, según el grado de su inteligencia y sabiduría. Y como la luz del cielo es la sabiduría Divina, en esa luz el carácter de todo ser se hace perceptible. La interioridad de cada ser aparece en su rostro tal cual es: no es posible ocultar el menor detalle. Y los ángeles interiores aman manifestar todo lo suyo, pues el bien es lo único que desean. No ocurre lo mismo con aquellos que moran debajo del cielo; éstos, no desean el bien, y por eso temen enormemente ser vistos a la luz del cielo. Y lo que es más admirable, es que a pesar de que cuando se ven entre sí, presentan un aspecto humano, a la luz del cielo adquieren una apariencia monstruosa, sus rostros y cuerpos ofrecen un aspecto atroz: la exacta forma de su maldad. En lo que concierne a su espíritu, ei hombre aparece de un modo similar ante los ojos de los ángeles; si es bueno, tiene el aspecto de un hombre bello, según su bondad; si es malvado, tiene el aspecto de un monstruo, deforme según su maldad. De lo expuesto se desprende que a la luz del cielo todas las cosas se ponen de manifiesto, pues la luz del cielo es la verdad Divina.

(132)
Así como la verdad Divina en los cielos es luz, así también toda verdad; dentro o fuera de los ángeles; dentro o fuera de los cielos, emite luz. No obstante, las verdades que se hallan fuera de los cielos, no resplandecen como las que se hallan en su interior. Las verdades que están fuera de los cielos poseen un frío resplandor, como de algo níveo, carente de calor, ya que no derivan su esencia del bien, como ocurre con las verdades que se hallan dentro de los cielos; en consecuencia, su fría luz se desvanece cuando es alcanzada por la luz del cielo; y si debajo de aquélla hay maldad, se convierte en tinieblas. He visto estas cosas algunas veces, junto con otras realmente memorables relativas al resplandor de la verdad, que aquí debo omitir.

(133)
N
os referiremos ahora al calor del cielo. El calor del cielo en su esencia es amor. Y procede del Señor como sol, que es el amor Divino en el Señor y del Señor, según se ha indicado en artículos previos. Es evidente, entonces, que el calor del cielo es espiritual, igual que la luz del cielo, pues poseen el mismo origen. Hay dos cosas que proceden del Señor como sol, la verdad Divina y el bien Divino; la verdad Divina se manifiesta en los cielos como luz, y el bien Divino como calor; sin embargo, la verdad Divina y el bien Divino están unidos de forma tal, que no son dos, sino una sola cosa. De cualquier modo, entre los ángeles, se hallan separados; dado que hay ángeles que reciben más el bien Divino que la verdad Divina, y hay otros que reciben más la verdad Divina que el bien Divino. Quienes reciben más el bien Divino moran en Su reino celestial, y quienes reciben más la verdad Divina habitan en Su reino espiritual. Aquellos que reciben ambos en un mismo grado, son los ángeles más perfectos.

(134)
E
l calor del cielo, igual que la luz del cielo, varía según las regiones. No es igual en el reino celestial que en el reino espiritual, y también difiere en cada sociedad; difiere según su grado y su calidad. En el reino celestial del Señor es más intenso y más puro, pues allí los ángeles reciben más el bien Divino; y en Su reino espiritual, es menos intenso y menos puro, dado que ahí los ángeles reciben más la verdad Divina. Asimismo en cada sociedad el calor difiere según su recepción. En los infiernos también hay calor, pero es un calor inmundo. El calor del cielo se simboliza mediante el fuego sacro celestial, y el calor del infierno se significa mediante el fuego profano e infernal. Ambos significan amor; fuego celestial, significa amor al Señor y amor al prójimo y todos los afectos propios de tales sentimientos de amor; fuego infernal, significa amor de sí mismo y amor del mundo y toda la concupiscencia propia de esos amores. Que el amor es calor de origen espiritual, se manifiesta en el hecho de que el amor suscita calor; pues de acuerdo con la potencia de su amor, el hombre se enciende y arde; y el calor de su amor se pone de manifiesto cuando es impugnado. A esto también se debe que habitualmente se diga que una persona se enciende, se calienta, arde, hierve o se abrasa, tanto en lo que respecta a los afectos del amor del bien, como a las concupiscencias del amor del mal.

(135)
E
l amor que procede del Señor como sol, en los cielos se siente como calor, porque la interioridad de los ángeles se halla en un estado de amor, emanado del bien Divino que procede del Señor; y a consecuencia de ello, su exterioridad se calienta y se halla en un estado de calor. Y por eso, en el cielo, el calor y el amor se corresponden mutuamente, de manera que el calor que siente cada uno, es semejante a su amor, según se ha señalado un poco más arriba. El calor de este mundo. no puede penetrar en el cielo, ya que es extremadamente craso, y no es espiritual, es natural; en lo que respecta al hombre el caso es diferente, pues el hombre se halla en ambos mundos; en el mundo espiritual y en el mundo natural. En lo que se refiere a su espíritu, los hombres se calientan en la exacta medida de su amor; pero en lo que concierne a su cuerpo, se calientan tanto por el calor de su espíritu como por el calor del mundo. El primero fluye hacia el segundo, pues corresponden. La naturaleza de la correspondencia de ambos tipos de calor puede inferirse de la vida animal. El amor de los animales -el principal amor de los animales es el de procrear ejemplares de su especie-sobreviene y opera bajo el influjo y la presencia del calor del sol del mundo, que es el calor de la primavera y del verano. Se equivocan en demasía quienes suponen que el calor del mundo fluye hacia esos amores y los excita, pues no puede verificarse un influjo del mundo natural en el espiritual, dado que sólo hay un influjo del mundo espiritual en el natural. Este influjo procede según el orden Divino; en cambio el otro, sería adverso al orden Divino.

(136)
L
os ángeles, igual que los hombres, poseen intelecto y voluntad. La luz del cielo conforma la vida de su intelecto, pues la luz del cielo es la verdad Divina y la consiguiente sabiduría Divina; y el calor del cielo constituye la vida de su voluntad, pues el calor del cielo es el bien Divino y el consiguiente amor Divino. La intrínseca vida de los ángeles emana del calor, y también de la luz si en ella hay calor. Que la vida procede del calor, se manifiesta en el hecho de que cuando se ve privada de calor, se extingue. Y lo mismo ocurre con la fe desprovista de amor, o con la verdad carente de bien; ya que la verdad que se designa como verdad de la fe, es luz, y el bien que se designa como bien del amor, es calor. Esto se evidencia con más claridad a través del calor y la luz del mundo, que corresponden al calor y la luz del cielo. A través del calor, cuando éste se halla en conjunción con la luz, como acontece durante la primavera y el verano, todas las cosas que hay sobre la tierra son vivificadas y crecen, en cambio a través de la luz aparte del calor, nada se vivifica ni crece, y todas las cosas yacen aletargadas y perecen. No se hallan en conjunción durante el invierno, cuando el calor está ausente, por más que la luz persista. Debido a esta correspondencia, el cielo se llama paraíso, pues allí la verdad se halla en conjunción con el bien, o la fe con el amor, como la luz y el calor durante la primavera sobre latierra. Todo lo cual es ilustrativo de la verdad expuesta en los artículos respectivos (nº 13-19), donde consta que la Divinidad del Señor en el cielo es amor a El y caridad hacia el prójimo.

(137)
S
e dice en Juan:

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios .... todas las cosas por El fueron hechas, y sin El nada de loque ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres ... En el mundo estaba, y el mundo por El fue hecho. Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria... (Juan 1. 1-14)

Es evidente que en estos pasajes "el Verbo" (o Palabra) denota al Señor, porque se dice que "Aquel Verbo" fue hecho carne. Pero como se desconoce cuál es el sentido estricto del Verbo, procederemos a explicarlo. Aquí "el Verbo" significa la verdad Divina que reside en el Señor y procede del Señor; y, por la misma razón, también es llamado "la Luz", que es la verdad Divina, según se ha expuesto en el artículo respectivo. Ahora explicaremos porqué todas las cosas fueron hechas y creadas por la verdad Divina. En el cielo, el poder de la verdad Divina es absoluto, y aparte de ella no hay ningún poder. Los ángeles se llaman poderes en virtud de la verdad Divina, y son poderes en tanto y en cuanto sean recipientes o receptáculos de ella. Gracias a ella los ángeles prevalecen sobre los infiernos y sobre todos sus oponentes. Un millar de enemigos, es incapaz de resistir un solo rayo de luz celestial, que no es otra cosa que la verdad Divina. Y puesto que los ángeles son ángeles por su recepción de la verdad Divina, de esto se sigue que el cielo en su integridad no tiene sino este origen, ya que el cielo está constituido por ángeles. Que la verdad Divina posee semejante poder, es algo que no pueden creer quienes suponen que la verdad es sólo pensamiento o palabra, que no encierra en sí ningún poder, salvo que sea llevado a la práctica por obediencia. Pero la verdad Divina, tiene potencia en sí misma, y tal potencia, que el cielo y el mundo fueron creados por ella, junto con todas las cosas que encierran. Que la verdad Divina posee tal poder, puede ilustrarse mediante dos comparaciones; por la potencia de la verdad y el bien en el hombre, y por. la potencia del calor y la luz del sol en el mundo. Por la potencia del bien y la verdad en el hombre, ya que todo lo que el hombre hace, lo hace por su inteligencia y su voluntad; por su voluntad a través del bien, y por su intelecto a través de la verdad; porque todo lo perteneciente a su voluntad se relaciona con el bien, y todo lo perteneciente a su intelecto se relaciona con la verdad. En consecuencia, es en virtud del bien y la verdad que el hombre mueve todas las partes de su cuerpo; en él, miles de cosas son activadas al unísono de acuerdo con su voluntad y agrado. Lo que evidencia que el cuerpo en su totalidad está formado para servir al bien y la verdad, y en consecuencia, que está formado por el bien y la verdad. Por la potencia del calor y la luz del sol en el mundo, ya que todas las cosas que crecen en el mundo, como ser los árboles, los cereales, las flores, la hierba, los frutos y las semillas, derivan su existencia del calor y la luz del sol; cosa que demuestra el poder productivo que encierran en sí. ¿ Cuan grande será entonces el poder de la luz Divina, que es la verdad Divina, y del calor Divino, que es el bien Divinoº . Y como el cielo deriva su existencia de ellos; el mundo también, puesto que gracias al cielo existe el mundo, según se ha indicado anteriormente. Lo cual sirve para ilustrar cómo deben entenderse estas palabras: "Todas las cosas por El fueron hechas, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho";y también éstas: "y el mundo por El fue hecho", es decir, por la verdad Divina que procede del Señor. Por eso en el Libro de la Creación, se habla en primer lugar de la luz, y luego, de las cosas que proceden de la luz (Génesis. 1. 3, 4). Y por la misma razón, todas las cosas del universo, así en el cielo como en el mundo, están referidas al bien y a la verdad, y a su conjunción; y esto es lo que posibilita su existencia. (no hay Nº 138)

(139)
D
ebe entenderse que, en los cielos, el bien Divino y la verdad Divina que proceden del Señor como sol, no residen en el Señor, sino que proceden del Señor. En el Señor sólo reside el Amor Divino, que es el Ser (Esse) del cuál proceden el bien Divino y la verdad Divina. La Existencia (Existere) del Ser (Esse) es el sentido de la palabra proceder. Esto también puede ilustrarse mediante una comparación con el sol del mundo. El calor y la luz del mundo no residen en el sol, sino que proceden del sol. En el sol sólo hay fuego, y el calor y la luz derivan su existencia de él y proceden de él.

(140)
Y
puesto que el Señor como sol es el amor Divino, y el amor Divino es el bien Divino en sí mismo, a la Divinidad que proce De del Señor, que es Su Divinidad en el cielo, para distinguirla con mayor exactitud, se la llama verdad Divina, aunque de echo sea el bien Divino y unido a la verdad Divina. Esta verdad Divina, es la que lleva el nombre de Santo Espìritu y procede de El.

(16)

Capítulo XVI

LAS CUATRO REGIONES
DEL CIELO

(141)
Tanto en el cielo como en el mundo hay cuatro regiones: oriental, meridional, occidental y septentrional; determinadas en uno y otro orbe por su respectivo sol; en el cielo por el sol del cielo, que es el Señor; y en el mundo por el sol del mundo. Sin embargo, se verifican notables diferencias en uno y otro caso. En primer lugar, en el mundo se llama sur al punto en que el sol se halla en su máxima altitud sobre la tierra; norte, al punto en el que el sol se halla en posición opuesta debajo de la tierra; oriente al punto en que sale en un equinoccio; y occidente al punto en que el sol se pone. De forma que en el mundo, es a partir del sur que se determinan todas las demás regiones. En cambio en el cielo, se denomina oriente al sitio en que el Señor aparece, y en oposición a éste se halla el occidente; a la derecha, en el cielo, se halla el sur, y a la izquierda el norte; y esto sin importar hacia qué dirección uno vuelve su rostro y su cuerpo. De manera que en el cielo, es a partir del oriente que se determinan todas las demás regiones. Se denomina oriente (oriens) al sitio en que el Señor aparece como sol, pues la vida tiene su origen (origo) en El como sol; por lo demás, en la medida en que los ángeles reciben calor y luz, o amor e inteligencia del Señor; en esa misma medida se dice que el Señor sale (exoriri) sobre ellos. Y por esa razón, el Señor es llamado el Oriente (Oriens) en la Palabra.

(142)
O
tra diferencia notable es que el oriente siempre está situado ante el rostro de los ángeles, el occidente a sus espaldas, el sur a su derecha, y el norte a su izquierda. Pero como se trata de un hecho escasamente comprensible para el mundo, puesto que el hombre vuelve su rostro hacia todas las regiones; es menester explicarlo. El cielo, en su integridad, se orienta hacia el Señor como hacia su centro común; y hacia este centro se vuelven todos los ángeles. También en la tierra, como es sabido, todas las cosas tienden hacia un centro común; pero existe una diferencia entre la tierra y el cielo en lo que respecta a esta dirección de todas las cosas hacia un centro común; en el cielo, son las partes frontales las que tienden hacia ese centro común; en cambio en el mundo, son las partes inferiores del cuerpo. En el mundo, esta suerte de convergencia se llama fuerza centrípeta, y también, gravitación. La interioridad de los ángeles, se orienta realmente hacia el frente; y como la interioridad, se manifiesta en el rostro, es la posición del rostro la que determina las regiones.

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P
ara la mentalidad del mundo, es todavía más arduo de comprender el hecho de que hacia cualquier lado en que vuelvan su rostro y su cuerpo, los ángeles miran siempre hacia el oriente; dado que el hombre, de acuerdo con la dirección hacia la que se vuelve, mira hacia todas las regiones. Esto también será explicado. Aunque los ángeles, igual que los hombres, vuelven su rostro y su cuerpo hacia un lado u otro, tienen siempre el oriente ante sus ojos. Pero el modo de volverse, o de girar el cuerpo, propio de los ángeles, es diferente del de los hombres porque su origen es diferente. Aunque es similar, se trata de una similitud aparente. Y este modo de volverse, o girar el cuerpo, tiene su origen en el amor imperante, que determina el sentido de la dirección entre los ángeles y los espíritus; pues, según se ha dicho antes, su interioridad se orienta realmente hacia el centro común, que en el cielo es el Señor como sol; por eso su amor imperante está siempre ante su rostro: su amor está siempre presente ante su interioridad y el rostro deriva su existencia de la interioridad, ya que es su forma externa; en los cielos, ese amores el Señor como sol, porque los ángeles reciben su amor de El. Y como el Señor Mismo reside en los ángeles en Su amor, es el Señor quien determina que miren hacia El; cualquiera sea la dirección hacia la que se vuelvan. Pero no es oportuno extenderse aquí en la explicación de este punto, pues será más fácil de comprender en los artículos subsiguientes, especialmente cuando se examine el tema de las Representaciones y las Apariencias, y el Tiempo y el Espacio en el cielo. Que el Señor se halla presente de manera constante ante el rostro de los ángeles es algo que me ha sido dado conocer, y también percibir, a través de una larga experiencia; ya que en todas las ocasiones en que he estado en compañía de los ángeles, he advertido la presencia del Señor ante mi rostro; y aunque no era nítidamente visible, era posible percibirla en medio de una luz; y en muchas ocasiones, los ángeles han dado testimonio de que esto es exacto. Como el Señor se halla presente de manera constante ante el rostro de los ángeles; en el mundo, se dice que aquellos que creen en el Señor, y lo aman, tienen a Dios presente ante sus ojos y ante su rostro, y que miran a Dios y ven a Dios. Estas locuciones tienen su origen en el mundo espiritual, del cual proceden muchas otras expresiones que forman parte del lenguaje humano; aunque el hombre desconozca ese origen.

(144)
E
sta manera de volverse hacia el Señores una de las tantas maravillas del cielo. Así; puede haber muchos ángeles reunidos; y por más que algunos vuelvan su rostro y su cuerpo hacia un lado y otros hacia otro, todos tienen al Señor ante sus ojos, y todos tienen el sur a su derecha, el norte a su izquierda, y el oeste a sus espaldas. Otra de las maravillas, es que aun cuando los ángeles miran sólo hacia el oriente; pueden, sin embargo, mirar también hacia las otras regiones; pero cuando dirigen su mirada hacia estas últimas, lo hacen con su vista interior, que pertenece a su pensamiento. Y también es cosa de maravilla, el hecho de que en el cielo no es lícito situarse detrás de otra persona fijando la vista en la parte posterior de su cabeza, pues esto perturbaría el influjo del bien y la verdad que procede del Señor.

(145)
E
l Señor es visto por los ángeles de un cierto modo, y los ángeles son vistos por el Señor de otro modo. Los ángeles ven al Señor a través de sus ojos; pero el Señor fija su vista en la frente de los ángeles; y esto a causa de que la frente corresponde al amor, y es a través del amor que el Señor fluye hacia los ángeles; en cambio, es a través del intelecto, al cual los ojos corresponden, que el Señor se deja contemplar.

(146)
L
as regiones de los cielos que conforman el reino celestial del Señor son diferentes de las que conforman Su reino espiritual, ya que El es visto como sol por los ángeles de Su reino celestial, pero es visto como luna por los ángeles de Su reino espiritual; y el Señor, aparece en el Oriente. Allí, la distancia entre el sol y la luna es de treinta grados, y la distancia en la posición de las regiones, es la misma. Que el cielo esta dividido en dos reinos, llamados reino celestial y reino espiritual, puede verificarse en los artículos respectivos al tema (Nº 20-28); también que el Señor aparece en el reino celestial como sol, y en el reino espiritual como luna (Nº 118). Pero de esto no se sigue que, a causa de ello, las regiones de los cielos puedan llegar a confundirse, puesto que los ángeles espirituales no pueden ascender, y morar con los ángeles celestiales; ni éstos pueden descender y habitar con los ángeles espirituales, según puede verse más arriba (Nº 35).

(147)
L
o antedicho, pone de manifiesto cuál es la naturalezade lapre-sencia del Señor en los cielos; vale decir, que El está en todas partes, y con todos los seres, en el bien y la verdad que proceden de El; y en consecuencia, que El reside con los ángeles en lo que es Suyo, según se ha indicado más arriba (Nº 2). La percepción de la presencia del Señor se verifica en la interioridad de los ángeles; y gracias a ella es que sus ojos ven, y es gracias a esta continuidad que pueden ver al Señor fuera de ellos. Lo cual sirve para ilustrar qué quiere decir que el Señor está en ellos y ellos en El; según las propias palabras del Señor:

Permaneced en mí, y yo en vosotros (Juan XV. 4)

El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. (Juan VI. 56)

"La carne del Señor" significa el bien Divino, y "Su sangre", la verdad Divina.

(148)
E
n los cielos, todos tienen sus muradas de acuerdo con las regiones; al oriente y al occidente habitan aquellos que viven en el bien del amor; quienes lo perciben con claridad, hacia el oriente; y los que lo perciben de manera obscura, al occidente. Los que viven en la sabiduría que procede del bien del amor, habitan en el sur y en el norte; los que viven en la clara luz de la sabiduría, hacia el sur; y los que viven en su obscura luz, hacia el norte. Los ángeles del reino espiritual del Señor y los de Su reino celestial, habitan conforme a un orden similar, que difiere según el amor y la luz de la verdad del bien en que viven; pues en el reino celestial, el amor, es amor al Señor, y la luz de la verdad de ese amor, es sabiduría; mientras que en el reino espiritual, el amor, es amor al prójimo, que lleva el nombre de caridad, y la luz de la verdad de ese amor, es la inteligencia, que también se denomina fe (ver arriba nº 23).

(149)
E
n cada sociedad del cielo, las moradas de los ángeles están dispuestas de un modo similar; hacia el oriente habitan aquellos que viven en un grado mayor de amor y caridad, y hacia el occidente los que viven en un grado menor; hacia el sur, aquellos que gozan de mayor luz de sabiduría e inteligencia, y hacia el norte los que gozan de menor luz. El hecho de que se establezcan conforme al orden señalado, se debe a que cada sociedad representa al cielo, y es un cielo en forma mínima (ver arriba, Nº 51-58). Y la misma disposición prevalece en sus asambleas. Es la forma del cielo lo que determina que se ubiquen según el orden referido; pues gracias a ella cada cual reconoce su lugar. El Señor, también provee las cosas de modo que en cada sociedad habiten personas de diverso tipo; porque el cielo, en cuanto a su forma, es similar en todas partes; sin embargo, la disposición del conjunto del cielo, difiere de la de cada sociedad, como difiere lo general de lo que es particular, ya que las sociedades situadas hacia el oriente, sobrepujan a las que están situadas al occidente; y las situadas al sur, a las que están situadas al norte.

(150)
D
e ahí que las regiones en los cielos, signifiquen las cosas concernientes a sus habitantes; el oriente, significa el amor y su bien claramente percibidos; el occidente, el amor y su bien obscuramente percibidos; el sur, la sabiduría y la inteligencia en diáfana luz; y el norte, la sabiduría y la inteligencia en obscura luz. Y debido a que en los cielos las regiones poseen tal significado; en el sentido interno o espiritual de la Palabra, poseen un significado similar, ya que el sentido interno o espiritual de la Palabra concuerda plenamente con la disposición del cielo.

(151)
C
on los que están en los infiernos sucede exactamente lo contrario. Sus moradores, ni miran al Señor como sol, ni como luna; sino que vuelven su espalda al Señor, y miran hacia las tinieblas que ocupan el lugar del sol del mundo, y hacia la oscuridad que ocupa el lugar de la luna de la tierra. Los denominados genios del mal miran hacia la tiniebla que ocupa el lugar del sol del mundo; y los llamados espíritus, miran hacia la oscuridad que ocupa el lugar de la luna del mundo. Según se ha indicado antes (Nº 122), el sol del mundo y la luna de la tierra, no aparecen en el mundo espiritual, sino que en lugar del sol del mundo hay una tiniebla opuesta al sol del cielo; y en lugar de la luna, una oscuridad opuesta a la luna del cielo. Por eso las regiones habitadas por los seres infernales son opuestas a las regiones del cielo. Para ellos, el oriente es el lugar que ocupan la tiniebla y la oscuridad; y el occidente, es el sitio donde se halla el sol del cielo; el sur, está a su derecha, y el norte a su izquierda, y esto hacia cualquier lado que vuelvan su cuerpo. Tampoco pueden mirar hacia otro lado, pues la tendencia misma, y la consecuente determinación, de su interioridad, inclina e impele, hacia una sola dirección. Según se ha indicado más arriba (Nº 143), la tendencia, y la consecuente determinación real de la interioridad de todos los seres en la otra vida, armoniza con su amor. El amor de los moradores del infierno, es el amor de sí mismo y el amor del mundo, y estos amores se denotan mediante el sol del mundo y la luna de la tierra (ver nº 122); y estos amores son opuestos al amor al Señor y al amor hacia el prójimo; por eso vuelven su espalda al Señor y miran hacia las tinieblas. Por otra parte, quienes están en los infiernos, también habitan según las regiones; los que viven en el mal del amor a sí mismos, habitan desde la zona oriental hasta la occidental; y los que viven en la falsedad del mal, desde la zona meridional hasta la septentrional. Pero este punto será tratado con amplitud más adelante, cuando se examine el tema de los infiernos.

(152)
C
uando un espíritu maligno se introduce en un lugar en el que hay buenos espíritus, las regiones suelen confundirse de tal modo, que los buenos, ya ni saben dónde queda el oriente. Esto he llegado a presenciarlo en algunas ocasiones, y también he oído a ciertos espíritus lamentarse de que esto ocurriese.

(153)
A
veces, pueden observarse ciertos espíritus malignos que miran hacia las regiones del cielo; entonces, los tales gozan de inteligencia y perciben la verdad, pero su afecto del bien, es nulo; y apenas se vuelven hacia sus propias regiones, su inteligencia y su capacidad para percibir la verdad, son nulas; entonces, proclaman que las verdades que han oído y percibido, no son verdades sino falsedades, y anhelan que las falsedades sean verdades. En relación a este modo de orientarse, he sido informado que la facultad intelectual puede orientarse en tal sentido, pero la facultad voluntaria no; y que esto ha sido provisto por el Señor con la finalidad de que todos dispongan de la facultad de ver y reconocer las verdades; pero nadie puede recibir verdades a menos que viva en el bien, pues el bien recibe las verdades, en cambio el mal no las recibe jamás; el hombre, también posee una facultad similar, a fin de que pueda enmendarse a través de las verdades. No obstante, sólo puede enmendarse en la medida en que viva en el bien; en consecuencia, el hombre también puede orientarse hacia el Señor; pero si lleva una vida perversa, se da vuelta de inmediato, y confirma en su fuero íntimo las falsedades de su maldad, que se oponen a las verdades que ha comprendido y que ha visto; esto sobreviene cuando el hombre piensa en sí mismo bajo el influjo de sus estados interiores.

(17)

Capítulo XVII

LOS CAMBIOS DE ESTADO
DE LOS ANGELES DEL CIELO

(154)
L
os cambios de estado de los ángeles, denotan sus cambios en lo que respecta al amor y la fe, y a la consiguiente sabiduría e inteligencia; esto es, sus cambios en lo que respecta a sus estados vitales. Los estados se refieren a la vida y a lo que es propio de la vida; y como la vida angélica es la vida del amor y la fe, y la consiguiente sabiduría e inteligencia, los estados están referidos a estas virtudes y se los designa como estados de amor y de fe, y estados de sabiduría e inteligencia. Ahora describiremos el modo en que cambian dichos estados entre los ángeles.

(155)
L
os ángeles no experimentan constantemente un mismo estado de amor; y en consecuencia, tampoco experimentan un mismo estado de sabiduría; pues su sabiduría procede de su amor y armoniza con su amor. A veces, se hallan en un estado de amor intenso; otras, en un estado de amor no intenso. Los estados decrecen por grados desde su máximo grado hasta el mínimo. Cuando se hallan en su máximo grado de amor, gozan del calor y de la luz de su vida, o de un estado diáfano y jocundo; pero cuando se hallan en su mínimo grado, se encuentran en la sombra y padecen frío, o están en un estado de oscuridad y desazón. Desde este último grado retornan de nuevo al primero, y así sucesivamente; estas transiciones alternas, se suceden una tras otra y en forma variada. Tales estados, se suceden como las variaciones de luz y de sombra, o de calor y de f río; o como, día tras día, se suceden en el mundo a lo largo del año, y con perpetua variedad, la mañana, el mediodía, el crepúsculo y la noche. En este caso, también hay correspondencias; la mañana, corresponde al estado de amor en su claridad; el mediodía, al estado de sabiduría en su claridad; el crepúsculo, al estado de sabiduría en su oscuridad; y la noche, a un estado de carencia de amor y sabiduría. Pero debe entenderse, que no existe una correspondencia entre los estados vitales de los habitantes de los cielos y la noche; aunque sí se da una correspondencia entre aquéllos y el amanecer que antecede a la mañana; la noche, corresponde con los estados vitales de los seres infernales. Debido a estas correspondencias, en la Palabra; "día" y "a-ño", denotan estados vitales en general; "calor" y "luz", significan amor y sabiduría; "mañana", el grado de amor primero y supremo; "mediodía", la sabiduría en su luz; "crepúsculo", la sabiduría en su sombra; "amanecer", la oscuridad que antecede a la mañana; y la "noche", la ausencia de amor y sabiduría.

(156)
J
unto con el estado de interioridad de los ángeles relativo a su amor y sabiduría, cambian de estado diversas cosas que se encuentran fuera de ellos, y que aparecen ante sus ojos; dado que las cosas que se encuentran fuera de ellos, revisten una apariencia que armoniza con las cosas que residen en su interioridad. Qué cosas son y de qué clase, es un tema que examinaremos en el capítulo referente a las Representaciones y Apariencias en el Cielo.

(157)
T
odos los ángeles experimentan tales cambios de estado y pasan por ellos, y lo mismo ocurre en todas las sociedades en general; pero cada ángel, pasa por ellos de un modo distinto, puesto que difieren según su amor y sabiduría; los que se hallan en el centro, gozan de un estado más perfecto que todos los demás que los rodean hasta llegar a la periferia (ver arriba, nº 43, 128). Pero sería excesivamente tedioso especificar las diferencias, ya que los cambios que cada cual experimenta, concuerdan con la calidad de su amor y de su fe. Debido a ello, puede ocurrir que mientras uno goza de claridad y se deleita, otro, padece oscuridad y no se deleita; y esto, de manera simultánea, y en una misma sociedad. Asimismo, los estados varían en cada sociedad; en las sociedades del reino celestial, son diferentes que en las del reino espiritual, Estas diferencias en los cambios de estado, en un sentido genérico, son similares a las variaciones de estado de los días en los diversos climas de la tierra; pues mientras en ciertos lugares, es la hora de la mañana, en otros, es la hora del crepúsculo; y en algunos la temperatura es cálida, cuando en otros es fría.

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H
e recibido información desde el cielo sobre las causas de los cambios de estado que se verifican allí. Afirman los ángeles, que las causas son múltiples; en primer lugar, el deleite de la vida del cielo, que ellos reciben del amor y la sabiduría que procede del Señor, se envilecería gradualmente si gozaran de él en forma continua, como ocurre entre aquellos que se complacen y regodean sin variedad alguna. En segundo lugar, los ángeles, al igual que los hombres, poseen una naturaleza propia (Proprium), que es el amor de sí mismos; todos los habitantes de los cielos son apartados de su naturaleza propia, y en tanto que son apartados de ella por el Señor, gozan de amor y sabiduría; cuando no pueden ser apartados de ella, viven en el amor de sí mismos; y como cada cual ama su naturaleza propia, y se siente atraído hacia ella, todos experimentan cambios de estado o transiciones alternas sucesivas. En tercer lugar, porque de esta forma son perfeccionados, pues se habitúan a permanecer en el amor del Señor y a mantenerse apartados del amor de sí mismos; y también porque a través de transiciones alternas entre el deleite y ia ausencia de deleite, la percepción y el sentido del bien se tornan más exquisitos. Añadieron los ángeles, que sus cambios de estado no son suscitados por el Señor, pues el Señor como sol afluye siempre con calor y luz, es decir, con amor y sabiduría; y que la causa de dichos cambios, reside en ellos mismos, dado que aman su naturaleza propia, y esto los extravía continuamente. Este proceso fue ilustrado mediante una comparación con el sol del mundo: la causa de los cambios de estado, de calor y de frío, de luz y de sombra, año tras año y día tras día; no reside en el sol, sino en la tierra, ya que él, permanece inmutable.

(159)
M
e ha sido dado ver el modo en que aparece el Señor como sol ante los ojos de los ángeles; en su primer estado, en su segundo estado, y en su tercer estado. Primero he visto al Señor como sol rutilando y relumbrando con inefable esplendor; y según me informaron, el Señor como sol aparece de tal modo ante los ángeles en su primer estado. Luego, apareció un enorme anillo oscuro alrededor del sol; entonces, su brillo relumbrante, de inefable esplendor, comenzó a empañarse, y me explicaron que el sol reviste tal apariencia en su segundo estado. Después, el anillo fue oscureciéndose gradualmente, y el sol empezó a rutilar cada vez menos, hasta que por último adquirió un aspecto de radiante blancura; y según me indicaron, el sol aparece ante ellos de ese modo, en su tercer estado. Después, la radiante blancura comenzó a desplazarse hacia la izquierda; hacia la luna del cielo, asimilando su luz; casi fundiéndose con ella; y a consecuencia de ello, la luna relució con un esplendor inusitado; según me indicaron, tal es el cuarto estado de los ángeles del reino celestial, y el primer estado de los ángeles del reino espiritual; y, en ambos reinos, los cambios de estado presentan tales transiciones alternas; aunque esto no se verifica de manera simultánea en todo el reino, sino en una sociedad tras otra. Por otra parte, estas transiciones alternas, no son fijas, ya que sobrevienen tarde o temprano sin que ellos puedan preverlas Añadieron que el sol en sí mismo, no cambia ni se desplaza, sino que adopta diversas apariencias según las sucesivas progresiones de estado que experimentan ellos, pues el Señor aparece ante cada cual según su estado; rutilante, cuando el amor es intenso; luego, menos rutilante, revistiendo por último una radiante blancura, cosa que ocurre cuando el amor decae; la calidad del estado de cada uno, fue representada a través del anillo oscuro que indujo las aparentes variaciones en el fulgor y la luz del sol.

(160)
C
uando los ángeles experimentan el último de estos estados, que acontece cuando se hallan inmersos en su naturaleza propia, empiezan a sentirse tristes. He hablado con ellos cuando padecían dicho estado, y he podido observar su tristeza; sin embargo, también pude oír que decían, que tenían la esperanza de retornar a su estado prístino, o sea, de regresar al cielo otra vez; puesto que, para ellos, mantenerse apartados de su naturaleza propia, es el cielo.

(161)
E
n los infiernos, también se verifican cambios de estado, pero nos referiremos a ellos más adelante, cuando examinemos el infierno.

(18)

Capítulo XVII

EL TIEMPO EN EL CIELO

(162)
A
pesar de que en el cielo, igual que en el mundo, hay una sucesión y una progresión de todas las cosas, los ángeles no tienen ninguna noción o idea acerca del tiempo y el espacio; tan es así, que ni siquiera saben qué es el tiempo, y qué el espacio. Aquí, examinaremos el tiempo en el cielo; y el espacio, en su respectivo capítulo.

(163)
L
os ángeles no saben qué es el tiempo, aunque entre ellos, igual que en el mundo, se da una sucesión progresiva de todas las cosas; y esto de una manera tan cabal que, en este sentido, prácticamente no hay diferencias; debido a que en cielo, en vez de años y días, hay cambios de estado; y donde hay años y días, hay tiempo; pero donde hay cambios de estado, hay estados.

(164)
E
l tiempo existe en el mundo, porque el sol del mundo, aparentemente, avanza en forma sucesiva de un grado hacia otro, produciendo períodos de tiempo, denominados estaciones del año; además, da la impresión de que gira alrededor de la tierra, produciendo períodos de tiempo, denominados horas del día; en ambos casos, mediante transiciones alternas fijas. No sucede lo mismo con el sol del cielo; éste, no marca los años y los días a través de progresiones sucesivas y revoluciones, sino que, con su aparición, marca cambios de estado; y esto, no se verifica a través de transiciones alternas fijas, según se ha indicado en el artículo previo. De ahí que los ángeles no puedan formarse ninguna noción acerca del tiempo; concibiendo en, su lugar, la noción de estado (nº i54).

(165)
D
ado que los ángeles no poseen idea alguna derivada del tiempo, como las que conciben los hombres en el mundo, tampoco se forjan idea alguna acerca de él, ni acerca de lo que le concierne. Incluso desconocen la significación de los términos que sirven para designar al tiempo; tales como año, mes, semana, día, hora, hoy, mañana, ayer. Cuando los ángeles oyen a los hombres emplear tales términos (ya que los ángeles están siempre en comunicación con los hombres por obra del Señor) perciben estados y las cosas relativas a los estados. Así, el pensamiento natural de los hombres, se torna en pensamiento espiritual en los ángeles. Y debido a ello, en la Palabra, los períodos de tiempo denotan estados; y los términos enumerados más arriba, que designan al tiempo, significan cosas espirituales correspondientes.

(166)
L
o mismo es cierto para todas las cosas que derivan su existencia del tiempo, como ser; las cuatro estaciones del año, denominadas primavera, verano, otoño e invierno; los cuatro períodos del día, la mañana, el mediodía, el crepúsculo y la noche; las cuatro edades del hombre, la infancia, la juventud, la edad viril y la vejez; y lo mismo acontece con todas las otras cosas que derivan su existencia del tiempo, o que se suceden en conformidad con el tiempo. Cuando el hombre piensa en estas cosas, las concibe según la noción de tiempo; en cambio un ángel, las concibe según la noción de estado; y en consecuencia, todas las cosas del hombre relativas al tiempo, devienen entre los ángeles en nociones relativas al estado; la primavera y la mañana, se convierten en símbolo del estado de amor y sabiduría que gozan los ángeles en su primer estado; el verano y el mediodía, brindan la noción del amor y la sabiduría que disfrutan en su segundo estado; el otoño y el crepúsculo concuerdan con su tercer estado; y la noche y el invierno, ofrecen la noción del estado que experimentan los seres infernales. De ahí que estos períodos posean una significación similar en la Palabra (ver arriba, Nº 155). Lo que manifiesta de manera patente cómo las cosas naturales del pensamiento del hombre, devienen espirituales en los ángeles que se hallan junto a él.

(167)
D
ebido a que los ángeles no tienen noción alguna acerca del tiempo, la idea que se forman sobre la eternidad es diferente de la que conciben los hombres en la tierra. Para los ángeles, la eternidad, no es tiempo infinito, sino estado infinito. En cierta ocasión, mientras estaba pensando acerca de la eternidad, gracias a la idea del tiempo, pude percibir qué significa hasta la eternidad; pero no pude percibir qué significa desde la eternidad, es decir, qué es lo que hizo Dios antes de la Creación, desde la eternidad. Cuando, por tal motivo, me sentía embargado por la ansiedad, fui elevado hacia la esfera del cielo y me fue dado disfrutar la percepción que tienen los ángeles sobre la eternidad; entonces, advertí que cuando se piensa sobre la eternidad, no hay que hacerlo basándose en la noción de tiempo, sino en la noción de estado; entonces, puede percibirse qué significa desde la eternidad; y eso fue lo que me ocurrió a mí.     vesmirnilide.cz

(168)
C
uando los ángeles hablan con el hombre, no emplean las ideas naturales propias del hombre, ya que todas ellas se basan en el tiempo, el espacio, la materia, y otras cosas semejantes; en cambio, se expresan mediante ideas espirituales, pues todas ellas se basan en los estados y sus diversos cambios, tanto en la interioridad como en la exterioridad de los ángeles. Sin embargo, cuando estas ideas, que son espirituales, fluyen en el hombre, se transforman instantáneamente, y por sí mismas, en i-deas naturales accesibles al hombre, que corresponden exactamente con las ideas espirituales. Que esto ocurre así, es algo que ignoran tanto los ángeles como los hombres; sin embargo, el influjo del cielo en el hombre, siempre se verifica de tal modo. A ciertos ángeles, les fue permitido acceder más íntimamente a mis pensamientos, incluso a los pensamientos naturales que incluían diversas cosas relativas al tiempo y al espacio; pero como les resultaban incomprensibles, se apartaron de inmediato; y cuando ya se habían retirado, oí que conversaban entre ellos, y que decían que habían permanecido en tinieblas. He podido verificar personalmente cuan ignorantes son los ángeles en lo que respecta al tiempo. Cierto ser celestial, que estaba facultado para penetrar en las ideas naturales del hombre; en una oportunidad, cuando ya había realizado una de estas experiencias, conversó conmigo sobre el tema, así como un hombre conversa con otro. Al principio, no acertaba a comprender qué cosa era aquello que yo denominaba tiempo; me vi por tanto obligado a explayarme sobre el tema, diciéndole que el sol, parece como que gira alrededor de nuestra tierra, produciendo así años y días, y que los años se dividen en cuatro estaciones, y éstas, se subdividen en meses y semanas, y que a su vez los días se dividen en veinticuatro horas; y que tales períodos, recurren a través de transiciones alternas fijas o regulares; y que ése es el origen del tiempo. Al oír esto, se mostró sorprendido, afirmando que nada sabía acerca de tales cosas, que lo que sabía se relacionaba exclusivamente con los estados. Durante la conversación, añadí que en el mundo, se sabe que en el cielo no hay tiempo, pues cuando se habla de aquellos que han muerto, se dice que "han pasado fuera del tiempo", dando a entender con ello que han partido del mundo. Observé, asimismo, que algunos saben, que en su origen, los períodos de tiempo son estados, pues saben que los períodos de tiempo concuerdan con sus estados afectivos de manera casi exacta; siendo breves para aquellos que se hallan en un estado placentero y jubiloso, largos para quienes padecen un estado de aflicción y pesar, y variados para quienes experimentan un estado de esperanza y expectativa; cosa que induce a ciertos hombres cultivados a indagar acerca del tiempo y el espacio, y algunos arriban a la conclusión de que el tiempo es algo inherente al hombre natural.

(169)
E
l hombre natural puede llegar a presumir que su pensamiento sería nulo, si sus ideas relativas al tiempo, al espacio, y a las cosas materiales, fuesen obliteradas, ya que en ellas se funda todo el pensamiento del hombre. Debería saber, sin embargo, que sus pensamientos son restringidos, y se ven coartados, en la medida en que participan del tiempo, del espacio y de la materia; y que poseen en cambio un vasto alcance y son ilimitados, en la medida en que no participan de ellos, pues en este caso su mente se eleva por encima de las cosas corpóreas y mundanas. He ahí la fuente de la sabiduría de los ángeles; una sabiduría de tal magnitud, que se la califica de incomprensible, dado que no puede ser captada a través de ideas que se basan exclusivamente en las cosas materiales.

(19)

Capítulo XIX

REPRESENTACIONES
Y APARIENCIAS EN EL CIELO

(170)
E
l hombre que piensa guiándose exclusivamente por la luz natural, es incapaz de comprender que en cielo hay cosas similares a las que hay en el mundo; ya que basándose en la luz natural, ha dado en conjeturar —y se ha habituado a la idea— que los ángeles son entes mentales, y que éstos son hálitos etéreos, desprovistos de órganos sensoriales como los que poseen los hombres; es decir, que no tienen ojos, y, que al no tener ojos, no ven cosa alguna; sin embargo, los ángeles poseen los mismos órganos sensoriales que el hombre, y sus sensaciones son mucho más exquisitas; y la luz que alumbra sus ojos, es mucho más brillante que la luz que alumbra los ojos de los hombres. Que los ángeles son hombres en su forma más perfecta, y que gozan de todos los sentidos, puede verificarse más arriba (N-°73-77); y también que la luz del cielo es mucho más brillante que la luz del mundo (Nº 126-132).

(171)
L
a naturaleza de los objetos que aparecen ante los ojos de los ángeles, no puede describirse en forma sucinta. En un sentido genérico, puede afirmarse que son similares a los de la tierra, si bien su forma es mucho más perfecta, y su cantidad, mayor. Que estas cosas existen en los cielos, consta en la visiones de los profetas; como las de Ezequiel relativas al Nuevo Templo y la Nueva Tierra (según se describen desde el cap. XL al XLVIII); Daniel (desde el cap. Vil al cap. XII); Juan (desde el primer cap. hasta el último del Apocalipsis); y las de otros, según se refieren en los Libros históricos y proféticos de la Palabra. Y las cosas que vieron, las vieron cuando el cielo les fue develado; se dice que el cielo es develado, cuando la vista interior, que es la vista del espíritu del hombre, es develada; puesto que lo que hay en los cielos, no puede ser visto por los ojos corporales del hombre, sino por los ojos de su espíritu; y cuando el Señor así lo desea, los ojos del espíritu se abren, y el hombre es substraído de la luz natural que percibe con sus ojos corporales, y es elevado hacia la luz espiritual que percibe con su espíritu. En esa luz, he visto las cosas que hay en el cielo.

(172)
A
pesar de que las cosas que se ven en los cielos, en su aspecto general, son similares a las que hay en la tierra, en su esencia, son diferentes; pues en el cielo, las cosas derivan su existencia del sol del cielo, y en la tierra, del sol del mundo. Las cosas que derivan su existencia del sol del cielo se denominan espirituales; y las que derivan su existencia del sol del mundo, se denominan naturales.

(173)
L
a existencia de las cosas del cielo deviene de un modo diverso que la existencia de las de la tierra. Todas las cosas del cielo, derivan su existencia del Señor, y se hallan en correspondencia con la interioridad de los ángeles; los ángeles, poseen una interioridad y una exterioridad. Todas las cosas que pertenecen a su interioridad, se relacionan con el amor y la fe, es decir, con la voluntad y el intelecto, dado que la voluntad y el intelecto son sus receptáculos; y su exterioridad, corresponde a su interioridad. Que las cosas exteriores corresponden a las interiores, puede verse más arriba (Nº 87-115). Esto puede ilustrarse con lo que se ha dicho antes sobre el calor y la luz del cielo: que los ángeles reciben calor según la calidad de su amor, y luz según la calidad de su sabiduría (nº 128-134). Lo mismo es cierto para todas las otras cosas que aparecen ante los sentidos de los ángeles.

(174)
C
uando me ha sido dado gozar de la compañía de los ángeles, pude percibir, que las cosas revestían allí exactamente la misma apariencia que las del mundo; y esto de manera tan cabal, que resultaba difícil admitir que uno no se hallaba en el mundo y en el palacio de un rey. Y, también, conversé con los ángeles como un hombre lo hace con otro.

(175)
C
omo todas las cosas que corresponden a la interioridad, también las representan, se llaman Representaciones; y como varían en cada caso según el estado de interioridad, se llaman Apariencias. No obstante, las cosas que aparecen en el cielo ante los ojos de los ángeles, y que perciben a través de sus sentidos, aparecen ante sus ojos y sentidos en forma tan vivida como aparecen ante el hombre las cosas que hay en la tierra; nada más que de manera más clara, nítida y perceptible. En el cielo las apariencias de este origen, se llaman Apariencias reales, pues tienen existencia real. También hay apariencias que no son reales, pues se trata de cosas que, sin bien son visibles, no están en correspondencia con la interioridad. Estas últimas, serán examinadas más adelante.

(176)
P
ara distinguir cuáles son las cosas que aparecen ante los ángeles según las correspondencias, indicaré aquí una sola a modo de ilustración. Quienes son inteligentes, ven huertos y jardines plenos de árboles y flores. Los árboles están plantados en un orden de suprema pulcritud, combinados para formar glorietas, con accesos cubiertos de enramadas, y senderos circundantes; todo ello, irradia una inefable belleza. Por aIlí pasan los que son inteligentes, y recogen flores y entrelazan guirnaldas con las que ornan a los infantes. Hay, también, especies de árboles y flores jamás vistos en la tierra, pues no pueden darse en ella. Los árboles dan frutos que armonizan con el bien del amor, en el cual viven los inteligentes. Y ven tales cosas, pues los huertos y jardines, y los árboles frutales y las flores, corresponden a la inteligencia y la sabiduría. Que en el cielo hay estas cosas, es algo sabido incluso en la tierra; pero sólo por aquellos que viven en el bien, y no han extinguido en sí mismos la luz del cielo con la luz natural y sus falacias; puesto que cuando piensan en el cielo, concluyen, y afirman, que allí hay cosas que jamás han sido oídas ni vistas.

(20)

Capítulo XX

LAS VESTIDURAS
DE LOS ANGELES

(177)
C
omo los ángeles son hombres, y conviven igual que los hombres en la tierra, disponen de atuendos y viviendas y otras cosas similares; con la sola diferencia de que todas las cosas que poseen, son más perfectas, dado que ellos gozan de un estado más perfecto. Pues la sabiduría angélica supera la sabiduría humana en un grado inefable, y lo mismo ocurre con todas las cosas que perciben y aparecen ante sus ojos, pues todas las cosas que los ángeles perciben y ven, corresponden con su sabiduría (ver arriba, Nº 173).

(178)
L
as vestiduras de los ángeles, así como todo lo relativo a ellos, son correspondencias, y al ser correspondencias, poseen una existencia real (ver arriba, Nº 175). Sus vestiduras corresponden a su inteligencia; a esto se debe que todos los habitantes de los cielos aparezcan vestidos según su inteligencia; y así como unos son más inteligentes que otros (Nº 43 y 128), así también, las vestiduras de unos son superiores a las de otros. Los de eminente inteligencia poseen vestiduras fulgurantes como llamas, otros, llevan vestiduras esplendentes como la luz; los menos inteligentes llevan vestiduras de una resplandeciente blancura, o blancas sin resplandor alguno; y los que son aún menos inteligentes, llevan vestiduras de diversos colores. En cambio los ángeles del íntimo cielo, están desnudos.

(179)
D
ado que las vestiduras de los ángeles, corresponden a su inteligencia, también corresponden a la verdad, puesto que la inteligencia, procede de la verdad Divina; por consiguiente, decir que los ángeles llevan atuendos que concuerdan con su inteligencia, o con la verdad Divina, es la misma cosa. Las vestiduras de unos son fulgurantes como llamas, y las de otros esplendentes como luz, porque las llamas corresponden al bien, y la luz a la verdad del bien. Algunos llevan vestiduras de resplandeciente blancura y blancas sin resplandor alguno, y las de otros son de diversos colores, porque entre los menos inteligentes, el bien Divino y la verdad Divina son menos esplendentes, y su modo de recepción es diverso; y la resplandeciente blancura y el blanco, corresponden a la verdad; y los colores, a sus variedades. Los que habitan en el íntimo cielo, están desnudos, pues viven en la inocencia, y la inocencia corresponde a la desnudez.

(180)
C
omo en el cielo, los ángeles llevan vestiduras, cuando en el mundo aparecieron, lucían vestiduras; como en el caso de aquellos que vieron los profetas y los que aparecieron en el sepulcro del Señor:

Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve (Mat. XXVHI. 3; Marcos XVI. 5; Lucas XXIV. 4; Juan XX, 12, 13)

y aquellos que vio Juan en el cielo:

... vestidos de lino finísimo, blanco y limpio (Apoc. lV. 4)

Y como la inteligencia procede de la verdad Divina, está escrito:

... y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz (Mat. XVII. 2; Marcos IX. 3; Lucas IX. 29).

Y puesto que la luz es la verdad Divina que procede del Señor (ver más arriba, Nº 129), en la Palabra, "vestiduras", significa verdades e inteligencia que procede de dichas verdades, según consta en el Apocalipsis:

Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas... (III. 4, 5) Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas... (XVI. 15)

Y sobre Jerusalén, que denota una iglesia que vive en la verdad, se lee en Isaías:

Despierta, despierta, vístete de poder, oh Sion; vístete tu ropa hermosa, oh Jerusalén... (LII. 1);

y en Ezequiel:

... y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda (XVI. 10, 13);

para no citar muchos otros pasajes. En cambio, de aquél que no regla su vida según la verdad, se dice que "no está vestido de boda", según consta en Mateo:

Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿ cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda ?

... Y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes (XXII. 11-13)

La casa nupcial, alude al cielo y a la iglesia, debido a la conjunción del Señor con el cielo y la iglesia a través de su verdad Divina; y por eso en la Palabra, el Señor es llamado Novio y Esposo; y el cielo y la iglesia, llevan el nombre de Novia y Esposa.

(181)
Q
ue las vestiduras de los ángeles, no sólo parecen atuendos, sino que realmente lo son, se manifiesta en el hecho de que para ellos, además de ser visibles, son tangibles; disponen de muchos, los llevan puestos y también se los quitan, y conservan los que no usan para volver a ataviarse con ellos cuando se presenta la ocasión. Que poseen una gran variedad de atuendos, es algo que he podido observar miles de veces. Cuando inquirí acerca del origen de sus vestiduras, me respondieron que las reciben del Señor como dádivas, y que, a veces, las llevan puestas sin tener consciencia de ello. También dijeron, que sus vestiduras se modifican de acuerdo con sus cambios de estado; que en el primer y segundo estado poseen una blancura brillante y esplendente, y que en el tercer y cuarto estado, su brillo disminuye; cosa que ocurre según las correspondencias, ya que sus cambios de estado, se relacionan con su inteligencia y sabiduría (lo cual puede verificarse más arriba, Nº 154-161).

(182)
A
sí como los seres del mundo espiritual, lucen vestiduras que concuerdan con su inteligencia, así también los seres infernales, cuyas verdades son nulas, llevan ropajes; pero su aspecto es andrajoso, sucio, e inmundo, de acuerdo con el grado de su demencia; y sólo pueden usar dichos ropajes. El Señor permite que dispongan de vestimenta, a fin de que no aparezcan desnudos.

(21)

Capítulo XXI

RESIDENCIAS Y MORADAS
DE LOS ANGELES

(183)
Ya
que en el cielo hay sociedades, y los ángeles viven del mismo modo que los hombres, disponen también de residencias, que difieren según el estado vital de cada uno; las de aquellos que gozan de una condición de eminente dignidad, son magníficas; y las de aquellos que están en una condición inferior, no son tan magníficas. He conversado a menudo con los ángeles sobre las residencias del cielo; diciéndoles que en la actualidad, casi ninguna persona podría creer que en el cielo hay residencias y moradas; algunas, porque no las ven con sus ojos; otras, porque ignoran que los ángeles son hombres, y otras porque creen que el cielo angélico no es otra cosa que el cielo que tienen ante sus ojos; y como este parece estar vacío, y ellos suponen que los ángeles son formas etéreas, llegan a la conclusión de que habitan en el éter. Por otra parte, son incapaces de concebir que en el mundo espiritual haya cosas similares a las del mundo natural, pues su conocimiento de lo espiritual es nulo. Los ángeles afirmaron, que ellos, están al tanto de la Ignorancia imperante en el mundo en nuestros días; y se mostraron asombrados ante el hecho de que esto ocurra principalmente en el seno de la iglesia; y en mucho mayor medida entre los llamados inteligentes, que entre aquellos que éstos últimos catalogan de simples. También dijeron, que en la Palabra consta que los ángeles son hombres, pues según está escrito, los que aparecieron, poseían aspecto humano; y el Señor, que en Su ascensión llevó Consigo Su Humanidad íntegra, también apareció bajo un aspecto similar. Y que además, deberían saber que los ángeles son hombres y disponen de residencias y moradas, y no vuelan por los aires, como suponen algunos a causa de su ignorancia (que los ángeles llaman demencia) y que no son meros hálitos, aunque se los designe como espíritus. Y esto los hombres podrían percibirlo, si fueran capaces de pensar haciendo abstracción de sus nociones adquiridas acerca de los ángeles y los espíritus; cosa que ocurre, cuando no ponen en tela de juicio esta cuestión sometiéndola al examen directo de su pensamiento. Puesto que toda persona tiene una noción general de que los ángeles poseen forma humana, y que habitan en casas a las que denominan moradas celestiales, que superan en magnificencia a las moradas terrenales; pero esta noción general, que afluye del cielo, se desvanece en el acto, cuando se pone en tela de juicio su veracidad y se la somete a un escrutinio directo; cosa que ocurre especialmente entre los eruditos, quienes, dejándose llevar por su propia inteligencia, han obliterado en sí mismos la vía por la que ingresa la luz celestial. Lo mismo ocurre con la creencia acerca de la vida del hombre después de la muerte. Cuando un hombre habla del tema, sin pensar al mismo tiempo según las luces de la erudición mundana, o a partir de la doctrina que postula su reintegración con el cuerpo; entonces, cree que su vida humana ha de proseguir después de la muerte; entre los ángeles, si es que vivió según el bien; y que ha de contemplar cosas magníficas y percibirá cosas jubilosas; pero en cuanto torna a pensar nuevamente según la doctrina de la reintegración con el cuerpo, o su teoría sobre el alma, vuelve a cuestionarse si la condición del alma realmente es así, y si tal cosa es plausible; entonces, su idea previa se disipa.

(184)
P
ero el testimonio de la experiencia directa es más elocuente. Siempre que he hablado con los ángeles cara a cara, me hallaba con ellos en sus moradas. Sus moradas, son semejantes a las moradas terrenales que llamamos casas; aunque son más bellas. Y poseen cámaras, salones y alcobas en gran número; también hay atrios, huertos, jardines y parques alrededor. En los sitios en que se hallan establecidas las comunidades, las moradas son contiguas; están ubicadas una al lado de otra como en una ciudad, con avenidas, calles y plazas; exactamente igual que en las ciudades de la tierra. Me ha sido dado recorrerlas, pudiendo observar lo que había alrededor; y en ocasiones, he podido ingresar en sus casas. Esto aconteció cuando mi vista interior se hallaba develada; y en plena vigilia.

(185)
E
n el cielo, he visto palacios de una magnificencia indescriptible. La parte superior de sus muros, relucía como si fuese de oro puro, y la inferior, como si estuviese labrada con piedras preciosas; ciertos palacios, eran más espléndidos que otros; y en su interior, su aspecto era similar. Ningún vocablo, ningún conocimiento, es apto o suficiente como para describir la ornamentación de sus salones. En el lado que daba hacia el sur, había jardines, y allí también todo brillaba; en ciertos lugares, las hojas relucían como la plata, y los frutos como el oro; y las flores en sus eras, con sus diversos colores formaban un arco iris. Más allá del horizonte, donde la vista se perdía, se divisaban más palacios. Tal es la arquitectura del cielo, que se diría que allí reside el arte en sí mismo; lo que no es para maravillarse, puesto que el arte, procede del cielo. Afirman los ángeles, que tales cosas, y otras innumerables aún más perfectas, aparecen ante sus ojos por obra del Señor; sin embargo, estas cosas brindan mayor deleite a su mente que a sus ojos, pues en cada una de ellas, ven una correspondencia, y a través de las correspondencias, contemplan lo Divino.

(186)
E
n cuanto a las correspondencias, también he sido informado que no sólo los palacios y las casas . sino también todas las cosas que hay dentro de ellos y a su alrededor, corresponden a los dones interiores que reciben del Señor; las casas, en un sentido genérico, corresponden a su bondad, y cada una de las cosas que hay dentro de una casa, corresponden a los diversos dones que constituyen su bondad; y las que se hallan en su exterior, a las verdades emanadas del bien, y también a las percepciones y conocimientos derivados; y como tales cosas corresponden al bien y la verdad que reciben del Señor, corresponden a su amor, y a la sabiduría e inteligencia emanadas del amor, pues el amor pertenece al bien, y la sabiduría al bien y la verdad, y la inteligencia a la verdad emanada del bien. He aquí lo que perciben los ángeles cuando contemplan lo que los rodea, por eso su mente se deleita y admira aún más que sus ojos.

(187)
L
o antedicho, explica por qué el Señor se llamó a SÍ Mismo Templo en Jerusalén (Juan 11, 19, 21); porque el templo representaba a Su Divinidad Humana; y porqué la Nueva Jerusalén parecía estar hecha de oro puro, y sus puertas con perlas, y sus cimientos, como labrados con piedras preciosas (Apoc. XXI); porque la "Nueva Jerusalén", significa la Iglesia que habría de ser instaurada posteriormente; "las doce puertas", las verdades que conducen hacia el bien; y "los cimientos", las verdades sobre las que está fundada la Iglesia.

(188)
L
os ángeles que conforman el reino celestial del Señor, en su mayoría, moran en sitios elevados que parecen montañas de tierra fértil; los ángeles que constituyen el reino espiritual, habitan en lugares menos elevados semejantes a las colinas; en cambio los ángeles de las regiones inferiores del cielo, habitan en parajes similares a las peñas. Estas cosas derivan su existencia de las correspondencias; pues lo que pertenece a la interioridad, corresponde a las cosas más altas, y lo que pertenece a la exterioridad, a cosas relativamente más bajas; por eso en la Palabra, "montañas" significa amor celestial, "colinas" amor espiritual, y "peñas" fe.

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H
ay, también, ángeles que no viven en comunidades, sino que viven aparte, casa por casa. Y habitan en el centro del cielo, pues son los ángeles supremos.

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L
as casas que habitan los ángeles, no son construidas, como las casas del mundo, ya que las reciben gratuitamente del Señor; cada cual según su receptividad del bien y la verdad. En ellas, también pueden notarse leves modificaciones, que dependen de los cambios de estado en la interioridad de los ángeles (sobre este punto, véase más arriba, nº 154-160). Todas y cada una de las cosas que poseen los ángeles, las estiman como obsequios del Señor; y todo lo que necesitan, les es suministrado.

(22)

Capítulo XXII

EL ESPACIO EN EL CIELO

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A
unque todas las cosas que pueblan el cielo, parecen ocupar un lugar en el espacio, los ángeles no tienen noción o idea alguna de lugar o espacio. Y como esto debe sonar algo paradójico, procuraré esclarecer este punto, puesto que se trata de una cuestión de capital importancia.

(192)
E
n el mundo espiritual, todo cambio de lugar se verifica mediante cambios de estado en la interioridad de los seres, lo que quiere decir que, cambiar de lugar, no es otra cosa que cambiar de estado. Así he sido llevado por el Señor hacia los cielos, y también hacia otros planetas del universo; está travesía, la emprendía mi espíritu mientras mi cuerpo permanecía en el mismo lugar. Entre los ángeles todo movimiento se efectúa de tal modo; en consecuencia, entre ellos no existen las distancias, y al no haber distancias, tampoco hay extensiones de espacio; en vez de haber extensiones de espacio, hay estados y cambios de estado.

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P
uesto que los cambios de lugar se verifican según la forma descripta, es evidente que la proximidad entre los seres depende de la similitud del estado de interioridad que experimentan, y la separación, de su disimilitud; de ahí que quienes están próximos, experimentan un estado similar, y los que están distanciados, un estado disímil; las extensiones de espacio en el cielo, son nada más que la condición externa correspondiente a los estados internos. Por la misma razón, los cielos se distinguen entre sí, así como las sociedades de cada cielo y los individuos de cada sociedad; por eso también, los infiernos están totalmente separados de los cielos; los seres infernales, padecen un estado diametralmente opuesto al que se experimenta en los cielos.

(194)
A
simismo, en el mundo espiritual, quienquiera que desee intensamente la presencia de otro ser, goza de su presencia, pues su deseo le permite verlo mentalmente; de esa forma, accede al estado que experimenta ese otro ser; por el contrario, un ser se separa de otro, en tanto siente aversión hacia él. Y como toda aversión emana de la discordia afectiva y del disenso intelectual; en el orbe espiritual, suele ocurrir que habiendo muchas personas reunidas, mientras están de acuerdo, son visibles entre sí; pero apenas empiezan a discutir, se vuelven mutuamente invisibles.

(195)
D
el mismo modo, cuando una persona se encamina hacia un sitio determinado, ya sea que esté ubicado dentro de su propia ciudad, ya sea en un patio o en un jardín, o bien en las afueras de su propia comunidad, arriba más rápido si su deseo de llegar allí es intenso, y menos rápido si no lo es; el camino se alarga o se acorta según la intensidad de su deseo; y sin embargo, el camino, sigue siendo el mismo. He observado esto con frecuencia, y nunca he dejado de admirarme. Todo ello, pone de manifiesto que las distancias, y, por tanto, las extensiones de espacio, concuerdan plenamente con los estados de interioridad de los ángeles; y siendo así, ninguna noción o idea relativa al espacio puede ser captada por su mente, aunque entre ellos hay extensiones de espacio igual que en el mundo.

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L
o dicho puede ilustrarse a través de los pensamientos del hombre, ya que el espacio no es el elemento propio del pensamiento, pues cualquier cosa sobre la que se piensa intensamente, se hace presente ante nosotros. Por lo demás, quienquiera que reflexione un poco sobre el tema, advertirá que su vista percibe el espacio solamente a través de objetos, situados en puntos intermedios sobre la tierra que ocupan su visión de manera simultánea, o recordando su consabidas nociones sobre la distancia. Esto se debe al fenómeno de continuidad, porque en lo que es continuo, la distancia es aparente sólo a partir de cosas que no son continuas. Esto es aún más exacto en lo relativo a los ángeles, porque su vista actúa al unísono con su pensamiento, y éste con su afecto; y las cosas parecen cercanas o remotas, y también se modifican, según sus estados de interioridad, como se ha dicho antes.

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A
esto se debe que en la Palabra, los lugares y las extensiones de espacio, y todo lo referente al espacio, significan cosas relativas a los estados; como por ejemplo las distancias, la proximidad, la lejanía, los caminos, los viajes, las peregrinaciones, las millas y estadios, las llanuras, los campos y los jardines, las ciudades y las calles, el movimiento, las medidas de diverso género, la longitud, la anchura, la altura y la profundidad, e incalculables cosas más; porque casi todo lo perteneciente al pensamiento terrenal del hombre, participa de alguna manera del espacio y del tiempo. Aquí indicaré solamente cuál es el sentido que poseen en la Palabra la longitud, la anchura y la altura. En este mundo, se designa como largo o ancho a aquello que es largo o ancho en cuanto a espacio, y lo mismo ocurre en el caso de la altura. En cambio en el cielo, en donde el pensamiento no se basa en el espacio; la longitud, denota un estado en el que se goza del bien; la anchura, un estado en el que se goza de la verdad; y la altura, la distinción que existe entre ellos según los grados (ver nº 38). Tal es el sentido de estas tres dimensiones, puesto que en el cielo, la longitud se extiende de oriente a occidente, y quienes moran allí gozan del bien del amor; en cambio la anchura, se extiende desde el sur hacia el norte, y los que residen a-Ilí disfrutan de la verdad del bien (ver nº 148); por su parte la altura, en el cielo, alude a los dos aspectos anteriores en lo relativo a los grados. Y por lo mismo en la Palabra, la longitud, la anchura y la altura, poseen una significación similar, según consta en Ezequiel (desde el capítulo XL hasta el XLVIII), donde el Nuevo Templo y la Nueva Tierra, los atrios, las cámaras, los portales, las puertas, las ventanas, y sus contornos, se describen con medidas de longitud, anchura y altura, mediante las cuales se alude a una Nueva Iglesia, y al bien y la verdad que hay en ella. De no ser así, ¿ con qué finalidad se señalan todas estas medidas ?  Del mismo modo se describe a la Nueva Jeru-salén en el Apocalipsis, con las siguientes palabras:

La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura son iguales (XXI. 16).

Dado que en este pasaje "la Nueva Jerusalén" denota una nueva igle-sia dichas medidas aluden a las cosas que constituyen la iglesia; su "longitud", al bien del amor; su "anchura", a la verdad del bien; su "altura", al bien y la verdad en lo relativo a los grados; "doce mil estadios", todo bien y toda verdad en su conjunto. De otro modo, ¿ qué sentido tendría precisar que la altura erá de doce mil estadios, igual que su longitud y anchura ?  Que en la Palabra "anchura" significa verdad, se pone claramente de manifiesto en David:

No me entregaste en mano del enemigo; Pusiste mis pies en lugar espacioso. (Salmos XXXI. 8)

Desde la angustia invoqué a Jah, Y me respondió Jah, poniéndome en lugar espacioso (Salmos CXVIII. 5)

Y en otros pasajes (como en Isaías VIII. 8, y Habacuc I. 6); y de un modo similar en todos los otros casos.

(198)
D
e esto se sigue que por más que en el cielo haya extensiones de espacio igual que en el mundo, allí nada se estima en conformidad con las extensiones de espacio; todo se estima según los estados; por consiguiente, allí, las extensiones de espacio no pueden medirse como en el mundo, pues sólo pueden percibirse en conexión con el estado que experimentan sus habitantes, es decir, según el estado de su interioridad.

(199)
Y
la causa primordial de ello, es que el Señor está presente en cada cual según su amor y su fe, y que todas las cosas parecen cercanas o remotas según Su presencia, y por ella se hallan determinadas todas las cosas que pueblan los cielos. Por eso los ángeles poseen sabiduría, y por lo mismo sus pensamientos se difunden, y a ello se debe que exista una comunicación entre todas las cosas que pueblan los cielos; en una palabra, es gracias a la presencia del Señor que los ángeles piensan espiritualmente, a diferencia de los hombres, que piensan naturalmente.

(23)

Capítulo XXIII

LAS AFILIACIONES
Y LAS COMUNICACIONES
ESTÁN DETERMINADAS
POR LA FORMA DEL CIELO

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E
n base a lo expuesto en los artículos previos, es posible formarse una noción acerca de la forma del cielo; como ser, que las secciones máximas del cielo son similares a las mínimas (Nº 72); y que, a causa de ello, cada sociedad es un cielo en forma menor, y cada ángel en forma mínima (Nº 51 -58); que puesto que el cielo en su conjunto refleja a un solo hombre, cada sociedad refleja la imagen de un hombre en forma menor, y cada ángel, en su forma mínima (Nº 59-77); que los que gozan de suprema sabiduría, están situados en el centro, y los que poseen menor sabiduría, se ubican alrededor hasta llegar a la periferia, y esta disposición es similar en cada sociedad (Nº 43); y que en el cielo, desde la región oriental hasta la occidental, habitan los que gozan del bien del amor, y desde la región meridional hasta la septentrional, los que disfrutan de la verdad del bien, y esta disposición es similar en cada sociedad (Nº 148, 149). Dicho orden concuerda con la forma del cielo; y a partir de él, puede inferirse cuál es la forma del cielo en su aspecto general.

(201)
E
s sumamente importante conocer cuál es la forma del cielo, puesto que no sólo los vínculos que se establecen entre sus habitantes concuerdan con ella, sino también toda comunicación, y en consecuencia, la difusión general de los pensamientos y de los afectos, es decir, la inteligencia y la sabiduría de los ángeles en su integridad. De esto se sigue, que cada habitante del cielo disfruta de sabiduría en la medida que posea la forma del cielo, vale decir, en la medida en que sea una forma del cielo. Es exactamente lo mismo decir según la forma del cielo, o según el orden del cielo, pues la forma de las cosas, deriva de su propio orden y concuerda con él.

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E
xaminemos en primer lugar, qué es lo que se entiende por poseer la forma del cielo. El hombre ha sido creado a imagen del cielo y a imagen del mundo; su interioridad a imagen del cielo, y su exterioridad a imagen del mundo (ver arriba Nº 57); a imagen, es lo mismo que según la forma. Pero el hombre, debido a la perversidad de su voluntad y a la falsedad de su pensamiento, ha destruido la imagen del cielo en su ser, o sea, ha destruido la forma del cielo; asumiendo en su lugar la imagen y la forma del infierno; por eso su interioridad se halla obliterada desde su nacimiento; y por la misma razón, ^diferencia de los animales, el hombre nace en una condición de absoluta ignorancia. Y para que pueda recobrar la imagen y la forma del cielo, debe ser instruido en lo relativo a las cosas que conciernen al orden; puesto que, la forma, según se ha indicado, depende del orden. La Palabra encierra en sí todas las leyes del orden Divino, pues sus preceptos son las leyes del orden Divino; por tanto, en la medida que el hombre las conoce y vive en conformidad con ellas, su interioridad comienza a develarse, y el orden o imagen del cielo cobran forma nuevamente en su ser. Lo que pone de manifiesto qué es lo que se entiende por poseer la forma del cielo: vivir de acuerdo con los preceptos de la Palabra.

(203)
E
n la medida que un hombre posea la forma del cielo, en tal medida se halla en el cielo, erigiéndose de hecho en un cielo en forma mínima (Nº 57); y en esa misma medida, goza de inteligencia y sabiduría; ya que, según se ha indicado antes, todos los pensamientos de su intelecto y todos los afectos de su voluntad se difunden hacia todos los puntos del cielo en armonía con su forma, comunicándose maravillosamente con todas las sociedades del cielo, las que a su vez se comunican con él del mismo modo. Hay ciertas personas que rehúsan creer que sus pensamientos y afectos se difunden a su alrededor, pues suponen que éstos se hallan recluidos en su interioridad; porque todo lo que piensan lo ven dentro suyo, y fuera de ellos, no lo perciben; pero se equivocan en demasía quienes opinan de tal modo. Puesto que así como la vista del ojo, se extiende hacia objetos remotos y es afectada según el orden de las cosas visibles en dicha extensión, así también su vista interior, que pertenece a su intelecto, se difunde de un modo similar en el mundo espiritual; aunque el hombre no lo perciba, por la razón indicada más arriba (Nº 196). La única diferencia, estriba en que la vista del ojo es afectada de un modo natural, ya que es afectada por las cosas que pueblan el mundo natural, mientras que la vista del intelecto es afectada de un modo espiritual por las cosas que pueblan el mundo espiritual, que son todas relativas al bien y la verdad; y esto, es algo que el hombre ignora pues desconoce que hay una luz que ilumina al intelecto; sin embargo, sin esa luz que ilumina al intelecto, el hombre sería absolutamente incapaz de pensar (acerca de esa luz, ver más arriba, Nº 126-132). Tuve ocasión de observar a un espíritu que juzgaba que su pensamiento pertenecía exclusivamente a su fuero interno, y que, por tanto, no se difundía fuera de él ni se comunicaba con las sociedades exteriores. A fin de que se percatara de su error, le fue interrumpida la comunicación con las sociedades circundantes y, a consecuencia de ello, se vio privado de su pensamiento y se desplomó en el suelo como examine; aunque agitaba los brazos desmañadamente, como un niño recién nacido. Un poco después, la comunicación le fue restituida, y a medida que la recobraba, volvió a recuperar la facultad de pensar. Otros espíritus, que tuvieron ocasión de presenciar semejante episodio, confesaron que el pensamiento y el afecto y, por consiguiente, todas las cosas de la vida, fluyen en armonía con la comunicación; pues la vida del hombre, en su integridad, depende de la facultad de pensar y de su capacidad de ser conmovido por el afecto, o lo que es igual, de su capacidad de entender y querer.

(204)
P
ero es conveniente saber que la inteligencia y la sabiduría varían en cada cual según su capacidad de comunicación; quienes están dotados de inteligencia y sabiduría integradas por verdades y dones de bondad genuinos, se comunican con sociedades que armonizan con la forma del cielo; pero los que están dotados de inteligencia y sabiduría que no encierran verdades y dones de bondad genuinos, sino aptitudes que condicen con su índole, tienen una comunicación intermitente y de coherencia variable, ya que no se establece con sociedades dispuestas en serie según la forma del cielo. Por otra parte, los que carecen de inteligencia y sabiduría, debido a que gozan de la falsedad del mal, se comunican con sociedades infernales; el alcance de semejante comunicación, depende del grado en que hayan confirmado su perversidad. Pero también debe saberse, que dicha comunicación entre sociedades no es una comunicación manifiestamente perceptible para sus miembros, pues lo que se comunica es la índole misma de su ser, la cual reside en ellos y fluye de ellos.

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T
odos los habitantes del cielo se vinculan entre sí en armonía con sus afinidades espirituales, que son afinidades relativas al bien y la verdad según su orden. Y la misma correlación se verifica en el cielo en su conjunto, en cada sociedad y en cada casa. A ello se debe que los ángeles, que gozan de un bien y una verdad similares, se reconozcan, como se reconocen los parientes sanguíneos o políticos en la tierra; como si se conocieran desde la infancia. Y en cada ángel, el bien y la verdad, que conforman su inteligencia y sabiduría, se vinculan de un modo similar; se reconocen mutuamente, y al reconocerse, entran en conjunción. Por eso, los que poseen el bien y la verdad en su interior, en conjunción según la forma del cielo, contemplan el devenir de las cosas en forma de series, viendo cómo se vinculan armoniosamente a su alrededor; en cambio aquellos, en quienes el bien y la verdad no se hallan en conjunción según la forma del cielo, no pueden contemplar las cosas de tal modo.

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ada cielo, está dispuesto en un forma similar a la descripta, y en conformidad con ella se verifica la comunicación y difusión de los pensamientos y afectos entre los ángeles, y, por tanto, de ella dependen su inteligencia y sabiduría. Pero la comunicación entre uno y otro cielo se establece de un modo distinto; el tercero o íntimo, se comunica con el segundo o intermedio; y éste, con el primero o externo. Por otra parte, la comunicación que se establece entre los cielos, no debería llamarse comunicación, sino influjo; a este punto, nos referiremos ahora. Que hay tres cielos, netamente diferenciados entre sí, puede verificarse más arriba en los artículos respectivos (Nº 29-40).

(207)
Q
ue, en sentido estricto, no se establece comunicación entre un cielo y otro, sino que se conectan entre sí a través de un influjo, es algo que puede inferirse de su situación correlativa. El tercer cielo o íntimo cielo, se halla en lo alto, el segundo o intermedio se sitúa debajo, y el primero o extremo está ubicado aún más abajo. El orden correlativo de todas las sociedades de cada cielo, es similar; por ejemplo, algunas están asentadas en sitios elevados semejantes a las montañas (Nº 188); en las cimas, las sociedades del íntimo cielo; un poco más abajo, las sociedades del segundo cielo; y por debajo de éstas, las del cielo externo. Y el mismo orden se verifica por doquier, ya sea en sitios elevados o en sitios no elevados; una sociedad perteneciente a un cielo superior, no se comunica con otra perteneciente a uno inferior, sino es por medio de las correspondencias (ver arriba, Nº 100); este modo de comunicarse por medio de las correspondencias, se llama influjo.

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U
n cielo se halla en conjunción con otro, o una sociedad de un cielo con la de otro, por obra exclusiva del Señor; ya sea por influjo inmediato, ya por influjo mediato; el inmediato, procede directamente de El Mismo, y el mediato, atravesando los cielos superiores desciende en orden hacia los inferiores. Y como la conjunción entre los cielos por influjo, procede exclusivamente del Señor, se adoptan precauciones extremas a fin de que los ángeles de un cielo superior no condesciendan a entrar en contacto, o entablar conversación, con miembros de sociedades de un cielo inferior, pues cuando tal cosa sucede, se ven privados en el acto de su inteligencia y sabiduría. Señalaremos las causas de ello. Así como los cielos se distinguen en tres grados, as: también cada ángel posee tres grados vitales; los que moran en el íntimo cielo poseen su tercer grado vital develado, pero el segundo y el primero los tienen velados; quienes habitan el cielo intermedio, poseen su segundo grado vital develado, y el primero y tercero velados; y aquellos que habitan el cielo inferior, poseen su primer grado vital develado, y el segundo y el tercero velados. Por consiguiente, cuando un ángel del tercer cielo, condesciende a entrar en contacto con algún miembro de una sociedad del segundo cielo, y entabla conversación con él, su tercer grado vital se vela en el acto; y como su sabiduría pertenece a ese grado, cuando éste se halla velado, se ve privado de ella, pues su sabiduría es nula en lo que se refiere al segundo y al primer grado. Tal es el sentido de las palabras del Señor en Mateo:

En aquel día, el que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa (XXIV. 17, 18)

Y en Lucas:

En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en su casa, no descienda a tomarlos; y ei que en el campo, asimismo no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. (XVI1. 31, 32)

(209)
No puede haber influjo de los cielos inferiores en los superiores, pues tal cosa sería contraria al orden; hay, en cambio, un influjo de los cielos superiores en los inferiores. Por lo demás, la sabiduría de los ángeles de los cielos superiores, sobrepasa a la de los ángeles de los cielos inferiores en una proporción de diez mil a uno; y ésta es otra de las razones que determinan que los ángeles de un cielo inferior carezcan de aptitud para dialogar con los de un cielo superior; de hecho, cuando dirigen su mirada hacia éstos, no pueden verlos, pues el cielo superior aparece ante sus ojos como una especie de niebla situada por encima de sus cabezas. Los ángeles de un cielo superior, sí pueden ver a los que habitan un cielo inferior, pero no les está permitido dialogar con ellos, pues de ocurrir tal cosa se verían privados de su sabiduría, según se ha indicado antes.

(210)
L
os pensamientos, los afectos, y los diálogos de los ángeles del íntimo cielo, jamás son percibidos en el cielo intermedio, dado que trascienden su esfera. Pero cuando el Señor así lo desea; en los cielos inferiores, aparece una forma flameante, que emana de la esfera del íntimo cielo; y procedente de los pensamientos y afectos de los habitantes del cielo intermedio, en el cielo externo, aparece una forma luminosa, y a veces una nube de resplandeciente blancura veteada de diversos colores. Y en base a esa nube; su ascenso ^º descenso y su forma, es posible discernir en cierta medida, qué es lo que disertan los ángeles de los cielos superiores.

(211)
L
o dicho pone de manifiesto cuál es la forma del cielo, vale decir; en el íntimo cielo su perfección es suprema; en el cielo intermedio, su forma también es perfecta, aunque en un grado menor; y en el cielo externo, en un grado inferior; y que la forma de un cielo, deriva su existencia permanente de otro, mediante el influjo que procede del Señor. Pero es imposible comprender en qué consiste la comunicación por influjo, a menos que se sepa qué son los grados de altura, y en qué difieren de los grados de longitud y de anchura. En qué consisten, y cuál es su diferencia, puede verificarse más arriba (Nº 38).

(212)
E
n cuanto a los detalles particulares de la forma del cielo, y el modo en que surge y fluye; se trata de una cuestión incomprensible incluso para los ángeles. Sin embargo, puede inferirse una noción aproximada, a partir de la forma que poseen todas las cosas que constituyen el cuerpo humano, cuando ésta es examinada por un hombre sagaz y penetrante; pues según se ha indicado antes, en los artículos respectivos al tema, el cielo en su conjunto refleja a un solo hombre (véase Nº 59-72); y todas las cosas pertenecientes al hombre, se hallan en correspondencia con los cielos (Nº 87-102). Cuan incomprensible e inextricable es dicha forma, puede colegirse, siquiera de un modo general, examinando las fibras nerviosas, mediante las cuales todas y cada una de las partes del cuerpo se hallan entretejidas. Cómo son estas fibras, y de qué modo actúan y fluyen en el cerebro, es algo que el ojo no puede percibir; ya que innumerables fibras están allí entretejidas de manera tal que, tomadas en su conjunto, ofrecen el aspecto de una delicada masa continua; y sin embargo, es en conformidad con ellas que todas y cada una de las cosas de la voluntad y el intelecto fluyen en los actos de manera exquisitamente diferenciada. También puede apreciarse con claridad el modo en que se entretejen en el cuerpo; en les diversos plexos, como el del corazón, el del mesenterio y en otros; y también en los nudos denominados ganglios, en los que ingresan numerosas fibras, procedentes de todas las regiones del cuerpo y allí se entrelazan, y luego de ligarse entre sí de diversas maneras, egresan para cumplir sus funciones; y esto, una y otra vez; y algo similar puede observarse en cada víscera, en cada miembro, órgano y músculo. Quienquiera que examine estas fibras y sus incalculables maravillas con ojo penetrante, quedará estupefacto. Pero las cosas que el o-jo puede ver, son exiguas: aquellas que no puede observar, son todavía más prodigiosas, pues pertenecen a la esfera interior de la naturaleza. Que su forma corresponde con la forma del cielo, se evidencia en el hecho de que todas las operaciones del intelecto y la voluntad, residen en ella y armonizan con ella; puesto que todo lo que el hombre quiere hacer, deviene en acto espontáneamente de acuerdo con dicha forma; y todo lo que piensa, se difunde a través de las fibras de principio a fin, siendo éste el origen de las sensaciones; y como ésta es la forma del pensamiento y de la voluntad, tal es la forma de la inteligencia y la sabiduría; que es la forma que corresponde con la forma del cielo. De ello se desprende, que en conformidad con ella se difunden todos los afectos y todos los pensamientos de los ángeles, y en la medida en que éstos la poseen, gozan de inteligencia y sabiduría. Que la forma del cielo procede de la Divinidad Humana del Señor, puede verificarse más arriba (Nº 78-86). Lo expuesto tiende a esclarecer que la forma del cielo es tal, que jamás puede ser conocida cabalmente en su aspecto general; tan es así, que resulta incomprensible incluso para los ángeles, según se ha señalado anteriormente.

(24)

Capítulo XXIV

EL GOBIERNO DEL CIELO

(213)
Como el cielo se halla dividido en sociedades, y las sociedades mayores están constituidas por cientos de miles de ángeles (Nº 50), y como los integrantes de cada sociedad, aunque poseen una bondad similar, difieren según su sabiduría (Nº 43), es menester que allí existan gobiernos; pues debe mantenerse la observancia del orden, y todo lo relativo al orden ha de ser respetado. Pero los gobiernos que hay en el cielo, difieren; en las sociedades que conforman el reino celestial del Señor, el gobierno posee ciertos rasgos que lo distinguen del de las sociedades que constituyen Su reino espiritual; difieren, también, según las funciones específicas que desempeñan las diversas sociedades. De cualquier modo, en el cielo sólo es posible que exista el gobierno del amor mutuo, y el gobierno del amor mutuo, es el gobierno celestial.

(214)
El gobierno del reino celestial del Señor se llama Justicia, porque los que moran en ese reino, viven en el bien del amor al Señor, que procede del Señor; y todo lo que emana de ese bien, lleva la designación de Justo. Sólo el Señor gobierna allí. El Señor guía a sus habitantes, y los instruye en lo que atañe a las cosas de la vida. Las verdades, designadas verdades de juicio, están inscriptas en sus corazones; todos las saben, las perciben y las ven; debido a ello, jamás discuten acerca de asuntos relativos a la exactitud de juicio, solamente tratan cuestiones relativas a la justicia, que atañen a la vida. Acerca de estos temas, los menos sabias consultan a los más sabios, y éstos al Señor y de El reciben respuestas. Su cielo, es decir, su íntimo regocijo, es llevar una vida justa bajo el influjo del Señor.

(215)
En el reino espiritual del Señor, el gobierno se denomina Juicio; porque los habitantes de ese reino, viven en el bien espiritual, que es el bien de la caridad hacia el prójimo, y ese bien deriva su esencia de la verdad; y la verdad concierne al juicio, así como el bien pertenece a la justicia. El Señor guía también a sus habitantes, pero de un modo mediato (Nº 208); a causa de ello, poseen gobernantes; pocos o muchos, de acuerdo con las necesidades propias de la sociedad en que residen. Y también poseen leyes que rigen su convivencia. Los gobernantes tienen a su cargo la administración de todas las cosas en conformidad con las leyes, a las que comprenden debido a su sapiencia, y en aquellas cuestiones que generan dudas, son esclarecidos por el Señor.

(216)
Como el gobierno del bien, que es el que rige en el reino celestial del Señor, se llama Justicia; y el gobierno de la verdad, que es el que rige en el reino espiritual del Señor, se denomina Juicio; en la Palabra, los términos "justicia y juicio", se emplean para designar al cielo y la iglesia; "justicia", significa bien celestial; y "juicio", bien espiritual, y este bien, según se ha indicado más arriba, deriva su esencia de la verdad, según puede comprobarse en los siguientes pasajes:

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. (Isaías 9. 7)

"David" aquí significa el Señor; y "Su reino", el cielo, según puede verificarse en el siguiente pasaje:

He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, y hará juicio y justicia en la tierra (Jeremías XXIII. 5)

Será exaltado Jehová, el cual mora en las alturas; llenó a Sión de juicio y de justicia (Isaías XXXIII. 5)

"Sion" en este pasaje significa el cielo y la iglesia.

... que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas quiero, dice Jehová. (Jeremías IX. 24). Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia (Oseas 11. 19).

Tu justicia es como los montes de Dios, tus juicios, abismo grande. (Salmos XXXVI. 5, 6) ... me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios (Isaías LVIII. 2).

 

Y lo mismo se verifica en otros pasajes.

(217)
En el reino espiritual del Señor hay varias formas de gobierno, que difieren en las distintas sociedades, y su variedad depende de las funciones que desempeñan las sociedades; estas funciones concuerdan con las funciones de todas las cosas del cuerpo humano con las que corresponden. Que estas funciones son variadas, es bien notorio; el corazón desempeña una función, otra los pulmones, otra el hígado, otra el páncreas y el bazo, y otra cada órgano sensorial. Así como en el cuerpo estos órganos prestan diversos servicios, así también las sociedades que conforman el Hombre Máximo, que es el cielo, prestan diversos servicios; puesto que las sociedades que hay allí, corresponden con dichos órganos. Que hay una correspondencia entre todas las cosas del cielo y todas las cosas del hombre, puede verificarse en el artículo respectivo al tema (ver más arriba Nº 87-102). Todas estas formas de gobierno coinciden en lo siguiente: que tienen como fin el bien público; y éste, en beneficio del individuo. Y ello es así porque los habitantes del cielo universal se hallan bajo los auspicios del Señor, que a todos ama, y por amor Divino dispone que exista un bien común del cual cada individuo recibe su propio bien. Por lo demás, cada cual recibe su propio bien según el amor que siente hacia el bien común; puesto que en la medida que ame al bien común, ama a todos y a cada uno; y como ese amor es amor del Señor; quien lo siente, es amado por el Señor, y el bien fluye en él.     andele-svetla.cz

(218)
Lo expuesto permite precisar quiénes son los que gobiernan en el cielo: aquellos que sobresalen por su amor y sabiduría, deseando, por tanto, el bien de todos; quienes, gracias a su sabiduría, saben propiciar el bien común. Tales gobernantes, no ejercen dominio ni se imponen sobre los demás, sino que asisten y sirven a sus semejantes (servir significa hacer el bien a los demás, por amor al bien, y asistir, velar por el cumplimiento de este bien); por otra parte, tampoco pretenden ser superiores a sus semejantes, sino inferiores, ya que toman en cuenta, en primer lugar, el beneficio de la sociedad y del prójimo, y en último lugar, el personal; y lo que está en primer lugar es superior, y aquello que está en último lugar, inferior. De todos modos, los gobernantes disfrutan de honores y de gloria; moran en el centro de la sociedad, gozan de una posición más elevada que el resto de sus miembros y residen en magníficos palacios; y si aceptan la gloria y los honores, no lo hacen en beneficio propio, sino para preservar la obediencia; puesto que todos saben que los honores y la gloria proceden del Señor; y si deben ser obedecidos, es justamente por ello. Tal es el sentido de las palabras del Señor a sus discípulos:

... sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir... (Mateo XX. 26, 27, 28).

Mas no así entre vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige como el que sirve (Lucas XXII. 26).

(219)
En cada casa hay también un gobierno similar en forma menor. En cada una de ellas hay señores y sirvientes; el señor ama a los sirvientes y los sirvientes al señor, y, por tanto, se prestan servicio mutuo por amor; el señor instruye a los sirvientes sobre el modo en que se debe vivir, y señala las tareas a realizar; y los sirvientes obedecen y cumplen con sus obligaciones. Desempeñar un uso es el deleite de la vida de todo ser. Lo que evidencia que el reino del Señor, es un reino de usos.

(220)
En los infiernos también hay regímenes; sin ellos, sería imposible mantener bajo control a sus moradores; pero los regímenes infernales son diametralmente opuestos a los gobiernos celestiales; son regímenes impuestos por el amor de sí mismo; todos los seres infernales anhelan dominar a sus semejantes y sojuzgarlos. Odian a quienes no los favorecen, haciéndolos víctima de sus sentimientos vengativos y de su furor; tal es la naturaleza del amor de sí mismo. Por lo cual, a los más perversos, se les confiere el puesto de gobernantes; éstos, son acatados por temor. Pero este punto será tratado más adelante, cuando examinemos el tema de los infiernos.

(25)

Capítulo XXV

EL CULTO DIVINO
EN EL CIELO

(221)
El culto Divino en los cielos no difiere, en su aspecto externo, del culto Divino en la tierra, pero en su interioridad es diferente. En los cielos, igual que en la tierra, también hay doctrinas, prédica y templos. En lo esencial, todas las doctrinas que se predican en los cielos son similares; salvo que en los cielos superiores, la sabiduría que estas doctrinas encierran es más interior que en los cielos inferiores. La prédica concuerda con las doctrinas; y así como los habitantes de los cielos poseen casas y palacios (Nº 183-190), disponen también de templos en los que se predica. Si estas cosas existen en los cielos, se debe al hecho de que los ángeles se perfeccionan continuamente en amor y sabiduría; puesto que están dotados de intelecto y voluntad, igual que el hombre, y tanto el intelecto como la voluntad pueden ser perfeccionados en forma continua; el intelecto mediante verdades que competen a la inteligencia, y la voluntad mediante bienes que pertenecen al amor.

(222)
Pero lo esencial del culto Divino, no consiste en frecuentar la iglesia para oír las prédicas, sino en llevar una vida plena de amor, caridad y fe, en conformidad con la doctrina; la prédica que se imparte en los templos, es solamente un medio de instrucción de los preceptos a observar en la vida. He conversado con los ángeles acerca de este tema, diciéndoles que en el mundo, prevalece la creencia de que el culto Divino consiste exclusivamente en asistir a la iglesia, escuchar lo que allí se predica, observar el Sacramento de la Eucaristía tres o cuatro veces al año, y cumplir con otras ceremonias rituales de acuerdo con los estatutos de la iglesia; a-demás de consagrar un tiempo determinado a la oración, comportándose píamente en tales ocasiones. Los ángeles afirmaron que estos actos externos deben observarse, pero que carecen de valor a menos que procedan de un acto interior, y ese acto interior consiste en vivir en conformidad con los preceptos que enseña la doctrina.

(223)
A fin de ser instruido acerca de las ceremonias que se realizan en los centros de culto, en ocasiones me ha sido dado asistir a sus templos, y pude oír lo que allí se predicaba. El predicador, se halla de pie en un pulpito situado en el sector oriental. Frente a él, se sientan quienes reciben la luz de la sabiduría en grado eminente, a la derecha y a la izquierda de éstos, se sientan los que la reciben en menor grado. Los asientos están dispuestos en forma circular, de modo que todos los circunstantes se hallan a la vista del predicador; nadie se sienta en un lugar ubicado fuera del alcance de su vista. Próximos a la entrada, situada en el sector oriental del templo y a la izquierda del pulpito, se ubican aquellos que van a ser iniciados. Nadie puede permanecer detrás del pulpito; si hay alguien allí, su presencia turba al predicador. Lo mismo ocurre cuando algún miembro de la congregación disiente; en tal caso, el que disiente se ve obligado a volver su rostro. Las prédicas encierran tal sabiduría, que es imposible equipararlas a las que se pronuncian en este mundo, pues las que se oyen en el cielo se hallan infundidas de luz interior. Los templos del reino espiritual parecen estar hechos de piedra, y los del reino celestial de madera; porque la piedra corresponde a la verdad, y los habitantes del reino espiritual viven en la verdad; y la madera corresponde al bien, y quienes moran en el reino celestial viven en el bien. Los templos del reino celestial no se llaman iglesias, sino Casas de Dios. En este reino los templos no son suntuosos; en cambio en el reino espiritual, son más o menos suntuosos.

(224)
También he hablado con uno de los predicadores acerca del estado de beatitud que gozan quienes atienden a las prédicas en los templos. Dijo que cada cual es pío, devoto y santo, de acuerdo con su interioridad que pertenece al amor y la fe, pues la santidad misma reside en el amor y la fe, dado que la Divinidad del Señor reside en ellos. Afirmó también, que desconocía qué cosa podía ser la santidad externa si carecía de amor y fe; y después de haber reflexionado acerca de ello, observó que tal vez fuese un simulacro externo de santidad, un mero convencionalismo o sencillamente hipocresía. Y que semejante santidad, es suscitada y nutrida por un fuego espurio que mana del amor de sí mismo y del mundo.

(225)
Todos los predicadores pertenecen al reino espiritual del Señor; ninguno al reino celestial. Pertenecen al reino espiritual, porque allí los ángeles viven en las verdades que emanan del bien, y toda prédica emana de la verdad. En el reino celestial no hay predicadores, pues los que moran allí viven en el bien del amor, y ven y perciben las verdades que emanan del bien, pero no hablan acerca de ellas. Pero a pesar de que los ángeles del reino celestial, perciben y ven las verdades, de todos modos, allí hay prédicas; por intermedio de ellas, son ilustrados acerca de las verdades que ya conocen, y se perfeccionan mediante el conocimiento de muchas verdades que previamente ignoraban; apenas las oyen, las reconocen; y de tal modo, las perciben; aman las verdades que perciben, y viviendo en conformidad con ellas las aplican a la vida; afirman que vivir según las verdades es amar al Señor.

(226)
Todos los predicadores son designados por el Señor, y poseen, por tanto, dones para predicar; a nadie le es permitido predicar en los templos salvo a ellos. Se los llama predicadores, pero no sacerdotes; no se los llama sacerdotes porque el sacerdocio del cielo es el reino celestial; pues sacerdocio, significa el bien del amor al Señor, y quienes moran en el reino celestial viven en ese amor; en cambio el reino espiritual es la majestad del cielo, pues majestad significa verdad del bien, y los que habitan en el reino espiritual viven en esa verdad (ver arriba, Nº 24).

(227)
Todas las doctrinas que inspiran sus prédicas tienen la vida como fin; ninguna se ocupa de la fe aparte de la vida. La doctrina del íntimo cielo está más impregnada de sabiduría que la doctrina del cielo intermedio, y ésta se halla más impregnada de inteligencia que la doctrina del cielo externo; ya que, en cada cielo, las doctrinas se ajustan a las percepciones de los ángeles. Lo esencial de todas las doctrinas es el reconocimiento de la Divinidad Humana del Señor.

(26)

Capítulo XXVI

EL PODER
DE LOS ÁNGELES DEL CIELO

(228)
Que los ángeles tienen poder, es algo que no pueden comprender quienes nada saben acerca del mundo espiritual y su influjo en el mundo natural. Tales personas, suponen que los ángeles no disponen de poder alguno porque son espirituales; tan puros y tenues, que resulta imposible verlos con los ojos. Pero los que examinan más interiormente las causas de las cosas, piensan de otra manera; pues saben que todo el 
poder que un hombre posee proviene de su voluntad (si no dispusiera de estas facultades el hombre no podría mover la menor partícula de su cuerpo), y su intelecto y su voluntad-constituyen el hombre espiritual. La moción del cuerpo y sus miembros está bajo el arbitrio de éste; puesto que aquello que piensa, lo pronuncia por medio de la boca y de la lengua, y lo que desea, el cuerpo lo ejecuta; y dispone de su vigor a voluntad. La voluntad y el intelecto del hombre están regidos por el Señor a través de ángeles y espíritus; y lo mismo sucede con todo lo que pertenece a su cuerpo, ya que éste depende de la voluntad y del intelecto; y si el lector desea creerlo, sin influjo del cielo el hombre sería incapaz de dar un solo paso. He podido comprobar que esto es así a través de una larga experiencia. A ciertos ángeles, les fue dado dirigir mis pasos, mis actos, mi lengua y mis palabras; y esto, a su arbitrio, ejerciendo un influjo sobre mi voluntad y mi pensamiento: entonces, pude advertir que por mí mismo nada puedo hacer. Después, me informaron que de la misma manera se halla regido todo hombre, y que por medio de la doctrina de la iglesia y de la Palabra es posible instruirse al respecto; puesto que se ora a Dios a fin de que envíe Sus ángeles para que guíen al hombre, conduzcan sus pasos y lo instruyan, para que inspiren sus pensamientos y sus palabras, y otras cosas semejantes; no obstante, cuando el hombre piensa por su cuenta sin reparar en la doctrina, las palabras que profiere, y sus creencias, son bien distintas. Todo esto ha sido expuesto, a fin de dar a conocer cuál es el poder que tienen los ángeles sobre el hombre.

(229)
Pero en el mundo espiritual el poder de los ángeles es tan grande, que si refiriese todo lo que he presenciado, nadie daría crédito a mis palabras. Cualquier oposición, que es menester eliminar por ser contraria al orden Divino, los ángeles la abaten o exterminan, solamente a través de un deseo y una mirada. Así, he visto montañas, que se hallaban ocupadas por seres malignos, derrumbarse y desmoronarse; y en ocasiones, las he visto estremecerse hasta los cimientos; como en un terremoto; y he visto peñascos rajarse de parte a parte, y a sus malignos ocupantes hundién- dose en el abismo. Y he visto como eran abatidos y arrojados al infierno, por los ángeles, miríadas de espíritus malignos. Multitudes de enemigos nada pueden hacer contra los ángeles; de nada valen los artificios, ni los ardides, ni las maniobras; pues los descubren y los desbaratan en el acto. (Quienes deseen saber algo más sobre el tema, pueden consultar el relato acerca de la Destrucción de Babilonia). Tal es el poder de los ángeles en el mundo espiritual. Y en la Palabra consta que, cuando se les concede permiso, disfrutan de un poder similar en el mundo natural; así es como han exterminado ejércitos enteros, y desencadenado pestes que ocasionaron la muerte de setenta mil hombres. De este ángel, se dice:

Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta ahora, detén tu mano.

... Y David dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo... (2 Samuel XXIV. 16, 17)

Algo similar puede verificarse en numerosos pasajes. Y puesto que los ángeles disponen de semejante poder, se los llama poderes; así, leemos en

David:

Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, Poderosos en fortaleza. (Salmos CIII. 20)

(230)
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los ángeles no tienen ningún poder por sí mismos; todo su poder, procede del Señor; y son poderes sólo en la medida que reconocen esta verdad. Si un ángel cree que dispone de algún poder por sí mismo, se debilita de inmediato, hasta el punto de ser incapaz de resistir el ataque de un solo espíritu maligno; por eso los ángeles no se atribuyen ningún mérito a sí mismos, sienten aversión hacia las loas y alabanzas que se les tributan por sus actos, y asignan todo el mérito y la gloria al Señor.

(231)
La verdad Divina que procede del Señor tiene plena potestad en los cielos, pues el Señor en el cielo es la Verdad Divina unida al Bien Divino (ver Nº 126-140). Y los ángeles son poderes en la medida en que sean receptáculos de esa verdad. Por lo demás, cada cual es su propia verdad y su propio bien, porque cada cual es semejante a su intelecto y a su voluntad. El intelecto pertenece a la verdad, pues todo lo relativo al intelecto procede de la verdad, y la voluntad pertenece al bien, pues todo lo relativo a ella emana del bien; ya que uno llama verdad a lo que comprende, y bien a lo que quiere. Y por eso cada cual es su propia verdad y su propio bien. Por consiguiente, un ángel es un poder en la medida en que se erija en verdad procedente de la Divinidad y bien emanado de la Divinidad, pues en tal medida el Señor reside en él. Y como el bien y la verdad nunca son exactamente iguales en uno y en otro, ya que tanto en el cielo corno en el mundo poseen una perpetua variedad, (Nº 20), el poder de un ángel, jamases igual al de otro. Aquellos que conforman los brazos del Hombre Máximo, o cielo, gozan del poder máximo, pues viven en la verdad más que los demás, y en sus verdades fluye el bien del cielo universal. Por lo demás, el poder del hombre en su integridad se transmite a los brazos, y a través de ellos todo el cuerpo ejerce su poder. Por esta razón, en la Palabra, "brazos" y" manos" denotan poder. Y a causa de ello, a veces aparece en el cielo un brazo desnudo; y su potencia es tan grande, que puede despedazar todo lo que se le pone delante, al modo de una inmensa roca en la tierra. En una ocasión se desplazó hacia donde yo estaba, y percibí que podía hacer trizas mis huesos.

(232)
Según se ha indicado arriba (Nº 137), el poder de la verdad Divina que procede del Señor es absoluto, y tos ángeles tienen poder en la medida en que sean recipientes de la verdad Divina que procede del Señor. Pero los ángeles son recipientes de la verdad Divina según sean recipientes del bien Divino, pues las verdades derivan todo su poder del bien; si carecen de bien, su poderes nulo. Del mismo modo, el poder de bien se realiza a través de las verdades; desprovisto de verdad, el bien es nulo. El poder deriva su existencia de la conjunción del bien y la verdad. Y lo mismo ocurre con la fe y el amor; ya que la verdad equivale a la fe, pues todo lo relativo a la fe es veraz; y el bien equivale al amor, pues todo lo concerniente al amor es bueno. El inmenso poder que los ángeles derivan de las verdades del bien, también se pone de manifiesto en lo siguiente; cuando un ángel dirige su mirada a un espíritu maligno, éste desfallece y pierde toda apariencia humana, esto prosigue hasta que el ángel aparta su vista de él. La mirada de los ángeles produce semejante efecto, porque su vista emana de la luz del cielo, y la luz del cielo es la verdad Divina (ver arriba, Nº 126-132). Por otra parte, los ojos, corresponden a las verdades del bien.

(233)
Puesto que el poder de las verdades del bien es absoluto; el poder de las falsedades del mal, es nulo; y como los seres infernales viven en las falsedades del mal, nada pueden hacer contra el bien y la verdad. Cuál es el poder que ejercen sobre sus congéneres, y en qué consiste el poder de los espíritus malignos antes de ser arrojados al infierno, es un punto al que nos referiremos más adelante.

(27)

Capítulo XXVII

EL LENGUAJE
DE LOS ÁNGELES

(234)
Los ángeles conversan entre sí igual que los hombres en este mundo, y abordan diversos temas; concernientes a los asuntos domésticos, al estado civil, la condición moral y la vida espiritual. Y sus conversaciones no difieren demasiado de las que sostienen los hombres; con la sola diferencia de que son más inteligentes, porque están inspiradas por pensamientos más interiores. Me ha sido dado gozar de su compañía en numerosas ocasiones, y he departido con ellos como un amigo con otro, y algunas veces, como un desconocido con otro; y como en tales ocasiones gozaba de un estado similar al de ellos, me daba la impresión de estar conversando con hombres, y en este mundo.

(235)
El lenguaje angélico, igual que el humano, está compuesto de vocablos; y se pronuncia con sonoridad y se oye nítidamente; porque los ángeles, igual que los hombres, tienen boca, lengua y oídos; y en la atmósfera que los rodea se articula el sonido de las palabras que emiten; pero esta atmósfera es espiritual, pues se ajusta a la condición de los ángeles, que es espiritual. En su atmósfera, los ángeles respiran, y pronuncian palabras mediante su respiración, exactamente igual que los hombres en su atmósfera.

(236)
En la integridad del cielo, todos hablan una misma lengua; y se comprenden entre sí, sin que importe a qué sociedad pertenezcan, ya sea próxima o remota. Allí la lengua no se aprende, todos la saben de un modo instintivo, porque fluye espontáneamente de su afecto y de su pensamiento; el tono de su voz, corresponde a sus afectos, y su articulación verbal, consta de vocablos que corresponden a las ideas del pensamiento emanado de sus afectos; y debido a esta correspondencia, el lenguaje mismo es espiritual, porque es afecto sonoro y pensamiento hablante. Quienquiera que reflexione con cierta profundidad acerca del tema, advertirá que todo pensamiento emana del afecto que pertenece al amor, y que las ideas del pensamiento son las diversas formas en que se halla distribuido el afecto general; pues ni el pensamiento ni las ideas pueden existir aparte del afecto; el alma y la vida del pensamiento emanan del afecto Por esta razón, los ángeles pueden conocer la índole de otro ser con sólo oír su voz; en el tono de voz, perciben su afecto; y en la articulación verbal, o en sus palabras, perciben su intelecto. Los ángeles de eminente sabiduría, advierten cuál es el afecto predominante de otro ser apenas le oyen pronunciar una sola serie de palabras, porque fijan su atención especialmente en ese afecto. Es sabido que todo individuo posee una determinada variedad de afectos; estos afectos varían cuando está alegre o cuando lo embarga el pesar; cuando es clemente o misericordioso; sincero y veraz; cuando siente amor o es caritativo; cuando lo impulsa el celo o es presa de la ira; cuando simula y engaña; cuando ambiciona honores y gloria, y asi sucesivamente. Sin embargo el afecto o amor predominante es común a los diversos estados afectivos; y como los ángeles de eminente sabiduría perciben ese amor, advierten la condición de otro ser en las palabras que pronuncia Esto me fue dado verificarlo a través de una larga experiencia. He presenciado cómo los ángeles develaban la naturaleza de la vida de otro ser con sólo oírlo hablar. También me dijeron, que pueden conocer todo lo relativo a la vida de otro ser, a partir de cualquiera de las ideas de su pensamiento, porque esas ideas revelan cuál es su amor imperante, y de él depende todo lo demás. Añadieron que ése es el libro de la vida de todo hombre.

(237)
La lengua angélica no tiene nada en común con las lenguas humanas, salvo que ciertos vocablos son los sonidos de determinados afectos; pero esto no atañe a las palabras mismas, sino a sus sonidos; a este punto, nos referiremos enseguida. Que la lengua angélica no tiene nada en común con las lenguas humanas, se manifiesta en el hecho de que los ángeles son incapaces de pronunciar una sola palabra en lenguaje humano; y cuando procuran hacerlo, les resulta imposible, porque no pueden pronunciar palabra alguna que no armonice con sus afectos; y aquello que es discordante, es incompatible con la vida misma, pues la vida pertenece al afecto, y su lenguaje emana de su vida. Y según me hicieron saber, la primera lengua que hablaron los hombres sobre la tierra, concordaba con la lengua angélica, porque la recibían del cielo; y la lengua hebrea, concuerda con ella en ciertos aspectos.

(238)
Como el lenguaje de los ángeles corresponde a su afecto, y su afecto pertenece a su amor, y como él amor del cielo es amor al Señor y amor hacia el prójimo (ver arriba, Nº 13-19), es evidente que sus palabras son superlativamente elegantes y jocundas; pues no suscitan una impresión meramente auditiva, sino que conmueven la interioridad de la mente de quienes las escuchan. Cierto espíritu de corazón impasible, oyó las palabras de un ángel; y se sintió tan conmovido por lo que oía, que comenzaron a caerle las lágrimas; afirmó que jamás había llorado, pero ahora le resultaba imposible contenerse, porque estaba oyendo hablar al amor.

(239)
El lenguaje de los ángeles también está impregnado de sabiduría, pues procede de su pensamiento interior, y su pensamiento interior es sabiduría así como su afecto interior es amor; y en su lenguaje se unen el amor y la sabiduría. Por esta razón, su lenguaje está tan impregnado de sabiduría, que pueden decir en una sola palabra lo que los hombres no pueden expresar empleando mil; por lo demás, las ideas de su pensamiento aluden a cosas que el hombre no puede comprender, y mucho menos expresar. Por eso se dice que las cosas que fueron oídas y vistas en el cielo son inefables; cosas jamás percibidas por oídos u ojos terrenales. Lo cual me fue dado verificar a través de la experiencia. En ciertas ocasiones, he podido disfrutar de un estado similar al de los ángeles; en ese estado, hablé con ellos, y pude comprender todo lo que decían. Pero al ser remitido a mi estado anterior, y por ende, al pensamiento natural propio del hombre; cuando procuré recordar lo que había oído, me resultó imposible; pues había miles de cosas que no se ajustan al pensamiento natural, y que sólo pueden ser expresadas mediante variaciones de luz celestial; jamás con palabras humanas. Las ideas del pensamiento de los ángeles, de las que surgen sus palabras, también son modificaciones de la luz del cielo; y los afectos, que determinan el tono de sus palabras, son variaciones del calor del cielo; la luz del cielo, es la verdad o sabiduría Divina; y el calor del cielo, es el bien o amor Divino (ver arriba, Nº 126-140); y los ángeles derivan su afecto del amor Divino, y su pensamiento de la sabiduría Divina.

(240)
Puesto que el lenguaje de los ángeles procede directamente de su afecto, y las ideas de su pensamiento son las diversas formas en que se halla distribuido el afecto general (ver arriba, Nº 236), los ángeles pueden expresar en un instante lo que un hombre no puede expresar en media hora; y exponer en unas pocas palabras, textos que abarcan numerosas páginas; cosa que también he podido comprobar a través de una larga experiencia. Así, las ideas del pensamiento de los ángeles, y las palabras que conforman su lenguaje, son una sola cosa, como la causa eficiente y el efecto; pues lo que reside en las ideas del pensamiento como causa, se manifiesta en las palabras como efecto; por eso cada palabra encierra en sí tantas cosas. Asimismo, los detalles más imperceptibles del pensamiento angélico, y por ende del lenguaje angélico, cuando aparecen ante la vista, ofrecen el aspecto de una onda tenue o atmósfera circunfluente, que incluye innumerables cosas, dispuestas según su orden, emanadas de la sabiduría angélica; éstas, ingresan en el pensamiento de quien las percibe y lo conmueven. Las ideas del pensamiento de cada uno, ya sea ángel u hombre, aparecen a la vista en la luz del cielo, cuando el Señor así lo desea.

(241)
E
l lenguaje de los ángeles del reino celestial del Señor, es similar al lenguaje de los ángeles de Su reino espiritual, pero procede de un pensamiento más interior. Los ángeles del reino celestial viven en el bien del amor al Señor, por tanto, su lenguaje procede de la sabiduría; en cambio los ángeles del reino espiritual, viven en el bien de la caridad hacia el prójimo, que deriva su esencia de la verdad (Nº 215);y en consecuencia, su lenguaje procede de la inteligencia, pues la sabiduría surge del bien, y la inteligencia, de la verdad. Por eso el lenguaje de los ángeles celestiales parece que fluyera suave y mansamente, y en forma continua; pero el lenguaje de los ángeles espirituales, es ligeramente vibratorio y discontinuo. E lenguaje de los ángeles celestiales, tiene tonalidades en lasque priman las vocales U y O; mientras que el lenguaje de los ángeles espirituales, tiene tonalidades similares a las de la E y la I; debido a que las vocales indican el tono; el tono, manifiesta el afecto, y el tono de voz de los ángeles corresponde a su afecto, según se ha señalado anteriormente (N 236); mientras que la articulación verbal, constituida por vocablos, corresponde a las ideas del pensamiento emanado del afecto. Las vocales, no atañen a la esencia de una lengua, sino que sirven para modular el tono de las palabras según los diversos estados afectivos del que las pronuncia; por eso en la lengua hebrea, las vocales no están expresamente indicadas, y se pronuncian de diversas maneras. En base a ello, los ángeles pueden percibir la calidad del afecto y el amor de un hombre. Por otra parte, en el lenguaje de los ángeles celestiales no hay consonantes duras, y rara vez una consonante se enlaza con otra sin la interpolación de un vocablo que empieza con una vocal. Por eso en la Palabra se intercala con suma frecuencia la conjunción "y", como pueden verificarlo quienes lean la Palabra en lengua hebrea, en la que dicha conjunción es suave, y comienza y termina con sonido vocálico. Además, en el texto hebreo de la Palabra, es posible apreciar en cierta medida, si las palabras que se emplean pertenecen a la clase celestial o a la clase espiritual; es decir, si denotan bien o verdad. En las que se denota el bien, priman los sonidos de la U y la O, y hasta cierto punto también de la A; en cambio en las que se denota la verdad, predominan los sonidos de la E y la I. Y como los afectos se expresan especialmente en el tono de voz; en el lenguaje humano, cuando se tratan temas sublimes, como los relativos al cielo (caelum) y a Dios (Deus), se escogen palabras que contienen las vocales U y O; y los tonos musicales, cuando se sugieren tales temas, se elevan a una misma plenitud, cosa que no ocurre cuando se expresan temas de menor exaltación. Mediante estos recursos, el arte musical puede expresar los más variados géneros de afecto.

(242)
El lenguaje angélico posee una especie de virtud sinfónica indescriptible; que procede de la efusión y difusión de los pensamientos y afectos de los que mana el lenguaje, en armonía con la forma del cielo; puesto que allí, todo vínculo y toda comunicación se hallan en armonía con la forma del cielo. Que los ángeles se vinculan entre sí en armonía con la forma del cielo, y que sus pensamientos y afectos fluyen en consonancia con dicha forma, consta en lo que se ha expuesto antes (Nº 200-212).

(243)
Un lenguaje similar al del mundo espiritual, es inherente a la interioridad del intelecto del hombre; pero esto es algo que el hombre ignora, porque ese lenguaje no se traduce en vocablos análogos a su afectividad, como acontece entre los ángeles. Y sin embargo, esto es lo que permite al hombre hablar el mismo lenguaje que los ángeles cuando ingresa en la otra vida; y sin ninguna instrucción previa. Pero este punto será examinado en detalle más adelante.

(244)
Según se ha dicho antes, en el cielo, todos hablan la misma lengua; la única diferencia, es que el lenguaje de los que gozan de mayor sabiduría, es más interior, y posee una mayor abundancia de variaciones afectivas y de ideas; en cambio el lenguaje de los que disfrutan de menor sabiduría, es más externo y menos abundante; el lenguaje de los simples, es todavía más externo, y consta de vocablos cuyo sentido se puede captar igual que el de las palabras que emplean dos hombres en un diálogo. Hay, también, un lenguaje del rostro, que posee una culminación sonora modificada por ideas. Hay, asimismo, un lenguaje en el que se combinan representaciones celestiales e ideas, y que fluyendo de las ideas, se hace visible. Hay un lenguaje de los gestos, que corresponde a los afectos, mediante el cual representan cosas similares a las que expresan verbalmente. Hay además un lenguaje que emana de la expresión de lo que es general en su afectividad y en su pensamiento. Hay un lenguaje de sonoridad tronante; y otros de diversos géneros.

(245)
El lenguaje de los espíritus malignos e infernales, también es inherente a éstos, pues procede de sus afectos; pero emana de afectos malignos y de las consiguientes ideas espurias, lo cual suscita la a-versión incondicional de los ángeles. De modo que las jergas infernales, son diametralmente opuestas a las formas de lenguaje que se emplean en el cielo; y por eso, los espíritus malignos no pueden soportar el lenguaje angélico; ni los ángeles, el infernal. Para los ángeles, el lenguaje infernal es como un hedor intolerable. El sermón de los hipócritas, que son los que simulan ser ángeles de luz, consta de un vocabulario similar al de los ángeles; pero en cuanto a los afectos que lo inspiran, es diametralmente opuesto. En consecuencia, cuando la naturaleza intrínseca de su lenguaje llega a percibirse, como la perciben los ángeles que gozan de mayor sabiduría; se oye un crujir de dientes, y cunde el horror.

(28)

Capítulo XXVIII

EL LENGUAJE QUE EMPLEAN
LOS ÁNGELES PARA HABLAR
CON EL HOMBRE

(246)
Cuando los ángeles hablan con el hombre, no emplean el idioma angélico, ni cualquier otro idioma desconocido para el hombre, sino que emplean el mismo idioma del hombre o alguna otra lengua que le es familiar. Porque cuando los ángeles hablan con el hombre, se vuelven hacia él y establecen conjunción con él; y esa conjunción entre ángel y hombre determina que ambos conciban pensamientos similares; y como los pensamientos del hombre concuerdan con su memoria, de donde fluye el lenguaje, viene a ocurrir que los dos hablan una misma lengua. Por lo demás, cuando un ángel o un espíritu se acerca a un hombre, y dirigiéndose a él establece conjunción, obtiene acceso a la integridad de su memoria; de modo qué apenas si tiene noción de que los conocimientos del hombre, pertenecen a ese hombre y no a él, los idiomas que habla incluidos. He conversado con los ángeles acerca del tema, sugiriéndoles que tal vez ellos pensaban que al dirigirse a mí empleaban mi lengua natal, pues ésa era la impresión que daba; y sin embargo, el que hablaba era yo y no ellos; lo cual se evidencia en el hecho de que los ángeles son incapaces de pronunciar una sola palabra en lenguaje humano (ver Nº 237); por otra parte, el lenguaje humano es natural y ellos son espirituales, y los seres espirituales no pueden proferir palabras naturales. A lo que repusieron que ellos estaban al tanto de que la conjunción que establecen con el hombre que hablan se efectúa por medio de su pensamiento espiritual; dado que su pensamiento espiritual fluye en su pensamiento natural, y como éste coincide con su memoria los ángeles suponen que el idioma del hombre y todos sus conocimientos no pertenecen a éste sino a ellos; esto acontece cuando el Señor desea que se establezca este tipo de conjunción y una suerte de inserción del hombre en el cielo; no obstante, la condición del hombre en nuestros días no permite que se establezca dicha forma de conjunción con los ángeles, sino con espíritus que no tienen morada en el cielo. Cuando hablé sobre el tema con espíritus, también se mostraron renuentes a admitir que el que habla es el hombre, aseverando que eran ellos quienes hablaban en la interioridad del hombre, y que los conocimientos del nombre pertenecen a ellos y no al hombre, y que todo lo que el hombre sabe procede de ellos. Procuré disuadirlos de su error, suministrando numerosas pruebas; pero fue en vano. Qué se entiende por ángeles y qué por espíritus es algo que expondremos más adelante, al examinar el tema del Mundo de los Espíritus.

(247)
Hay todavía otro factor que determina que los ángeles y los espíritus, al establecer una conjunción tan íntima con el hombre, lleguen a creer que les pertenece lo que es propio del hombre; y estriba en el hecho de que en el hombre, la conjunción entre el mundo espiritual y el mundo natural, es tan perfecta, que da la impresión de que fuesen una sola cosa. Pero .como el hombre se ha apartado del cielo, el Señor ha dispuesto que todo individuo goce de la compañía de ángeles y espíritus, para que a través de ellos el hombre esté regido por El; de ahí que la conjunción establecida sea tan íntima. La situación sería muy distinta si el hombre no se hubiese apartado del cielo; en tal caso, el hombre sería regido por el Señor a través del influjo general del cielo; sin mediar los espíritus y los ángeles. Pero esta cuestión será examinada más adelante, cuando abordemos el tema de la conjunción entre el cielo y el hombre.

(248)
El hombre oye las palabras de un ángel o espíritu, con la misma claridad que oye las de otro hombre, y aunque se halle en compañía de otras personas, solamente él puede oírlas; pues las palabras que pronuncia un ángel o espíritu, fluyen primeramente en el pensamiento del hombre, y por una vía interior ingresan en su órgano auditivo, afectándolo desde adentro; mientras que cuando un hombre habla con otro, sus palabras fluyen inicialmente en el aire, y por vía exterior ingresan en su órgano auditivo, afectándolo desde afuera. Es evidente, entonces, que el hombre o-ye interiormente las palabras de un ángel o espíritu; pero como su órgano auditivo, de igual modo las percibe, dichas palabras, son también sonoras. Que las palabras de un ángel o espíritu, emergen de lo interior, llegando a afectar el órgano auditivo, es algo que he podido comprobar, puesto que afluyen también a la lengua, suscitando una leve vibración; pero sin generar ningún movimiento similar a los que efectúa el hombre, cuando por medio de la lengua articula las palabras por sí mismo.

(249)
Pero en nuestros días, rara vez le es dado a alguien hablar con espíritus, porque es peligroso; ya que, entonces, los espíritus advierten que están con el hombre, cosa que de otro modo no advertirían; y los espíritus malignos, sienten. un odio mortal hacia el hombre, y anhelan por sobre todas las cosas la aniquilación de su cuerpo y la perdición de su alma; y sus víctimas son aquellos que se dejan arrastrar por sus fantasías hasta el punto de llegar a privarse de los placeres propios del hombre natural. Ciertas personas que llevan una vida solitaria, a veces oyen hablar a los espíritus, sin correr peligro; pero los espíritus que están con ellos, son apartados durante cierto tiempo por el Señor, a fin de que no adviertan que están con el hombre; dado que la mayoría de los espíritus, ignoran que existe otro mundo distinto del que habitan, y no advierten por tanto la presencia del hombre; a esto se debe qué al hombre tampoco le sea permitido hablar con los espíritus. Si lo hiciera, los espíritus notarían su presencia. Asimismo, quienes cavilan constantemente sobre asuntos de índole religiosa, hallándose tan inmersos en ellos que se diría que los ven en su interioridad, comienzan a oír espíritus que hablan con ellos; porque cuando el hombre se deja llevar por persuasiones de tipo religioso, de cualquier índole que sean, sin asignarles ningún uso apropiado en el mundo, tales persuasiones penetran y se arraigan en su interioridad, y ocupan la totalidad de su espíritu, e ingresan incluso en el mundo espiritual, afectando a sus habitantes. Los individuos que responden a estas características, son visionarios y entusiastas; y cada vez que oyen hablar a un espíritu, creen que es el Espíritu Santo, cuando en realidad, quienes hablan con ellos son espíritus entusiastas. Los espíritus de esta índole, ven lo que es falso como si fuera verdadero, y al ver las cosas de tal modo, no sólo ellos creen en sus falacias, sino también aquellos que están bajo su influjo. Estos espíritus han sido apartados gradualmente de los demás, pues en caso contrario, comienzan a instigar a otros a hacer el mal y a ejercer control sobre ellos. La creencia de que ellos son el Espíritu Santo, y de que sus palabras están imbuidas de Divinidad, distingue a los espíritus entusiastas de los demás. Tales espíritus, no dañan al hombre, porque éste les rinde culto Divino. Algunas veces pude hablar con ellos; entonces, las ilusiones perversas que inducen en sus adoradores, me fueron reveladas. Estos, moran en un páramo situado hacia la izquierda, junto con sus congéneres.

(250)
Pero con los ángeles del cielo, solamente pueden hablar aquellos que viven en las verdades del bien, primordialmente quienes reconocen al Señor y creen en la Divinidad de Su Humanidad; porque esta verdad, es el cimiento de los cielos. Ya que, según se ha indicado anteriormente, el Señor es el Dios del cielo (Nº 2-6); la Divinidad del Señor crea el cielo (Nº 7-12); en el cielo, la Divinidad del Señor es amor hacia El y caridad hacia el prójimo, y ambas cosas proceden de El (Nº 13-19); el cielo en su conjunto refleja a un solo Hombre; y lo mismo ocurre con cada sociedad del cielo; todo ángel posee una perfecta forma humana, y esto en virtud de la Divinidad Humana del Señor (Nº 59-86). Todo lo cual, pone de manifiesto que con los ángeles del cielo solamente pueden hablar aquellos cuya interioridad se halla develada por las Verdades Divinas, pudiendo recibir al Señor; porque a través de estas verdades el Señor fluye en el hombre, y cuando el Señor fluye en él, también fluye el cielo. Las verdades Divinas develan la interioridad del hombre, porque cuando el hombre fue creado, su interioridad se plasmó a imagen del cielo, y su exterioridad a imagen del mundo (Nº 57); y el hombre interno sólo es develado por medio de la Verdad Divina que procede del Señor, porque esa verdad es la luz y la vida del cielo (Nº 126-140).

(251)
El influjo del Señor en Sí Mismo ingresa en el hombre por el interior de su frente, y partiendo de allí, se difunde en su rostro; debido a que la frente corresponde al amor, y el rostro a la interioridad del hombre en general. El influjo de los ángeles espirituales ingresa en el hombre por la región interior de la cabeza en su conjunto, y partiendo de la frente y las sienes, se difunde en todo el sector que contiene al cerebro, porque esa región de la cabeza corresponde a la inteligencia; en cambio el influjo de los ángeles celestiales, ingresa por la región de la cabeza que contiene al cerebelo, llamada región occipital, y se difunde a través de la zona comprendida entre los oídos y la parte posterior del cuello, porque esa región corresponde a la sabiduría. Todo lo que hablan los ángeles con el hombre, ingresa, por las vías ya indicadas, en su pensamiento; en base a ello, he podido percibir qué clase de ángeles eran los que hablaban conmigo.

(252)
Quienes hablan con los ángeles del cielo, también pueden ver las cosas que hay en el cielo, porque entonces ven por la luz del cielo, pues su interioridad se halla en esa luz; a su vez los ángeles, a través de las personas con las que hablan, ven las cosas que hay en la tierra; dado que en ellas, el cielo se halla en conjunción con el mundo, y el mundo con el cielo. Puesto que (según se ha indicado anteriormente Nº 246) cuando los ángeles se vuelven hacia el hombre, establecen una conjunción tan íntima con él, que suponen que todo lo concerniente al hombre, les pertenece; no sólo su lenguaje, sino también su vista y oído; mientras que el hombre, por su parte, supone que las cosas que recibe por influjo de los ángeles, son suyas. Tal era la conjunción que existía entre los ángeles del cielo y los más antiguos pueblos de la tierra, y por esa razón la época en que vivieron se llamó Edad de Oro. Y como los hombres de ese linaje reconocían a la Divinidad bajo su forma Humana, es decir, al Señor, hablaban con los ángeles del cielo, y éstos con ellos, como un amigo habla con otro; y entre ellos, el cielo y el mundo eran una sola cosa. Pero cuando esta época llegó a su fin, los hombres comenzaron a apartarse gradualmente del cielo, amándose más a sí mismos que al Señor, y al mundo más que al cielo; por eso, empezaron a sentir los deleites del amor de sí mismos y los del mundo como una cosa aparte de los del cielo, hasta que por último no reconocían otros deleites aparte de éstos. Entonces su interioridad, que había estado abierta hacia el cielo, fue obliterada, mientras que su exterioridad, se abrió hacia el mundo; y cuando esto sucede, el hombre está en la luz en lo qué se refiere a las cosas del mundo, pero se halla en las tinieblas en lo que se refiere a las cosas del cielo.

(253)
Desde aquellos tiempos, son muy pocos los que han hablado con los ángeles del cielo; aunque algunos sí han hablado con espíritus que no tienen morada en el cielo. Dado que el hombre posee sus facultades interiores y exteriores dispuestas de tal forma que, o bien se vuelve hacia el Señor como centro común, o bien se vuelve hacia sí mismo dando la espalda al Señor. Quienes miran al Señor, también se vuelven hacia el cielo. Pero los que se vuelven hacia sí mismos, se vuelven hacia el mundo. Y elevar a éstos, es ardua tarea; de cualquier modo, el Señor los eleva en la medida de lo posible, revirtiendo su amor; lo que se lleva a cabo mediante la instrucción de las verdades inscriptas en la Palabra.

(254)
He sido informado acerca del modo en que habló el Señor con los profetas que nos legaron la Palabra. El no habló con ellos como lo hizo con los antiguos, por influjo en su interioridad, sino a través de espíritus emisarios, a quienes infundió con Su mirada, inspirándoles las palabras que habrían de dictar a los profetas; de forma que la comunicación no se dio por influjo, sino por dictado. Y como esas palabras emanaron directamente del Señor, cada una de ellas se halla impregnada de Divinidad y contiene un sentido interno; por eso los ángeles del cielo, captan dichas palabras según su sentido celestial y espiritual, y los hombres, según su sentido natural. Así fue como el Señor estableció la conjunción entre el cielo y el mundo a través de la Palabra. También me fue referido el modo mediante el cual el Señor infunde de Divinidad a ciertos espíritus con Su mirada. Cuando un espíritu se halla infundido de Divinidad, da en suponer que él es el Señor, y que sus palabras son Divinas, y persiste en tal creencia hasta que culmina su discurso. Luego, percibe y reconoce que él es tan sólo un espíritu, y que sus palabras proceden del Señor y no de él. Tal era el estado de los espíritus que hablaron con los profetas, y por eso éstos decían que quien hablaba era Jehová; y los mismos espíritus se autodenominaban Jehová, según consta en los Libros proféticos e históricos de la Palabra.

(255)
A fin de que pueda esclarecerse la naturaleza de la conjunción que se establece entre los ángeles y los espíritus con el hombre, me es permitido referir ciertos sucesos memorables, a modo de ilustración y ejemplo. Cuando los ángeles y los espíritus se vuelven hacia el hombre, se figuran que el idioma del hombre les pertenece, y que ésa es la única lengua que conocen; lo cual se debe a que, en ese momento, están hablando en el idioma del hombre, en vez de hacerlo en el suyo, al que por otra parte no recuerdan. Pero apenas se apartan del hombre, recobran su lengua angélica y espiritual, y nada saben acerca del lenguaje humano. He pasado por una experiencia similar, en compañía de los ángeles, y mientras me hallaba en un estado similar al de ellos. Entonces, hablé con los ángeles en su propia lengua, desconociendo la mía, puesto que la había olvidado; pero apenas me separé de ellos, recobré mi lengua natal. Otra cosa digna de mención, es que cuando los ángeles se vuelven hacia el hombre, pueden hablar con él sin que importe la distancia que media entre ellos; cuando hablaron conmigo hallándose a una considerable distancia, pude oírlos con la misma claridad que desde cerca. Pero cuando apartan su mirada del hombre para conversar entre ellos, el hombre no puede oír absolutamente nada, aunque estén hablando a su oído. De esta manera, me fue dado comprobar que en el mundo espiritual toda conjunción se halla determinada por la dirección hacia la que se vuelven los seres. También es notable el hecho de que cuando se congregan muchos espíritus que desean hablar con un hombre, todos se comunican con él, y él con ellos; porque comisionan a uno de ellos para hablar con el hombre con el que desean comunicarse; entonces, el espíritu emisario se vuelve hacia el hombre, y los demás se vuelven hacia él concentrándose en los pensamientos que quieren transmitir; y el espíritu, los expresa; el espíritu, se figura que las palabras que pronuncia proceden de él, y los demás, están convencidos de que quienes hablan son ellos. De modo que la conjunción que se establece entre varios espíritus y un hombre también está determinada por la dirección hacia la que se vuelven los espíritus. Pero a estos espíritus emisarios, a los que también se llama Agentes, y a la comunicación que se establece a través de ellos, nos referiremos en detalle más adelante.

(256)
A ningún ángel o espíritu le es permitido hablar con un hombre basándose en los datos de su propia memoria; solamente pueden hacerlo a partir de los datos de la memoria del hombre pues los ángeles y los espíritus, poseen memoria igual que el hombre. Y si un espíritu hablase con un nombre basándose en su propia memoria, el hombre supondría que los pensamientos que pasan por su mente en ese momento son suyos, aunque pertenezcan al espíritu. Cosa que daría lugar a una suerte de reminiscencia de algo que el hombre nunca oyó ni vio. Que esto es así, me ha sido dado comprobarlo mediante la experiencia. Tal es el origen de la creencia que profesaban ciertos hombres de la antigüedad, quienes sostenían que al cabo de unos cuantos millares de años, habrían de retornar a su vida anterior, volviendo a ejecutar cada uno de sus actos, y que en realidad, ya lo habían hecho. Y arribaban a esta conclusión, porque a veces sentían una especie de reminiscencia sobre cosas que jamás habían visto ni oído. Esta noción era suscitada por un influjo que procede de la memoria de los espíritus.

(257)
Hay también ciertos espíritus denominados espíritus naturales y corpóreos. Cuando éstos se acercan al hombre, no establecen una conjunción con su pensamiento, como sucede con otros espíritus, sino que se introducen en su cuerpo, y ocupan todos sus sentidos, y hablan por la boca del hombre, y actúan a través de sus miembros; entonces, suponen que todo lo que es del hombre les pertenece a ellos. Tales espíritus son lo que obseden al hombre; pero el Señor los ha arrojado al infierno, de forma que están totalmente segregados; en consecuencia, este tipo de obsesiones no pueden darse en nuestros días.

(29)

Capítulo XXIX

LA ESCRITURA EN EL CIELO

(258)
Como los ángeles tienen un lenguaje, y su lenguaje consta de vocablos, también conocen el arte de escribir; y por medio de la palabra escrita, o hablada, expresan lo que conciben mentalmente. En ciertas ocasiones he recibido hojas en las que había palabras escritas, exactamente iguales a los manuscritos que pueden verse en este mundo, y también he recibido otras en las que había palabras impresas; y pude leerlas del mismo modo en que leo cualquier otro escrito, pero sólo pude descifrar el sentido de unas pocas palabras aisladas; ya que no condice con el orden Divino que el hombre se instruya por medio de escrituras que proceden del cielo; el hombre debe instruirse solamente por medio de la Palabra; porque la comunicación y conjunción entre el cielo y el mundo, o sea, entre el Señor y el hombre, se establece exclusivamente a través de la Palabra. Por otra parte, también los profetas vieron papeles escritos en el cielo, según consta en

Ezequiel:

miró, y he aquí una mano extendida hacia mi, y en ella había un rollo de libro ... Y estaba escrito por delante y por detrás (11. 9, 10)

Y en Juan

Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. (Apocalipsis V. l)

(259)
El Señor ha dispuesto que existan escrituras en los cielos por amor a la Palabra; pues en su esencia, la Palabra es la verdad Divina, y de ella procede la sabiduría celestial, tanto entre los hombres como entre los Ángeles; porque la Palabra fue dictada por el Señor, y lo que dicta el Señor transita ordenadamente todos los cielos para concluir en el hombre. De manera que se ajusta a la sabiduría de los ángeles y a la inteligencia del hombre. Por tal razón, los ángeles también disponen de una Palabra, y la leen como lo hacen los hombres en la tierra, además de tomar de allí sus principios doctrinales y realizar en base a ellos su prédica (Nº 221). La Palabra es la misma, pero carece de un sentido natural, que es el sentido literal que nosotros conocemos; solamente posee un sentido espiritual, que es su sentido interno. Quien desee saber algo más al respecto, puede consultar el pequeño tratado sobre el Caballo Blanco mencionado en el Apocalipsis.

(260)
D
esde el cielo, me fue remitida una pequeña hoja de papel, en la que podían observarse unas pocas palabras escritas en letra hebrea; y me fue dado saber que cada letra encerraba arcanos de sabiduría, y que esos arcanos estaban incluidos en las inflexiones y en las curvaturas de las letras, y, por ende, en sus respectivos sonidos. Lo cual me reveló el significado de estas palabras del Señor:

Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido (Mateo V. 18)

Que hasta la más mínima tilde de la Palabra está infundida de Divinidad, es cosa bien sabida en el seno de la Iglesia; pero dónde yace oculto en cada tilde ese hálito de Divinidad, es algo que aún se desconoce; por tanto, procuraremos ponerlo de manifiesto. En el íntimo cielo la escritura consta de numerosas inflexiones y formas circunflejas, y las inflexiones y las formas circunflejas concuerdan con la forma del cielo. A través de ellas, los ángeles expresan los arcanos de su sabiduría, y muchas otras cosas que no pueden manifestar por medio de la palabra hablada; y lo que es aún más admirable, es que los ángeles comprenden esta escritura sin instrucción previa, sin recurrir a ningún maestro; es un conocimiento implantado en ellos de manera innata, igual que su lenguaje (ver Nº 236); en consecuencia, este tipo de escritura es escritura celestial. Decimos que este conocimiento se halla implantado en ellos, por la razón de que la difusión de los pensamientos y afectos, y, por ende, la comunicación de la inteligencia y sabiduría de los ángeles, fluye en armonía con la forma del cielo (Nº 201); y por la misma razón, su escritura fluye en armonía con dicha forma. También me fue dado saber, que los más antiguos pueblos de nuestra tierra, conocían ese tipo de escritura antes de que se inventasen las letras; y que sus virtudes fueron transcriptas a las letras del idioma hebreo, y que en la antigüedad estas letras poseían rasgos flexionales, y ninguna de ellas remataba en líneas rectas, como sucede en la actualidad. De modo que la Palabra Divina incluye cosas y arcanos de los cielos, hasta en la mínima jota, tilde o punto.

(261)
E
sta, escritura con caracteres de forma celestial se emplea en el íntimo cielo; los ángeles que moran allí, son los ángeles de sabiduría suprema. Mediante estos caracteres manifiestan sus afectos, de los que fluyen sus pensamientos en orden sucesivo de acuerdo con el tema que tratan. En consecuencia, estas escrituras, que he tenido también la oportunidad de observar, encierran arcanos que el pensamiento jamás podrá penetrar por completo. Pero este tipo de escritura no se conoce en los cielos inferiores. En estos cielos la escritura es similar a la que se conoce en el mundo, y aunque los caracteres también son similares, resulta ininteligible para el hombre, porque allí toda escritura está trazada en lengua angélica; y la lengua angélica no tiene nada en común con las lenguas humanas (Nº 237); puesto que mediante las vocales, ellos expresan sus afectos, y por medio de las consonantes, las ideas del pensamiento emanado del afecto; y a través de los vocablos derivados, transmiten el sentido conceptual (ver más arriba, Nº 236, 241). Por lo demás, en este tipo de escritura, que también he podido observar, unas pocas palabras encierran más significado que el que le es dable expresar al hombre a lo largo de muchas páginas. De tal modo está escrita la Palabra que se conoce en los cielos inferiores; pero en el íntimo cielo, está inscripta con letras celestiales.

(262)
L
o que es más notable, es que en los cielos la escritura fluye naturalmente del pensamiento mismo de los ángeles; y esto mediante una operación tan sencilla, que se diría que el pensamiento se publica; y la mano que escribe, jamás vacila en la elección de una palabra, pues tanto las palabras que pronuncian como las que escriben, corresponden a las ideas de su pensamiento; y toda correspondencia es natural y espontánea. En los cielos, también hay una forma de escritura que se anota sin intervención manual, ya que aparece por obra de la sola correspondencia con los pensamientos; pero este tipo de escritura no tiene carácter permanente.

(263)
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ambién he tenido oportunidad de observar otro tipo de escritura celestial, compuesta exclusivamente de números ordenados en serie, semejantes a las escrituras compuestas de letras y palabras; y me fue dado saber, que este tipo de escritura procede del íntimo cielo; y que esta forma de escritura celestial (de la que ya se ha hablado antes, Nº 260-261), al transmitirse por influjo a los cielos inferiores, aparece ante sus habitantes en forma de números; y que esta escritura numérica encierra asimismo arcanos, algunos de los cuales no pueden ser percibidos por el pensamiento, ni expresarse en palabras. Puesto que todos los números tienen su correspondencia, y, al igual que las palabras, su sentido está determinado por las correspondencias; con la sola diferencia de que los números encierran conceptos generales, y las palabras, conceptos particulares; y como un solo concepto general contiene innumerables conceptos particulares, es e-vidente que la escritura numérica encierra más arcanos que la escritura literal. En base a ello pude comprender que en la Palabra, los números tienen significado igual que los vocablos. Quien desee conocer el significado de los números simples: 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 12; y el de los compuestos: 20, 30, 50, 70, 100, 144, 1000, 10. 000, 12. 000 y otros, puede consultar la obra Arcana Coelestla, donde se expone el tema. En este tipo de escritura celestial, siempre hay un número antepuesto, al cual los demás suceden en forma de serie, que es el sujeto del cual dependen; dado que este número es una suerte de index sobre el tema en cuestión, y por él están determinados los números siguientes que indican los puntos específicos.

(264)
Q
uienes nada saben acerca del cielo y, rechazando cualquier otra noción al respecto, se figuran que está constituido por una substancia puramente atmosférica, donde los ángeles revolotean como entes intelectuales, desprovistos del sentido auditivo y del de la vista, son incapaces de concebir que los ángeles puedan hablar o escribir; pues imaginan que todo lo que realmente existe es material; sin embargo, en el cielo la escritura tiene una existencia tan real como en el mundo, y los ángeles que lo habitan disponen de todo lo que es útil para la vida y la sabiduría.

(30)

Capítulo XXX

LA SABIDURÍA DE LOS ANGELES DEL CIELO

(265)
Q
a naturaleza de la sabiduría angélica es prácticamente insondable, ya que trasciende de tal modo la sabiduría humana, que resulta imposible equipararlas; y lo que posee tal trascendencia, parece como si no existiera. Por otra parte, ciertas verdades, que exige la exposición del tema, no son conocidas actualmente; y mientras las verdades se desconocen, permanecen como sombras en el intelecto, ocultando la esencia de las cosas. De todos modos, es posible conocer estas verdades, y al conocerlas se las puede comprender, siempre y cuando la mente se deleite con ellas; pues el deleite infunde luz, perqué surge del amor; y a quienes aman las cosas relativas a la Divinidad y a la sabiduría celestial, les llega el fulgor de la luz del cielo, y son esclarecidos.

(266)
E
l hecho de que los ángeles vivan en la luz del cielo, permite vislumbrar el alcance de su sabiduría; la luz del cielo, en su esencia es la verdad Divina o sabiduría Divina; y esta luz ilumina tanto su vista interna o vista mental, como su vista exterior o vista ocular. (Que la luz del cielo es la verdad Divina o sabiduría Divina, puede verse más arriba, Nº 126-133). Los ángeles viven también en el calor Divino, que en su esencia es el bien Divino o amor Divino, de donde derivan su afecto hacia la sabiduría y el anhelo de saber. (Que el calor del cielo es el bien Divino o amor Divino, puede verse más arriba, Nº 133-140). Que los ángeles gozan de sabiduría, hasta el punto que puede llamárselos Sapiencias, se desprende del hecho de que sus pensamientos y sus afectos fluyen en armonía con la forma del cielo, y esta forma es la forma de la sabiduría; y del hecho de que su interioridad, que es receptiva de la sabiduría, también está dispuesta de acuerdo con dicha forma. (Que los pensamientos y afectos de los ángeles, fluyen en armonía con la forma del cielo, y portante también su inteligencia y sabiduría, puede verse más arriba, Nº 201-212). Que la sabiduría de los ángeles es sublime, también se manifiesta en el hecho de que su lenguaje es el lenguaje de la sabiduría, puesto que fluye del pensamiento en forma directa y espontánea; y el pensamiento, del afecto; de manera que su lenguaje es la forma externa del pensamiento emanado del afecto; en consecuencia, no hay nada que los substraiga del influjo Divino; ningún elemento externo, como los que se deslizan en el lenguaje del hombre cuando se deja influir por pensamientos ajenos. (Que el lenguaje de los ángeles es el lenguaje de su pensamiento y de sus afectos, puede verificarse más arriba Nº 234-245). Que los ángeles posean tal sabiduría, condice con el hecho de que todas las cosas que contemplan con sus ojos y perciben con sus sentidos, concuerdan con su sabiduría, puesto que son correspondencias; o sea que, los objetos que perciben, son formas representativas de los dones que conforman su sabiduría. (Que todas las cosas que se ven en los cielos, se hallan en correspondencia con la interioridad de los ángeles y son formas representativas de su sabiduría, puede verse más arriba, Nº 170-182). Por lo demás, los pensamientos de los ángeles no adolecen de las limitaciones y de las restricciones propias de las ideas que participan del espacio y del tiempo, como sucede con los pensamientos humanos, porque los períodos de tiempo y las extensiones de espacio, pertenecen a la naturaleza, y lo que pertenece a la naturaleza aparta la mente de las cosas espirituales, y priva a la vista intelectual de su debido alcance. (Que las ideas de los ángeles son ajenas al tiempo y al espacio, y, por tanto, menos limitadas que las ideas humanas, puede verse más arriba, Nº 162-169, y 191-199). Así, las ideas de los ángeles, jamás condescienden a lo meramente terrenal o material, ni sus pensamientos se ven interrumpidos por la ansiedad que suscitan las necesidades de la vida; de modo que no hay nada que los aparte de los deleites de la sabiduría, como sucede con los pensamientos del hombre en este mundo; porque todo lo reciben gratuitamente del Señor; reciben vestimenta, comida y vivienda, en forma gratuita (Nº 181-190); y aparte de esto, sienten deleites y placeres en armonía con su grado de receptividad de la sabiduría que emana del Señor. Hemos expuesto estas cosas a fin de explicar porqué los ángeles disponen de tan alta sabiduría.

(267)
L
os ángeles son capaces de recibir tal sabiduría, porque su interioridad se halla develada; y la sabiduría, como toda perfección, aumenta cuanto más interior es, y esto hasta el punto en que la interioridad se devela. En cada ángel hay tres grados de vida, que corresponden a los tres cielos (ver Nº 29-40); los que poseen su primer grado vital develado, residen en el cielo externo o primero; quienes poseen su segundo grado vital develado, habitan en el cielo intermedio o segundo; y aquellos que poseen su tercer grado develado, moran en el íntimo o tercer cielo. La sabiduría de los ángeles de los cielos, concuerda con estos grados vitales. De manera que la sabiduría de los ángeles del íntimo cielo, es inconmensurablemente superior a la sabiduría de los ángeles del cielo intermedio; a su vez, la sabiduría de estos últimos, es inconmensurablemente superior a la de los ángeles del cielo externo (ver arriba, Nº 209, 210; y en qué consisten los grados, Nº 38). Esta distinción se debe al hecho de quejas cosas pertenecientes a un grado superior, conciernen a lo particular, y las pertenecientes a un grado inferior, a lo que es general, y lo que es general es receptáculo de lo que es particular. La correlación entre lo particular y lo general, es semejante a la que existe entre millares o miríadas y una simple unidad; tal es la diferencia que existe entre los ángeles de un cielo superior y los ángeles de un cielo inferior. En la misma proporción, la sabiduría de estos últimos sobrepasa la sabiduría del hombre, dado que el hombre se halla limitado por su condición corpórea y por todo lo relativo a sus sentidos, y los sentidos corporales, pertenecen al mínimo grado. Lo que pone al descubierto en qué consiste la sabiduría de quienes piensan basándose exclusivamente en los datos de los sentidos, los llamados hombres sensuales; en otras palabras, su sa-biduría es nula, y solamente tienen conocimientos. Muy distinto es el caso de aquellos hombres que elevan sus pensamientos por sobre las cosas que perciben a través de sus sentidos; principalmente, quienes poseen su interioridad develada, hasta el punto de poder recibir la luz del cielo.

(268)
E l
 hecho de que en los cielos existe una comunicación entre todas las cosas, nos permite vislumbrar el alcance de la sabiduría de los ángeles; la inteligencia y sabiduría de cada uno se comunica a todos los demás, porque el cielo es una comunión de bienes; pues el amor celestial es de tal naturaleza, que infunde el deseo de compartir con los demás lo que es de uno; de manera que en el cielo, nadie percibe su propio bien como tal, a menos que lo comparta con otro ser; de ahí la dicha celestial. Esta inspiración, los ángeles la reciben del Señor, en virtud de Su amor Divino. Que en el cielo existe tal comunicación entre todas las cosas, es algo que me fue dado verificar mediante la experiencia. Ciertos espíritus simples, fueron súbitamente elevados hacia el cielo; una vez allí, accedieron a la sabiduría angélica, entonces les fue dado comprender cosas que nunca habían comprendido antes, y dijeron palabras que en su estado anterior no podían expresar.     andelesvetla.cz

(269)
L
a sabiduría de los ángeles es inefable; sólo es posible ofrecer una idea aproximada recurriendo a algunos ejemplos de orden general. Los ángeles expresan en una sola palabra lo que los hombres no pueden expresaren mil. Asimismo, una sola palabra angélica encierra incalculables arcanos que no pueden expresarse mediante los vocablos de las lenguas humanas; porque cada cosa que expresan los ángeles, encierra arcanos de sabiduría en series continuas, que la ciencia humana no puede penetrar. Y lo que los ángeles no pueden expresar mediante los vocablos de su lenguaje, lo manifiestan en el tono de voz, en el cual hay un afecto por las cosas según su orden; puesto que (de acuerdo con lo que se ha dicho antes, Nº 236-241) el tono de voz manifiesta el afecto, así como los vocablos expresan las ideas del pensamiento emanado del a-fecto; y por eso se dice que las cosas que se oyen en el cielo son inefables. Del mismo modo, los ángeles pueden expresar en unas pocas palabras hasta el más imperceptible detalle del contenido de todo un volumen, y conferirle a cada palabra connotaciones que elevan la mente hacia la sabiduría interior; porque su lenguaje armoniza con sus afectos, y cada vocablo se halla en consonancia con sus ideas; y sus vocablos varían de infinitos modos según la serie de cosas incluidas en su pensamiento. Por otra parte, los ángeles interiores pueden percibir en el tono de voz —y esto con sólo oír algunas palabras— la vida íntegra del que habla; ya que en el tono de voz, modificado por las ideas contenidas en los vocablos, perciben su amor predominante, en el que se halla inscripto hasta el más ínfimo detalle de su vida. Lo que pone de manifiesto cuál es la naturaleza de la sabiduría angélica. Si se la compara con la sabiduría humana, es superior en una proporción de una miríada a uno; su relación es similar a la que existe entre las fuerzas motrices de todo el cuerpo, que son innumerables, y la actividad que generan, la cual se manifiesta ante nuestros sentidos como si fuese una sola cosa; o a la que existe entre los miles de detalles perceptibles en un objeto cuando se lo examina con un buen microscopio, y la sola masa oscura que aparece ante el ojo desnudo. Procuraré ilustrar este punto a través de un ejemplo. Un ángel, inspirado por su sabiduría, al describir el proceso de regeneración, expuso cientos de arcanos 'según su orden, insertando en cada uno de ellos ideas que incluían arcanos más interiores, y esto de principio a fin; dado que explicó el modo en que el hombre espiritual es concebido nuevamente, y cómo atraviesa por un período de gestación en una especie de útero, hasta que nace, crece y se perfecciona en forma gradual. Observó que el número de arcanos podía incrementarse miles de veces, y que los que había mencionado se referían solamente a la regeneración del hombre externo, y que hay, además, innumerables arcanos relativos al hombre interno. Estas y otras cosas similares que he oído decir a los ángeles, me hicieron comprender que su sabiduría es sublime, y que, en términos comparativos, la ignorancia del hombre es inmensa; el hombre, apenas si sabe qué es la regeneración; y al ser regenerado, no es consciente del más mínimo paso durante el proceso.

(270)
A
hora nos referiremos a la sabiduría de los ángeles del íntimo cielo, o cielo tercero, y a su inconmensurable superioridad en relación a la sabiduría de los ángeles del cielo externo o primer Cielo. La sabiduría de los ángeles del íntimo o tercer cielo es inescrutable incluso para los habitantes del cielo externo, debido a que la interioridad de los ángeles del tercer cielo se halla develada en el tercer grado, mientras que la interioridad de los ángeles del primer cielo está develada sólo en el primer grado; y la sabiduría, incrementa según su grado de interioridad, y se perfecciona en la medida en que ésta es develada (Nº 208, 267). Y como los ángeles del íntimo o tercer cielo poseen su interioridad develada en el tercer grado, llevan las verdades Divinas virtualmente inscriptas en su corazón; debido a que el tercer grado de interioridad, concuerda en mayor medida con la forma del cielo que los grados segundo y primero; y la forma del cielo, emana de la verdad Divina en consonancia con la sabiduría Divina; por lo que se dice que estos ángeles llevan inscripta la verdad como si fuese algo instintivo o innato. De manera que apenas oyen una auténtica verdad Divina, la reconocen y la perciben en el acto; después, es como si la vieran dentro suyo. Y como los ángeles de ese cielo jamás se ponen a cavilar sobre las verdades Divinas, ni siguiera saben qué es una controversia acerca de la autenticidad de una verdad, ni qué cosa es creer o tener fe. Dicen, ¿ "qué es la fe, acaso cuando algo es cierto lo percibo y lo veo ?". Y confirman su parecer por medio de comparaciones; por ejemplo, ¿ qué sentido tendría que una persona le dijese a otra, que está a su lado observando el interior de una casa y todo lo que la rodea, que debe creer en la existencia de las cosas que tiene delante suyo, y que lo que ven sus ojos, es cierto; o que a la vista de un huerto con árboles y frutos, le dijese que debe tener fe en que, delante suyo, efectivamente hay un huerto con árboles y frutos; cuando su compañero lo está viendo con sus propios ojos ?  Por eso los ángeles del íntimo cielo jamás mencionan la fe, ni siquiera saben qué es; tampoco raciocinan acerca de las verdades Divinas, ni se les ocurre discutir sobre la veracidad de un juicio. En cambio los ángeles del cielo externo o primero, no llevan las verdades Divinas inscriptas en su interioridad, pues sólo tienen develado su primer grado vital; por tanto raciocinan acerca de las verdades, y los que raciocinan son incapaces de percibir nada que trascienda el objeto de sus cavilaciones, ni de reflexionar acerca de una cuestión con cierta profundidad; se limitan a confirmar sus persuasiones arguyendo, y después de haberlas confirmado, las imponen como cuestiones de fe, en las que hay que creer obligatoriamente. He hablado con los ángeles sobre este tema, y señalaron que la diferencia entre la sabiduría de los ángeles del tercer cielo y la sabiduría de los ángeles del primer cielo, es semejante a la que media entre la diafanidad y la oscuridad; compararon la sabiduría de los ángeles del tercer cielo a un magnífico palacio abundantemente provisto de objetos útiles, circundado de parques a lo largo y a lo ancho, rodeado de cosas magníficas de diverso género; y como estos ángeles viven en las verdades de la sabiduría, tienen acceso al palacio, y les es dado contemplar todo lo que hay en su interior, y pasearse de aquí para allá por los parques, deleitándose a plenitud. Pero no sucede lo mismo con quienes raciocinan sobre las verdades; especialmente con los que entablan controversias al respecto, porque los tales no ven las verdades por la luz de la verdad, sino que admiten verdades que proceden de otros o del sentido literal de la Palabra, al que no comprenden interiormente, declarando que las verdades deben ser creídas, o que la fe es cuestión obligatoria, y se niegan categóricamente a admitir que la vista interior pueda penetrar tales cosas. A-severan los ángeles que los individuos de semejante no pueden siquiera aproximarse al umbral del palacio de la sabiduría, y mucho menos ingresar en él o pasear por sus parques, ya que se detienen en la entrada. No ocurre lo mismo con aquellos que viven en las verdades; pues nada les impide el acceso, y no encuentran ningún obstáculo en su marcha; las verdades que ven los guían, y se internan en los campos circundantes; porque cada verdad posee una extensión infinita y se halla en conjunción con muchas o-tras. Dicen, además, que la sabiduría de los ángeles del íntimo cielo, radica primordialmente en el hecho de que en cada objeto ven cosas Divinas y celestiales; y maravillas, en series de diversos objetos; porque todas las cosas que aparecen ante sus ojos, son correspondencias. Cuando ven palacios y jardines su vista no se demora en las cosas que aparecen ante sus ojos, sino que ven las cosas interiores, de las que aquellas derivan, es decir, con las que corresponden; y esto en la forma más variada, de acuerdo con el aspecto de cada objeto. Así, les es dado contemplar innumerables cosas en forma simultánea, según su orden y conexión; lo cual les infunde un deleite intelectual tan intenso, que se sienten arrebatados de sí mismos. Que todo lo que aparece en los cielos corresponde con las cosas interiores que los ángeles reciben del Señor, puede verificarse más arriba (Nº 170-176).

(271)
L
os ángeles del tercer cielo tienen tales dones, porque viven en el amor al Señor, y ese amor devela la interioridad de la mente en el tercer grado, y es el receptáculo de la sabiduría. También debe advertirse, que la sabiduría de los ángeles del íntimo cielo se perfecciona en forma continua, y esto de un modo diferente que la de los ángeles del cielo externo. Los ángeles del íntimo cielo no archivan las verdades Divinas en su memoria, para deducir de ellas una especie de ciencia; apenas las oyen, las perciben y las aplican a la vida. Por tal razón, las verdades Divinas permanecen en ellos como si las llevaran inscriptas, porque lo que se aplica a la vida, forma parte de ella. El caso es diferente con los ángeles del cielo externo; éstos, archivan primero las verdades Divinas en su memoria, incluyéndolas entre sus conocimientos, y, basándose en ellas, extraen conclusiones mediante las cuales perfeccionan su intelecto, y luego las aplican a la vida por medio de su voluntad; pero no tienen una percepción interior acerca de la autenticidad de estas verdades; de manera que, comparativamente, se hallan en la oscuridad. Lo que es más notable, es que los ángeles del tercer cielo, perfeccionan su sabiduría por medio del sentido del oído, en vez de hacerlo por medio del sentido de la vista; lo que oyen en las prédicas, no ingresa en su memoria, sino que llega inmediatamente a su percepción y a su voluntad, y pasa a formar parte de su vida; pero lo que ven con sus ojos, penetra en su memoria, y razonan y conversan sobre ello; lo que pone de manifiesto que, entre ellos, la vía auditiva es la vía de la sabiduría. Esto, también, deriva de las correspondencias, porque el sentido del oído corresponde a la obediencia, y la obediencia pertenece a la vida; en cambio el ojo corresponde a la inteligencia, y la inteligencia atañe a la doctrina. El estado que gozan estos ángeles se describe en distintos pasajes de la Palabra, como por ejemplo en Jeremías:

Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón... Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande (XXXI. 33, 34).

Y en Mateo:

Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. (V. 37)

"Lo que es más de esto, de mal procede" porque no procede del Señor; y como los ángeles del tercer cielo, viven en el amor al Señor, las verdades que llevan inscriptas proceden del Señor. En ese cielo, el amor al Señor consiste en querer la verdad Divina y aplicarla a la vida, porque la verdad Divina es el Señor en el cielo.

(272)
H
ay todavía otra razón, y en el cielo es la primordial, que determina que los ángeles sean capaces de recibir tanta sabidurí-a: no conocen el amor de sí mismo; y aquel que se halla exento del amor de sí mismo, puede adquirir sabiduría en lo que respecta a las cosas Divinas. Ese amor clausura la interioridad en lo relativo al Señor y al cielo; y abre la exterioridad dirigiéndola hacia sí; por tanto, todos aquellos en los que impera ese amor, están sumidos en las tinieblas en lo que atañe a las cosas del cielo, por más luz que reciban en lo que concierne a las cuestiones mundanas. Los ángeles, en cambio, reciben la luz de la sabiduría, porque están exentos del amor de sí mismos, y las formas de amor celestial que disfrutan, que son el amor al Señor y el amor hacia el prójimo, develan la interioridad, porque estas formas de amor proceden del Señor y el Señor Mismo reside en ellas. (Que estos géneros de amor, conforman el cielo en general, y configuran el cielo en cada ser en particular, puede verse más arriba, Nº 13-19). Como los géneros de amor celestial, abren la interioridad hacia el Señor; todos los ángeles vuelven su rostro hacia el Señor (Nº 142); ya que en el mundo espiritual, el amor atrae hacia sí la interioridad de todos los seres, y hacia donde se orienta la interioridad, se orienta el rostro, pues allí el rostro se identifica con la interioridad, porque es su forma externa. Y como el amor atrae la interioridad, orientando hacia sí el rostro de los seres, establece también una conjunción (el amor no es otra cosa que conjunción espiritual) y una comunión con ellos. De esa orientación, y de la conjunción y la comunión así establecidas, los ángeles derivan su sabiduría. Que en el mundo espiritual, la conjunción y la consiguiente orientación, concuerdan plenamente, puede verificarse más arriba (Nº 255).

(273)
A
un que la sabiduría de los ángeles se perfecciona en forma continua, ni aun en la eternidad puede alcanzar tal grado de perfección como para que exista alguna proporción entre ella y |a Divina sabiduría del Señor; porque la Divina sabiduría del Señor es infinita, y la sabiduría de los ángeles es finita; y entre lo que es infinito y lo que es finito, no hay relación proporcional posible.

(274)
P
uesto que la sabiduría perfecciona a los ángeles y conforma su vida, y cada cual recibe el influjo del cielo y sus bienes según su sabiduría, los habitantes del cielo desean y apetecen la sabiduría, así como un hombre hambriento apetece la comida. Por tanto, el conocimiento, la inteligencia y la sabiduría, constituyen el alimento espiritual, del mismo modo que la comida es el alimento natural; y existe una correspondencia entre ambos.

(275)
N
o todos los ángeles pertenecientes aun mismo cielo o a una misma sociedad celestial, disponen de la misma sabiduría; su sabiduría difiere. Los que se hallan en el centro, gozan de suprema sabiduría, y los que se encuentran alrededor hasta llegar a la periferia, poseen menor sabiduría. El decrecimiento del grado de sabiduría, está determinado por la distancia que separa a la periferia del centro, y es semejante a la disminución de una luz que se atenúa hasta lindar con la sombra. La gradación de luz concuerda con el caudal de sabiduría, pues la luz del cielo es la sabiduría Divina, y cada cual recibe luz según su sabiduría. Sobre la luz del cielo, y los diversos grados de recepción de luz, ver más arriba (Nº 126-132).

(31)

Capítulo XXXI

EL ESTADO DE INOCENCIA
DE LOS ÁNGELES DEL CIELO

(276)
Q
ué es la inocencia, y cuál es su naturaleza, es algo que muy pocos saben en este mundo; y los que viven en la maldad, no saben siquiera de qué se trata. Aunque en realidad, puede verse con los ojos, pues aparece en el rostro. s« manifiesta en el lenguaje y en los gestos, especialmente en los niños; sin embargo, casi nadie sabe qué es la inocencia; y muchos menos, que es el rincón del cielo en el hombre. Procederemos a exponer el tema en forma ordenada, analizando en primer lugar la inocencia de la infancia, luego, la inocencia de la sabiduría, y por último, el estado de inocencia en el cielo.

(277)
L
a inocencia de la infancia, o de los niños, no es genuina inocencia, ya que no es interna, es solamente externa". ' De todos modos, nos permite vislumbrar qué es la inocencia; dado que resplandece en el rostro de los niños, en ciertos gestos y en sus primeras palabras, afectando a quienes están a su lado. Es evidente que los niños no poseen pensamiento interno, puesto que no saben qué es el bien y qué es el mal, ni distinguen lo verdadero de lo falso, nociones que conforman el pensamiento interno. Por tanto, carecen de una prudencia propiamente suya, no tienen un designio, ni actúan premeditadamente; en una palabra, están exentos de fines malignos; no tienen nada que les pertenezca, nada que proceda del amor de sí mismo o del amor del mundo; tampoco se atribuyen cosa alguna a sí mismos, y estiman todo lo que tienen como un regalo de sus padres; se contentan con los escasos e insignificantes objetos que les han obsequiado, y se regocijan con ellos; no se afanan por la comida o la ropa, ni por el día de mañana; no les atrae el mundo, ni anhelan poseer muchas cosas; aman a sus padres y a sus nodrizas, y a sus compañeritos, con quienes juegan inocentemente; se dejan guiar de la mano, prestan atención y obedecen. Y al go-zár de tal condición, todo lo que reciben lo aplican a la vida, y sin saber por qué ni cómo, adquieren buenas maneras y aprenden a hablar, comienzan a ejercer la memoria y a pensar; su estado de inocencia, es el terreno propicio para la recepción e implantación de tales hábitos. Pero esta forma de inocencia, según se ha dicho antes, es externa, porque compete solamente al cuerpo, y no a la mente; pues la mente de los niños aún no esta conformada, siendo la mente intelecto y voluntad, y el pensamiento y afecto derivados. He sido informado desde el cielo, que los niños se hallan bajo los auspicios especiales del Señor, y reciben influjo del íntimo cielo, donde reina el estado de inocencia; y que este influjo pasa a través de su interioridad, afectándola en su curso solamente por medio de la inocencia; por lo cual la inocencia aparece en sus rostros, en ciertos gestos, y se hace patente; y esta inocencia afecta íntimamente a los padres, generando en ellos el amor hacia sus niños (llamado storge).

(278)
L
a inocencia de la sabiduría es genuina, inocencia, porque es in-terna; es inherente a la mente, es decir, pertenece a la voluntad y al intelecto emanado de ella. Y cuando en estas facultades hay inocencia, también hay sabiduría, pues la sabiduría emana de la voluntad y del in-telecto. Por eso, en el cielo, se dice que la inocencia mora en la sabiduría, y que la sabiduría de un ángel es proporcional a su inocencia. Este aserto se ve corroborado por el hecho de que aquellos que gozan de un estado de inocencia, no se. atribuyen ningún bien a sí mismos, sino que consideran todo lo que reciben como dádivas del Señor; anhelan ser guiados por El, y no por sí mismos; aman todo lo que es bueno y se regocijan con la verdad, porque saben y perciben que amar lo que es bueno, es decir, quererlo y llevarlo a la práctica, es amar al Señor, y que amar la verdad es amar al prójimo; se contentan con lo que tienen, ya sea poco o mucho, porque saben que reciben exactamente lo que es provechoso para ellos; quienes necesitan poco, reciben poco, y los que necesitan mucho, reciben mucho; por otra parte, no saben qué es lo que es beneficioso para ellos, solamente el Señor lo sabe, quien en todas las cosas que provee tiene siempre en mira lo que es eterno. Tampoco . sienten ansiedad acerca, del futuro; a la ansiedad por el futuro, . la llaman afán por el día de mañana, y la definen como una especie de congoja suscitada por el temor de perder o de no recibir cosas innecesarias, que no tienen ningún uso práctico en la vida. Jamás obran con fines malignos que puedan perjudicar a sus compañeros, pues son bondadosos, justos y sinceros. Y califican de artero al acto que se comete con fines malignos; huyen de él como si se tratase de veneno de serpiente, ya que es diametralmente opuesto a la inocencia. Como aman por sobre todas las cosas ser guiados por el Señor, se mantienen apartados de su naturaleza propia (proprium); y, en la medida en que se mantienen apartados de su naturaleza propia, el Señor fluye en ellos; por lo cual, apenas oyen algún precepto del Señor, ya sea a través de la Palabra o por medio de la prédica, no lo archivan en su memoria, sino que obedecen en el acto; o sea, lo ejecutan mediante su voluntad, dado que su memoria es su voluntad. Generalmente, el aspecto exterior de estos ángeles, induce a creer que son simples; pero interiormente, son sabios y prudentes. A ellos se refiere el Señor, al decir:

... Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo. X. 16)

Tal es la inocencia que lleva el nombre de inocencia de la sabiduría. La inocencia, no se adjudica ningún bien a sí misma, sino que asigna todo bien al Señor, y ama ser guiada por el Señor, siendo ia vía de recepción del bien y la verdad, de donde proviene la sabiduría; por eso el hombre ha sido creado de forma tal que pueda gozar de un estado de inocencia externo durante su infancia, y de un estado de inocencia interno durante la vejez, de manera que pueda acceder al segundo estado a través del primero, para regresar a éste desde el último. Por la misma razón, cuando un hombre envejece, su cuerpo se encoge y vuelve a ser como un niño, pero un niño sabio; esto es, un ángel, porque un niño sabio, en el sentido más elevado de la palabra, es un ángel. Debido a ello, en la Palabra, "niño" significa inocente, y "anciano" sabio en quien mora la inocencia.

(279)
L
o mismo ocurre con el hombre que es regenerado. La regeneración, es el renacimiento del hombre espiritual. El hombre accede en primer lugar a la inocencia de la infancia, que consiste en conocer la verdad y hacer el bien bajo el influjo del Señor, y no por sí mismo, y en desear y apetecer la verdad, solamente porque es verdad, y el bien solamente porque es el bien. Luego, a medida que el hombre madura, el Señor lo nutre de bien y verdad; primero, es guiado hacia el bien y la verdad por medio del conocimiento; después, a través de la inteligencia, y a través de ella accede a la sabiduría, gozando de un estado de inocencia durante todo el proceso; la inocencia, según se ha dicho antes, consiste en conocer la verdad y hacer el bien bajo el influjo del Señor, y no por sí mismo. Sin esta fe, y sin esta percepción, nadie puede recibir las cosas del cielo. Y en esto consiste primordialmente la inocencia de la sabiduría.

(280)
C
ómo la inocencia consiste en ser guiado por el Señor. y no por sí mismo, todos los habitantes del cielo viven en inocencia; pues todos sus habitantes aman ser guiados por el Señor; saben que guiarse por sí mismos, es dejarse llevar por su naturaleza propia, y que su naturaleza propia no es otra cosa que el amor de sí mismos, y que quien se ama asimismo, no permite que nadie lo guíe. Por tanto, en la medida en que viva en inocencia, un ángel se halla en el cielo; en otras palabras, vive en el bien Divino y en la verdad Divina, lo cual es estar en el cielo. Por consiguiente, los cielos se distinguen según los grados de inocencia; quienes residen en el cielo externo o primero, gozan de inocencia externa, o de primer grado; los que habitan en el cielo intermedio o segundo, gozan de inocencia intermedia, o de segundo grado; y los que moran en el íntimo o tercer cielo, gozan de íntima inocencia, o inocencia de tercer grado; y de ellos se dice que son las inocencias mismas del cielo; porque aman superlativamente ser guiados por el Señor, como los niños pequeños por sus padres; y por la misma razón, apenas oyen una verdad Divina, ya sea que proceda directamente del Señor, o que les llegue a través de la Palabra o las prédicas, la incorporan directamente a su voluntad y la llevan a la práctica aplicándola a la vida. Por eso la sabiduría de estos ángeles es inconmensurablemente superior a la de los ángeles de los cielos inferiores (ver Nº 270-271). Los ángeles del íntimo cielo, debido a su disposición, se hallan muy próximos al Señor, y de El reciben inocencia; y se hallan tan apartados de su naturaleza propia, que se diría que viven en el Señor. Su apariencia exterior es sencilla, y aparecen ante los o-los de los ángeles de los cielos inferiores bajo el aspecto de niños, es decir, como párvulos desprovistos de sabiduría. Sin embargo, son los ángeles más sabios del cielo; advierten que por sí mismos, no poseen un ápice de sabiduría, y que reconocer esto, es ser sabio. También saben que lo que saben es nulo en comparación con lo que no saben; y afirman que saber, recono cer, y percibir esta verdad, es el cimiento de la sabiduría. Estos ángeles, están desnudos, porque la desnudez corresponde a la inocencia.

(281)
H
e hablado mucho con los ángeles sobre la inocencia, y ellos me hicieron saber, que la inocencia es el ser (esse) de todo bien, y que el bien es tal en tanto que en él haya inocencia; y por tanto, que la sabiduría es sabiduría en la medida en que participa de la inocencia; lo mismo sucede con el amor, la caridad y la fe; por ello, nadie puede ingresar en el cielo a menos que posea inocencia; el Señor así lo enseña, al decir; Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.

De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. (Marcos X. 14, 15; Lucas XVIII. 16, 17)

Aquí igual que en otros pasajes de la Palabra "niños" significa inocentes. El Señor también describe el estado de inocencia en Mateo (VI. 25-34), pero, en este caso, sólo a través de correspondencias. El bien es bien si en él hay inocencia, porque todo bien procede del Señor, y la inocencia es una predisposición a ser guiado por el Señor. También se me hizo saber, que la conjunción entre la verdad y el bien, y entre el bien y la verdad, se establece exclusivamente a través de la inocencia; de ahí que un ángel, no es un ángel del cielo a menos que posea inocencia; puesto que nadie recibe el cielo hasta que la conjunción del bien y la verdad no se haya arraigado en su interioridad; por eso se llama matrimonio celestial a la conjunción del bien y la verdad, y el matrimonio celestial es el cielo. Asimismo se me hizo saber, que el verdadero amor conyugal deriva su existencia de la inocencia, pues emana de ia conjunción del bien y la verdad, en la que reside la mente del marido y la de su esposa; y cuando esta conjunción desciende, se manifiesta como amor conyugal; porque los cónyuges, sienten amor mutuo, igual que sus mentes. Por eso en el amor conyugal, hay una cierta disposición a retozar, semejante a la de la infancia y a la de la inocencia.

(282)
P
uesto que en los ángeles del cielo la inocencia es el verdadero ser (esse) del bien, es evidente que el bien Divino que procede del Señor es la inocencia en sí misma; porque ese bien fluye en los ángeles, afectándolos en los más íntimo de su ser, y los dispone y prepara de modo que puedan recibir todo el bien del cielo. Lo mismo acontece con los niños, cuya interioridad no sólo se conforma mediante la inocencia que fluye en ellos procedente del Señor; este don, también los prepara y dispone a fin de que reciban el bien del amor celestial, pues el bien de la inocencia o-pera en los más íntimo de su ser; ya que ese bien, según se ha dicho antes, es el ser (esse) de todo bien. De lo que se desprende que la inocencia procede del Señor. Portal razón, en la Palabra, se llama "cordero" al Señor; cordero, significa inocencia. Y como la inocencia es lo más íntimo de todo bien del cielo, afecta de tal modo la mente de los seres, que cuando alguien la siente - como cuando un ángel del íntimo cielo se aproxima - parece perder el control de sí mismo, se conmociona; y lo arrebata un deleite tan intenso, que en comparación con él, los deleites del mundo son nulos. Y esto lo digo porque lo he percibido.

(283)
A
quel que vive en el bien de la inocencia es afectado por la inocencia; y es afectado por ella en la exacta medida en que vive en ese bien; pero a los que no viven en el bien dé la inocencia, la inocencia no los afecta. Portal razón, los seres infernales, son el polo antagónico de la inocencia; ni siquiera saben qué es; y su animadversión hacia ella es tan intensa, que en cuanto ven a un ser inocente, sienten un anhelo abrasador de hacerle daño; de ahí que no soporten la presencia de los niños; apenas los ven, se sienten corroídos por el cruel deseo de hacerles daño. Todo lo cual, pone de manifiesto que la naturaleza propia del hombre, y por ende el amor de sí mismo, es diametralmente opuesta a la inocencia; porque todos los seres infernales, viven en su naturaleza propia y en el consiguiente amor de sí mismos.

(32)

Capítulo XXXII

EL ESTADO DE PAZ EN EL CIELO

(284)
S
ólo aquellos que han experimentado la paz del cielo, pueden percibir la paz que gozan los ángeles. Mientras el hombre habita en el cuerpo, no puede recibir la paz del cielo, ni puede percibirla, porque su capacidad perceptiva se limita a lo que es natural. Para percibirla debe estar facultado, en lo que atañe a su pensamiento, para ser elevado y substraído del cuerpo, mantenerse en el espíritu, y gozar al mismo tiempo de la compañía de los ángeles. De ese modo, pude percibir la paz del cielo; lo cual me permite describirla, si bien de un modo imperfecto, porque no hay vocablos que puedan expresar la paz del cielo tal cual es, pues las palabras humanas son inapropiadas. Solamente es dable compararla con el sosiego anímico que gozan quienes se regocijan en Dios.

(285)
L
os dones más íntimos del cielo son dos: la inocencia y la paz. Se dice que estos dones son íntimos, porque proceden directamente del Señor. De la inocencia manan tocios los bienes del cielo, y de la paz todos los deleites del bien. Cada bien tiene su propio deleite; y tanto el bien como el deleite emanan del amor, pues a lo que se ama se lo llama bien, y también se lo percibe como deleitable. De ello se desprende que estos dos íntimos dones, la inocencia y la paz, proceden del amor Divino del Señor, conmoviendo a los ángeles desde lo más íntimo de su interioridad. Que la inocencia es lo más íntimo del bien, puede verse en el capítulo previo donde se describe el estado de inocencia de los ángeles del cielo. Que la paz es el más íntimo deleite del bien de la inocencia, se verá a continuación.

(286)
E
n primer lugar nos referiremos al origen de la paz. La paz Divina reside en el Señor; y deriva su existencia de la unión de la Divinidad en Sí Misma con la Divinidad Humana en el Señor. La paz Divina del cielo procede del Señor, y deriva su existencia de su conjunción con los ángeles del cielo; y en lo particular, de la conjunción del bien y la verdad en cada ángel. Tal es el origen de la paz. De ello se desprende, que la paz en los cielos es la Divinidad que bendice íntimamente todas las cosas buenas que hay en ellos, de ahí surge toda la dicha del cielo; y también, que en su esencia es el júbilo Divino del amor Divino del Señor, emanado de Su conjunción con el cielo y con todos sus habitantes. Este júbilo, que el Señor siente en los ángeles, y que éstos reciben del Señor, es la paz. De allí derivan los ángeles todo lo que es santo, regocijante y dichoso, o ese don que lleva el nombre de júbilo celestial.

(287)
C
omo estos son los manantiales de paz, el Señor lleva el nombre de "Principe de paz", y declara que la paz procede de El, y que la paz mora en El, y a los ángeles se los llama ángeles de paz, y se designa al cielo como morada de paz, según puede verificarse en los siguientes pasajes:

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Principe de paz.

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite. (lsa(as. lX. 6, 7) La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da (Juan XIV. 27)

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. (Juan XVI. 33) Jehová alce sobre tí su rostro, y ponga en tí paz (Números VI. 26)

... los mensajeros de paz llorarán amargamente Las calzadas están deshechas (Isaías XXXIII. 7, 8)

Y  el efecto de la justicia será paz

Y  mi pueblo habitará en morada de paz (Isaías XXXII. 17, 18)

"Paz" en la Palabra significa paz Divina y celestial, como puede constatarse en otros pasajes donde se la menciona (Como en lsa. LII. 7; LIV. 10, LIX. 8; Jer. XVI. 5; XXV. 37; XXIX 11, Hageo. ll. 9; Zac. Vlll. 12; Salmos XXXVI. 37 y

en otras secciones). Y puesto que "paz" significa el Señor en el cielo, y también júbilo celestial y el deleite del bien, "la Paz sea contigo", era una antigua expresión de saludo que todavía está en vigencia; y esto fue ratificado por el Señor al decir a Sus enviados, los discípulos:

En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta easa.

Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él... (Lucas
X. 5, 6)

Y el Señor Mismo, cuando apareció a los apóstoles, dijo: Paz a vosotros (Juan XX. 19, 21, 26).

En la Palabra también se alude a un estado de paz, donde se dice:

... es holocausto de olor grato para Jehová (Éxodo XXIX. 18, 25, 41; LevítlCO. L. 9, 13, 17; II. 2, 9;VI. 8, 14; XXIII. 12, 13, 18; Núme-ros. XV. 3, 7, 13; XXVIII. 6, 8, 13; XXIX. 2, 6, 8, 13, 36)

"Olor grato"(*) (aroma de paz) en el sentido celestial significa percepción de paz. Y debido a que paz significa la unión de la Divinidad en Sí Misma con la Divinidad Humana en el Señor; y también la conjunción entre el Señor y el cielo y la iglesia, y todos los habitantes del cielo y todos los miembros* de la iglesia que lo reciben, el Shabbath fue instituido como recordatorio de estas cosas; su nombre significa reposo o paz, y era el símbolo representativo más sagrado de la iglesia. Por la misma razón, el Señor se llamó a Sí Mismo "Señor del Shabbath" (día de reposo) (Mateo XII. 8; Marcos U. 27, 28; Lucas VI. 5).

(*) En la versión de Cypriano de Valera, "odoren quietis, "odor of rest", figura como "olor grato", por lo que añadimos entre corchetes nuestra versión "aroma de paz", que concuerda con la versión latina citada por Swedenborg, y con la inglesa de la Swedenborg Foundation.

(288)
C
omo la paz del cielo es la Divinidad suscitando íntimo júbilo en el bien esencial de los ángeles, ellos la perciben con claridad sólo en el deleite de sus corazones; cuando gozan del bien de su vida, cuando sienten el placer de oír la verdad que armoniza con su bien, y la dicha intelectual de percibir la conjunción del bien y la verdad. De ahí fluye infundiendo todos los actos y pensamientos de su vida, y se manifiesta como júbilo, incluso en su aspecto externo. Pero la paz en los cielos difiere en calidad y cantidad según el grado de inocencia de sus habitantes; ya que la inocencia y la paz van de la mano; pues todos los bienes del cielo, según se ha dicho antes, emanan de la inocencia, y todos los deleites que esos bienes brindan. emanan de la paz. Es evidente, entonces, que acerca del estado de paz en los cielos, puede decirse lo mismo que se ha dicho en el capítulo previo sobre el estado de inocencia; dado que la inocencia y la paz se hallan en conjunción igual que el bien y su deleite; ya que el bien se siente en su deleite, y el deleite se conoce por su bien. De lo que se desprende, que los ángeles del íntimo o tercer cielo gozan de íntima paz o paz de tercer grado, pues gozan de íntima inocencia o inocencia de tercer grado; y que los ángeles de los cielos inferiores experimentan un grado de paz menor, puesto que su grado de inocencia es menor (ver Nº 280). Que la inocencia y la paz van juntas, igual que el bien y su deleite, puede observarse en los niños pequeños, que sienten paz porqué gozan de inocencia, y al sentir paz, pueden retozar en la plenitud de su ser. Sin embargo, la paz que sienten los niños pequeños es paz externa; mientras que a la paz interna, igual que a la inocencia interna, se accede solamente a través de la sabiduría; y por ende, solamente a través de la conjunción del bien y la verdad, dado que la sabiduría emana de esa conjunción. La paz celestial p angélica también puede darse entre los hombres que gozan de la sabiduría emanada de la conjunción del bien y la verdad; quienes, a consecuencia de ello, se regocijan en Dios; de todos modos, mientras viven en el mundo, esta sensación de paz yace oculta en su interioridad, y les es revelada cuando abandonan el cuerpo e ingresan en el cielo, ya que entonces su interioridad es develada.

(289)
P
uesto que la paz Divina nace de la conjunción que se establece entre el Señor y el cielo, especialmente de la conjunción del bien y la verdad en cada ángel; cuando los ángeles gozan de un estado de amor, disfrutan de un estado de paz; pues entonces el bien y la verdad establecen conjunción en su interioridad. (Que los estados que experimentan los ángeles, pasan por fases sucesivas de cambio, puede cotejarse más arriba, Nº 154-160). Algo similar le ocurre al hombre cuando es regenerado. En cuanto el bien y la verdad establecen conjunción en su interioridad, lo cual tiene lugar especialmente después de que el hombre ha pasado por períodos de tentación, accede a un estado de deleite que mana de la paz celestial. Esta condición de paz puede compararse a la mañana o al alba primaveral, cuando la noche ya ha partido, y , con el sol naciente, todas las cosas de la tierra empiezan a revivir, y la fragancia de la vegetación que brota, emerge y se expande al contacto del rocío que desciende del cielo, entonces, la suave temperatura primaveral, brinda fertilidad a la tierra e infunde placer al espíritu del hombre; porque la mañana o el alba primaveral, corresponden al estado de paz que gozan los ángeles del cielo (ver Nº 155).

(290)
H
e hablado con los ángeles acerca de la paz, y les dije que en el mundo se llama paz al período en que cesan las guerras y las hostilidades entre los reinos, y cuando cesan la enemistad y la discordia entre los hombres; y que también cunde la creencia de que la paz interna es un estado de serenidad mental que sobreviene cuando el hombre se ve eximido de sus preocupaciones; principalmente cuando disfruta de la tranquilidad y del bienestar que proporciona el éxito en las empresas acometidas. No obstante, los ángeles afirman que la serenidad mental y la tranquilidad y bienestar derivados de la ausencia de preocupaciones y del éxito en los negocios; aparentemente constituyen la paz, pero que ésta se da efectivamente, sólo entre quienes gozan del bien celestial; porque la paz se alcanza sólo en el goce del bien celestial. Porque la paz fluye desde el Señor hacia lo más íntimo de estos seres, y desde allí desciende, fluyendo hacia sus facultades inferiores, suscitando una sensación de serenidad mental, tranquilidad anímica y regocijo. Pero para los que viven en el mal, la paz es imposible. Es cierto que entre ellos se verifica una suerte de aparente serenidad, tranquilidad y deleite, cuando las cosas marchan de acuerdo con sus deseos; pero se trata de una paz meramente externa, que no tiene nada de interna, porque interiormente están corroídos por el fuego de la animadversión, del odio, de la venganza, de la crueldad, y de todo género de concupiscencias perversas, hacia las que se ven arrastrados cuando alguien no favorece sus designios, y que hacen irrupción cuando no los refrena el temor. Por lo cual, el deleite de semejantes seres reside en la insania, mientras que el deleite de los que viven en el bien, mora en la sabiduría. La diferencia entre unos y otros es similar a la que existe entre el infierno y el cielo.

(33)

Capítulo XXXIII

LA CONJUNCIÓN DEL CIELO
CON LA RAZA HUMANA

(291)
E
s cosa harto sabida en la iglesia que todo bien procede de Dios, y que ningún bien procede del hombre, y, por tanto, que nadie debe adjudicarse ningún bien como propio. Asimismo, se sabe que el mal emana del demonio. De manera que los que hablan basándose en la doc-trina de la iglesia, afirman que quienes obran bien, y quienes hablan y predican piadosamente, son guiados por Dios; y afirman lo contrario al referirse a quienes obran mal y profieren palabras impías. Para que esto sea cierto el hombre debe hallarse en conjunción con el cielo y el infierno; y esta conjunción debe establecerse necesariamente a través de la voluntad y el intelecto del hombre; porque dichas facultades determinan que el cuerpo actúe y que la boca hable. A continuación, referiremos en qué consiste esta conjunción.

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T
odo individuo se halla en compañía de buenos y malos espíritus. A través de los buenos espíritus el hombre se halla en conjunción con el cielo, y a través de los malos espíritus, con el infierno. Ambos moran en el mundo de los espíritus, que se encuentra en una región intermedia entre el cielo y el infierno. Este mundo será examinado en detalle más adelante. Cuando estos espíritus se aproximan al hombre, obtienen acceso a la integridad de su memoria, y por ende, a la integridad de su pensamiento; los malos espíritus acceden a las cosas malignas de la memoria y del pensamiento, y los buenos espíritus a las cosas buenas de su memoria y de su pensamiento. Estos espíritus ignoran que están con el hombre; pero cuando se hallan junto a él, suponen que las cosas déla memoria y del pensamiento del hombre les pertenecen a ellos; tampoco pueden ver al hombre, porque las cosas propias del mundo solar están fuera del alcance de su vista. El Señor cuida especialmente de que los espíritus no adviertan que están con el hombre, porque en caso de advertirlo entablarían conversación con él, y si esto sucediera, los espíritus lo aniquilarían; puesto que los espíritus malignos, al estar en conjunción con el infierno, anhelan por sobre todas las cosas la perdición del nombre, y no se contentan con destruir su alma, esto es, su amor y su fe; también pretenden destruir su cuerpo. El caso es diferente cuando los espíritus no entablan conversación con el hombre, pues entonces no advierten que lo que piensan y hablan entre ellos proviene del hombre; porque a pesar de que lo que hablan entre ellos procede del hombre, los espíritus suponen que lo que piensan y hablan entre ellos les pertenece como cosa propia, y todo ser aprecia y ama lo que le pertenece. De tal forma, los espíritus se ven constreñidos a amar y estimar al hombre aunque no se den cuenta de ello. Que existe tal conjunción entre los espíritus y el hombre es algo que he podido comprobar a través de una experiencia continua que abarca ya muchos años, de manera que no hay nada que me resulte más familiar.

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o que determina que los espíritus que están en comunicación . La con el infierno, también estén vinculados al hombre, es que el hombre tiene una inclinación innata hacia todo género de perversidades. de manera que su vida misma emana del mal; por lo cual, no podría vivir si no estuviese vinculado a espíritus de índole semejante; de no ser así, tampoco sería posible substraerlo del mal para ser reformado. Debido a ello, se mantiene ligado a su propia naturaleza bajo el influjo de espíritus malignos, y se aparta de ella mediante el influjo de espíritus benignos; esta doble influencia le permite mantenerse en equilibrio; y al estar en equilibrio, está en libertad, y puede ser substraído de sus perversidades para ser guiado hacia el bien; entonces, es posible que el bien se arraigue en él, cosa que no ocurriría si no estuviese en libertad; y el hombre obtiene acceso a la libertad sólo cuando experimenta el influjo de espíritus malignos y benignos, manteniéndose así entre uno y otros, Así, es evidente que en tanto que la vida del hombre procede de lo que es hereditario, de no serle permitido experimentar el mal, su vida sería nula; y lo mismo ocurriría si no gozara de libertad; también es evidente que no puede ser compelido a hacer el bien, puesto que lo que procede de la compulsión no permanece; y lo que el hombre recibe en libertad, se arraiga en su voluntad, incorporándose de hecho a su propio ser. Estas son las razones que determinan que el hombre se halle en comunicación con el infierno y con el cielo.

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T
ambién expondremos en qué consiste la comunicación que se establece con el cielo a través de los espíritus benignos, en qué consiste la comunicación que se establece con el infierno a través de los espíritus malignos, y en qué estriba la consiguiente conjunción que se establece entre el cielo y el infierno con el hombre. Todos los espíritus que habitan en el mundo de los espíritus están en comunicación con el cielo o el infierno; los espíritus malignos, con el infierno; y los espíritus benignos, con el cielo. El cielo está dividido en sociedades, y lo mismo acontece con el infierno. Todo espíritu pertenece a alguna sociedad, y subsiste gracias al influjo que recibe de ella; es decir, actúa al unísono con ella. Por tanto, al estar el hombre en conjunción con los espíritus, se halla en conjunción con el cielo o el infierno; exactamente con aquella sociedad que le es afín por su afecto o por su amor; ya que las sociedades del cielo, se distinguen entre sí según los afectos hacia el bien y la verdad que sienten sus miembros; y las sociedades infernales, según los afectos hacia el mal y la mentira que experimentan sus integrantes (Sobre las sociedades del cielo. ver más arriba, Nº 41-45; y también Nº 148-151).

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os espíritus que entablan relación con el hombre, son semejantes al afecto o al amor del hombre; el Señor relaciona al hombre con los espíritus benignos; pero los espíritus malignos se relacionan con el hombre, a instancias de él mismo. Los espíritus que acompañan al hombre, varían de acuerdo con las variaciones afectivas del hombre; de modo que hay ciertos espíritus que lo acompañan durante su infancia, otros durante su niñez, otros durante su adolescencia y edad viril, y otros durante su vejez. Durante la infancia lo acompañan espíritus que viven en la inocencia, y que, por tanto, están en comunicación con el cielo de la inocencia, que es el íntimo o tercer cielo. Durante su niñez lo acompañan los espíritus que tienen el afán de conocer, y que están en comunicación con el cielo extemo o primero; durante la adolescencia y la edad viril, lo acompañan los espíritus que sienten afecto por la verdad y el bien, y portante que disfrutan de inteligencia, y que están en comunicación con el cielo segundo o intermedio; y durante la vejez, lo acompañan los espíritus que gozan de sabiduría e inocencia, y que están en comunicación con el íntimo o tercer cielo. El Señor preserva estos vínculos con los hombres que pueden ser reformados o regenerados. El caso es distinto con aquellos que no pueden ser reformados ni regenerados. A pesar de que estos últimos, también mantienen vinculación con los espíritus benignos, para que se aparten del mal en la medida de lo posible; se hallan en conjunción directa con los espíritus malignos que se comunican con el infierno, por lo que están en compañía de espíritus semejantes a ellos. Si son amantes de sí mismos o amantes del lucro, o amantes de la venganza, o amantes del adulterio, están en compañía de espíritus de tal índole, y se diría que éstos habitan en sus afectos malignos; y el hombre es incitado por ellos, y en caso de que no pueda ser apartado del mal por mediación de espíritus benignos, se adhieren a él y no se alejan de él, mientras sus afectos malignos prevalecen. Por eso el hombre maligno está en conjunción con el infierno, mientras que el hombre bondadoso, está en conjunción con el cielo.

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l hombre está regido por el Señor a través de espíritus porque no vive en el orden del cielo, y tiene una predisposición innata hacia la perversidad que mana del infierno, de forma que nace con inclinaciones diametralmente opuestas al orden Divino; portante, debe ser restituido al orden, y esto sólo puede concretarse por vía indirecta a través de espíritus. El caso sería totalmente diferente si el hombre tuviera una inclinación innata hacia el bien que armoniza con el orden del cielo; entonces sería regido por el Señor, pero no a través de espíritus, sino a través del orden-mismo, o sea, mediante el influjo general. Este influjo rige al hombre en lo concerniente a sus actos, emanados de su pensamiento y voluntad, esto es, en lo que atañe a su lenguaje y a sus actos; porque estas cosas fluyen en armonía con el orden natural, por consiguiente, los espíritus vinculados al hombre, no tienen la menor ingerencia en este aspecto. Los animales también son regidos por medio de este influjo general que procede del mundo espiritual, pues viven en conformidad con el orden de su vida, y los animales no han podido pervertir y destruir ese orden, porque no están dotados de la facultad racional. Más arriba (Nº 39), puede consultarse cuál es la diferencia entre el hombre y las bestias.

(297)
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or lo demás, en lo que atañe a la conjunción del cielo con la raza humana, sépase que el Señor Mismo fluye en cada hombre según el orden del cielo, así en su interioridad como en su exterioridad, preparándolo para que esté en condiciones de recibir el cielo, rigiendo su exterioridad a partir de su interioridad y su interioridad a partir de su exterioridad, y esto en forma simultánea, manteniendo así en conexión todas y cada una de las cosas que conforman al hombre. Este influjo del Señor se denomina inlfujo inmediato; mientras que la otra forma de influjo, que se viabiliza a través de espíritus, se denomina influjo mediato. Este último subsiste gracias al primero. El influjo inmediato, que es el influjo del Señor Mismo y procede de Su Divinidad Humana, ingresa en la voluntad del hombre y a través de ella en su intelecto, y así ingresa en su bien y a través de éste en su verdad; o lo que viene a serlo mismo, ingresa en su amor y a través de su amor en su fe; este proceso no puede desarrollarse a la inversa, y de ninguna manera es posible que este influjo se dé en la fe carente de amor, o en la verdad desprovista de bien, o en el intelecto que no emana de la voluntad. Este influjo Divino es perpetuo, y los buenos lo reciben en el bien, pero los malvados no; pues éstos lo rechazan, lo extinguen o lo pervierten; por lo que llevan una vida perversa, que en el sentido espiritual es muerte.

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os espíritus que acompañan al hombre, tanto los que se hallan en conjunción con el cielo como los que están en conjunción con el infierno, jamás fluyen en el hombre desde su propia memoria y pensamiento, pues si fluyesen desde su propio pensamiento, el hombre supondría que lo que es propio de los espíritus le pertenece a él (ver más arriba, Nº 256). De todas maneras, a través de ellos fluye en el hombre un afecto de amor hacia el bien y la verdad, que procede del cielo; y un afecto de amor hacia el mal y la mentira, que mana del infierno. Por tanto, si el afecto del hombre armoniza con el afecto que fluye en él, entonces lo recibe en su pensamiento, pues el pensamiento interior del hombre concuerda plenamente con su afecto o amor; pero si el afecto del hombre no armoniza con el afecto que fluye en él, entonces no lo recibe. Lo que pone de manifiesto que el hombre puede elegir, pues goza de libertad; dado que el pensamiento no es instilado en el hombre a través de espíritus, como sucede con el afecto del bien y el afecto del mal; y así, por intermedio de su pensamiento puede recibir el bien y rechazar el mal, puesto que sabe, gracias a la Palabra, qué es el bien y qué es el mal. Por otra parte, todo lo que recibe por vía del pensamiento emanado del afecto, lo asimila; pero aquello que no recibe a través del pensamiento emanado del afecto, no lo asimila. Todo lo cual, pone en evidencia en qué consiste la naturaleza del influjo del bien que procede del cielo, y en qué consiste la del influjo del mal que mana del infierno, y cómo es su recepción en el hombre.

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T
ambién me fue dado saber cual es el origen de la ansiedad del hombre, de su angustia, y de su tristeza interior, denominada melancolía. Hay ciertos espíritus que aún no han establecido conjunción con el infierno, dado que recién están experimentando su primer estado; éstos, serán examinados más adelante, cuando describamos el mundo de los espíritus. Dichos espíritus aman las cosas indigestas y nocivas, tales como la comida que se pudre en el estómago; por tanto, están presentes en el hombre en cosas semejantes, pues se deleitan con ellas; y allí hablan entre ellos inducidos por sus afectos malignos. El afecto que alienta en su lenguaje fluye en el hombre por esta vía; y cuando este afecto se opone al afectó del hombre, le acarrea tristeza y ansiedad melancólica; pero cuando armoniza con él, le brinda alegría y regocijo. Estos espíritus aparecen cerca del estómago, algunos hacia la izquierda y otros hacia la derecha; algunos abajo y otros más arribadnos más cerca y otros más lejos; o sea, en forma variada según sus afectos. Que éste es el origen de la ansiedad mental, es algo que me ha sido dado observar y confirmar a través de una larga experiencia. He visto a estos espíritus, los he oído, he sentido la ansiedad que provocan, y he hablado con ellos; si se los ahuyentaba, la ansiedad cesaba; pero apenas regresaban, la ansiedad reaparecía; y pude advertir que su incremento y su disminución dependían del grado de aproximación o alejamiento de dichos espíritus. Esto me ha permitido comprender con claridad porqué ciertas personas que ignoran qué es la conciencia, pues carecen de ella, achacan su angustia a alteraciones del estómago.

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L
a conjunción del cielo con el hombre es diferente de la conjunción entre los hombres, porque se trata de una conjunción que se establece con la interioridad de la mente del hombre, vale decir, con el hombre espiritual o interno; aunque también existe una conjunción entre el cielo y el hombre natural o externo a través de las correspondencias, la cual será examinada en el capítulo subsiguiente cuando abordemos el tema de la conjunción que se establece entre el cielo y el hombre a través de la Palabra.

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Q
ue la conjunción del cielo con el género humano y de éste con el cielo es de tal naturaleza que uno subsiste por medio del otro, es tema que también será expuesto en el próximo capítulo.

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H
e hablado con los ángeles sobre la conjunción del cielo con la raza humana, y les he dicho que a pesar de que los hombres de la iglesia aseveran que todo bien procede de Dios, y que el hombre goza de la compañía de los ángeles, son escasos los que creen que los ángeles están en conjunción con el hombre, y apenas si pueden concebir que los ángeles habitan en su pensamiento y en su afecto. Los ángeles repusieron que ellos sabían que semejante tipo de creencia y semejante manera de hablar. aún prevalecen en el mundo, y para su mayor sorpresa, principalmente en el seno de la iglesia, donde se dispone de la Palabra para adoctrinar al hombre acerca del cielo y su conjunción con él; a pesar de ello, la conjunción se establece de tal modo, que el hombre es incapaz de pensar absolutamente nada si no está acompañado por espíritus, y de ello depende su vida espiritual. Añadieron que la causa de la ignorancia en que está sumido el hombre en lo que atañe a esta cuestión, reside en el hecho de que el hombre cree que vive por sí mismo, y que no tiene conexión alguna con el Ser Primero (Esse) de la vida; y que, por otra parte, tampoco sabe que esta conexión se establece a través de los cielos; sin embargo, si esta conexión se disolviera, el hombre perecería en el acto. Si el hombre fuese capaz de creer, en consonancia con la verdad, que el bien procede del Señor y el mal del infierno, no pretendería hacer de la bondad un mérito personal, ni el mal le sería imputado; entonces vería al Señor en todos sus buenos pensamientos y en todos sus buenos actos; y el mal que fluye en su interior, sería expelido al infierno, de donde procede. Pero como el hombre cree que no recibe influjo, ni del cielo ni del infierno, y supone que todo lo que piensa y quiere, reside en él y procede de él; asimila el mal, y pervierte el influjo del bien que recibe, adjudicándose el mérito.

(34)

Capítulo XXXIV

LA CONJUNCIÓN DEL CIELO
CON EL HOMBRE A TRAVÉS
DE LA PALABRA

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Q
uienes piensan de acuerdo con su facultad racional interior están en condiciones de advertir que todas las cosas se hallan vinculadas con el Principio a través de nexos intermedios, y que aquello que no tiene ninguna conexión con él, se disipa. Puesto que comprenden, cuando piensan acerca de ello, que nada puede subsistir por sí mismo, sino es a partir de algo previo, y que, por ende, todas las cosas derivan de un Principio; y que la conexión que tienen con aquello que es previo es similar a la que existe entre un efecto y su causa eficiente; porque si del efecto se sustrae la causa eficiente, entonces el efecto se disuelve y se disipa. Como los hombres ilustrados lo entendieron de esta manera, advirtieron, y así lo manifestaron, que la subsistencia es una forma de existencia perpetua; es decir, que todas las cosas subsisten en virtud de un Principio; y que al derivar su existencia de ese Principio, existen perpetuamente. es decir, subsisten gracias a él. Pero en qué consiste la conexión de todas las cosas con aquello que las precede; con el Principio original de todas las cosas, es algo que no puede expresarse en pocas palabras, debido a su variedad y diversidad. Lo único que puede decirse, y esto en sentido genérico, es que existe una conexión entre el mundo natural y el mundo espiritual, y que, a consecuencia de ello, hay u-na correspondencia entre todas las cosas del mundo natural y todas las que pueblan el mundo espiritual (ver Nº 103-115); y que existe una conexión, y por tanto una correspondencia, entre todas las cosas humanas y todas las cosas del cielo (ver Nº 87-102).

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E
l hombre ha sido creado de manera tal que pueda hallarse en conexión y conjunción con el Señor; pero con los ángeles del cielo, sólo establece una relación. Establece una relación con los ángeles, pero no está en conjunción con ellos, porque en lo que se refiere a la interioridad de su mente, el hombre es similar a un ángel desde la creación, pues está dotado de similar voluntad e intelecto. Por eso un hombre que ha vivido en armonía con el orden Divino, después de la muerte se transforma en ángel, y goza de la misma sabiduría que los ángeles. Portante cuando se habla de la conjunción del hombre con el cielo, se hace alusión a su conjunción con el Señor, y a su relación con los ángeles; dado que el cielo es el cielo por obra de la Divinidad del Señor, y no en virtud de la naturaleza propia (proprium) de los ángeles. Que es la Divinidad del Señor la que crea el cielo, puede verse más arriba (Nº 7-12). Por otra parte el hombre, no sólo se halla en el mundo espiritual en lo que respecta a su interioridad, sino que a diferencia de los ángeles, también reside en el mundo natural en lo que respecta a su exterioridad. Su exterioridad, que reside en el mundo natural, está constituida por todo lo que pertenece a su memoria natural o externa y al pensamiento e imaginación derivados de ella. En un sentido genérico, incluye conocimientos y datos científicos con sus respectivos deleites y placeres, que tienen un valor meramente mundano, junto con diversos placeres propios de los sentidos corporales; además de los sentidos mismos, el lenguaje y los actos. Todo ello conforma el plano exterior en el cual concluye el influjo Divino del Señor, puesto que este influjo no se interrumpe en un nivel intermedio, sino que continúa hasta llegar al plano exterior. Todo esto pone de manifiesto que el plano exterior del orden Divino está en el hombre; y al ser su plano exterior es también su base y fundamento. Como el influjo del Señor no se detiene en un nivel intermedio, sino que prosigue hasta llegar a su plano exterior, según queda dicho, y puesto que el nivel intermedio que atraviesa es el cielo angélico, mientras que el plano exterior reside en el hombre; y como nada puede existir de forma inconexa, de ello se sigue que la conexión y conjunción del cielo con el género humano se establece de manera tal que uno subsiste por medio del otro; y que el género humano separado del cielo vendría a ser como una cadena a la que le falta un eslabón; y el cielo desligado de la raza humana, como una casa que carece de cimientos.     universe-people.cz

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P
ero el hombre ha suprimido su conexión con el cielo, al apartar su interioridad del cielo, volviéndola hacia el mundo y hacia sí, por amor de sí mismo y del mundo; enajenándose de tal forma que ya no es posible que sea la base y el cimiento del cielo; por lo que el Señor ha provisto un medio que sirva de base y cimiento del cielo, y también como nexo de la conjunción entre el cielo y el hombre. Y este medio es la Palabra. Para comprender el modo en que la Palabra sirve de medio de conjunción, pueden consultarse numerosos pasajes de Arcana Coelestia donde se expone el tema, que han sido compilados en un breve tratado sobre El Caballo Blanco mencionado en el Apocalipsis; y también en el Apéndice a la Nueva Jerusa-lem y su Doctrina Celestial (Appendice ad Doctrinam Caelestem).

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D
esde el cielo se me hizo saber que los más antiguos pueblos conocían la revelación directa, porque su interioridad estaba orientada hacia el cielo; y así, en aquellos tiempos se establecía una conjunción entre el Señor y el género humano. Pero esta época llegó a su fin, y entonces surgió otra forma de revelación indirecta por medio de las correspondencias, puesto que en aquella etapa el culto Divino estaba compuesto exclusivamente de correspondencias; por eso a las iglesias de este período se las llamó iglesias representativas. Por aquel entonces, se conocía el sentido de las correspondencias-y de las representaciones, y se sabía que todas las cosas que hay sobre la faz de la tierra corresponden a las cosas espirituales del cielo y la iglesia; o lo que viene a ser lo mismo: las representan; y por ende, todas las cosas naturales que configuraban la faz externa de su culto eran medios que utilizaban para pensar espiritualmente, esto es, para pensar con los ángeles. Cuando la ciencia de las correspondencias cayó en el olvido, se compuso una Palabra en la que todos los vocablos y sus significados son correspondencias, de forma que encierran un sentido espiritual o interno, en el que habitan los ángeles; por eso cuando un hombre lee la Palabra, y percibe su sentido literal o externo, los ángeles captan su sentido interno o espiritual; porque el pensamiento de los ángeles es espiritual, mientras que el pensamiento del hombre es natural. Estos dos géneros de pensamiento parecen diversos; sin embargo son un sola cosa, porque corresponden. De ahí que cuando el hombre se apartó del cielo, eliminando los vínculos que lo unían a él, el Señor proveyó un medio de conjunción entre el cielo y el hombre: la Palabra.

(307)
A
fin de que se comprenda el modo en que se establece la conjunción entre el cielo y el hombre, a través de la Palabra, citaremos algunos pasajes ilustrativos. En el Apocalipsis se describe la "Nueva Jerusalén" en las siguientes palabras:

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron...

Y yo Juan vi la Santa Ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios... La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña; la longitud, la anchura y la altura de ella son iguales.

Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la
cual es de ángel.

El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;

Y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra
preciosa.

Las doce puertas eran doce perlas...

Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
(XXI. 1, 2, 16-19, 21).

Cuando un hombre lee estas palabras las entiende de acuerdo con su sentido meramente literal, es decir, que el cielo visible junto con la tierra han de desaparecer, y que entonces surgirá un nuevo cielo; y sobre la nueva tierra descenderá la santa ciudad Jerusalén, la cual poseerá exactamente las medidas descriptas. Pero los ángeles que acompañan al hombre entienden estas cosas de un modo completamente diferente, es decir, todo lo que el hombre entiende naturalmente, ellos lo entienden espiritualmente. Por "un cielo nuevo y una tierra nueva" ellos entienden una nueva iglesia; por la "Santa Ciudad, la nueva Jerusalén, descendiendo del cielo, de Dios... " ellos entienden: su doctrina celestial revelada por el Señor; por "la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales", y "doce mil estadios", entienden: todos los bienes y verdades de esa doctrina en su conjunto; por "su muro" ellos entienden: todas las verdades que la protegen; por "la medida del muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel", ellos entienden: todas esas verdades tutelares en su conjunto y según su naturaleza; por "sus doce puertas que eran perlas" ellos entienden: verdades introductorias; por "los cimientos del muro, adornados con toda piedra preciosa", entienden: los conocimientos en que se basa esa doctrina; por "el oro puro, semejante al vidrio limpio" (con el que estaban hechos la ciudad y sus calles), entienden: el bien del amor que hace que la doctrina y sus verdades sean transparentes. Así es como perciben los ángeles todas estas cosas; de manera que las perciben de un modo distinto que el hombre. Por consiguiente, las ideas naturales del hombre se tornan en ideas espirituales entre los ángeles, sin que éstos tengan la menor noción sobre el sentido literal de la Palabra, esto es, sobre "un cielo nuevo y una tierra nueva", "la nueva ciudad Jerusalén", "su muro, los cimientos del muro, y sus dimensiones". Y sin embargo los pensamientos de los ángeles y los pensamientos del hombre forman una unidad por correspondencia; así como las palabras de un orador se identifican con lo que capta el oyente cuando éste presta atención al sentido de las palabras y no a las palabras mismas. Todo ello, pone de manifiesto cuál es el modo de conjunción que se establece entre el cielo y el hombre por medio de la Palabra. Tomemos otro ejemplo de la Palabra:

En aquel tiempo habrá una calzada de Egipto a Asiría, y asirios entrarán en Egipto, y egipcios en Asiria; y los egipcios servirán con los asirios a Je-hová.

En aquel tiempo Israel será tercero con Egipto y con Asiria para bendición en medio de la tierra; porque Jehová de los ejércitos los bendecirá diciendo: bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad. (Isaías XIX. 23-25).

Qué es lo que piensa el hombre, y qué es lo que piensan los ángeles al leer estas palabras, puede educirse del sentido literal de la Palabra y de su sentido interno. El hombre, fundándose en el sentido literal, piensa que los egipcios han de convertirse a Dios, siendo entonces aceptos, al igual que los asirios; integrándose ambos a la nación israelita; pero los ángeles, ateniéndose al sentido interno, piensan en el hombre de la iglesia espiritual, el cual es descrito aquí en este sentido; y cuyo nivel espiritual es "Israel"; el natural el "egipcio"; y el racional, que es el intermedio, el "asirio". De cualquier modo, estos dos sentidos son una sola cosa, porque corresponden; de manera que cuando los ángeles piensan espiritualmente y el hombre naturalmente, están en conjunción así como el alma y el cuerpo; de hecho, el sentido interno de la Palabra es su alma, y el sentido literal su cuerpo. Y esto se verifica en la Palabra de principio a fin. Lo cual es una demostración de que la Palabra es un medio de conjunción entre el cielo y el hombre, y de que el sentido literal sirve como base y fundamento.

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T
ambién se da una conjunción del cielo por medio de la Palabra con aquellos que no pertenecen a la iglesia, y desconocen la Palabra; porque la iglesia del Señor es universal, y acompaña a todos los que reconocen a la Divinidad y llevan una vida de caridad. Por lo demás, estas personas son instruidas por los ángeles después de la muerte, y reciben las verdades Divinas; pero este tema se verá en detalle más adelante, en el capítulo relativo a los gentiles. La iglesia universal en la tierra, ante los ojos del Señor tiene el aspecto de un solo Hombre, como el cielo (ver Nº 59-72); pero la iglesia en la que reside la Palabra, mediante la cual se conoce al Señor, viene a ser como el corazón y los pulmones de ese Hombre. Es sabido que todas las vísceras y miembros del cuerpo entero toman su vida del corazón y los pulmones a través de varias derivaciones; y así, de igual manera, viven los que pertenecen a la raza humana y se hallan fuera de la iglesia en la que reside la Palabra, quienes conforman los miembros de ese Hombre. Asimismo, la conjunción entre el cielo y los que se mantienen apartados, por medio de la Palabra, es comparable a una luz que se difunde desde el centro hacia la periferia. La luz Divina reside en la Palabra, allí el Señor y el cielo están presentes, y esa presencia infunde luz a quienes están apartados; pero el caso sería bien diferente de no existir la Palabra. Esto puede deducirse con más claridad de lo que se ha expuesto antes sobre la forma del cielo, según la cual todos los habitantes del cielo se vinculan y comunican. Si bien este arcano puede ser comprehendido por quienes viven en la luz espiritual, no puede ser comprehendido por los que viven solamente en la luz natural; puesto que los que viven en la luz espiritual ven innumerables cosas con claridad, que aquellos que viven solamente en la luz natural no pueden ver, o ven de un modo oscuro e indistinto.

(309)
S
i esa Palabra no hubiese sido recibida en la tierra, el hombre de esta tierra se habría separado del cielo, perdiendo de tal modo su facultad racional; ya que la facultad racional del hombre existe por influjo de la luz del cielo. Por lo demás, el hombre de esta tierra es de tal condición, que carece de aptitud para recibir revelación directa, o para ser instruido sobre las verdades Divinas a través de ella; a diferencia de los habitantes de otras tierras, que sí poseen ese don. (Sobre éstos puede consultarse un pequeño tratado en donde se los describe en forma detallada). El hombre de esta tierra está más inmerso en las cosas mundanas, esto es, en las cosas externas, que los hombres de otras tierras, y son los dones internos los que permiten captar la revelación; si ésta fuese recibida en las cosas externas, la verdad no sería comprendida. Que la condición de los hombres de esta tierra es tal, es algo que puede inferirse claramente de la condición de los miembros de la iglesia, quienes aun sabiendo por la Palabra todo lo que concierne al cielo, al infierno y a la vida después de la muerte, lo niegan en lo íntimo de su corazón; si bien, ;entre ellos hay algunos que han obtenido una eminente reputación de eruditos, y que portal razón, pueden ser tenidos por más sabios que los otros.

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E
n ciertas ocasiones, he hablado con los ángeles sobre la Palabra, diciéndoles que algunos la menosprecian por la sencillez de su estilo, y que nadie sabe nada sobre su sentido interno, de modo que se ignora que encierre en sí tanta sabiduría. Los ángeles replicaron que aunque el estilo de la Palabra en su sentido literal es aparentemente sencillo; en realidad, la excelencia del mismo es incomparable, puesto que la sabiduría Divina yace oculta no sólo en el sentido general del texto, sino también en cada palabra; y que esta sabiduría esplende en el cielo. No quisieron que se pasara por alto que esta sabiduría es la luz del cielo, puesto que es la verdad Divina; y la verdad Divina es el esplendor del cielo (ver Nº 132). Asimismo añadieron que sin esa Palabra la luz del cielo no llegaría al hombre de nuestra tierra, ni se daría la conjunción entre él cielo y el hombre; ya que esta conjunción sólo es posible en la medida en que esa luz ilumine al hombre, y ello acontece exclusivamente cuando la verdad Divina le es revelada a través de la Palabra. El hombre desconoce esta conjunción que se establece por la correspondencia que existe entre el sentido espiritual y el sentido natural de la Palabra, porque el hombre de esta tierra ignora todo lo que se refiere al pensamiento y lenguaje espiritual de los ángeles, que es totalmente distinto al del hombre; y mientras ignore esto, no podrá saber qué es el sentido interno, y desconocerá que la conjunción puede establecerse justamente a través de él. Por último agregaron que si el hombre conociera este sentido, y al leer la Palabra fuese capaz de pensar en base a cierto conocimiento del mismo, accedería a la sabiduría interior, entrando así en una más íntima conjunción con el cielo, ya que por este medio captaría ideas semejantes a las de los ángeles.

(35)

Capítulo XXXV

EL CIELO Y EL INFIERNO
PROCEDEN DE LA RAZA HUMANA

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E
n el orbe cristiano se ignora por completo que el cielo y el infierno proceden de la raza humana; puesto que se cree que los ángeles fueron creados en el principio, dando así origen al cielo; y que el diablo o Satanás era un ángel de luz, que habiéndose rebelado fue arrojado al abismo junto con su turba, originándose así el infierno. Los ángeles no dejan de maravillarse de que en el orbe cristiano se profese semejante creencia; sobre todo les sorprende el hecho de que no se sepa absolutamente nada sobre el cielo, cuando en realidad, este conocimiento es el principio fundamental de la iglesia. Pero puesto que impera semejante ignorancia, se complacen íntimamente al enterarse de que el Señor ha querido revelarle en nuestros días a la humanidad muchas cosas referentes al cielo y al infierno, disipando así en la medida de lo posible las tinieblas, que han ido incrementándose día a día, porque la iglesia ha llegado a su consumación. Por tal razón, desean que yo declare —según sus textuales palabras— que en todo el cielo no hay un sólo ángel creado como tal desde el principio; ni en "él infierno ningún diablo creado originalmente como ángel de luz para ser arrojado luego al abismo; ya que todos los habitantes del cielo y del infierno proceden del género humano. Los habitantes del cielo son aquellos que en el mundo vivieron en el amor y en la fe celestiales, los del infierno, aquellos que en el mundo vivieron en el amor y en la fe infernales; por otra parte, según dijeron, lo que se denomina Diablo y Satanás es el infierno en su conjunto; Diablo, es el nombre del infierno posterior, donde moran los llamados genios malignos; Satanás, el nombre del infierno delantero, donde habitan los denominados espíritus malignos. En las próximas páginas se describirá la índole de estos infiernos. Aseveran los ángeles, que el mundo cristiano ha derivado esas creencias sobre el cielo, el infierno y sus habitantes, de la interpretación de ciertos pasajes de la Palabra según su sentido literal, al no ser éste ilustrado y explicado por una auténtica doctrina de la Palabra; ya que el sentido literal de la Palabra, en tanto que no sea iluminado por una genui-na doctrina, provoca desorientación mental; y ello genera ignorancia, herejías y errores.

(312)
E
l hombre de la iglesia cree esto, porque a su vez cree que nadie ingresa al cielo o al infierno hasta el advenimiento del juicio final; y en este sentido está persuadido de que en esos tiempos todas las cosas visibles perecerán, y otras nuevas surgirán a la existencia; y que entonces cada alma se restituirá a su cuerpo, y que a partir de esa unión el hombre volverá a vivir como tal. Esta creencia encierra a la otra —que sostiene que los ángeles fueron creados como tales desde el principio—, ya que es imposible creer que el cielo y el infierno proceden del género humano si se cree que ningún hombre ha de ingresar allí hasta el fin del mundo. Pero a fin de que el hombre se convenza de que esto no es así, me ha sido dada la posibilidad de gozar de la compañía de los ángeles, y de conversar así mismo con aquellos que están en el infierno, desde hace ya unos años; a veces en forma ininterrumpida desde la mañana hasta el crepúsculo, recibiendo así información sobre el cielo y el infierno. Ello ha sido permitido a fin de que el hombre deje de aferrarse a su errónea creencia sobre la resurrección en el momento del juicio, sobre el estado del alma hasta entonces, sobre los ángeles y el diablo. Como esa creencia es una creencia que profesa lo que es falso, sume a la mente en las tinieblas; y entre aquellos que piensan sobre estas cosas de acuerdo con los dictados de su propia inteligencia, genera dudas, y por último negación; ya que dicen en lo íntimo de su corazón: ¿ "cómo puede ser posible que un cielo tan vasto, poblado de constelaciones, sea aniquilado y se extinga junto con el sol y la luna ?; ¿ y que las estrellas del cielo caigan sobre la tierra, siendo más grandes que ésta ?; ¿ y acaso es posible que cuerpos devorados por gusanos, consumidos por la corrupción, esparcidos a todos los vientos, se fundan otra vez con sus almas ?; y el alma, ¿ dónde está mientras tanto, y qué cosa es desprovista de los sentidos que poseía en el cuerpo ?". Tales y muchas otras cosas del mismo tenor que no es posible creer por ser incomprensibles, destruyen la creencia de muchas personas en la vida del alma después de la muerte, el cielo y el infierno, y otras cuestiones relativas a la fe de la iglesia. Que esta creencia ha sido destruida, se manifiesta de manera patente cuando oímos decir:¿ "Acaso ha venido alguien del cielo para contarnos cómo es ?  ¿ Qué es el infierno ?  ¿ Acaso existe tal cosa ?  ¿ y qué es eso de que el hombre padece el tormento del fuego eternoº ¿ Qué es el día del Juicio ?  ¿ Acaso no se lo ha esperado en vano durante eras ?". Junto con otras expresiones que implican una negación total. Por tanto, a fin de evitar que los que piensan así—tal es el caso de muchos que por su sabiduría mundana son tenidos por doctos— sigan confundiendo y pervirtiendo a los simples de fe y corazón, sumiéndolos en las tinieblas infernales en lo que respecta a Dios, el cielo y la vida eterna, y todo lo que depende de estas cuestiones; la interioridad de mi espíritu ha sido develada por el Señor, de modo que me fue dado hablar después de su muerte con todos aquellos que conocí durante su vida en el cuerpo; con algunos por unos días, con otros durante meses, y con otros a lo largo de todo un a-ño; y asimismo con muchos otros, tantos, que no exageraría si dijese que el total llega a cien mil; muchos de ellos habitaban en el cielo, otros en el infierno. He conversado con algunas personas dos días después de su muerte, haciéndoles saber que se estaban celebrando los funerales y exequias para su sepelio; a lo que respondieron que consideraban que era una buena medida desechar el cuerpo que habían tenido en el mundo, el cual había desempeñado ya sus funciones; y me instaron a que declarase que no estaban muertos, puesto que vivían como hombres igual que antes; gozando de intelecto y voluntad, pensamientos y afectos, sensaciones y deseos tal como en el mundo; y que solamente habían pasado de un mundo a otro. La mayoría de los que habían muerto recientemente, viendo que vivían como hombres igual que antes y que su estado era similar (ya que después de la muerte el estado vital de cada uno al principio es tal como el que experimentó en el mundo, si bien se verifica un cambio gradual que indica un progresión gradual hacia el cielo o hacia el infierno) sintieron un nuevo arrebato de júbilo al comprobar que estaban vivos, y expresaron que ellos jamás hubiesen creído que estas cosas habrían de suceder. Se mostraron sumamente asombrados al advertir la ignorancia y la ceguera que habían padecido sobre el estado de su vida después de la muerte; y sobre todo, ante el hecho de que incluso el hombre de la iglesia sea víctima de semejante ignorancia y ceguera acerca del estado de su vida después de la muerte; cuando en realidad éste debería estar más ilustrado que los demás en lo que toca a estas cuestiones. Entonces empezaron a darse cuenta de que la causa de tanta ignorancia y ceguera estriba en el hecho de que las cosas externas, relativas al mundo y al cuerpo, han absorbido de tal modo la atención de su mente que no pueden ser elevados a la luz del cielo para ahondar en las cuestiones de la iglesia más allá del límite impuesto por sus doctrinas; ya que cuando se ama lo que pertenece al cuerpo y el mundo, como ocurre actualmente, la mente se hunde en las tinieblas si el hombre pretende ir más allá de esas doctrinas.

(313)
M
uchos eruditos procedentes del mundo cristiano, quedan estupefactos después de su muerte, al advertir que tienen cuerpo, disponen de vestimenta, y habitan en casas igual que en el mundo. Y al evocar sus nociones sobre la vida después de la muerte, el alma y los espíritus, el cielo y el infierno, se sienten avergonzados y reconocen su fatuidad, admitiendo que los simples de fe pensaban más juiciosamente que ellos en este punto. Cuando se examinó la mentalidad de ciertos eruditos, que habían persistido en sus nociones erróneas, circunscribiendo todas las cosas al dominio de la naturaleza, se halló que su interioridad estaba totalmente obliterada y su exterioridad develada; debido a que no miraban hacia el cielo sino hacia el mundo, y por tanto, hacia el infierno. Porque en la medida en que la interioridad del hombre está develada, éste mira hacia el cielo, pero en la medida en que está obliterada y su exterioridad develada, mira hacia el infierno; ya que la interioridad del hombre ha sido conformada para la recepción de todas las cosas del cielo, y su exterioridad para la recepción de todas las cosas del mundo; y quienes reciben el mundo sin recibir al mismo tiempo el cielo, reciben el infierno.

(314)
Q
ue el cielo procede del género humano, puede deducirse también del hecho de que la mente angélica y la mente humana son similares; ambas están dotadas de la facultad de entender, percibir y querer, y ambas están conformadas para la recepción del cielo; pues la mente humana posee la capacidad de acceder a la sabiduría al igual que la mente angélica; y si no alcanza esa sabiduría en el mundo se debe al hecho de que está encerrada en un cuerpo terrenal. Pero el caso es diferente cuando la mente se ve liberada de sus vínculos con el cuerpo; entonces deja de pensar naturalmente y comienza a pensar espiritualmente; y cuando piensa espiritualmente sus pensamientos son incomprensibles e inefables para el hombre natural; de ese modo accede a la sabiduría de los ángeles; lo que demuestra que la parte interna del hombre, designada su espíritu, es en su esencia un ángel (véase más arriba, Nº 57); y cuando se ve liberada de su cuerpo, posee forma humana igual que un ángel. (Que el ángel posee una perfecta forma humana, puede verse más arriba, Nº 73-77). Si la parte interna del hombre no está develada en el nivel superior, sino solamente en el inferior, después de verse liberada del cuerpo su forma sigue siendo humana; pero es horrible y diabólica; ya que no puede mirar hacia arriba, hacia el cielo, sino sólo hacia abajo, hacia el infierno.

(315)
P
or lo demás, cualquiera que haya recibido instrucción acerca del orden Divino puede comprender que el hombre ha sido creado para que llegue a ser un ángel, porque el plano exterior del orden Divino reside en él (Nº 304), y en él puede plasmarse todo lo relativo a la sabiduría celestial y angélica, renovándose y multiplicándose. El Orden Divino nunca se detiene en un nivel intermedio para constituir algo que no tenga relación con el plano exterior, ya que allí no puede alcanzar su plenitud y perfección; de forma que continúa hasta Negar al plano exterior; y al llegar al plano exterior asume su forma y, por medio de una combinación de los elementos que allí encuentra, se renueva y se reproduce, lo cual se lleva a cabo a través de un proceso procreador. De modo que el seminario del cielo reside en el plano exterior del orden Divino.

(316)
E
l Señor resucitó no solo en Su espíritu, sino también en Su cuerpo, puesto que cuando estuvo en el mundo glorificó Su Humanidad íntegra, haciéndola Divina; porque Su alma procedía del Padre y era la Divinidad en Sí Misma, en tanto que Su cuerpo devino un símil del alma; es decir, del Padre, y por ende de la Divinidad. Por eso el Señor —a diferencia de cualquier otro hombre— resucitó en cuerpo y alma; y lo puso de manifiesto ante sus discípulos (que al verlo creyeron que se trataba de un espíritu), al decir:

Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; paipad y ved: porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo (Lucas XXIV. 36-39);

dando a entender con ello que El era un hombre no sólo en cuanto a su espíritu, sino también en cuanto a Su cuerpo.

(317)
A
fin de que se sepa que el hombre vive después de la muerte, y que en conformidad con la vida que llevó en el mundo, ingresa al cielo o al infierno, me han sido reveladas muchas cosas concernientes al estado del hombre después de la muerte, cuya exposición ofreceré en forma ordenada en las próximas páginas, al tratar el tema del mundo de los espíritus.

(36)

Capítulo XXXVI

LOS GENTILES, O LOS PUEBLOS
QUE NO INTEGRAN LA IGLESIA,
EN EL CIELO

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A
Es opinión generalizada que los que han nacido fuera de la iglesia, quienes constituyen las llamadas naciones gentiles, no pueden alcanzarla salvación, porque al no disponer de la Palabra, desconocen al Señor, y aparte del Señor no hay salvación posible. Sin embargo, ellos también pueden salvarse, y esto lo demuestra de manera fehaciente el hecho de que la misericordia del Señor es universal, es decir, alcanza a todo individuo; porque los gentiles, al igual que los que integran la iglesia (quienes en comparación son muy pocos), han nacido hombres, y si ignoran al Señor no es por culpa suya. Quienquiera que piense con un mínimo atisbo de luz racional, puede darse cuenta de que ningún hombre nace para el infierno; porque el Señor es el amor mismo, y Su amor consiste en desear la salvación de todos. Por ello ha provisto que todo hombre tenga una religión, de modo que a través de ella reconozca a la Divinidad y lleve una vida interior; ya que vivir de acuerdo con la propia religión es vivir interiormente, porque entonces uno alza los ojos hacia la Divinidad, y al mirar hacia la Divinidad a-parta su mirada del mundo, substrayéndose de la vida mundana, que es u-na vida meramente exterior.

(319)
Q
ue los gentiles se salvan al igual que los cristianos, es algo que cualquiera puede advertir, siempre y cuando sepa qué es lo que crea el cielo en el hombre; puesto que el cielo está dentro del hombre, y quienes tienen el cielo dentro suyo, ingresan al cielo. El cielo en el hombre consiste en reconocerá la Divinidad, y en ser guiado por la Divinidad. El precepto primordial de toda religión es reconocer a la Divinidad. Una religión que no reconoce a la Divinidad no es una religión. Los preceptos de toda religión atañen al culto; es decir, a la forma en que el hombre debe adorar a la Divinidad para que el culto sea aceptado por la Divinidad; y cuando esto ha arraigado en su mente, vale decir, en la medida en que quiera y ame esos preceptos, entonces es guiado por la Divinidad. Es sabido que los gentiles, al igual que los cristianos, viven en conformidad con sus principios morales, y que muchos llevan una vida más virtuosa que los cristianos. La vida moral puede obedecer a un sentimiento de reverencia hacia la Divinidad, o bien a las normas de los hombres en el mundo; pero la vida moral que obedece a un sentimiento de reverencia hacia la Divinidad, es una vida espiritual. Ambos géneros de vida son similares en su apariencia externa, pero internamente son completamente distintos; uno de ellos conduce a la salvación, el otro no. El hombre que vive una vida moral por reverencia hacia la Divinidad, es guiado por la Divinidad; pero quien lleva una vida moral ateniéndose a las normas del hombre en el mundo, se guía por sí mismo. Procuraremos ilustrar esto a través de un ejemplo. Aquel que se abstiene de hacer el mal a su prójimo, porque esto atenta contra su religión, o sea, contra la Divinidad, se abstiene de hacer el mal por motivos de índole espiritual; pero quien se abstiene de hacer el mal por temor a la ley, o de menoscabar su reputación, honores, o lucro, se abstiene de hacer el mal por motivos de índole natural, y se guía por sí mismo. La vida de este último es natural, la del primero es espiritual. El hombre que lleva una vida moral de índole espiritual, tiene el cielo dentro suyo, pero el hombre que lleva una vida moral de índole meramente natural, no tiene el cielo dentro suyo; debido a que el cielo fluye desde el nivel superior, develando la interioridad del hombre, y por esta vía fluye hacia su exterioridad; en cambio el mundo fluye desde el nivel inferior, develando su exterioridad y no su interioridad. Dado que no puede darse un influjo del mundo natural en el espiritual; solamente es posible el influjo del mundo espiritual en el natural; de manera que si no se recibe el cielo, la interioridad permanece velada. De esto se deduce quiénes son los que reciben el cielo dentro suyo, y quiénes son los que no lo reciben. Pero ocurre que el cielo es diferente en cada persona. Difiere en cada cual según su afecto por el bien y la verdad. Quienes viven en el afecto del bien por reverencia a la Divinidad, aman la verdad Divina, pues el bien y la verdad se aman mutuamente y desean entrar en conjunción. Esto explica el hecho de que los gentiles, aunque no hayan recibido las verdades genuinas en este mundo, las reciben en la otra vida en virtud de su amor.

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U
n espíritu de procedencia gentil, que había vivido en el mundo en el bien de la caridad según su religión, al oír a ciertos espíritus cristianos razonando sobre lo que debe creerse (puesto que los espíritus razonan entre sí con mayor escrupulosidad y agudeza que los hombres, especialmente sobre el bien y la verdad) quedó asombrado ante semejantes controversias, y declaró que no le interesaba lo que decían, porque sus razonamientos se basaban en apariencias y falacias; y dirigiéndose a ellos, expresó: "Si soy bueno, puedo reconocer la verdad a partir del bien mismo, y estoy en condiciones de captar lo que no sé".

(321)
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e me hizo saber por diversos medios, que los gentiles que han llevado una vida moral de obediencia, subordinación y caridad mutua en conformidad con su religión, adquiriendo así cierta conciencia, son aceptados en la otra vida; y allí los ángeles los instruyen acerca de los bienes y verdades de la fe con extrema solicitud; y después de haber recibido instrucción, se comportan con modestia, inteligencia y sabiduría, y aceptan las verdades adoptándolas con la mayor presteza. Ellos no se han fabricado falsos principios, opuestos a las verdades de la fe, que sea necesario impugnar; ni rumian suspicacias contra el Señor, como lo hacen muchos cris-tianos que sólo pueden concebir al Señor como un hombre común y corriente. En cambio los gentiles, cuando oyen que Dios se hizo hombre, y que a-. sí se manifestó El Mismo en el mundo, inmediatamente reconocen y adoran al Señor, expresando que puesto que Dios es Dios sobre el cielo yja tierra, siendo la raza humana obra Suya, El Mismo quiso manifestarse plenamente ante los hombres. Es una verdad Divina la que afirma que aparte del Señor no hay salvación; pero esto debe entenderse así; toda salvación procede del Señor. En el universo hay innumerables tierras colmadas de habitantes, y casi todos ellos ignoran que el Señor asumió forma Humana en nuestra tierra. Y sin embargo, debido a que adora a la Divinidad bajo una forma humana, son aceptados por el Señor y guiados por El. Quien desee saber algo más sobre este tema, puede consultar el pequeño tratado sobre Las Tierras del Universo (De Telluribus in Universo).

(322)
E
ntre los gentiles, al igual que entre los cristianos, hay sabios y simples. A fin de que pudiese informarme sobre unos y otros, me fue dado dialogar con ellos; en ocasiones durante horas y días. Pero actualmente no hay hombres sabios como los que había en los antiguos tiempos, especialmente en la Antigua Iglesia, que abarcaba una considerable extensión del orbe asiático, donde se originó la religión de numerosas naciones. Con el fin de que pudiese formarme una idea cabal sobre ellos, me fue dado departir familiarmente con algunos de estos hombres sabios. Así, tuve ocasión de tratar a un hombre contado entre los más sabios de su tiempo, y por consiguiente, muy renombrado en el mundo erudito; con él conversé sobre diversos temas; advirtiendo por ciertos indicios que se trataba de Cicerón. Puesto que sabía que era un hombre sabio, hablé con él sobre la sabiduría, la inteligencia, el orden, la Palabra, y por último sobre el Señor. Acerca de la sabiduría afirmó que la única sabiduría es la que emana de la vida, y que la sabiduría no puede relacionarse con ninguna otra cosa; sobre la inteligencia, que procede de la sabiduría; sobre el orden, que procede del Dios Supremo, y que vivir según ese orden es ser sabio e inteligente. En lo que respecta a la Palabra, después de oír algunos pasajes que le leí, extraídos de los Libros de los Profetas, sintió un íntimo regocijo; especialmente por esto: porque cada palabra posee un sentido interior; y manifestó su asombro ante el hecho de que los hombres doctos de nuestro tiempo no experimenten el menor deleite al estudiar la Palabra. Y advertí claramente que la interioridad de su pensamiento, o de su mente, había sido develada. Entonces exclamó que le resultaba imposible seguir oyendo, ya que percibía una bendición mucho más honda de lo que le era dable resistir; que afectaba las fibras más íntimas de su ser. Por último hablé con él sobre el Señor, diciéndole que nació como hombre, siendo concebido por Dios, y que desprendiéndose de Su naturaleza humana materna, asumió la Divinidad Humana, y que El es quien rige el universo. A lo que respondió que él tenía ciertas nociones sobre el Señor, y que a su manera había intuido que la salvación del género humano sólo sería posible a través de El. En el Ínterin, ciertos espíritus cristianos procuraron inocularle pensamientos cavilosos; pero él no les prestó a-tención observando que no le sorprendía la actitud de los tales, puesto que durante su vida en el cuerpo habían asimilado concepciones execrables al respecto, y hasta que no se viesen libres de ellas no podrían aceptar las ideas que confirman la verdad cosa que sí pueden hacer los ignorantes.

(323)
T
ambién me fue dado hablar con otros hombres que vivieron en los tiempos antiguos, reputados entre los más sabios. Primeramente aparecieron ante mí, a una cierta distancia; entonces, les fue dado percibir la interioridad de mis pensamientos, captando así muchas cosas en su plenitud; y partiendo de una sola idea pudieron discernir la serie total, animándola con exquisitos arcanos de sabiduría matizados de encantadoras representaciones. En base a esto pude percibir que eran supremamente sabios, y se me hizo saber que procedían de los antiguos pueblos; cuando se acercaron, les leí un pasaje de la Palabra, cosa que les produjo un inmenso deleite. Y percibí que la esencia de su deleite y regocijo provenía de lo siguíente: todas y cada una de las cosas que oían mientras les leía la Palabra, representan y significan cosas celestiales y espirituales. Observaron que en sus tiempos, durante su paso por el mundo, su modo de pensar, de hablar, y también su escritura, era de tal naturaleza, y que mediante esta ciencia perfeccionaban su sabiduría.

(324)
P
ero en la actualidad los gentiles no son tan sabios como antes; en su mayoría, son simples de corazón. Con todo, aquellos que llevaron una vida regida por la caridad mutua, en la otra vida acceden a la sabiduría. En relación a esto citaré aquí un par de ejemplos. En cierta ocasión, mientras leía los capítulos diecisiete y dieciocho del Libro de los Jueces, (que trata sobre Micaía, y cómo los hijos de Dan se llevaron su imagen de talla, los terafines, y el levita) advertí la presencia de un espíritu gentil que durante la vida del cuerpo había adorado una imagen de talla. Escuchó atentamente el relato de lo que aconteció a Micaía; el dolor que lo embargó cuando los hombres de Dan se llevaron su imagen de talla; y se sintió invadido por una honda congoja; tan es así, que a causa de su dolor interior apenas si atinaba a pensar. No sólo percibí su dolor, sino también su inocencia, que palpitaba en todos sus afectos. Los espíritus cristianos allí presentes, lo observaban; y se maravillaban de que un adorador de una imagen de talla pudiese abrigar tales sentimientos de compasión e inocencia. Luego, ciertos espíritus benignos hablaron con él, diciéndole que las imágenes de talla no deben ser adoradas, y que como hombre, él estaba capacitado para entender esto; y que dejando de lado las imágenes de talla debía pensar en Dios; Creador y Soberano universal del cielo y la tierra, y que ese Dios es el Señor. Mientras le decían estas cosas, me fue dado percibir el afecto interior que inspiraba su adoración, el cual me fue comunicado; y era mucho más santo que el de los cristianos. Ello pone de manifiesto que en nuestros días los gentiles ingresan al cielo con más facilidad que los cristianos, de acuerdo con las palabras del Señor en Lucas:

Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros. (Xlll. 29, 30)

Debido al estado que gozaba, a este espíritu se le podían infundir los dones de la fe y podía recibirlos con afecto interior; él sentía la misericordia del amor, y en su ignorancia había inocencia; y cuando se poseen tales dones todas las cosas de la fe se reciben espontánea y jubilosamente. Después de un tiempo fue recibido por los ángeles.

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U
na mañana, resonaron a los lejos las voces de un coro, y a través de las representaciones que componía el coro, me fue dado saber que eran chinos; y exhibían una suerte de cabra lanosa; luego, u-na torta de mijo y una cuchara de ébano, y también la imagen de una ciudad flotante. Manifestaron que deseaban acercarse; y cuando estuvieron a mi lado, me dijeron que querían estar a solas conmigo para poder revelarme sus pensamientos. Pero se les hizo saber que no estábamos solos, y que algunos se sentían disgustados por su deseo de estar solos, aunque eran bienvenidos como invitados. Cuando percibieron ese disgusto, se pusieron a reflexionar si acaso no habrían cometido una trasgresión contra el prójimo, o si no habrían reclamado para sí alguna pertenencia ajena. Y como en la otra vida todo pensamiento se comunica, me fue dado percibir su estado de agitación mental. Que implicaba el reconocimiento de que tal vez habían ofendido a quienes se mostraban disgustados; la vergüenza que por ello sentían, amén de una serie de nobles afectos: de esta manera se puso de manifiesto que estaban dotados de caridad. Un poco después hablé con ellos; refiriéndome por último al Señor. Al pronunciar el nombre de "Cristo" percibí que experimentaban cierta repugnancia; pero según me fue revelado, habían contraído esta aprensión en el mundo al enterarse de que los cristianos llevaban una vida harto más reprobable que la que ellos llevaban, y que su caridad era nula. Pero cuando al referirme a El, lo llamé simplemente "Señor", se sintieron íntimamente conmovidos. Posteriormente los ángeles les hicieron saber que la doctrina cristiana, en grado más eminente que cualquier o-tra doctrina en el orbe, preceptúa el amor y la caridad, aunque observaron que son muy pocos los que viven en conformidad con ella. Hay gentiles que durante su vida en el mundo llegaron a darse cuenta —por referencias y mediante el trato directo— de que los cristianos llevan una vida reprobable; ya que son adictos al adulterio, al odio, la riña, la ebriedad y otras cosas semejantes; que les producen repugnancia porque se contraponen a su religión. Estos en la otra vida se muestran más renuentes que otros a aceptar las verdades de la fe; pero los ángeles, les enseñan que la doctrina cristiana, al igual que la fe, preceptúa una vida bien distinta; sólo que la vida de los cristianos es más incompatible con su doctrina que la vida de los gentiles. Una vez que han reconocido estas cosas, reciben las verdades de la fe, y adoran al Señor, pero con menos presteza que otros.

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A
los gentiles que han adorado a algún Dios en guisa de imagen o estatua, o cualquier otro objeto tallado, cuando ingresan a la otra vida, comúnmente se los pone en contacto con ciertos espíritus que substituyen a sus dioses o ídolos a fin de que puedan desprenderse de sus fantasías. Y al cabo de unos días de estar con ellos, sus fantasías se desvanecen. A quienes han adorado hombres, en ocasiones se los pone en contacto con ellos, o con otros que hacen las veces de substitutos tal es el caso de los judíos que adoraron a Abraham, Jacob, Moisés y David—; pero cuando se dan cuenta de que son humanos igual que ellos, y que no pueden brindarles la menor ayuda, se sienten avergonzados, tras lo cual se los traslada a los sitios que les corresponden de acuerdo con la vida que han llevado. De los gentiles que hay en el cielo los predilectos son los africanos; porque reciben los bienes y verdades del cielo con más facilidad que otros. Prefieren que se los llame obedientes antes que fieles. Observando, que puesto que los cristianos están en posesión de la doctrina de la fe, tienen derecho a ser llamados fieles; en cambio ellos no, a menos que acepten esa doctrina; o, para citar sus palabras, a menos que estén preparados para aceptarla.

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H
e hablado con algunos miembros de la Antigua Iglesia: se denomina Antigua Iglesia a la que se estableció después del Diluvio, la cual abarcaba numerosos reinos, como ser, Asiría, la Mesopotamia, Siria, Etiopía, Arabia, Libia, Egipto, Filistea, hasta llegar a Tiro y Sidón, y la tierra de Canaán incluyendo ambas márgenes del Jordán. Los hombres de esta iglesia sabían que el Señor habría de venir, y estaban imbuidos de los bienes de la fe; sin embargo, renegaron, tornándose idólatras. A estos espíritus pude divisarlos al frente, hacia la derecha; en un sitio tenebroso, y en un estado miserable. La sonoridad de sus palabras era similar a la de una flauta de un solo tono: como si no encerraran el menor pensamiento racional. Afirmaron haber permanecido allí por muchos siglos, si bien a veces se les permitía salir para servir a otros, desempeñando ciertos menesteres de muy baja categoría. Esto me llevó a pensar en la condición de muchos cristianos —que si bien no son idólatras exteriormente, lo son en su fuero íntimo, ya que se adoran a sí mismos y adoran al mundo, negando en su corazón al Señor— y en la suerte que les espera en la otra vida.

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ue la iglesia del Señor se extiende por todo el orbe, siendo a-sí universal; y que está integrada por todos aquellos que han vivido en el bien de la caridad según su religión; y que la iglesia donde reside la Palabra mediante la cual se conoce al Señor, se relaciona con los que no pertenecen a ella, como el corazón y los pulmones en el hombre de donde derivan su vida todas las vísceras y miembros del cuerpo según sus diversas formas, posiciones y modos de conjunción, puede verse más arriba (Nº 308).

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Capítulo XXXVII

LOS NIÑOS EN EL CIELO

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H
ay quienes creen que los niños nacidos en el seno de la iglesia van al cielo pero los que nacen fuera de la iglesia no; debido a que los niños que son miembros de la iglesia son bautizados, y por medio del bautismo se los inicia en la fe de la iglesia. Pero éstos ignoran que nadie recibe el cielo o la fe a través del bautismo; ya que el bautismo es meramente un signo recordatorio de que el hombre deber ser regenerado, y de que la regeneración es posible entre quienes nacen en el seno de la iglesia; porque disponen de la Palabra donde están las verdades Divinas, mediante las cuales se alcanza la regeneración; y donde se reconoce al Señor, de quien la regeneración procede. De modo que es conveniente que se sepa, que todo niño, donde quiera que haya nacido, dentro o fuera de la iglesia, de padres píos o impíos; a morir es recibido por el Señor y educado en el cielo, y en conformidad con el orden Divino se le imparte la debida instrucción, y se le infunden afectos hacia lo que es bueno, y a través de ellos, conocimientos de lo que es verdadero; luego, al perfeccionar su inteligencia y sabiduría, accede al cielo, y se convierte en ángel. Quienquiera que piense racionalmente, puede tener la certeza de que todos nacen para el cielo y nadie para el infierno; y si un hombre va al infierno, la culpa es suya; pero los niños están exentos de culpa.

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L
os niños que mueren siguen siendo niños en la otra vida, y poseen la misma mente infantil, la misma inocencia e ignorancia, y la misma ternura en todos los aspectos. Los niños están dotados nada más que de las aptitudes germinales para llegar a ser ángeles, puesto que los niños no son ángeles sino que llegan a ser ángeles. Porque todo aquel que parte de este mundo, al ingresar en el otro retiene su estado vital, es decir, el infante conserva su estado de infante, el niño su niñez; el adolescente, el hombre y el anciano, sus respectivos estados; aunque posteriormente estos estados se vayan modificando. El estado de infancia aventaja a todos los demás, porque los niños pequeños gozan de inocencia, y el mal aún no se ha arraigado en ellos a través de los actos de su vida; y en la inocencia, se pueden implantar todos los dones del cielo, ya que la inocencia es receptáculo de la verdad de la fe y el bien del amor.

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E
l estado que gozan los niños en el cielo, supera notablemente al estado que experimentaban en el mundo, pues no están revestidos de un cuerpo terrenal, sino que tienen un cuerpo similar al de los ángeles. El cuerpo terrenal en sí es basto, y no toma sus primeras sensaciones y sus movimientos iniciales del mundo interioro espiritual, sino del mundo exterior o natural; y a consecuencia de ello, en este mundo a los niños se les debe enseñar a caminar, a guiar sus movimientos, y a hablar; incluso sus sentidos, como la vista y el oído, se desarrollan mediante el uso. No ocurre lo mismo con los niños en la otra vida. Puesto que son espíritus, su obrar condice con su interioridad desde el primer momento; aprenden a caminar y a hablar sin adiestramiento alguno; inspirándose al principio en afectos de orden genérico, mediante los cuales no disciernen todavía las ideas del pensamiento; aunque se inician en ellas rápidamente, pues su exterioridad y su interioridad son homogéneas. El lenguaje de los ángeles (según puede verificarse más arriba, Nº 234-245) fluye de los afectos modificados por las ideas del pensamiento, de modo que su lenguaje condice plenamente con los pensamientos que fluyen de sus afectos.

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uando los niños resucitan, lo cual tiene lugar inmediatamente después de su muerte, son llevados al cielo; haciéndose cargo de ellos mujeres angélicas que en la vida del cuerpo amaron tiernamente a los niños y al Señor. Y puesto que en el mundo amaron a todos los niños con maternal ternura, los reciben como suyos; y los niños, por un impulso instintivo, las aman como a sus propias madres. Cada una de ellas tiene a su cargo tantos niños como lo desee, según su afecto maternal espiritual. El cielo correspondiente aparece adelante, en la región de la frente, en la misma línea o radio en que los ángeles miran al Señor. La situación de este cielo está determinada por el hecho de que todos los niños se hallan bajo los auspicios directos del Señor; y reciben el influjo del cielo de la inocencia, que es el tercer cielo.

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L
a índole de los niños es diversa; en algunos es semejante a la de los ángeles espirituales, en otros a la de los ángeles celestiales. Los que poseen dotes celestiales, aparecen en ese cielo hacia la derecha, y los que poseen dotes espirituales, hacia la izquierda. En el Hombre Máximo, que es el cielo, todos los niños habitan en la región de los ojos; los de índole espiritual en la zona del ojo izquierdo, y los de índole celestial en la zona del ojo derecho. Debido a que los ángeles del reino espiritual ven al Señor ante su ojo izquierdo, y los del reino celestial ante su ojo derecho (ver más arriba, Nº 118). El hecho de que en el Hombre Máximo o cielo los niños habiten en la región de los ojos pone de manifiesto que se hallan a la vista del Señor, y bajo sus auspicios directos.

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E
xpondremos brevemente el modo en que son educados los niños en el cielo. Sus institutrices les enseñan a hablar. Sus palabras iniciales son meros sonidos del afecto; que, gradualmente, se tornan distintos y precisos, a medida que reciben las ideas del pensamiento; ya que las ideas del pensamiento emanado del afecto, conforman el lenguaje angélico (lo cual puede verificarse en el capítulo respectivo, Nº 234-245). En sus afectos, que proceden todos de la inocencia, se instilan en primer lugar todas las cosas que aparecen ante sus ojos y les brindan deleite; y como todas estas cosas tienen un origen espiritual, a través de ellas fluyen todas las cosas del cielo, develando así su interioridad; de esta manera, se perfeccionan día a día. Pero pasada su primera edad, se los traslada a otro cielo donde son instruidos por maestros; y así sucesivamente.

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A
los niños se los instruye principalmente mediante representaciones adaptadas a su capacidad; que son tan bellas, y de una sabiduría interior tan sublime, que resultan literalmente increíbles. Por este medio, la inteligencia, que toma su alma del bien, les es gradualmente instilada. Describiré ahora las representaciones que me fue dado contemplar; a partir de las cuales, puede inferirse la naturaleza de las demás. Primero se representó la Ascensión del Señor del Sepulcro, y al mismo tiempo, la unión de Su Humanidad con Su Divinidad. Esto fue llevado a cabo de un modo tan sabio que excede los alcances de la sabiduría humana, y al mismo tiempo, con un toque inocente e infantil. Se representó la imagen de un sepulcro, y junto con ella una noción del Señor; pero esto en forma tan remota que apenas si podía percibirse que se trataba del Señor, salvo de un modo muy lejano; a causa de que en la noción de un sepulcro, hay algo de funéreo, que gracias a este recurso se eludía. Posteriormente, y con el mayor criterio, insinuaron en el sepulcro una sustancia atmosférica de aspecto similar al de un tenue vapor; con lo que hacían una alusión, delicadamente remota, a la vida espiritual en el bautismo. Después vi cómo los ángeles representaban el descenso del Señor a la región de los "confinados", y su Ascensión junto con ellos hacia el cielo, lo cual se llevó a cabo con incomparable prudencia y piedad. Para complacer la mente infantil, dejaron caer unos cordeles casi invisibles, sumamente suaves y delicados, mediante los cuales aligeraban la ascensión del Señor; cuidando siempre con santo temor, de que en la representación no se deslizase nada que no tuviera un contenido espiritual y celestial. Hay, además, otras representaciones, que son algo así como piezas adaptadas a la mente de los niños; mediante las cuales se los guía hacia los conocimientos de la verdad y los afectos del bien.

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A
si mismo se hizo ostensible la tierna calidad de su intelecto. Mientras rezaba la oración del Señor, percibí el influjo de su intelecto en las ideas de mi pensamiento; el cual era tan tierno y delicado, que parecía ser puro afecto; al mismo tiempo, pude percibir que su intelecto se hallaba develado hasta el grado de ser receptivo al Señor; puesto que aquello que fluía de ellos, sólo parecía fluir a través de ellos. Por lo demás, el Señor fluye en las ideas de los niños pequeños; principalmente desde lo más íntimo de su ser; pues en ellos no hay nada que obstruya sus ideas como en el caso de los adultos; ningún principio falso que obstruya su capacidad de comprensión de la verdad; ni un vida perversa que obstruya su recepción del bien. Todo ello pone de manifiesto que los niños pequeños no gozan de un estado angélico inmediatamente después de la muerte, sino que son gradualmente conducidos hacia ese estado por medio de conocimientos del bien y la verdad, en armonía con el orden celestial; dado que hasta los más imperceptibles detalles de su naturaleza son conocidos por el Señor; cosa que permite que se los guíe, de acuerdo con los movimientos de su natural inclinación, hacia la recepción de las verdades del bien y los bienes de la verdad.

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T
ambién me fue dado presenciar el modo en que les son instiladas todas las cosas, por medios deleitables y placenteros compatibles con su índole. Pude contemplar unos niños deliciosamente ataviados, que portaban unas guirnaldas de flores esplendentes de bellísimos colores celestiales, entrelazadas sobre sus pechos y alrededor de sus tiernos brazos; cierta vez, los vi acompañados de sus institutrices y algunas doncellas en un jardín paradisíaco, en el que no había muchos árboles, pero sí enramadas y caminos recubiertos de laurel, y senderos que conducían a regiones interiores; y cuando los niños ingresaron, así ataviados, las flores que ornaban la entrada emitieron un fulgor jubiloso. Ello manifiesta cuál es la naturaleza de sus deleites, y asimismo el modo en que son guiados a través de cosas placenteras y deleitables hacia los bienes de la inocencia y la caridad; bienes que el Señor instila continuamente en sus deleites y placeres.

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or un modo de comunicación común en la otra vida, me fue dado apreciar el carácter de las ideas que suscitan en los niños los objetos que contemplan. Para ellos, todos y cada uno de los objetos tienen vida; de forma que hasta en la más imperceptible de sus ideas palpita la vida. Y me fue dado percibir que los niños en la tierra tienen ideas muy similares cuando se entretienen con sus pequeños juegos; pues a diferencia de los adultos, no tienen noción de que existan cosas inanimadas.

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egún se ha indicado más arriba, los niños son de índole celestial o espiritual. Es fácil distinguir unos de otros. El pensamiento, el lenguaje y los actos de los niños celestiales posee tal dulzura que parece manar exclusivamente del amor del bien al Señor y del amor hacia otros niños. En cambio los que son de índole espiritual, no son tan dulces; ya que en todo lo que expresan hay una especie de vibración alada. La diferencia también se evidencia en sus sentimientos de indignación, y en otras cosas similares.

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uchos pueden suponer que en el cielo los niños siguen siendo niños, y que conservan su condición de tales entre los ángeles. Quienes ignoran qué es un ángel, pueden haber confirmado su opinión a través de las pinturas e imágenes que se admiran en los templos, donde los ángeles son representados como niños. Pero la realidad es bien distinta. El ángel está hecho de inteligencia y sabiduría; y mientras los niños no adquieren estás facultades, no son ángeles, por más que gocen de la compañía de los ángeles. Pero al llegar a ser inteligentes y sabios, se convierten en ángeles; y lo que es mucho más admirable, ya no tienen aspecto de niños, sino de adultos; pues ya no tienen una disposición infantil, sino una disposición angélica más madura. La inteligencia y la sabiduría producen tal efecto. Los niños adquieren un aspecto más adulto, es decir, de adolescentes y jóvenes, a medida que perfeccionan su inteligencia y sabiduría; puesto que la inteligencia y la sabiduría constituyen el alimento espiritual básico; así, las cosas que nutren su mente, nutren también su cuerpo, y esto en virtud de las correspondencias. Ya que la forma del cuerpo no es otra cosa que la forma externa de la interioridad. Pero debe tenerse en cuenta que los niños en el cielo alcanzan solamente la primera etapa de la juventud, y en ella permanecen por toda la eternidad. Para que pudiese cerciorarme de que esto es a-sí, me fue dado hablar con algunos que fueron criados desde niños en el cielo, y que crecieron allí; a algunos pude tratarlos primero siendo niños, y luego cuando ya eran jóvenes; y ellos me hicieron saber que pasaban de una edad a otra en el transcurso de su vida.

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ue la inocencia es receptáculo de todas las cosas del cielo, y que por ende la inocencia de los niños es terreno propicio para todos los afectos del bien y la verdad, puede inferirse de lo que se ha expuesto más arriba (Nº 276-283) acerca de la inocencia de los ángeles del cielo; esto es, que la inocencia es una propensión a ser guiado por el Señor, y no por sí mismo; debido a ello, en la medida en que un hombre goza de inocencia se mantiene apartado de su naturaleza propia, y en tal medida, se halla en la naturaleza propia del Señor. La naturaleza propia del Señor es lo que se designa como Su justicia y Su mérito. Pero la inocencia de los niños no es genuina inocencia, porque carece de sabiduría. La genuina inocencia es sabiduría; ya que cuando alguien es sabio, ama ser guiado por el Señor; o lo que es igual, cuando alguien es guiado por el Señor, entonces es sabio. Por tanto, los niños son guiados por la inocencia externa que gozan al principio, que se llama inocencia de la infancia, hacia la inocencia interna, que es la inocencia de la sabiduría. Esta inocencia es el fin a alcanzar mediante su instrucción y evolución; por consiguiente, una vez que han alcanzado la inocencia de la sabiduría, ésta entra en conjunción con la inocencia de la infancia, que mientras tanto les había servido como plano. La inocencia de los niños me fue representada por medio de un objeto de madera, prácticamente desprovisto de vida, que se va vivificando a medida que ellos se perfeccionan mediante los conocimientos de la verdad y los afectos del bien. Luego, la genuina inocencia se representó a través de un niño bellísimo, desnudo y rebosante de vida; quienes son auténticamente inocentes, habitan en el íntimo cielo y se hallan más próximos al Señor, y siempre aparecen ante los ojos de los demás ángeles bajo el aspecto de niños pequeños, y algunos de ellos desnudos; puesto que la inocencia se representa por medio de la desnudez exenta de vergüenza; como en el caso del primer hombre y su mujer en el paraíso (Gen. II25); por eso, cuando perdieron su estado de inocencia, sintieron vergüenza de su desnudez, y se escondieron (cap. III. 7, 10, 11). En un palabra, cuanto mayor es la sabiduría de los ángeles, mayor es su inocencia; y cuanto mayor es su inocencia, más común es que entre ellos adopten el aspecto de niños. Por eso en la Palabra "infancia" significa inocencia (ver arriba Nº 278).

(342)
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ablando con los ángeles acerca de los niños pequeños, sugerí que tal vez éstos se hallen exentos de mal, puesto que no obran deliberadamente como los adultos; a lo que respondieron que al igual que éstos, también viven en el mal, que en realidad no son otra cosa que maldad; pero que, al igual que a los ángeles, el Señor los aparta del mal y los preserva en el bien; de manera tal que ellos crean qué están en el bien por sí mismos. Por esa razón, cuando los niños llegan a la edad adulta en el cielo, y a fin de que no se forjen una falsa idea sobre sí mismos, figurándose que su bondad procede de ellos y no del Señor, en ciertas ocasiones se les permite recaer en sus maldades hereditarias; y permanecen inmersos en ellas hasta que conocen, reconocen y profesan la verdad sobre esta cuestión. Cierto individuo, el hijo de un rey, que murió en su infancia y creció en el cielo, se aferraba a esa opinión falaz. Por tanto, se lo dejó recaer en la vida-perversa en la cual había nacido; entonces, por una emanación de la esfera de su vida, le fue dado percibir que era proclive a dominar a los demás, y que no reprobaba el adulterio: tales perversidades había heredado de sus padres. Pero una vez que hubo reconocido su verdadera índole, fue admitido nuevamente entre los ángeles, con quienes había . estado en compañía anteriormente. En la otra vida ninguna persona es castigada por su maldad hereditaria, puesto que esa maldad no le pertenece, vale decir, que en este caso no tiene la culpa si obra indebidamente; se le castiga solamente por el mal que hace a sabiendas, el cual sí le pertenece: cuando se apropia de su maldad hereditaria llevándola a la práctica voluntariamente en su vida. Por consiguiente, cuando los niños ya se han vuelto adultos, y se los remite al estado de su maldad hereditaria; no es para castigarlos, sino para que sepan que por sí mismos no son otra cosa que maldad, y que en virtud de la misericordia del Señor se los eleva hacia el cielo liberándolos del infierno que los o-prime; y que si están en el cielo es gracias al Señor y no a sus propios méritos; y asimismo para que no se jacten ante los demás del bien que poseen, pues ello se contrapone al bien del amor mutuo y a la verdad de la fe.

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uchas veces, estando en compañía de un coro de niños que gozaban de un estado de pureza infantil, al oírlos, percibí un conjunto de tiernos sonidos dispersos: pues todavía no actuaban al unísono, como lo hacen más tarde, al llegar a la edad adulta. Para mi sorpresa, los espíritus que me acompañaban no podían abstenerse de inducirlos a hablar; éste es un deseo innato en estos espíritus. Pero cada vez que esto ocurría, advertí que los niños se resistían, rehusando a hablar por compulsión. Esta renuencia y repugnancia iba acompañada de una suerte de indignación, según percibí muchas veces; y cuando tenían oportunidad de hablar, se limitaban a decir: "No es así". Se me hizo saber que a los niños pequeños se los tienta de este modo para que aprendan a ofrecer resistencia, empezando por rechazar la falsedad y el mal, y para que aprendan que no deben pensar, hablar o actuar bajo el influjo de otros. Y para que sepan, por tanto, que no deben consentir que nadie los guíe, excepto el Señor.

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E
n base a lo dicho puede inferirse cuál es la educación de los niños en el cielo: consiste en guiarlos por medio de la inteligencia de la verdad y la sabiduría del bien hacia la vida angélica; que es el amor al Señor y el amor mutuo, que contienen a la inocencia. En el siguiente ejemplo puede apreciarse lo diferente que es la educación de muchos niños en la tierra. Me hallaba en una calle de una gran ciudad, y de pronto vi unos niños peleando; en seguida, una turba se agolpó alrededor, contemplando el espectáculo con la mayor delectación; y se me hizo saber, que los niños pequeños son instigados por sus propios padres a entreverarse en este tipo de riñas. Espíritus benignos y ángeles que veían el episodio a través de mis ojos, experimentaron tal repugnancia, que su horror llegó a estremecerme; sobre todo por el hecho de que sean los padres quienes instigan a los niños a cometer este tipo de cosas; y observaron que de esa manera extinguen en los niños desde su más tierna edad los sentimientos de amor mutuo e inocencia que reciben del Señor, inculcándoles sentimientos de odio y venganza; de forma que por propia iniciativa privan a sus hijos del cielo, donde lo único que existe es el amor mutuo. Por ello, sería aconsejable que los padres que desean el bien de sus niños, se abstengan de fomentar semejantes actitudes.

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I
ndicaremos cuál es la diferencia entre los que mueren en la niñez y los que mueren en la edad adulta, Quienes mueren siendo adultos, han adquirido en el mundo terrenal y material un cierto plano mental que llevan consigo al ingresar en el otro. Este plano está constituido por su memoria y sus afectos naturales corporales. El cual permanece fijo, pasando aun estado de reposo; si bien, después de la muerte, le sirve a su pensamiento como plano externo, pues el pensamiento fluye en él. Tal como es este plano, y según la correspondencia que existe entre su contenido y la facultad racional, así es el hombre después de la muerte. Pero aquellos que mueren siendo niños, y son educados en el cielo, no están dotados de ese plano, ya que no derivan nada del mundo material ni del cuerpo terrenal, sino que poseen un plano natural espiritual. Portal razón, no pueden tener ni afectos ni pensamientos crasos, pues todo lo que tienen proviene del cielo. Por otra parte, estos niños no saben que nacieron en el mundo; creen haber nacido en el cielo. No conocen ningún otro nacimiento que el espiritual, que se origina en los conocimientos del bien y la verdad, y en la inteligencia y la sabiduría: de donde deriva el hombre su condición de tal; y como estas cosas proceden del Señor, ellos creen y aman ser parte de lo que es propio del Señor. Con todo, no es imposible que el estado de los hombres que se educan en la tierra alcance el grado de perfección del estado de los niños que se educan en el cielo; siempre y cuando aparten de sí los amores corporales y terrenales, que son el amor de sí mismo y el amor del mundo, y reciban en su lugar los amores espirituales.

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Capítulo XXXVIII

LOS SABIOS
Y LOS SIMPLES EN EL CIELO

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E
s creencia generalizada que los sabios en el cielo gozarán de mayor gloria y eminencia que los simples, ya que según se lee en el Libro de Daniel:

Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento: y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad (XII. 3)

Pero muy pocos saben quiénes son los "entendidos" a los que se hace alusión, ni quiénes son los que "enseñan la justicia a la multitud". Habitual-mente se cree que se alude a las personas reputadas de eruditas y doctas, especialmente a aquellos que ejercieron su magisterio en la iglesia, destacándose por la elocuencia con que impartían su doctrina, y por sus prédicas; y sobre todo aquellos que gestionaron la conversión de muchas personas a la fe. En el mundo éstos tienen fama de inteligentes; sin embargo, ellos no pueden ser de ninguna manera los inteligentes del cielo aludidos en el pasaje citado, a menos que su inteligencia sea celestial. A este tipo de inteligencia nos referiremos ahora.

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L
a inteligencia celestial es la inteligencia interior, y tiene su o-rigen en el amor a la verdad; no persigue la gloria mundana, ni la gloria celestial, sino que tiene como fin la verdad misma, la cual conmueve y deleita íntimamente a quienes la buscan. Los que se conmueven y deleitan con la verdad misma, se conmueven y deleitan en la luz del cielo; y quienes se conmueven y deleitan en la luz del cielo, también gozan de la verdad Divina, regocijándose en el Señor Mismo; puesto que la luz del cielo es la verdad Divina, y la verdad Divina es el Señor en el cielo (véase más arriba, Nº 126-140). Esta luz penetra solamente en la interioridad de la mente; porque ^interioridad de la mente está adaptada para la recepción de esa luz, y se conmueve y deleita cuando esa luz Ingresa, ya que todo influjo recibido del cielo posee en sí la virtud de lo deleitable y placentero. De ahí proviene el genuino afecto por la verdad, que es un afecto a la verdad por la verdad misma. Quienes sienten este afecto, o lo que es igual, este amor, están dotados de inteligencia celestial, y "resplandecen como el resplandor del firmamento". Y si resplandecen así, es porque la verdad Divina alumbra la vastedad del cielo (ver arriba, Nº 132); y el "firmamento celestial", según las correspondencias, alude a la facultad intelectual que recibe la luz del cielo; tanto entre los ángeles como entre los hombres. Pero quienes aman la verdad, teniendo como fin la gloria mundana o la gloria celestial, no pueden resplandecer en el cielo, ya que sólo los deleita y afecta la luz mundana, y no la luz del cielo; y en el cielo, la luz del mundo sin la luz del cielo, es apenas una densa tiniebla; en este caso el afán predominante es el de la propia gloria, puesto que es el fin que se persigue; y al tener como fin semejante gloria, el hombre se coloca a sí mismo en primer lugar; y a las verdades que puede emplear para obtener su gloria, las estima como simples medios para la consecución del fin: como meros instrumentos útiles. Aquel que ama las verdades Divinas en provecho de su propia gloria, se contempla a sí mismo en las verdades Divinas; de manera tal que vuelve la vista de su intelecto y de su fe hacia el mundo, apartándose del cielo, y se vuelve hacia sí dándole la espalda al Señor. Portante los individuos de esta índole reciben la luz del mundo, pero no reciben la luz del cielo. Por su aspecto, ante los ojos de los hombres, parecen tan inteligentes y doctos como quienes reciben la luz del cielo, debido a que profieren palabras similares; y en ocasiones, a juzgar por su aspecto exterior, hasta se diría que son más sabios, pues los aguijonea el amor de sí mismos, y son consumados expertos en el arte de fingir afectos celestiales; pero en su aspecto interno, tal como los ven los ángeles, son bien distintos. Todo ello aclara hasta cierto punto a quiénes se alude al decir que "los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento". Ahora expondremos quiénes son los que "enseñan la justicia a la multitud", que han de resplandecer como las estrellas, según consta en el pasaje citado.

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or quienes "enseñan la justicia a la multitud" se alude a los que son sabios, y en el cielo se llama sabios a los que viven en el bien; viven en el bien quienes llevan las verdades a la práctica de inmediato; ya que apenas es incorporada a la vida, la verdad se convierte en bien, pues se incorpora a la voluntad y al amor, y todo lo perteneciente al amor y a la voluntad se designa como bien; por consiguiente, a los que obran de tal modo se los llama sabios, pues la sabiduría pertenece a la vida. En cambio a aquellos que no llevan a la práctica las verdades Divinas inmediatamente, sino que las registran primero en su memoria para hacer uso de ellas posteriormente, aplicándolas entonces a la vida, se los llama "inteligentes". Cuál es la diferencia entre los sabios y los inteligentes, en calidad y magnitud, puede verificarse en el capítulo que aborda el tema de los dos reinos del cielo, el celestial y el espiritual (Nº 20-28); y en el capítulo referente a los tres cielos (Nº 29-40). A quienes moran en el reino celestial del Señor, se los llama "justos", pues atribuyen toda justicia al Señor y no a sí mismos. La justicia del Señor en el cielo es el bien que procede de El. A éstos se alude aquí por "los que enseñan justicia"; a ellos también se refiere el Señor, al decir:

Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de Su Padre (Mateo, XIII. 43).

Está dicho que "resplandecerán como el sol" porque moran en el amor al Señor que procede del Señor, y ese amor se significa por medio del "sol" (véase más arriba, Nº 116-125). La luz que ellos reciben es flamígera; y las ideas de su pensamiento llevan la impronta de lo llameante, porque reciben el bien del amor directamente del Señor como sol del cielo.

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T
odos los que han asimilado inteligencia y sabiduría en el mundo son recibidos en el cielo y se convierten en ángeles, cada cual según la calidad y grado de su inteligencia y sabiduría. Pues lo que el hombre ha asimilado en el mundo, perdura después de su muerte, porque lo lleva dentro suyo; y esto se acrecienta hasta que alcanza su plenitud; siempre dentro de los límites de su grado de afectividad, y en conformidad con su deseo de recibir la verdad y su bien; quienes tienen poca afectividad la reciben en proporción menor, si bien reciben el máximo que pueden recibir según su grado; mientras que los que poseen una afectividad más intensa y deseos más intensos, la reciben en proporción mayor. El grado de afectividad y deseo es similar a una medida que se colma, de manera que quien, tiene una medida mayor, recibe más, y el que tiene una medida menor, recibe menos. Ello se debe al hecho de que el amor del hombre, al cual pertenecen el afecto y el deseo, recibe todo lo que armoniza con él: de manera que el grado de recepción se mide por el amor. Tal es el sentido de las siguientes palabras del Señor:

Porque a cualquiera que tiene. se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (Mateo. XIII, 12; XXV, 29)

... medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo... (Lucas Vl, 38)

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T
odos los que amaron la verdad y el bien por la verdad y el bien mismos, son recibidos en el cielo; por eso, a quienes amaron mucho se los llama sabios, y a los que amaron poco se los llama simples. En el cielo, los sabios gozan de plena luz, los simples reciben menos luz; cada cual según su grado de amor por la verdad y el bien. Amar la verdad y el bien por la verdad y el bien mismos, consiste en obrar con veracidad y bondad; puesto que los que quieren y obran, aman; pero los que no quieren ni obran, no aman. Los primeros aman al Señor y son amados por El, pues el bien y la verdad proceden del Señor. Y en la medida en que el bien y la verdad proceden del Señor, El reside en el bien y la verdad; y El habita en aquellos que reciben el bien y la verdad en su vida, aplicándolos a la vida. Por otra parte, cuando se considera al hombre, en sí mismo, se advierte que no es sino su propio bien y su propia verdad, pues el bien pertenece a su voluntad y la verdad a su intelecto; el hombre es tal como su intelecto y voluntad. De ello se desprende que el hombre es amado por el Señor en la exacta medida en que su voluntad esté formada por el bien y su intelecto por la verdad. Ser amado por el Señor es asimismo amar al Señor, porque el amor es algo recíproco; y a quien es amado el Señor le concede el don de amar.

(351)
E
n el mundo es creencia generalizada que quienes poseen muchos conocimientos —ya sea sobre las doctrinas de la iglesia y la Palabra, o relativos a las Ciencias— tienen una visión más honda y penetrante que los demás; vale decir, que son más inteligentes y sabios: y así se juzgan ellos a sí mismos. De manera que procederemos a exponer en qué consiste la verdadera inteligencia y sabiduría, y en qué la espuria y falsa. La verdadera inteligencia y sabiduría consiste en ver y percibir lo que es bueno y verdadero, y por ende, también lo que es malo y falso; y esto por u-na intuición y percepción interior. Todo hombre posee facultades interiores y exteriores; las interiores pertenecen al hombre interno o espiritual, y las exteriores al hombre externo o natural. El hombre ve y percibe según la forma de su interioridad; y según el modo de conjunción de ésta con su exterioridad. Su interioridad se plasma solamente en el cielo, mientras que su exterioridad cobra forma en el mundo. Una vez que su interioridad ha sido forjada en el cielo, las cosas que ésta contiene fluyen en su exterioridad—que pertenece al mundo—imprimiéndole una forma que le permita estar en correspondencia y actuar al unísono con su interioridad; y cuando esto ha ocurrido, el hombre ve y percibe por influjo interior. La interioridad se plasma de una sola manera: cuando el hombre alza sus ojos hacia la Divinidad, ya que—según se ha indicado antes— la interioridad se forja en el cielo; y el hombre contempla a la Divinidad cuando cree en ella, y cuando cree que la verdad y el bien, y por tanto la inteligencia y la sabiduría, proceden de la Divinidad. Y el hombre cree en la Divinidad cuando quiere ser guiado por la Divinidad. Esta es la única manera en que la interioridad del hombre es develada. El hombre que profesa esta creencia, viviendo en conformidad con ella, posee aptitudes y facultades para comprender y adquirir sabiduría; pero para ser inteligente y adquirir sabiduría debe aprender muchas cosas; no sólo relativas al cielo, sino también al mundo; las relativas al cielo en la Palabra y la iglesia, y las relativas al mundo mediante el estudio de las Ciencias. Si el hombre se cultiva, y aplica a la vida sus conocimientos, llega a ser inteligente y adquiere sabiduría, pues de tal forma la vista interior de su intelecto y el afecto interior de su voluntad se perfeccionan. Los simples que pertenecen a esta clase, son los que poseen su interioridad develada; pero no han sido esclarecidos por medio de verdades espirituales, morales, civiles y naturales. Estos perciben las verdades apenas las oyen, pero no las ven dentro suyo. Mientras que los sabios que pertenecen a esta clase, son los que además de poseer su interioridad develada, han sido esclarecidos. Estos ven las verdades dentro suyo, además de percibirlas. Todo ello pone de manifiesto en qué consiste la verdadera inteligencia y sabiduría.

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L
a inteligencia y sabiduría espuria no deja ver ni percibir interiormente qué es la verdad y qué es el bien, ni por tanto, qué es la falsedad y qué el mal; y ello por dar crédito a opiniones ajenas que dictaminan qué es verdadero y bueno y qué es falso y malo, para confirmarlas posteriormente. Ya que los individuos de esta índole ven la verdad por mediación de otros y no por la verdad misma; éstos pueden adherirse a lo que es falso y creer en ello con la misma facilidad con que reconocen lo verdadero, y pueden confirmar lo que es falso hasta que parece ser cierto. Puesto que cualquier cosa que se confirma, adopta la apariencia de la verdad; y no hay absolutamente nada que no se pueda confirmar. La interioridad de éstos sólo se halla develada en el plano inferior; pero su exterioridad está develada en la proporción en que han confirmado su error. Debido a ello, la luz que ven no es la luz del cielo, sino la luz del mundo: llamada luminiscencia natural (lumen); y en esa luz las falsedades brillan como las verdades; y u-na vez confirmadas revisten un aspecto esplendente, pero no a la luz del cielo. De los que pertenecen a esta clase, los menos inteligentes y sabios son los que han confirmado su error, evidenciando tozudez; y los más inteligentes y sabios, los que han confirmado su error, pero con menos terquedad. Todo lo cual pone de manifiesto en qué consiste la inteligencia y sabiduría espuria. No pertenecen a esta clase aquellos que en la infancia aceptaron como ciertas las enseñanzas de sus maestros, si al llegar a la juventud, cuando ya pueden pensar de acuerdo con su propio intelecto, no continúan aferrados a ellas, sino que anhelan la verdad; e inspirados por ese anhelo, la buscan; y al hallarla, sienten una conmoción interior. Como a éstos los conmueve la verdad; porque aman la verdad en sí misma, la ven antes de confirmarla. Citaré un ejemplo a modo de ilustración. Ciertos espíritus, discurrían sobre qué es lo que determina que los animales posean de manera innata los conocimientos correspondientes a su naturaleza; a diferencia del hombre, que carece de ellos; y según concluyeron, la causa estriba en el hecho de que los animales prosiguen en el orden de su vida; pero el hombre no; por tanto, debe ser guiado hacia el orden mediante el conocimiento de las cosas internas y externas. Si el hombre naciera en armonía con el orden de su vida, que consiste en amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, estaría dotado de inteligencia y sabiduría de manera innata , y al adquirir conocimientos obtendría el don de creer en la verdad. Espíritus benignos vieron y percibieron en el acto la veracidad de este aserto, y ello solamente por la luz de la verdad; en cambio otros espíritus, que habían confirmado profesar una fe autosuficiente, desechando así el amor y la caridad, no alcanzaron a comprender nada, porque la luz de la falsedad que habían confirmado oscurecía la luz de la verdad.

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L
a falsa inteligencia y sabiduría es la inteligencia y sabiduría desprovista del reconocimiento de la Divinidad; puesto que quienes no reconocen a la Divinidad, reconociendo en su-lugar a la naturaleza, basan su pensamiento en la sensualidad corporal; y son individuos meramente sensuales, por más que en el mundo tengan reputación de eruditos y doctos. Su erudición no trasciende el nivel de las cosas que aparecen ante sus ojos en el mundo. De manera que retienen en su memoria los datos respectivos, y los examinan con ojo materialista; cosa que no impide que quienes son realmente inteligentes se sirvan de los mismos conocimientos para cultivar su intelecto. Las Ciencias, incluyen los diversos géneros de conocimiento experimental; como la Física, la Astronomía, la Química, la Mecánica, la Psicología, la Filosofía, la Historia de los Reinos y del Orbe Literario, la Crítica y las Lenguas. Los miembros del clero que niegan a la Divinidad, son incapaces de elevar sus pensamientos por encima de las cosas sensuales que percibe el hombre externo; y consideran las cuestiones de la Palabra con el mismo criterio que consideran las cuestiones relativas a las Ciencias, ya que no las juzgan como asuntos dilectos del pensamiento o de la intuición de una mente esclarecida; y esto a causa de que su interioridad está completamente ocluida, al igual que el nivel de su exterioridad más próximo a su interioridad. Estos individuos poseen ocluido su plano interior porque se han apartado del cielo, trastocando las facultades que les permitían mirar hacia el cielo; las cuales, según se ha dicho antes, conforman la interioridad de la mente humana. Por ello no pueden ver nada que sea verdadero o bueno, puesto que para ellos estas cosas están en tinieblas; en cambio, sí pueden ver lo que es falso y maligno; y a plena luz. Sin embargo, los hambres sensuales pueden razonar, y algunos con más astucia y agudeza que nadie; sólo que razonan fundándose en datos sensoriales que han confirmado a través de sus conocimientos; y como pueden razonar de tal modo, vienen a creer que son más sabios que los demás. El fuego que infunde afecto a sus razonamientos es el fuego del amor de sí mismo y del mundo. Estos son aquellos que padecen de falsa inteligencia y sabiduría, a quienes se refiere el Señor en Mateo:

... porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden (XII113-15)

Y en otro pasaje:

... porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños (XI. 25, 26)

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M
e fue dado hablar con muchos eruditos después de su partida de este mundo; con algunos que gozaron de notable reputación, llegando a ser célebres por sus escritos en el mundo literario; y con otros, que si bien no alcanzaron la celebridad, fueron dueños de una profunda sabiduría. Aquellos que en lo íntimo de su corazón negaron la Divinidad —no importa aquí cuál haya sido su profesión— terminaron por volverse tan estúpidos que a duras penas alcanzan a comprender los asuntos de índole meramente civil; para no hablar de las cuestiones de orden espiritual. He podido percibir, e incluso ver, que la interioridad de su mente estaba ocluida hasta el punto de parecer negra (dado que en el mundo espiritual estas cosas se hacen visibles); y en consecuencia, no podían tolerar un solo rayo de luz celestial, ni admitir el más mínimo influjo del cielo. La negrura de la interioridad era más densa y profunda entre aquellos que habían confirmado su oposición a la Divinidad a través de los conocimientos adquiridos. En la otra vida estos individuos aceptan la falsedad con suma delectación, y la absorben como una esponja absorbe el agua; y repelen la verdad como una substancia ósea elástica repele lo que la toca. De hecho, se afirma que en quienes han confirmado su oposición a la Divinidad y su creencia en la Naturaleza, la interioridad se osifica, y su cabeza adquiere un aspecto calloso semejante al ébano, que abarca la parte de la nariz inclusive; lo cual es indicio de que su grado de percepción es nulo. Los individuos que responden a esta descripción están sumergidos en tierras movedizas semejantes a los pantanos; allí, sus falsedades se tornan en fantasías, y los acosan. A éstos, los abrasa un fuego infernal, que es una ambición de gloria y renombre que los incita a acometerse entre sí, y los consume el infernal deseo de atormentar a los que no los adoran como deidades; y efectivamente, se atormentan mutuamente de manera alternada. En esto degenera toda la erudición del mundo cuando no ha asimilado la luz del cielo a través del reconocimiento de la Divinidad.

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Q
ue estos individuos se comportan así —cuando ingresan en el mundo espiritual después de la muerte— puede inferirse tomando en cuenta nada más que este hecho: todas las cosas propias de la memoria natural que están en conjunción inmediata con los sentidos corporales (como es el caso de los conocimientos mencionados más arriba), pa-san a un estado de reposo; en ese mundo, sólo tos principios racionales deducidos de aquellas cosas son útiles al pensamiento y al lenguaje. Ya que el hombre lleva consigo su memoria natural completa; pero los datos que contiene están fuera de su percepción, y no afluyen a su pensamiento como cuando vivía en el mundo. No puede extraer ningún dato de esa memoria y exponerlo a la luz espiritual, puesto que esos datos no son objetos de esa luz. En cambio los datos racionales e intelectuales que el hombre ha obtenido por medio de sus conocimientos mientras vivía en el cuerpo, armonizan con la luz espiritual; por consiguiente, en la medida en que el espíritu del hombre se ha hecho racional en el mundo, por medio de conocimientos y a través del estudio de las Ciencias, en tal medida sigue siendo racional una vez que se ha despojado del cuerpo; ya que entonces el hombre es un espíritu, y es el espíritu el que piensa en el cuerpo.

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ero a los que han adquirido inteligencia y sabiduría a través de conocimientos y mediante el estudio de las Ciencias; que son aquellos que le han asignado a su saber un uso en la vida, además de reconocer a la Divinidad, amar la Palabra y vivir una vida espiritual y moral (ver arriba Nº 319), a éstos las Ciencias les han servido como medios para alcanzar sabiduría, y para corroborar las cuestiones relativas a la fe. He podido percibir la interioridad de la mente de estos seres, y su aspecto era de una luminosa transparencia; de colores blanco destellante, flameante y cerúleo, similar al de los diamantes, rubíes, y zafiros translúcidos; y esto de acuerdo con las confirmaciones en favor de la Divinidad, y las verdades Divinas deducidas del conocimiento de las Ciencias. Tal es la apariencia que revisten la inteligencia y sabiduría verdaderas cuando se las ve en el mundo espiritual. Esta apariencia procede de la luz del cielo; y esa luz es la verdad que procede del Señor: origen de la inteligencia y la sabiduría (véase arriba, Nº 126-133). Los planos sobre los cuales se proyecta esa luz, y donde se producen variaciones semejantes a las de los colores, son los niveles de interioridad de la mente; y estas variaciones se producen por confirmaciones de las verdades Divinas a través de las cosas que hay en la naturaleza, es decir, mediante las Ciencias. La mente interior del hombre, examina las cosas propias de la memoria natural; y a aquellas que pueden servirle como medios de confirmación, se diría que las sublima por el fuego del amor celestial; y las separa y purifica hasta que llegan a ser ideas espirituales. El hombre ignora que esto es así mientras vive en el cuerpo, ya que entonces no piensa solamente en forma espiritual, sino también en forma natural, y no percibe las cosas que piensa espiritualmente, sino sólo aquéllas que piensa naturalmente. Pero una vez que ha ingresado en el mundo espiritual, no tiene la menor percepción de lo que pensaba naturalmente en el mundo; sólo percibe lo que pensaba espiritualmente. Y así es como el hombre cambia de estado. De ello se desprende que adquiriendo conocimientos y mediante el estudio de las Ciencias el hombre llega a ser espiritual, y que éstos son los medios para alcanzar la sabiduría; pero sólo para aquellos que han reconocido a la Divinidad en la fe y en la vida. Estos son admitidos en el cielo antes que los demás, y se ubican entre los que están en el centro (Nº 43), porque reciben más luz que los otros. En el cielo, éstos son los inteligentes y los sabios, quienes "resplandecen como las estrellas" y "resplandecen como el resplandor del firmamento"; y los simples, son los que han reconocido a la Divinidad, y amaron la Palabra viviendo una vida espiritual y moral; pero esto sin haber cultivado la interioridad de su mente mediante la adquisición de conocimientos y el estudio de las Ciencias. La mente humana es como el humus: su calidad depende de la forma en que se cultive.

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Capítulo XXXIX

LOS RICOS Y LOS POBRES
EN EL CIELO

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H
ay muchas opiniones sobre la admisión en el cielo. Algunos o-pinan que los pobres son admitidos, pero los ricos no; otros, que los ricos sólo pueden ser admitidos si resignan sus riquezas para llevar la misma vida que los pobres. Cualquiera de estas opiniones puede confirmarse por medio de la Palabra. Pero aquellos que hacen una discriminación —en lo que respecta al cielo— entre los ricos y los pobres, no comprenden la Palabra. En su interioridad la Palabra es espiritual, pero en su sentido literal es natural; por tanto, quienes comprenden la Palabra solamente según su sentido literal, y no según su sentido espiritual, se equivocan en demasía; sobre todo en lo que se refiere a los ricos y los pobres; por ejemplo, cuando leen que a un rico le es tan difícil entrar al cielo como a un camello pasar por el ojo de una aguja, y que a los pobres les resulta fácil por el mero hecho de ser pobres, puesto que está dicho:

Bienaventurados los pobres..., porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo V. 3; Lucas VI. 20, 21)

En cambio los que poseen cierta noción sobre el sentido espiritual de la Palabra, piensan distinto; saben que el cielo es para todos aquellos que viven una vida de fe y amor, ya sean ricos o pobres. Pero en seguida se verá quiénes son los "pobres" y quiénes los "ricos" a los que se hace alusión en la Palabra. Gracias a las múltiples conversaciones y a la fluida comunicación que mantuve con los ángeles, me fue dado saber con certeza que los ricos entran al cielo con la misma facilidad que los pobres; y que ningún hombre queda excluido del cielo a causa de su riqueza, ni se lo admite en el cielo en virtud de su pobreza. Tanto los ricos como los pobres van al cielo, y muchos ricos gozan de mayor gloria y felicidad que los pobres.

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n primer lugar es conveniente aclarar que el hombre puede adquirir bienes y acumular riquezas, si se le presenta la oportunidad, siempre y cuando no recurra a artificios o fraudes para lograr su cometido; que puede disfrutar de la exquisitez de la comida y la bebida con tal de que no viva nada más que para ello; disponer de una residencia palaciega en conformidad con su condición; comunicarse con otros que tienen su mismo rango ifrecuentar centros de esparcimiento; disertar sobre cuestiones mundanas; y que tampoco es cuestión de que ande de aquí para allá como los devotos, con expresión triste y plañidera y la cabeza gacha, sino que puede mostrarse alegre y divertido; tampoco es menester que ceda sus bienes a los pobres, salvo en el caso en que su afecto se lo dicte. En una palabra, puede vivir exteriormente igual que un hombre del mundo; lo cual no representa el más mínimo obstáculo para que pueda entrar al cielo; siempre y cuando en su fuero interno piense en Dios como es debido, siendo sincero y justo con el prójimo. Porque el hombre es tal como su afecto y pensamiento, o como su amor y su fe, ya que de ahí toman su vida todos sus actos externos; porque actuar es querer, y hablar es pensar; la acción emana de la voluntad y el lenguaje del pensamiento. Por ello en la Palabra, allí donde se lee que el hombre ha de ser juzgado de acuerdo con sus actos, debe entenderse que ha de ser juzgado y recompensado de acuerdo con su pensamiento y afecto: los cuales generan sus actos, o residen en ellos; porque sin estas facultades los actos son nulos, siendo en realidad tal como ellas son. De lo que se desprende que la parte externa del hombre no realiza absolutamente nada, y que todo está a cargo de su parte interna, que es origen de la externa. Por ejemplo: si un hombre actúa honestamente y se abstiene de cometer fraude por temor de las leyes, o porque ello va en contra de su reputación, sus honores, o su posibilidad de lucrar, de manera que si ese temor no lo refrenara, cometería fraude a la menor ocasión; en tal caso, su pensamiento y voluntad son fraudulentos, aunque exteriormente sus actos puedan parecer honestos; y puesto que en su fuero interno es deshonesto y fraudulento, lleva el infierno dentro suyo. En cambio aquel que obra honestamente y se abstiene de cometer fraude porque va contra Dios y contra el prójimo, no desearía defraudar a otro aunque tuviese la posibilidad; su pensamiento y voluntad crean en él una conciencia, y lleva el cielo dentro suyo. Los actos de estos dos tipos de persona, exteriormente son similares, pero interiormente son completamente diferentes.

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uesto que un hombre puede llevar una vida exterior similar a la de los demás; enriquecerse; disponer de una mesa abundante; residir en una mansión elegante, y ataviarse con ropa escogida según su rango y función; disfrutar de los deleites y placeres, y dedicarse a los asuntos del mundo en interés de su profesión y de sus negocios, y para sustentar la vida de su mente y de su cuerpo; siempre que interiormente reconozca a la Divinidad y desee el bien de su prójimo, es evidente que seguir el camino del cielo no es tan difícil como comúnmente se cree. Lo único realmente difícil es resistir el amor de sí mismo y del mundo, y evitar que prevalezcan; porque son la raíz de todo mal. Que no es tan difícil como se cree, es algo que se da a entender en las siguientes palabras del Señor:

... y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mateo XI. 29, 30)

El yugo del Señor es fácil y su carga ligera, porque un hombre es guiado por el Señor en la exacta proporción en que resiste las maldades que manan del amor de sí mismo y del mundo; ya que entonces el Señor ofrece resistencia a esas maldades en el interior del hombre y las aparta.

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e hablado después de su muerte con ciertas personas que durante su vida en el mundo, renunciaron al trato mundano y se entregaron a una vida solitaria con la intención de —haciendo abstracción de sus pensamientos mundanos— consagrarse a meditaciones piadosas, creyendo que por ese camino se ingresa al cielo. Pero en la otra vida, estos individuos tienen un carácter melancólico; menosprecian a quienes no son como ellos, y les indigna que no les haya tocado mejor suerte que a otros, puesto que se creen merecedores de ella; no se preocupan de los demás, y desechan los preceptos de caridad, mediante los cuales se establece la conjunción con el cielo. Codician el cielo más que nadie; pero cuando se los eleva entre los ángeles, inducen ansiedad, perturbando la felicidad de los ángeles, por lo que se procede a expulsarlos. Una vez que han sido expulsados, se recluyen en lugares desiertos, donde reinciden en los mismos hábitos de vida que en el. mundo. El hombre puede ser educado para el cielo únicamente a través del mundo. En el mundo residen los afectos externos, en los que deben concluir todos los afectos, ya que a menos que el afecto se manifieste o difunda en los actos —lo cual tiene lugar mediante el trato social—, tiende a diluirse, hasta el punto en que el hombre pierde toda consideración hacia el prójimo, interesándose solamente en sí mismo. De ello se desprende que llevar una vida de caridad hacia el prójimo—que consiste en hacer lo que es justo y recto en toda actividad y ocupación— es lo que conduce al cielo, y no una vida piadosa desprovista de caridad; y de este se sigue que el ejercicio de la caridad y su arraigo en la vida sólo pueden implantarse en la medida en que el hombre se ocupe de los asuntos propios de la vida; lo cual es imposible si el hombre se substrae de tales ocupaciones A este punto me referiré ahora remitiéndome a la experiencia. Muchos de los hombres de negocio y de los comerciantes que se enriquecieron en el desempeño de sus actividades, están en el cielo; no así aquellos que se enriquecieron abusando de su alta investidura; de estos últimos, hay muy pocos; ya que debido al lucro y los honores que obtuvieron dispensando justicia y equidad —y también a causa de esa misma posición lucrativa y honorable— cayeron en la tentación de amarse a sí mismos y al mundo, y así fueron apartando sus pensamientos y afectos del cielo, para dirigirlos hacia sí. Puesto que en la medida en que el hombre se ama a sí mismo y al mundo, velando por sí mismo y el mundo en todas las cosas, termina alienándose de la Divinidad y se a-parta del cielo.

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n cuanto a la suerte de los ricos en el cielo: viven con mayor opulencia que otros. Algunos habitan en palacios, y todas las cosas que hay en su interior emiten un fulgor de oro o de plata. Disponen en gran abundancia de todas las cosas útiles para la vida, pero no depositan su corazón en ellas, sino en los usos que proporcionan. Los usos, se ven nítidamente, como si estuviesen en medio de la luz, en cambio el oro y la plata se ven relativamente en sombra. Porque mientras vivían en el mundo, amaron por sobre todo los usos, y al oro y la plata como meros medios e instrumentos. Lo que fulgura de tal modo en el cielo son los usos; el bien del u-so como el oro, y la verdad del uso como la plata. De manera que la opulencia de los ricos en el cielo depende de los usos que desempeñaron en el mundo, de lo cual depende también su deleite y su dicha. Desempeñar buenos usos, es proveerse de los medios necesarios para la vida; y asimismo desear obtener riquezas por amor a la patria y por amor al prójimo, que pueden ser beneficiados por un hombre rico en mucho mayor medida, y de diversas maneras, que por un hombre pobre. Se hace mención de los buenos usos porque a través de ellos el hombre puede substraer su mente de una vida inactiva que es perniciosa, pues al llevar semejante vida, los pensamientos del hombre se precipitan al mal por su perversidad inherente. Tales usos son buenos en la medida en que la Divinidad esté en ellos; vale decir, en la medida en que el hombre alce sus ojos hacia la Divinidad y hacia el cielo, hallando allí su bien, valorando la riqueza solamente como un bien subordinado.

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ero la suerte de los ricos que no creyeron en la Divinidad, apartando de su mente todo lo relativo al cielo y la iglesia, es diametralmente opuesta. Estos moran en el infierno, donde pululan la inmundicia, la miseria y la indigencia; y en tal cosa se convierten las riquezas cuando son amadas como fin; y no sólo las riquezas, sino también sus mismos usos; que manan del deseo de vivir en el libertinaje y la lujuria, buscando la ocasión de entregarse con entera libertad a ciertos hábitos impúdicos; o de la ambición de encaramarse por encima de otros, a quienes menosprecian. Tales riquezas y usos, al no tener nada espiritual, pues su contenido es meramente terrenal, se vuelven inmundos; porque la finalidad espiritual en las riquezas y sus respectivos usos viene a ser como el alma en el cuerpo, o como la luz del cielo en tierra húmeda; pero esas riquezas se pudren al igual que un cuerpo sin alma, o la tierra húmeda sin la luz del cielo. Tal es el carácter de aquellos que fueron desviados y apartados del cielo por las riquezas.

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l afecto o amor predominante en todo hombre permanece en él después de la muerte, y no puede ser extirpado por toda la eternidad; ya que el espíritu del hombre es igual a su amor en todo; y lo que constituye un arcano: el cuerpo de cada espíritu y ángel es la forma de su a-mor, que corresponde exactamente con su forma interna, que a su vez es la forma de su índole y de su mente; por eso, la calidad de su espíritu se trasluce en su rostro, en sus gestos y en su lenguaje. Mientras el hombre vive en el mundo, sería posible conocer la calidad de su espíritu si no hubiese aprendido a simular con su rostro, sus gestos y su lenguaje, cosas que no siente. Todo ello demuestra que el hombre sigue siendo por toda la eternidad tal como su afecto o amor predominante. Me ha sido dado hablar con algunos hombres que vivieron hace diecisiete siglos, cuyas vidas son conocidas por textos de la época, y pude comprobar que predomina en ellos el mismo amor que sentían cuando vivieron en la tierra. Lo cual demuestra asimismo que el a-mor de las riquezas y los usos derivados de ellas permanece en toda persona por toda la eternidad, y que es exactamente igual al amor adquirido en el mundo; con la sola diferencia de que entre aquellos que le asignaron buenos usos a las riquezas, en el otro mundo, éstas se tornan en deleites que concuerdan con los usos desempeñados; en cambio entre los otros, aquellos que asignaron malos usos a sus riquezas, éstas se tornan en mera inmundicia, y con ellas se deleitan exactamente igual que en el mundo con las riquezas consagradas a usos malignos. Estos individuos se deleitan con la inmundicia; porque los placeres inmundos y los actos impúdicos, que son los usos a los que consagraron las riquezas; y también la avaricia, que es el a-mor de las riquezas sin tomar en cuenta el uso, corresponden a la inmundicia . Esto y no otra cosa es la inmundicia espiritual.

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os pobres no van al cielo en virtud de su pobreza, sino en virtud de la vida que llevaron. La vida que cada cual hizo permanece con él, sin que importe que sea rico o pobre. No hay una misericordia que sea privativa de unos o de otros; el que llevó una buena vida es admitido, quien se entregó a la mala vida es rechazado. Por otra parte la pobreza desvía y aparta al hombre del cielo en la misma proporción que la riqueza. Entre los pobres, hay muchos que no se conforman con su suerte, y ambicionan muchas cosas, suponiendo que la riqueza es una bendición; y si no la obtienen, montan en cólera, rumiando pensamientos malignos sobre la providencia Divina; además, envidian a otros por las buenas cosas que poseen, exhibiendo una diligencia extrema cuando se les presenta la ocasión de cometer fraude, o de entregarse a placeres inmundos. No ocurre así con los pobres que están contentos con su suerte, quienes son cuidadosos y diligentes en su trabajo; aman al trabajo antes que al ocio; y son sinceros y leales, llevando al mismo tiempo una vida cristiana. En ciertas ocasiones he hablado con labriegos y gente de humilde condición, que mientras vivieron en el mundo creyeron en Dios, haciendo lo que es justo y recto en el desempeño de su trabajo. Puesto que los animaba el afecto de conocer la verdad, preguntaron qué es la caridad y qué es la fe; manifestando que habían oído hablar mucho sobre la fe en este mundo, y mucho sobre la caridad en la o-tra vida. Se les dijo que la caridad es todo lo perteneciente a la vida, y la fe todo lo concerniente a la doctrina; y que, en consecuencia, la candad consiste en querer y hacer lo que es justo y recto en cada obra, y la fe en pensar con justicia y rectitud; y que la fe y la caridad están en conjunción al igual que la doctrina y la vida cuando concuerdan, o como el pensamiento y la voluntad; y que la fe se transforma en caridad cuando el hombre quiere y hace aquello que piensa justa y rectamente, de forma tal que pensamiento y acto sean una sola cosa. Esto lo entendieron perfectamente, y se regocijaron, afirmando que en el mundo siempre pensaron que creer era una cosa viviente.

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odo ello pone de manifiesto que tanto los ricos como los pobres van al cielo, y con la misma facilidad unos que otros. La creencia de que los pobres ingresan al cielo con facilidad, pero los ricos con dificultad, se debe al hecho de que no se han comprendido correctamente los pasajes de la Palabra donde se menciona a los ricos y a los pobres. En la Palabra, cuando se nombra a los "ricos", en el sentido espiritual se alude a quienes poseen abundantes conocimientos del bien y la verdad, es decir, aquellos que pertenecen a la iglesia donde está la Palabra; y cuando se menciona a los "pobres", se alude a los que carecen de tales conocimientos, quienes, aunque anhelan adquirirlos, se hallan fuera de la iglesia, donde no se conoce la Palabra. Mediante el. hombre "rico" vestido de púrpura y lino fino, que fue arrojado al infierno, se alude a la nación judía, a la que se califica de rica porque estaba en conocimiento de la Palabra y disponía de gran abundancia de conocimientos del bien y la verdad derivados de ella; "vestidos de púrpura" significa conocimientos del bien; y "vestidos de lino fino", conocimientos de la verdad. En cambio el hombre que estaba echado a la puerta del hombre rico, ansiando saciarse con las migajas que caían de su mesa, que fue llevado por los ángeles al cielo, representa a las naciones que carecen de conocimientos del bien y la verdad, deseando, no obstante: adquirirlos (Lucas XVI. 19-31). Asimismo por medio de los ricos convidados a la cena y que se excusaron se alude a la nación judía, y mediante los pobres que fueron invitados en su lugar se alude a las naciones que se hallan fuera de la iglesia (Lucas XIV. 16-24).

Por medio del hombre rico, de quien el Señor dice:

Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. (Mateo XIX. 24)

se alude a los ricos, tanto en el sentido natural como en el sentido espiritual. En el sentido natural, los ricos son aquellos que poseen riquezas en abundancia y depositan su corazón en ellas; pero en el sentido espiritual son a-quellos que poseen conocimientos e instrucción en abundancia: que son riquezas espirituales, quienes, en virtud de su erudición, y basándose en su propia inteligencia, pretenden iniciarse en los arcanos del cielo y de la iglesia. Y como ello se contrapone al orden Divino, se dice que es más "fácil pasar un camello por el ojo de una aguja"; un "camello" en el sentido espiritual significa la facultad de conocer y la instrucción en general; y el "ojo de una aguja" significa la verdad espiritual. Que éste es el sentido de "un camello" y del "ojo de una aguja" es cosa que se desconoce actualmente, porque la ciencia que enseña qué significan en el sentido espiritual las cosas que se refieren en el sentido literal de la Palabra no ha sido revelada hasta la actualidad. El más imperceptible detalle de la Palabra encierra un sentido espiritual y un sentido natural; puesto que la Palabra en su integridad, ha sido compuesta mediante correspondencias entre las cosas naturales y las cosas espirituales, a fin de que pudiera establecerse una conjunción entre el cielo y el mundo, o entre los ángeles y los hombres, puesto que la conjunción directa había dejado de existir. Esto indica con toda claridad a quiénes se alude específicamente en la Palabra al mencionar al "hombre rico". Que en el sentido espiritual mediante los "ricos" se alude a aquellos que gozan de conocimientos del bien y la verdad, mientras que las "riquezas" significan los conocimientos mismos (que son riquezas espirituales), puede cotejarse en numerosos pasajes (como en Isaías. X. 12-14; XXX. 6, 7; XLV. 3; Jeremías XVII. 3; XLVIII. 7; L. 36, 37; Ll. 13; Daniel V. 2-4; Ezequiel XXVI. 7, 12; Oseas XII. 9; Apocalipsis II117, 18; Lucas XIV. 33; y en otras partes). Y también que mediante los "pobres" en el sentido espiritual se denota a los que a pesar de carecer de los conocimientos del bien y la verdad, desean adquirirlos (Mateo XI. 5; Lucas VI. 20, 21; XIV. 21; Isaías XIV. 30; XXIX. 19; XLI. 17, 18; So-fonías III. 12, 13). La explicación del sentido espiritual de estos pasajes puede consultarse en la obra Arcana Coelestia (Nº 10227).

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Capítulo XL

MATRIMONIOS EN EL CIELO

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uesto que el cielo procede del género humano; los ángeles son de ambos sexos; desde la creación la mujer es para el hombre y el hombre para la mujer, siendo el uno para el otro; y el amor que sienten es algo innato; de esto se sigue que en el cielo hay matrimonios igual que en la tierra. Pero los matrimonios en el cielo son completamente diferentes de los matrimonios en la tierra. Por tanto, procederemos a explicar cómo son los matrimonios en el cielo, en qué difieren de los matrimonios en la tierra, y en qué se asemejan.

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l matrimonio en el cielo es la conjunción de dos seres en una sola mente. Pero debemos explicar en primer lugar en qué consiste esta conjunción. La mente está constituida por dos partes, una de ellas se llama intelecto y la otra voluntad. Cuando estas dos partes actúan al unísono, se dice que constituyen una sola mente. En el cielo la función lla-mada intelecto la desempeña el marido, y la llamada voluntad la desempe-ña la mujer. Cuando esta conjunción —que atañe a la interioridad del hombre—desciende a las partes inferiores del cuerpo, se percibe y se siente como amor, y este amor es el amor conyugal. Lo cual manifiesta que el amor conyugal tiene su origen en la conjunción de dos seres en una sola mente. En el cielo esto se llama cohabitación; y no se dice de la pareja que son dos seres, sino uno solo. Por eso en el cielo, cuando se habla de los cónyuges, no se dice que son dos seres, sino un solo ángel.     himmels-engel.de

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or lo demás, esta conjunción que se establece entre marido y mujer en la intimidad de sus mentes, dimana de su misma creación; el varón nace para ser inteligente, vale decir, para pensar de acuerdo con su inteligencia; en cambio la mujer nace para ser afectiva, esto es, para pensar de acuerdo con su voluntad; lo que evidencia la inclinación o disposición innata de cada uno, cosa que también se manifiesta en su fisonomía; en la disposición, puesto que el hombre actúa conforme a la razón y la mujer conforme al afecto; en la fisonomía, puesto que el varón tiene un semblante más rudo y menos bello, una voz más grave y un cuerpo más recio; mientras que la mujer posee un rostro más suave y más bello, una voz más leve y jn cuerpo más tierno. Y la misma diferencia existe entre el intelecto y la voluntad, o entre el pensamiento y el afecto; y la misma entre la verdad y el bien, la fe y el amor; dado que la verdad y la fe pertenecen al intelecto, y el bien y el amor a la voluntad. Por eso en la Palabra, "joven" o "varón", según el sentido espiritual, significa intelecto de la verdad, y "virgen" o "mujer" afecto del bien; y por la misma razón, a la iglesia, debido a su afecto por el bien y la verdad, se la llama "mujer" y "virgen"; y asimismo a quienes sienten afecto por el bien, se los llama vírgenes (como en el Apocalipsis XIV. 4)

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odo individuo, ya sea hombre o mujer, posee intelecto y voluntad; pero en el hombre predomina el intelecto y en la mujer la voluntad, y el carácter está determinado por aquello que predomina. Sin embargo en los matrimonios celestiales no hay predominio; ya que la voluntad de la esposa es también la voluntad del marido, y el intelecto del marido es también" el intelecto de la esposa; pues cada cual ama lo que el otro quiere y piensa, y esto en forma mutua y recíproca. Así establecen conjunción formando un solo ser. Esta conjunción, es una conjunción real, porque la voluntad de la esposa entra en el intelecto del marido y el intelecto del marido penetra en la voluntad de la esposa, cosa que ocurre principalmente cuando se miran cara a cara; ya que según se ha reiterado en varias ocasiones, en los cielos, hay una comunión de pensamientos y afectos; sobre todo entre marido y mujer, porque los une el amor mutuo. Lo cual pone de manifiesto en qué consiste la conjunción mental que da forma al matrimonio, generando el amor conyugal en los cielos: cada cual desea que lo suyo pertenezca a los otros, y ello en forma recíproca.

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egún me han referido los ángeles, en la medida en que los cónyuges entran en esa conjunción, gozan del amor conyugal; y en la misma medida gozan también de inteligencia, sabiduría y felicidad; pues la verdad Divina y el bien Divino —que son manantial de toda inteligencia, sabiduría y felicidad— fluyen principalmente del amor conyugal; por ello, el amor conyugal, por ser también el matrimonio del bien y la verdad, es el' auténtico plano del influjo Divino. Ese amor, siendo conjunción de intelecto y voluntad, es asimismo conjunción del bien y la verdad, pues el intelecto recibe la verdad Divina y está hecho de verdades, y la voluntad recibe el bien Divino, y está formada por bienes. Pues lo que el hombre quiere es bueno para él, y lo que entiende es verdad para él; por consiguiente, da lo mismo decir conjunción del intelecto y la voluntad que decir conjunción de la verdad y el bien. La conjunción de la verdad y el bien es la que hace al ángel; hace su inteligencia, sabiduría y felicidad; pues un ángel es un ángel según el modo de conjunción del bien con la verdad y de la verdad con el bien en su interior; o lo que es igual, según el modo de conjunción del amor con la fe y de la fe con el amor en su interior.

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La Divinidad que procede del Señor fluye principalmente en el amor conyugal porque el amor conyugal desciende de la conjunción del bien y la verdad; ya que es lo mismo —según se ha dicho antes— decir conjunción del intelecto y la voluntad que conjunción del bien y la verdad. La conjunción del bien y la verdad tiene su origen en el amor Divino del Señor hacia todos los habitantes del cielo y de la tierra. Del amor Divino procede el bien Divino, y el bien Divino es recibido por ángeles y hombres en la verdad Divina. Como la verdad Divina es el único receptáculo del bien, quien no viva en la verdad no puede recibir nada del Señor ni del cielo; por tanto, en la medida en que las verdades entran en conjunción con el bien en el hombre, en tal medida el hombre se halla en conjunción con el Señor y con el cielo. Este es, pues, el verdadero origen del amor conyugal, y portal razón ese amor es el auténtico plano del influjo Divino. Esto explica porqué en el cielo, a la conjunción del bien y la verdad, se le llama, matrimonio celestial, y porqué en la Palabra se compara al cielo con un matrimonio'; lo cual también explica que el Señor sea llamado "Novio" y "Marido", y que al cielo y la iglesia se los llame "novia" y "esposa".

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l bien y la verdad que están en conjunción en un ángel u hombre no son dos cosas, sino una sola; entonces el bien es el bien de la verdad, y la verdad, verdad del bien. Esta conjunción puede compararse a un hombre que piensa lo que quiere y quiere lo que piensa, cuando el pensamiento y la voluntad se identifican conformando así una sola cosa, es decir, una sola mente; puesto que el pensamiento forma, vale decir, expresa en forma lo que la voluntad quiere, y la voluntad por su parte brinda deleite a aquél; de ahí que en el cielo, cuando se habla de los cónyuges se dice que no son dos ángeles, sino un solo ángel. Tal es el sentido de las siguientes palabras del Señor:

... ¿ No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne ?

Así que ya no son más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. (Mat. XIX. 4-6, 11; Marcos X. 6-9; Génesis 11. 24)

Esta es al mismo tiempo una descripción del matrimonio celestial que gozan los ángeles y una descripción del matrimonio del bien y la verdad; "lo que Dios juntó, no lo separe el hombre", significa que el bien no debe ser separado de la verdad.

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odo esto manifiesta cómo se origina el verdadero amor conyugal: se forma primero en la mente de los cónyuges, y de allí desciende y se difunde en el cuerpo, donde se percibe y se siente como amor; y todo lo que se siente y percibe en el cuerpo tiene origen espiritual, porque emana del intelecto y de la voluntad. El intelecto y la voluntad conforman el hombre espiritual. Lo que desciende del hombre espiritual hacia el cuerpo, asume en éste otro aspecto, aunque sea similar y concordante, como lo son el alma y el cuerpo; o guardan la misma relación que la causa y el efecto, según puede inferirse de lo que se ha dicho y expuesto en los dos capítulos dedicados a las correspondencias.

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í a un ángel describir el verdadero amor conyugal y sus deleites celestiales, del siguiente modo: El amor conyugal es la Divinidad del Señor en los cielos; es el bien Divino y la verdad Divina unidos en dos seres, como si no fuesen dos, sino uno solo. Afirmó también que en el cielo los dos cónyuges son el amor conyugal, ya que cada cual es su propio bien y su propia verdad, así en la mente como en el cuerpo, puesto que el cuerpo es una imagen de la mente al estar hecho a su semejanza. Y basándose en esto, llegó a la conclusión de que la Divinidad está reflejada en la pareja que goza del verdadero amor conyugal; y así como se refleja la Divinidad, también se refleja el cielo, porque el cielo en su conjunto está constituido por el bien Divino y la verdad Divina que proceden del Señor; y por eso, en el amor conyugal están inscriptas todas las cosas del cielo, incluyendo incalculables bendiciones y deleites: (indicó el número mediante un término . que implicaba miríadas de miríadas). Se mostró asombrado de que el hombre de la iglesia no supiera absolutamente nada al respecto, a pesar de que es sabido que la iglesia es el cielo del Señor en la tierra, y que el cielo es el matrimonio del bien y la verdad. Dijo que le espantaba pensar que en el seno de la iglesia, y esto en mayor grado que fuera de ella, se cometiesen adulterios, que incluso llegan a justificarse; y el deleite del adulterio, en el sentido espiritual, y por ende en el mundo espiritual, no es otra cosa que el deleite del amor de la falsedad en conjunción con la maldad; que es un deleite infernal por ser diametralmente opuesto al del cielo, que es el deleite del amor de la verdad en conjunción con el bien.

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s sabido que dos cónyuges que se aman se hallan interiormente unidos, y que lo esencial del matrimonio es la unión de caracteres y mentes. De lo que se desprende que tal como es esencialmente él carácter y la mente de cada uno, así es la unión y el amor en la pareja. La mente está formada exclusivamente por verdades y bienes, pues todas las cosas del universo se relacionan con el bien y la verdad, y la consiguiente conjunción que establecen; de manera que la unión de las mentes es tal como son las verdades y bienes que contienen; por tanto, la unión más perfecta es la unión de las mentes que se hallan conformadas por verdades y bienes genuinos. Sépase que no existe amor mutuo más profundo que el del bien y la verdad; y por eso el amor conyugal desciende de ese amor. También se aman el mal y la falsedad, pero este amor se torna finalmente en un infierno.

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e lo que se ha dicho respecto del origen del amor conyugal puede inferirse quiénes gozan de ese amor y quiénes no; vale decir, gozan del amor conyugal quienes viven en el bien Divino que procede de las verdades Divinas; y el amor conyugal sólo es genuino en la medida en que Tas verdades que están en conjunción con el bien también lo sean. Y puesto que todo bien que entra en conjunción con verdades procede del Señor, se entiende que ningún individuo puede gozar del verdadero amor conyugal a menos que reconozca al Señor y Su Divinidad; pues sin ese reconocimiento el Señor no puede fluir en el hombre para entrar en conjunción con sus verdades.

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s evidente, entonces, que quienes viven en las falsedades, y especialmente los que viven en las falsedades del mal, no gozan del amor conyugal. Por lo demás, los que viven en la maldad y en las falsedades derivadas, tienen la interioridad de su mente ocluida; en los tales, portante no hay ninguna fuente de amor conyugal; pero en el plano inferior, por debajo de esa interioridad, en el hombre externo o natural separado del interno, sí puede darse la conjunción de la falsedad con el mal, denominada matrimonio infernal. Me ha sido dado observar en qué consiste este matrimonio entre los que viven en las falsedades del mal, denominado matrimonio infernal. Estos cónyuges conversan entre sí, y los une la lascivia, pero interiormente los consume el fuego de un mortal odio mutuo, de una intensidad tal que resulta indescriptible.

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l amor conyugal no puede darse entre dos seres que profesan religiones diversas, puesto que la verdad del uno no concuerda con el bien del otro; y dos géneros de bien y verdad disímiles y discordantes no pueden conformar una sola mente a partir de dos; y en consecuencia el amor entre ellos no tiene un origen espiritual. Si cohabitan y congenian es por vínculos meramente naturales. Por eso en los cielos los matrimonios se conciertan entre miembros de una misma sociedad, ya que gozan de un mismo género de bien y verdad. Que todos los miembros de una sociedad gozan de un bien y una verdad similares, y difieren de los que no forman parte de ella, puede cotejarse más arriba (Nº 41). Un ejemplo representativo de ello estuvo dado por la nación israelita en la cual los matrimonios se concertaban entre miembros de una misma tribu, y particularmente de una misma familia, y no fuera de ellas.

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ampoco es posible el verdadero amor conyugal entre un marido y varias esposas; dado que en tal caso, su origen espiritual, que consiste en la formación de una mente a partir de dos, se destruye; y en consecuencia se destruye la conjunción interior, que es la conjunción d'el bien y la verdad, de donde ese amor deriva su esencia. El matrimonio que se contrae con más de una mujer es como un intelecto escindido en varias voluntades; o como un hombre que no es feligrés de una sola iglesia, sino de varias, de manera que su fe se dispersa y se vuelve nula. Afirman los ángeles, que casarse con varias mujeres es totalmente opuesto al orden Divino, y entienden que esto se debe a diversas razones; una de ellas es que apenas piensan en el matrimonio con más de una mujer, los ángeles se ven privados de la bendición interna y la dicha celestial, sobreviniéndoles una suerte de ebriedad, porque el bien se separa de su respectiva verdad dentro de ellos. Y puesto que la interioridad de su mente decae hasta que se encuentran en semejante estado, con sólo pensar con cierto grado de concentración sobre el tema, perciben claramente, que el matrimonio con más de una mujer provocaría la oclusión de su mente interna, por lo que el amor conyugal sería reemplazado por el amor lascivo, que es un amor que aparta al hombre del cielo. Dicen, asimismo, que los hombres a duras penas comprenden esto, debido a que son contados quienes gozan del genuino amor conyugal, y los que no lo gozan, desconocen por completo sus deleites interiores; conocen exclusivamente los deleites lascivos, los cuales dejan de ser deleites para degenerar en fastidio al poco tiempo de cohabitar; en cambio el deleite del verdadero amor conyugal, no sólo perdura hasta la vejez durante esta vida en el mundo, sino que después de la muerte se torna en deleite celestial; y allí le es instilado un deleite interior que se perfecciona por toda la eternidad. Declararon, además, que las variadas bendiciones del verdadero amor conyugal pueden calcularse en muchos millares; y ni siquiera una sola de ellas puede ser percibida por un hombre que no vive en el matrimonio del bien y la verdad que procede del Señor.

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l amor de ejercer dominio sobre el otro destruye totalmente el amor conyugal y su deleite celestial, ya que de acuerdo con lo que se ha dicho antes, el amor conyugal y su deleite consiste en que la voluntad de uno sea a su vez la del otro, y ello en forma mutua y recíproca. Pero el amor de ejercer dominio en el matrimonio, destruye tal sentimiento, pues el dominador desea que en el otro sólo su voluntad prevalezca, y que en él, la voluntad del otro sea nula, cosa que destruye todo sentimiento mutuo, y por ende, toda comunicación de amor y deleite entre uno y otro. Y sin embargo, esta comunicación y la conjunción derivada constituyen el genuino deleite interior llamado bendición matrimonial. Esta bendición, con todo lo que es celestial y espiritual en el amor conyugal, se extingue de tal modo a causa del amor de ejercer dominio, que hasta llega a borrarse la noción misma de su existencia; y si en este punto, alguien hiciese referencia al amor conyugal, sería tenido en tal menosprecio que con sólo mencionar una bendición nacida de ese amor, provocaría la risa o la ira de quienes lo oyen. Cuando uno quiere o ama lo que el otro quiere o ama, ambos gozan de libertad, pues la libertad procede del amor; pero donde se ejerce dominio, la libertad es nula; uno de ellos es un sirviente, pero el que domina también, pues obedece servilmente su ambición de mando. Pero esto no puede ser comprendido en absoluto por aquel que ignora en qué consiste la libertad del amor celestial. De cualquier modo, en base a lo que se ha dicho antes sobre el origen y esencia del amor conyugal, puede inferirse que cuando entra en acción la voluntad de dominio, Las mentes no se unen, sino que se dividen. La dominación es sometimiento, y una mente sometida no tiene voluntad; y mucho menos una voluntad opositora. Y si carece de voluntad tampoco tiene amor; y si tiene una voluntad opositora, en vez de amor siente odio. La interioridad de aquellos que viven en semejante amor está en pugna y en mutua colisión con la del otro; como suele ocurrir entre dos oponentes, que exte-riormente se refrenan y contienen para preservar la tranquilidad. La colisión y la pugna de la interioridad de unos y otros se revela después de su muerte; allí se juntan a menudo para pelear como enemigos, atormentándose mutuamente: entonces proceden según su estado de interioridad. Con frecuencia me fue dado presenciar cómo riñen atormentándose mutuamente; a veces llegan a acometerse con un ánimo vengativo y una sevicia realmente incontenibles. Porque en la otra vida, la interioridad de todo ser se libera; ya no se ve coercionada por mecanismos externos, ni consideraciones mundanas !  entonces, cada cual es tal como es en su interioridad.

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algunas personas se les permite vivir una especie de simulacro de amor conyugal. Sin embargo, a menos que vivan en el amor del bien y la verdad, no pueden gozar del amor conyugal, sino sólo de un amor que por distintas razones adopta el aspecto del amor conyugal, como ser: la posibilidad de agenciarse un buen servicio en la casa; o para verse exentos de cuidados, disfrutando de la tranquilidad y el ocio; o bien para ser atendidos en caso de enfermedad o durante la vejez; o también para que los niños que aman sean atendidos. A algunas las refrena el temor que les inspira el cónyuge, o de perder la reputación, u otro tipo de perjuicios por el estilo, y a otras una lascivia reprimida. Por lo demás, el amor conyugal difiere en los dos cónyuges; uno puede sentirlo profundamente, y otro poco y nada; de forma que esta diferencia puede determinar que el destino de uno de ellos sea el cielo, y el del otro, el infierno.

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En el íntimo cielo se goza del genuino amor conyugal, dado que allí los ángeles viven en el amor del bien y la verdad, y también en inocencia. Los ángeles de los cielos inferiores también disfrutan del amor conyugal, pero sólo en la medida en que vivan en inocencia; ya que el amor conyugal, visto en sí mismo, es un estado de inocencia; por eso los cónyuges que viven en el amor conyugal gozan juntos de los deleites celestiales, que ante su mente aparecen como juegos de inocencia similares a los que practican los niños; para su mente, todo es deleite, pues el cielo y su júbilo fluyen hasta en los más ínfimos detalles de su vida. Y por la misma razón, el amor conyugal es representado en el cielo mediante los más bellos objetos. He visto cómo se lo representaba por intermedio de una virgen de inexpresable belleza rodeada por una nube de blancura resplandeciente. Se dice que la belleza de los ángeles del cielo proviene del amor conyugal. Los afectos y pensamientos que fluyen de ese amor se representan por medio de auras adamantinas; escintilantes como carbunclos o rubíes, y que suscitan un deleite que afecta la interioridad de la mente. En una palabra, el mismo cielo está representado en el amor conyugal, porque el cielo y los ángeles establecen la conjunción del bien y la verdad, y esta conjunción crea el amor conyugal.

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os matrimonios del cielo difieren de los de la tierra en que la procreación de criaturas es uno de los propósitos del matrimonio en la tierra, pero no de los matrimonios en el cielo, puesto que en el cielo |a procreación del bien y la verdad ocupa el lugar de la procreación de criaturas. Aquella forma de procreación ocupa el lugar de ésta, porque en el cielo el matrimonio es un matrimonio entre el bien y la verdad (según queda indicado); y como en este matrimonio, el bien y la verdad y su conjunción son amados por sobre todas las cosas, bien y verdad es lo que procrean los matrimonios del cielo. Por eso en la Palabra "nacimientos" y "generaciones" significan nacimientos y generaciones espirituales, que son nacimientos y generaciones de bien y verdad; madre y padre, significa verdad en conjunción con el bien: que es lo que procrea; hijos e hijas, significa verdades y bienes que son procreados; hijos políticos e hijas políticas, la conjunción que aque-llos establecen, y así de lo demás. Todo ello expresa con claridad que los matrimonios en el cielo no son como los matrimonios en la tierra. En el cielo las nupcias son espirituales, aunque en realidad no deben ser llamadas nupcias, sino conjunción de las mentes, dimanada de la conjunción del bien y la verdad. Pero en la tierra hay nupcias, porque éstas no son solamente espirituales, sino también carnales. Y como en el cielo no hay nupcias, allí a los cónyuges no se los llama marido y mujer, sino que inspirados por la idea angélica de la unión de dos mentes en una, cada cónyuge designa al otro por un nombre que significa lo que es de uno, y ello ep forma mutua y recíproca. Esto indica cómo deben entenderse las palabras del Señor sobre los que se casan y los que se dan en casamiento. (Lucas XX. 35, 36).

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ambién me fue dado presenciar cómo se conciertan los matrimonios en los cielos. Como en la vastedad del cielo, quienes son semejantes se hallan unidos y los que son disímiles están separados, cada sociedad del cielo está constituida por aquellos que son semejantes. Quienes son semejantes se atraen mutuamente, pero no por sí mismos, sino por instilación del Señor (ver arriba, Nº1 41, 43, 44); asimismo, los conyuges cuyas mentes pueden unirse formando una sola, se encuentran; y entonces se aman entrañablemente a primera vista; y reconociéndose mutuamente como cónyuges, se casan. Por eso todos los matrimonios en el cielo, se conciertan solamente bajo el influjo del Señor. También se celebran fiestas nupciales, a las que asisten numerosos invitados; pero estas festividades varían en cada sociedad.

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os matrimonios en la tierra son eminentemente sagrados a los ojos de los ángeles, porque son los seminarios del género humano, y también de los ángeles del cielo (el cielo procede del género humano, según se ha indicado antes en el capítulo respectivo); además, puesto que esos matrimonios tienen origen espiritual, es decir, surgen del matrimonio del bien y la verdad, y la Divinidad del Señor fluye principalmente en el amor conyugal. Por otro lado, los ángeles consideran al adulterio como algo profano, porque se opone al amor conyugal; así como los ángeles en los matrimonios contemplan el matrimonio del bien y la verdad que es el cielo, así también en los adulterios contemplan el matrimonio de la falsedad y el mal, que es el infierno. Por eso, apenas oyen mencionar el adulterio, se retiran. Y por la misma razón, cuando el hombre comete adulterio por deleite, el cielo se cierra para él, y cuando esto sucede, el hombre deja de reconocer la Divinidad y todo lo que se refiere a la fe de la iglesia. Que todos los seres infernales se oponen al amor conyugal, me fue dado percibirlo mediante la esfera que exhala el infierno, que es un afán incesante por disolver y violar los matrimonios; lo que indica que el deleite imperante en el infierno es el deleite del adulterio, y el deleite del adulterio es el deleite de destruir la conjunción del bien y la verdad, que es la conjunción que crea el cielo. De esto se sigue que el deleite del adulterio es un deleite infernal diametralmente opuesto al deleite del matrimonio, que es un deleite celestial.

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n base aun hábito adquirido durante su vida en el cuerpo, ciertos espíritus malignos lograron inocularme su insidia con singular pericia; y esto por medio de un influjo como de ondas semejante al de los espíritus benignos; pero me fue dado percibir la astucia y malignidad que los inducía a seducir y engañar. Finalmente hablé con uno de ellos, el cual, según me dijeron, fue comandante de un ejército durante su vida en el mundo; y al percibir que las ideas de su pensamiento estaban impregnadas de lascivia, aludí al tema del matrimonio empleando el lenguaje angélico: que expresa todo lo que uno quiere decir, e innumerables cosas, en un instante. Al respecto, declaró que en la vida del cuerpo siempre consideró al adulterio como una cuestión sin importancia. Entonces me fue dado decirle que el adulterio es un acto nefando, aunque los que son como él no lo entiendan a-sí; ya que bajo el influjo del deleite que los tienta y seduce, llegan incluso a juzgar que es un acto lícito. Que se trata de algo nefando—agregué—escosa que él podría inferir del hecho de que los matrimonios son los seminarios del género humano, y por ende, del reino celestial; de manera que no deben ser violados bajo ningún concepto, sino que deben ser estimados como algo sagrado. Y esto él debería saberlo —proseguí—; y no podía ignorarlo — puesto que se hallaba en el otro mundo gozando de un estado de percepción— porque el amor conyugal desciende del Señor atravesando el cielo; y de ese amor, como de un padre, deriva el amor mutuo: que es el cimiento de los cielos. Y por la misma razón, cuando los adúlteros se aproximan a las sociedades celestiales, sienten su propio hedor, de manera que se precipitan al infierno en el acto. Al menos —continué— debería saber que la violación de matrimonios atenta contra las leyes Divinas y contra las leyes civiles de todo reino, y también contra la genuina luz de la razón, puesto que se opone tanto al orden Divino como al humano; sin hacer mención de otras consideraciones. A continuación, replicó que él había pensado las cosas de o-tro modo durante su vida en el cuerpo. Quiso argüir sobre el asunto, pero se le hizo saber que la verdad no admite tales razonamientos; porque los razonamientos se aducen para defender lo que a uno le deleita es decir, las perversidades y falsedades propias de cada uno; y que lo primero que debería hacer, es reflexionar sobre las cosas que había oído, porque eran ciertas; o al menos considerarlas, en base a un principio bien conocido en el mundo, que dice que uno no debe hacer a los demás lo que no quiere que los demás le hagan a uno. Y que pensara seriamente si él no habría detestado el adulterio si hubiesen seducido a su esposa, a la cual amó como todo el mundo ama al principio del matrimonio ¿ Y cuál habría sido su opinión si hubiese tenido que expresarla durante el consecuente acceso de ira; y ante una situación semejante, acaso no habría confirmado su opinión en contra del adulterio con más firmeza que otros, condenándolo incluso al infierno ?

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e fue dado presenciar la progresión hacia el cielo de los deleites del amor conyugal, y la declinación gradual hacia el infierno de los deleites del adulterio. La progresión hacia el cielo de los deleites del amor conyugal conduce a estados de bendición y dicha que se ahondan incesantemente hasta lo innumerable y lo inefable; y a medida que se ahondan, más innumerables e inefables son, hasta alcanzar el genuino estado de bendición y felicidad del íntimo cielo o cielo de la inocencia, y ello en virtud de una libertad suprema. Y así como la libertad procede del amor, la libertad suprema procede del amor conyugal, que es el amor celestial en sí mismo. Por el otro lado, la degradación del adulterio conduce al infierno; y en forma paulatina hacia el infierno más hondo, donde no hay nada que no sea pavoroso y atroz. Tal es la suerte que les espera a los adúlteros después de su vida en el mundo. Los adúlteros, son aquellos que se deleitan en el adulterio, pero no sienten deleite en el matrimonio.

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Capítulo XLI

LAS OCUPACIONES
DE LOS ÁNGELES EN EL CIELO

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N
o es posible enumerar las ocupaciones que desempeñan los ángeles en los cielos, mucho menos describirlas en detalle; y si algo puede decirse acerca de ellas, es sólo en sentido genérico, ya que son innumerables y varían de acuerdo con las funciones de cada sociedad. Cada sociedad desempeña una función peculiar, pues así como las sociedades difieren según sus bienes (véase arriba, Nº 41), así también difieren según sus usos, porque para todo habitante del cielo todos los bienes son bienes en acto, es decir, usos. Allí todos prestan usos, pues el reino del Señor es un reino de usos.

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T
anto en los cielos como en la tierra hay muchas formas de servicio, ya que allí hay asuntos eclesiásticos, civiles y domésticos. Que hay asuntos eclesiásticos, se desprende de lo que se ha dicho y expuesto antes, donde se trata el tema del culto Divino (Nº 221-227); asuntos civiles, donde se trata el tema de los gobiernos en el cielo (Nº 213-220); y asuntos domésticos, donde se trata el tema de las residencias y moradas de los ángeles (Nº 183-190), y los matrimonios en el cielo (Nº 366-368); todo lo cual, indica que en cada sociedad celestial hay numerosas ocupaciones y servicios.

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n el cielo, todas las cosas están organizadas en base al orden Divino, que está afianzado en todas partes por los servicios que desempeñan los ángeles; las cuestiones relativas al bien o uso general, están a cargo de los ángeles más sabios; y las que atañen a los usos particulares, están a cargo de los que poseen menos sabiduría, y así sucesivamente. Los servicios están subordinados exactamente igual que los usos en el orden Divino; y por tal razón, cada función está investida de una dignidad acorde con la dignidad de su uso. De cualquier modo, los ángeles no se adjudican esta dignidad a sí mismos, sino que asignan toda dignidad al uso; y como el uso es el bien que ponen por obra, y todo bien procede del Señor, asignan toda dignidad al Señor. De manera que aquel que piensa en los honores, primeramente por sí mismo y luego por su uso, y no primeramente por su uso y luego por sí mismo, no puede desempeñar oficio alguno en el cielo; pues ello implica apartar la vista del Señor, volviéndole la espalda para colocarse uno mismo en primer lugar y relegar al uso al segundo lugar. Cuando se habla de usos también se hace referencia al Señor, pues según se ha dicho, el uso es el bien y el bien procede del Señor.

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n base a lo expuesto, puede inferirse qué es la subordinación en el cielo, vale decir, que en la medida en que se ama, estima y honra el uso, en tal medida se ama, estima y honra a la persona que lo desempeña; y también que esa persona es amada, estimada y honrada en la medida en que adscriba el uso que desempeña al Señor y no a sí mismo; porque en tal medida es sabio, y los usos que desempeña, los desempeña en virtud del bien. El amor, la estima y el honor espiritual no son otra cosa que amor, estima y honor al uso en la persona; honor conferido a la persona por el uso que desempeña, y no honor al uso por la persona que lo desempeña. Por lo demás, así es como se valora a los hombres cuando se los valora según la verdad espiritual, ya que entonces se advierte que un hombre es semejante a otro, y la única diferencia perceptible es una diferencia de grado en su sabiduría, sin que cuente su posición; y la sabiduría es amor al uso, es decir, amor al bien de los conciudadanos, de la sociedad, de la patria y de la iglesia. En esto consiste el amor al Señor, porque todo bien que es un bien de uso procede del Señor; y en esto consiste también el amor al prójimo, porque por prójimo se entiende el bien que debe ser amado en un conciudadano, en la sociedad, en la patria y en la iglesia, el cual debe obrarse en provecho de todos ellos.

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sí como todas las sociedades de los cielos difieren según sus bienes (ver arriba, Nº 41), así también difieren según sus usos; los bienes son bienes en acto, es decir, bienes de caridad, que no son otra cosa que usos. Algunas sociedades se encargan de cuidar a los niños pequeños; otras, de su enseñanza y educación a medida que crecen; otras, de instruir y educar, del mismo modo, a los niños y niñas que han adquirido una buena disposición gracias a la educación que recibieron en el mundo, debido a lo cual ingresaron al cielo. Hay otras sociedades en las que se instruye a las personas buenas y simples que pertenecen al mundo cristiano, conduciéndolas por la vía que lleva al cielo; y hay otras en las que se instruye y conduce del mismo modo a los miembros de las diversas naciones gentiles. Hay algunas sociedades que protegen a los espíritus novicios —que son los que han llegado recientemente del mundo— de las inoculaciones que perpetran los espíritus malignos; y algunas que asisten a los espíritus que se hallan en la tierra inferior; y también hay algunas sociedades que asisten a los espíritus que están en los infiernos, apaciguándolos a fin de que no se atormenten mutuamente más allá de los límites prescriptos; y asimismo hay o-tras que asisten a los espíritus que están resuscitando de entre los muertos. En general, en cada sociedad hay ángeles que son enviados al hombre para que velen por él y lo aparten de los afectos malignos y sus pensamientos derivados, y a fin de inspirarle buenos afectos siempre y cuando los reciba libremente; y a través de estos afectos, también dirigen las acciones u obras de los hombres, eliminando, en la medida de lo posible, sus malas intenciones. Cuando los ángeles están con el hombre, se diría que habitan en sus a-fectos; y se aproximan a él según el grado de bien de la verdad en que vive, alejándose de él en la exacta medida en que su vida se aparta del bien. Pero todas estas ocupaciones de los ángeles son ocupaciones del Señor que se efectúan a través de los ángeles, ya que los ángeles las desempeñan por inspiración del Señor y no por sí mismos. Por tal razón, en el sentido interno de la Palabra "ángeles" no significa ángeles, sino algo propio del Señor; y por ello, en la Palabra a los ángeles se los llama "dioses".

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stas son las ocupaciones generales de los ángeles, pero cada cual desempeña una función especifica; porque cada uso general está compuesto de innumerables usos particulares, llamados usos mediatos, de suministro y de servicio. Todos y cada uno están coordinados y subordinados entre sí según el orden Divino, y tomados en su conjunto conforman y perfeccionan el uso general, que es el bien general.

(393)
E
n el cielo, se ocupan de los asuntos eclesiásticos los que en el mundo amaron la Palabra, y buscaron con ahínco verdades en ella, no teniendo como fin los honores ni el lucro, sino los usos de la vida, para sí y para los demás. Estos, en el cielo gozan de esclarecimiento y reciben la luz de la sabiduría según su amor y deseo de desempeñar usos. Esta luz de sabiduría, se las imparte la Palabra que se conoce en el cielo que no es una Palabra natural como la que se conoce en el mundo, sino una Palabra de índole espiritual (ver arriba, Nº 259). Ellos son quienes ofician la prédica y, en concordancia con el orden Divino, gozan de mayor jerarquía quienes por su esclarecimiento sobrepujan a los demás en sabiduría. De los asuntos civiles se ocupan los que en el mundo amaron a su patria y el bienestar general más que a sí mismos, haciendo lo que es justo y recto por amor de la justicia y de la rectitud. Dado que estas personas, acuciadas por el amor, escudriñaron las leyes de la justicia, adquiriendo así inteligencia, poseen, portante la aptitud requerida para desempeñar tales funciones en el cielo; y las desempeñan ocupando el rango o grado adecuado a su inteligencia, la cual, por su grado, concuerda con su amor por desempeñar usos en favor del bienestar general. Por lo demás, en el cielo hay más funciones, servicios y ocupaciones de lo que es posible enumerar; en cambio en el mundo, la cantidad es mucho menor. Todos los que desempeñan tales tareas —sin que importe aquí si son muchos— se deleitan en su trabajo y en su labor por amor al uso que prestan, y no por amor de sí mismos y del lucro; y puesto que reciben gratuitamente todas las cosas indispensables para la vida, no los acucia el amor del lucro para ganarse la vida. Disponen de alojamiento gratuito, ropa gratuita y alimento gratuito. Es evidente, entonces, que aquellos que en el mundo se amaron más a sí mismos que a los usos, no tienen lugar en el cielo; porque el amor o afecto de cada uno permanece en él después de la vida en el cuerpo, y no puede ser extirpado por toda la eternidad (ver arriba, Nº 563).

(394)
E
n el cielo, cada cual tiene su ocupación de acuerdo con las correspondencias, si bien, estrictamente hablando, la correspondencia no compete a la ocupación, sino al uso de dicha ocupación (ver arriba, Nº 112); y todas las cosas tienen su correspondencia (Nº 106). Aquel que en el cielo tiene la función u ocupación que corresponde al uso específico que desempeña, goza del mismo estado de vida que gozó en el mundo; ya que gracias a las correspondencias, lo espiritual y lo natural conforman u-na sola cosa; con la diferencia de que ai ingresar en la vida espiritual, que es una vida interior, el hombre obtiene acceso a un deleite interior, siendo más receptivo, por tanto, a la dicha celestial.

(42)

Capítulo XLII

EL J
ÚBILO Y LA FELICIDAD CELESTIALES

(395)
A
ctualmente, prácticamente nadie sabe qué es el cielo o en qué consiste el júbilo celestial. Aquellos que han reparado en estas cuestiones, se han forjado una noción extremadamente vaga y crasa al respecto, de forma que su criterio es virtualmente nulo. Por intermedio de espíritus, que arribaron a la otra vida procedentes del mundo, pude conocer cabalmente la noción que tenían sobre el cielo y el júbilo celestial; ya que cuando éstos se ven librados a su propio juicio, como ocurría en el mundo, terminan pensando las mismas cosas que pensaban allí. En lo que atañe al júbilo celestial, cunde la ignorancia, puesto que los que repararon en el tema, basaron sus conjeturas en los deleites exteriores del hombre, pues desconocían la existencia del hombre interior, y por tanto, la naturaleza de su deleite y su dicha; de manera que aun en el caso de que quienes gozan del deleite interior espiritual les hubiesen explicado en qué consiste, nada habrían comprendido; sólo retendrían conceptos harto imprecisos, ajenos a la percepción, que pasarían a formar parte del acervo de nociones que el hombre natural rechaza. Sin embargo, cualquiera puede entender que cuando el hombre deja de ser hombre exterior, comienza a ser hombre interior o espiritual, y en consecuencia, a advertir que el deleite celestial es interno y espiritual, y no externo y natural; y puesto que es interno y espiritual, es más puro y exquisito, y afecta a la interioridad del hombre perteneciente a su alma o espíritu. Con sólo tomar en cuenta estas cosas, cualquiera puede inferir que su deleite es tal como ha sido anteriormente el deleite de su espíritu; y que el deleite del cuerpo, llamado deleite de la carne, comparativamente, no es celestial; y asimismo que todo lo que contiene el espíritu del hombre cuando abandona su cuerpo permanece en él después de la muerte, ya que entonces vive como hombre espíritu.

(396)
T
odos los deleites emanan del amor, pues lo que el hombre ama lo siente como deleitable. Nadie siente un deleite que tenga otro origen. De ello se sigue que tal como es el amor, tal es el deleite. Los deleites del cuerpo o de la carne proceden en su totalidad del amor de sí mismo y del amor del mundo; se trata, por tanto, de concupiscencias y placeres derivados de ellas; en cambio los deleites del alma o espíritu manan en su totalidad del amor al Señor y del amor al prójimo, de manera que son afectos por el bien y la verdad y satisfacciones interiores. Estos amores y sus deleites llegan desde el cielo por influjo del Señor, y por una vía interna; es decir, proceden del nivel superior y afectan la interioridad; por su parte los otros amores y sus deleites, manan de la carne y del mundo por una vía externa, es decir, proceden del nivel inferior y afectan la exterioridad. Por tanto, en la medida en que estos dos amores celestiales son recibidos y se sienten, la interioridad del hombre —que pertenece a su alma o espíritu, y que mira desde el mundo hacia el cielo — es develada; mientras que a medida que los dos amores del mundo son recibidos y se sienten, su exterioridad — que pertenece al cuerpo o la carne, y que mirando hacia el mundo vuelve la espalda al cielo — se despliega. Así como los amores fluyen y son recibidos, así también fluyen los deleites; los deleites del cielo en la interioridad, y los del mundo en la exterioridad; ya que todo deleite, según se ha indicado antes, pertenece al amor.

(397)
E
l cielo, de por sí, está tan colmado de deleites que visto en sí mismo no es otra cosa que dicha y deleite; porque el bien Divino que mana del amor Divino del Señor crea el cielo, en general y en particular, en cada ser; y el amor Divino es un deseo de lograr la salvación y la felicidad de todos, íntima y plenamente. De modo que el cielo y el júbilo celestial, vienen a ser una misma cosa.

(398)
L
os deleites del cielo son inefables e innumerables; pero aquel que está inmerso en los meros deleites corporales o carnales no puede sentir el más mínimo de esos innumerables deleites; ni tampoco creer que existan; dado que su interioridad —según se ha dicho antes— se aparta del cielo y mira hacia el mundo, es decir, hacia atrás. Pues aquel que está sumido en los deleites del cuerpo o de la carne, o lo que viene a ser lo mismo, en el amor de sí mismo y del mundo, sólo experimenta deleite en la consecución de honores, en el lucro, y en los placeres del cuerpo y de los sentidos, los cuales extinguen y sofocan los deleites interiores que pertenecen al cielo, llegando incluso a destruir toda creencia en ellos; de manera que si se le dijera que cuando se dejan de lado los deleites que proporcionan los honores y el lucro, se perciben nuevos deleites, no podría salir de su asombro; máxime al enterarse de que estos deleites celestiales que recibe, y que ocupan el lugar de aquéllos, son innumerables, y de tal naturaleza, que resulta imposible compararlos con los deleites del cuerpo y de la carne, que son principalmente los deleites que proporcionan los honores y el lucro. Todo ello pone en claro porqué se desconoce qué es el júbilo celestial.

(399)
U
no puede percibir cuan grande debe ser el deleite del cielo a partir del hecho de que el deleite de todos sus habitantes consiste en compartir sus propios deleites y bendiciones con los demás; y siendo éste el carácter de los habitantes de los cielos, es evidente que el deleite del cielo es inconmensurable. Según se ha indicado antes (Nº 268), en los cielos existe una comunión de todos con cada uno y de cada uno con todos. Esta comunión mana de los dos amores del cielo que según se ha dicho, son el amor al Señor y el amor hacia el prójimo; y la comunión del deleite es la verdadera naturaleza de estos amores. Tal es el amor al Señor porque el a-mor del Señor es el amor de compartir con los demás todo lo que se tiene, y es el deseo de lograr la felicidad de todos. Quienes aman al Señor sienten este amor, porque el Señor está en ellos; y de ahí procede la comunión de deleites entre los ángeles. Tal es la naturaleza del amor hacia el prójimo, como se verá a continuación. Todo lo cual, demuestra que la naturaleza de estos amores consiste en compartir sus deleites. El amor de sí mismo substrae y priva a los demás de todo deleite, reteniéndolo para sí, puesto que sólo desea su propio bien; mientras que el amor del mundo quiere apropiarse de lo que pertenece al prójimo. De manera que estos amores son destructivos del deleite ajeno; y si comparten algo, es en provecho propio y no de los demás. Así que en lo que atañe al prójimo, estos amores no tienden a compartir, sino a despojar; salvo en el caso de que los deleites de los demás satisfagan su egoísmo. Que ésta es la índole de los amores de sí mismo y del mundo, cuando prevalecen, es algo que me fue dado percibir mediante experiencia directa. Cada vez que los espíritus que sintieron esos amores cuando vivían como hombres en el mundo, se aproximaban, mi deleite cesaba, y se extinguía; y pude saber que cada vez que los tales se aproximan a alguna sociedad celestial, el deleite de sus miembros se atenúa gradualmente a medida que se acercan; y lo que es verdaderamente asombroso: entonces, los espíritus malignos obtienen su deleite. Todo ello arroja luz sobre el estado de espíritu de semejante tipo de persona mientras habita en su cuerpo, que es el mismo que experimenta después de desprenderse del cuerpo: anhela y codicia los deleites o bienes ajenos. Lo cual pone de manifiesto que los amores de sí mismo y del mundo tienden a destruir el júbilo celestial; siendo, por tanto, diametralmente opuestos a los amores celestiales, que lo que desean es compartir.

(400)
P
ero es preciso entender que el deleite que obtienen los que gozan del amor de sí mismo y del amor del mundo cuando se aproximan a alguna sociedad celestial, es el deleite de su concupiscencia, a-sí que es diametralmente opuesto al deleite del cielo. Los tales, obtienen e-se deleite concupiscente privando y despojando del suyo a quienes gozan del deleite celestial. Cuando no privan ni despojan a éstos de su deleite celestial, la situación cambia, ya que entonces ni siquiera pueden acercarse; en cuanto lo intentan, les sobreviene una angustia y un dolor, de manera que rara vez se atreven a hacerlo. Esto también me fue dado comprobarlo mediante una larga experiencia; sobre este punto, desearía hacer una acotación. Los espíritus que parten de este mundo hacia la otra vida aspiran introducirse en el cielo por sobre todas las cosas. Casi todos, procuran hacerlo convencidos de que para introducirse en el cielo, basta con ser admitido y recibido. Para satisfacer su deseo, se los conduce a una sociedad del cielo inferior; pero a los que se regocijan en el amor de sí mismos y en el amor del mundo, apenas se aproximan al primer umbral del cielo, los invade una angustia y un suplicio interior tan hondos, que sienten el infierno dentro suyo y no el cielo; por lo que huyen de allí precipitadamente, y hasta que no se encuentran en el infierno con sus congéneres, no hallan sosiego. A menudo, estos espíritus han sentido deseos de conocer el júbilo celestial, y habiendo oído que habita en la interioridad de los ángeles, pretendieron participar de él. Lo cual les fue concedido, puesto que a un espíritu que aún no ha ingresado ni al cielo ni al infierno se le concede todo lo que desea; siempre que sea provechoso para él. Pero apenas se les comunicó ese júbilo, sintieron un suplicio; y a causa del dolor, comenzaron a retorcer su cuerpo convulsivamente. Vi como inclinaban la cabeza hacia abajo, hacia los pies, arrojándose al suelo de inmediato, y allí se enroscaban como serpientes; todo ello a causa del íntimo suplicio que experimentaban. Tal es el efecto que produce el júbilo celestial a quienes están inmersos en el amor de sí mismo y el amor del mundo; debido a que estos amores son diametralmente opuestos a los amores celestiales, y cuando los opuestos se enfrentan, la consecuencia es el dolor. Puesto que como el deleite celestial llega por una vía interior y fluye hacia el deleite opuesto, la interioridad, que está inmersa en este deleite, se trastorna, adoptando una posición antagónica: de ahí los tormentos descriptos. Se trata de deleites opuestos por lo que se ha expresado más arriba: el amor al Señor y el amor al prójimo desean compartir todo lo suyo con los demás, pues en ello reside su deleite, pero el amor de sí mismo y el amor del mundo pretenden despojar a los demás y apoderarse de lo ajeno; y en la proporción en que logran su cometido, obtienen su deleite. A partir de lo cual puede inferirse qué es lo que separa al infierno del cielo; puesto que todos los moradores del infierno, durante su vida en el mundo estuvieron inmersos en los deleites del cuerpo y de la carne por amor de sí mismos y del mundo; mientras que los habitantes del cielo, durante su paso por el mundo sintieron los deleites del alma y del espíritu por amor al Señor y por amor al prójimo; y como estos amores se oponen, los infiernos y los cielos están totalmente separados; y tan cierto es esto, que un espíritu habitante del infierno no se anima a poner un solo dedo fuera de allí, ni a asomar la cabeza; ya que en cuanto lo hace, le sobreviene un dolor y un tormento. Cosa que también pude presenciar.

(401)
E
l que está inmerso en el amor de sí mismo y en el amor del mundo, durante su vida en el cuerpo percibe una sensación deleitable en estos amores y en los placeres específicos derivados de estos amores. Pero quien vive en el amor al Señor y en el amor hacia el prójimo, durante su vida en el cuerpo no experimenta ninguna sensación de deleite en estos amores o en los buenos afectos derivados de ellos, sino una suerte de bendición que apenas si se percibe, puesto que yace latente en la interioridad, se halla velada por la exterioridad perteneciente al cuerpo y se ve atenuada por los afanes del mundo. De todas maneras después de la muerte se produce una mutación total en el estado de estas personas. Los deleites del amor de sí mismo y del amor del mundo, degeneran en algo doloroso y atroz; se transforman en el llamado fuego infernal, y a través de mutaciones, se tornan en cosas sucias y sórdidas que corresponden a sus placeres inmundos; y lo que es realmente asombroso: se deleitan con ellas. En cambio el levísimo deleite y la casi imperceptible bendición que experimentaban aquellos que durante su vida en el mundo amaron al Señor y al prójimo, se tornan en deleite celestial; y se percibe y se siente a plenitud, ya que entonces la bendición latente, que permanecía relegada a su interioridad cuando vivían en el mundo, es develada, y se manifiesta claramente en la sensación; puesto que así había sido el deleite de su espíritu; y en el otro mundo, están en el espíritu.

(402)
T
odos los deleites del cielo confluyen y se manifiestan en los usos, porque los usos son los bienes de amor y caridad en que viven los ángeles; de manera que los deleites de cada cual, concuerdan con los usos que desempeña, y con el grado de su afecto por el uso. Que todos los deleites del cielo, son deleites de uso, puede inferirse de una comparación con los cinco sentidos. A cada sentido le es inherente un deleite que armoniza con su uso; la vista, el oído, el olfato, el gusto, y el tacto, poseen cada cual su propio deleite; la vista brinda un deleite que emana de la belleza; el deleite del oído emana de los sonidos armoniosos; el del olfato, de los o-lores gratos; el del gusto, de los sabores exquisitos. Quienes se dedican al estudio del tema, conocen los usos específicos que desempeñan los sentidos; en especial aquellos que están familiarizados con la ciencia de las correspondencias. El deleite de la vista, procede del uso que brinda al intelecto: la vista interior; el deleite del oído, procede del uso que presta tanto al intelecto como a la voluntad: la atención; el deleite del olfato, del uso que presta al cerebro, y asimismo a los pulmones; el del gusto, del uso que presta al estómago, y por ende a todo el cuerpo, mediante la nutrición. El deleite del amor conyugal, que es algo así como un sentido del tacto (aunque más puro y exquisito), sobrepuja a todos los demás por su uso, que es la procreación del género humano, y por tanto, de los ángeles del cielo. Estos deleites son inherentes a los sentidos por influjo del cielo; donde todo deleite se relaciona con su uso, y depende del mismo.     angeles-luz.es

(403)
C
iertos espíritus, fundándose en una opinión adquirida en el mundo, suponían que la dicha celestial consiste en una vida ociosa en la que uno es servido por los demás; pero se les hizo saber que la felicidad no consiste en abstenerse de trabajar, obteniendo satisfacción por ello. De ser así, todos desearían retener para sí la felicidad de los demás; pero si esto es deseado por todos, no es asequible a nadie. Tal tipo de vida, sería ociosa e inactiva, y paralizaría las energías vitales. Y es cosa sabida que sin una vida activa no hay felicidad posible, y que el reposo es nada más que una recreación para poder retomar las actividades con más vigor. Luego, se les hizo ver a estos espíritus —y ello de distintas maneras— que la vida angélica consiste en hacer buenas obras de caridad, que en realidad son usos; y que en el uso, los ángeles hallan toda su felicidad: en el uso, por el uso y según el uso. A los que suponían que el júbilo celestial consistía en llevar u-na vida ociosa, aspirando bocanadas de eternal deleite en la letargía, les fue dado percibir a qué se reduce ese tipo de vida; para que se avergonzaran de sus suposiciones; entonces, percibieron que en ella todo goce se extingue, cosa que al poco tiempo produce fastidio y repugnancia.

(404)
C
iertos espíritus, que se consideraban más instruidos que los demás, afirmaron que durante su vida en el mundo, habían supuesto que el júbilo celestial consistiría exclusivamente en alabar y loar a Dios, y que eso sería llevar una vida activa. Pero a éstos se les informó que alabar y cantar loas a Dios no es en absoluto una vida activa, puesto que Dios no necesita de alabanzas y loas; y que lo que El desea es que los hombres desempeñen usos, vale decir, que realicen las buenas obras llamadas bienes de caridad. Pero basándose en los bienes de caridad, a estos espíritus les resultaba imposible concebir la menor noción acerca del júbilo celestial, sólo captaban el concepto de servidumbre; sin embargo, según el testimonio de los ángeles, se trata de un júbilo eminentemente libre, pues emana de un afecto interior, y está unido a un deleite inefable.

(405)
C
asi todos los que pasan a la otra vida, suponen que el infierno es igual para todos, lo mismo que el cielo; sin embargo, en ambos casos la variedad y diversidad son infinitas; jamás el cielo o el infierno son exactamente iguales para una y otra persona; del mismo modo que es imposible que un hombre, espíritu o ángel, sea exactamente igual a otro; ni siquiera en lo que respecta al rostro. Ante la sola idea de que dos seres fuesen símiles exactos o idénticos, los ángeles se horrorizaron, observando que toda unidad está formada por la combinación armónica de muchas cosas, y que la unidad es tal como es la combinación; y que de esa forma, una entera sociedad celestial, conforma una unidad; y que ello procede solamente del Señor a través del amor. En los cielos, se da asimismo una total variedad y diversidad de usos, y jamás el uso que presta una persona es idéntico al que desempeña otra, ni la dicha de una, idéntica a la de la otra. Por otra parte, los deleites que brinda cada uso son innumerables, y estos innumerables deleites son también variados; sin embargo, la conjunción que establecen entre sí es tan ordenada que se complementan como los usos de cada miembro, órgano y víscera en el cuerpo; especialmente como los usos de cada vaso y fibra en cada miembro, órgano y víscera; ya que todos ellos se hallan vinculados entre sí de modo tal que el bien del otro es su propio bien, viendo a-sí el bien de cada uno en todos, y el de todos en cada uno. Y en virtud de este aspecto universal e individual, actúan como un solo ser.

(406)
A
lgunas veces, he hablado con ciertos espíritus recién llegados del mundo sobre la condición de la vida eterna, afirmando al respecto, que es muy importante saber quién es el Señor del Reino, qué clase de gobierno hay en él, y cuál es su forma. Pues si al ingresar a un reino en el mundo, lo más importante es saber quién y cómo es el rey, cuál es el tipo de gobierno vigente, y otros detalles referentes al reino, con mayor razón lo será al ingresar en este Reino, en donde se ha de vivir por toda la eternidad. Agregué, por tanto, que sería conveniente que supiesen que él que rige el cielo y el universo es el Señor, pues quien rige a uno rige al otro; y que habían ingresado al Reino del Señor; y que las leyes del Reino son verdades eternas, y que todas ellas están fundadas en la ley que preceptúa amar al Señor por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo; y todavía más, puesto que si han de ser como los ángeles, deben amar al prójimo más que a sí mismos. Al oír esto no atinaron a responder nada, ya que a pesar de ha-ver oído algo similar durante su vida en el cuerpo, jamás le dieron crédito; entonces se preguntaban: ¿ cómo era posible semejante amor en el cielo, y quién sería capaz de amar a su prójimo más que así mismo ?  Pero se les hizo saber que en la otra vida todo bien crece inconmensurablemente, y que si bien durante su vida en el cuerpo, no pueden ir más allá de amar al prójimo como a sí mismos porque están inmersos en las cosas del cuerpo, cuando se desprenden del mismo, su amor se purifica hasta tornarse angélico; y el amor angélico consiste en amar al prójimo más que a sí mismo. Dado que en el cielo se goza haciendo el bien a los demás, en cambio no se halla ningún goce en el beneficio propio si ello no redunda en provecho de los demás, es decir, en interés de los semejantes. En esto consiste amar al prójimo más que a sí mismo. Se les hizo saber que ese amor existe en estado latente en el mundo, y que se manifiesta en el amor conyugal, el cual ha impulsado a algunos a ofrendar su vida para proteger a su pareja ante un peligro; en el amor de los padres por sus hijos: como en el caso de una madre que prefiere pasar hambre antes de permitir que su hijo la padezca; en la amistad sincera, por la que un amigo puede exponerse para librar a otro de un riesgo; e incluso en la amistad mundana y fingida, que es un simulacro de la verdadera amistad, cuando se ofrecen las mejores cosas a quienes aparentemente se desea el bien, por más que esa buena voluntad quede nada más que en los labios, sin llegar al corazón; y por último, en la naturaleza misma del amor, que se regocija sirviendo a los demás, y no en provecho propio, sino de los demás. Pero todo esto resultó incomprensible a quienes se amaron a sí mismos más que a los demás, y en la vida del cuerpo sintieron avidez de lucro; y muy especialmente a los avaros.

(407)
C
ierto espíritu, que en la vida del cuerpo había ejercido poder sobre otros, retenía en la otra vida la voluntad de regir; pero se le hizo saber que ahora se encontraba en otro reino, que era eterno, y que su poder en la tierra ya había fenecido; y que en el sitio en que se encontraba actualmente solamente sería estimado según su bondad y veracidad, y según la misericordia recibida del Señor durante su vida en el mundo; y que en este reino ocurría lo mismo que en el mundo, donde los hombres son estimados por su riqueza y por el favor que los príncipes les dispensan; sólo que aquí, la riqueza está constituida por el bien y la verdad; y el favor dispensado por los príncipes, es la misericordia que el hombre recibe del Señor de a-cuerdo con la vida que haya hecho en el mundo. Y que cualquier deseo de regir por otros medios haría de él un rebelde, ya que ahora se encontraba en otro reino. Al oír esto, se sintió sumamente avergonzado.

(408)
H
e hablado con ciertos espíritus que suponían que el cielo y el júbilo celestial consistían en la preeminencia; pero a éstos se les informó que en el cielo el más humilde es superior a los demás, puesto que se llama humilde a quien no tiene, ni desea tener, ningún poder o sabiduría por sí mismo, sino sólo bajo el influjo del Señor; y quien es más humilde en tal sentido, goza de la felicidad suprema; y puesto que goza de la felicidad suprema, se desprende que es superior a los demás, porque recibe todo su poder del Señor y sobrepuja a los demás en sabiduría. ¿ Y qué es ser superior a los demás, sino es ser el más feliz de todos ?  Porque la felicidad suprema es lo que buscan los poderosos a través del poder y los ricos a través de las riquezas. Por lo demás, se les hizo saber que el cielo tampoco consiste en procurar ser el más humilde para poder ser superior a los demás, pues ello implicaría que uno aspira y codicia ser superior a los demás, sino que consiste en desear de corazón el bien de los demás antes que el propio, y en servir a los demás procurando su felicidad; no con afán de recompensas, sino por amor.

(409)
E
l júbilo celestial en sí mismo, tal como es en su esencia, es indescriptible, porque reside en lo más íntimo de la vida de los ángeles, y se disemina en todos sus pensamientos y afectos; y a partir de ellos, en todos los detalles de su lenguaje y de sus actos. Es como si su interioridad estuviese plenamente develada y despejada para poder recibir de-leites y bendiciones que se difunden por todas las fibras, es decir, por doquier. Así, la percepción y sensación de júbilo es tan inmensa que resulta indescriptible, pues aquello que emerge de lo más íntimo fluye hasta en sus más imperceptibles derivaciones, difundiéndose en forma creciente hacia la exterioridad. Espíritus benignos que aún no han sentido ese júbilo, porque no han sido elevados al cielo; apenas perciben un vislumbre de esa sensación de júbilo que brota de la esfera de los ángeles, son arrebatados por un deleite tan inmenso, que entran en una especie de trance de placer. Esto les acontece a veces a quienes desean saber qué es el júbilo celestial.

(410)
A
ciertos espíritus, que también deseaban conocer el júbilo celestial, les fue concedido percibirlo hasta un punto en que ya no pudieron resistirlo; con todo, no se trataba del pleno goce angélico; era angélico, pero en ínfimo grado; cosa que pude percibir pues me fue dado compartirlo, y en realidad era tan leve que resultaba prácticamente insípido; sin embargo aseguraban que era celestial en grado supremo, porque para ellos era un íntimo júbilo. Ello me permitió comprender no sólo que existen grados de júbilo celestial, sino que el íntimo júbilo de una persona, apenas si alcanza el nivel del más exterior o del intermedio de otra; y asimismo que cuando uno recibe su propio íntimo júbilo, accede a su júbilo celestial, no pudiendo ya resistir un grado más interior, pues se torna en algo doloroso.

(411)
C
iertos espíritus, que no eran malignos, y se hallaban sumidos en un estado de reposo similar al sueño, fueron transportados al cielo en cuanto a la interioridad de su mente; debido a que antes de que su interioridad esté develada, los espíritus pueden ser elevados al cielo, e instruirse acerca de la felicidad de sus habitantes. Los observé en ese estado de reposo durante aproximadamente media hora; luego, recayeron en su exterioridad —su estado anterior— y evocaron lo que habían visto. Afirmaron haber estado en medio de los ángeles del cielo, donde habían visto y percibido cosas maravillosas; todas ellas esplendentes, como si fuesen de oro, plata y piedras preciosas; y de admirable hechura y variedad; señalando que a los ángeles, las cosas externas en sí mismas no les producían ningún deleite, obteniéndolo en cambio de las cosas internas que aquéllas representan; las cuales eran Divinas en grado inefable, y encerraban una sapiencia infinita, y que en ellas hallaban su júbilo; amén de innumerables cosas más que las lenguas humanas no podrían describir ni en una diezmilésima parte, y que tampoco pueden ser captadas por medio de nociones que participan de lo material.

(412)
C
asi todos los que ingresan en la otra vida ignoran en qué consisten la bendición y la felicidad celestiales, porque no saben qué es el júbilo interno; la percepción que tienen al respecto, deriva exclusivamente del goce y regocijo mundanos; para ellos, aquello que ignoran es como si no existiese; aunque en realidad, el regocijo corporal y mundano, sea comparativamente nulo. A fin de que los espíritus probos, que ignoran qué es el júbilo celestial, puedan conocer y comprender su naturaleza, se los lleva en primer lugar a una región paradisíaca que trasciende todo lo que la imaginación pueda concebir. Entonces, suponen que han arribado al paraíso celestial; pero se les hace saber que la verdadera dicha celestial no reside allí; y les es dado captar los estados de júbilo interiores perceptibles en el más íntimo grado; entonces, entran en un estado de paz que se difunde hasta en lo más íntimo de su ser; en ese instante, confiesan que lo que sienten es inexpresable e inconcebible. Finalmente acceden a un estado de inocencia, en su grado más íntimo. Y así les es concedido saber en qué consiste el auténtico bien espiritual y celestial.

(413)
P
ara que pudiese comprender la naturaleza del cielo y del júbilo celestial, el Señor me ha concedido el don de percibir, con frecuencia y durante mucho tiempo, los deleites y regocijos celestiales; pero aunque haya podido experimentarlos directamente, de ninguna manera puedo describirlos. Con todo, y para que sea posible al menos formarse una noción al respecto, me referiré brevemente al tema. El júbilo celestial, es un afecto compuesto de innumerables deleites y goces que, tomados en su conjunto, ofrecen el aspecto de un conglomerado; y este conglomerado, es decir, este afecto general, está compuesto de innumerables armonías afectivas que no llegan a la percepción nítidamente, sino en forma obscura; dado que la percepción es una facultad sumamente general. No obstante, me fue dado percibir que contiene innumerables cosas ordenadas en una disposición indescriptible, debido a que fluyen del orden del cielo. Hasta los más ínfimos detalles particulares de cada afecto, aparecen y son percibidos como una sola cosa extremadamente general, según la capacidad de cada individuo. En una palabra, cada afecto general contiene infinitos afectos dispuestos en forma supremamente ordenada; no incluyendo nada que no sea vida, y que no afecte a todos y a cada uno desde lo más íntimo: porque los goces celestiales fluyen de lo más íntimo. Percibí también que el júbilo y el éxtasis parecía provenir del corazón, difundiéndose con sublime suavidad por todas las fibras más íntimas; y por medio de éstas, en todos los grupos de fibras; suscitando una sensación tal de deleite que se diría que cada fibra no es o-tra cosa que júbilo y éxtasis; y toda percepción y toda sensación, parecían vivificarse por la felicidad en sí misma. Comparado con estos goces, el goce que proporcionan los placeres corporales es como una mota de polvo crasa y áspera en relación a un aura pura y levísima. Asimismo he notado que cuando quería transferir mi deleite a otra persona, fluía continuamente un deleite más interior y más pleno en su lugar; y cuanto más lo deseaba, más intenso se hacía; y pude percibir que éste era un don que procedía del Señor.

(414)
Q
uienes están en el cielo se acercan perpetuamente a la primavera de la vida, y su proximidad a una primavera jubilosa y feliz es mayor según los millares de años que viven; y esto por toda la eternidad y en forma creciente según la intensidad y grado de su amor, caridad y fe. Las mujeres que han muerto en la vejez, marchitadas por la edad, si vivieron en la fe al Señor, en la caridad hacia el prójimo y en el amor conyugal con su marido, con el paso de los años, se acercan cada vez más a la flor de la juventud y a la adolescencia femenina, adquiriendo una belleza tal que excede toda beldad vista en al tierra. La bondad y la caridad confieren esa forma, manifestando así su propio símil; haciendo que el júbilo y la hermosura de la caridad resplandezcan hasta en la más ínfima partícula de su rostro, determinando que sean las efigies vivientes de la caridad. Quienes pudieron contemplarlas, quedaron maravillados. La forma viviente de la caridad que se hace visible en el cielo, es la caridad en sí misma; que da forma y es formada; y ello hasta tal punto que se diría que el ángel en su integridad es una efigie viviente de la caridad; sobre todo su rostro. Esto se ve y se percibe nítidamente. Cuando esta forma se contempla, su indecible hermosura suscita caridad en las fibras vitales más íntimas de la mente. En una palabra, en el cielo, envejecer es rejuvenecer. Quienes vivieron en el amor al Señor y en la caridad hacia el prójimo, en la otra vida se transfiguran en tales formas o bellezas. Los ángeles son esas formas, plasmadas en variedad infinita; y por ellos el cielo está conformado.

(43)

Capítulo XLIII

LA INMENSIDAD DEL CIELO

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L
a inmensidad del cielo se evidencia en muchas de las cosas que se han dicho y expuesto en los capítulos precedentes; especialmente en esto: el cielo procede del género humano (Nº 311 -317); tanto de aquellos nacidos dentro de la iglesia como de aquellos nacidos fuera de ella (Nº 318-328); de manera que está constituido por todos aquellos que llevaron una buena vida desde que ésta surgió en la tierra. Quienquiera que posea alguna noción acerca de las zonas, regiones y reinos en que está dividida la tierra, puede colegir cuan grande es la multitud de hombres que pueblan este mundo. Haciendo un cálculo, hallará que cada día mueren varios millares de hombres, es decir, unas miríadas de millones por año; y ello desde los primeros tiempos; tras los cuales han transcurrido unos cuantos miles de años. Todos ellos después de la muerte han pasado al otro mundo, llamado mundo espiritual; y a él siguen llegando constantemente. Cuántos de entre éstos han llegado a ser ángeles, o llegarán a serlo, es cosa imposible de precisar. Esto es lo que pude saber: en los tiempos antiguos el número era muy grande; ya que entonces los hombres pensaban de un modo más interior y espiritual, y en virtud de ese modo de pensar, poseían una afectividad celestial; pero en las épocas subsiguientes ese número fue disminuyendo, porque con el paso del tiempo los hombres se tornaron más exteriores y comenzaron a pensar más naturalmente; y a causa de este modo de pensar, contrajeron una afectividad terrenal. Todo lo cual, evidencia cuan inmenso es el cielo; y ello basándose nada más que en los habitantes de esta tierra.

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L
a inmensidad del cielo del Señor, también se desprende de lo siguiente: todos los niños, ya sea nacidos dentro de la iglesia, ya fuera de ella, son adoptados por el Señor y se tornan en ángeles; y su número abarca la cuarta o quinta parte de todo el género humano que habita en la tierra. Que todo niño, dondequiera que haya nacido, ya sea dentro o fuera de la iglesia, de padres píos o impíos, es recibido por el Señor al morir, y se le instruye y se le instilan los afectos del bien, y a través de éstos los conocimientos de la verdad, en armonía con el orden Divino; y que a medida que se perfecciona en inteligencia y sabiduría se lo conduce al cielo y se torna en ángel, puede cotejarse más arriba (Nº 329-345). A partir de ello puede inferirse cuan grande es la multitud de ángeles que pueblan el cielo; tomando en cuenta nada más que a los de esta procedencia desde el principio de la creación hasta nuestros días.

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L
a inmensidad del cielo del Señor, se evidencia asimismo en lo siguiente: Todos los planetas visibles de nuestro sistema solar son tierras; el universo entero está poblado de innumerables tierras, todas ellas colmadas de habitantes. Este tema ha sido examinado especialmente en un pequeño tratado acerca de las tierras del universo, del que extraeré el siguiente pasaje:

"Es cosa notoria en la otra vida que hay numerosas tierras habitadas por hombres que devienen espíritus y ángeles; allí, a cualquiera que, inspirado por el amor a la verdad y al uso, desee hablar con espíritus de otras tierras, se le concede hacerlo, de forma que pueda cerciorarse de que existe una pluralidad de mundos, y enterarse de que el género humano no procede de una sola tierra, sino de innumerables tierras. Con frecuencia he conversado sobre el tema con espíritus de nuestra tierra, quienes me di-jieron que cualquier persona inteligente debería saber, por múltiples razones, que es evidente que hay numerosas tierras habitadas por hombres; ya que es razonable concluir, que esos cuerpos inmensos, llamados planetas, no son moles vacías creadas al sólo efecto de ser impelidas por el espacio; girando alrededor del sol; emitiendo su leve luz en beneficio de u-na sola tierra, sino que deben estar destinadas a un uso más excelente. Quien crea, como corresponde, que la Divinidad creó el universo con la finalidad de que el género humano pudiese existir (y el cielo a partir de él, ya que el género humano es el seminario del cielo), debe creer necesaria-mente que allí donde hay una tierra, allí hay hombres. Que aquellos planetas que son visibles a nuestros ojos, puesto que se hallan dentro de los límites del sistema solar, son tierras, se evidencia en el hecho de que son cuerpos compuestos de materias terrestres, dado que reflejan la luz del sol; y cuando se los observa con telescopios, no se distingue un resplandor flameante como en las estrellas, sino que ofrecen el aspecto de tierras; con zonas más oscuras que otras; al igual que nuestra tierra, giran alrededor del sol y siguen la vía del zodíaco, suscitando así los años y las estaciones; además, como nuestra tierra, rotan alrededor de su eje, produciendo los días y las horas del día: la mañana, el mediodía, el crepúsculo y la noche; algunos de ellos tienen lunas, denominadas satélites, que giran alrededor de su respectiva tierra por períodos regulares, como lo hace la luna alrededor de nuestra tierra; mientras que el planeta saturno, que se encuentra a una mayor distancia del sol, está circundado por un anillo luminoso que le proporciona abundante luz, aunque se trate de una luz reflejada. ¿ Quién que sepa todo esto, y sea capaz de pensar racionalmente, puede aseverar que los planetas son cuerpos vacíos ?  Asimismo, hablando con los espíritus, les he dicho que el hombre podría inferir que en el universo hay más de una tierra, de la inmensidad del cielo sideral; el cual está poblado de innumerables estrellas; siendo cada una de ellas un sol, dentro de su ámbito o sistema, similar al nuestro, aunque de magnitud diferente en cada caso. Quienquiera que considere atentamente esta cuestión, arribará a la conclusión de que un todo tan inmenso necesariamente tiene que ser un medio para la consecución de un fin; y este fin es el Reino Celestial; morada de la Divinidad, de los ángeles y de los hombres. Ya que el universo visible, o el cielo, iluminado por innumerables estrellas (que son otros tantos soles), es nada más que un medio cuya finalidad es la existencia de tierras habitadas por hombres, de quienes el Reino Celestial procede. A partir de ello, un hombre racional debe extraer necesariamente la conclusión de que un medio tan inmenso para un fin supremo, no puede haber sido creado en beneficio de los hombres de una sola tierra. ¿ Qué habría de significar esto para una Divinidad infinita, ante quien miles e incluso miríadas de tierras —todas ellas colmadas de habitantes— son poco menos que nada ?  Hay espíritus cuyo único propósito es adquirir conocimientos; por lo que les es dado peregrinar, e incluso transportarse de nuestro sistema solar a otros para poder adquirir conocimientos. Estos espíritus, que proceden del planeta Mercurio, me informaron que hay tierras habitadas por hombres no sólo en este sistema solar, sino también fuera de él; en el cielo sideral, y que su número es inmenso. Si se calcula que hay un millón de tierras en el universo, y en cada una de ellas trescientos millones de hombres, y doscientas generaciones en seis mil años, y un espacio de tres anas cúbicas a disposición de cada hombre o espíritu, la suma total de esa multitud de hombres o espíritus no colmaría el espacio de esta tierra; apenas si rebasaría el espacio de uno de los satélites en órbita alrededor de cada planeta; espacio tan minúsculo en la vastedad del universo, que resulta prácticamente imperceptible; ya que un satélite a duras penas puede divisarse por el ojo desnudo. ¿ Qué ha de ser esto para el Creador del universo ?, sería lo mismo que nada, aun si el universo estuviese totalmente colmado, ya que El es infinito. He conversado sobre el tema con los ángeles, quienes afirmaron poseer una idea similar acerca de la exigüidad del género humano en comparación a la infinitud del Creador. Si bien, el pensamiento de los ángeles deriva de los estados espirituales, y no participa del espacio; y según su concepción, varias miríadas de tierras no serían absolutamente nada a los ojos del Señor".

Las tierras del universo, sus habitantes y los espíritus y ángeles que proceden de ellos, se examinan en la obra mencionada más arriba. Lo que allí se relata me ha sido revelado y manifestado a fin de que se sepa que el cielo del Señor es inmenso, y que procede en su integridad del género humano; y que asimismo nuestro Señor es reconocido en todas partes como Dios del cielo y de la tierra.

(418)
P
or otra parte la inmensidad del cielo del Señor se manifiesta en lo siguiente. El cielo en su conjunto refleja a un solo Hombre, estando en correspondencia con todas y cada una de las cosas del hombre; correspondencia que no se ha de agotar jamás, puesto que no se limita solamente a los miembros, órganos y vísceras del cuerpo en general, sino que se extiende también a todas y cada una de las pequeñas vísceras y pequeños órganos que hay dentro de aquéllos; hasta la más ínfima partícula, incluyendo cada vaso y cada fibra; y no se detiene aquí, pues comprende también a las substancias orgánicas que reciben el influjo del cielo por vía interior, de donde proceden las actividades interiores del hombre que son útiles a las operaciones de su mente. Puesto que aquello que existe interiormente en el hombre, existe bajo la forma de substancia: nada existe sino en una substancia como su propio agente. Hay una correspondencia de todas estas cosas con el cielo, según puede comprobarse en el capítulo relativo a la correspondencia de todas las cosas del cielo con todas las cosas del hombre (Nº 87-102). Esta correspondencia jamás puede agotarse, pues cuanto más nutridas son las congregaciones angélicas que corresponden a cada miembro, más perfecto es el cielo; porque en los cielos, toda perfección se acrecienta, a medida que se acrecienta su número. Y la causa de ello es que en el cielo existe un solo fin, y todos sus habitantes lo persiguen en forma unánime; ese fin es el bien común; y cuando éste reina, el bien de cada individuo deriva del bien común; y del bien de cada individuo, deriva el bien de la comunidad. Esto es así porque el Señor dispone que todos los habitantes del cielo se vuelvan hacia El (ver arriba, Nº 123), determinando que haya unanimidad en El. Que la unanimidad y la concordia entre muchos, sobre todo teniendo tal origen y tal vínculo, produce la perfección, es cosa que cualquier persona de disposición racional medianamente esclarecida puede advertir claramente.

(419)
A
si mismo me ha sido dado contemplar la extensión del cielo habitado e inhabitado; y la extensión del cielo inhabitado aparentemente era tan vasta que no podría llegar a colmarse por toda la eternidad; incluso en el caso de que hubiesen miríadas de tierras, y en cada tierra una multitud de hombres tan numerosa como la de nuestra tierra. (Sobre este punto véase el tratado acerca de las Tierras del Universo, Nº 168).

(420)
Que el cielo no es inmenso, sino de una extensión limitada, es una conclusión que algunas personas han extraído de ciertos pasajes de la Palabra comprendidos según su sentido literal; por ejemplo, de aquellos donde se afirma que en el cielo sólo los pobres son admitidos; o sólo los elegidos; o los miembros de la iglesia, pero no quienes no pertenecen a ella; o exclusivamente aquellos por quienes intercede el Señor; que el cielo ha de clausurarse una vez colmado, y que esa fecha está prefijada. Pero estos individuos ignoran que es imposible que el cielo sea clausurado, y que no hay fecha prefijada, ni una admisión limitada; pues se designa como "elegidos" a quienes viven en el bien y la verdad; y se llama "pobres" a los que, a pesar de no tener conocimientos del bien y la verdad, desean adquirirlos; a quienes, a causa de tal deseo, también se los llama "hambrientos". Aquellos que se han forjado la noción de un cielo de proporciones limitadas (por no comprender la Palabra), suponen que el cielo está en un lugar determinado, en el cual se congregan todos sus habitantes; pero la realidad es que está constituido por innumerables sociedades (ver arriba, Nº 41, 50). Los tales se imaginan que el cielo le es concedido a cada cual por misericordia inmediata; como si la admisión y recepción fuese una cuestión de mero beneplácito; no alcanzan a comprender que el Señor guía a todo aquel que lo acepta, por misericordia; y lo acepta quien rige su vida por las leyes del orden Divino, que son los preceptos del amor y la fe; y que el significado de esta misericordia es ser guiado por el Señor desde la infancia hasta la última etapa de la vida en el mundo; y después, por toda la eternidad. Es conveniente, por tanto, que se sepa que todo hombre nace para el cielo, en donde es admitido aquel que recibe el cielo en sí mismo durante su vida en el mundo, quedando excluido aquel que no lo recibe.


(II)

EL MUNDO
DE LOS ESPÍRITUS
,
el estado del hombre
después de 
la Muerte

(44)

Capítulo XLIV

QUÉ ES EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS

(421)
E
l mundo de los espíritus no es el cielo ni es el infierno, sino un sitio o estado intermedio entre los dos; éste es el primer lugar al que arriba el hombre después de la muerte; de donde, luego de transcurrido cierto tiempo, parte para ser elevado hacia el cielo o para ser arrojado al infierno; según la vida que haya llevado en el mundo.

(422)
E
l mundo de los espíritus es un lugar intermedio entre el cielo y el infierno, siendo asimismo un estado intermedio que experimenta el hombre después de la muerte. Según me fue dado observar, no sólo se trata de un sitio intermedio —debajo del cual se hallan los infiernos, estando los cielos por encima del mismo— sino que es asimismo un estado intermedio, puesto que mientras el hombre se encuentra en él, no está ni en el cielo ni en el infierno. El estado del cielo en el hombre, lo establece la conjunción del bien y la verdad dentro suyo; y el estado del infierno, la conjunción de la maldad y la falsedad dentro suyo. Cuando el bien entra en conjunción con la verdad en un hombre espíritu, éste ingresa al cielo, porque esa conjunción —según se ha dicho recién— es el cielo dentro suyo; pero cuando la maldad entra en conjunción con la falsedad en un hombre espíritu, éste se introduce en el infierno, porque esa conjunción es el infierno dentro suyo. Dicha conjunción se establece en el mundo de los espíritus, mientras el hombre se encuentra en un estado intermedio. Da exactamente lo mismo decir conjunción del intelecto y la voluntad que conjunción del bien y la verdad.     angely-sveta.ru

(423)
P
rimero nos referiremos a la conjunción del intelecto y la voluntad, que viene a ser lo mismo que conjunción del bien y la verdad, conjunción que se establece en el mundo de los espíritus. El hombre está dotado de intelecto y voluntad. El intelecto recibe verdades y cobra forma a través de ellas, y la voluntad recibe bienes y cobra forma a través de ellos; de modo que a aquello que el hombre entiende y piensa según su intelecto lo llama verdadero; y a aquello que el hombre quiere y piensa según su voluntad, lo llama bueno. Según su intelecto el hombre puede pensar y, por ende, percibir, tanto lo que es verdadero como lo que es bueno; y sin embargo, piensa lo que es verdadero y bueno según su voluntad únicamente cuando lo quiere y lo hace. Cuando quiere hacer algo, y lo lleva a la práctica mediante la voluntad; entonces ese algo está en su intelecto y en su voluntad, y por tanto en el hombre. Porque ni el intelecto ni la voluntad por sí solos hacen al hombre, sino el intelecto y la voluntad juntos; por consiguiente, lo que está en los dos, está en el hombre y pasa a formar parte de él. Aquello que sólo está en el intelecto, si bien está en él, no es real; es nada más que un objeto de su memoria, o un mero dato recogido por su memoria, en el cual puede pensar exteriormente, cuando se halla acompañado, pero no interiormente cuando está a solas; vale decir, sobre el cual puede discurrir y argüir simulando afectos y gestos compatibles.

(424)
E
sta aptitud para pensar según su intelecto sin hacerlo al mismo tiempo según su voluntad le ha sido dada al hombre a fin de que pueda reformarse; dado que el hombre se reforma por medio de verdades, y las verdades pertenecen al intelecto, como recién se ha dicho. Puesto que en lo que a su voluntad se refiere, el hombre posee una propensión innata a todo género de maldades; de modo que por sí mismo, no desea el bien a nadie, sino solamente el propio; y quien desea exclusivamente el bien propio, se deleita con la desgracia ajena, sobre todo cuando redunda en su provecho; su máximo anhelo reside en acaparar para sí todos los bienes de los demás, ya sean honores o riquezas; y en la medida en que logra su designio, se regocija íntimamente. A fin de que la voluntad del hombre se enmiende y reforme, a éste le es dada la aptitud de entender verdades, y de domeñar por medio de ellas los afectos malignos que manan de la voluntad. Por eso el hombre posee la aptitud de pensar verdades con su intelecto, y de expresarlas y llevarlas a la práctica. Pero el hombre no es capaz de pensar según su voluntad hasta haber templado su carácter al punto de que cuando quiere una verdad la pone por obra de por sí, es decir, de corazón. Cuando el hombre llega a ser de tal carácter, todo lo que piensa según su intelecto pertenece a su fe, y todo lo que piensa según su voluntad pertenece a su amor. Y por consiguiente, su fe y amor, así como su intelecto y voluntad, entran en conjunción dentro suyo.

(425)
E
n la medida, por tanto, en que las verdades del intelecto y los bienes de la voluntad entran en conjunción, vale decir, en la medida en que el hombre quiere las verdades y las pone por obra por medio de su voluntad, en tal medida posee el cielo dentro suyo, ya que la conjunción del bien y la verdad —según se ha dicho antes— es el cielo. Por otra parte, en la medida en que las falsedades del intelecto y las maldades de la voluntad entran en conjunción, en tal medida posee el infierno dentro suyo, puesto que la conjunción de la falsedad y la maldad es el infierno. Pero hasta que las verdades del intelecto y los bienes de la voluntad no entren en conjunción, el hombre se encuentra en un estado intermedio. Actualmente, casi todos los que se encuentran en ese estado poseen algún conocimiento de las verdades; y a partir de su conocimiento y comprehensión, reflexionan sobre las mismas; adaptándose a ellas mucho, poco, o nada; o actuando contra ellas por amor del mal y la falsa fe derivada. A fin de que el hombre pueda tener dentro suyo el cielo o el infierno, después de la muerte se lo conduce primeramente al mundo de los espíritus; allí, la verdad y el bien entran en conjunción en quienes han de ser elevados al cielo, y el mal y la falsedad en quienes han de ser arrojados al infierno. Puesto que, así en el cielo como en el infierno, a nadie se le permite tener una mente dual, esto es, entender una cosa y querer otra; sino que cada cual debe entender lo que quiere, y querer lo que entiende. De manera que en el cielo quien quiere el bien entiende la verdad; mientras que en el infierno, el que quiere el mal, entiende la falsedad. Debido a lo cual en el estado intermedio, las falsedades de los buenos son suprimidas, y reciben verdades que concuerdan y armonizan con su bondad; y las verdades de los malos son suprimidas, y reciben a cambio falsedades que concuerdan y armonizan con su maldad. Todo ello pone de manifiesto qué es el mundo de los espíritus.

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E
n el mundo de los espíritus hay multitud de seres, porque el primer punto de reunión de todos es allí; donde se lleva a cabo la exploración y preparación de todos. El tiempo de permanencia en este mundo no es fijo; a algunos, se los lleva al cielo o se los arroja al infierno tan pronto como ingresan; otros permanecen solamente unas pocas semanas; otros unos cuantos años, aunque nunca más de treinta. Estas diferencias en el tiempo de permanencia dependen de la correspondencia, o de la falta de ella, entre la interioridad y la exterioridad del hombre. A continuación, referiremos de qué modo el hombre es conducido de un estado a otro en ese mundo, y cómo se lleva a cabo su preparación.

(427)
D
espués de la muerte, en cuanto los hombres ingresan al mundo de los espíritus, el Señor establece una clara distinción entre ellos: los malignos entran inmediatamente en contacto con la sociedad infernal a la cual estuvieron vinculados en el mundo a través de su amor predominante; y los buenos entran inmediatamente en contacto con la sociedad celestial a la cual estuvieron vinculados en el mundo a través de su amor, caridad y fe. Y a pesar de estar así divididos, todos aquellos que han sido amigos y allegados durante la vida del cuerpo; especialmente esposas y esposos, así como hermanos y hermanas, se reúnen y conversan cuando así lo desean. He visto a un padre conversar con sus hijos, a quienes reconoció; y he visto a muchos otros en compañía de sus parientes y amigos; pero como por el tipo de vida que llevaron en el mundo, su índole es diversa, después de un breve período se separan. En cambio aquellos que, procedentes del mundo de los espíritus, han pasado al cielo o al infierno, dejan de verse o ya no se reconocen; a menos que posean una disposición similar derivada de un amor similar. En el mundo de los espíritus pueden verse unos a otros, pero no en el cielo o en el infierno, porque aquellos que están en el mundo de los espíritus pasan sucesivamente por estados similares a los que experimentaron en la vida del cuerpo, si bien, más tarde, todos arriban a un estado permanente que concuerda con su amor predominante; y en ese estado, uno reconoce a otro exclusivamente por afinidad de amor; ya que entonces, la similitud une, en cambio la disimilitud separa (ver arriba, Nº 41-50).

(428)
C
omo el mundo de los espíritus es un estado intermedio entre el cielo y el infierno, por el cual pasa el hombre, es asimismo una región intermedia; por debajo de ella se encuentra el infierno, y encima está el cielo. Todas las vías de acceso de los infiernos a ese mundo permanecen cerradas; sólo se ven unas aberturas, como cavidades o grietas, similares a las que hay en las rocas; y ciertas brechas espaciosas que se hallan rigurosamente vigiladas, al extremo que nadie puede trasponerlas sin permiso, el cual es concedido únicamente en casos de apremiante necesidad (a este punto nos referiremos enseguida). El cielo también está cerrado por todas partes; no habiendo ningún paso franco hacia ninguna sociedad celestial, salvo por una vía estrecha cuya entrada también está custodiada. A estas salidas y entradas en la Palabra se las denomina portales y puertas del infierno y del cielo.

(429)
E
l mundo de los espíritus tiene el aspecto de un valle situado entre montañas y peñas, con recodos y elevaciones aquí y allá. Los portales y puertas de las sociedades celestiales son visibles sólo para aquellos que están preparados para el cielo; los demás no pueden divisarlas. En el mundo de los espíritus hay una entrada hacia cada sociedad celestial, a través de una vía que en su ascenso se ramifica en varias. Del mismo modo, los portales y las puertas del infierno sólo son visibles para los que están listos para ingresar en él, ante quienes se abren de par en par. Al abrirse, se divisan como unos antros tenebrosos y caliginosos, que descienden oblicuamente hacia el abismo; donde también hay numerosas puertas. De estos antros emanan hedores nauseabundos y fétidos, de los que huyen los espíritus benignos, puesto que les producen repugnancia; en cambio los espíritus malignos se sienten atraídos por ellos, porque les producen deleite. Ya que así como en el mundo cada cual se deleitó con su propia maldad, así también después de la muerte cada cual se deleita con el hedor que corresponde a dicha maldad. En este sentido, los seres malignos pueden compararse a las aves rapaces y a las bestias: como los cuervos, lobos y cerdos, que vuelan y corren hacia la carroña y el estiércol apenas perciben su hedor. Oí a cierto espíritu profiriendo alaridos, como si fuese víctima de una íntima tortura, al percibir un efluvio celestial; sin embargo se tranquilizó y se sintió regocijado apenas percibió un efluvio infernal.

(430. Para todo hombre hay dos puertas; una que conduce al infierno, y se abre hacia el mal y su falsedad; otra que conduce al cielo, y se abre hacia el bien y su verdad. Los que viven en el mal y su falsedad, dentro suyo tienen abierta la puerta que da al infierno; y solamente a través de resquicios en el nivel superior les llega un haz de luz celestial, y gracias al influjo de esta luz pueden pensar, razonar y hablar; pero la puerta que da al cielo está abierta para quienes moran en el bien y la verdad. Ya que hay dos vías que conducen a la mente racional del hombre; una superior o interna, por donde ingresan el bien y la verdad del Señor, y otra inferior o externa, por donde se introduce el mal y la falsedad infernal. La mente racional propiamente dicha se halla en un punto intermedio en el que estas dos vías confluyen. De modo que en la medida en que recibe la luz del cielo, el hombre es racional, pero en la medida en que no la recibe no lo es, por más que así lo considere. Esto ha sido dicho a fin de que se sepa en qué consiste la correspondencia que se establece entre el hombre, el cielo y el infierno. Mientras que la mente racional del hombre está en formación, se halla en correspondencia con el mundo de los espíritus; lo que está por encima de ella, se halla en correspondencia con el cielo, y lo que está por debajo, con el infierno. En quienes están preparándose para el cielo, los niveles situados por encima de la mente racional, se develan, pero los que están por debajo se cierran al influjo del mal y la falsedad; en cambio en aquellos que están preparándose para el infierno, los niveles que están por debajo de la mente racional, se develan, y los que están por encima se cierran al influjo del bien y la verdad. De manera que estos últimos sólo pueden mirar hacia lo que está por debajo de ellos, es decir, hacia el infierno; mientras que los anteriores, sólo pueden mirar a lo que está por encima de ellos, esto es, hacia el cielo. Mirar hacia arriba es mirar al Señor, porque es el centro común hacia el cual tienden todas las cosas del cielo; en cambio mirar hacia abajo es darle la espalda al Señor, mirando hacia el centro opuesto, hacia el cual tienden todas las cosas del infierno, (ver arriba, Nº 123, 124).

(431)
C
ada vez que en las páginas precedentes se hace mención de los espíritus, se alude a quienes residen en ese mundo; pero cuando se menciona a los ángeles, se alude a los habitantes del cielo.

(45)

Capítulo XLV

INTERIOMENTE TODO HOMBRE
ES UN ESPÍRITU

(432)
Q
uién que examine detenidamente esta cuestión, puede advertir que no es el cuerpo el que piensa —puesto que es material— sino el alma, que es espiritual. El alma del hombre, sobre cuya inmortalidad tanto se ha escrito, es su espíritu, ya que éste es inmortal en todas y cada una de sus partes. El es quien piensa en el cuerpo, porque es espiritual; y lo que es espiritual recibe a lo espiritual y vive espiritualmente, que no es otra cosa que pensar y querer. De manera que toda la vida racional que se manifiesta en el cuerpo, pertenece al alma y no al cuerpo; porque el cuerpo —según se ha dicho recién— es material; y lo material, que es propio del cuerpo, está añadido y en apariencia cuasi ligado al espíritu, a fin de que el espíritu del hombre pueda vivir y desempeñar usos en el mundo natural, en el cual todas las cosas son materiales y están desprovistas de vida. Y como sólo lo espiritual tiene vida, ya que lo material carece de ella, es evidente que lo que vive en el hombre es su espíritu, el cual se sirve del cuerpo así como una fuerza viviente que tiene moción se sirve de algo instrumental. Y efectivamente, se dice que un instrumento opera, se mueve, o golpea; pero creer que éstos son actos del instrumento y no de quien opera, mueve o golpea a través del instrumento, es caer en una falacia.

(433)
C
omo todo aquello que tiene vida en el cuerpo, y que gracias a esa vida actúa y siente, pertenece exclusivamente al espíritu, ya que el cuerpo carece de. ella, de ello se sigue que el espíritu es el hombre mismo; o lo que viene a ser igual: el hombre, considerado en sí mismo, es un espíritu dotado de forma humana; puesto que todo lo que vive y siente en el hombre pertenece a su espíritu; y todas y cada una de las partes del hombre, de la cabeza a los pies, viven y sienten; en consecuencia, cuando el cuerpo se separa de su espíritu, se dice que el hombre muere; pero sigue siendo hombre, y está vivo. He oído decir en el cielo, que ciertas personas que mueren, mientras yacen en el féretro antes de resuscitar, en su cuerpo inerte siguen pensando, creyendo que aún están vivos; sólo que no pueden mover \a menor partícula material del cuerpo.

(434)
S
i el hombre no fuese un agente, que es substancia y sirve como fuente y receptáculo, no podría ni pensar ni querer. Toda cosa que se supone que existe aparte de un agente substancial, nada es. Esto se desprende del hecho de que el hombre es incapaz de ver sin el órgano que es el agente de su vista, o de oír sin el órgano que es el agente de su facultad auditiva. Aparte de estos órganos, la vista y el oído son nulos; no existen. Lo mismo sucede con el pensamiento, que es la vista interior, y con la percepción, que es el oído interior; de no residir en substancias, que son formas orgánicas y agentes, su existencia sería nula. Todo lo cual indica que su espíritu —al igual que su cuerpo— tiene una forma, que es la forma humana; y que al separarse del cuerpo, goza de órganos sensoriales y sensibilidad del mismo modo que cuando estaba unido a él; y que toda la vida del ojo y toda la vida del oído, en suma, toda la vida sensorial del hombre, no pertenece a su cuerpo, sino a su espíritu, que habita hasta en las más imperceptibles partículas de dichos órganos. Por eso los espíritus ven, oyen y sienten, al igual que los hombres. Dado que una vez que el espíritu se ha desprendido del cuerpo, los sentidos se ejercitan en el mundo espiritual y no en el' mundo natural. Las sensaciones naturales que el espíritu percibía mientras residía en el cuerpo derivan de la parte material adherida a él; pero entonces también tenía sensaciones espirituales en su pensamiento y voluntad.

(435)
T
odo esto se ha dicho para que el hombre racional pueda cerciorarse de que —considerado en sí mismo— el hombre es un espíritu; y que la parte corpórea. que le ha sido añadida a fin de que pueda desempeñar sus funciones en el mundo natural y material, no es el hombre, sino sólo un instrumento de su espíritu. Pero el testimonio de la experiencia es más elocuente, puesto que hay muchas personas que no pueden comprender argumentos racionales; y los que se aterran al punto de vista opuesto, ponen en duda tales argumentos mediante argucias fundadas en las falacias de los sentidos. Quienes se aterran al punto de vista opuesto, están habituados a pensar que las bestias viven y sienten igual que el hombre, y que, por tanto, están dotadas de una parte espiritual igual que el hombre, aunque esa parte muera con el cuerpo. Pero el factor espiritual no es el mismo en las bestias que en el hombre; puesto que el hombre posee algo que no tienen las bestias: un nivel íntimo hacia el cual fluye la Divinidad, elevando al hombre hacia sí y determinando que entre en conjunción Consigo. Por eso el hombre, a diferencia de las bestias, puede pensar acerca de Dios y las cosas Divinas del cielo y la iglesia, y amar a Dios en virtud y a través de ellas, para establecer así una conjunción con El. Aquello que establece conjunción con la Divinidad no se extingue, pero lo que no entra en conjunción con la Divinidad se extingue. A ese algo íntimo que el hombre posee, a diferencia de las bestias, nos hemos referido anteriormente (Nº 39); y lo que entonces señalamos, lo repetimos ahora, ya que es necesario disipar las falacias que pululan en la mente de muchas personas, quienes por falta de conocimientos y desidia intelectual son incapaces de extraer conclusiones racionales al respecto. Transcribimos el párrafo textualmente: "referiremos un arcano relativo a los ángeles de los tres cielos, que jamás ha sido penetrado por el hombre, puesto que la distinción de grados no se ha sabido comprender. En todo ángel así como en todo hombre hay un grado íntimo o supremo hacia el cual fluye la Divinidad del Señor originariamente, o de manera más próxima; y a partir del cual, dispone los otros niveles de interioridad del ser, que se suceden según los grados del orden. Este grado íntimo o supremo puede designarse como el ingreso del Señor en el ángel o hombre, y como Su propia morada en ellos. Es en virtud de este algo íntimo o supremo que el hombre es hombre y se distingue de las bestias, ya que éstas no lo poseen. A esto se debe que el hombre, a diferencia de los animales, sea capaz —en lo que concierne a la interioridad de su mente y disposición— de ser elevado por el Señor hacia El, de creer en el Señor, de amar al Señor, de contemplarlo a El, de recibir inteligencia y sabiduría, y de expresarse según los dictados de la razón. Y por eso puede disfrutar de la vida eterna. Pero qué es lo que dispone y provee el Señor en esta íntima interioridad, es algo que ningún ángel puede percibir claramente, puesto que está más allá de su alcance intelectual y trasciende su sabiduría. "

(436)
Q
ue en lo que se refiere a su interioridad el hombre es un espíritu, me ha sido dado comprobarlo a través de una larga experiencia; y si deseara describirla en su integridad, llenaría (para utilizar una expresión común) interminables volúmenes. He hablado con espíritus como espíritu, y he hablado con ellos como hombre que habita en el cuerpo; y cuando lo hacía en calidad de espíritu, descontaban que yo era un espíritu dotado de forma humana al igual que ellos. Así, mi interioridad se presentaba ante ellos; pero mientras conversábamos, mi cuerpo material no era visible para ellos.

(437)
Q
ue en lo que a su interioridad se refiere, el hombre es un espíritu, se desprende del hecho de que después de la separación del cuerpo, cosa que ocurre cuando muere, continúa viviendo como hombre igual que antes. A fin de que pudiese cerciorarme de ello, me fue dado hablar con todos aquellos que conocí durante su vida en el cuerpo; con algunos por unas horas, con otros durante semanas y meses, y con otros por algunos años; y esto principalmente para que pudiese estar seguro, y ofrezca un testimonio.

(438)
A
lo que puede agregarse que todo hombre, en lo que a su espíritu se refiere, incluso durante su vida en el cuerpo se halla en compañía de espíritus en alguna sociedad; por más que no lo sepa. Si es un buen hombre, se vincula con alguna sociedad angélica a través de espíritus; si es maligno, con una sociedad infernal; y después de la muerte pasa a integrar esa misma sociedad. Esto se explica y manifiesta con frecuencia a quienes se reúnen con espíritus después de la muerte. El hombre no se presenta como espíritu en dicha sociedad mientras vive en el mundo, ya que entonces piensa naturalmente; salvo que cuando una persona piensa abstrayéndose del cuerpo, ocasionalmente puede aparecer en la sociedad a la cual pertenece, pues en este caso está en el espíritu; y en cuanto aparece allí, se lo distingue fácilmente de los demás espíritus presentes, porque deambula meditabundo y silencioso sin mirar a los demás; como si no los viera; y apenas algún espíritu se dirige a él, desaparece.

(439)
A
fin de esclarecer que en lo que atañe a su interioridad el hombre es un espíritu, relataré una experiencia que ilustra lo que le ocurre al hombre cuando se separa del cuerpo, y qué es ser transportado en espíritu a otra parte.

(440)
P
rimeramente nos referiremos a la separación del cuerpo, la cual se verifica del siguiente modo: el hombre entra en cierto estado intermedio entre el sueño y la vigilia; cuando se halla en ese estado, se figura que está totalmente despierto; ya que todos sus sentidos están perfectamente despejados, como en plena vigilia corporal; tanto la vista como el oído, y lo que es más admirable, el sentido del tacto también, el cual es mucho más exquisito que cuando el cuerpo está despierto. En este estado los espíritus y los ángeles han sido vistos en forma vivida; se los ha oído, y lo que es maravilloso: se los ha podido tocar sin que interviniese la menor parte del cuerpo. Este estado se denomina estado de separación del cuerpo, en el cual el hombre no sabe si está dentro o fuera del cuerpo. Me fue dado acceder a este estado nada más que en tres o cuatro oportunidades, a fin de que estuviese en condiciones de percibir su naturaleza, y para que me percatara de que los espíritus y los ángeles disfrutan de todos los sentidos, y que lo mismo ocurre con el hombre cuando se separa del cuerpo.

(441)
E
n lo que se refiere a ser transportado en espíritu a otra parte, me fue dado saber qué es por experiencia directa, y también cómo se lleva a cabo, pero ello solamente en dos o tres ocasiones. Citaré un ejemplo. Caminando por las calles de una ciudad, y a través del campo; mientras departía con espíritus, tuve la plena certeza de estar perfectamente despierto, y en posesión del sentido de la vista igual que siempre. Así, proseguí mi caminata sin desviarme, gozando en todo momento de una visión nítida; contemplando arboledas, ríos, palacios, casas, hombres y muchas cosas más. Pero luego de andar así por unas horas, súbitamente advertí que me encontraba en otra parte. Quedé pasmado al darme cuenta que había pasado por el mismo estado que experimentan aquellos de quienes se dice que fueron transportados en espíritu a otra parte. Puesto que en tal estado no se tiene noción de distancia, aunque se hayan recorrido muchas millas; ni de tiempo, por más que transcurran muchas horas o días; tampoco se siente fatiga; y uno es conducido certeramente por vías ignoradas hasta arribar al lugar señalado.

(442)
E
stos dos estados por los que pasa el hombre, que son los estados que experimenta cuando esta en su interioridad, o lo que es igual, cuando está en su espíritu, son extraordinariamente inusuales; pero como se trata de estados ya conocidos dentro de la iglesia, me fueron exhibidos con el solo objeto de que pudiese conocer su naturaleza. Si bien, desde hace ya unos cuantos años, me ha sido dado hablar con los espíritus, y alternar con ellos como uno más, incluso en plena vigilia del cuerpo.

(443)
Q
ue en cuanto a su interioridad el hombre es un espíritu, puede verificarse con más amplitud en lo que se ha dicho y expuesto más arriba (Nº 311 -317), donde se explica que el cielo y el infierno proceden del género humano.

(444)
Q
ue el hombre es un espíritu en cuanto a su interioridad significa que lo es en cuanto a su pensamiento y voluntad, pues estas facultades constituyen la interioridad que determina que el hombre sea hombre, dependiendo su índole de dicha interioridad.

(46)

Capítulo XLVI

LA RESURRECCIÓN DEL HOMBRE
DE ENTRE LOS MUERTOS
Y SU INGRESO EN LA VIDA ETERNA

(445)
C
uando el cuerpo ya no puede desempeñar sus funciones en el mundo natural, funciones que corresponden a los pensamientos y afectos propios del espíritu (que éste recibe del mundo espiritual); entonces, se dice que el hombre muere. Lo cual sobreviene cuando la respiración pulmonar cesa y el corazón deja de latir. Sin embargo el hombre no muere, sino que se desprende de la parte corpórea que le fue útil en el mundo; pero él mismo sigue viviendo como hombre. Se dice que el hombre mismo sigue viviendo porque el hombre no es hombre por su cuerpo, sino por su espíritu; pues el pensamiento es función del espíritu del hombre, y el pensamiento junto con el afecto hacen al hombre. De lo que se desprende que la muerte del hombre no es nada más qué su paso de un mundo a otro. Por eso en el sentido interno de la Palabra, "muerte" significa la resurrección y la continuación de la vida.

(446)
E
xiste una íntima comunicación del espíritu con la respiración y los latidos del corazón: de su pensamiento con la respiración, y de su afecto, que emana del amor, con el corazón. En consecuencia, cuando la moción de ambos en el cuerpo cesa, se verifica en el acto una separación. Estos dos movimientos, la respiración de los pulmones y los latidos del corazón, son los nexos vitales, y una vez disueltos, el espíritu queda librado a sí mismo; y el cuerpo, al verse privado de la vida de su espíritu, se enfría y se pudre. Esta íntima comunicación del espíritu del hombre se establece con la respiración y con e| corazón porque de ellos dependen todas las mociones vitales; no sólo en general, sino también en cada singular detalle.

(447)
D
espués de verificada dicha separación, el espíritu del hombre permanece en el cuerpo durante un breve período, que se prolonga hasta que el funcionamiento del corazón cesa definitivamente; cosa que ocurre en forma variada según la afección que determina la muerte; en algunos la moción cardiaca persiste por un tiempo, en otros el lapso es más breve. En cuanto esta moción cesa, el hombre resuscita; pero ello es obra exclusiva del Señor. La resurrección es el desprendimiento del espíritu del cuerpo y su introducción en el mundo, espiritual. Esto es lo que comunmente se designa como resurrección. El espíritu no se separa del cuerpo hasta que cesa la moción cardiaca debido a que el corazón corresponde al afecto del amor, el cual constituye la vida misma del hombre, puesto que todo ser deriva su calor vital del amor; por tanto, mientras dura esta conjunción, la correspondencia se mantiene, y la vida del espíritu en el cuerpo prosigue.

(448)
N
o sólo se me explicó cómo se verifica esta resurrección, sino que también me fue dado comprobarlo por experiencia directa. Experiencia a la que se me permitió acceder a fin de que pudiese formarme un concepto cabal del proceso.

(449)
E
ntré en una suerte de estado de insensibilidad en lo que a los sentidos corporales se refiere, es decir, un estado bastante similar al de los moribundos; aunque debo destacar que la vida interior y el pensamiento permanecían intactos, a fin de que percibiera y retuviera en la memoria las cosas que me habrían de ocurrir, que son las mismas que experimentan quienes resuscitan de entre los muertos. Pude percibir que la respiración del cuerpo se extinguía en forma casi total; mientras que la respiración interior del espíritu proseguía, en conjunción con una tácita respiración corporal. Entonces se estableció la primera comunicación del pulso cardíaco con el reino celestial, debido a que ese reino corresponde al corazón del hombre. Enseguida pude observar a los ángeles de ese reino; algunos a lo lejos, y dos que estaban sentados a mi cabecera. De modo que me vi eximido de mi propia afectividad, si bien mi pensamiento y percepción permanecían intactos. Permanecí en tal estado durante algunas horas. Hasta que los espíritus que se encontraban a mi alrededor, decidieron apartarse, presumiendo que yo estaba muerto; en ese instante, percibí un aroma grato, similar al de un cuerpo embalsamado: ello se debe al hecho de que en cuanto aparecen los ángeles celestiales, todo lo que rodea al cadáver se percibe como un aroma grato; y apenas los espíritus lo perciben, se abstienen de aproximarse. Así es como se mantiene apartados a los espíritus malignos del espíritu del hombre cuando éste hace su ingreso en la vida eterna. Los ángeles sentados a mi cabecera permanecían en silencio, limitándose a comunicarse mentalmente conmigo; puesto que una vez que sus pensamientos son captados, los ángeles advierten que el hombre se encuentra en un estado propicio para iniciar su desprendimiento del cuerpo. Para comunicarme sus pensamientos me miraban cara a cara, pues tal es el modo de comunicación de pensamientos en el cielo. Y como yo conservaba mientras tanto mi capacidad de pensar y percibir, lo cual me había sido dado a fin de que pudiese saber y recordar cómo sobreviene la resurrección, percibí que los ángeles procuraban desentrañar mis pensamientos; pues querían comprobar si se asemejaban a los de los moribundos, que suelen centrarse en la vida eterna; y porque deseaban que no apartara de mi mente esos pensamientos. Más tarde se me hizo saber que el espíritu del hombre queda unido a su último pensamiento cuando el cuerpo expira, hasta que vuelve a retomar los pensamientos propios de su afecto general predominante en el mundo. Me fue dado percibir y sentir muy especialmente una fuerza de atracción que arrebataba, por a-sí decirlo, la interioridad de mi mente (de mi espíritu) del cuerpo; y se me hizo saber que procede del señor, y que tal es el modo en que acontece la resurrección.

(450)
L
os ángeles celestiales que acompañan al hombre cuando re-suscita, no se alejan de él, puesto que aman a todos los seres; sin embargo, cuando un espíritu entra en un estado tal que ya no puede tolerar la compañía de los ángeles celestiales, procura apartarse de ellos. Entonces llegan los ángeles del reino espiritual, por medio de los cuales accede al disfrute de la luz; ya que antes de que esto ocurra, el espíritu está privado de su vista, limitándose exclusivamente a pensar. Me fue dado presenciar el modo en que esto se lleva a cabo. Darla impresión de que los ángeles desplegaran, por así decirlo, uno de los párpados del ojo izquierdo hacia el puente nasal, para que el ojo se abra y la persona pueda ver. Esto es nada más que una apariencia, pero al espíritu le parece que es algo real. Después de que el párpado aparentemente ha sido desplegado, se percibe una leve sensación de luz, pero muy opaca, como la que se percibe a través de los párpados cuando uno empieza a despertarse. A mis ojos esta luz opaca adquirió una tonalidad celestial, si bien posteriormente se me hizo saber que ese color varía. Luego, se siente como si se quitara suavemente un velo del rostro, y cuando esto acontece, el pensamiento espiritual despierta. El acto de develar el rostro, también es una apariencia, que representa el paso del espíritu del pensamiento natural al pensamiento espiritual. Los ángeles ponen particular celo a fin que de aquellos que resucitan procedan exclusivamente ideas inspiradas por el amor. Entonces le comunican que ya es un espíritu. cuando éste ha sido iniciado en el goce de la luz, los ángeles espirituales proveen todos los servicios que el espíritu novicio requiere en tal estado; instruyéndolo en lo que respecta a las cosas de la otra vida de acuerdo con su grado de receptividad. Pero si el espíritu no desea ser instruido, entonces procura evitar la compañía de los ángeles. Con todo, los ángeles no lo abandonan, sino que es él quien se aparta de ellos; puesto que los ángeles aman a todo el mundo; y por sobre todas las cosas desean prestar servicios, instruir y conducir a los demás al cielo, pues en ello reside su deleite supremo. Una vez que el espíritu se ha alejado de los ángeles, lo reciben los espíritus benignos , y mientras permanece en su compañía hacen todo lo que está a su alcance por ayudarlo. Pero si en el mundo ha llevado una vida de características tales que le impidan disfrutar de la compañía de los buenos, entonces procura evitar su presencia; y esta experiencia se reitera hasta que termina confabulándose con quienes congenian con el tipo de vida que hizo en el mundo; y en su compañía halla su propia vida, y, lo que es asombroso, entonces lleva exactamente el mismo tipo de vida que en el mundo.

(451)
E
ste estado inaugural de la vida del hombre después de la muerte, dura unos pocos días. Enseguida explicaremos de qué manera es conducido posteriormente de un estado a otro, hasta que por último arriba al cielo o al infierno. Esto, también, me fue dado comprenderlo a través de una larga experiencia.

(452)
H
e hablado con algunas personas tres días después de su deceso, una vez que el proceso descripto más arriba hubo concluido (Nº 449-450), especialmente con tres de ellas, a quienes había conocido en el mundo, haciéndoles saber que se estaban celebrando las exequias para su sepelio; ante la sola mención de estas últimas palabras, se llenaron de estupor, afirmando que lo que estaban sepultando era aquello que les había servido como instrumento para desempeñar sus funciones en el mundo, y que ellos estaban vivos. Después declararon que les asombraba el hecho de no haber creído en la vida después de la muerte durante su vida en el cuerpo, y sobre todo ante el hecho de que nadie creyese en ella en el seno de la iglesia. Quienes no creyeron en el mundo en la vida del alma después de la vida del cuerpo, al darse cuenta que están vivos, se avergüenzan enormemente. Pero aquellos que han confirmado su incredulidad, se confabulan con sus congéneres, manteniéndose apartados de quienes han tenido fe. Estos —las más de las veces— se vinculan con alguna sociedad infernal, ya que también han negado a la Divinidad, abominando de las verdades de la iglesia; porque en la medida en que uno confirma su incredulidad en la vida eterna de su alma, también confirma su contraposición hacia todo lo que concierne al cielo y la iglesia.

(47)

Capítulo XLVII

EL HOMBRE DESPUÉS
DE LA MUERTE EL HOMBRE POSEE
UNA PERFECTA FORMA HUMANA

(453)
Y
a se ha señalado en varios artículos previos que la forma del espíritu del hombre es la forma humana; y que el espíritu es un hombre, incluso en su forma; muy especialmente allí donde se pone de manifiesto que todo ángel posee una perfecta forma humana (Nº 73-77); y que —en cuanto a su interioridad— todo hombre es un espíritu (Nº 432-444); y que los ángeles que pueblan el cielo, proceden del género humano (Nº 311 -317). Esto se hace aún más patente en el hecho de que el hombre es hombre en virtud de su espíritu, y no por su cuerpo; y en que la forma corpórea se asimila al espíritu en conformidad con la forma de éste, y no al revés; ya que el espíritu se reviste de un cuerpo compatible con su propia forma. De manera que la operación del espíritu del hombre se verifica en todas las partes del cuerpo, incluso en las más ínfimas; tan es así, que si alguna de ellas no es activada por el espíritu, o carece de actividad espiritual, su vida es nula. Es fácil advertir que ello es así, tomando en cuenta nada más que este hecho: El pensamiento y la voluntad operan en todas y cada una de las cosas del cuerpo, y esto en forma tan consumada que todos sus componentes operan al unísono bajo su mandato; cualquier elemento discordante es algo ajeno al cuerpo, siendo desechado como una cosa inerte. Un espíritu que se ha desprendido del cuerpo, o el espíritu de otro hombre, no se hacen visibles en forma humana ante el hombre, porque el órgano de la vista corporal (el ojo), en tanto que ve las cosas en el mundo, es un órgano material, y lo material no ve sino lo que es material; en cambio lo espiritual ve a lo espiritual. Por tanto, cuando la parte material del ojo comienza a velarse, viéndose privada de su cooperación con la parte espiritual, los espíritus se hacen visibles en su propia forma, que no es otra que la forma humana; y no sólo se hacen visibles los espíritus que habitan el mundo espiritual, sino que también es posible ver al espíritu de otro hombre cuando aún está en su cuerpo.

(454)
L
a forma del espíritu es la forma humana porque el hombre ha sido creado —en cuanto a su espíritu— según la forma del cielo, puesto que todas las cosas propias del cielo y su orden confluyen en la constitución de la mente humana: de ahí proviene su facultad de recibir inteligencia y sabiduría. La facultad de recibir inteligencia y sabiduría y la facultad de recibir el cielo vienen a ser la misma cosa, según se desprende de lo expuesto acerca de la luz y el calor del cielo (Nº 126-140); la forma del cielo (Nº 200-212); la sabiduría de los ángeles (Nº 265-275); y del capítulo donde se indica que la forma del cielo —en su conjunto y en sus partes— refleja a un Solo Hombre (Nº 57-77); y ello en virtud de la Divinidad Humana del Señor: origen del cielo y su forma (Nº 78-86).

(455)
U
n hombre racional puede comprender lo que se ha dicho recién, ya que puede deducirlo de la relación causal, y de la disposición de las verdades según su orden; pero un hombre que no es racional, no lo puede comprender; y esto por diversas razones, la principal de ellas es que no desea comprender aquello que se contrapone a las falsedades que él ha erigido en sus verdades; y quien por tal razón se niega a comprender, le cierra a su facultad racional la vía al cielo; si bien ésta puede volver a abrirse cuando la resistencia de la voluntad cesa (ver arriba, Nº 424). Que el hombre puede comprender verdades y ser racional, cuando así lo desea, es algo que me fue dado comprobar a través de una larga experiencia. A ciertos espíritus malignos, que perdieron su facultad racional en el mundo a fuerza de negar la Divinidad y las verdades de la iglesia, habiendo confirmado su repulsa en numerosas ocasiones, se los indujo, por influjo Divino, a volverse hacia los que se hallan en la luz de la verdad; entonces comprendieron todas las cosas como los ángeles, admitiendo que eran ciertas, y que asimismo eran capaces de comprenderlas en su totalidad. Pero en cuanto recayeron en su propio yo; reincidieron en el amor de su voluntad, su capacidad de comprensión se tornó nula, y aseveraron estrictamente todo lo contrario a la verdad. He oído, asimismo, a ciertos moradores del infierno decir que ellos sabían y percibían que lo que hacían estaba mal, y que lo que pensaban era falso; pero les resultaba imposible resistir el deleite de su amor, esto es, de su voluntad; la cual induce a su pensamiento a considerar bueno lo malo, y verdadero lo falso. Es evidente, entonces, que quienes viven en la falsedad del mal, si bien pueden comprender y ser racionales, de todos modos no lo desean; y si no lo desean es porque han amado a las falsedades más que a las verdades, ya que estas concuerdan con la maldad en que están sumidos. Amar y querer es la misma cosa, ya que el hombre ama lo que quiere, y quiere lo que ama. Y como por su condición los hombres pueden comprender las verdades si así lo desean, me ha sido concedido confirmar verdades espirituales, concernientes al cielo y la iglesia, también a través de razonamientos; y ello a fin de que las falsedades, que obstruyen la capacidad racional de tantas personas, sean refutadas por medio de razonamientos, posibilitando así que abran un poco los ojos; puesto que a todos aquellos que viven en las verdades, les es permitido confirmar verdades espirituales por la vía del razonamiento. ¿ Quién podría entender la Palabra partiendo de su sentido literal a menos que captase las verdades que encierra en virtud de la luz de su facultad racional ?  ¿ O no es acaso la carencia de esta luz racional el germen de tantas herejías derivadas de esa misma Palabra ?

(456)
Q
ue el espíritu del hombre, una vez que se ha desprendido del cuerpo, sigue siendo un hombre y está dotado de la misma forma que antes, es cosa que me ha sido dado comprobar por experiencia cotidiana durante muchos años; puesto que he visto y oído miles de veces a quienes pasan por este trance; y he conversado con ellos, haciéndoles notar que los hombres en el mundo no creen que los espíritus también son hombres; y que en cambio quienes sí lo creen, son motejados de simples por los eruditos. Los espíritus lamentan de todo corazón que semejante ignorancia aún cunda en el orbe; máxime dentro de la iglesia. Pero esta creencia, afirmaron, fue inducida principalmente por los eruditos, quienes pensaron acerca del alma basándose en nociones derivadas de los órganos sensoriales del cuerpo; y partiendo de tales nociones, arribaron a la conclusión de que el alma era un mero producto del pensamiento; y cuando ésta es considerada como una cosa aparte de algún sujeto, en el cual reside y del cual procede, es nada más que un hálito fugaz de puro éter que con la muerte del cuerpo necesariamente debe desaparecer. Pero como los miembros de la iglesia, basándose en la Palabra, creen en la inmortalidad del alma, se ven compelidos a atribuirle cierto rasgo vital; no obstante ello, niegan que esté dotada de sensibilidad —tal como la que el hombre posee— hasta tanto no se haya restituido al cuerpo. En esta opinión se funda la doctrina sobre la resurrección, en la creencia de que el alma y el cuerpo se unirán nuevamente el día del juicio final. Por eso, cuando una persona piensa acerca del alma basándose en tal doctrina y en tales conjeturas, le es imposible concebir que es un espíritu y que está dotada de forma humana. Por lo demás, en nuestros días prácticamente nadie sabe qué es lo espiritual, y mucho menos que los seres espirituales —que es lo que son todos los espíritus y los ángeles— tienen forma humana. En consecuencia, la mayoría de los que arriban procedentes del mundo, se asombran enormemente al darse cuenta que están vivos, y que son hombres igual que antes; y que ven, oyen y hablan; y que su cuerpo goza del sentido del tacto igual que antes, sin diferencia de ningún tipo (ver más arriba, Nº 74). Y cuando salen de su asombro, caen en un asombro mayor todavía ante el hecho de que la iglesia no sepa absolutamente nada sobre el estado del hombre después de la muerte, sobre el cielo y el infierno; cuando en realidad todos los que pasaron por el mundo se hallan en la otra vida, y viven como hombres. Y al tiempo de que se maravillaban de que esto no hubiese sido revelado al hombre en visiones, siendo, como es, una cuestión esencial a la fe de la iglesia, se les informó desde el cielo que si bien ello podría haber ocurrido, puesto que nada es más fácil cuando se cuenta con el beneplácito del Señor, de todos modos, quienes han confirmado su adhesión a las falsedades opuestas, no lo creerían; aun cuando lo viesen con sus propios ojos; sin contar que es peligroso confirmar algo por medio de visiones cuando los hombres están inmersos en la f asedad. Porque primero creerían en ello para después negarlo, profanando así la verdad, puesto que creer y después negar es profanar; y los que profanan las verdades son arrojados al infierno más hondo y atroz. A este peligro alude el Señor al decir:

Cegó los ojos de ellos y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y los sane. (Juan XII. 40)

Que aquellos que están sumidos en la falsedad no creerían —aun recibiendo testimonio en visiones— se da a entender en las siguientes palabras:

Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.

Más Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos. (Lucas XVI. 29-31)

(457)
C
uando el espíritu del hombre hace su entrada en el mundo de los espíritus —lo que ocurre inmediatamente después de su resurrección, según se ha descripto anteriormente —su cara y su tono de voz son semejantes a la cara y tono de voz que tenía en el mundo, pues entonces se halla en un estado de exterioridad, dado que su interioridad aún no ha sido develada. Este es el primer estado del hombre después de la muerte. Luego su rostro se modifica, y se transfigura totalmente reflejando su afecto o amor predominante; con el cual concordaba la interioridad de su mente mientras vivía en el mundo, y su espíritu cuando habitaba en el cuerpo. Debido a que el rostro del espíritu del hombre es completamente diferente del rostro de su cuerpo. Su rostro corporal procede de los padres, pero el rostro de su espíritu emana de su afecto, siendo una imagen del mismo. Una vez que la vida del espíritu en el cuerpo cesa, y se desprende de su exterioridad para develar su interioridad, el hombre asume ese afecto. Este es su segundo estado. He visto a algunas personas recién llegadas del mundo, y he podido reconocerlas por su rostro y su manera de hablar; pero cuando las volví a ver un tiempo después, me resultó imposible reconocerlas. Quienes tenían afectos benignos, exhibían bellos rostros, pero los de afectos malignos, tenían rostros deformes; debido a que el espíritu del hombre —visto en sí mismo— no es otra cosa que afecto, y el rostro es su forma externa. Hay todavía otra razón que determina que los rostros se transfiguren: en la otra vida a nadie le es permitido simular afectos que no siente, ni asumir un semblante que contradiga su amor. En la otra vida todos pasan por un estado en el cual deben decir lo que piensan, reflejando en la mirada y en los gestos la intención de su voluntad. De ahí, pues, que los rostros de todos pasen a ser imágenes y efigies de sus afectos; y de ahí, también, que los que se conocieron en este mundo se reconozcan en el mundo de los espíritus, pero no en el cielo o en el infierno (según se ha dicho antes, Nº 427).

(458)
L
os rostros de los hipócritas se transfiguran más lentamente que los de los demás, ya que, a fuerza de práctica, contrajeron el hábito de componer su interioridad para simular buenos afectos; por ello, durante un tiempo considerable su aspecto no es desagradable. Pero como poco a poco se van desenmascarando, y la interioridad de su mente asume una fisonomía que concuerda con la forma de sus afectos; después de un tiempo, adquieren un aspecto monstruoso. Los hipócritas son esas personas que si bien tienen la costumbre de hablar como los ángeles, no reconocen a la Divinidad, sino sólo a la naturaleza, negando de este modo todo lo relativo al cielo y la iglesia.     angely-sveta.ru

(459)
E
s conveniente que se sepa que la forma humana de todo hombre después de la muerte es más bella en la medida en que haya amado interiormente las verdades Divinas, viviendo en conformidad con ellas; puesto que la interioridad de cada cual, se devela y cobra forma de acuerdo con su amor y su vida; de manera que cuanto más hondo es el afecto, más se parece al cielo, y más bello es el rostro que se posee. De ahí que los ángeles del íntimo cielo estén dotados de suprema belleza, siendo formas de amor celestial. En cambio quienes han amado las verdades Divinas más superficialmente, habiendo vivido en conformidad con ellas una vida más exterior, son menos bellos; porque sus rostros sólo reflejan afectos externos; en ellos no resplandece el amor celestial interior; ni se trasluce la forma del cielo tal como es en sí misma. En el rostro de éstos se percibe algo relativamente oscuro, ya que no se halla vivificado por la diafanidad que infunde la vida interior. En una palabra, toda perfección se ahonda hacia la interioridad y decrece hacia la exterioridad, y toda belleza aumenta o disminuye de acuerdo con el grado de perfección. He visto rostros angélicos del tercer cielo incomparablemente radiantes; ningún pintor recurriendo a todo su arte podría infundir semejante luz a sus colores, ni igualar siquiera en una milésima parte el esplendor y la vida que irradiaban aquellos semblantes. En cambio los rostros de los ángeles del cielo inferior pueden, en cierta medida, admitir alguna comparación.

(460)
P
or último revelaré un arcano hasta hoy ignorado. Todo bien y verdad que proceden del Señor constituyendo el cielo tienen forma humana; y ello no sólo en lo que respecta al conjunto y a las cosas máximas, sino también en lo que atañe a cada parte y á las cosas mínimas; esta forma, asimismo, afecta a todo aquel que recibe el bien y la verdad del Señor, determinando que todo habitante del cielo esté dotado de forma humana de acuerdo con su recepción del bien y la verdad. A esto se debe que el cielo sea semejante a sí mismo en general y en particular, y que la forma humana sea la forma del conjunto, de cada sociedad y de cada ángel (según se ha indicado en cuatro capítulos, desde el Nº 59 al 86); a lo que puede agregarse que ésta es la forma de los componentes mínimos del pensamiento que emana del amor celestial de los ángeles. Ningún hombre, de todos modos, puede comprender fácilmente este arcano; pero los ángeles lo comprenden con la mayor claridad, porque reciben la luz del cielo.

(48)

Capítulo XLVIII

DESPUÉS DE LA MUERTE EL HOMBRE
GOZA DE TODOS SUS SENTIDOS
;
ESTÁ DOTADO DE MEMORIA,
PENSAMIENTO Y AFECTOS,
Y DE TODAS LAS FACULTADES
QUE DISFRUTÓ EN EL MUNDO,
ABANDONANDO SOLAMENTE

SU CUERPO TERRENAL

(461)
M
e fue dado comprobar a través de una larga experiencia que cuando el hombre pasa del mundo natural al mundo espiritual, como lo hace al morir, lleva consigo todos sus dones; todo lo que como hombre le pertenece, salvo su cuerpo Terrenal. Puesto que cuando el hombre accede al mundo espiritual, o a la vida después de la muerte, habita en un cuerpo igual que en el mundo, sin que se note la menor diferencia, ya que no ve ni percibe ninguna diferencia. Sin embargo, ahora su cuerpo es espiritual, puesto que sé ha separado o purificado de todo lo terrenal. Y cuando lo espiritual toca y ve a lo que es espiritual, es exactamente lo mismo que cuando lo natural toca y ve a lo que es natural. De modo que cuando el hombre se ha transformado en espíritu, supone que habita en el mismo cuerpo que poseía en el mundo, y por ende, ignora que está muerto. Por lo demás, el espíritu de un hombre disfruta de todos los sentidos —externos e internos — que disfrutaba en el mundo; ve igual que antes, oye y habla igual que antes, huele y percibe sabores; y cuando lo tocan, siente el tacto igual que antes; también apetece, desea, anhela, piensa, reflexiona, se conmueve, ama, quiere, tal como antes lo hacía; y aquel que se deleita en los estudios, lee y escribe igual que antes. En una palabra, cuando un hombre pasa de una vida a otra, o de un mundo a otro, es como si pasara de un lugar a otro; llevando consigo todos los dones que como hombre poseía; de manera que al sobrevenir la muerte, que es nada más que la muerte del cuerpo terrenal, no puede decirse que el hombre pierda algo realmente suyo. Por otra parte, lleva consigo su memoria natural, reteniendo todo lo que ha oído, visto, leído, aprendido o pensado en el mundo desde su primera infancia hasta el final de su vida; si bien los objetos naturales captados por su memoria como no pueden ser reproducidos en el mundo espiritual, pasan a un estado de reposo, tal como sucede cuando uno no piensa en ellos. Con todo, pueden ser reproducidos cuando el Señor así lo desea. Pero enseguida acotaremos algo más sobre esta memoria y su estado después de la muerte. A un hombre sensual le resulta imposible creer que tal es el estado del hombre después de la muerte, porque es algo que escapa a su alcance intelectual; dado que el hombre sensual sólo puede pensar naturalmente sobre las cosas espirituales; de manera que niega la existencia de todo aquello que no capta a través de sus sentidos, esto es, todo aquello que no ve con sus ojos corporales ni toca con sus manos (como se dice de Tomás, Juan XX. 25, 27, 29). (Qué es el hombre sensual, puede verse más arriba en el artículo Nº 267).

(462) a)
S
in embargo, existe una gran diferencia entre la vida del hombre en el mundo espiritual y su vida en el mundo natural, tanto en lo que se refiere a sus sentidos externos y afectos, como a sus sentidos internos y afectos. Quienes están en el cielo gozan de una sensibilidad más exquisita; es decir, poseen una vista y un oído más finos, y un pensamiento más penetrante que cuando vivían en el mundo; ya que ellos ven en la luz del cielo, que sobrepasa en muchos grados a la luz del mundo (ver arriba, Nº 126); y oyen gracias a la atmósfera espiritual, que también sobrepasa en muchos grados a la atmósfera terrenal. Esta diferencia en cuanto a los sentidos externos es como la diferencia que hay entre la claridad de la luz del sol y la oscuridad neblinosa, o entre la luz del mediodía y las sombras del crepúsculo. La luz del cielo, por ser la verdad Divina, permite a los ojos de los ángeles ver y percibir hasta las más ínfimas cosas; además, su vista externa corresponde a su vista interna o intelecto, pues entre los ángeles una vista fluye en la otra, actuando al unísono; y ello es lo que les otorga su penetrante capacidad de visión. Asimismo, su oído corresponde a su percepción, que atañe tanto a su intelecto como a su voluntad, lo que les permite percibir en el tono de voz y en las palabras de una persona los más ínfimos detalles de su afecto y pensamiento; en el tono de voz, todo lo que concierne a su afecto, y en las palabras todo lo que concierne a su pensamiento (ver arriba, Nº 234-245). En cambio los demás sentidos de los ángeles no son tan exquisitos como la vista y el oído; debido a que la vista y el oído sirven a su inteligencia y sabiduría, pero los demás sentidos no; puesto que si los demás sentidos fuesen igualmente exquisitos, desecharían la luz y el goce de la sabiduría, y se entregarían al goce voluptuoso de los diversos apetitos y del cuerpo; y en la medida que estos prevalecen, obnubilan y debilitan el entendimiento. Esto les ocurre a los nombres en el mundo, donde se vuelven sumamente crasos y estúpidos en lo que se refiere a las verdades espirituales, al regodearse en el sentido del gusto y sucumbir a las tentaciones del sentido del tacto. De lo que se ha dicho en (Nº 265-275) se desprende que también los sentidos internos de los ángeles —que atañen a su pensamiento y afecto— son más perfectos que los que poseían en el mundo. Aunque también hay diferencias entre el estado que experimentan los moradores del infierno y el de los habitantes del mundo, dado que así como la perfección y excelencia de los sentidos externos e internos de los ángeles en el cielo es inmensa, así también lo es el grado de imperfección de los moradores del infierno. Pero el estado qué experimentan éstos será examinado más adelante.

(462) b)
Q
ue cuando el hombre abandona el mundo, lleva consigo su memoria, es algo que me fue manifestado de diversas maneras; y algunas de las cosas que he visto y oído son dignas de mención, de modo que procuraré referirlas ordenadamente. Ciertos espíritus, negaban los crímenes y atrocidades que habían cometido en el mundo; en consecuencia, y a fin de que no se los tuviese por inocentes, todos sus actos se pusieron al descubierto, siendo tomados de su memoria ordenadamente; desde sus primeros años hasta los últimos: se trataba principalmente de adulterios y actos lascivos. Algunos habían engañado a otros por medio de artificios malignos, perpetrando asimismo fraudes. Sus ardides y fraudes también fueron enumerados en detalle, muchos de los cuales sólo fueron conocidos en el mundo por ellos. Tuvieron que confesar sus tropelías, al ser expuestas a plena luz; incluyendo todos los pensamientos, intenciones, deleites y temores que ocupaban su mente en el momento de su ejecución. Vi a otros que habían sido sobornados y que pronunciaron fallos venales, quienes también fueron explorados en base a los datos aportados por su memoria; gracias a los cuales, fue posible recapitular su desempeño en el ejercicio de sus funciones, de principio a fin. Los pormenores relativos a qué y cuánto habían recibido, así como también las fechas, el estado de su mente y la intención que los animaba, acudieron a su memoria, haciéndose visibles claramente en número de varios centenares. Esto se llevó a cabo con unos cuantos; y lo que es admirable, en algunos casos sus diarios, en los que habían registrado todas estas cosas, fueron abiertos y leídos ante ellos página por página. Otros que habían pervertido vírgenes, cometiendo estupro, o que habían violado mujeres castas, fueron llamados a juicio del mismo modo; y todos los pormenores de sus crímenes fueron extraídos de su memoria y recapitulados minuciosamente. Los mismos rostros de las vírgenes y mujeres fueron exhibidos tal como si estuviesen presentes; así como los lugares, las palabras empleadas y las intenciones; y ello en forma súbita, como cuando algo acontece imprevistamente ante nuestros ojos. Estas representaciones, muchas veces se prolongaban durante horas. Vi a otro individuo que no reparaba en calumniar a los demás; y me fue dado oír cómo se recapitulaban ordenadamente sus calumnias y difamaciones, con las mismas palabras que usó, con la identificación de las personas aludidas, y de aquellas ante quienes fueron proferidas; todo lo cual fue puesto al descubierto y exhibido vividamente, a pesar de que durante su vida en el mundo había ocultado escrupulosamente todas estas cosas. También estaba presente otro individuo que había despojado a un pariente de su herencia aduciendo pretextos dolosos; el cual fue igualmente penado y juzgado; y lo que es más admirable, las cartas y documentos que intercambiaron se leyeron en mi presencia, y se comprobó que no faltaba ni una sola palabra. Esta misma persona, un poco antes de su muerte, también había envenenado secretamente a su vecino. Esto se puso de manifiesto de la siguiente manera: se lo veía cavando una fosa, de la cual se levantaba un hombre que parecía salir de un sepulcro, clamando: "¿ Qué me has hecho ?". Tras lo cual todo fue revelado; la forma amistosa en que el envenenador había conversado con él, habiéndole alcanzado incluso la copa; todo lo que había acontecido previamente; y todo lo que tuvo lugar después. Cuando todo esto salió a la luz, fue sentenciado al infierno. En una palabra, todas las maldades, infamias, latrocinios, artificios y fraudes de un espíritu maligno quedan al descubierto al salir a luz los datos tomados de su propia memoria, lo que permite determinar plenamente su culpabilidad; y no hay lugar a una negación, puesto que todas las circunstancias son exhibidas simultáneamente. Por otra parte, examinando la memoria de un hombre, que se hallaba a la vista de los ángeles y custodiado por ellos, me fue dado recapitular todo lo que había pensado durante un mes, día tras día; y ello sin el menor error. Esta recapitulación incluía minuciosamente todos sus pensamientos tal como habían sido concebidos día tras día. De estos ejemplos se desprende que un hombre lleva consigo su memoria; y que no hay nada que, habiéndose ocultado en el mundo, no sea revelado después de la muerte; lo cual tiene lugar ante la presencia de muchas personas, según las palabras del Señor:

Porque no hay nada encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto que no haya de saberse.

Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas. (Lucas XII. 2, 3).

(463)
A
l develar los actos de un hombre después de la muerte, los ángeles que tienen la función de indagar, lo miran cara a cara; la inspección comprende todo el cuerpo, comenzando por los dedos de cada mano para extenderse luego al cuerpo en su conjunto. Como no podía salir de mi asombro, se me explicó que si esto ocurría así, era porque todas las cosas del pensamiento y la voluntad están inscriptas en el cerebro, pues allí están sus raíces; estando asimismo inscriptas en todas las partes del cuerpo, dado que todas las cosas del pensamiento y de la voluntad se difunden por todo el cuerpo partiendo de sus raíces, terminando en él como en su plano externo. Debido a lo cual, todas las cosas que están inscriptas en la memoria y que proceden de la voluntad y el pensamiento derivado de ella, no sólo están inscriptas en el cerebro, sino también en todo el hombre; y allí existen ordenadamente según el orden de las partes del cuerpo. De tal modo se hizo patente que el hombre es —en su conjunto— tal como su voluntad y pensamiento; hasta el extremo de que un hombre maligno es su propia maldad, y un hombre bueno, su propia bondad. Esto aclara el significado del Libro de la Vida del hombre, sobre el cual se habla en la Palabra: todas las cosas que el hombre ha hecho y pensado están inscriptas en él, y al ser tomadas de su memoria, da la impresión de que fuesen leídas en un libro, y aparecen como en efigie cuando el espíritu es visto a la luz del cielo. Sobre este punto deseo agregar algo memorable, que se refiere a la permanencia de la memoria después de la muerte, lo cual me permitió cerciorarme de que no sólo los datos más generales, sino también los más ínfimos detalles captados por la memoria, perduran indeleblemente. He visto libros que contenían escrituras similares a las que se ven en el mundo, y me fue dado saber que pertenecían a la memoria de ciertos escritores, y que en ellos no faltaba ni una sola palabra de todas las que habían incluido en libros que habían escrito en el mundo; de manera que me fue dado comprobar que hasta los más imperceptibles detalles, pueden ser tomados de la memoria de cada uno, incluyendo aquellos que se han olvidado en el mundo. Asimismo se me explicó porqué ocurría esto: el hombre posee una memoria externa y una interna; la externa pertenece al hombre natural; la interna, al hombre espiritual. Y todas y cada una de las cosas que el hombre pensó, quiso, habló, hizo; e incluso las que oyó y vio, están inscriptas en su memoria interna o espiritual; y todo lo que hay inscripto allí es indeleble, ya que también está inscripto en su propio espíritu y en los miembros de su cuerpo, según se ha dicho antes; y en consecuencia el espíritu se plasma según los pensamientos y actos de su voluntad. Sé que esto puede sonar paradójico, y que resulta difícil de creer; y sin embargo, es así. Que nadie suponga, por tanto, que existe algo que el hombre haya pensado para sí, o cometido subrepticiamente, que pueda permanecer encubierto después de la muerte; es conveniente, en cambio, que se sepa que entonces, todas las cosas serán expuestas como a la luz del día.

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S
i bien el hombre conserva su memoria externa o natural después de la muerte, las cosas meramente naturales que ha captado no se reproducen en la otra vida, sino sólo las cosas espirituales unidas a las naturales por correspondencias; no obstante lo cual, cuando éstas se hacen visibles, aparecen exactamente en la misma forma que en el mundo; puesto que todas las cosas que hay en los cielos tienen la misma apariencia que las del mundo, si bien en su esencia no son naturales, sino espirituales (como puede verse en el capítulo referente a las Representaciones y Apariencias en el Cielo, Nº 17O-176). Pero la memoria externa o natural, en lo que atañe a sus datos derivados de lo que es material, del tiempo y del espacio, y de otras propiedades de la naturaleza, no le es útil al espíritu tal como lo fue en el mundo; pues en el mundo, cuando el hombre piensa según su sensibilidad externa, haciendo caso omiso de su sensibilidad interna, está pensando natural y no espiritualmente; pero en la otra vida, cuando es un espíritu que habita en el mundo espiritual, ya no piensa natural sino espiritualmente, y pensar espiritualmente es pensar en forma intelectual o racional. Por eso la memoria externa o natural, en lo que se refiere a su contenido material, se halla entonces en estado de reposo; y solamente tienen uso aquellos datos que el hombre asimiló en el mundo, tomándolos de cosas materiales para procesarlos racionalmente. La memoria externa entra entonces en un estado de reposo, en lo que se refiere a las cosas materiales, porque éstas no pueden ser reproducidas, puesto que los espíritus y los ángeles hablan según afectos y pensamientos que condicen con su conformación mental; siendo, por ende, incapaces de pronunciar una sola palabra que no condiga con sus afectos y pensamientos; según se desprende de lo que se ha dicho sobre el lenguaje de los ángeles en el cielo, y su lenguaje cuando hablan con el hombre (Nº 234-257). De ahí que después de la muerte el hombre sea racional; pero no según su erudición en Lenguas y Ciencias, sino según el grado de racionalidad que adquirió a través de tales conocimientos. He hablado con muchas personas que en el mundo tenían reputación de eruditas, debido a que estaban familiarizadas con las Lenguas Antiguas; como ser el hebreo, el griego y el latín; quienes, sin embargo, no habían cultivado su facultad racional por medio de lo que estaba escrito en esas lenguas. Muchos de estos individuos tenían todo el aspecto de ser tan simples como aquellos que no sabían nada de Lenguas; algunos, parecían incluso estúpidos, si bien seguían presumiendo que eran más sabios que los demás. Asimismo he dialogado con otros que durante su paso por el mundo llegaron a suponer que eran más sabios que los demás, debido a que retenían mayor cantidad de datos en la memoria; de manera que acopiaron en su memoria gran cantidad de datos, y al hablar, se basaban exclusivamente en ella; de lo que se desprende que no hablaban por sí mismos sino por boca de otros, y que su racionalidad no fue perfeccionada en absoluto mediante los datos retenidos por su memoria. Algunos de ellos eran estúpidos, otros fatuos; incapaces de discernir si una verdad es tal o no lo es, se adherían en cambio a todas las falsedades que los autodenominados eruditos hacen pasar por verdades; por sí mismos son incapaces de distinguir si algo es cierto o no, siendo por tanto incapaces de la menor percepción racional cuando oyen hablar a otros. Asimismo he hablado con algunos que han escrito abundantemente sobre asuntos científicos de toda índole, habiendo adquirido así una reputación de eruditos a nivel mundial. Algunos de éstos en efecto, poseían la facultad de razonar sobre las verdades, y de discriminar si efectivamente lo eran o no; y a algunos incluso les fue dado captar que las verdades son tales, cuando se volvieron hacia la luz de la verdad; pero como no los animaba el afán de comprenderlas, al retomar sus falsedades o al reasumirse a sí mismos, las negaban. Algunos de ellos no poseían más sabiduría que la gente vulgar e inculta. De manera que se diferenciaban entre sí según el grado en que habían cultivado su facultad racional a través de los conocimientos sobre los cuales habían escrito, o a los que se habían referido; quienes se oponían a las verdades de la iglesia, concibiendo sus pensamientos en base a meros conocimientos, confirmando así su creencia en falsedades, no habían cultivado su facultad racional; sólo habían cultivado cierta aptitud para razonar, que en el mundo pasa por racionalidad. Pero esta aptitud nada tiene que ver con la racionalidad; más bien se trata de una cierta maña para probar lo que a uno le viene en gana, y de ver falsedades y no verdades partiendo de principios preconcebidos y falaces. No es posible inducir a estos individuos a reconocer verdades, pues las verdades no pueden derivar de falsedades; en cambio las falsedades sí pueden derivar de verdades. La facultad racional del hombre es semejante a un huerto o jardín, o como un terreno fértil; la memoria es el humus, las verdades aprendidas y los conocimientos son las semillas, y la luz y el calor del cielo las hacen germinar; sin luz y calor no hay germinación; y lo mismo ocurre con la mente cuando la luz del cielo , que es la verdad Divina, y el calor del cielo, que es el amor Divino, no son recibidos: la racionalidad deriva exclusivamente de estas cosas. Los ángeles se lamentan grandemente de que la mayoría de los eruditos atribuyan todas las cosas a la naturaleza, obstruyendo la interioridad de su mente hasta el punto de ser incapaces de ver nada que sea cierto a la luz de la verdad, que es la luz del cielo. Por eso en la otra vida estos individuos se ven privados de su facultad racional, de manera que no puedan diseminar falsedades entre los buenos de corazón, descamándolos; y se los destierra a lugares desiertos.

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C
ierto espíritu manifestaba su indignación por no poder recordar muchas de las cosas aprendidas durante su vida en el cuerpo, lamentándose por los placeres perdidos que tanto había disfrutado, pero se le hizo saber que no había perdido absolutamente nada, y que todavía retenía todas y cada una de las cosas que había aprendido; a pesar de que en el mundo en el cual se encontraba ahora, a nadie le era dado recordar tales cosas; y que debería contentarse con saber que ahora podía pensar y hablar mucho mejor y con un grado de perfección superior al de antes; su facultad racional ya no estaba inmersa como antes en la densa oscuridad de las cosas materiales y corporales, que en el mundo al que había arribado, de nada servían. Ahora se hallaba en posesión de todo lo conducente a los usos de la vida eterna, según se le hizo saber, y éste es el único modo de alcanzar la bienaventuranza y la felicidad; de manera que es crasa ignorancia suponer que en este reino la inteligencia perece junto con la separación, o transición a estado de reposo, de los factores materiales de la memoria; ya que, en realidad, en la medida en que la mente se mantiene apartada de las cosas sensoriales pertenecientes al hombre externo o al cuerpo, en tal medida puede elevarse hacia las cosas espirituales y celestiales.

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E
n qué consisten estos dos tipos de memoria, es algo que a veces se hace visible en la otra vida de una forma nunca vista en otra parte; puesto que muchas cosas, que el hombre concibe bajo la forma de ideas, allí se manifiestan como objetos visibles. La memoria externa adopta una apariencia callosa, y la interna tiene el aspecto de una substancia medular semejante a la del cerebro humano; de ello puede inferirse en qué consisten una y otra. En aquellos que durante su vida en el cuerpo se consagraron a cultivar solamente su memoria, no haciendo lo mismo con su facultad racional, la callosidad es algo dura y presenta en su interior unas especies de estrías en forma de tendones. En quienes atiborraron su memoria de falsedades, asume una apariencia pilosa e hirsuta, debido al caótico revoltijo de datos que contiene. En aquellos que cultivaron su memoria bajo el influjo del amor de sí mismos y del mundo, asume el aspecto de una masa conglutinada y osificada. En los que pretendieron penetrar los arcanos Divinos por medio de su erudición —principalmente de corte filosófico—, rehusando creer hasta no arribar al convencimiento mediante pruebas filosóficas, la memoria ofrece el aspecto de una substancia negruzca, de tal naturaleza, que absorbe los rayos de luz tornándolos en tinieblas. En aquellos que han practicado el embuste y la hipocresía tiene un aspecto duro y óseo como el del ébano, que refleja los rayos de luz. Pero en quienes vivieron en el bien del amor y en las verdades de la fe no presenta ese aspecto calloso, porque su memoria interior transmite los rayos de luz hacia la exterior; y en sus objetos o ideas, como en su base o cimiento, los rayos concluyen su trayecto hallando deleitables receptáculos; debido a que, la memoria externa es el plano exterior del orden, en el cual, cuando encierrra bienes y verdades, las cosas espirituales y celestiales tienen su delicada terminación y hallan su asiento.

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L
os hombres que en el mundo viven en el amor al Señor y en el amor al prójimo, llevan consigo, y dentro suyo, la inteligencia y sabiduría angélica, la cual permanece entonces relegada a lo más recóndito de su memoria interior; ellos no tienen la menor consciencia de que poseen esta facultad hasta tanto no se desprenden de las cosas corpóreas. Cuando ello sucede, la memoria natural se adormece y despiertan a la memoria interior y, poco a poco, acceden a la memoria angélica propiamente dicha.

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A
si mismo referiremos en unas pocas palabras cómo puede cultivarse la facultad racional. La genuina facultad racional deriva de verdades y no de falsedades; todo aquello que deriva de falsedades no es racional. Las verdades son de tres géneros: civiles, morales y espirituales. Las verdades civiles están referidas a asuntos relativos al juicio y gobierno de los reinos; y en sentido general, a lo que es justo y equitativo en los mismos. Las verdades morales están referidas a los asuntos relativos a la vida de cada cual, a cuestiones de camaradería y relación social; en sentido general, a lo que es sincero y recto, y en particular a las virtudes de todo tipo. Pero las verdades espirituales atañen a los asuntos del cielo y la iglesia; y en un sentido general al bien del amor y la verdad de la fe. En todo hombre hay tres grados vitales (véase arriba, Nº 267). La facultad racional se devela en el primer grado mediante las verdades civiles; en el segundo grado mediante las verdades morales; y en el tercer grado mediante las verdades espirituales. Pero debe entenderse bien que la facultad racional derivada de estas verdades no se conforma y devela según el hombre las sepa, sino según viva en conformidad con ellas; y vivir en conformidad con ellas significa amarlas con afecto espiritual; y amar verdades con afecto espiritual es amar lo que es justo y equitativo porque es justo y equitativo, y lo que es sincero y recto porque es sincero y recto, y lo bueno y verdadero porque es bueno y verdadero; mientras que vivir en conformidad con ellas y amarlas según el afecto corporal, es amarlas en provecho personal, en aras de la propia reputación, de honores, o lucro. Por eso, en la medida en que el hombre ama estas verdades según el afecto corporal, en tal medida se ve imposibilitado de tornarse racional, puesto que no ama dichas verdades, sino a sí mismo; y las verdades quedan a su servicio como los sirvientes al de su señor; y cuando las verdades vienen a ser como sirvientes, no ingresan en el hombre ni develan ningún grado vital en él; ni siquiera el primero, sino que yacen en la memoria como conocimientos de corte materialista, y allí entran en conjunción con el amor de sí mismo que es un amor corporal. Todo ello indica cómo llega el hombre a ser racional; esto es, llega a ser racional en el tercer grado por a-mor espiritual del bien y la verdad del cielo y la iglesia; llega a ser racional en el segundo grado por amor de lo que es sincero y recto; y en primer grado por amor de lo que es justo y equitativo. Estos dos últimos amores también se convierten en espirituales por amor espiritual del bien y la verdad; ya que este amor fluye en ellos, y establece conjunción con ellos, imprimiéndoles su propia semblanza.

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L
os espíritus y los ángeles, al igual que los hombres, están dotados de memoria; todo lo que ven oyen, ven, piensan, quieren y obran, permanece en ellos; de manera que cultivan continuamente su facultad racional por toda la eternidad. Así, los espíritus y los ángeles, igual que los hombres, perfeccionan su inteligencia y sabiduría por medio de conocimientos del bien y la verdad. Que los espíritus y los ángeles poseen memoria, es cosa que me fue dado comprobar mediante una larga experiencia; siéndome dado ver todo lo que pensaron e hicieron, tanto en público como en privado, al ser exhumado de su memoria mientras se hallaban en compañía de otros espíritus; y he presenciado cómo eran elevados hacia el cielo quienes se afirmaban en alguna verdad por simple bondad de corazón, luego de serles infundidos conocimientos, y por tanto, inteligencia. Pero debe entenderse bien que a éstos no se les infunden conocimientos, y por ende, inteligencia, más allá del grado de afecto por el bien y la verdad que sintieron en el mundo; pues el afecto que permanece en el espíritu o ángel es el mismo que sintió en el mundo, en calidad y cantidad; posteriormente este afecto se perfecciona, colmándose, lo cual prosigue por toda la eternidad. Puesto que toda cosa es pasible de colmarse por toda la eternidad, siendo pasible de infinitas variaciones, y de enriquecerse de numerosas formas, pudiendo, por tanto, multiplicarse y fructificar. Para todo lo bueno no hay límite alguno, pues deriva de lo Infinito. Que los espíritus y los ángeles se perfeccionan continuamente en inteligencia y sabiduría mediante los conocimientos del bien y la verdad, es algo que puede verse más arriba en los artículos respectivos a la sabiduría de los ángeles del cielo (Nº 265-275); a los gentiles o pueblos que no integran la iglesia en el cielo (Nº 318-328); y a los niños en el cielo (Nº 329-345); y que esto se lleva a cabo de acuerdo con el grado de afectividad hacia el bien y la verdad que sintieron en el mundo, y nunca más allá de ese punto, puede verificarse en el art. Nº 349.

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Capítulo XLIX

EL HOMBRE DESPUÉS
DE LA MUERTE, CINTMÚA SIENDO
EL MISMO QUE HA SIDO EN ESTA VIDA

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T
odo cristiano sabe por la Palabra que las consecuencias de la vida que uno ha hecho lo aguardan después de la muerte; ya que en numerosos pasajes puede leerse que el hombre ha de ser juzgado y retribuido de acuerdo con sus acciones y sus obras; y nadie que piense ateniéndose al bien y a la verdad genuina puede dejar de advertir que aquel que lleva una buena vida, va al cielo, y aquel que lleva una mala vida, va al infierno. Sólo que el hombre maligno, no desea creer que su estado después de la muerte depende de la vida que haya hecho en el mundo; prefiere pensar, sobre todo cuando está enfermo, que a todo el mundo se le dispensa acceso al cielo por pura misericordia, sin que cuente la vida que haya llevado, y que esto es obra de su fe, a la cual considera como algo aparte de la vida.

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Q
ue el hombre es juzgado y retribuido de acuerdo con sus acciones y obras, está expresado en numerosos pasajes de la Palabra, algunos de los cuales citaré aquí:

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. (Mateo XVI. 27)

Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen (Apocalipsis XIV. 13).

... y os daré a cada uno según vuestras obras (Apoc. ll. 23)

Y  vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fue
ron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, se
gún sus obras.

Y  el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades en
tregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno se
gún sus obras
(Apoc. XX. 12, 13)

He aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra (Apoc. XXII. 12)

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente...

Pero cualquiera, que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato (Mateo Vil. 24, 26)

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿ no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fueran demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros ?

Y entonces les declararé: nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de
maldad
(Mateo VII. 21-23)

Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste (Lucas XIII. 26-27)

... y yo les pagaré conforme a sus hechos, y conforme a la obra de sus manos (Jeremías XXV. 14)

... porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras (Jeremías XXXII. 19)

... le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras (Oseas IV. 9)

... Como Jehová de los ejércitos pensó tratarnos conforme a nuestros caminos, y conforme a nuestras obras, así lo hizo con nosotros (Zacarías 1. 6)

Al predecir el juicio final el Señor no toma en cuenta sino las obras, señalando que quienes han obrado bien, accederán a la vida eterna, y los que han obrado mal, serán condenados, como se lee en Mateo (XXV. 32-46) y en muchos otros pasajes que versan sobre la salvación y la condenación del hombre. Es evidente que las obras y las acciones conforman la vida externa del hombre, y que la calidad de su vida interna se pone de manifiesto en ellas.

(472)
P
ero al mencionar las acciones y las obras se alude a su contenido, y no a su aspecto exterior; ya que, como todo el mundo sabe, toda acción y toda obra emanan de la voluntad y el pensamiento del hombre; de no ser así, serían meros movimientos, como los qué ejecuta un autómata o simulacro. De manera que una acción o una obra, vistas en sí mismas, son nada más que un efecto que toma su alma y su vida de la voluntad y el pensamiento, hasta el punto que no son otra cosa que voluntad y pensamiento en efecto; siendo, por tanto voluntad y pensamiento en forma externa. De lo que se sigue que la calidad de una acción o una obra es tal como la voluntad y el pensamiento que la producen. Si el pensamiento y la voluntad son buenos, entonces las acciones y las obras son buenas; pero si el pensamiento y la voluntad son malos, las acciones y las obras son malas, aunque por su apariencia sean similares. Mil hombres pueden actuar de un modo similar, esto es, ejecutar actos similares; tan similares en apariencia, que resulte imposible distinguirlos, aunque considerados en sí mismos sean diferentes, porque proceden de voluntades disímiles. Así, cuando se actúa honesta y justamente con un compañero, una persona puede hacerlo con el designio de parecer honesta y justa por amor de sí misma y de los honores; otra, por amor del mundo y del lucro; una tercera, con el afán de ser recompensada y de sobresalir por sus méritos; una cuarta, por amor de la amistad; una quinta por temor de la ley y la pérdida de reputación o empleo; una sexta, para tener a alguien de su parte incluso cuando no tiene razón; una séptima para poder engañar; y otras por diversos motivos. En todos los casos citados, si bien en apariencia se trata de buenos actos, puesto que es bueno actuar honesta y justamente con un compañero, de todas maneras son malos actos, porque no se llevan a cabo por amor de la honestidad y la justicia, sino por amor de sí mismo y del mundo; y la honestidad y la justicia se ponen al servicio de dicho amor como sirvientes al de su Señor, a quienes éste vilipendia y despide si no le sirven. A juzgar por las apariencias, actúan de la misma forma quienes obran honesta y justamente con un compañero por amor de lo que es honesto y justo. Entre éstos, hay quienes actúan inspirados por la verdad de la fe o por obediencia porque así lo preceptúa la Palabra; hay quienes lo hacen inspirados por el bien de la fe o por conciencia, porque obedecen a un sentimiento religioso; otros, por el bien de la caridad hacia el prójimo, porque debe velarse por su bienestar; algunos, por el bien del amor al Señor, porque debe. hacerse el bien por amor del bien, así como debe procederse con honestidad y justicia por amor de la honestidad y la justicia; y todos ellos aman actuar de este modo porque lo hacen bajo la inspiración del Señor, y porque la Divinidad que procede del Señor reside en este modo de proceder, el cual, considerado en su propia esencia, es Divino. Las acciones o las obras de éstos son buenas interiormente; puesto que, según se ha señalado antes, las acciones u obras son, por su calidad, tales como el pensamiento y la voluntad de los cuales derivan, y aparte del pensamiento y la voluntad no son ni acciones ni obras, sino meros movimientos inanimados. Todo ello explica qué se entiende en la Palabra por "acciones" y "obras".

(473)
P
uesto que las acciones y las obras emanan de la voluntad y el pensamiento, derivan, portante del amor y la fe; de modo que son tales como el amor y la fe; ya que hablar del amor o de la voluntad de u-na persona es la misma cosa; y hablar de la fe de una persona es lo mismo que hablar de su pensamiento establecido; porque el hombre quiere lo que ama, y piensa lo que cree; y cuando un hombre ama lo que cree, también lo quiere; y si puede, lo lleva a la práctica. Cualquiera puede advertir que el a-mor y la fe están dentro de la voluntad y el pensamiento del hombre, y no fuera de estas facultades, porque lo que enciende la voluntad es el amor, y el pensamiento esclarece las cuestiones de fe; de modo que sólo aquellos que piensan sabiamente son esclarecidos; y según su grado de esclarecimiento, piensan lo que es verdadero y lo quieren, o lo que viene a ser lo mismo, creen lo que es verdadero y lo aman.     anges-lumiere.fr

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P
ero debe entenderse que es la voluntad lo que hace al hombre, en cambio el pensamiento hace al hombre sólo en la medida en que procede de la voluntad; y las acciones y las obras proceden de ambos; o lo que viene a ser la misma cosa, el amor hace al hombre, y la fe sólo en la medida en que procede del amor; y las acciones y las obras proceden de ambos. De lo que se sigue que la voluntad o amor es el hombre mismo, ya que todo lo que procede, pertenece a aquello de lo cual procede. Algo que procede es algo que se pone de manifiesto y se hace presente de forma tal que pueda percibirse y verse. Todo ello pone en claro que la fe, cuan-do se separa del amor, no es otra cosa que una fe nula; mero conocimiento, carente de vida espiritual; y lo mismo pasa con una acción o una obra desprovista de amor, vale decir, no es una acción o una obra de vida, sino un acto o una obra de muerte, que asume la apariencia de vida bajo el influjo de un amor maligno, y en base a una creencia en lo que es falso. Esta apariencia de vida, lleva el nombre de muerte espiritual.

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A
simismo debe comprenderse que en las acciones o en las obras el hombre entero está presente, y que su voluntad y pensamiento, o su amor y fe, que conforman su interioridad, son incompletos hasta tanto no existan en las acciones o en las obras, porque éstas son el plano exterior en el cual la voluntad y el pensamiento tienen su terminación, y sin tal terminación, quedan inconclusos; es como si no tuviesen existencia, vale decir, todavía no están arraigados en el hombre. Pensar y querer, sin obrar cuando se presenta la oportunidad, es lo mismo que una llama que, en cerrada en un recipiente, se extingue; o como una semilla arrojada en la arena, que no germina; de forma que perece junto con su potencia prolífica. Pero pensar y querer, y en conformidad con ello obrar, es como una llama que brinda calor y luz a lo que la rodea; o como una semilla en tierra fértil, que se convierte en árbol o flor, y cobra vida. Cualquiera puede darse cuenta que querer y no obrar cuando ello es posible, no es amar; es apenas pensar que uno quiere y ama: se trata de un pensamiento separado de la acción, que se desvanece y se disipa. El amor y ia voluntad constituyen el alma misma de una acción o de una obra, y se corporizan en las cosas honestas y justas que hace el hombre. He aquí el origen del cuerpo espiritual del hombre, o cuerpo de su espíritu; el cual está configurado solamente por las cosas que el
hombre hace de acuerdo con su amor o voluntad (ver arriba, Nº 463). En una palabra, todas las cosas del hombre y su espíritu están contenidas en sus acciones o en sus obras.

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odo ello devela qué es la vida que aguarda al hombre después de la muerte: su amor y la fe derivada; no sólo en potencia sino también en acto; de manera que está conformada por sus acciones o sus obras, porque ellas encierran todas las cosas del amor y la fe del hombre.

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o que espera al hombre después de la muerte es su amor predominante, el cual permanece inmutable por toda la eternidad. Toda persona siente diversos amores; pero todos ellos, se relacionan con su amor predominante, estando unidos a él; o entran conjuntamente en su composición. Todas las cosas de la voluntad que armonizan con el amor predominante llevan el nombre de amores: porque son amadas. Estos amores son internos y externos; algunos entran en conjunción directa; otros, en conjunción indirecta; algunos tienen una afinidad íntima; otros, remota; todos ellos se hallan subordinados de múltiples maneras. Tomados en su conjunto constituyen algo así como un reino, según el orden que tienen en el hombre; por más que el hombre nada sepa acerca de ese orden. Con todo, algo de ello se deja traslucir en la otra vida, dado que allí la difusión de su pensamiento y afecto depende del orden de sus amores; su pensamiento y afecto se extienden hacia las sociedades celestiales cuando su amor predominante está hecho de amores celestiales, y hacia las sociedades infernales cuando está hecho de amores infernales. Que todo pensamiento y afecto de espíritus y ángeles se extiende a las distintas sociedades, puede verse más arriba, en los artículos respectivos a la sabiduría de los ángeles del cielo, y a la forma del cielo, que determina las afiliaciones y comunicaciones que allí se establecen.

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ero lo que se ha dicho hasta ahora puede ser captado solamente por el pensamiento racional. Para que también pueda ser captado por la percepción sensorial, añadiré aquí algunas experiencias a modo de ilustración y confirmación. Primero: Después de la muerte el hombre es su propio amor o su propia voluntad. Segundo: El hombre es tal como es su voluntad o su amor predominante por toda. la eternidad. Tercero: El hombre que siente amor celestial y espiritual va al cielo, en cambio el hombre que experimenta amor corporal y mundano, y no siente amor, celestial y espiritual, va al infierno. Cuarto: La fe no permanece en el hombre a menos que proceda del amor celestial. Quinto: El amor en acción es lo que permanece, vale decir, la vida del hombre.

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espués de la muerte el hombre es su propio amor o su propia voluntad. Esto me fue dado verificarlo mediante múltiples experiencias. El cielo entero está dividido en sociedades según las diferencias en el bien del amor; y todo espíritu que es elevado al cielo, después de convertirse en ángel, es conducido a la sociedad propia de su amor; y al llegar allí, se siente como en su hogar, y en su casa natal; y el ángel percibe esto, y se relaciona con aquellos que son semejantes a él. Al partir hacia otro lugar, siente constantemente una especie de resistencia, y ansía volver junto a quienes son como él, es decir, a su amor predominante. Así se estable-cen las relaciones en el cielo; y lo mismo acontece en el infierno, donde todos se hallan confabulados de acuerdo con amores contrapuestos a los celestiales. Ya se ha indicado antes (Nº 41 -50 y 200-212) que tanto el cielo como el infierno están constituidos por sociedades, y que todas ellas se distinguen entre sí según su amor. Que el hombre después de la muerte es su propio amor, también puede inferirse del hecho de que entonces es separado (y casi se diría que le es extirpado) de todo aquello que es incompatible con su amor. A aquel que es bueno le es separado, y se diría que se le extirpa, todo lo que es discordante e inarmónico con su amor, y así, le es dado entregarse a su propio amor. Lo mismo sucede con un espíritu maligno; la única diferencia es que al maligno le son quitadas las verdades, y a los buenos se les extirpan las falsedades; y este proceso continúa hasta que cada cual se convierte en su propio amor. Ello se lleva a cabo .cuando el hombre espíritu entra en su tercer estado, el cuál será descripto más adelante. Una vez que esto ha ocurrido, vuelve su rostro para siempre hacia su propio amor, al que tiene permanentemente ante sus ojos, cualquiera sea la dirección en que mire (ver arriba, Nº 123, 124). Todo espíritu, toda vez que se fomenta su amor predominante, puede ser conducido hacia donde se quiera sin que pueda ofrecer la menor resistencia; por más que se percate claramente del manejo, y aunque desee resistirse. A menudo, se le permite resistirse a su amor predominante; pero no hay caso, su amor es una suerte de ligadura o soga que lo aferra, mediante la cual se lo puede conducir sin que pueda desprenderse de ella. Lo mismo acontece con los hombres en el mundo, que también se guían por su amor o son conducidos por otros mediante su amor; pero esto es más notorio cuando ya son espíritus, porque entonces no les es dado aparentar que sienten ningún otro amor, o simular lo que no sienten. Que el espíritu del hombre es su amor predominante, se evidencia en el género de comunicación que se establece en la otra vida, puesto que cuando uno obra o habla en consonancia con el amor de otra persona, ésta se hace presente de forma manifiesta; con semblante pletórico, alegre, vivaz; pero cuando uno habla o actúa en oposición al amor de otra, su semblante empieza a alterarse; se obscurece, tornándose indiscernible, hasta que por último desaparece totalmente, como si no estuviese allí. A menudo me he preguntado cómo es posible tal cosa, ya que esto no ocurre en el mundo; pero se me hizo saber que lo mismo pasa con el espíritu en el hombre, que al apartarse de otro deja de estar bajo su mirada. Que todo espíritu es su amor predominante, también lo prueba el hecho de que cada espíritu se apodera y apropia de aquellas cosas que están en armonía con su amor; y rechaza y desecha las que no lo están. El amor de cada cual es como una madera esponjosa y porosa, que absorbe aquellos fluidos que promueven su crecimiento, repeliendo a los otros. O como los animales de diverso género, que saben cuál es el alimento apropiado para ellos, y apetecen aquellas cosas que concuerdan con su naturaleza, evitando las discordantes; puesto que todo amor se nutre de lo que le es propio; el amor maligno, de falsedades; y el benigno, de verdades. En ciertas ocasiones me fue dado ver a espíritus simples y benignos que procuraban instruir a los malignos en la verdad y el bien; pero apenas se les ofreció instrucción, huyeron bien lejos; y cuando se hallaron entre sus congéneres, asumieron con extrema delectación las falsedades compatibles con su amor. También he visto espíritus benignos departiendo entre sí sobre las verdades; los buenos que estaban presentes, oían atentamente la conversación; no así los malignos, quienes no prestaban la menor atención: lo mismo que si no oyesen nada. En el mundo de los espíritus pueden divisarse distintos caminos; algunos conducen al cielo; otros, al infierno; cada uno de ellos a una sociedad específica. Los espíritus benignos van solamente por aquellos caminos que conducen al cielo y precisamente a tasociedad correspondiente al bien de su amor; los caminos que conducen a otra parte, no los ven. Por su lado, los espíritus malignos van solamente por aquellos caminos que conducen al infierno; y exactamente hacia la sociedad correspondiente a la maldad de su amor; a su vez, tampoco ven los caminos que conducen a otra parte; y si acaso los ven, no sienten deseos de internar-se en el]os. En el mundo espiritual, estos caminos son apariencias reales, que corresponden a verdades y falsedades. Por tal razón, en la Palabra, los caminos tienen esta misma significación. Mediante este testimonio tomado de la experiencia, lo que se ha dicho antes, en base a argumentos racionales, se ve confirmado; esto es, que todo hombre después de la muerte es su propio amor y su propia voluntad. Se dice su propia voluntad, porque la voluntad de cada cual, es su amor.

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El hombre después de la muerte es tal como su voluntad o amor predominante por toda la eternidad. Esto también ha sido confirmado por medio de una amplia experiencia. Me ha sido dado hablar con algunas personas que vivieron dos mil años atrás, cuyas vidas están inscriptas en la historia, siendo por tanto notoriedades; y hallé que proseguían siendo tal como se las describe; es decir, en cuanto al amor en base al cual y según el cual conformaron sus vidas. Asimismo pude tratar a otros que figuran en la historia y vivieron diecisiete siglos atrás, a otros que vivieron cuatro siglos atrás; a otros que lo hicieron hace tres siglos, y así sucesivamente, con quienes me fue dado conversar; y hallé que en ellos el mismo afecto seguía prevaleciendo; con la única diferencia de que los deleites de su amor se habían convertido en cosas correspondientes a los mismos. Los ángeles aseguran que la vida del amor predominante en cada cual no se modifica en toda la eternidad; ya que cada persona es su propio amor; por lo que cambiar el amor de un espíritu, sería despojarlo de su vida o provocar su extinción; y ello se debe al hecho de que después de la muerte, el hombre no puede ser reformado mediante la instrucción, como ocurre en el mundo; porgue su plano más externo, que está compuesto de conocimientos naturales y afectos, entra entonces en un estado de reposo, y como no es espiritual, no puede ser develado (véase arriba, Nº 464). Sobre ese plano descansa la interioridad de la mente y disposición, como una casa sobre sus cimientos; de ahí que cada cual prosiga siendo por toda la eternidad tal como fue la vida de su amor en el mundo. Los ángeles se asombran enormemente al enterarse de que el hombre no sabe que cada cual es tal como es su amor predominante y de que muchos supongan que pueden ser salvados por misericordia inmediata; o exclusivamente por la fe, sin que cuente la vida que han llevado; y que ignoran que la misericordia Divina es mediata; lo cual consiste en que el hombre es guiado por el Señor, tanto en este mundo como en' el otro, por toda la eternidad; y que quienes no viven en el mal son guiados por la misericordia Divina; y por último, que la fe es afecto por la verdad emanada del amor celestial que procede del Señor.

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l hombre que siente amor celestial y espiritual va al cielo; en cambio el hombre que no siente amor celestial y espiritual, sino corporal y mundano, va al Infierno. Esto se hizo evidente para mí al ver a muchos seres que eran elevados al cielo o arrojados al infierno. La vida de los que fueron elevados al cielo, emanaba de un amor celestial y espiritual, y la de quienes fueron arrojados al infierno, de un amor corporal y mundano. El amor celestial consiste en amar lo que es bueno, honesto y justo; porque es bueno, honesto y justo; y en ponerlo en práctica por a-mor: quienes sienten este amor, llevan una vida de bondad, honestidad y justicia, que es la vida celestial. Quienes aman lo que es bueno, honesto y justo como un fin en sí mismo, y de acuerdo con ello obran y viven, aman al Señor por sobre todas las cosas, puesto que estos dones proceden del Señor; aman asimismo al prójimo, ya que estos dones residen en el prójimo que debe ser amado. Pero el amor corporal consiste en amar lo que es bueno, honesto y justo; no como un fin en sí mismo, sino en provecho propio, ya que mediante este proceder se obtiene reputación, honores y lucro. Los tales, en lo que es bueno, honesto y justo, no toman en cuenta al Señor ni al prójimo, sino a sí mismos y al mundo; y se deleitan en el fraude; y la bondad, honestidad y justicia inspiradas por el fraude no son sino malignidad, deshonestidad e injusticia; y esto es lo que aman tales individuos al servirse de la bondad, la honestidad y la justicia. Como la vida de cada cual está determinada por estos diferentes géneros de amor; después de la muerte, apenas el hombre penetra en el mundo de los espíritus, es explorado para detectar la calidad de su amor, tras lo cual se lo vincula con aquellos que sienten un amor similar; los que sienten amor celestial, con los que habitan en el cielo; y los que experimentan amor corporal con los que moran en el infierno. Y luego de que han atravesado su primer y segundo estado, se separan, hasta el punto que ya no se ven más, o se desconocen. Ello se debe al hecho de que cada cual es su propio amor; tanto en lo que respecta a la interioridad de su mente, como en lo que toca a la exterioridad relativa a su rostro, cuerpo y lenguaje; ya que cada cual se convierte en la efigie de su propio amor; incluso en su exterioridad. Quienes encarnan amores corporales, tienen un aspecto craso, tenebroso, negro y deforme; mientras que los que encarnan amores celestiales, tienen un aspecto exuberante, diáfano, bello e inmaculado. Asimismo por su calidad mental y pensamientos, difieren totalmente; los que encarnan amores celestiales, son inteligentes y sabios, pero los que encarnan amores corporales son estúpidos y fatuos. Cuando es dado contemplar la interioridad y exterioridad del pensamiento y afecto de quienes viven en el amor celestial, su Interioridad aparece como una luz, y en algunos como una luz flameante, y la exterioridad se manifiesta en diversos colores bellos como los del arco iris. Pero la interioridad de los que viven en el amor corporal se muestra negra, porque está ocluida; y la interioridad de algunos que ejercitaron íntimamente el fraude maligno, tiene el aspecto de un juego tenebroso; en cambio su exterioridad es de un color sórdido, desagradable a la vista. (La interioridad y exterioridad de la mente y disposición se hacen visibles en el mundo espiritual toda vez que el Señor así lo desea). Los que están inmersos en el amor corporal, a la luz del cielo, no ven nada; para ellos la luz del cielo es densa oscuridad; pero la luz infernal, que es como la luz que despide el carbón ardiente, para ellos es una luz diáfana. Por lo demás, a la luz del cielo, su vista interior se obnubila de tal modo que se vuelven insanos; por lo que huyen de esa luz y se ocultan en antros y cavernas tan profundas como la falsedad del mal que padecen. Por otra parte, aquellos que viven en el amor celestial, cuanto más íntima y hondamente penetran en la luz del cielo, más nítidas y bellas son todas las cosas ante sus ojos, y perciben las verdades con mayor inteligencia y sabiduría. Del mismo modo, a los que están inmersos en el amor corporal les resulta imposible vivir en el calor del cielo, porque el calor del cielo es amor celestial; pero sí pueden vivir en el calor del infierno, que es el amor de encarnizarse con aquellos que no lo favorecen a uno. Los deleites de ese amor son el desprecio hacia los demás, la animadversión, el odio y la venganza; y cuando están inmersos en tales deleites, disfrutan de su vida, y no tienen la menor noción de lo que es hacer el bien a los demás en virtud del bien y por el bien mismo, puesto que sólo saben hacer el bien en virtud del mal y por amor del mal. Los que están sumidos en el a-mor corporal no pueden respirar en el cielo. Cuando algún espíritu maligno es conducido al cielo, respira como quien se debate en un conflicto; mientras que los que viven en el amor celestial, gozan de una respiración más libre y de una vida más plena a medida que se adentran en el cielo. Todo ello demuestra que el cielo en el hombre es amor celestial y espiritual, ya que en e-se amor están inscriptas todas las cosas del cielo; y que el infierno en el hombre es el amor corporal y mundano carente de amor celestial y espiritual, porque en ese amor están inscriptas todas las cosas del infierno. Es evidente, entonces, que aquel que siente amor celestial y espiritual, accede al cielo, y que aquel que experimenta amor corporal y mundano, sin sentir amor celestial y espiritual, penetra en el infierno.

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a fe no permanece en el hombre a menos que proceda del amor celestial. Lo cual me fue dado comprobar por experiencia directa; tantas veces, que de citar todo lo que he visto y oído al respecto, llenaría un volumen entero. Lo que puedo testimoniar es que la fe de los que están inmersos en el amor corporal y mundano, sin sentir amor celestial y espiritual, es completamente nula; son incapaces de sentir fe; sólo poseen el conocimiento o la persuasión de que una cosa es cierta cuando sirve a su amor. Algunos de los que alegaban sentir fe fueron conducidos hasta donde se hallaban los que sentían fe; y al comunicarse con ellos, percibieron que carecían totalmente de fe; más adelante confesaron que limitarse a creer lo que es cierto, y a creer en el Texto de la Palabra, no es tener fe, dado que la fe es amar la verdad por amor celestial, y quererla y llevarla a la práctica por afecto interior. Por otra parte, se les demostró que la persuasión que llamaban fe era similar a la luz de invierno; bajo la cual, debido a que está desprovista de calor, todas las cosas de la tierra se cubren de escarcha, se sumen en el letargo, y yacen sepultadas por la nieve. De manera que a-penas un rayo de la luz del cielo, roza la luz persuasiva que hay en ellos; ésta, no sólo se extingue, sino que se torna en tinieblas, en donde nadie puede verse siquiera a sí mismo. Al mismo tiempo, su interioridad se obscurece; tanto, que se vuelven incapaces de comprender absolutamente nada; y por último, caen en la insania que emana de las falsedades. En consecuencia, estos individuos se ven privados de todas las verdades que han aprendido en la Palabra y por la doctrina de la iglesia; a las que anteriormente habían llamado verdades de su fe; y en su lugar, asimilan toda falsedad que concuerde con la perversidad de su vida; ya que todos ellos quedan librados al influjo de sus amores y de sus falsedades correspondientes; entonces, sienten odio, aborrecimiento y rechazo hacia las verdades; porque son incompatibles con las falsedades del mal en el que están inmersos. En virtud de mi experiencia acerca del cielo y el infierno, puedo atestiguar que todos aquellos que por su doctrina han profesado la fe exclusivamente, llevando una vida maligna, están en el infierno. (Sobre éstos véase el tratado relativo al Juicio Final y La Destrucción de Babilonia).

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E
l amor en acto, esto es, la vida del hombre, es lo que permanece. Esto se desprende como conclusión de lo que se ha expuesto recién en base a la experiencia, y de lo que se ha dicho sobre las acciones y las obras. El amor en acto es obra y acción.

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D
ebe entenderse que todas las obras y acciones pertenecen a la vida moral y civil, y que conciernen, por tanto, a lo que es honesto y recto, y a lo que es justo y equitativo; lo que es honesto y recto compete a la vida moral, y lo que es justo y equitativo a la vida civil. El amor por el cual se realizan las acciones, es celestial o infernal. Las obras y las acciones de la vida moral y civil, cuando se realizan por amor celestial, son celestiales; puesto que lo que se hace por amor celestial, se hace por inspiración del Señor, y todo lo que está inspirado por el Señor es bueno. Pero cuando las acciones y las obras de la vida moral y civil se ejecutan por amor infernal, son infernales; porque lo que se hace bajo el influjo de este amor, que es el amor de sí mismo y del mundo, se hace por inspiración del hombre mismo, y todo lo que se hace por inspiración del hombre es maligno en sí mismo; puesto que considerado en sí mismo, vale decir, en lo que le es propio, el hombre no es otra cosa que maldad.

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Capítulo L

LOS DELEITES DE LA VIDA
DE CADA CUAL SE TRANSFORMAN
DESPUÉS DE LA MUERTE
EN COSAS CORRESPONDIENTES

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S
egún se ha expuesto en el capítulo previo, el afecto imperante o amor predominante en cada persona, permanece por toda la eternidad. Ahora explicaremos cómo los deleites de ese afecto o amor se transforman en cosas correspondientes. Que se transforman en cosas correspondientes, quiere decir que se transforman en cosas espirituales que corresponden a las naturales. Que se transforman en cosas espirituales, se desprende del hecho de que mientras el hombre está en su cuerpo terrenal, está en el mundo natural; pero al abandonar ese cuerpo, ingresa en el mundo espiritual y se reviste de un cuerpo espiritual. Ya se ha indicado antes que los ángeles —y los hombres después de la muerte— poseen una perfecta forma humana, y que los cuerpos de que están revestidos, son cuerpos espirituales (Nº 73-77 y 453-460); y cuál es la correspondencia entre las cosas espirituales y las naturales (Nº 87-115).

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odos los deleites del hombre pertenecen a su amor predominante, ya que nada siente como deleitable salvo aquello que ama; y muy especialmente aquello que ama por sobre todas las cosas. Estos deleites son diversos. En general, hay tantos como amores predominantes hay; por consiguiente tantos como hombres, espíritus y ángeles; puesto que el amor predominante de uno nunca es igual al de otro en todos sus aspectos. Por la misma razón, nadie tiene el rostro exactamente igual al de otro; dado que el rostro de cada cual es la imagen de su mente; y en el mundo espiritual es la imagen de su amor predominante. En particular, los deleites de cada cual son de una variedad infinita. Es imposible que un deleite sea exactamente igual o idéntico a otro, ya sean sucesivos, ya simultáneos, jamás se da que uno sea igual a otro. De cualquier modo, los deleites particulares de cada cual dependen de su amor primordial, que es su amor predominante; ya que todos ellos entran en su composición, haciendo con él una sola cosa. Asimismo todos los deleites en general dependen de un amor predominante universal, que en el cielo es el amor al Señor, y en el infierno el amor de sí mismo.

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S
olamente en base a la ciencia de las correspondencias puede saberse en qué deleites espirituales se transforman los deleites naturales de cada cual después de la muerte, y qué género de deleites son éstos. En general, esta ciencia enseña que nada natural puede existir sin su correspondencia espiritual. En particular, enseña qué cosa es aquella con la que se establece la correspondencia, y de qué género es. Por tanto, quienquiera que conozca esta ciencia puede determinar y saber cuál será su estado después de la muerte: con sólo saber cómo es su amor, y cuál es su relación con los amores universales predominantes de los que se habló más arriba, con los que todos los demás amores se relacionan. Pero a quienes están inmersos en el amor de sí mismos les resulta imposible saber cuál es su amor predominante, porque aman lo que les es propio, y llaman bienes a sus perversidades; y a las falsedades, hacia las que propenden, y mediante las cuales confirman sus perversidades, las llaman verdades. Y sin embargo, si así lo desearan, podrían saberlo por vía de otros que poseen sabiduría y ven lo que ellos no ven. De todas maneras esto es imposible para quienes están tan subyugados por el amor de sí mismos que llegan a menospreciar las enseñanzas de los sabios. En cambio aquellos que viven en el amor celestial, aceptan la instrucción, y apenas les es dado experimentar sus perversidades innatas, las reconocen basándose en las verdades, ya que éstas ponen al descubierto las perversidades. Partiendo de la verdad que emana del bien cualquiera puede ver el mal y su falsedad; pero partiendo del mal nadie puede ver lo que es bueno y verdadero; ello se debe a que las falsedades del mal son tenebrosas y corresponden a las tinieblas; por eso quienes están inmersos en las falsedades del mal, son como ciegos, que no ven las cosas expuestas a la luz, sino que huyen de ellas como aves nocturnas. Por su parte las verdades del bien, por ser luminosas, corresponden a la luz (ver arriba, Nº 126-34); y quienes viven en las verdades del bien, son videntes; tienen los ojos bien abiertos, y disciernen las cosas que están a la luz de las que están a la sombra. Esto es algo que me fue dado verificar mediante la experiencia. Los ángeles del cielo ven y perciben las perversidades y falsedades que a veces ellos mismos padecen, así como también las de espíritus que ha-bitan en el mundo de los espíritus y están en conexión con el infierno, si bien estos espíritus no pueden ver por sí mismos sus propias perversidades y falsedades. No saben qué es el bien del amor celestial, ni la conciencia, ni la honestidad y la justicia; salvo que redunden en su propio beneficio; tampoco tienen noción de lo que es ser guiado por el Señor. Declaran que tales cosas no existen, y que, por tanto, su importancia es nula. Todo esto se ha dicho a fin de que el hombre se explore a sí mismo, y por medio de sus deleites, detecte cuál es su amor; de manera que en base a un conocimiento de las correspondencias pueda saber cuál será su estado después de la muerte.

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C
ómo se transforman después de la muerte los deleites de cada cual en cosas correspondientes, es algo que puede saberse en base a la ciencia de las correspondencias; pero dado que dicha ciencia carece de divulgación hoy en día, procuraré arrojar alguna luz sobre esta cuestión citando ciertos ejemplos tomados de la experiencia. Todos los que están inmersos en el mal, y que han asumido las falsedades opuestas a las verdades de la iglesia; sobre todo aquellos que han rechazado la Palabra, huyen de la luz del cielo y buscan guarida en unos antros que, a juzgar por sus aberturas, son tenebrosos; y también en ciertas hendiduras de las rocas, ocultándose allí; y esto porque amaron las falsedades, aborreciendo las verdades; pues tales antros y hendiduras de las rocas, al igual que las tinieblas, corresponden a las falsedades, como la luz corresponde a las verdades. Morar en sitios semejantes constituye su deleite, y les repugna habitar en campo abierto. Lo mismo ocurre con quienes se deleitaron urdiendo clandestinamente insidias y maquinaciones dolosas. También éstos moran en dichos antros, y suelen penetrar en ciertos recintos tan oscuros que no pueden verse entre sí; y una vez allí, cuchichean en los rincones. En esto degenera el deleite de su amor. Quienes estudiaron ciencias con el sólo fin de ser tenidos por doctos, sin haber cultivado su facultad racional a través de sus estudios, regodeándose en cambio en los datos de la memoria por mera vanagloria, aman los parajes arenosos; ya que prefieren estos sitios a los campos y jardines, porque los parajes arenosos corresponden a semejantes estudios. Quienes son peritos en las doctrinas de su iglesia y de las otras, pero no han aplicado sus conocimientos a la vida, eligen para sí ciertos parajes rocosos y hacen su morada allí entre montones de piedras, huyendo de los terrenos cultivados porque les producen repugnancia. Quienes todo lo a-tribuyen a la naturaleza, así como aquellos que atribuyen todo a su propia prudencia, y que por diversos artificios obtuvieron honores y riquezas, en la otra vida se consagran al estudio de las artes mágicas, que son abusos del orden Divino, y en estas actividades hallan su deleite vital. Los que acomodaron las verdades Divinas a sus propios amores, adulterándolas, aman las cosas relativas al orín; porque estas cosas corresponden a tales amores. Quienes fueron sórdidamente avaros, moran en celdas, y aman las inmundicias nauseabundas y cierto tipo de hedores como los que despide la comida indigesta en el estómago. Aquellos que entregaron su vida a la mera voluptuosidad, y vivieron rodeados de delicadezas, satisfaciendo su gula y su estómago; y amaron tales cosas como los máximos bienes que la vida puede brindar; en la otra vida, aman las cosas excrementicias y las letrinas; en ello encuentran su deleite; porque tal género de deleites es inmundicia espiritual. Sin embargo huyen de los lugares limpios en los que no hay inmundicias, ya que les producen repugnancia. Quienes se deleitaron en el adulterio, pasan su tiempo en lupanares, donde todo es vil e inmundo; aman estas cosas, pero huyen de los hogares castos; y apenas entran en uno de ellos, caen desmayados. Nada les resulta más deleitable que destruir matrimonios. Los que se caracterizaron por su espíritu vengativo, siendo, por tanto, de naturaleza salvaje y cruel, aman la carroña y moran en infiernos de índole semejante. Y así sucesivamente.

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or otro lado, los deleites vitales de aquellos que en el mundo vivieron en el amor celestial, se transforman en cosas correspondientes, tales como las que existen en los cielos, las cuales emanan del sol del cielo y su luz; esta luz, pone de manifiesto aquellas cosas que encierran algo Divino en su parte más recóndita. Las cosas que aparecen bajo e-sa luz, conmueven la interioridad de los ángeles, así como la exterioridad perteneciente a su cuerpo; y como la luz Divina, que es la verdad Divina procedente del Señor, fluye en sus mentes develadas por el amor Divino, manifiesta en forma externa aquellas cosas que corresponden a los deleites de su a-mor. Ya se ha indicado antes, en el capítulo relativo a la sabiduría de los ángeles (Nº 265-275), y en 3l que trata sobre las Representaciones y Apariencias en el cielo (Nº 170-176), que las cosas que se ven en los cielos corresponden a la interioridad de los ángeles, o a las cosas concernientes a su fe y amor; y por ende, a su inteligencia y sabiduría. Habiendo comenzado ya a aclarar este punto mediante ejemplos tomados de la experiencia; para ilustrar aún más lo que se ha expuesto anteriormente según la relación causal, deseo referir algunos detalles acerca de las deleitables cosas celestiales en que se transforman los deleites naturales de quienes en el mundo han vivido en el amor celestial. Los que amaron las verdades Divinas y la Palabra por afecto interior; o por afecto hacia la verdad misma, en la otra vida moran en la luz; en elevaciones que parecen montañas, donde disfrutan continuamente de la luz del cielo. No saben lo que son las tinieblas, como las que cubren la noche en el mundo; viven en una temperatura primaveral; ante sus ojos a-parecen campos repletos de siembra y viñedos; en sus hogares todo es refulgente como las piedras preciosas; y mirar por las ventanas es como mirar a través del cristal puro. Tales son los deleites de su vista; pero estas mismas cosas son interiormente deleitables, porque son correspondencias de cosas Divinas celestiales: las verdades de la Palabra que han amado corresponden a los sembradíos, viñedos, piedras preciosas, ventanas y cristales. Quienes han aplicado inmediatamente a la vida los conocimientos doctrinarios de la iglesia - que proceden de la Palabra - están en el íntimo cielo, y sobrepasan a todos los demás en sus deleites de sabiduría. En cada objeto ven algo Divino; los objetos, son vistos realmente por sus ojos; pero las correspondencias Divinas afluyen inmediatamente a su mente colmándola de una bendición que afecta todos sus sentidos. Así, a sus ojos, todas las cosas parecen reír, jugar y vivir (ver arriba, Nº 270). Aquellos que han amado los conocimientos, y cultivando por medio de ellos su facultad racional, adquirieron inteligencia; reconociendo asimismo a la Divinidad; en la otra vida se regocijan en los conocimientos, y su deleite racional se vuelve deleite espiritual, que es el deleite de conocer el bien y la verdad. Tienen su morada en jardines, donde se ven arriates y prados pulcramente delineados, con hileras de árboles a su alrededor y enramadas y senderos; los árboles y las flores cambian cotidianamente. El paisaje en su conjunto infunde deleite a su mente en sentido general, y las variedades particulares renuevan constantemente su deleite; y como todo lo que hay allí corresponde a algo Divino, y ellos son expertos en la ciencia de las correspondencias, adquieren continuamente nuevos conocimientos mediante los cuales perfeccionan su facultad racional espiritual. Así son sus deleites, porque los jardines, arriates, prados y árboles corresponden a las ciencias, a los conocimientos y a la inteligencia derivada de ellos. Quienes todo lo han atribuido a la Divinidad, considerando a la naturaleza como algo sin vida; meramente subordinado a lo espiritual, y asumieron esa convicción, gozan de la luz espiritual; todas las cosas se transparentan bajo esa luz, y su transparencia ofrece innumerables variaciones de luz, y su vista interna las detecta en forma casi inmediata, lo que les permite experimentar deleites interiores. Las cosas que se ven en las casas son como adamantinas, y presentan las mismas variaciones de luz. Las paredes de las casas —según se ha dicho antes— son cristalinas; de manera que son también transparentes, y en ellas se distinguen formas representativas de cosas celestiales que parecen fluir en perpetua variedad; ya que esa transparencia, corresponde al intelecto esclarecido por el Señor; cuando las sombras que arroja la creencia y el amor hacia las cosas naturales, ya han sido disipadas. A éstas, e infinidad de otras cosas, se refieren quienes han estado en el cielo, al decir que vieron cosas jamás vistas, y que, gracias a una percepción de las cosas Divinas que les fue comunicada por sus habitantes, oyeron cosas que nunca oyó oído alguno. Quienes no obraron clandestinamente, sino que se mostraron dispuestos a declarar todos sus pensamientos en la medida en que las normas de la vida civil así lo permitiesen, puesto que sus pensamientos siempre coincidieron con la honestidad y la justicia emanadas de la Divinidad; éstos, en el cielo tienen un rostro luminoso en virtud de una luz que expresa en su rostro algo así como la efigie de sus más imperceptibles afectos y pensamientos; del mismo modo, en su lenguaje y acciones se representan sus afectos como en efigie. Estos, por tanto, inspiran un amor supremo. Mientras están hablando, su rostro se oscurece un tanto; pero apenas han terminado de hablar, lo que han dicho se manifiesta plena e inmediatamente en su rostro. Y como los objetos que se ven a su alrededor, corresponden a su interioridad, ésta asume una apariencia que permite a los demás discernir qué representa y significa. Los espíritus que hallaron deleite en las acciones clandestinas, apenas ven desde lejos a quienes son así, huyen de su presencia, y al alejarse, da la impresión de que se arrastraran como serpientes. Quienes consideraron al adulterio como algo abominable, y vivieron en la castidad del amor conyugal, armonizan más que nadie con el orden y la forma del cielo; por lo que gozan de la beº lleza en su plenitud, permaneciendo perpetuamente en la flor de la juventud. Los deleites de su amor son inefables, y se ahondan por toda la eternidad; ya que en ese amor fluyen todos los deleites y goces del cielo, porque ese amor desciende de la conjunción del Señor con el cielo y la iglesia; en general, de la conjunción del bien y la verdad, conjunción que es el mismo cielo en su conjunto; y en particular, de cada ángel, (ver arriba Nº 366-386). Es imposible describir en vocablos humanos cómo son sus deleites externos. Estas son apenas algunas de las cosas que me han sido referidas sobre las correspondencias de quienes viven en el amor celestial.

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odo lo cual pone en evidencia que los deleites de cada uno se convierten en correspondencias después de la muerte, mientras que el amor en sí mismo prosigue por toda la eternidad. Esto es cierto en lo que respecta al amor conyugal, al amor de la justicia, la honestidad, la bondad y la verdad; al amor por la inteligencia y la sabiduría, la ciencia y los conocimientos, y todos los demás valores. De estos amores los deleites brotan como torrentes de un manantial; y se arraigan en el ser; pero cuando ascienden de deleites naturales a espirituales, se elevan a un grado superior.

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Capítulo Ll

EL PRIMER ESTADO
DEL HOMBRE DESPUÉS
DE LA MUERTE

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espués de la muerte el hombre atraviesa por tres estados antes de ingresar al cielo o al infierno. El primero es el estado de su exterioridad; el segundo, el estado de su interioridad; y el tercero es el estado de su preparación. El hombre pasa por estos estados en el mundo de los espíritus. Hay algunas personas, sin embargo, que no pasan por ellos; sino que son elevados al cielo o arrojados al infierno inmediatamente después de la muerte. Quienes son elevados inmediatamente al cielo son aquellos que han sido regenerados en el mundo; estando, por tanto, preparados para ingresar al cielo. Los que han sido regenerados y preparados de modo que sólo necesitan desprenderse de impurezas naturales junto con el cuerpo, son elevados al cielo de inmediato por los ángeles. Y he visto cómo eran llevados al cielo unos instantes después de la hora de su muerte. Por otra parte, los que fueron íntimamente perversos; al tiempo que aparentaban bondad exteriormente; habiendo llegado, por tanto, al colmo de la perversidad por medio de artificios; sirviéndose de la bondad para cometer acciones dolosas; éstos, son arrojados al infierno inmediatamente después de la muerte; los más tramposos con la cabeza hacia abajo y los pies para arriba; y otros de diversas maneras. Hay algunos que son arrojados en cavernas inmediatamente después de la muerte, siendo apartados de aquellos que están en el mundo de los espíritus; de donde se los hace salir, y adonde se los envía nuevamente, por turnos. Estos son los que bajo pretextos civiles, se comportaron maliciosamente con el prójimo. Pero éstos son pocos en comparación con los que son retenidos en el mundo de los espíritus; a quienes, después de una etapa de preparación, se los envía al cielo o al infierno.

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n cuanto al primer estado, que es el estado de su exterioridad, es aquel que atraviesa el hombre inmediatamente después de la muerte. Todo hombre, en lo que se refiere a su espíritu, está dotado de exterioridad y de interioridad. La exterioridad de su espíritu está constituida por aquellas cosas mediante las cuales el hombre se sirve de su cuerpo para establecer relación con los demás; especialmente el rostro, el lenguaje y los gestos; mientras que la interioridad de su espíritu pertenece a su propia voluntad y al pensamiento derivado de ella; y esto es algo que rara vez se manifiesta en el rostro, el lenguaje o los gestos. Ya que el hombre está habituado desde la infancia a exhibir un semblante amistoso, benevolente y sincero; y a disimular los pensamientos de su propia voluntad, habiéndose acostumbrado por tanto a llevar una vida moral y civil exteriormente; sin que importe su índole interior. A causa de esta costumbre, el hombre prácticamente desconoce su interioridad, y piensa muy poco acerca de ella.

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l primer estado del hombre después de la muerte es similar al estado que experimentaba en el mundo, ya que entonces, también se halla en su exterioridad; tiene un rostro similar; su lenguaje es similar, igual que su disposición; lo que determina que su vida civil y moral también sea similar; de manera que se da cuenta que ya no está en el mundo sólo al observar las cosas que encuentra a su paso; y porque los ángeles le han dicho al resuscitar que ya es un espíritu (Nº 450). Así, una vida es continuación de la otra; y la muerte, meramente una transición.     anges-lumiere.fr

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iendo así el estado del espíritu del hombre inmediatamente posterior a su vida en el mundo; sus amigos lo reconocen, al igual que aquellos con quienes trabó relación en el mundo; ya que esto es algo que los espíritus perciben no sólo en el rostro y lenguaje, sino también en la esfera de vida que emana de cada uno cuando está cerca. En la otra vida, cada vez que alguien piensa en otro, proyecta ante sí su rostro mentalmente; al mismo tiempo que muchos detalles de su vida; y cuando esto ocurre, el otro se hace presente; como si lo enviaran o acudiese a un llamado. Esto sucede en el mundo espiritual porque allí los pensamientos se comparten, y no hay espacio como en el mundo natural (ver arriba, Nº 191-199). Así, todos, apenas ingresan a la otra vida, son reconocidos por sus amigos, parientes, y por aquellos que de una u otra forma entablaron relación con ellos; y conversan entre sí, y luego establecen relación de acuerdo con el tipo de amistades que frecuentaron en el mundo. A menudo he oído decir que aquellos que arriban del mundo, se regocijan al ver otra vez a sus amigos, y que sus amigos, por su parte, se alegran al verlos llegar. Es muy común ver a un marido que se reencuentra con su esposa; y luego de congratularse mutuamente, prosiguen su vida juntos; y esto por un período largo o breve según el deleite que sentían mientras cohabitaban en el mundo. Pero si no estuvieron unidos por el verdadero amor conyugal —que es conjunción mental por amor celestial —después de permanecer un tiempo juntos, se separan. O si entre ellos hubo discordancia afectiva e intelectual, y experimentaban una íntima aversión mutua, surge entre ellos una enemistad declarada, y a veces, hasta llegan a reñir; a pesar de lo cual no se separan antes de entrar en su segundo estado, al que nos referiremos enseguida.

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uesto que la vida de los espíritus recién llegados del mundo no difiere de su vida en el mundo natural, y como ignoran todo lo respectivo al estado vital después de la muerte, y al cielo y al infierno, excepto lo que aprendieron del sentido literal de la Palabra y la prédica inspirada en ella; al principio se sorprenden de habitar en un cuerpo, y de estar dotados de todos los sentidos que gozaron en el mundo, viendo las mismas cosas que allí; y se sienten acuciados por el ansia de saber qué es el cielo, . qué el infierno, y dónde están. Entonces sus amigos los instruyen sobre los estados que se experimentan en la vida eterna, y los conducen a diversos lugares; y algunas veces a ciudades, jardines y parques; mostrándoles principalmente aquellas cosas que por su magnificencia deleitan su exterioridad; en la cual se hallan inmersos. Luego les es dado; en forma alternada, evocar aquellas nociones sobre el estado de su alma después de la muerte; sobre el cielo y el infierno, que concibieron durante su vida en el cuerpo; hasta que sienten indignación por su total ignorancia al respecto; y asimismo por la ignorancia que prevalece en la iglesia en este sentido. Casi todos ansían saber si irán al cielo. La mayoría piensa que así ha de ser, pues en el mundo llevaron una vida moral y civil; sin consideraren ningún momento que, exteriormente, los buenos y los malos llevan una vida similar; haciendo el bien a los demás del mismo modo; frecuentando templos, oyendo sermones y o-raciones; sin tomar en cuenta en absoluto que las acciones externas y los actos externos de culto, no tienen valor alguno, sino es por la interioridad de la cual procede la exterioridad. A duras penas puede encontrarse a uno; entre millares, que sepa que es la interioridad; y sin embargo, allí es donde el hom-bre debe buscar el cielo y la iglesia; y casi nadie sabe que los actos externos son tales como las intenciones, los pensamientos, y el amor y la fe que encierran, y de donde proceden. Inclusive cuando se les instruye al respecto, no alcanzan a comprender que el pensamiento y la voluntad tienen algún valor, pues sólo toman en cuenta el lenguaje y los actos. Así son, en su gran mayoría, quienes parten del orbe cristiano hacia la otra vida en nuestros días.

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stos, de cualquier modo, son explorados por buenos espíritus para saber cómo son, lo cual se lleva a cabo de diversas maneras; ya que en este primer estado los espíritus malignos, al igual que los benignos, expresan verdades y realizan buenos actos; y esto a causa de lo que se ha dicho antes: que, al igual que los buenos, exteriormente, llevaron una vida moral; puesto que vivieron bajo un régimen gubernamental, bajo el imperio de las leyes; adquiriendo, por tanto, renombre de justos y sinceros; fueron loados, enaltecidos a posiciones de honor; y lucraron. Pero los espíritus malignos se distinguen de los espíritus benignos principalmente en esto: los malignos prestan una voraz atención a lo que se dice sobre las cosas externas, y prácticamente ninguna atención a lo que se dice sobre las cosas internas, que son las verdades y bienes de la iglesia y el cielo. No es que no escuchen, sino que lo hacen sin atención ni deleite. Estos dos géneros de espíritus también se distinguen por su forma de girar repetidamente en cierta dirección; y por tomar los caminos que van en esa dirección, cuando se los abandona a sus impulsos. Por su manera de volverse hacia determinadas regiones, y tomar ciertos caminos, puede detectarse cuál es el amor que los rige.

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odos los espíritus que arriban procedentes del mundo, están ligados a alguna sociedad del cielo o del infierno; pero esto solamente en cuanto a su interioridad; y su interioridad no se manifiesta ante nadie mientras están inmersos en su exterioridad, porque la exterioridad disimula y oculta la interioridad; máxime entre aquellos que están inmersos en la perversidad interior. Sin embargo, posteriormente, cuando entran en el segundo estado, sus maldades se hacen patentes; ya que entonces su interioridad se devela, y su exterioridad pasa a un estado de reposo.

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ste primer estado del hombre después de la muerte prosigue en algunos casos durante días; en otros, durante meses, y en otros a lo largo de un año; pero es muy raro que se prolongue por más de un año. Esto se da en cada cual según la concordia o discordia entre su interioridad y su exterioridad; debido a que en cada cual, interioridad y exterioridad deben formar una sola cosa; y corresponderse. En el mundo espiritual a nadie le es dado pensar y querer de una manera y hablar y actuar de otra. Allí cada uno debe ser la efigie de su afecto y amor; de manera que uno debe ser exteriormente tal cual es interiormente; por eso la exterioridad de un espíritu es develada y reducida al orden en primerísimo lugar, de forma que pueda servir a la interioridad como plano correspondiente.

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Capítulo Lll

EL SEGUNDO ESTADO DEL HOMBRE

DESPUÉS DE LA MUERTE

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l segundo estado del hombre después de la muerte se designa como estado de interioridad, porque entonces le es dado a-sumir la interioridad de su mente, de su voluntad y pensamiento; en tanto que su exterioridad, la cual había asumido durante su primer estado, permanece en reposo. Quienquiera que observe un poco el desarrollo de la vida del hombre, su lenguaje y acciones, puede advertir que toda persona está dotada de interioridad y exterioridad; o sea, pensamientos e intenciones, exteriores e interiores. Esto se hace patente en el hecho de que en la vida civil u-no piensa sobre los demás según lo que ha oído y advertido por comentarios, o a través de la conversación; pero no habla con ellos de acuerdo con su pensamiento, y los trata con urbanidad aunque sean perversos. Que ello es a-sí es particularmente notable en los farsantes y aduladores, quienes hablan y actúan de un modo, pero quieren y piensan de otro completamente distinto. Otro caso semejante es el de los hipócritas, quienes hablan sobre Dios, el cielo, la salvación de las almas, las verdades de la iglesia, y el bien de su patria y de su prójimo, como si estuviesen inspirados por la fe y el amor; aunque lo que sienten en su corazón es bien diferente, puesto que se aman exclusivamente a sí mismos. Todo lo cual pone de manifiesto que hay dos clases de pensamiento: uno exterior y otro interior; y que hay quienes hablan según su pensamiento exterior, abrigando en su pensamiento interior sentimientos bien distintos; y que estas dos clases de pensamientos se mantienen separados, ya que se pone especial cautela a fin de evitar que el interior afluya al exterior, y se hace patente de algún modo. Desde la creación el hombre fue configurado de forma tal que su pensamiento exterior y el interior constituyan una sola cosa de acuerdo con las correspondencias; y efectivamente conforman una sola cosa en aquellos que viven en el bien, pues éstos piensan y hablan nada más que lo que es bueno. En cambio en quienes viven en el mal, el pensamiento interior y el exterior no son una sola cosa; porque éstos piensan perversamente, y hablan sobre lo que es bueno. Con éstos se da una inversión del orden, porque en ellos la bondad está por fuera, y la maldad por dentro; y por eso el mal prevalece sobre el bien, sojuzgándolo como a un sirviente, para usarlo como un medio en la consecución de sus fines, que son de la misma índole que su amor. Siendo tal el contenido del bien que procuran y hacen, es evidente que su bondad no es bondad, pues está contaminada de maldad; aunque por su aspecto exterior parezcan bondadosos a los ojos de quienes no están al tanto de su interioridad. El caso es distinto con quienes viven en el bien. Entre ellos no se hadado una inversión del orden, y el bien del pensamiento interior fluye en el pensamiento exterior, llegando así a su palabra y a sus acciones. Este es el orden según el cual el hombre ha sido creado; y en el cielo, y a la luz del cielo, su interioridad reviste dicho orden. Como la luz del cielo es la verdad Divina que procede del Señor; siendo, por tanto el Señor en el cielo (Nº 126-149); quienes responden a estas características, son guiados por el Señor. Todo esto se ha dicho a fin de que se sepa que todo hombre posee un pensamiento interior y un pensamiento exterior, y que éstos se distinguen entre sí. Cuando se dice pensamiento también se dice voluntad, porque el pensamiento emana de la voluntad, y el pensamiento es nulo sin la voluntad. Todo lo cual explica a qué se hace referencia cuando se habla de los estados de exterioridad e interioridad por los que pasa el hombre.

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uando se habla de la voluntad y el pensamiento; la voluntad implica afecto y amor, y todo el deleite y el placer emanados del afecto y el amor, ya que éstos dependen de la voluntad como agente; porque lo que el hombre quiere, eso ama; sintiendo deleite y voluptuosidad; por otra parte, lo que el hombre ama, sintiendo deleite y voluptuosidad, eso quiere. En cambio el pensamiento implica todo aquello mediante lo cual se confirma el afecto y el amor; ya que el pensamiento es nada más que la forma de la voluntad, o aquello que pone a la luz lo que se quiere. Esta forma se hace aparente mediante diversos análisis racionales, que se originan en el mundo espiritual y son propios del espíritu del hombre.

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e manera que debe entenderse que el hombre es tal como su interioridad, y no como su exterioridad aparte de su interioridad. Esto se debe al hecho de que su interioridad pertenece a su espíritu, y la vida del hombre es la vida de su espíritu, ya que éste da vida al cuerpo; y por eso el hombre continúa siendo por toda la eternidad tal como es su interioridad. Pero puesto que la exterioridad pertenece al cuerpo, después de la muerte se desprende; si bien existe un cierto nivel de exterioridad que se halla adherido al espíritu, que permanece en estado de reposo, sirviendo meramente como plano a la interioridad, según se ha indicado más arriba al examinar la memoria del hombre que perdura después de la muerte. Ello pone de manifiesto qué es lo que es propio del hombre, y qué lo que no le es propio, vale decir, que con el hombre maligno, nada de lo que pertenece a su pensamiento exterior; según el cual habla, o a su voluntad exterior; según la cual actúa, es propiamente suyo, sino solamente aquello que pertenece a su pensamiento y voluntad interior.

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uego de pasar por el primer estado —que es el estado de exterioridad examinado en el capítulo previo— al hombre espíritu le es dado entrar en el estado de su interioridad, o en el estado de su voluntad interior y su pensamiento derivado, que es el que experimentaba en el mundo cada vez que podía pensar libremente y sin restricciones. A este estado se abandona inconscientemente; así como en el mundo, cuando a-calla sus pensamientos más próximos al habla —es decir, aquellos que inspiran sus palabras— para refugiarse en su pensamiento interior. De ahí que en éste, que es el estado de su interioridad, el hombre espíritu está en sí mismo y en su propia vida; ya que pensar libremente según su propio afecto es la vida misma del hombre, y su propio ser.

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n este estado el espíritu piensa según su propia voluntad, vale decir, según su propio afecto, o según su propio amor; entonces el pensamiento y la voluntad conforman una sola cosa, y ello de manera tal que casi no parece pensar, sino solamente querer. Cuando habla, sucede prácticamente lo mismo, salvo que lo hace con algún temor de que los pensamientos de su voluntad aparezcan sin tapujos, ya que a causa de su trato social en el mundo, este recelo se ha convertido ya en un hábito de su voluntad.

(504)
A
todo hombre, sin excepción, le es dado entrar en este estado después de la muerte, porque es el estado propio de su espíritu. El estado anterior refleja el espíritu del hombre mientras éste se hallaba en compañía de los demás; y ése no es su propio estado. Que este estado, vale decir, el estado de exterioridad que experimenta el hombre en primer lugar después de la muerte (según se ha señalado en el capítulo previo), no es su propio estado, es algo que se hace patente de muchas maneras; como por ejemplo en el hecho de que los espíritus no sólo piensan sino que también hablan según su afecto, pues su lenguaje emana de su afecto (según queda dicho y expuesto en el capítulo relativo al lenguaje de los ángeles, Nº 234-35). Así es como pensaba el hombre en el mundo, al pensar para sus adentros, ya que entonces su pensamiento no procedía de sus palabras corporales; veía mentalmente las cosas, captando en un minuto mucho más de lo que podría expresar después en media hora. Que el estado de exterioridad no es el estado propio del hombre o de su espíritu, también se manifiesta en el hecho de que cuando se halla en compañía de otros en el mundo, habla según las reglas morales y civiles de vida; y en tales ocasiones, el pensamiento interior rige al exterior; así como una persona a otra, para impedir que se traspasen los límites del decoro y la decencia. Esto también se hace patente en el hecho de que cuando un hombre piensa para sus adentros, piensa cómo debe hablar y actuar para complacer y obtener la amistad, el beneplácito y la preferencia; adoptando para ello un aire artificial, es decir, ajeno a su propia voluntad. Todo lo cual demuestra que el estado de interioridad que le es dado experimentar al espíritu es su propio estado; el cual fue asimismo su propio estado mientras vivió en el mundo como hombre.

(505)
C
uando el espíritu se halla en su estado de interioridad, se pone claramente de manifiesto cómo era el hombre en sí mismo cuando residía en el mundo, pues entonces actúa de acuerdo con su propia naturaleza. Quien en el mundo vivió interiormente en el bien, actúa racional y sabiamente, mucho más sabiamente incluso que en el mundo, porque ya ha sido liberado de toda ligazón con el cuerpo, y por tanto de aquellos factores terrenales que obscurecían su visión, interponiéndose como si fuesen nubes. Pero aquel que en el mundo vivió en el mal, se comporta entonces como un estúpido y un insano, porque ahora está suelto y nada hay que lo refrene. Cuando vivía en el mundo, parecía sano a juzgar por su aspecto externo, ya que por este medio fingía ser un hombre racional; pero una vez despojado de las apariencias externas, su demencia se hace patente. Un hombre maligno que exteriormente adopta la expresión de un hombre bueno, puede compararse aun recipiente bruñido y pulido; provisto de una tapa, que en su interior contiene todo tipo de inmundicias, de acuerdo con las palabras del Señor:

... porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que poríuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia (Mateo XXIII 27).

(506)
L
os que han llevado una buena vida en el mundo, actuando según su conciencia; que son aquellos que reconocieron a la Divinidad y amaron las verdades Divinas; sobre todo quienes las aplicaron a la vida, sienten la misma sensación, al entrar en su estado de interioridad, que aquel que despierta de un sueño para disfrutar de la más plena vigilia; o que aquel que emerge de las sombras para entrar en la luz. Entonces piensan según la luz del cielo, es decir, según la sabiduría interior, y obran inspirados por el bien, esto es, por afecto interior. El cielo fluye en sus pensamientos y afectos infundiéndoles una bendición y un deleite interior que antes no habían conocido; debido a que establecen comunicación con los ángeles del cielo. Entonces reconocen al Señor y lo adoran desde el fondo de su corazón, ya que al hallarse en el estado de su interioridad, encuentran su propia vida (según se ha dicho recién, Nº 505); y como la libertad es inherente al afecto interior, reconocen y adoran al Señor en libertad. Asimismo se despojan de la beatitud exterior y penetran en la beatitud interior que es la esencia misma del culto. Tal es el estado de los que han llevado una vida cristiana en conformidad con los preceptos de la Palabra. Pero el estado de quienes en el mundo llevaron una vida perversa y, por carecer de conciencia, negaron a la Divinidad, es diametralmente opuesto. Debido a que aquel que lleva una vida perversa, íntimamente niega a la Divinidad; por más convencido que esté, cuando se guía por su pensamiento exterior, que reconoce a la Divinidad, y que no niega al Señor. Porque reconocer a la Divinidad y llevar una vida perversa, son cosas opuestas. Cuando los tales, en la otra vida, entran en su estado de interioridad; y se los oye hablar y se los ve actuar, dan la impresión de ser fatuos; ya que debido a su concupiscencia, se entregan desenfrenadamente a todo género de actos abominables; menosprecian al prójimo, hacen escarnio de él, sienten odio y son vengativos; maquinan intrigas; algunos con tal astucia y malignidad, que resultan prácticamente inconcebibles en un ser humano. Pues entonces se hallan en estado de libertad para actuar según los pensamientos de su voluntad; despojados de las condiciones exteriores que los detenían y refrenaban cuando habitaban en el mundo. En una palabra, se ven privados de su racionalidad, porque a su paso por el mundo, su facultad racional no residió en su interioridad sino en su exterioridad; no obstante lo cual, estaban convencidos de ser más sabios que los demás. A causa de su carácter, cuando están en el segundo estado se los remite durante breves intervalos a su estado de exterioridad; y entonces se les recuerdan los actos que cometían cuando se hallaban en su estado de interioridad; algunos de ellos sienten vergüenza y confiesan haber sido insanos; otros no sienten vergüenza alguna; y otros se muestran indignados de que no se les permita permanecer continuamente en su estado de exterioridad. Pero a éstos se les hace ver que de continuar en ese estado, intentarían consumar clandestinamente sus designios perversos; y adoptando un aire de bondad, honestidad y justicia, embaucarían a los simples de corazón y de fe; provocando así su propia perdición de forma irreparable; puesto que a la larga, su exterioridad habría de arder con el mismo fuego que su interioridad, lo cual consumiría su vida en forma absoluta.

(507)
A
l hallarse en este segundo estado, los espíritus manifiestan abiertamente su verdadera índole, de acuerdo con su comportamiento en el mundo; y todo lo que entonces hicieron y dijeron a escondidas, ahora se divulga; ya no se ven refrenados por consideraciones externas; y lo que antes decían y hacían a escondidas, ahora lo dicen, y procuran hacerlo, abiertamente; porque no sienten ningún temor de perder la reputación que tenían en el mundo. También se los reduce a sus diversos estados de perversidad, para que su índole se ponga al descubierto ante los ángeles y los espíritus benignos. Así se descubre lo que está encubierto y se revela lo que está oculto, de acuerdo con las palabras del Señor:

Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habéis oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas. (Lucas XII. 2, 3)

Y en otra parte:

Mas yo os digo que toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ellas dará cuenta en el día del juicio (Mateo XII. 36)

(508)
N
o es posible describir en unas pocas palabras la índole de los espíritus malignos en este estado, ya que cada uno de ellos es insano según sus propias perversidades; y éstas son diversas; de manera que me limitaré a citar algunos casos, en base a los cuales se pueden inferir conclusiones respecto a los demás. Quienes se amaron a sí mismos por sobre todas las cosas, y en el desempeño de su ocupación y funciones tuvieron en cuenta nada más que la obtención de honores; y al prestar servicios, se deleitaron en ellos, pero no por amor al uso, sino por amor de la reputación; para ser estimados por encima de los demás gracias a ellos; regodeándose así con su propia fama y honores; en este segundo estado son supremamente estúpidos; puesto que aquel que se ama a sí mismo, se separa del cielo, y al separarse del cielo, se aparta de la sabiduría. Por su parte aquellos que, además de amarse a sí mismos, fueron arteros; y mediante artimañas obtuvieron honores; se confabulan con pésimos espíritus, y aprenden artes mágicas, que son transgresiones del Orden Divino; y sirviéndose de ellas, acosan y contaminan a quienes no les rinden pleitesía; tienden celadas, fomentan el odio, son ardientemente vengativos, y procuran saciar su furor con aquellos que no se someten a su arbitrio. Y en la medida que son secundados por la maligna turba que los sigue, se entregan desenfrenadamente a este tipo de tropelías. Por último, meditan cómo han de ascender al cielo; para arrasarlo, o bien para ser adorados allí como dioses. A tal límite llega su carácter vesánico. Los papistas de este género son los más insanos de todos, porque pretenden tener potestad sobre el cielo y el infierno, y que pueden perdonar pecados a gusto; y reivindicando para sí todo lo que es Divino, se arrogan el nombre de Cristo. Esta persuasión reviste tales características, que su influjo perturba la mente, genera tinieblas, e incluso dolor. Estos se comportan similarmente en el primer y en el segundo estado; sólo que en el segundo ya no tienen racionalidad. Sobre su insania, y la suerte que les espera después de este estado, se expondrán algunos detalles en el tratado De Ultimo Judicio et Babilonia Destructa. Quienes atribuyeron la Creación a la Naturaleza, habiendo negado por tanto a la Divinidad, sino con sus labios, al menos en su corazón; haciendo lo mismo con todas las cosas del cielo y la iglesia, en este segundo estado se confabulan con sus congéneres y llaman Dios al que se destaca por su astucia, a quien llegan incluso a rendirle tributo Divino. He visto a éstos reunidos, adorando aun mago; debatiendo sobre la Naturaleza, y comportándose estúpidamente: como bestias de a-pariencia humana; si bien, entre ellos, había algunos que en el mundo disfrutaron de posiciones de honor, y otros que fueron reputados de doctos y sabios. Y lo mismo acontece con otros que pasan por distintos estados. En base a estos pocos ejemplos puede inferirse cómo son aquellos que tienen la interioridad de su mente velada en lo que respecta al cielo, cosa que acontece con todos los que no han recibido influjo del cielo; porque no han reconocido a la Divinidad, ni han llevado una vida de fe. Cualquiera puede juzgar por sí mismo cómo habría de actuar si, siendo como es, pudiese actuar sin temor de las leyes, ni de perder su vida; sin ningún tipo de restricciones externas, como el temor de menoscabar su propia reputación; o la pérdida de los honores, y el lucro y los placeres derivados. De todas maneras, la insania de los tales es refrenada por el Señor a fin de que no traspongan los límites del uso; ya que incluso estos espíritus desempeñan algún uso. Los espíritus benignos, a través de ellos, se dan cuenta qué es el mal, cuál su naturaleza y cómo es el hombre cuando no es guiado por el Señor. Otro de los usos que desempeñan es el de congregar espíritus malignos semejantes a ellos, separándolos de los buenos; otro, que los malignos se despojan de las verdades y bienes que profesaron y simularon exteriormente, siendo reducidos a las perversidades de su vida y a las falsedades de su maldad, preparándose así para penetrar en el infierno. Ya que nadie penetra en el infierno hasta que no se halla inmerso en su propia maldad; allí, nadie puede tener una mente dual, es decir, pensar y decir una cosa y querer otra. Allí, todo espíritu debe pensar lo que es falso por maldad, y hablar inspirado por la falsedad del mal; ambas cosas según su voluntad, vale decir, de acuerdo con su propio amor, deleite y voluptuosidad; del mismo modo que pensaba en el mundo cuando se hallaba en su espíritu; cuando pensaba para sí bajo el influjo de su afecto interior. Esto se debe al hecho dé que la voluntad es el hombre mismo; no así el pensamiento, salvo que participe de la voluntad, pues ésta es la naturaleza misma o índole del hombre. Por tanto, cuando al hombre le es dado asumir su voluntad, también le es dado asumir su naturaleza o índole, y asimismo su propia vida; porque a lo largo de su vida el hombre asume cierta naturaleza, después de la muerte, conserva esa naturaleza que adquirió durante su vida en el mundo; y entre los malignos, esa naturaleza no puede enmendarse ni modificarse por obra del pensamiento o mediante la comprensión de la verdad.

(509)
C
uando los espíritus malignos se encuentran en este segundo estado, si bien se apresuran a cometer todo género de maldades, suelen por otra parte recibir castigos frecuentes y severos. En el mundo de los espíritus hay castigos de diverso género; y allí no hay acepción de personas; poco importa si en el mundo uno ha sido rey o sirviente. Toda maldad lleva implícito su castigo: son una sola cosa; por consiguiente quien incurre en una maldad incurre también en el castigo de esa maldad. Y sin embargo, en el otro mundo nadie es castigado por las maldades que cometió en éste, sino solamente por aquellas que entonces comete; si bien da lo mismo, y es la misma cosa, decir que los hombres son castigados por las maldades que cometen en el mundo, o que son castigados por las maldades que cometen en la otra vida, porque después de la muerte cada uno retorna a su propia vida y, por ende, a las mismas maldades, y el hombre sigue siendo el mismo que fue en la vida del cuerpo (Nº 470-484). A los hombres se los castiga porque en dicho estado el temor del castigo es el único expediente para refrenar las maldades; de nada sirven las exhortaciones, ni las instrucciones, ni el temor de la ley o la pérdida de reputación; cada cual actúa de acuerdo con su naturaleza, y ésta no admite coerción, ni se la puede erradicar sino es a través del castigo. Pero a los espíritus benignos nunca se los castiga; aunque hayan cometido maldades en el mundo, porque sus maldades no reaparecen. Por otra parte, me fue dado saber que sus maldades eran de otro tipo o de distinta naturaleza; no fueron consumadas para atentar deliberadamente contra la verdad; ni por perversidad de corazón; salvo en lo que toca a aquella cuota hereditaria recibida de los padres, a la que sucumbían impelidos por una ciega voluptuosidad, cuando ejercían sus facultades externas independientemente de las internas.

(510)
T
odo hombre arriba a su propia sociedad, en la cual estuvo su espíritu en el mundo; puesto que todo hombre, en lo que concierne a su espíritu, está en conjunción con alguna sociedad infernal o celestial; el hombre maligno con una sociedad infernal, y el hombre bueno con una sociedad celestial; y a esa sociedad es conducido después de la muerte (ver Nº 438). El espíritu es conducido gradualmente hacia su propia sociedad, hasta que por último ingresa en ella. Cuando un espíritu maligno se halla en su estado de interioridad, avanza gradualmente hacia su propia sociedad, hasta que por último, antes de que ese estado concluya, se introduce directamente en ella; una vez concluido, el espíritu maligno se precipita en el infierno, donde moran sus congéneres. Él aspecto de un espíritu en el momento de precipitarse en el infierno, es semejante al de un hombre que cae a pique con la cabeza para abajo y los pies hacia arriba. Esta apariencia se debe al hecho de que el espíritu en cuestión ha subvertido el orden de su vida, pues amó las cosas infernales, rechazando las celestiales. En este segundo estado, algunos espíritus malignos entran y salen del infierno en forma alternada; pero éstos no parecen caer cabeza abajo como aquellos que están completamente devastados. Por otra parte, cuando están en su estado de exterioridad, la sociedad a la cual pertenecieron en espíritu durante su estadía en el mundo, les es exhibida; para que sepan que ya se hallaban en el infierno en vida del cuerpo, aunque no en el mismo estado que los moradores del infierno, sino en un estado similar a los que residen en el mundo de los espíritus. A este estado, comparándolo con el de los seres infernales, nos referiremos enseguida.

(511)
E
n este segundo estado tiene lugar la separación de los espíritus malignos de los benignos, porque durante el primer estado están juntos, pues mientras el espíritu está en su exterioridad es tal como fue en el mundo; de ahí que los malos estén con los buenos, y los buenos con los malos; pero el caso es bien diferente cuando se lo reduce a su interioridad y se lo deja librado a su propia naturaleza o voluntad. La separación de los espíritus benignos de los malignos se realiza de varios modos; comúnmente se los conduce hacia aquellas sociedades con las que establecieron comunicación en su primer estado mediante sus buenos pensamientos y afectos, es decir, con aquellas sociedades a cuyos miembros embaucaron encubriendo su malignidad con las apariencias. Usualmente, hacen recorridas guiadas, entrando así en contacto con vastos círculos; y dondequiera que vayan su verdadera índole se pone al descubierto a los ojos de los espíritus benignos. Ante su sola presencia, los espíritus benignos desaparecen; al mismo tiempo, los espíritus malignos que están siendo conducidos, dan la espalda a los benignos para mirar hacia la región donde está ubicada su sociedad infernal; en la cual, están a punto de ingresar. Omitimos aquí la mención de otros métodos de separación, por ser muchos.

(53)

Capítulo Llll

EL TERCER ESTADO
DEL HOMBRE DESPUÉS
DE LA MUERTE,
EN EL CUAL SE INSTRUYE

A QUIENES VAN A INGRESAR AL CIELO

(512)
E
l tercer estado del hombre, o de su espíritu, después de la muerte, es un estado de instrucción. Este estado lo experimentan quienes van al cielo, y llegan a ser ángeles; pero no pasan por él los que van al infierno, dado que éstos no pueden recibir instrucción; de forma que su segundo estado es asimismo el tercero, el cual concluye así: estos individuos se inclinan totalmente hacia su propio amor; hacia la sociedad infernal que está inmersa en un amor similar. Cuando ello ha sobrevenido, quieren y piensan según ese amor; y como ese amor es infernal, lo que quieren no es otra cosa que maldad; y lo que piensan, falsedad; y en tales pensamientos y deseos hallan su deleite, pues éste pertenece a su amor; a consecuencia de ello, rechazan todas las cosas buenas y verdaderas, de las que se habían servido previamente como medios útiles para saciar su amor. Por su parte los espíritus benignos son conducidos del segundo estado al tercero, que es un estado de preparación para el cielo mediante la instrucción. Ya que sólo es posible adquirir la preparación necesaria para ingresar al cielo a través de conocimientos del bien y la verdad, vale decir, exclusivamente a través de la instrucción: sólo puede saberse qué es el bien y la verdad espiritual, y qué el mal y la falsedad, que son sus opuestos, por medio de la instrucción. En qué consisten el bien y la verdad civil y moral, que llevan la designación de justicia y honestidad, es algo que puede aprenderse en el mundo; porque en él hay leyes civiles que enseñan qué es la justicia, y mediante el trato con los demás el hombre aprende a vivir en conformidad con las leyes morales, referidas todas ellas a lo que es honesto y justo. Pero la noción del bien y la verdad espiritual se recibe del cielo, y no del mundo. Puede tomarse de la Palabra y de la doctrina de la iglesia inspirada en el Palabra; y a pesar de ello, a menos que en la interioridad de su mente el hombre esté en el cielo, el bien y la verdad espiritual no pueden fluir en su vida; y el hombre está en el cielo cuando reconoce a la Divinidad, actuando al mismo tiempo justa y honestamente; porque eso es lo que debe hacer, ya que así está preceptuado en la Palabra. Esto es vivir justa y honestamente por amor a la Divinidad sin tener como fines el amor de sí mismo y del mundo. Pero nadie puede obrar de tal manera si no ha sido instruido previamente; por ejemplo: si no sabe que hay un Dios, que hay un cielo y un infierno; y que hay otra vida después de la muerte, que a Dios hay que amarlo por sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo; y que es conveniente creer lo que se enseña en la Palabra, pues la Palabra es Divina. Sin conocer y reconocer estas cosas, el hombre no puede pensar espiritualmente; y si no tiene una noción acerca de ellas, tampoco puede quererlas, porque el hombre no puede pensar lo que ignora, ni querer lo que no piensa. Por eso cuando el hombre quiere estas cosas, el cielo fluye en su vida, vale decir, el Señor a través del cielo; porque el Señor fluye en la voluntad y a través de ella en la inteligencia y a través de ambas en la vida misma: de ahí procede la plenitud en la vida del hombre. Todo lo cual pone de manifiesto que la instrucción del bien y la verdad espiritual se recibe del cielo, y no del mundo; y que nadie puede adquirir la preparación necesaria para ingresar al cielo, salvo que lo haga a través de dicha instrucción. Por lo demás, en la medida en que el Señor fluye en la vida de una persona, en tal medida la instruye; porque enciende en su voluntad el amor de conocer la verdad, e ilumina su pensamiento para que pueda conocerla; y según esto sucede, la interioridad del hombre se devela y el cielo se implanta en él; por otra parte, lo Divino y celestial fluye en las cosas honestas de la vida moral y en las cosas justas de la vida civil, imprimiéndoles un carácter espiritual; entonces el hombre hace estas cosas bajo el influjo de la Divinidad, es decir, las hace por amor a la Divinidad. Puesto que las cosas honestas y justas relativas a la vida moral y civil constituyen los efectos esenciales de la vida espiritual; y el efecto, deriva su existencia de la causa eficiente, porque el efecto es tal como es la causa.

(513)
L
a instrucción es impartida por ángeles de múltiples sociedades; especialmente por los habitantes de las regiones norte y sur, porque esas sociedades angélicas viven en inteligencia y sabiduría gracias a su conocimiento del bien y la verdad. Los centros de instrucción están situados hacia el norte, y son diversos; están distribuidos y se distinguen entre sí según los géneros y especies de bienes celestiales, de forma que todos y cada uno puedan recibir instrucción de acuerdo con su índole y facultad receptiva; estos centros se extienden a lo largo y a lo ancho abarcando vastas distancias. Los espíritus benignos que van a recibir instrucción son conducidos por el Señor hasta estos centros cuando ya han completado su segundo estado en el mundo de los espíritus; aunque no van todos, ya que hay algunos que recibieron instrucción en el mundo, habiendo sido preparados allí por el Señor para acceder al cielo; éstos son elevados al cielo por o-tra vía; algunos, inmediatamente después de la muerte; otros, luego de una breve estadía entre los espíritus benignos, donde el nivel más craso de sus pensamientos y afectos, contraído a causa de los honores y riquezas que obtuvieron en el mundo, les es suprimido; siendo así purificados. Otros pasan primeramente por períodos de devastación, lo cual se lleva a cabo en lugares situados bajo la planta de los pies, en la región denominada tierra inferior; allí, algunos sufren severamente. Se trata de aquellos individuos que confirmaron sus falsedades a pesar de haber llevado una buena vida; debido a que una vez que las falsedades han sido confirmadas, se arraigan vigorosamente; y hasta que no se disipan, las verdades no pueden divisarse, por lo cual, tampoco pueden ser aceptadas. Pero estos períodos de devastación, y la forma en que sobrevienen, ya han sido tratados en la obra Arcana Co-elestia.

(514)
Q
uienes se hallan en centros de instrucción, residen aparte; ya que en lo que respecta a su interioridad, cada uno tiene conexión con la sociedad del cielo en la cual está a punto de ingresar; según se ha dicho (ver arriba, Nº 200-212), el orden de las sociedades celestiales concuerda con la forma del cielo; lo mismo ocurre, pues, con los centros de instrucción; por eso cuando estos centros son contemplados desde el cielo, se divisa una especie de cielo en forma menor. Su longitud va de este a oeste, y su anchura de sur a norte, pero la anchura parece ser menor que la longitud; y su disposición general es la siguiente. Al frente se ubican aquellos que murieron en la infancia; quienes son educados en el cielo hasta alcanzar sus primeros años de juventud, y después de pasar por su estado infantil junto a sus educadoras, son guiados e instruidos por el Señor. Detrás de éstos se hallan los centros donde reciben instrucción quienes murieron en la edad a-dulta, habiendo experimentado en el mundo un afecto por la verdad emanado del bien de la vida. Asimismo detrás de ellos se ubican quienes en el mundo fueron adictos a la religión mahometana; llevando una vida moral y reconociendo a la Divinidad y al Señor como Profeta por antonomasia. Cuando éstos se apartan de Mahoma, luego de percatarse de que no puede brindarles la menor ayuda, se acercan al Señor; lo adoran, y reconocen su Divinidad; entonces se les enseña la religión cristiana. Aún detrás de éstos, más hacia el norte, se encuentran los centros de instrucción de diversos pueblos gentiles; los cuales llevaron en e1 mundo una buena vida en conformidad con su religión, habiendo adquirido así una especie de conciencia; haciendo lo que es justo y recto no tanto por atenerse a las leyes gubernamentales, sino más bien por atenerse a las leyes de su religión; al creer que éstas debían observarse sacrosantamente, sin poder violarlas bajo ningún concepto en sus actos. Una vez que han recibido instrucción, todos ellos llegan a reconocer al Señor sin el menor reparo; porque en sus corazones está escrito que Dios no es invisible, sino que es visible, y que tiene forma humana. Estos sobrepasan a los demás por su gran número; entre ellos, los mejores son los africanos.

(515)
P
ero no todos reciben el mismo tipo de instrucción, ni ésta les es impartida por las mismas sociedades del cielo. Quienes fueron educados en el cielo desde la infancia, y no asimilaron falsedades derivadas de la religión; ni mancillaron su vida espiritual con la hez de los honores y de las riquezas en el mundo, son instruidos por los ángeles de los cielos interiores; mientras que aquellos que han muerto en la edad adulta, son instruidos principalmente por los ángeles del cielo inferior; porque estos ángeles son más compatibles con ellos que los ángeles de los cielos más interiores; quienes gozan de una sabiduría interior que ellos no están en condiciones de captar. Por su lado los mahometanos, son instruidos por ángeles que, luego de haber profesado la misma religión que ellos, se convirtieron al cristianismo. Los gentiles, también son instruidos por ángeles de su misma procedencia.

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L
a instrucción que allí se imparte procede de la doctrina tomada de la Palabra; mas no de la Palabra aparte de la doctrina. A los cristianos se los instruye según la doctrina celestial que concuerda plenamente con el sentido interno de la Palabra. A todos los demás, como en el caso de los mahometanos y los gentiles, se los instruye mediante doctrinas que están dentro de su poder de captación; las cuales, difieren de la doctrina celestial en una sola cosa: la vida espiritual se les inculca por medio de una moral de vida concordante con los buenos dogmas de su religión que pautaron su vida en el mundo.

(517)
L
La instrucción en los cielos difiere de la instrucción en la tierra, en que los conocimientos no se incorporan a la memoria, sino a la vida; dado que la memoria de los espíritus reside en su propia vida; reciben y asimilan todo lo que armoniza con su vida, y rechazan, y no pueden asimilar, lo que es incompatible con ella; porque los espíritus son afectos, estando dotados, por tanto, de una fisonomía semejante a sus afectos. Siendo esto así, los impulsa permanentemente un afecto por la verdad aplicado a los usos de la vida; pues el Señor provee que cada cual ame los lisos apropiados a su naturaleza; y ese amor se ve exaltado por la esperanza de llegar a ser ángel. Y como todos los usos del cielo están referidos a un uso general, que es el bien del reino del Señor (que en el cielo es la patria), y puesto que todos los usos especiales y particulares tienen más valor cuanto más íntima y plenamente se asimilan al uso general, todos estos usos especiales y particulares, que son innumerables, son buenos y celestiales; por consiguiente, en cada cual hay un afecto por la verdad en íntima conjunción con un afecto por el uso, de manera que entre ambos hacen uno solo; y por ello, la verdad se halla tan implantada en el uso que las verdades que asimilan son verdades de uso. Así, los espíritus angélicos, reciben su instrucción y preparación para ingresar al cielo. El afecto por la verdad apropiada al u-so es instilado por diversos medios, la mayoría de ellos desconocidos en el mundo; principalmente mediante representaciones de usos, que en el mundo espiritual se exhiben de mil maneras distintas, suscitando tales deleites y placeres, que traspasan el espíritu desde la interioridad de su mente hasta la exterioridad de su cuerpo, afectándolo en su integridad; de forma que se diría que su espíritu se transforma en su propio uso; así que cuando arriba a su sociedad, en la cual es iniciado mediante la instrucción, se halla en su vida porque desempeña su uso. Todo lo cual pone en claro que los conocimientos, que son verdades externas, no determinan que nadie vaya al cielo, sino la vida misma: una vida en la cual se prestan usos, que se implantan a través de conocimientos.

(518)
C
iertos espíritus, a fuerza de pensar sobre la cuestión en el mundo, llegaron a convencerse de que habrían de ir al cielo, siendo recibidos allí antes que los demás, a causa de su erudición, y en honor a sus vastos conocimientos sobre la Palabra y las doctrinas de sus respectivas iglesias; los tales, en consecuencia, se tenían por sabios, como a-quellos de quienes se dice:

Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento... (Daniel XII. 3)

Pero éstos fueron examinados para sondear si sus conocimientos residían en su memoria, o si efectivamente los habían aplicado a la vida. Entre ellos, los que sintieron un afecto genuino por la verdad, es decir, quienes desempeñaron usos sin tomar en cuenta lo meramente corporal y terrenal como fin: usos de tipo esencialmente espiritual; luego de recibir instrucción, fueron admitidos en el cielo; entonces les fue dado saber qué es lo que resplandece en el cielo: la verdad Divina —que es la luz del cielo— en el uso, que es un plano que recibe los rayos de esa luz, tornándola en resplandores de matiz diverso. Pero los que relegaron sus conocimientos a la memoria, habiendo adquirido así cierta habilidad para razonar sobre las verdades para confirmar principios ya aceptados de antemano; éstos, como a pesar de no recibir la menor luz del cielo, y de la presunción inherente a los de su calaña intelectual, creían ser más sabios que los demás, y que portal razón tendrían acceso al cielo, donde serían servidos por ángeles; éstos por tanto, a fin de disipar sus fatuas creencias, fueron elevados al cielo primero o externo, donde iban a ser introducidos a una sociedad angélica. Pero en cuanto pisaron el umbral, el influjo de la luz del cielo empezó a obnubilar sus ojos y a perturbar su mente, hasta que por último empezaron a boquear como los moribundos; y apenas sintieron el calor del cielo, que es el amor celestial, comenzaron a experimentar una íntima tortura. De forma que de allí fueron expulsados; después se les enseñó que no son los conocimientos los que hacen al ángel, sino la vida misma regida a través de los conocimientos; puesto que los conocimientos, en sí mismos, son ajenos al cielo; en cambio una vida regida a través de los conocimientos, sí pertenece al cielo.

(519)
C
uando los espíritus ya han recibido su preparación para ingresar al cielo, mediante la instrucción impartida en los centros descriptos; cosa que se lleva a cabo en un período relativamente breve, debido a que las ideas que conciben son espirituales, y éstas, comprenden infinidad de detalles a un mismo tiempo; entonces, llevan vestiduras angélicas de un blanco resplandeciente, que parecen hechas de lino fino, y son conducidos por una vía que asciende al cielo; allí se hacen cargo de ellos ángeles guardianes, siendo recibidos después por otros ángeles, quienes los presentan en sociedades donde disfrutan de innumerables bendiciones. Más adelante, cada uno es guiado por el Señor a su propia sociedad; lo cual se lleva a cabo por diversas vías; a veces incluso por vías sinuosas. Estas vías no son conocidas por ningún ángel, sino sólo por el Señor. Y cuando arriban a su propia sociedad, su interioridad es develada; y puesto que ésta condice con la interioridad de los ángeles que integran esa sociedad, son reconocidos de inmediato, y recibidos jubilosamente.

(520)
A
gregaré aquí un hecho memorable acerca de las vías que van desde los centros de instrucción hacia el cielo, por las que son guiados los ángeles novicios. Hay ocho vías; de cada centro de instrucción parten dos, una de ellas asciende hacia el este, la otra hacia el oeste. Quienes ingresan al reino celestial del Señor son introducidos por la vía del este; en cambio los que van al reino espiritual, son introducidos por la vía occidental. Las cuatro vías que conducen al reino celestial del Señor están ornadas con olivares y árboles frutales de diverso género; en cambio aquellas que conducen al reino espiritual del Señor aparecen ornadas con viñas y laureles. Y esto en virtud de las correspondencias, porque las viñas y los laureles corresponden al afecto por la verdad y sus usos, mientras que los olivos y las frutas corresponden al afecto del bien y sus usos.

(54)

Capítulo LIV

NADIE INGRESA AL CIELO
SINO ES
 POR MISERICORDIA,
PERO LA MISERICORDIA
OPERA
A TRAVÉS DE CIERTOS MEDIOS

(521)
Q
uienes no han recibido instrucción acerca del cielo y las vías que conducen al cielo, ni sobre la vida del cielo en el hombre, suponen que la recepción en el cielo es exclusivamente una cuestión de misericordia concedida a aquellos que tienen fe, por quienes el Señor intercede, vale decir; se trataría meramente de una admisión por gracia; de forma que todos los hombres sin excepción podrían salvarse si contasen con el beneplácito del Señor; y hay quien llega a opinar que todos los moradores del infierno podrían salvarse mediante este recurso. Pero nada saben sobre el hombre quienes piensan así; ignoran que éste es tal como su vida, y su vida tal como su amor; tanto en la interioridad de su voluntad e intelecto como en la exterioridad relativa a su cuerpo; y que su forma corpórea es nada más que la forma externa en que se manifiesta en efecto la interioridad, y que, por tanto, el hombre en su integridad es el amor que siente (ver arriba, Nº 363). Tampoco saben que el cuerpo no vive por sí mismo, sino gracias a su espíritu; y que el hombre espíritu es su afecto esencial, y que su cuerpo espiritual no es otra cosa que su afecto en forma humana, y que ésa es su fisonomía después de la muerte (ver arriba, Nº 453-460). En tanto el hombre ignore estas cosas, puede ser inducido a creer que la salvación consiste exclusivamente en el beneplácito del Señor, designado como misericordia y gracia.

(522)
P
ero consideremos en primer lugar qué es la misericordia Divina. La misericordia Divina es pura misericordia hacia todo el género humano, para su salvación; la cual llega incesantemente a todo hombre: de ella, nadie se ve privado jamás. De forma que todo aquel que puede ser salvado, se salva. Y sin embargo nadie puede ser salvado sino es por medios Divinos, medios que el Señor revela en la Palabra. Estos medios reciben la designación de verdades Divinas, y enseñan cómo debe vivir el hombre para alcanzar la salvación. Por medio de estas verdades el Señor conduce al hombre al cielo, y a través de ellas implanta en él la vida del cielo. El Señor hace esto con todos. Pero la vida del cielo no puede ser implantada en nadie que no se abstenga de hacer el mal, porque el mal es un obstáculo. Por tanto, en la medida en que el hombre se abstiene de hacer el mal, es guiado por el Señor por medios Divinos por pura misericordia, y ello desde su infancia hasta la culminación de su vida en el mundo, y luego por toda la eternidad. Esto es lo que se entiende por misericordia Divina. De ello se desprende que la misericordia del Señor es pura misericordia, pero no opera sino a través de ciertos medios, vale decir, que no consiste en salvar a todos por mero beneplácito, sin que cuente cómo hayan vivido.     angelo-luce.it

(523)
E
l Señor jamás obra en contra del orden, porque El Mismo es Orden. La verdad Divina que procede del Señor es lo que constituye el orden; y las verdades Divinas son las leyes del orden. De acuerdo con estas leyes el Señor guía al hombre. De manera que la salvación del hombre por misericordia, aparte de los medios conducentes, sería algo o-puesto al orden divino; y lo que se opone al orden Divino, va contra la Divinidad. El orden Divino es el cielo en el hombre, cosa que el hombre ha subvertido al llevar una vida opuesta a las leyes del orden, que son las verdades Divinas. El hombre es restituido a este orden por el Señor por pura misericordia a través de las leyes del orden; y en la medida en que es restituido a este orden, recibe el cielo dentro suyo; y quien recibe el cielo dentro suyo, ingresa al cielo. Lo cual pone de manifiesto que la misericordia Divina del Señor es pura misericordia, salvo que esta misericordia, opera sólo a través de ciertos medios.

(524)
S
i los hombres pudiesen salvarse por misericordia sin tomar en cuenta los medios, todos alcanzarían la salvación; incluso los moradores del infierno; en realidad, no existiría el infierno, ya que el Señor es la misericordia misma; el amor mismo; la bondad misma. De ahí que sea incompatible con Su divinidad aseverar que El puede salvar a todos sin que importen los medios, aunque no los salve. Se sabe por la Palabra que el Señor desea la salvación de todos, y que no desea que nadie sea condenado.

(525)
L
a mayoría de los que llegan a la otra vida procedentes del mundo cristiano, traen consigo la creencia de que pueden ser salvados por misericordia sin que cuenten los medios; e imploran esta misericordia; pero en cuanto se los explora un poco, se nota que ellos creen que para ingresar al cielo basta con la admisión, y que los que ingresan disfrutan del júbilo celestial. Pero como ignoran totalmente qué es el cielo y qué el júbilo celestial, se les hace saber que el Señor no niega la entrada al cielo a nadie; que pueden entrar y permanecer allí si así lo desean. Quienes mostraron deseos de hacerlo, fueron admitidos; pero apenas pisaron el umbral del cielo, les llegó una ráfaga de calor celestial —que es el amor que sienten los ángeles— y un influjo de luz Divina, y esto les produjo tai congoja, que sintieron dentro de sí mismos tormentos infernales en vez de júbilo celestial; y en medio de la mayor consternación se precipitaron al suelo cabeza abajo. Así aprendieron por experiencia personal que nadie puede recibir el cielo por pura misericordia; haciendo caso omiso de los medios.

(526)
E
n algunas ocasiones he conversado con los ángeles sobre el tema, y les he dicho que la mayoría de los que viven sumidos en la maldad en el mundo, cuando hablan sobre el cielo y la vida eterna sostienen que ingresar al cielo no es otra cosa que ser admitido por misericordia exclusivamente. Y así lo creen especialmente aquellos que hacen de la fe el único medio de salvación. Ya que éstos, basándose en los principios de su religión, no toman en cuenta la vida; ni los actos de amor que conforman la vida; ni ninguno de los otros medios mediante los cuales el Señor implanta el cielo en el hombre, permitiéndole así recibir el júbilo celestial; y como niegan todo tipo de mediación real, deducen, como conclusión necesaria del principio establecido, que el hombre accede al cielo por misericordia exclusivamente; misericordia supuestamente suscitada en Dios Padre por intercesión del Hijo. Al oír esto, los ángeles replicaron que de la suposición de que el hombre se salva exclusivamente por la fe deriva necesariamente semejante dogma; y puesto que ese dogma es la cabeza de todos los demás, a él no puede llegar el influjo de la luz del cielo, porque no es genuino; de él procede la ignorancia que prevalece actualmente en la iglesia acerca del Señor, el cielo, la vida después de la muerte, el júbilo celestial, la esencia del amor y la caridad, y en general, sobre el bien y su conjunción con la verdad; en consecuencia, sobre la vida del hombre: de dónde proviene, y qué es. Cuando en realidad debería saberse que no es el pensamiento lo que constituye la vida de cada uno, sino la voluntad y los actos derivados; y que la vida no e-mana del pensamiento si éste no emana de la voluntad; ni de la fe, si ésta no procede del amor. A los ángeles les duele que estas personas no sepan que la fe por sí sola es imposible; dado que la fe desligada de su origen, que es el amor, es un mero conocimiento; y en algunos, tan sólo una suerte de persuasión disfrazada de fe (ver arriba, Nº 482). Esta persuasión no está afincada en la vida del hombre, sino que es ajena a ella; puesto que no tiene arraigo en el hombre si no concuerda con su amor. Los ángeles acotaron que quienes se aterran a este principio, en lo que atañe a los medios esenciales para la salvación del hombre, deben creer necesariamente en la misericordia haciendo caso omiso de los medios; dado que perciben, tanto por la luz natural como por experiencia ocular, que la fe por sí sola no constituye la vida del hombre; porque los que llevan una vida perversa pueden pensar y persuadirse igual que los demás; de donde proviene la creencia de que los malvados pueden salvarse igual que los buenos, siempre y cuando a la hora de la muerte, profieran un voto de confianza en la intercesión, y en la misericordia concedida a través de la intercesión. Los ángeles declararon no haber visto jamás a nadie que, habiendo llevado una vida perversa, fuese admitido en el cielo por misericordia exclusivamente, prescindiendo de los medios; por más asenso y confianza (tal es la fe en su sentido eminente) que haya protestado en el mundo. Cuando se les preguntó si acaso Abraham, Isaac, Jacob, David y los apósteles, no fueron recibidos en el cielo por misericordia sin tomar en cuenta los medios, los ángeles respondieron que ninguno de ellos fue recibido de ese modo, sino que cada cual fue recibido de acuerdo con la vida que hizo en el mundo; y que sabían dónde se hallaban; y que allí no gozaban de mayor estimación que otros. Afirmaron que si en la Palabra se los honra, se debe al hecho de que en el sentido interno a través de ellos se a-lude al Señor; a través de Abraham, Isaac y Jacob, al Señor en cuanto a Su Divinidad y a su Divinidad Humana; a través de David, al Señor en cuanto a Su Divinidad Regia; y a través de los apóstoles, al Señor en lo que atañe a las verdades Divinas; añadieron que cuando algún hombre lee la Palabra, los ángeles no tienen la menor percepción sobre tales personalidades, porque sus nombres no llegan al cielo; perciben en cambio al Señor según la descripción que se ha hecho recién; por consiguiente, en la Palabra que se conoce en el cielo (ver arriba, Nº 259) no figuran los nombres mencionados, pues e-sa Palabra es el sentido interno de la Palabra que se lee en el mundo.

(527)
P
uedo testimoniar, en base a un larga experiencia, que es imposible implantar la vida del cielo en aquellos que en el mundo llevaron una vida opuesta a la vida del cielo. Ciertas personas, suponían que les resultaría fácil aceptar y creer las verdades Divinas después de la muerte, cuando las oyesen por boca de los ángeles; iniciando entonces una vida distinta que habría de redundar en su admisión en el cielo. Lo cual se puso a prueba con unos cuantos; si bien, esto se limitó a quienes eran de la misma opinión; y por permisión, en este caso, se les hizo saber que el arrepentimiento no es posible después de la muerte. Algunos de los que pasaron por esta experiencia entendieron las verdades, aceptándolas aparentemente; pero en cuanto volvieron a la vida de su amor, las rechazaron; llegando incluso a impugnarlas verbalmente. Otros, las rechazaron en el acto; ni siquiera quisieron oírlas. Otros pretendían que se los librara de la vida del amorque habían contraído en el mundo; y que en su lugar, se les infundiese la vida angélica, o vida del cielo; pero apenas se les substrajo la vida de su amor, cayeron tendidos exánimes, sin fuerza alguna. Mediante éstas y otras experiencias similares a las personas de bondad sencilla se les enseñó que bajo ningún concepto es posible que la vida de individuo alguno sea modificada después de la muerte; y que una vida perversa jamás podrá tornarse en una buena vida, ni una infernal en una angélica, porque todo espíritu es tal como su amor de arriba abajo; y que transmutar su vida en lo que le es opuesto no es otra cosa que aniquilar al espíritu. Aseguran los ángeles que sería mucho más fácil convertir a una lechuza en paloma, o a un búho en ave del paraíso, que en ángel del cielo a un espíritu infernal. Que después de la muerte el hombre sigue siendo tal como fue en vida en el mundo, puede verse más arriba en el capítulo respectivo (Nº 470-484). De todo ello se desprende que nadie puede ser recibido en el cielo por misericordia exclusivamente, prescindiendo de los medios.

(55)

Capítulo LV

VIVIR LA VIDA QUE CONDUCE
AL CIELO NO ES TAN DIFÍCIL
COMO SE SUELE CREER

(528)
A
lgunas personas creen que llevar la vida que conduce al cielo—llamada vida espiritual—es difícil, porque han oído que el hombre debe renunciar al mundo privándose de sus concupiscencias —llamadas concupiscencias corporales y carnales—para vivir una vida espiritual; y esto lo interpretan en el sentido de que deben desechar las cosas mundanas, que consisten principalmente en riquezas y honores; ocupando en cambio su tiempo en meditaciones piadosas acerca de Dios, la salvación y la vida eterna; consagrando su vida a la oración y a la lectura de la Palabra y otros libros píos. En esto consiste para ellos renunciar al mundo, y vivir en el espíritu y no en la carne. Pero la realidad es bien distinta, cosa que me fue dado comprobar mediante una larga experiencia y el diálogo con los ángeles. En resumen lo que he aprendido, es que quienes renuncian al mundo para vivir en el espíritu de la manera referida, se sumen en una vida triste, que no es receptiva del júbilo celestial, pues la vida de cada uno sigue siendo la misma después de la muerte. Muy por el contrario, para que el hombre reciba la vida del cielo, debe necesariamente vivir en el mundo, haciéndose, cargo de sus negocios y ocupaciones y a través dé una vida moral y civil recibir la vida espiritual. De ningún otro modo puede forjarse la vida espiritual en el Hombre, o la preparación de su espíritu para el cielo; pues tener una vida íntima sin hacer al mismo tiempo una vida externa es como residir en una casa que no tiene cimientos, la cual se hunde poco a poco; o se agrieta y se parte; o tambalea hasta desmoronarse.

(529)
C
uando la vida del hombre es contemplada y explorada con clarividencia racional, se advierte que es triple: espiritual, moral y civil; tres géneros de vida perfectamente distintos entre sí. Puesto que hay hombres que viven una vida civil, que no es ni moral ni espiritual; hay otros que viven una vida moral que no es espiritual; y hay quienes viven una vida civil que es moral y espiritual al mismo tiempo. Estos viven la vida del cielo; en cambio los otros viven la vida del mundo desligada de la vida del cielo. Lo cual indica, en primer lugar, que la vida espiritual no es una vida ajena a la natural, o a la vida del mundo, sino que está ligada a ella como el alma al cuerpo; y si estuviera separada de ella sería, según se dijo recién como residir en una casa que carece de cimientos. Porque la vida moral y civil es el plano activo de la vida espiritual; ya que la vida espiritual consiste en querer el bien, y la vida moral y civil, en hacerlo; y si esta última se desliga de la primera la vida espiritual se reduce a meros pensamientos y palabras; y la voluntad, al carecer de base, pierde su vigor; y sin embargo, la voluntad es la médula espiritual del hombre.

(530)
Q
ue no es tan difícil como algunos creen vivir la vida que conduce al cielo, se verá enseguida. ¿ Quién no puede vivir una vida moral y civil ?  Desde la infancia todo hombre se inicia en ella, y sabe en qué consiste, por vivir en el mundo. Por lo demás, todos, ya sean buenos o malos, llevan esa vida; ¿ pues quién desea que no lo llamen honesto, y quién que no lo llamen justo ?  Casi todos se conducen con honestidad y justicia exteriormente, lo suficiente como para parecer honestos y justos de corazón, o dar la impresión de que actúan realmente inspirados por la honestidad y la justicia. Así debe vivir el hombre espiritual, y puede hacerlo con la misma facilidad que el hombre natural; con esta sola diferencia: el hombre espiritual cree en la Divinidad, y actúa honesta y justamente no sólo porque ello condice con las leyes civiles y morales, sino porque también armoniza con las leyes Divinas. Y como en todo lo que hace piensa en las cosas Divinas, tiene comunicación con los ángeles del cielo; y en la medida en que esto acontece, entra en conjunción con ellos; de esta forma se devela el hombre interno que, considerado en sí mismo, es el hombre espiritual. Cuando el hombre entra en este estado, es adoptado y guiado por el Señor, aunque él no lo sepa; entonces, todos los actos honestos y justos que realiza, relativos a su vida moral y civil, tienen inspiración espiritual; y hacer lo que es honesto justo por influjo espiritual, es obrar verdaderamente con honestidad y justicia, o hacerlo de corazón. Su justicia y honestidad, aparentemente, es exactamente igual a la justicia y honestidad del hombre natural, o incluso del infernal; pero en su forma interna es completamente diferente. Porque los hombres malignos actúan justa y honestamente nada más que por amor de sí mismos y del mundo; de modo que si no tuviesen temor de las leyes y las penalidades, o de perder la reputación, los honores, el lucro, o la vida, procederían deshonesta e injustamente en todo sentido, ya que no tienen temor de Dios ni de ninguna ley Divina; de ahí que carezcan de un vínculo interno que los refrene; de forma que aprovecharían la menor oportunidad para cometer fraude, saquear y expoliar; y esto por puro deleite. Que su índole interna es así, se manifiesta claramente al contemplar a sus congéneres en la otra vida; donde todos se desprenden de su exterioridad para develar su interioridad, en la cual han de vivir por toda la eternidad (ver arriba, Nº 499-511). Corno éstos actúan entonces sin ningún freno externo, tales como, según se dijo recién, el temor de la ley, la pérdida de la reputación, del honor, el lucro o la vida, se comportan demencialmente, riéndose de la honestidad y la justicia. En cambio aquellos que actuaron honesta y justamente ateniéndose a las leyes Divinas, cuando se despojan de su exterioridad para entrar en su interioridad, actúan sabiamente, porque están en conjunción con los ángel del cielo, quienes les comunican sabiduría. De todo esto se desprende, en primer lugar, que cuando el hombre interno, es decir, la voluntad y el pensamiento, están en conjunción con la Divinidad, la vida civil y moral del hombre espiritual puede ser prácticamente la misma que la vida civil y moral del hombre natural (ver arriba, Nº 358-360).

(531)
P
or lo demás, las leyes de la vida espiritual, las leyes de la vida civil y las leyes de la vida moral están formuladas en los diez mandamientos del Decálogo; en los tres primeros las leyes de la vida espiritual en los cuatro siguientes las leyes de la vida civil, y en los tres últimos las leyes de la vida moral. A juzgar por las apariencias externas el hombre meramente natural vive de acuerdo con tales preceptos, al igual que el hombre espiritual; ya que, al igual que él, adora a la Divinidad, asiste a la iglesia, oye las prédicas, y se abstiene de cometer asesinato, adulterio y fraude; a-sí como de prestar falso testimonio, o despojar a sus compañeros de sus bienes. Pero todo esto lo hace nada más que por amor de sí mismo y del mundo; para guardar las apariencias: interiormente los individuos de esta clase son exactamente lo contrario de lo que aparentan ser exteriormente; puesto que en lo íntimo de su corazón niegan a la Divinidad: su devoción es la del hipócrita; y cuando piensan para sí, se ríen de las cosas santas de la iglesia, creyendo que sirven nada más que para refrenar a la mera turba. De ahí que un hombre de tales características, se halle totalmente desligado del cielo, y al no ser un hombre espiritual, tampoco es un hombre moral ni un hombre civil. Pues si bien se abstiene de cometer asesinato, odia a todo aquel que se le opone, y ese odio le inspira ardientes ansias de venganza; de forma que si no lo refrenasen las leyes civiles y los vínculos externos — cosas que teme — cometería asesinato; y como ansia hacerlo, de ello se sigue que continuamente está cometiendo asesinato. Y aunque no comete adulterio; como cree que se trata de algo lícito, es un perpetuo adúltero; dado que cometería adulterio a la menor ocasión. Por más que no robe; codicia los bienes ajenos, y no considera que el fraude y las malas artes atenten contra lo que es lícito; de modo que su intención permanente es la del ladrón. Lo mismo es cierto en lo que atañe a los mandamientos relativos a la vida moral; que prohiben prestar falso testimonio y codiciar los bienes ajenos. Así es el hombre que niega a la Divinidad, y que carece de una conciencia de inspiración religiosa. Que ello es así se manifiesta con claridad en quienes son de la misma índole cuando, en la otra vida, se los despoja de su exterioridad y les es dado entrar en su interioridad. Como entonces se hallan desligados del cielo, actúan al unísono con el infierno; y en consecuencia, establecen relación con los moradores del infierno. El caso es distinto con los que en lo íntimo de su corazón han reconocido a la Divinidad, y respetaron las leyes Divinas en los actos de su vida; habiendo vivido de acuerdo tanto con los tres primeros mandamientos del Decálogo como con los restantes. Cuando la exterioridad de éstos es removida, y les es dado entrar en su interioridad, llegan a ser más sabios que en el mundo; ya que cuando entran en su interioridad es como si pasasen de la oscuridad a la luz; o de la ignorancia a la sabiduría; o de una vida triste a una vida feliz, porque entonces se hallan en la Divinidad, es decir, en el cielo. Esto ha sido dicho a fin de que se sepa cómo se diferencian unos hombres de otros, por más que exteriormente hayan llevado una vida similar.

(532)
C
ualquiera puede advertir que los pensamientos dependen y están determinados por las intenciones, vale decir, aquello que uno procura hacer; debido a que el pensamiento del hombre es su vista interna y se parece a la vista externa en lo siguiente: se dirige hacia el punto hacia el cual se vuelve o se orienta, y allí se detiene. De modo que cuando la vista interna, o pensamiento se vuelve hacia el mundo, para posarse allí el pensamiento se torna mundano; cuando se vuelve hacia sí mismo, en pos de honores personales, se torna corporal; pero cuando se vuelve hacia el cielo, se torna celestial. Del mismo modo, al volverse hacia el cielo, se e-leva, pero cuando se vuelve hacia sí mismo, desciende del cielo para sumirse en lo meramente corporal; y al volverse hacia el mundo desciende asimismo del cielo para posarse en aquellos objetos que aparecen ante nuestra vista natural'. El amor del hombre conforma su intención y dirige su vista interna o pensamiento hacia sus objetos; así, el amor de sí mismo la fija en el propio yo y sus objetos; el amor del mundo en los objetos mundanos; y el amor del cielo en los objetos celestiales. Y cuando se sabe el tipo de amor que se siente, también puede saberse cuál es el estado de interioridad de la mente del hombre; la interioridad de quien ama el cielo, se eleva hacia el cielo y está develada en su nivel superior; en cambio la interioridad de aquel que a-ma al mundo, o a sí mismo, está obstruida en el nivel superior y develada exteriormente. De ello se sigue que cuando los dones eminentes de la mente están obstruidos en su nivel superior, el hombre pierde de vista los objetos relativos al cielo y la iglesia; para él, pasan a estar en tinieblas; y aquello que está en las tinieblas, o bien se niega, o no se entiende. Por eso quienes aman al mundo y a sí mismos por sobre todas las cosas, en su corazón niegan las verdades Divinas, porque las facultades superiores de su mente se hallan obstruidas; y si hacen referencia a dichas verdades basándose en los datos extraídos de su memoria, de todas maneras no alcanzan a comprender su significado. Por otra parte, las evalúan con el mismo rasero que a las cosas mundanas y corporales. Y quienes son así, sólo pueden fijar su atención en las cosas que perciben por medio de los sentidos corporales, ya que solamente en ellas encuentran su deleite. Entre éstas, hay unas cuantas que son inmundas, obscenas, profanas y malignas; las cuales no pueden ser removidas, porque el influjo del cielo no llega a la mente de tales individuos: su nivel superior está obstruido, según se ha dicho recién. La intención del hombre, que determina su vista interna o pensamiento, es su voluntad; puesto que lo que el hombre quiere, lo intenta; y lo que intenta, lo piensa. Así que cuando su intención tiende hacia el cielo, su pensamiento se orienta hacia el cielo; y con él, toda su mente, que de tal modo se halla en el cielo; y desde allí, contempla las cosas del mundo que están debajo como quien observa desde el techo de una casa. Así, el hombre que posee la interioridad de su mente develada, puede ver sus maldades y falsedades; porque están por debajo de su mente espiritual. Por otra parte, quien no posee su interioridad develada, no puede verlas, ya que está sumido en ellas, y no por encima de ellas. En base a lo expuesto, es posible inferir de dónde proviene la sabiduría del hombre, y de dónde su locura; cuál es el porvenir del hombre después de la muerte; cuando le es dado querer y pensar, obrar y expresarse, de a-cuerdo con su interioridad. Todo esto ha sido dicho, asimismo, para que se sepa cuál es la naturaleza interior del hombre; por más que exteriormente a-parente otra cosa.

(533)
Q
ue vivir la vida que conduce al cielo no es tan difícil como algunos creen, se desprende de lo siguiente: cuando a un hombre se le presenta la ocasión de hacer algo que él sabe que es deshonesto e injusto; por más tentado que esté, le basta con pensar que no debe hacerlo porque atenta contra los preceptos Divinos. Si un hombre se habitúa a pensar así; y en base a esa costumbre, se forja una disciplina intelectual, entra gradualmente en conjunción con el cielo; y en la medida en que establece conjunción con el cielo, los dones superiores de su mente, se develan; y en cuanto esto acontece, advierte qué cosas son deshonestas e injustas; y al advertir estas perversidades, tiene la posibilidad de suprimirlas; debido a que las perversidades no pueden ser suprimidas hasta que no se advierten. El hombre arriba a este estado gracias a su libertad; ¿ o acaso no es posible pen-sar así si se goza de libertad ?  Y una vez que el hombre ha dado el paso inicial, entonces el Señor vivifica todo lo bueno que hay en él; pero no se limita a hacerle notar que las maldades son tales, sino que lo impulsa a abstenerse de querer cometerlas; y por último, a que experimente aversión hacia ellas.. Tal es el sentido de las siguientes palabras del Señor:

Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mat. XI, 30).

Pero debe comprenderse que es más difícil pensar así, y resistir el mal, cuando el hombre comete maldades deliberadamente, puesto que en este caso llega a habituarse a ellas, hasta el punto de pasar inadvertidas; por último, las ama, y las justifica por el deleite de su amor; y las confirma, aduciendo todo género de falacias; sosteniendo que son lícitas y benignas. Este es el destino de aquellos que desde la más tierna juventud perpetran todo género de maldades desenfrenadamente, rechazando las cosas Divinas de todo corazón.

(534)
E
n cierta ocasión, el camino que conduce al cielo y el camino que conduce al infierno me fueron representados. Veía un camino amplio que conducía hacia la izquierda, o al norte, por el que marchaban muchos espíritus; a lo lejos, se divisaba una enorme piedra señalando el final del camino. A partir de esa piedra el camino se dividía en dos; uno hacia la izquierda y el otro en dirección opuesta, hacia la derecha. El de la izquierda era angosto o estrecho, y atravesando la región occidental conducía al sur, es decir, hacia la luz del cielo; en cambio el camino de la derecha era amplio y espacioso, y descendía oblicuamente hacia el infierno. Al principio, todos parecían marchar en la misma dirección; hasta que arribaron a la gran piedra donde el camino se bifurcaba: una vez allí, se separaron; los buenos tomaron hacia la izquierda, por el camino estrecho que conducía al cielo; pero los malos, al no ver la piedra donde el camino se bifurcaba, se la llevaron por delante, lastimándose; una vez recuperados, se lanzaron por el camino espacioso de la derecha, que conducía al infierno. Luego se me explicó qué simbolizaba todo esto. El primer camino, que era amplio; por el que marchaban juntos los buenos y los malos como si fuesen amigos — pues no había ninguna diferencia ostensible entre ellos —, representaba a aquellos que ex-teriormente llevan una vida similar a la de los que son honestos y justos: sin que se note la menor diferencia entre unos y otros. La piedra situada en la bifurcación del camino, o en ángulo, que los malos se llevaron por delante para después lanzarse por el camino que conducía al infierno, representaba la verdad Divina; que es rechazada por quienes miran hacia el infierno; y en su sentido supremo esta piedra significaba la Divinidad Humana del Señor. En cambio los que reconocieron la verdad Divina, junto con la Divinidad del Señor, tomaron el camino que conducía al cielo. De esta forma se puso de manifiesto que exteriormente los malos llevan el mismo tipo de vida que los buenos, o que van juntos por el mismo camino, vale decir, con la misma disposición unos y otros; no obstante lo cual, quienes reconocen a la Divinidad de corazón, y especialmente los miembros de la iglesia que reconocen la Divinidad del Señor, van al cielo; pero aquellos que no lo hacen, son conducidos al infierno. Los pensamientos del hombre que proceden de su intención o voluntad, en la otra vida son representados por medio de caminos; estos caminos se hacen visibles de forma tal que concuerdan exactamente con los pensamientos de la intención; y según los pensamientos de su intención, cada cual toma su camino. De ahí que la índole de los espíritus y sus pensamientos, se conozcan por los caminos que toman. Lo cual aclara asimismo el sentido de las siguientes palabras del Señor:

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mateo Vil 13, 14).

El camino que conduce a la vida es estrecho que no quiere decir que sea difícil de transitar, sino que hay pocos que lo encuentran, como lo indica este pasaje. La piedra situada en el ángulo donde remataba el camino amplio y compartido; desde la cual partían otros dos caminos en direcciones o-puestas, aclara el sentido de las siguientes palabras del Señor:

Pero él, mirándolos, dijo: ¿ Qué, pues, es lo que está escrito ?  La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. Todo el que cayere sobre ella, será quebrantado... (Lucas XX. 17, 18).

"Piedra" significa verdad Divina, y la "piedra de Israel" el Señor en cuanto a Su Divinidad Humana; los "edificadores" son los miembros de la i-glesia; "la cabeza del ángulo" es la bifurcación del camino; "caer" y "ser quebrantado " es negar y perecer.

(535)
E
n la otra vida me fue dado conversar con algunas personas que se habían apartado de los asuntos mundanales a fin de llevar una vida pía y santa; y asimismo con otros que se habían atormentado a sí mismos de diversas maneras, porque creían que así renunciaban al mundo, refrenando las concupiscencias de la carne. Pero como la mayoría de éstos, lo que consiguieron de esa manera fue hacer una vida triste, apartándose de una vida de caridad, ya que esta vida sólo puede vivirse estando inmerso en los asuntos del mundo, no pueden relacionarse con los ángeles; porque la vida de los ángeles es jubilosa, debido a su beatitud: que consiste en hacer el bien realizando obras de caridad. Por lo demás, a los que han llevado una vida apartada de las ocupaciones del mundo los consume el fuego del mérito personal; están codiciando el cielo continuamente; y piensan en el júbilo celestial como si fuese una suerte de recompensa, debido a que ignoran totalmente en qué consiste. Cuando estos individuos son recibidos por los ángeles, y sienten su júbilo, que nada tiene que ver con el mérito, pues consiste en realizar obras concretas, prestando servicios de utilidad práctica, y en una cierta bendición nacida del bien ya realizado; quedan pasmados, como quien descubre algo ajeno a sus creencias; y como no son receptivos a ese júbilo, se marchan, para confabularse con sus congéneres; que son aquellos que en el mundo hicieron una vida semejante a la suya. Por su parte aquellos que llevaron una vida exteriormente beata, asistiendo permanentemente a la iglesia para orar y mortificar su alma; convencidos de que por esto habrían de ser estimados y honrados por encima de los demás; y que por último, después de la muerte, serían tenidos por santos; éstos, en la otra vida no están en el cielo, porque hicieron todo ese alarde por amor de sí mismos. Y como adulteraron las verdades Divinas por estar inmersos en el amor de sí mismos, algunos de ellos son tan insanos que llegan a creer que son dioses; por lo que habitan en el infierno junto a sus congéneres. Algunos son arteros y tramposos, y moran en los infiernos de los tramposos; éstos son los que mediante maquinaciones y artimañas simularon ser píos, induciendo al vulgo a creer que estaban dotados de Divina beatitud. De ésta índole son muchos de los santos de la religión Pontificia. Con algunos de éstos me fue dado hablar, y la calidad de su vida se hizo patente: tal como fue en el mundo, y tal como fue después. Todo esto ha sido dicho a fin de que se sepa que la vida que conduce al cielo no es una vida apartada del mundo, sino una vida inmersa en el mundo; y que una vida piadosa desprovista de caridad —que sólo puede darse en el mundo— no conduce al cielo; pero sí u-na vida de caridad, la cual consiste en ser honesto y justo en toda ocupación, negocio o actividad, por una inspiración interior o celestial; y esa inspiración cobra vida cada vez que el hombre actúa honesta y justamente porque así lo preceptúan las leyes Divinas. Llevar esa vida no es difícil. Pero hacer u-na vida pía que no sea al mismo tiempo una vida de caridad, es penoso; y tanto más aparta del cielo, cuanto más se cree que conduce al cielo.


(III)

EL INFIERNO

(56)

Capítulo LVI

EL SEÑOR RIGE LOS INFIERNOS

(536)
M
ás arriba al hacer referencia al cielo, se ha expuesto una y otra vez (sobre todo en Nº 2-6) que el Señor es el Dios del cielo, de lo que se sigue que el gobierno de los cielos en su integridad pertenece al Señor. Y como la relación que existe entre cielo e infierno, e infierno y cielo, es semejante a la que media entre dos opuestos que se contraponen mutuamente, derivando del proceso de acción y reacción que se establece entre ambos un estado de equilibrio que confiere permanencia a todas las cosas surgidas en dicho proceso; es necesario que quien rige a uno, rija al otro; puesto que si el mismo Señor no mantuviese a raya las rebeliones de los infiernos, cesaría el equilibrio; y junto con él, todo lo demás.

(537)
E
n primer lugar haremos una referencia a dicho equilibrio. Es notorio que cuando dos cosas se oponen mutuamente, una reacciona y resiste, mientras la otra actúa e impele; y si la potencia de ambas es igual, su efecto recíproco es nulo, pudiendo entonces una tercera actuar libremente sobre ambas; ya que cuando la fuerza de las dos se ve neutralizada por una idéntica oposición, el efecto de una tercera sobre ellas es pleno; y opera con la misma facilidad que si no hubiese oposición. Tal es el equilibrio que hay entre el cielo y el infierno; sin embargo no es un equilibrio como el que se da entre dos contendientes corpóreos que poseen la misma fuerza; dado que se trata de un equilibrio espiritual, es decir, del equilibrio resultante de la pugna entre la falsedad y la verdad, y entre el mal y el bien. Del infierno mana continuamente la falsedad del mal, y del cielo, la verdad del bien. Este equilibrio espiritual determina que el hombre piense y quiera en libertad; ya que lo que el hombre piensa y quiere, o se refiere al mal y la falsedad derivada, o al bien y la verdad derivada. De manera que cuando está en equilibrio, está en libertad de admitir o recibir el mal y la falsedad que manan del infierno, o de admitir o recibir el bien y la verdad que proceden del cielo. El Señor mantiene a todo hombre en tal equilibrio, porque el Señor rige así en el cielo como en el infierno. Pero porque se mantiene el hombre en libertad mediante este equilibrio, sin que le sean extirpados el mal y la falsedad, para implantar en su lugar el bien y la verdad, en virtud de la potestad Divina, es algo que abordaremos más adelante en el capítulo respectivo.

(538)
C
on frecuencia me fue dado percibir la esfera de la falsedad del mal que mana del infierno. Se trataba de una especie de esfuerzo perpetuo por destruir todo lo bueno y verdadero, en conjunción con cierta ira rayana en el furor ante la imposibilidad de consumar tales designios; pero por sobre todo consistía en un esfuerzo por aniquilar y destruir la Divinidad del Señor; y ello a causa de que todo bien y toda verdad proceden de El. Asimismo me fue dado percibir la esfera de la verdad del bien que manaba del cielo, refrenando el furor del esfuerzo que ascendía del infierno. Como resultado, se estableció un equilibrio. Pude percibir que la esfera del cielo procedía sólo del Señor, aunque parecía provenir de los ángeles del cielo; pero procede exclusivamente del Señor, y no de los ángeles; y en el cielo todo ángel reconoce que ni un ápice de bien y verdad procede de él, pues todo procede del Señor.

(539)
E
n el mundo espiritual todo poder emana de la verdad del bien; y el poder de la falsedad del mal es totalmente nulo. Esto se debe al hecho de que en el cielo la Divinidad misma es el bien Divino y la verdad Divina, y el poder absoluto pertenece a la Divinidad. El poder de la falsedad del mal es nulo, porque todo poder emana de la verdad del bien, y en la falsedad no hay ni un ápice de la verdad del bien. De manera que el poder del cielo es absoluto, mientras que el del infierno es nulo; en el cielo todos viven en la verdad del bien, y en el infierno todos están inmersos en la falsedad del mal: nadie es admitido en el cielo hasta que no vive en la verdad del bien; y nadie es arrojado al infierno, hasta que no se halla inmerso en la falsedad del mal. (Lo cual puede verificarse en los artículos respectivos al primer, segundo y tercer estado del hombre después de la muerte, Nº 491 -520); y que todo poder pertenece a la verdad del bien, puede verse en el capítulo referente al poder de los ángeles del cielo. (Nº 228-233)

(540)
T
al es, pues, el equilibrio establecido entre el cielo y el infierno. Quienes habitan en el mundo de los espíritus, se mantienen en ese equilibrio, porque el mundo de los espíritus está situado entre el cielo y el infierno. Y bajo el mismo influjo se mantienen en equilibrio los hombres en el mundo; ya que los hombres que residen en el mundo, están regidos por el Señor a través de espíritus que habitan en el mundo de los espíritus, como se verá más adelante en el capítulo respectivo. Pero este equilibrio no podría darse, si el Señor no rigiese tanto el cielo como el infierno, regulando ambas partes. De lo contrario, las falsedades del mal prevalecerían, afectando a los espíritus de bondad simple que habitan en la periferia del cielo, quienes son más fáciles de pervertir que los ángeles propiamente dichos; de ocurrir esto, cesaría el equilibrio, y junto con el equilibrio, la libertad del hombre.

(541)
EL
infierno, al igual que el cielo, está constituido por distintas sociedades; tantas como hay en el cielo: cada sociedad del cielo tiene su sociedad opuesta en el infierno, en razón del equilibrio. Las sociedades del infierno se distinguen entre sí según los géneros de maldad y sus falsedades derivadas, así como las sociedades del cielo se distinguen entre sí según los géneros de bien y sus verdades derivadas. Que a cada bien corresponde un mal opuesto, y a cada verdad una falsedad opuesta, se desprende de lo siguiente: no hay nada que exista sin tener una relación con su opuesto, y la naturaleza de todo aquello que existe puede conocerse, en género y grado, a partir de su opuesto; tal es la fuente de toda percepción y de toda sensación. Por eso el Señor provee de manera constante que cada sociedad del cielo tenga su sociedad opuesta en el infierno, y que se establezca un equilibrio entre ambas.

(542)
C
omo en el infierno hay el mismo número de sociedades que en el cielo, allí hay tantos infiernos como sociedades hay en el cielo; puesto que así como cada sociedad del cielo es un cielo en forma menor (ver más arriba Nº 51-58), así también cada sociedad infernal es un in-, infierno en forma menor. Y así como, en sentido genérico, hay tres cielos, así también, en sentido genérico, hay tres infiernos; un infierno inferior, opuesto al tercero íntimo cielo: otro intermedio, opuesto al cielo intermedio o segundo; y otro superior, opuesto al cielo externo o primero.

(543)
E
n seguida explicaremos de qué modo rige el Señor los infiernos. En general, los infiernos son regidos por una efusión general de bien Divino y verdad Divina que emana de los cielos, mediante la cual, el esfuerzo general que emana del infierno, es refrenado y contrarrestado; y asimismo por una efusión específica que emana de cada cielo y de cada sociedad. En particular, los infiernos son regidos por ángeles, a quienes les es dado mirar a los infiernos, apaciguando así la insania y los disturbios imperantes; y en algunas ocasiones ángeles emisarios llegan hasta a-Ilí, para moderar la insania y los disturbios mediante su presencia. En general, todos los moradores del infierno son regidos por medio de sus temores. Algunos son regidos por temores ya implantados en el mundo que todavía llevan dentro suyo; pero como estos temores no bastan, pues poco a poco van disipándose/son regidos mediante el temor del castigo; esto, principalmente, es lo que los disuade de hacer el mal. Las penas que se imponen en el infierno son múltiples; leves o graves, según el género de maldad cometido. Generalmente los más perversos son colocados en las posiciones de mando, porque son más arteros y mañosos que los demás; y están en condiciones de someter a los otros, reduciéndolos a un estado de servidumbre mediante el castigo y el terror derivado; pero éstos regentes no pueden propasarse de los límites prescriptos. Es necesario comprender que el único medio para refrenar la violencia y el furor de los habitantes del infierno, es el temor del castigo. Y no hay ningún otro expediente.

(544)
E
n el mundo se ha creído hasta hoy que hay un Diablo que preside los infiernos; el cual habría sido creado como ángel de luz, pero, después de haberse rebelado, fue arrojado al infierno junto con sus secuaces. Semejante creencia ha cundido porque en la Palabra, el Diablo, Satanás y asimismo Lucifer, son mencionados por su nombre, y los pasajes de la Palabra donde ello ocurre han sido interpretados según su sentido literal. Pero el "Diablo" y "Satanás" significan el infierno; el "Diablo", el infierno posterior, donde moran los peores de todos, los llamados genios malignos; "Satanás", el infierno anterior, donde habitan aquellos que no son tan perversos, los llamados espíritus malignos; y "Lucifer", los que pertenecen a Babel o Babilonia, quienes anhelan extender sus dominios hasta el mismo cielo. Que no hay un diablo que rija los infiernos, se desprende también del hecho de que todos los habitantes del infierno, al igual que los del cielo, proceden del género humano (ver Nº 311-317); y de que ya suman miríadas de miríadas los que han ingresado allí desde el principio de la Creación; siendo ca-, da uno de ellos un diablo, según su oposición a la Divinidad durante su vida en el mundo (ver más arriba, Nº 311-312).

(57)

Capítulo LVII

EL SEÑOR NO ARROJA
A NADIE AL INFIERNO;

ES EL ESPÍRITU MISMO

EL QUE SE PRECIPITA
EN EL INFIERNO

(545)
E
ntre ciertas personas prevalece la opinión de que Dios aparta su rostro del hombre; lo arroja al infierno; se encoleriza con él a causa de su maldad; y hay quienes llegan a opinar que Dios castiga al hombre, haciéndole daño. Y confirman su criterio recurriendo al sentido literal de la Palabra, citando aquellos pasajes donde se declaran este tipo de cosas; ignorando que el sentido espiritual de la Palabra, mediante el cual se a-clara el sentido literal, es completamente distinto; y que, por tanto, la genuina doctrina de la iglesia, emanada del sentido espiritual de la Palabra, ensena otra cosa; vale decir, que Dios jamás aparta su rostro del hombre; ni lo arroja lejos de sí; que no arroja a nadie al infierno, ni se encoleriza. Por lo demás, quienquiera que esté dotado de una mentalidad esclarecida, puede advertir que ello es así, por la sencilla razón de que Dios es el Bien mismo, el Amor mismo, y la Misericordia misma; y el Bien mismo a nadie puede hacerle mal; y el Amor mismo y la Misericordia misma, no pueden arrojar al hombre lejos de sí, porque esto atenta contra la esencia misma de la misericordia y el amor; y aun de la misma Divinidad. De modo que aquellos que gozan de una mente esclarecida, al leer la Palabra, perciben claramente que Dios jamás se aparta del hombre; y como El jamás se aparta del hombre: lo trata con bondad, amor y misericordia; desea su bien, lo ama y es misericordioso con él. De lo que se desprende que el sentido literal de la Palabra, en el que se declaran tales cosas, encierra un sentido espiritual recóndito; y que las expresiones empleadas en el sentido literal, que se ajustan a lo que el hombre puede aprehender, y a sus ideas primarias y generales, deben ser explicadas a través de su sentido espiritual.

(546)
P
or otra parte, quienes son esclarecidos, advierten que el bien y el mal son dos cosas opuestas; que se contraponen como el cielo y el infierno, y que todo bien mana del cielo y todo mal del infierno; y como la Divinidad del Señor es lo que crea el cielo (Nº 7-12), solamente el bien fluye del Señor hacia el hombre, pero del infierno, solamente el mal; por consiguiente, el Señor siempre aparta al hombre del mal, guiándolo hacia el bien, mientras que el infierno, continuamente lo conduce al mal. Y si el hombre no se hallase entre uno y otro, no tendría ni pensamiento ni voluntad; y mucho menos libertad o facultad de elegir: el hombre goza de estos dones en virtud del equilibrio establecido entre el bien y el mal; de forma que si el Señor se alejara del hombre, dejándolo bajo el poder exclusivo del mal, el hombre perdería su condición de tal. Todo ello indica que el Señor fluye en cada hombre instilándole el bien: así en el hombre maligno como en el benigno, con la única diferencia de que el Señor aparta continuamente del mal al hombre maligno, y guía continuamente hacia el bien al hombre bueno; diferencia que por otra parte radica en el hombre mismo, ya que él es el receptor.

(547)
L
o cual pone de manifiesto que el hombre hace el mal bajo el influjo del infierno, y el bien, por influjo del Señor. Pero como el hombre supone que lo que hace, lo hace por sí mismo; el mal cometido se adhiere a él como si fuese suyo: de ahí que la raíz del mal esté en el hombre, y de ninguna manera en el Señor. El mal en el hombre es el infierno dentro suyo; puesto que decir el mal o el infierno, viene a ser la misma cosa. Y como el hombre es la causa de su propia maldad, es él mismo quien se conduce al infierno, y no el Señor. Por el contrario, tan lejos está el Señor de conducir al hombre al infierno, que El es quien libra al hombre del infierno, siempre y cuando el hombre no desee ni ame estar inmerso en su propia maldad. Porque la voluntad y el amor del hombre permanecen en él después de la muerte (Nº 470-484). Aquel que quiere y ama el mal en el mundo, quiere y ama el mal en la otra vida; pero entonces ya no se lo aparta del mal como antes. Por eso un hombre inmerso en el mal, está ligado al infierno: en realidad su espíritu está allí; y después de la muerte anhela por sobre todas las cosas sumirse en su propia maldad. Por consiguiente, es el hombre mismo el que se arroja al infierno después de la muerte, sin que intervenga el Señor.

(548)
E
n seguida explicaremos el modo en que esto sobreviene. Cuando el hombre ingresa en la otra vida, es recibido en primer lugar por ángeles; quienes lo atienden solícitamente, instruyéndolo sobre el Señor, el cielo, la vida angélica, y todas las cosas buenas y verdaderas. Pero si el hombre, que entonces ya es un espíritu, es uno de aquellos que aun sabiendo estas cosas en el mundo, las negaron con desprecio en su corazón; después de unos breves circunloquios, ansían y procuran alejarse de estos ángeles. En cuanto los ángeles se percatan de ello, se apartan. Los individuos de esta índole, luego de entrar en contacto con otros espíritus, terminan confabulándose con los que están inmersos en su mismo género de maldad (ver arriba, Nº 445-452). Una vez que esto ha acontecido, dan la espalda al Señor, volviendo su rostro hacia el infierno; con el cual establecieron conjunción durante su estadía en el mundo, y donde moran quienes están sumidos en un mismo género de amor del mal. Lo cual pone de manifiesto que el Señor atrae hacia Sí a todo espíritu por medio de los ángeles, y a través del influjo del cielo; sólo que los espíritus inmersos en el mal se resisten de manera tajante; como si se desprendieran del Señor, siendo arrastrados hacia el infierno por su propia maldad como con una soga. Y debido a que se dejan arrastrar; puesto que inspirados por el amor del mal, se muestran ansiosos de obedecer su impulso, es evidente que ellos mismos se arrojan libremente al infierno. En el mundo nadie puede creer que esto sea así, a causa de las nociones establecidas acerca del infierno. Y en realidad, en la otra vida, no es algo aparente para quienes habitan fuera del infierno, sino sólo para aquellos que se precipitan al infierno; porque éstos, se introducen allí espontáneamente. Quienes se introducen bajo la inspiración de un ardiente amor del mal; al hacer su entrada, parece que se arrojaran de cabeza, con los pies para arriba y la cabeza hacia abajo. Esta apariencia suscita la impresión de que son arrojados al infierno por obra Divina (Sobre este punto nos extenderemos más adelante, Nº 574). De ello puede colegirse que el Señor no arroja a nadie al infierno: cada cual lo hace por su cuenta; no sólo mientras vive en el mundo, sino también después de la muerte; cuando habita entre los espíritus.

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El
Señor no puede tratar a todos los hombres del mismo modo en virtud de Su Esencia Divina: que es la bondad, el amor y la misericordia, porque la maldad y sus falsedades derivadas lo impiden; ya que no sólo apagan su influjo, sino que incluso lo rechazan. La maldad y sus falsedades derivadas, son como nubes negras que se interponen entre el sol y el ojo del hombre, ocultando el esplendor del sol y la serenidad que su luz otorga; no obstante, el esfuerzo del sol por disipar las nubes interpuestas es incesante; ya que prosigue operando detrás de ellas, mientras emite una luz opaca que llega al ojo del hombre por diversas vías indirectas. Lo mismo acontece en el mundo espiritual. Allí el sol es el Señor y el amor Divino (Nº 116-140); y la luz es la verdad Divina (Nº 126-140); las nubes negras son las falsedades del mal; y el ojo es el intelecto. Cada vez que allí hay alguien inmerso en las falsedades del mal, lo envuelve una de esas nubes; que es negra y densa según el grado de su maldad. De esta comparación se infiere que el Señor está siempre presente en todo ser; pero el modo en que es recibido, varía en cada cual.

(550)
L
os espíritus malignos son severamente castigados en el mundo de los espíritus, a fin de que el castigo los disuada de hacer el mal. Expediente que también parece inducido por el Señor; y sin embargo, ningún castigo es impuesto por el Señor; sino por la misma maldad; puesto que existe una conjunción tan íntima entre la maldad y el castigo que conlleva, que resultan inseparables. Pues la turba infernal ansia y ama por sobre todas las cosas hacer el mal; especialmente infligir castigos y torturar a los demás; de ahí que maltraten e inflijan castigos a quienes no están bajo el amparo del Señor. Por eso cuando se comete el mal por maldad de corazón, el trasgresor pierde totalmente el amparo del Señor, quedando así a merced de los espíritus malignos, quienes se abalanzan sobre él, y lo castigan. Esto puede ilustrarse con las maldades y sus respectivos castigos en el mundo, donde también ambas cosas van juntas. Puesto que en el mundo las leyes prescriben penas para cada maldad; de modo que quien se precipita en el mal, se precipita asimismo en la penalidad del mal. Con la sola diferencia de que en el mundo la maldad puede disimularse, pero en la otra vida no. De lo que se desprende que el Señor no hace mal a nadie; algo similar ocurre en el mundo; ni el rey, ni el juez, ni la ley son la causa que determina el castigo del reo; ya que no son los causantes de la maldad del malhechor.

(58)

Capítulo LVIII

TODOS LOS QUE MORAN
EN LOS INFIERNOS VIVEN EN EL MAL
Y EN SUS RESPECTIVAS FALSEDADES:
DERIVADAS DEL AMOR DE SÍ MISMO
Y DEL MUNDO

(551)
T
odos los moradores de los infiernos están inmersos en el mal y sus respectivas falsedades; allí, no hay nadie que asuma al mismo tiempo maldades y verdades. En el mundo, la mayoría de los hombres malignos conocen las verdades espirituales; que son las verdades de la iglesia; por haberlas oído desde la infancia; luego, a través de la prédica y la lectura de la Palabra; y por último, por haber hablado sobre ellas. Algunos de ellos llegaron incluso a convencer a los demás de que eran cristianos de corazón; porque sabían simular afecto por la verdad en sus disertaciones; y comportarse con probidad como si estuviesen inspirados por la fe espiritual. Pero los individuos de esta índole, para sus adentros son refractarios a estas verdades; y si se abstuvieron de cometer las maldades afines a su pensamiento, fue sólo en atención de las leyes civiles; o por resguardar su reputación, los honores y el lucro; ya que todos ellos son malvados de corazón; y si asumen la verdad y el bien, lo hacen de manera meramente corporal y no espiritual; por tanto cuando en la otra vida se los despoja de su exterioridad, se revela la interioridad de su espíritu, y aparecen sumidos en el mal y en la falsedad; sin la menor traza de verdad ni bondad. De ello se desprende que las verdades y bienes que asumieron, estaban relegados exclusivamente a su memoria, como meros datos de información que sacaban a relucir en sus conversaciones; simulando una expresión bondadosa , aparentemente inspirada en el amor y en la fe espiritual. Cuando a éstos les es dado asumir su interioridad, y por tanto, sus maldades, ya no pueden pronunciar más verdades, sino solamente falsedades; porque sus palabras están bajo el influjo del mal; y decir verdades bajo el influjo del mal, es imposible: en este trance, el espíritu no es otra cosa qué su propia maldad; y de la maldad mana sólo falsedad. Todo espíritu maligno se ve reducido a este estado antes de ser arrojado al infierno (ver más arriba, Nº 499-512); este proceso se llama devastación de verdades y bienes; y la devastación no es otra cosa que la inmersión de cada cual en su propia interioridad vale decir, en la naturaIeza propia de su espíritu "(ver mas arriba, Nº 425).

(552)
D
espués de la muerte, cuando el hombre entra en este estado, deja de ser un hombre espíritu, cómo lo era durante su primer estado (sobre el cual véase más arriba , Nº 491-98), y comienza a ser un espíritu propiamente dicho: realmente es un espíritu; dotado de un rostro y un cuerpo que corresponde a la interioridad de su mente; su aspecto externo, es el tipo o efigie de su interioridad. Tal es el espíritu luego de haber pasado por el primer y segundo estados mencionados más arriba. De modo que al verle su carácter se reconoce en el acto; no sólo por su rostro y su cuerpo, sino también por sus palabras y sus gestos; y puesto que ahora ya está inmerso en sí mismo, sólo tiene sitio entre sus congéneres. En el mundo espiritual existe una comunión absoluta de afectos y pensamientos; debido a ello el espíritu se ve transportado hacia donde están sus congéneres de manera casi automática, pues concuerda con su afecto y deleite. En realidad, él mismo se vuelve en esa dirección; porque esto le permite inhalar su propia vida, o respirar libremente, cosa que no sucede cuando se vuelve hacia otro lado. Debe entenderse que en la otra vida la comunicación con otros se establece de acuerdo con la orientación del rostro, y que cada cual tiene constantemente ante su rostro a los que viven en un amor similar al suyo, y esto en cada giro del cuerpo (ver más arriba Nº 151). Por eso todos los espíritus infernales vuelven su espalda al Señor, y miran hacia el cuerpo tenebroso y hacia el cuerpo oscuro que ocupan el lugar del sol y la luna en este mundo; en cambio todos los ángeles del cielo se vuelven hacia el Señor como sol y luna del cielo (ver arriba, Nº 123, 143, 144, 151). De lo cual se infiere que todos los moradores de los infiernos están inmersos en el mal y en las falsedades derivadas; y que todos ellos tienen la vista puesta en su propio amor.

(553)
T
odos los espíritus infernales, a la luz del cielo, aparecen bajo la forma de su maldad; porque en el infierno cada cual es la e-figie de su maldad: su interioridad y exterioridad vienen a ser una misma cosa; su interioridad se hace visible en la exterioridad, constituida por el rostro, el cuerpo, el lenguaje y los gestos; de manera que el carácter del espíritu se reconoce a simple vista. En un sentido genérico, los espíritus malignos son efigies del desprecio hacia los demás, y de amenaza para quienes no les rinden pleitesía; son asimismo efigies de diversos géneros de odio, y de diversos géneros de venganza. En estas efigies se transparenta la sevicia y la crueldad de su interioridad. Sin embargo, cuando son loados, venerados y a-dorados por los demás, su rostro se suaviza, y adoptan una expresión jovial que emana del deleite. Es imposible describir en unas pocas palabras el aspecto de todas estas efigies, ya que no hay una que sea igual a otra; si bien es cierto que se da una similitud general entre los que están inmersos en un mismo género de maldad, quienes son miembros de la misma sociedad infernal; en base a lo cual, partiendo de un mismo plano original, los rostros de todos ellos derivan cierta similitud. Por regla general sus rostros son atroces y exentos de vida como los de los cadáveres; los rostros de algunos son negros; hay otros cuyos rostros llamean como antorchas; otros los tienen desfigurados, con pústulas, verrugas y úlceras enormes; algunos no parecen tener rostro: en su lugar se observa una cosa pilosa y ósea; hay otros en los que sólo se distinguen los dientes. Sus cuerpos también son monstruosos; y su lenguaje, es el lenguaje de la ira, del odio y la venganza; pues las palabras que profieren manan de su falsedad; y el tono de su voz proclama su maldad. En fin, todos ellos son la viva imagen de su propio infierno. No me fue dado observar cómo es el infierno en su forma general; con todo, se me hizo saber que así como el cielo en su conjunto refleja a un solo Hombre, a-sí también el infierno en su conjunto refleja a un solo Diablo; y puede ser representado en la efigie de un solo Diablo (ver arriba, Nº 544). Lo que sí me fue dado observar con frecuencia, es la forma particular de los infiernos, o sociedades infernales; ya que a su entrada, donde están las llamadas puertas infernales, aparece un monstruo que representa en sentido general la forma de los que están adentro. La sevicia de sus moradores, es representada así mismo de maneras horribles y atroces que renuncio a describir. Pero de-be tenerse en cuenta que esta es la forma en que aparecen los espíritus infernales a la luz del cielo; entre ellos, aparecen bajo el aspecto de hombres. EÍIo es obra de la misericordia del Señor; para que entre ellos su aspecto no sea tan repugnante como el que asumen ante los ojos de los ángeles. Pero se trata de una apariencia falaz; ya que en cuanto el menor rayo de luz celestial se filtra en el infierno, su forma humana se torna monstruosa; tal como es en sí misma (según se ha descripto más arriba). Porque en el cielo todas las cosas aparecen tal como son en sí mismas. De ahí que los seres infernales huyan de la luz del cielo para sumergirse en su propia luz; que es similar a la que despiden las brasas de carbón, y a veces, a la que arroja el sulfuro ardiente. Por lo cual se dice que los infiernos están sumidos en las tinieblas y en la oscuridad; y por la misma razón, "tinieblas" y "oscuridad" significan falsedades derivadas del mal; tales como las que se divulgan en el infierno.

(554)
E
n base a una inspección de estas formas monstruosas —las cuales, según queda dicho, son todas ellas efigies de desprecio por los demás, y de amenaza para quienes no les rinden tributo y pleitesía, y así mismo efigies de odio y venganza contra quienes no los favorecen— se hizo patente que, en general, todos ellos son formas del amor de sí mismos y del amor del mundo; y que las maldades, cuyas formas específicas encarnan, derivan de estos amores. Por lo demás, se me informó desde el cielo, y me fue dado comprobarlo a través de una larga experiencia, estos dos amores, el amor de sí mismo y el amor del mundo, rigen y conforman los infiernos; así corno el amor al Señor y el amor al prójimo, rigen y conforman tos-cielos; por otra parte, los dos amores infernales y los dos amores del cielo son diametralmente opuestos entre sí.

(555)
A
l principio me asombraba que el amor de sí mismo y el amor del mundo fuesen tan diabólicos, y que quienes están inmersos en dichos amores, tuviesen un aspecto tan monstruoso; porque en el mundo, no se toma en cuenta el amor de sí mismo, sino solamente ese estado de elación mental, meramente externo, denominado soberbia; y esto, exclusivamente, es lo que se entiende por amor de sí mismo, por ser notorio a ojos vista. Por lo demás, cuando se tiene la discreción de no alardear, en el mundo se considera al amor de sí mismo como el fuego esencial de la vida; que incita al hombre a buscar una ocupación y a desempeñar un uso; y se piensa que si por estos medios el hombre no obtuviese ni honores ni gloria, su mente se sumiría en el letargo. Ya que comúnmente se oye decir: "¿ Quién ha realizado una obra digna, útil y notable, con otro propósito que el de ser alabado y honrado por los demás, o de obtener celebridad y honra ?  ¿ Y de dónde procede esto sino del fuego del amor por la gloria y los honores, y por ende, del amor de sí mismo ?" Por tal razón, en el mundo se ignora que el amor de sí mismo —conforme a su naturaleza— es el amor que rige en el infierno, constituyendo el infierno en el hombre. Siendo esto así, indicaré en primer lugar qué es el amor de sí mismo, para después poner de manifiesto que todas las maldades, y las falsedades derivadas, brotan de ese amor.

(556)
E
l amor de sí mismo consiste en desear el bien solamente a uno mismo; y a los demás, sólo si esto redunda en provecho propio; así se trate de la iglesia, de la patria, o de la sociedad humana; consiste asimismo en hacer el bien nada más que por amor de la propia reputación, dejos honores y la gloria; este tipo de individuo, si ve que no puede sacar provecho de los usos que desempeña en beneficio de otros, se pregunta para sus adentros, "¿ Qué interés tengo yo en esto ?  ¿ Por qué habría de hacerlo ?  ¿ Qué voy a ganar con ello ?  " Y en consecuencia, se abstiene de obrar. De lo que se desprende que quien está inmerso en el amor de sí mismo no ama a la iglesia, ni a la patria, ni a la sociedad, ni a los usos, sino solamente a sí mismo. Su único deleite es el amor de sí mismo; y como el deleite emanado del amor, es lo que constituye la vida del hombre, su vida es una vida egoísta; y una vida egoísta es una vida que mana de la naturaleza propia del hombre; y la naturaleza propia del hombre, considerada en sí misma, no es otra cosa que maldad. Quien se ama a sí mismo, también ama a los suyos; en particular a sus hijos y nietos, y en general a todos aquellos que se identifican con él, a quienes llama suyos. Pero al amar a éstos se ama a sí mismo, dado que prácticamente los ve dentro suyo, reconociéndose a sí mismo en ellos. Entré los que él llama suyos están aquellos que lo alaban, le tributan honores y le rinden pleitesía.

(557)
S
e comprende fácilmente qué es el amor de sí mismo si se lo compara con el amor celestial. El amor celestial consiste en a-mar los usos porque son usos, y los bienes porque son bienes; los cuales el hombre lleva a cabo en beneficio de la iglesia, de su país, de la sociedad humana y de sus conciudadanos; en esto consiste el amor al Señor y el amor al prójimo, ya que todos los usos y bienes espirituales proceden del Señor y configuran el prójimo que debe ser amado. Pero aquel que ama estas cosas por sí mismo, las ama como a su sirviente; porque le resultan útiles; de lo que se sigue que quien se ama a sí mismo desea que la iglesia, su patria, la sociedad humana y sus conciudadanos estén a su servicio, y no al revés; porque se coloca a sí mismo por encima de estas cosas, y no a la inversa. De ahí que quien se halla inmerso en el amor de sí mismo, se aparta del cielo, dado que se aparta del amor celestial.

(558) a)
P
or lo demás, en la medida en que uno vive en, el amor celestial, lo cual consiste en amar los usos y los bienes espirituales, regocijándose de corazón al aplicarlos por amor de la iglesia, de la patria, de la sociedad humana y de los conciudadanos; en tal medida es guiado por el Señor, pues en ese amor está El, y de El procede. Pero en la medida en que uno está inmerso en el amor de sí mismo, lo cual consiste en desempeñar usos y realizar buenas obras en provecho propio; en tal medida se guía por sí mismo; y en este caso, no puede ser guiado por el Señor. De lo que se sigue que en la medida en que uno se ama a sí mismo, se aparta de la Divinidad, y al mismo tiempo del cielo. Guiarse por sí mismo, es dejarse llevar por la naturaleza propia; la naturaleza propia no es otra cosa que maldad; y la maldad hereditaria del hombre consiste en amarse a sí mismo más que a Dios, y al mundo más que al cielo. Cada vez que el hombre se contempla a sí mismo en el bien que hace, recae en su naturaleza propia, vale decir, en su maldad hereditaria. Entonces contempla al bien desde sí mismo en vez de contemplarse a sí mismo desde el bien; de manera que en el bien que hace, proyecta la imagen de sí mismo, y no la imagen de la Divinidad. Que esto es así, también me fue dado comprobarlo por experiencia directa. Hay ciertos espíritus malignos que tienen morada en la región intermedia —ubicada entre el norte y el oeste bajo los cielos— quienes son diestros en hacer recaer a los espíritus probos en su naturaleza propia, y por ende, en maldades de diverso género. Esto lo consiguen induciéndolos a pensar en sí mismos; ya sea a-biertamente, recurriendo a la alabanza y la obsequiosidad; o bien en forma solapada, orientando su afectividad hacia sí mismos; y una vez que han logrado su propósito, desvían el rostro de los espíritus probos del cielo, al tiempo que obnubilan su intelecto, despertando las maldades de su naturaleza propia.

(558) b)
Q
ue el amor de sí mismo es el polo opuesto del amor del prójimo, se desprende del origen y esencia de ambos. El amor del prójimo de quien está inmerso en el amor de sí mismo comienza con la propia persona, puesto que arguye que todos son su prójimo, y partiendo de él como centro, se proyecta en todos los que se identifican con él; en menor o mayor medida según el grado de conjunción establecida por su amor. Los que no pertenecen a su círculo, no cuentan; y quienes se oponen a sus miembros, y a las maldades que cometen, son tenidos por enemigos; sin que importe su índole; por más que sean sabios, probos, honestos y justos. En cambio el amor espiritual del prójimo procede del Señor, y partiendo desde El como centro, fluye hacia todos los que establecen conjunción con El a través del amor y la fe, difundiéndose en cada cual de acuerdo con su grado de amor y fe. De ahí que el amor al prójimo originado en el hombre sea opuesto al amor al prójimo suscitado por el Señor; ya que el primero mana del mal, porque mana de la naturaleza propia del hombre; mientras que el segundo procede del Señor, que es el bien en si mismo. De lo que se desprende que el amor al prójimo que mana del hombre y de su naturaleza propia, es corporal; mientras que el amor al prójimo que procede del Señor es celestial. En una palabra, el amor de sí mismo, en el hombre en el cual predomina, constituye la cabeza; y el amor celestial, los pies. Sobre este amor se afirma; y si ño puede servirse de él, lo pisotea. Por eso quienes son arrojados al infierno, caen aparentemente con la cabeza para abajo: hacia el infierno; y con los pies para arriba: hacia el cielo (ver arriba, Nº 548).

(559)
P
or otra parte, el amor de sí mismo es de tal índole que apenas se le da rienda suelta, esto es, en cuanto se ve liberado de las ataduras externas — el temor de la ley y sus respectivas penalidades, el temor al menoscabo de la reputación, los honores, el lucro, el empleo y la vida —, se desmanda; hasta que por último no sólo anhela imperar sobre el mundo entero, sino también sobre el cielo en su conjunto y sobre la misma Divinidad; desconociendo todo límite o freno. Esta inclinación yace latente en aquel que está inmerso en el amor de sí mismo; si bien no se manifiesta a los ojos del mundo, donde se ve refrenada por las ataduras recién mencionadas. Que ello es así, se hace patente en ciertos potentados y reyes que no se hallan sujetos a tales frenos y ataduras; puesto que se desmandan y sojuzgan provincias y reinos siempre que el éxito los acompañe; ambicionando el poder y la gloria más allá de todo límite. Lo cual es más notorio en la Babilonia de nuestros días, que ha extendido su dominio al mismo cielo, arrogándose toda la potestad Divina del Señor; codiciando siempre más y más. Que esta clase de individuos, cuando arriban a la otra vida después de la muerte, se oponen totalmente a la Divinidad y al cielo; siendo proclives al infierno, puede verificarse en el opúsculo De Ultimo Judicio et de Babylonia des-tructa.

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P
rocure el lector imaginar una sociedad compuesta por seme-antes individuos, quienes se aman exclusivamente a sí mismos; y no aman a nadie más, salvo en el caso de que se identifiquen con ellos; fácilmente echará de ver entonces que el amor que experimentan es como el amor que une a los ladrones; mientras son cómplices, se abrazan y son amigos; pero cuando cesa su complicidad, y se desligan de su dependencia mutua, se abalanzan unos sobre otros; y se masacran. Cuando la interioridad de su mente es explorada, resalta la plenitud del encarnizado odio mutuo que los anima; se advierte que en su corazón se ríen de la honestidad y la justicia, así como de la Divinidad, a la que desechan como una nadería. Ello es todavía más notable en las sociedades correspondientes a éstos en los infiernos; a las cuales nos referiremos más adelante.

(561)
L
a interioridad relativa a los pensamientos y afectos de quienes se aman a sí mismos por sobre todas las cosas, se vuelve hacia ellos, y hacia el mundo, dando la espalda al Señor y al cielo; de ahí que se hallen obsedidos por maldades de todo género, sin que sea posible que la Divinidad fluya en ellos; puesto que al percibir el menor influjo, lo diluyen en el acto con pensamientos acerca de sí mismos, y lo corrompen, mezclándolo con las maldades que manan de su naturaleza propia. Por eso en la otra vida estos individuos dan la espalda al Señor, y miran hacia la tiniebla que ocupa el lugar del sol del mundo; la cual se halla en posición diametralmente opuesta al sol del cielo, que es el Señor (ver arriba, Nº 123). "Tiniebla" significa maldad; y "sol del mundo", amor de sí mismo.

(562)
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as maldades de quienes están inmersos en el amor de sí mismos, en sentido general, emanan del desprecio por los demás, la envidia, la animadversión hacia aquellos que no los favorecen, la hostilidad derivada, los diversos géneros de odio, la venganza, las maquinaciones, el fraude, la falta de misericordia y la crueldad. En lo que respecta a las cuestiones religiosas, no sólo sienten desprecio por la Divinidad y las cosas Divinas —que son las verdades y bienes espirituales de la iglesia— sino que también manifiestan su animadversión hacia ellas; animadversión que se convierte en odio cuando el hombre llega a ser un espíritu. Entonces, no sólo no puede oír mencionar estas verdades y bienes espirituales, sino que siente un odio flagrante contra todos los que reconocen y adoran a la Divinidad. Una vez hablé con cierto espíritu que en el mundo fue un hombre poderoso, quien se amaba a sí mismo en grado superlativo; ante la sola mención de la Divinidad, especialmente al oír mencionar al Señor, se encendió en él un odio furibundo; hasta el punto de experimentar ardientes deseos de matar; y cuando se le dio rienda suelta a su amor, ambicionó ser ei mismo Diablo, para poder, en virtud de su amor, infestar constantemente al cielo. Tal es la ambición de ciertos individuos que profesan la religión papista, cuando, en la otra vida, advierten que la postestad del Señor es absoluta; y la de ellos, nula.

(563)
A
l sur de la región occidental, advertí la presencia de ciertos espíritus, quienes decían haber gozado en el mundo de posiciones de elevado rango; de la más alta estimación en virtud de sus méritos, y de la facultad de imperar sobre los demás. Su índole interior fue explorada por los ángeles, y se halló que en el desempeño de sus funciones en el mundo, no habían reparado en el uso que debían prestar, sino sólo en sí mismos; anteponiendo su propia persona a la prestación de usos. Como porfiaban a-fanosamente por obtener una posición de mando, les fue dado entrar en contacto con ciertos espíritus que deseaban consultar cuestiones de capital importancia; pero enseguida se hizo notorio que eran incapaces de prestar la menor atención al asunto que se les planteaba, o de considerar las cosas tal como son en sí mismas, o de referirse ai uso de las cosas; lo único que estaban en condiciones de hacer era hablar de sí mismos, pretendiendo actuar según su conveniencia en base a privilegios. De manera que fueron relevados de esa ocupación, quedando en libertad de buscar empleo en alguna otra parte. Tras lo cual se alejaron, dirigiéndose a la región occidental; donde se los recibió aquí y allá, pero en todas partes se les hizo notar que no hacían más que pensar en sí mismos, desconociendo todo otro asunto que no se refiriese a ellos; razón por la cual se los calificó de estúpidos, como espíritus sensuales meramente corporales. Así, dondequiera que fuesen, se los rechazaba. Un tiempo después, fueron vistos en una condición lamentable, pidiendo limosna. De tal modo se hizo patente que quienes están inmersos en el amor de sí mismos, por más que hablen con aparente sabiduría ante el mundo, recitan sus palabras de memoria atizados por el fuego del amor de sí mismos; sin el menor atisbo de luz racional. Por ello en la otra vida, cuando ya no les es dado reproducir los datos de la memoria natural, es evidente que son más estúpidos que los demás; y la causa de esto, es que están separados de la Divinidad.

(564)
H
ay dos géneros de dominio; uno deriva del amor al prójimo, y el otro del amor de sí mismo. Estos dos tipos de dominio son diametralmente opuestos por su esencia. Aquel que rige por amor al prójimo, desea el bien de todos, y ama prestar usos por sobre todas las cosas, es decir, servir a los demás; lo cual consiste en desear el bien de los demás y en desempeñar usos; ya sea en provecho de la iglesia, de la patria, de la sociedad, o del conciudadano. Tal es su amor, y el deleite de su corazón. Por o-tra parte, en la medida en que es exaltado por sobre los otros, siente regocijo; pero no por la posición obtenida, sino porque entonces puede prestar u-sos en mayor abundancia y grado. Este tipo de dominio se da en el cielo. En cambio aquel que se ama a sí mismo, no desea el bien de nadie, sino sólo el propio. Si presta usos es para ser servido; para que se le tributen honores y para ejercer dominio; si aspira a posiciones de honor, no es por los buenos servicios que puede prestar a su patria y a la iglesia, sino para obtener preeminencia y gloria; y en esto reside el deleite de su corazón. Por lo demás el amor del dominio persiste en cada cual después de la vida en este mundo. Quienes rigieron por amor al prójimo son investidos de autoridad en los cielos; si bien quienes rigen no son ellos, sino los usos que aman; y al regir los usos, quien rige es el Señor. Pero los que ejercieron su dominio en el mundo por amor de sí mismos, están en el infierno; y allí son viles esclavos. He visto a aquellos que detentaron poder en el mundo —habiendo ejercido su dominio por amor de sí mismos— en el momento en que eran arrojados junto a los más viles de todos; algunos de ellos, junto a los que moran en páramos excrementicios.     anioly-nieba.pl

(565)
E
n cuanto al amor del mundo, se trata de un amor que se opone en menor grado al amor celestial que el amor de sí mismo; ya que las maldades latentes en él son menos graves. El amor del mundo consiste en pretender apoderarse de la riqueza ajena recurriendo a todo género de maniobras, y en depositar el corazón en las riquezas permitiendo que el mundo nos aparte y desvíe del amor espiritual; separándonos así del cielo y de la Divinidad. Pero este amor tiene múltiples variedades. Hay un amor de las riquezas cuyo objeto es la obtención de honores. Hay un amor de los honores y el rango que tiene como fin el incremento de las riquezas. Hay un amor de las riquezas cuya finalidad son los diversos usos que brindan deleite al mundo. Hay un amor de las riquezas por las riquezas en sí mismas; tal es el amor de los avaros; y así sucesivamente. El fin por el cual se procura la riqueza es lo que se define como su uso; y es precisamente este fin o u-so el que le confiere su calidad al amor; ya que el amor es tal como el fin que se persigue, y todas las otras cosas le sirven como medios.

(59)

Capítulo LIX

QUÉ ES EL FUEGO INFERNAL,

Y EN QUÉ CONSISTE EL CRUJIR DE DIENTES

(566)
Q
ué es el fuego eterno y qué el crujir de dientes, mencionados en la Palabra en alusión a aquellos que habitan en el infierno, es algo que prácticamente se ignora todavía, debido a que el texto de la Palabra sólo se ha considerado desde un punto de vista materialista; sin que se sepa nada acerca de su sentido espiritual. De modo que hay quienes entienden que 'luego" significa fuego material; otros, tormento en sentido general; otros, remordimiento de conciencia; y hay quienes sostienen que se menciona nada más que para atemorizar a los malvados. Asimismo otros han supuesto que "crujir de dientes" significa realmente crujir de dientes; otros, un mero horror, tal como el que se experimenta al oír un rechinar de dientes. Sin embargo aquel que está al tanto del sentido espiritual de la Palabra, puede saber qué es el luego eterno" y qué el "crujir de dientes"; ya que cada vocablo, y el sentido de cada uno de los vocablos empleados en la Palabra, encierra un sentido espiritual; porque la Palabra en su seno es espiritual; y lo que es espiritual sólo puede manifestarse ante el hombre mediante formas de expresión naturales, dado que el hombre habita en el mundo natural, y piensa en base a las cosas que hay en ese mundo. Por consiguiente procederemos a explicar qué significa el "fuego eterno" y qué el "crujir de dientes" que experimentan los espíritus de los hombres malignos; o que padecen sus espíritus cuando ya son habitantes del mundo espiritual.

(567)
H
ay dos fuentes de calor; una de ellas es el sol del cielo, que es el Señor; y la otra, el sol del mundo. El calor que emana del sol del cielo, es decir, del Señor, es calor espiritual, que en su esencia es amor (ver arriba, Nº 126-140); pero el calor que emana del sol del mundo es calor natural, que por su esencia no es amor, sino que sirve como receptáculo del calor espiritual o amor. Es evidente que el amor en su esencia es calor; ya que el amor, según su grado y calidad, brinda calor a la mente y al cuerpo; y el hombre siente este calor tanto en invierno como en verano. El calor de la sangre tiene el mismo origen. Que el calor natural que emana del mundo sirve de receptáculo al calor espiritual, es algo que se pone de manifiesto en el calor del cuerpo; el cual es suscitado por el calor de su espíritu, siendo una especie de substituto de éste en el cuerpo. Ello es ostensible sobre todo durante el período de calor vernal y estival que experimentan los animales de todo género, al renovar anualmente sus amores. El calor natural no les produce tal efecto, sino que adapta sus cuerpos para que reciban el calor que afluye a ellos desde el mundo espiritual; puesto que el mundo espiritual fluye en el natural como la causa en el efecto. Quien crea que el calor natural produce estos amores, está muy equivocado, porque hay un influjo del mundo espiritual en el natural, pero no del mundo natural en el espiritual; y todo amor pertenece a la vida misma, siendo, por tanto, espiritual. Del mismo modo, quien crea que algo puede existir sin un influjo del mundo espiritual, está equivocado; ya que todo aquello que es natural existe y subsiste en virtud de lo que es espiritual. Por otra parte, los entes del reino vegetal derivan su germinación de un influjo del mundo espiritual. El calor natural, durante la primavera y el verano, sólo dispone las semillas en sus formas naturales; expandiéndolas y abriéndolas para que el influjo del mundo espiritual opere en ellas a modo de causa. Hemos referido estas cosas para poner en claro que Hay dos géneros de calor: uno espiritual y el otro natural; y que el calor espiritual emana del sol del cielo, y el calor natural del sol del mundo; y que el influjo y la cooperación derivada producen los efectos que aparecen ante nuestros ojos en el mundo.

(568)
E
l calor espiritual del hombre es su calor vital; ya que, según se ha dicho más arriba, en su esencia es amor. Este calor es lo que se entiende por "fuego" en la Palabra; amor al Señor y amor al prójimo por 'fuego celestial' y amor de sí mismo y amor del mundo por "fuego infernal".

(569)
E
l fuego o amor infernal tiene el mismo origen que el fuego o amor celestial: el sol del cielo, o el Señor; pero lo tornan infernal quienes lo reciben. Porque todo influjo del mundo espiritual varía según su recepción, de acuerdo con las formas receptoras, tal como sucede con el calor y la luz del sol en el mundo. Bajo el influjo del calor del sol, brotan arbustos y flores, derramando aromas gratos y suaves; sin embargo ese mismo calor, al fluir en substancias excrementicias y corrompidas, genera putrefacción y olores fétidos y nauseabundos. Así, la luz del mismo sol, produce en algunos objetos colores bellos y agradables, y en otros colores feos y desagradables. Lo mismo ocurre con el calor y la luz del sol del cielo, que es amor; cuando el calor o amor de ese sol fluye en lo que es bueno, como en el caso de los hombres y espíritus buenos y los ángeles, determina que el bien fructifique; en cambio al fluir en lo que es malo, produce un efecto inverso, pues el mal lo sofoca y lo pervierte. Del mismo modo la luz del cielo al fluir en las verdades del bien infunde inteligencia y sabiduría; pero cuando fluye en las falsedades del mal, degenera en locuras y fantasías de toda índole. De manera que, en todos los casos, el resultado depende de la recepción.

(570)
E
l fuego infernal, que es el amor de sí mismo y del mundo, es asimismo cada una de las concupiscencias de esos amores, porque la concupiscencia es el amor en su continuidad; puesto que lo que el hombre ama excita continuamente su concupiscencia. Por otra parte el amor infernal es deleite; pues cuando el hombre obtiene aquello que excita su amor y concupiscencia, experimenta deleite. De ahí proviene el deleite que siente el hombre en su corazón. El fuego infernal, por tanto, es la concupiscencia y el deleite que brotan de estos dos amores como de un manantial. Las maldades que brotan de estos amores son el desprecio por los demás, la animadversión y hostilidad hacia quienes no les favorecen; la envidia, el odio y la venganza; la sevicia y la crueldad derivadas. Las maldades específicamente referidas a la Divinidad son: la negación y el desprecio derivado, la mofa y la blasfemia de las cosas sagradas de la iglesia; y más allá de la muerte, cuando el hombre se torna en espíritu, estas maldades degeneran en furor y odio contra estas cosas sagradas (ver arriba Nº 562). Y como estas maldades alientan continuamente la destrucción y la muerte de aquellos que tiene por enemigos, contra quienes abriga ardientes sentimientos de odio y venganza, su deleite vital consiste en destruir y matar; y si no puede lograr esto, desea al menos inferir daño, herir y ejercitar su crueldad. Tal es el sentido de "fuego" en la Palabra, en aquellos pasajes donde se habla de los malignos y de los infiernos, por lo que citaré aquí algunos de ellos a modo de confirmación:

... porque todos son falsos y malignos y toda boca habla despropósitos.... Porque la maldad se encendió como fuego, cardos y espinos devorará; y se encenderá en lo espeso del bosque, y serán alzados como remolinos de humo.

... y será el pueblo como parto del fuego; y el hombre no tendrá piedad de su hermano. (Isafas IX. 17-19)

Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre y fuego, y columnas de humo.

El sol se convertirá en tinieblas... (Joel II. 30, 31)

Y sus arroyos se convertirán en brea, y su polvo en azufre, y su tierra en brea ardiente.

No se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su humo. (Isafas XXXIV. 9, 10).

Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios, y todos los que hacen maldad serán estofa; aquel día que vendrá los abrasará... (Malaqulas IV. 1).

Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios...... Y viendo el humo de su incendio, dieron voces...

Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos (Apocalipsis XVIII. 2, 18; XIX. 3).

El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego.

Y los hombres se quemaron con el gran calor (Apocalipsis XVI. 8, 9)

Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre (Apocalipsis. XIX. 20; XX. 14, 15; XXI. 8)

... por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. (Mateo 111. 10; Lucas III. 9)

Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego. (Mateo XIII. 41, 42, 50)

Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo XXV. 41)

... mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. (Mateo XVIII. 8, 9; Marcos IX. 43-49)

Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí...... porque estoy atormentado en esta llama. (Lucas XVI. 24)

En éstos y en muchos otros pasajes "fuego" significa concupiscencia del amor de sí mismo y del mundo, y el "humo" derivado significa falsedad del mal.

(571)
C
omo la concupiscencia de cometer las maldades que brotan del amor de sí mismo y del mundo se alude mediante el 'luego infernal", y como todos los habitantes del infierno experimentan esa concupiscencia (según lo expuesto en el artículo precedente), cuando se abren los infiernos, se divisa un fuego que echa humo, semejante al que se ve en los incendios; un fuego denso en los infiernos regidos por el amor de sí mismo, y un fuego llameante en los regidos por el amor del mundo. Pero cuando los infiernos están cerrados, no se advierte esa apariencia ígnea; en su lugar puede apreciarse una especie de oscuridad semejante a una condensación de humo; sin embargo, el fuego sigue ardiendo adentro, cosa que se percibe por el calor que irradian, que es similar al que despiden los escombros calcinados después de un incendio; y que en algunos lugares se asemeja al calor que irradia un horno, y en otros al que sale de un baño caldeado. Cuando este calor fluye en el hombre, excita sus concupiscencias; en los hombres malignos, sentimientos de odio y venganza, y en los enfermos, desvarios. Tal es el fuego, o el calor, que afecta a quienes están inmersos en los amores referidos más arriba, porque en lo que respecta a sus espíritus se hallan ligados a dichos infiernos; incluso durante su vida en el cuerpo. Pero debe entenderse que aquellos que están en los infiernos, no están sumidos en el fuego; el fuego es una mera apariencia; quienes están allí no sienten que arden, sino solamente un calor parecido al que sentían en el mundo. Esta apariencia ígnea deriva de las correspondencias; ya que el a-mor corresponde al fuego, y todas las cosas que aparecen en el mundo espiritual, deben su apariencia a las correspondencias.

(572)
D
ebe tomarse en cuenta que este fuego o calor infernal se torna en frío intenso al menor influjo del calor del cielo; y quienes están inmersos en él, comienzan entonces a tiritar como aquel que padece un acceso de escalofríos y fiebre, y se sienten corroídos por una íntima angustia; esto se debe al hecho de que se oponen absolutamente a la Divinidad, mientras que el calor del cielo — que es el amor Divino — extingue el calor del infierno — que es el amor de sí mismo —, y con él su calor vital: de ahí el frío que experimentan, y de ahí su temblor y su angustia. Al mismo tiempo, los envuelve una espesa oscuridad que los vuelve fatuos y ciegos. Pero este fenómeno se da raras veces; sólo cuando los disturbios arrecian más allá de toda medida, por lo que se hace indispensable sofocarlos.

(573)
A
sí como el fuego infernal denota la concupiscencia de cometer maldades bajo el influjo del amor de sí mismo, así también alude al tormento que se padece en los infiernos. Porque la concupiscencia de ese amor es una concupiscencia que incita a quien la experimenta a herir a los que no le tributan honores, ni lo veneran, ni lo adoran; y según, la i-ra que esta reacción le provoca, y el odio y el ansia de venganza derivados de esa ira, siente la concupiscencia de saciar su sevicia en ellos. Y cuando esta concupiscencia anima a todos los miembros de una sociedad sin que se vea refrenada por ninguna atadura externa, tales como el temor de la ley, el menoscabo de la reputación, de los honores, del lucro y la vida; entonces cada uno de ellos se abalanza sobre el otro bajo el impulso de su propia maldad; y en la medida en que prevalece, sojuzga a los otros y los somete a su dominio; saciando su sevicia con delectación en aquellos que no se someten. Esta delectación está tan íntimamente ligada al deleite de imperar sobre los demás que prácticamente van de la mano; puesto que el deleite de hacer daño es inherente a la animadversión, la envidia, el odio, la venganza; que según se dijo más arriba, son deleites de ese amor. Todos los infiernos están constituidos por sociedades semejantes a ésta, por lo cual cada uno de sus integrantes alimenta en su corazón odio hacia los demás; y cuando ese odio estalla, se torna en crueldad, en la que incurren siempre que es posible. Estas crueldades y sus respectivos tormentos están asimismo implícitos en el juego infernal, pues son los efectos de la concupiscencia.

(574)
Y
a se ha indicado anteriormente (Nº 548) que el espíritu maligno se arroja al infierno por motu propio. Explicaremos sucintamente cómo es que esto llega a ocurrir, habiendo en los infiernos tormentos tales como los descriptos. De cada infierno emana una esfera impregnada de las concupiscencias de sus habitantes. Cada vez que esta esfera es Percibida por alguien que experimenta una concupiscencia similar, ello conmueve las fibras más íntimas de su corazón, y rebosa de deleite, pues la concupiscencia y el deleite son una sola cosa, ya que lo que excita la concupiscencia resulta deleitable: he ahí lo que determina que un espíritu se vuelva hacia el infierno; la concupiscencia lo arrastra hacia allí para saciar su corazón, mientras ignora los tormentos que le esperan; si bien es cierto que aquel que lo sabe, de todas maneras no puede resistir su impulso. Ya que en el mundo espiritual nadie puede resistir su concupiscencia, pues su concupiscencia pertenece a su amor, y su amor a su voluntad, y su voluntad a su naturaleza; y allí cada cual actúa según su naturaleza. De modo que cuando un espíritu, libre y espontáneamente se encamina hacia su infierno, y se introduce en él, al principio se lo recibe en forma amistosa; lo que le induce a creer que está entre amigos. Pero esto dura unas pocas horas. En el ínterin se explora el calibre de su astucia y sus consiguientes aptitudes. Una vez realizada esta inspección, comienzan a inocularlo; cosa que practican por diversos medios; y cada vez con mayor rigor y vehemencia. Este expediente se consuma mediante una internación más íntima y profunda en el infierno; ya que cuanto más íntimo y profundo es el infierno, mayor es la malignidad de los espíritus. Después de efectuadas las inoculaciones referidas, lo tratan cruelmente, imponiéndole castigos; esto prosigue hasta que lo reducen a una condición de esclavitud. Pero allí se dan continuamente brotes sediciosos, porque todos aspiran a la supremacía, y todos experimentan un odio ardiente hacia sus semejantes. De manera que siempre se renuevan estas sediciones; podría decirse que hay un cambio permanente de escenario; y quienes antes eran esclavos, ahora son liberados, para poder así secundar a un nuevo diablo en su afán de sojuzgar a los demás; del mismo modo, aquellos que se negaban a someterse, y a obedecer sin reservas, son atormentados de maneras diversas; y así sucesivamente. Tales tormentos son los tormentos infernales, definidos como fuego infernal.

(575)
E
l crujir de dientes es la disputa y la pugna constante entre falsedades, y por tanto entre aquellos que están sumidos en la falsedad; es asimismo el desprecio por los demás, la animadversión, la mofa, el escarnio y la blasfemia; y estas maldades estallan en tropelías de toda índole; pues cada cual riñe en defensa de su propia falsedad, a la que denomina verdad. Estas disputas y pugnas, fuera del infierno producen un ruido similar al del crujir de dientes; e incluso se convierten en un crujir de dientes cuando las verdades celestiales fluyen en el infierno. En estos infiernos moran todos aquellos que reconocieron a la Naturaleza, negando a la Divinidad. Y en lo más profundo de los infiernos tienen morada los que han confirmado esta negación. Estos no pueden recibir ni un solo rayo de luz del cielo, siendo incapaces de la menor introspección, puesto que en su gran mayoría se trata de espíritus sensuales y corporales; que no creen en nada a menos que lo vean con sus ojos y lo toquen con sus manos. Por lo cual para ellos todas las falacias de los sentidos son verdades, siendo éste el motivo de sus disputas. Y cuando disputan se oye un crujir de dientes; porque en el mundo espiritual las falsedades emiten un sonido chirriante, y los dientes corresponden a las cosas más externas de la naturaleza, así como a las cosas más externas del hombre, que son sensuales y corporales. (Que hay un crujir de dientes en los infiernos, puede verse en Mateo VIII. 12; Xlll. 42, 50; XXII. 13; XXIV. 51; XXV. 30; Lucas XIII. 28).

(60)

Capítulo LX

LA MALIGNIDAD Y LOS NEFANDOS
ARTIFICIOS DE LOS ESPÍRITUS INFERNALES

(576)
Q
uien que piense interiormente y sepa algo sobre la operación de su propia mente, puede advertir y comprender hasta qué punto los espíritus son superiores a los hombres; ya que mentalmente, el hombre puede considerar, analizar, y concluir muchas más cosas en un solo instante que todo lo que es capaz de expresar de manera verbal o escrita durante media hora. Lo cual indica la superioridad del hombre cuando está en su espíritu, y portante cuando se convierte en espíritu. Puesto que es el espíritu el que piensa, sirviéndose del cuerpo para expresar sus pensamientos en forma verbal o escrita. De ahí que el hombre, quien se convierte en ángel después de la muerte, goce entonces de una inteligencia y una sabiduría indeciblemente superiores a las que poseía en el mundo; pues mientras vivía en el mundo su espíritu estaba ligado al cuerpo; teniendo a-sí al mundo natural por morada; de forma que cualquier cosa que pensara espiritualmente afluía a sus ideas naturales, que en términos comparativos, son comunes, crasas y obscuras; ya que éstas no captan innumerables cosas del pensamiento espiritual, al cual sumen en la densa oscuridad inherente a los afanes mundanos. El caso es bien distinto cuando el espíritu se desprende del cuerpo, cosa que ocurre cuando pasa del mundo natural al espiritual, al cual pertenece. En base a lo dicho hasta aquí, se puede inferir que el estado de sus pensamientos y afectos, es incomparablemente superior al estado anterior. De ahí que los pensamientos de los ángeles sean inefables e inexpresables, hallándose por tanto fuera del alcance del pensamiento natural del hombre; sin embargo todo ángel nació como hombre, y vivió como hombre, y entonces no se consideraba más sabio que los demás.

(577)
E
n el mismo grado en que los ángeles son inteligentes y sabios, los espíritus infernales son maliciosos y arteros. El caso es similar, porque cuando el espíritu del hombre se desprende del cuerpo, asume su bondad o su maldad; si es un espíritu angélico, su bondad; si infernal, su maldad. Cada espíritu es su propia bondad o su propia maldad, porque es su propio amor, según se ha expuesto y demostrado antes en varias oportunidades. De modo que así como el espíritu angélico piensa, quiere, habla y actúa inspirado por su bondad, así el espíritu infernal lo hace por inspiración de su maldad; y pensar, querer, hablar y actuar por inspiración de la propia maldad, es hacer esto bajo el influjo de tortas las cosas que la maldad implica. Durante la vida del cuerpo, la situación era distinta; porque la maldad del espíritu del hombre se veía refrenada por la ley, el afán de lucro, los honores y la reputación, y el consiguiente temor de perder tales privilegios; debido a lo cual, la maldad de su espíritu no podía salir a la superficie, poniendo de manifiesto su verdadero carácter. Por lo demás, la maldad del espíritu del hombre entonces está encubierta por algunos rasgos de probidad, honestidad y justicia, y por cierto afecto por la verdad y el bien de carácter meramente exterior; virtudes que el hombre aparenta y simula por amor del mundo. Pero detrás de estas máscaras, la maldad yace latente y encubierta; tan es así, que el hombre escasamente podía advertir que su espíritu era tan malicioso y artero, vale decir, que interiormente era el diablo que después de la muerte resulta ser; cuando su espíritu se encuentra consigo mismo y con su propia naturaleza. Entonces la malicia que manifiesta es increíble. Miles de maldades derivadas del mal en sí mismo hacen irrupción; entre las cuales hay algunas que no es posible describir en ninguna lengua. Aún así me fue dado conocerlas y percibirlas mediante una larga experiencia, puesto que el Señor me ha concedido estar en el mundo espiritual en lo que respecta a mi espíritu, hallándome al mismo tiempo en el mundo natural en lo que respecta a mi cuerpo. Y puedo testimoniar que la malicia de los espíritus infernales es tan grande que resulta imposible describirla; ni siquiera en una milésima parte. Y esto es tan cierto que si el hombre no estuviese bajo la protección del Señor no podría ser eximido del infierno. Porque los espíritus infernales acompañan al hombre, al igual que los ángeles del cielo (ver arriba, Nº 292, 293); y el Señor no puede proteger al hombre a menos que éste reconozca a la Divinidad, viviendo una vida de fe y caridad. Ya que si esto no ocurre, el hombre se aparta de la Divinidad, volviéndose hacia los espíritus infernales; lo cual determina que asimile una malicia similar a la de ellos. Con todo, el Señor aparta continuamente al hombre de las maldades que éste contrae, y que virtualmente atrae hacia sí al vincularse con los espíritus infernales. Y si no se mantiene apartado de ellos por un dictado interior de conciencia, que es imposible experimentar si se niega a la Divinidad, de todas maneras lo mantienen apartado las ataduras externas, que son, según se ha dicho antes, el temor de la ley y sus penalidades, y el temor del menoscabo del lucro, los honores y la reputación. De hecho el hombre que es así, puede ser apartado de las maldades por medio de los deleites de su amor, y por el temor del menoscabo o la pérdida de tales deleites, pero no puede ser guiado del mismo modo hacia los bienes espirituales. Pues apenas esto ocurre, comienza a lucubrar maquinaciones y maniobras para simular y fingir bondad, honestidad y justicia, con el propósito de persuadir y engañar. Tales artificios se adhieren a la maldad de su espíritu, y dándole forma, determinan que su maldad concuerde con su naturaleza.

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L
os peores de todos son aquellos que estuvieron inmersos en las maldades del amor de sí mismo, habiendo obrado al mismo tiempo con la íntima intención de engañar, porque el engaño penetra más profundamente en los pensamientos e intenciones que cualquier otra maldad, e inoculando veneno, destruye la vida espiritual del hombre en su integridad. La mayoría de los espíritus de esta índole se encuentran en el infierno posterior, y se denominan genios malignos; y allí se regodean haciéndose invisibles para rondar a los otros como espectros, inoculándoles subrepticiamente su maldad, como si fuese veneno de víboras. Estos son atormentados más horriblemente que los otros. También están aquellos que no son tramposos, ni están dotados de una astucia tan maligna; éstos, se hallan a-si mismo en los infiernos posteriores, aunque en unos que son menos profundos. Por su parte quienes estuvieron inmersos en las maldades del amor del mundo, se encuentran en los infiernos anteriores, y se denominan espíritus. Estos espíritus no son formas del mal tan consumadas, es decir, no sienten tanto odio y anhelos de venganza como aquellos que están inmersos en el amor de sí mismos, de modo que son menos maliciosos y arteros, lo que a su vez determina que los infiernos que habitan sean más moderados.

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M
e fue dado conocer la malicia de los llamados genios malignos por medio de la experiencia directa. Los genios malignos operan y fluyen en los afectos, y no en los pensamientos; ya que perciben y olfatean los afectos como los canes a las fieras en el bosque. Apenas detectan en otro buenos afectos, los tornan en el acto en malos afectos, manejando y doblegando a sus víctimas por medio de sus deleites; esta faena, la llevan a cabo de manera subrepticia; y ello con una pericia tan maligna que la víctima ni siquiera lo advierte, poniendo especial cuidado en que su pensamiento no detecte el menor indicio, pues en ese caso quedarían al descubierto. Su ubicación en el hombre es la región occipital. En el mundo estos individuos se consagraron a cautivar el ánimo de los demás por medio de supercherías, manejándolos y engatusándolos a través de los deleites de sus afectos. Pero el Señor no permite que estos espíritus se aproximen a un hombre que todavía puede ser reformado, ya que no sólo poseen la facultad de destruir su conciencia, sino que además pueden excitar sus maldades hereditarias, que de otro modo permanecerían en estado latente. Así que a fin de prevenir que el hombre no sea inducido a cometer tales maldades, el Señor ha dispuesto que esos infiernos permanezcan herméticamente cerrados. Pero cuando un hombre de esta índole, arriba a la otra vida después de la muerte, es arrojado a ese infierno en el acto. Y cuando la malicia y la astucia de estos espíritus se pone de manifiesto, asumen el aspecto de víboras.

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L
a malicia de los espíritus infernales se revela en sus nefandos artificios, que para enumerarlos habría que emplear todo un volumen; y muchos volúmenes para describirlos. En su mayoría estos artificios no se conocen en el mundo. Hay un género de artificios que se relaciona con la profanación de las correspondencias; otro, con la profanación de la esfera externa del orden Divino; un tercero, con la comunicación e influjo de pensamientos y afectos mediante el procedimiento de girar el cuerpo fijando la vista en otro, y mediante la manipulación de otros espíritus y la utilización de espíritus emisarios; un cuarto, con manipulaciones por medio de fantasías; un quinto, con un procedimiento que consiste en proyectarse fuera de sí mismo para hacerse presente en otro lugar distinto de aquel en el cual se halla el cuerpo; un sexto, con simulaciones, persuasiones y mentiras. En estos artificios incurre el espíritu del hombre maligno cuando se desprende del cuerpo, debido a que son inherentes a la naturaleza de su maldad. Y a estos artificios recurren para torturarse mutuamente los moradores de los infiernos. Pero como todos estos artificios, salvo aquellos que se efectúan por medio de simulaciones, persuasiones y mentiras, son desconocidos en el mundo, no los describiré aquí en detalle, porque no habrían de ser comprendidos; y porque son demasiado horribles.

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S
i el Señor permite los tormentos en los infiernos es porque no hay otra manera de refrenar y reducir las maldades. El único expediente para refrenar y reducir las maldades, y para sujetar a la turba infernal, es el temor del castigo; y no hay otro en absoluto; puesto que sin el temor del castigo y el tormento la maldad estallaría en furor, sobreviniendo entonces la devastación total, así como en un reino en la tierra en el cual no hay ni leyes ni penalidades.

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Capítulo LXI

LA APARIENCIA, UBICACIÓN
Y NÚMERO DE LOS INFIERNOS

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E
n el mundo espiritual, que es el mundo en el que habitan los espíritus y los ángeles, se ven las mismas cosas que en el mundo natural, es decir, el mundo en el que habitan los hombres. Exterior-mente no se advierte la menor diferencia. En ese mundo pueden verse planicies y montañas, colinas y peñas, y valles entre ellas; así como también a-guas, y muchas otras cosas que se ven sobre la faz de la tierra. Sin embargo todas estas cosas tienen un origen espiritual; y por ello aparecen ante los ojos de los espíritus y los ángeles, y no ante los ojos de los hombres, porque los hombres se hallan en el mundo natural; los seres espirituales ven aquellas cosas que tienen un origen espiritual, y los seres naturales las que tienen un origen natural. Por consiguiente, el hombre no puede ver con sus ojos las cosas que hay en el mundo espiritual, salvo cuando le es dado estar en el espíritu, o bien después de la muerte, cuando se convierte en espíritu. Por otra parte un ángel o espíritu tampoco puede ver ninguna de las cosas que hay en el mundo natural, a menos que se halle en compañía de un hombre a quien le ha sido dado hablar con él. Porque los ojos de los hombres están adaptados para recibir la luz del mundo natural, y los ojos de los espíritus y los ángeles están adaptados para recibir la luz del mundo espiritual; y sin embargo, aparentemente los ojos de ambos son idénticos. El hombre natural no puede comprender que el mundo espiritual sea tal como se ha descripto; en este sentido, el más reacio es el hombre sensual, quien cree exclusivamente en aquello que ve con sus ojos corporales, y en lo que toca con sus manos. De manera que sólo admite aquello que ve y toca; en base a ello piensa, por lo cual su pensamiento es material y no espiritual. Como existe tanta similitud entre el mundo natural y el mundo espiritual, después de la muerte el hombre se niega a creer que no está en el mundo en el que ha nacido, y del cual ha partido. Por eso se dice que la muerte es nada más que una transición de un mundo a otro. (Que existe tal similitud entre ambos mundos, puede verse más arriba, donde se trata sobre las Representaciones y las Apariencias en el cielo, (Nº 170-176).

(583)
L
os cielos se hallan en la región superior del mundo espiritual, el mundo de los espíritus en la región inferior; y por debajo de ambos están los infiernos. Los cielos aparecen ante los ojos de los habitantes del mundo de los espíritus sólo cuando su vista interior es develada; si bien a veces les es dado vislumbrarlos bajo la forma de una niebla, o de una nube de resplandeciente blancura. Ello se debe al hecho de que los ángeles del cielo se hallan en un estado interior en cuanto a inteligencia y sabiduría, por lo que trascienden el alcance visual de los habitantes del mundo de los espíritus. En cambio los espíritus que moran en las planicies y en los valles, pueden verse entre sí; sin embargo cuando entre ellos se produce el proceso de separación, cosa que ocurre cuando les es dado asumir su interioridad; entonces los espíritus malignos no pueden ver a los buenos; en cambio los buenos sí pueden ver a los malignos, pero resuelven apartarse de ellos; y en el momento en que los espíritus se apartan, se tornan invisibles. De todas formas los infiernos no pueden observarse desde allí, porque están cerrados. Sólo es posible divisar sus entradas, llamadas puertas, al abrirse para dar paso a espíritus de índole infernal.

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L
os infiernos están en todas partes, tanto debajo de las montañas, colinas y peñas, como debajo de las planicies y los valles. Las entradas y puertas de los infiernos que están debajo de las montañas, colinas y peñas, aparecen a la vista como cavidades y grietas en las rocas; algunas son extensas y amplias, otras estrechas y angostas, pero la mayoría son escabrosas. Al observarlas, se advierte que todas ellas son opacas y tenebrosas, pero los espíritus infernales que se hallan dentro están rodeados por una especie de luminosidad semejante a la del carbón ardiente. Sus ojos están adaptados a la recepción de esa luz; durante su vida en el mundo estuvieron sumidos en las tinieblas en lo que respecta a las verdades Divinas, porque las negaron; hallándose al mismo tiempo en una especie de luz en lo que respecta a las falsedades, puesto que las afirmaron. De tal modo se fue conformando la vista de sus ojos. Y por la misma razón, para ellos la luz del cielo es una mera tiniebla; por eso, cuando emergen de sus antros, no ven absolutamente nada. Todo ello evidencia con total claridad que el hombre accede a la luz del cielo en la exacta medida en que reconoce a la Divinidad, confirmando las cosas relativas al cielo y la iglesia; y que, por el contrario, se sume en las tinieblas infernales en la exacta medida en que niega a la Divinidad, confirmando las cosas opuestas a las verdades del cielo y la iglesia.

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L
as entradas o puertas infernales ubicadas debajo de las planicies y los valles ofrecen un aspecto variado. Algunas se parecen a las que se encuentran debajo de las montañas, colinas y peñas; o-tras parecen antros y cavernas; otras son como abismos y vorágines; y hay otras que tienen aspecto de ciénagas y agua estancada. Todas están clausuradas, y se abren solamente cuando espíritus malignos que habitan en el mundo de los espíritus son arrojados por ellas. Al abrirse, a veces exhalan como un fuego y una humareda semejante al que se ve en los incendios; o-tras, una llamarada sin humo; otras, un hollín como el que despide una chimenea encendida, y otras una especie de niebla o nube densa. He oído decir que los espíritus infernales ni ven ni sienten estas cosas, debido a que cuando están inmersos en ellas se hallan como en su propia atmósfera, gozando del deleite de su vida; y ello a causa de que tales cosas corresponden a las maldades y falsedades en las que están inmersos; el fuego, corresponde al odio y a la venganza; la humareda y el hollín a las falsedades derivadas; la llamarada a las maldades del amor de sí mismo, y la niebla o nube densa a las falsedades derivadas de ese amor.

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ambién me fue dado inspeccionar los infiernos, y ver cómo son por dentro; puesto que cuando el Señor así lo desea, la vista de un espíritu o ángel de las alturas puede penetrar los abismos y explorar la índole de sus moradores, no obstante la hermeticidad de su encierro. Precisamente de este modo me fue dado examinarlos. Algunos infiernos ofrecen a la vista el aspecto de cavernas y antros entre las rocas, los cuales se extienden hacia adentro, desembocando finalmente en un abismo, ya sea en forma oblicua o vertical. Algunos infiernos presentan un aspecto semejante al de los antros y cuevas de las fieras de la selva; otros, al de las cavernas profundas y pasadizos que hay en las minas, en donde también se ven antros que descienden hacia las regiones inferiores. La mayoría de los infiernos son triples; los superiores por dentro son tenebrosos, porque sus habitantes están inmersos en las falsedades del mal; en cambio los inferiores son de apariencia ígnea, porque sus moradores están sumidos en las maldades mismas. Las tinieblas corresponden a las falsedades del mal, y el fuego a las maldades en sí mismas. Quienes procedieron íntimamente inspirados por el rilar moran en los infiernos más profundos, y los que actuaron exteriormente inspirados por el mal, es decir, por las falsedades del mal, habitan en infiernos menos profundos. Ciertos infiernos se parecen a edificios y ciudades en ruinas después de un incendio allí moran y se esconden los espíritus infernales. Los infiernos más moderados parecen miserables barracas, dispuestas una al lado de otra como en una ciudad, con sendas y callejuelas; dentro de estas barracas se hacinan espíritus infernales envueltos en incesantes riñas, enemistades, laceraciones y actos vesánicos; mientras que en las sendas y callejuelas se perpetran latrocinios y depredaciones. En algunos infiernos no hay otra cosa que lupanares, de tétrico aspecto, atiborrados de todo género de inmundicia y excrementos. Hay asimismo selvas tenebrosas en donde los espíritus infernales merodean como fieras; allí también hay antros subterráneos, en los que se ocultan cuando huyen de otros. Hay también desiertos, en donde todo es estéril y arenoso, y en donde aquí y allá se divisan unas rocas escabrosas en las cuales hay cavernas; y en ciertos parajes pueden verse unas chozas. A estos páramos desérticos son arrojados desde los infiernos aquellos que ya han padecido las penalidades más rigurosas; especialmente aquellos que en el mundo fueron más arteros que otros a la hora de maquinar y acometer artificios y fraudes. Su destino final es e-se tipo de vida.

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E
n cuanto a la ubicación de los infiernos en detalle, es algo completamente desconocido incluso para los ángeles del cielo; sólo el Señor lo sabe. Pero en un sentido más general, su ubicación se infiere de las regiones en las que se encuentran. Puesto que los infiernos, al igual que los cielos, se distinguen según las regiones; y en el mundo espiritual las regiones se determinan de acuerdo con los amores; dado que en el cielo todas las regiones se inician en el Señor como sol, que es el Oriente; y como los infiernos son opuestos a los cielos, sus regiones comienzan a partir del punto opuesto, esto es, del occidente (sobre este tema véase el capítulo referente a las cuatro regiones del cielo, Nº 141 -153). De ahí que los infiernos de la región occidental sean los peores de todos, y los más horrendos; tornándose peores y más horrendos cuanto más lejos están del oriente, y ello en forma gradual. En los infiernos occidentales se encuentran aquellos que en el mundo estuvieron inmersos en el amor de sí mismos, sintiendo por tanto desprecio por los demás, y animadversión hacia quienes no los favorecieron; y asimismo odio y deseos de venganza contra quienes no los veneraron ni les rindieron pleitesía. En los más remotos infiernos de esa región se encuentran aquellos que, perteneciendo a la llamada religión Católica, pretendieron ser adorados como dioses; quienes, a consecuencia de ello, alimentaron ardientes sentimientos de odio y venganza contra todos aquellos que no reconocieron su potestad sobre el alma de los hombres y sobre el cielo. Su índole sigue siendo la misma, es decir, los anima el mismo odio y los mismos deseos de venganza que en el mundo contra sus opositores. Su deleite supremo es el ejercicio de la crueldad; sólo que en la otra vida, este deleite se vuelve en contra de ellos; puesto que en sus respectivos infiernos, cada cual se encoleriza con aquel que reniega de su Divina potestad. (Pero sobre este tema nos extenderemos en el tratado De Ultimo Judíelo et de Babylonia des-tructa). De cualquier modo, nadie puede saber cómo están dispuestos los infiernos en esa región; lo único que puede decirse, es que los infiernos más atroces de ese género se encuentran a los lados de la región septentrional, y los menos atroces en la región meridional; de forma que la atrocidad de los infiernos decrece a medida que se pasa de la región septentrional a la meridional, y asimismo en forma gradual hacia el oriente. Al oriente están las moradas de los presuntuosos, quienes, a pesar de descreer de la Divinidad, no alimentaron tanto odio y deseos de venganza, ni fueron tan tramposos, como aquellos que se hallan en las profundidades de la región occidental. En la región oriental actualmente no hay infiernos, los que había allí fueron trasladados a la zona anterior de la región occidental. En las regiones septentrional y meridional hay numerosos infiernos, y sus moradores son aquellos que en el mundo estuvieron inmersos en el amor de sí mismos, y en diversos géneros de maldades derivadas, como ser: la animadversión, la hostilidad, el fraude, el latrocinio, la bellaquería, la avaricia y la ruindad. Los peores infiernos de este género se encuentran en la región septentrional, y los más moderados en la región meridional. Su monstruosidad es mayor cuanto más próximos se hallan a la región occidental, y cuanto más alejados de la región meridional; y decrece hacia la región oriental, y hacia la meridional. Detrás de los infiernos que hay en la región occidental hay selvas tenebrosas, en donde los espíritus malignos merodean como las fieras; y lo mismo ocurre detrás de los infiernos de la región septentrional. Pero detrás de los infiernos de la región meridional hay desiertos, que ya han sido descriptos más arriba. Y esto es todo lo que se puede decir acerca de la ubicación de los infiernos.     feny-angyalai.hu

(588)
E
n cuanto al número de infiernos: hay tantos como sociedades angélicas hay en los cielos, ya que por cada sociedad celestial hay una correspondiente sociedad infernal opuesta. Que las sociedades celestiales son innumerables, y se distinguen entre sí según sus bienes de amor, caridad y fe, puede verse en el capítulo referente a las sociedades que constituyen el cielo (Nº 41-50), y asimismo en el que trata sobre la inmensidad del cielo (Nº 415-420). Lo mismo ocurre con las sociedades infernales, que se distinguen entre sí de acuerdo con las maldades opuestas a dichos bienes. Las maldades, al igual que los bienes, son de una variedad infinita. Que ello es así, es algo que no pueden comprender aquellos que poseen sólo una vaga idea sobre las diversas maldades, tales como el desprecio, la animadversión, el odio, la venganza, el fraude y otras perversidades similares. De todos modos es conveniente que sepan que cada una de estas maldades encierra muchas diferencias específicas, y éstas, a su vez, contienen incalculables diferencias específicas o particulares, de manera que un volumen entero no sería suficiente para enumerarlas. Los infiernos se distinguen entre sí por su disposición y orden de acuerdo con las diferencias de cada maldad, y ello hasta el punto que sería imposible concebir una disposición más ordenada y diferenciada. De lo cual se desprende que los infiernos son innumerables, y que se hallan próximos o alejados entre sí de acuerdo con sus diferencias de maldad: genéricas, específicas y particulares. Dentro de los infiernos hay asimismo infiernos subterráneos; algunos se comunican entre sí por pasadizos, otros a través de exhalaciones, y esto exactamente según sus afinidades de maldad en género y especie. Cuan grande es el número de los infiernos, es algo que me fue dado inferir en base a lo siguiente: hay infiernos debajo de cada montaña, colina y peña, y asimismo debajo de cada planicie y valle, y se extienden subterráneamente en longitud, anchura y profundidad. En una palabra, el cielo y el mundo de los espíritus, por todas partes, tienen como excavaciones, y por debajo de ellos se extiende un infierno ininterrumpido. Esto es todo lo que puede referirse acerca del número de infiernos.

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Capítulo LXII

EL EQUILIBRIO ENTRE
EL CIELO Y EL INFIERNO

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P
ara que algo pueda existir, tiene que verificarse un equilibrio entre todos sus elementos. Sin equilibrio no hay acción ni reacción; puesto que el equilibrio se establece entre dos fuerzas: una que actúa y la otra que reacciona: el estado de reposo resultante de tal proceso de acción y reacción se denomina equilibrio. En el mundo natural se da un equilibrio entre todas y cada una de las cosas. En sentido general existe incluso en la atmósfera, en donde las partes inferiores reaccionan y resisten de a-cuerdo con la acción y presión que sobre ellas ejercen las partes superiores. En el mundo natural se verifica asimismo un equilibrio entre el calor y el frío, la luz y las sombras, lo seco y lo húmedo; la condición intermedia es el equilibrio. Del mismo modo, existe un equilibrio entre todos los componentes de los tres reinos de la Naturaleza; el mineral, el vegetal y el animal; ya que sin equilibrio no pueden existir ni subsistir. En todas partes se da una suerte de esfuerzo que actúa por un lado y reacciona por el otro. Toda existencia o todo efecto, se producen en equilibrio, esto es, en virtud de una fuerza activa y otra pasiva, o de una fuerza que fluye en otra, la cual a su vez la recibe y cede. En el mundo natural eso que actúa y reacciona, se denomina fuerza, y también esfuerzo; en cambio en el mundo espiritual, se llama vida y voluntad. En ese mundo la vida es fuerza viviente, y la voluntad esfuerzo viviente; y el equilibrio propiamente dicho se denomina libertad. De manera que el equilibrio espiritual o libertad deriva su existencia y subsistencia de la confrontación que se establece entre el bien que actúa por un lado, y el mal que reacciona por el otro; o entre el mal que actúa por un lado, y el bien que reacciona por el otro. En los buenos el equilibrio se establece entre el bien que actúa y el mal que reacciona, pero en los malvados el equilibrio se establece entre el mal que actúa y el bien que reacciona. El equilibrio espiritual se establece entre el bien y el mal, porque la vida del hombre en su integridad se relaciona con el bien y el mal, siendo la voluntad su receptáculo. Hay asimismo un equilibrio entre la verdad y la falsedad; pero este equilibrio depende del que se establece entre el bien y el mal. El equilibrio que se da entre la verdad y la falsedad se parece al que se verifica entre la luz y la sombra, puesto que la luz y la sombra afectan a los objetos del reino vegetal sólo en la medida en que éstos reciban calor y frío. La luz y la sombra no producen el menor efecto por sí mismos, ya que lo que opera a través de ellas es el calor, lo cual se desprende del hecho de que la luz y las sombras son las mismas en invierno y en verano. La comparación de la verdad y la falsedad con la luz y las sombras deriva de las correspondencias; porque la verdad corresponde a la luz, la falsedad a las sombras, y el calor al bien del amor; de hecho, la luz espiritual es la verdad, la sombra espiritual es la falsedad, y el calor espiritual el bien del amor (véase el capítulo referente a la luz y el calor espiritual en el cielo, Nº 126-140).

(590)
E
l equilibrio entre el cielo y el infierno es perpetuo. Del infierno mana y asciende incesantemente un esfuerzo hacia el mal, y del cielo fluye y desciende constantemente un esfuerzo hacia el bien. En es-te equilibrio se mantiene el mundo de los espíritus; que es un mundo intermedio entre el cielo y el infierno (véase más arriba, Nº 421-31). El mundo de los espíritus se mantiene en tal equilibrio porque después de la muerte todo hombre arriba en primer lugar al mundo de los espíritus, y allí permanece en un estado similar al que gozaba en el mundo, lo cual sería imposible si no se mantuviese en un perfecto equilibrio; gracias a ello es posible explorar la índole de cada cual, dado que mientras tanto permanece en el mismo estado de libertad que gozaba en el mundo. El equilibrio espiritual es la libertad del nombre y de los espíritus (según se ha dicho recién, Nº 589). Los ángeles distinguen el género de libertad que goza cada cual en base a la comunicación de afectos y pensamientos que allí se establece; y esto se hace visible a los ojos de los espíritus angélicos por las vías que los espíritus toman. Los buenos espíritus siguen las vías que van hacia el cielo, pero los espíritus malignos se desvían hacia el infierno. Las vías aparecen realmente en ese mundo; por eso en la Palabra las vías 8enotan las verdades que conducen al bien, y en sentido opuesto, las maldades que conducen al mal; y por la misma razón, "andar", "caminar" y "peregrinar", en la Palabra significan estados en el curso de la vida. A menudo me fue dado ver estas vías, y espíritus andando y caminando libremente por ellas según sus afectos y pensamientos derivados.

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E
l mal mana y asciende incesantemente del infierno, y el bien fluye y desciende continuamente del cielo, porque cada uno de sus habitantes está circundado por una esfera espiritual, y esa esfera flu-ye y mana de la vida de sus afectos y pensamientos derivados; y como dicha esfera fluye de cada individuo, fluye asimismo de cada sociedad celestial y de Cada sociedad infernal, y en consecuencia, de todos sus habitantes, es decir, del cielo y del infierno en su conjunto. El bien fluye del cielo porque todos sus habitantes viven en el bien; y el mal mana del infierno, porque todos sus habitantes están sumidos en el mal. El bien que procede del cielo procede íntegramente del Señor, porque los ángeles del cielo se mantienen apartados de su naturaleza propia, permaneciendo en la naturaleza propia del Señor, que es el bien mismo. Pero los espíritus infernales, se hallan todos inmersos en su naturaleza propia, y la naturaleza propia de cada uno no es otra cosa que maldad; y como no es otra cosa que maldad, es el infierno. Es evidente, entonces, que el equilibrio en el cual se mantienen los ángeles del cielo y los espíritus del infierno, es diferente del equilibrio que se da en el mundo dé los espíritus. El equilibrio de los ángeles del cielo depende del grado en que desearon vivir en el bien, o del grado en que vivieron en el bien durante su paso por el mundo, y por tanto, del grado de aversión que sintieron hacia el mal; en cambio el equilibrio en el cual se mantienen los espíritus infernales depende del grado en que anhelaron estar inmersos en el mal, o del grado de maldad en que estuvieron inmersos durante su estadía en el mundo, y por tanto, del grado de aversión que sintieron hacia el bien.

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S
i el Señor no rigiese tanto el cielo como el infierno, no existiría ningún equilibrio; y sin equilibrio, no habría ni cielo ni infierno; puesto que todas y cada una de las cosas que pueblan el universo, así en el mundo espiritual como en el mundo natural, perduran gracias al equilibrio. Cualquier hombre racional puede advertir que ello es así. Suponiendo que una de las dos partes preponderara, sin que la otra ofreciera resistencia, ¿ no perecerían entonces ambas ?  Y esto es lo que habría de ocurrir en el mundo espiritual si el bien no reaccionara contra el mal, refrenando constantemente sus desbordamientos; puesto que si la Divinidad Misma no adoptase esta providencia, el cielo y el infierno sucumbirían, y junto con ellos toda la raza humana. Y si se afirma que esto es algo que sólo la Divinidad Misma puede proveer, se debe a que la naturaleza propia de todo ser, ya sea ángel, espíritu o hombre, no es otra cosa que maldad (ver más arriba, Nº 591); de forma que ni los ángeles ni los espíritus son capaces de resistir las maldades que manan incesantemente de los infiernos, ya que por su naturaleza propia todos son proclives al infierno. De lo cual se desprende que a menos que el Señor rigiese tanto los cielos como los infiernos, nadie podría alcanzar la salvación. Por lo demás, todos los infiernos en su conjunto conforman una sola cosa, dado que allí las maldades se conectan entre sí, al igual que los bienes en los cielos; y sólo la Divinidad, que procede exclusivamente del Señor, puede oponer resistencia a todos los infiernos, que son innumerables, y operan al unísono contra el cielo y todos sus habitantes.

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E
l equilibrio que existe entre los cielos y los infiernos disminuye o se acrecienta según el número de individuos que ingresan al cielo o al infierno, y son millares los que ingresan diariamente. A ningún ángel le es dado saber y percibir esto, ni regular y graduar las proporciones con exactitud; sólo el Señor puede hacerlo: porque la Divinidad que procede del Señor es omnipresente, y la ubicuidad de su visión le permite detectar cualquier desequilibrio; mientras que un ángel solamente puede ver lo que está cerca de él; ni siquiera puede percibir por sí mismo lo que ocurre dentro de su propia sociedad.

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D
e qué modo están dispuestas las cosas en los cielos y en los infiernos, a fin de que todos y cada uno de sus habitantes puedan permanecer en equilibrio, es algo que en cierta medida puede colegirse de lo que se ha dicho y expuesto un poco más arriba sobre los cielos y los infiernos, esto es, que todas las sociedades del cielo están dispuestas conforme a un orden bien diferenciado, según los bienes espirituales, y de acuerdo con sus géneros y especies; y todas las sociedades infernales, según las maldades, y de acuerdo con sus géneros y especies; y que debajo delgada sociedad del cielo hay una sociedad infernal que corresponde a ella por oposición, resultando el equilibrio de esta correspondencia por oposición; debido a lo cual el Señor provee constantemente que ninguna de las sociedades infernales que están debajo de las celestiales prevalezcan sobre éstas; y en cuanto asoma el más leve predominio, es refrenado por diversos medios, siendo reducido hasta el punto exacto en que se restituye el equilibrio. Estos medios son muchos, por ello aquí me limitaré a mencionar sólo algunos. Entre ellos, hay unos que se relacionan con la poderosísima presencia del Señor; otros, con la comunicación y conjunción de una o más sociedades con otras; otros, con la expulsión de espíritus infernales supernumerarios a los desiertos; otros, con el traslado de ciertos espíritus infernales de un infierno a otro; otros, con la reducción al orden de los moradores del infierno, lo cual se lleva a cabo también de diversas maneras; otros, con el revestimiento de ciertos infiernos con coberturas densas e impenetrables, y también con el traslado de sus moradores a los abismos más profundos. Aparte de éstos hay muchos otros medios; entre ellos, los que se emplean en los cielos, que, según se ha expuesto, están situados arriba de los infiernos. Todo esto se ha dicho a fin de que de algún modo se sepa que sólo el Señor puede proveer que en todas partes exista un equilibrio entre el bien y el mal, es decir, entre el cielo y el infierno; y que el bienestar de todos los habitantes del cielo y de la tierra depende de este equilibrio.

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s conveniente que se sepa que los infiernos agreden continuamente a los cielos, y procuran destruirlos; pero el Señor ampara a los cielos, y, apartando a sus habitantes de las maldades derivadas de su naturaleza propia, los preserva en el bien que procede de El Mismo. Con frecuencia me ha sido dado percibir la esfera que mana de los infiernos, y esa esfera es toda ella un esfuerzo por destruir la Divinidad del Señor, y en consecuencia, el cielo. Algunas veces también me fue dado percibir las ebulliciones que se producen en ciertos infiernos, que son esfuerzos desenfrenados por sublevarse y destruir. Por su parte los cielos jamás agreden a los infiernos, ya que la esfera Divina que procede del Señor es un perpetuo esfuerzo por salvar a todos; y como los moradores de los infiernos no pueden ser salvados, puesto que todos ellos están inmersos en el mal, y se oponen a la Divinidad del Señor, los disturbios que allí se producen son apaciguados en la medida de lo posible, y la sevicia de los seres infernales, es reprimida, a fin de evitar que se abalancen unos sobre otros en forma desaforada. Esto también se efectúa por innumerables medios, a través de los cuales opera la potestad Divina.

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l cielo está dividido en dos reinos; el reino celestial y el reino espiritual (sobre este punto, véase más arriba Nº 20-28). Del mismo modo, el infierno está dividido en dos reinos: uno opuesto al reino celestial, y el otro al reino espiritual. El que se opone al reino celestial está situado en la región occidental, y a sus moradores se los denomina genios malignos; y el opuesto al reino espiritual está situado en las regiones septentrional y meridional, y sus habitantes se llaman espíritus. Todos los que moran en el reino celestial viven en el amor al Señor; y todos los moradores de los infiernos opuestos a ese reino están inmersos en el amor de sí mismos; en cambio todos los habitantes del reino espiritual viven en el amor al prójimo, y todos los que habitan en los infiernos opuestos a ese reino, están inmersos en el amor al mundo. De ello se desprende que el amor al Señor y el amor de sí mismo son opuestos; y que el amor al prójimo es opuesto al amor del mundo. El Señor provee constantemente que ningún influjo de los infiernos opuestos al reino celestial llegue a los habitantes del reino espiritual; porque si esto ocurriera, el reino espiritual perecería (por la razón arriba expuesta, Nº 578, 579). Estos son los dos equilibrios generales que el Señor preserva perpetuamente.

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Capítulo LXIII

EL HOMBRE SE MANTIENE
EN LIBERTAD
MEDIANTE
EL EQUILIBRIO
ENTRE
EL CIELO Y EL INFIERNO

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R
ecién ha sido descrito el equilibrio que se establece entre el cielo y el infierno, que, según se ha expuesto, es un equilibrio que se establece entre el bien. que fluye del cielo y el mal que mana del infierno; es decir, un equilibrio espiritual, que en su esencia es libertad. Y el equilibrio espiritual en su esencia es libertad, porque se establece entre el bien y el mal, y entre la verdad y la falsedad, que son cosas espirituales. Por consiguiente, la facultad de querer lo que es bueno o lo que es malo, y de pensar lo que es verdadero o lo que es falso, pudiendo escoger entre una cosa y otra, es precisamente la libertad a la que nos referimos aquí. Esta libertad es concedida por Dios a todo hombre, y jamás le es arrebatada; en realidad por su origen no es propia del hombre, ya que procede del Señor. No obstante, el hombre la recibe junto con su vida como si fuese suya; y ello a fin de que el hombre pueda ser reformado y alcanzar la salvación; dado que sin libertad no puede reformarse ni salvarse. Quienquiera que posea cierto grado de intuición racional es capaz de advertir que la facultad de pensar maligna o rectamente, en forma sincera o insincera, justa o injusta, es inherente a la libertad del hombre; y que asimismo puede hablar y obrar con rectitud, sinceridad y justicia; no pudiendo en cambio hablar y obrar con malignidad, insinceridad e injusticia, debido a las leyes espirituales, morales y civiles que ejercen coerción sobre su exterioridad. Es evidente, entonces, que el espíritu del hombre, que piensa y quiere, es quien goza de libertad; y no su exterioridad, que habla y obra, constreñida por la leyes arriba mencionadas.

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E
l hombre no puede ser reformado a menos que goce de libertad, puesto que nace inmerso en todo género de maldades, las cuales deben ser removidas para que pueda alcanzar la salvación; sin embargo, éstas no pueden ser removidas a menos que el hombre las vea en sí mismo y las admita, y, desistiendo luego de su afán de cometerlas, llegue finalmente a experimentar aversión hacia ellas. Recién entonces pueden ser removidas. Lo cual no puede ocurrir a menos que el hombre tenga acceso tanto al bien como al mal; puesto que desde el bien puede verse el mal, en cambio desde el mal no puede verse el bien. Los bienes espirituales que el hombre es capaz de concebir, los aprende en la infancia leyendo la Palabra y atendiendo las prédicas; mientras que los bienes morales y civiles se los enseña su propia vida en el mundo. Esta es la razón primordial que determina que el hombre deba gozar de libertad. Otra razón de peso es que el hombre sólo asimila aquello que hace en virtud del afecto de su amor. Es cierto que hay otros factores que pueden ejercer influjo sobre él, pero ingresan sólo en su pensamiento, y no es su voluntad; y aquello que no ingresa en la voluntad del hombre, no es asimilado por él; porque el pensamiento toma su contenido de la memoria, en cambio la voluntad toma su contenido de la vida misma. Únicamente aquello que emana de la voluntad, o lo que es igual, del afecto del amor, puede ser llamado libre; puesto que lo que el hombre quiere o ama, lo hace libremente; de ahí que la libertad del hombre y el afecto de su amor, o de su voluntad, sean una sola cosa. Y por eso el hombre goza de libertad, a fin de que pueda ser afectado por la verdad y el bien, o para que pueda amarlos, de forma que se incorporen a él. En suma, todo aquello que no se inserta en la libertad del hombre, carece de permanencia, porque no pertenece a su amor o voluntad, y lo que no pertenece al amor o voluntad del hombre, no pertenece a su espíritu; puesto que la esencia misma (esse) del espíritu del hombre es el amor o voluntad. Si decimos amor o voluntad, es porque el hombre quiere precisamente aquello que ama. Esta es la causa que determina que el hombre solamente pueda ser reformado en libertad.

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fin de que el hombre pueda gozar de libertad, de modo que su reforma sea posible, entra en conjunción, en cuanto a su espíritu, con el cielo y con el infierno. Puesto que todo hombre se halla en compañía de espíritus infernales y ángeles del cielo: por influjo de los espíritus infernales el hombre se sume en su propia maldad, y por instilación de los ángeles del cielo, accede al bien del Señor; y de este modo permanece en equilibrio, esto es, en libertad. Que los ángeles del cielo y los espíritus del infierno acompañan a todo hombre, puede verse en el capítulo referente a la conjunción del cielo con la raza humana (Nº 291-302).

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D
ebe entenderse que la conjunción del hombre con el cielo y con el infierno, no es una conjunción directa, sino una conjunción indirecta que se establece por intermedio de espíritus que habitan en el mundo de los espíritus. Por medio de los espíritus malignos que habitan en él mundo de los espíritus, el hombre está en conjunción con el infierno; y por medio de los espíritus benignos, que habitan en ese mundo, el hombre está en conjunción con el cielo. Debido a ello, el mundo de los espíritus es un mundo intermedio entre el cielo y el infierno, siendo el fundamento de su equilibrio. (Que el mundo de los espíritus es un mundo intermedio entre el cielo y el infierno, puede verse en el capítulo referente al mundo de los espíritus, Nº 421 -31; y que en él se basa el equilibrio esencial que se establece entre el cielo y el infierno, en el capítulo anterior, Nº 589-96). Todo ello manifiesta claramente cuál es el origen de la libertad del hombre.

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ermítasenos agregar algo más acerca de los espíritus que acompañan al hombre. Toda una sociedad puede establecer comunicación con otra, o con un individuo, donde quiera que esté, por intermedio de un espíritu emisario; este espíritu se llama agente, y representa al conjunto de la sociedad. Lo mismo ocurre con la conjunción que establece el hombre con las sociedades del cielo, y con las sociedades del infierno, que se establece a través de espíritus que acompañan al hombre, y habitan en el mundo de los espíritus.

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or último haremos referencia a la intuición que el hombre posee acerca de la vida después de la muerte, la cual procede del influjo del cielo en el hombre. Ciertas personas de condición humilde, quienes durante su paso por el mundo vivieron en el bien de la fe, fueron retrotraídas a un estado similar al que disfrutaron en el mundo —experiencia accesible a cualquier individuo cuando el Señor así lo desea—; y mediante este procedimiento se puso de manifiesto cuál era su opinión, en aquel momento, sobre el estado del hombre después de la muerte. Dijeron que ciertas personas inteligentes, durante su estadía en el mundo, les habían preguntado qué era lo que pensaban acerca de la suerte de su alma después de la vida en la tierra; a lo cual replicaron que ignoraban qué cosa era el alma. Después les preguntaron qué pensaban sobre el estado que habrían de experimentar después de la muerte; a lo que respondieron que, a su entender, vivirían como espíritus. Entonces fueron interrogados sobre la noción que tenían acerca de la condición de un espíritu; su respuesta fue que un espíritu es un hombre. Se les preguntó cómo sabían esto; dijeron que lo sabían sencillamente porque era así. Y aquellos inteligentes inquisidores se mostraron sorprendidos de que gente tan simple estuviese en posesión de una fe que ellos mismos no tenían. Lo cual demuestra que todo hombre que está en conjunción con el cielo posee una intuición innata sobre su vida después de la muerte. Esta intuición tiene un sólo origen: el influjo del cielo; esto es, el influjo del Señor que llega al hombre desde el cielo por intermedio de espíritus que habitan en el mundo de los espíritus y acompañan al hombre. Esta intuición la poseen aquellos que no han perdido su libertad de pensamiento por adoptar nociones establecidas y confirmadas de antemano; basadas todas ellas en interminables razonamientos sobre el alma del hombre, que dan a entender que el alma es puro pensamiento, o algún principio vital cuyo a-siento sería el cuerpo; cuando, en realidad, el alma no es otra cosa que la vida del hombre, y el espíritu, es el hombre mismo; mientras que el cuerpo te-rrenal, con el cual se reviste en el mundo, es nada más que un agente, que permite al espíritu, que es el hombre mismo, adaptarse al mundo natural.

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odo lo que se ha expuesto en esta obra sobre el Cielo, el Mundo de los Espíritus, y el Infierno, parecerá obscuro a quienes no tienen interés en las verdades espirituales; pero resultará claro para aquellos que se deleitan con ellas; sobre todo para quienes sienten afecto por la verdad en interés de la verdad misma; esto es, para aquellos que aman la verdad tan sólo porque es verdad: puesto que todo lo que se ama infunde luz a las ideas de la mente, y muy especialmente la verdad que se ama; porque toda verdad vive en la luz.

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Índice analítico

ABEJAS: Sus instintos Nº 108.

ABRAHAM: Porqué se lo menciona en la Palabra Nº 526.

ACCIÓN: Y reacción entre el cielo y el infierno Nº 537; el proceso de acción y reacción depende del equilibrio Nº 589.

ACTOS: El hombre pone en acto usos Nº 112; y el lenguaje y los actos del hombre están regidos por influjo Nº 296; deben ser justos si el hombre desea acceder al cielo Nº 358; el afecto debe fluir en los actos Nº 360; los actos del cuerpo son meramente instrumentales Nº 432; el amor en acto es perdurable Nº 483; los actos externos son tales como las intenciones y los pensamientos Nº 495.

ADMINISTRACIÓN: De los asuntos celestiales Nº 388, 389.

ADORACIÓN: La adoración del Señor por parte de un idólatra Nº 324.

ADULTERIO: Es un deleite derivado de la falsedad en conjunción con la maldad Nº 374, 384; el adulterio es profano; es el matrimonio de la falsedad y la maldad Nº 384, 385.

ADÚLTEROS: Su definición Nº 386; sus deleites en la otra vida Nº 488.

ADULTOS: La diferencia entre quienes mueren en la infancia y los que mueren siendo adultos Nº 345; cómo y dónde reciben su preparación para ingresar al cielo aquellos que mueren siendo adultos Nº 514, 515.

AFECTOS: Expresados en lenguaje angélico Nº 236, 244; expresados en el tono de voz Nº 269; expresados por medio de la letra escrita Nº 261; los animales corresponden a diversos afectos Nº 110; los alimentos vegetales corresponden al afecto por el bien y la verdad Nº 111; deben realizarse en actos en el mundo Nº 360; los afectos del espíritu se comunican con el corazón Nº 446; se adscriben al corazón, aunque no habiten en él, o cerca de él Nº 95; afectos del amor conyugal representados en el cielo Nº 382a; todo hombre posee muchos afectos, pero su afecto predominante está en todos ellos Nº 236; el afecto predominante determina el aspecto del rostro de los seres en la otra vida Nº 47, 48, 457; en el mundo espiritual cada cual es la imagen de su propio afecto o amor Nº 498; en el Mundo de los Espíritus se establece una comunión de afectos Nº 552; los espíritus poseen una perfecta forma humana que corresponde a sus afectos, los afectos por la verdad son instilados a los buenos espíritus Nº 517; los afectos de los niños en el cielo Nº 331, 334, 345; el influjo que reciben los niños en el cielo es nada más que una cuestión de afectos Nº 336; los afectos de los espíritus malignos provocan melancolía Nº 299; los genios malignos operan a través de los afectos Nº 579; los afectos de aquellos que se aman a sí mismos Nº 561; los afectos de los hipócritas determinan que se vuelvan deformes Nº 458; la difusión del pensamiento y los afectos Nº 203; el pensamiento y el afecto del hombre se difunden en el cielo y en el infierno según su afecto predominante Nº 477; son removidos durante el proceso de resurrección Nº 449; permanecen después de la muerte cap. XLVII; los afectos en el cielo, su descripción Nº 413; afecto genuino por la verdad Nº 347; los afectos por el bien y la verdad determinan el grado de sabiduría interior en el cielo Nº 469; los deleites del alma son afectos por el bien y la verdad Nº 396; en el cielo, cuanto más interior es el afecto, mayor es la belleza Nº 459; los afectos de un cielo superior jamás se perciben en uno inferior Nº 210; en el cielo, la oposición de afectos, separa Nº 194; los ángeles reconocen la naturaleza de la libertad de un espíritu en virtud de una comunicación de pensamiento y afectos Nº 590; los espíritus y los ángeles hablan en base a pensamientos y afectos que condicen con su conformación mental Nº 464; el afecto de los ángeles hacia la sabiduría Nº 266; los ángeles no pueden proferir una sola palabra que no condiga con sus afectos Nº 237; en la otra vida no pueden simularse Nº 457; la calidad de los afectos de los ángeles se conoce por la esfera que emana de ellos y los rodea Nº 17; cuando los ángeles acompañan al hombre, habitan en sus afectos Nº 391; la voluntad o-pera en el hombre por medio de los afectos del bien, y el intelecto a través de los afectos por la verdad Nº 95; cada cual se halla rodeado por una esfera espiritual que emana de la vida de sus afectos Nº 591; los afectos fluyen en el hombre a través de los espíritus Nº 298; los afectos y los pensamientos determinan la índole de un hombre Nº 358; pensar libremente de acuerdo con su propio afecto es Ir. esencia misma de la vida del hombre Nº 502.

AGENTE: Espíritus emisarios llamados agentes Nº 255; el hombre es un agente que sirve como fuente y receptáculo, los órganos sensoriales son los agentes de los sentidos Nº 434.

ALIMENTO: Correspondencia de los alimentos vegetales Nº 111.

ALMA: El alma y la resurrección Nº 456; creencias verdaderas y falsas acerca del alma Nº 183, 312, 456, 602; estado después de la muerte de aquellos que no creyeron en su inmortalidad Nº 452; sólo se puede comprender qué es el alma en base a un conocimiento de la ciencia de las correspondencias Nº 88; el alma es espiritual, y piensa, en cambio el cuerpo no Nº 432; los deleites del alma Nº 396; el alma del Señor Nº 316.

ALTURA: Denota una diferencia entre el bien y la verdad según los grados Nº 197.

AMIGOS, AMISTAD: Se reconocen entre sí en el mundo de los espíritus Nº 494, 495; (Ver Relaciones).

AMOR: El calor corresponde al amor Nº 135; la frente corresponde al amor Nº 145; las montañas simbolizan al amor celestial, las colinas al amor espiritual Nº 188; dado que las cosas del cielo corresponden al bien y la verdad, corresponden, por tanto, al amor y la sabiduría Nº 155, 166; el bien del amor corresponde al fuego Nº 118; los ángeles viven en el bien del amor del Señor Nº 81; el reino celestial es la parte voluntaria del cielo, y allí reina el bien del amor Nº 95; el amor enciende la voluntad Nº 473; lo que el hombre ama, lo quiere Nº 500; después de la muerte el hombre es su propio amor y su propia voluntad Nº 479, 547; el calor espiritual es la esencia del amor Nº 133, 567; el calor vital procede del amor Nº 447; la vida y el calor proceden del amor Nº 14, 17; la calidad del amor determina la calidad de la vida Nº 14; la calidad del amor está determinada por su fin o uso Nº 565; la sabiduría es el amor al uso Nº 390; el amor al uso en el cielo Nº 393, 394; el amor al uso es el cimiento de la dicha celestial Nº 408; todo deleite fluye del amor Nº 396; el amor es un acto recíproco Nº 350; el amor en acto perdura Nº 483; definición del amor genuino por la verdad Nº 468; el amor en los animales Nº 135; el amor celestial y espiritual Nº 33; todo lo que participa del amor es bueno Nº 232; el amor a hacer el bien Nº 64; el efecto del amor depende de la naturaleza del recipiente en el cual fluye Nº 569; el amor es receptivo de todas las cosas que armonizan con él, y descarta todo lo demás Nº 18, 349; el verdadero y el falso amor al prójimo Nº 558 b; el amor que inspira las acciones es celestial o infernal Nº 484; el estado que experimentan en el mundo quienes aman con egoísmo y quienes aman sin egoísmo Nº 401; en qué consiste el amor celestial Nº 481; está en la naturaleza del amor celestial el compartir todo lo que posee Nº 399; los deleites de aquellos que viven en el amor celestial Nº 489; el amor a la familia y a los amigos es un emblema del amor celestial Nº 406; el amor hace al hombre Nº 474; el amor del hombre es revertido por el Señor Nº 253; el hombre se enciende y arde por amor Nº 134; la naturaleza del amor del hombre determina la naturaleza de su pensamiento Nº 532; los amores del hombre conforman un reino Nº 477; el cuerpo espiritual del hombre está conformado exclusivamente por aquellas cosas que hace de acuerdo con su amor y voluntad Nº 475; los espíritus que acompañan al hombre son semejantes a su afecto o amor Nº 295; los deleites del hombre pertenecen a su amor predominante Nº 486; el amor predominante se apodera de aquello que concuerda con él, y rechaza lo que es incompatible Nº 479; el amor predominante del hombre permanece en él después de la muerte Nº 363, 477; el hombre puede conocer su porvenir a partir de su amor predominante Nº 487; después de la muerte el hombre es tal como su voluntad o amor predominante Nº 480, 481; el amor predominante determina su estado futuro Nº 427; el modo en que se revela el amor predominante de los espíritus durante su primer estado después de la muerte Nº 496; los espíritus nada pueden hacer sin el influjo de su amor predominante Nº 479; los ángeles se vuelven hacia uno u otro lado según su amor predominante Nº 143; el amor en el lenguaje de los ángeles Nº 238; la intensidad del amor de los ángeles varía Nº 155; los ángeles perfeccionan continuamente su sabiduría y su amor Nº 221; cuando los ángeles gozan de un estado de amor, gozan de un estado de paz Nº 289; el afecto de los ángeles procede del a-mor Divino, y su pensamiento de la sabiduría Divina Nº 239; el amor y la vida determinan la interioridad y belleza de los habitantes del cielo Nº 459; en el cielo todos reciben luz según su grado de amor por el bien y la verdad Nº 350; diferentes géneros de amor en los diferentes reinos del cielo Nº 148; las diversas modalidades de gobierno en el cielo, son expresiones del amor mutuo Nº 213, 218; el amor de ejercer dominio sobre los demás no es posible en el cielo Nº 407.

Amar al Señor es querer y poner en práctica la verdad Divina Nº 271; el amor al Señor es "fuego celestial" Nº 134, 568; el amor al Señor devela la interioridad de la mente en el tercer grado Nº 271; el amor al Señor y el amor al prójimo constituyen la ley del cielo Nº 406, 486; la vida angélica deriva del amor al Señor y del amor mutuo Nº 344; el amor al Señor es la fuente de la sabiduría y de la inteligencia de los ángeles Nº 467; el amor al Señor, que procede del Señor, es el origen del bien de todos los habitantes del cielo Nº 72; el amor al Señor y el amor al prójimo encierran en sí todas las verdades Divinas Nº 19; amar al Señor y amar al prójimo, en sentido general, significa desempeñar usos Nº 112; significado del amor al Señor, y del amor al prójimo Nº 15, 16, 399, 350; el amor al Señor y el amor de sí mismo son opuestos Nº 596; el bien del amor al Señor como estímulo Nº (472; el amor Divino del Señor aparece en el cielo como un sol Nº 117; la Divinidad que procede del Señor es amor Nº 17; en el cielo el amor predominante es el Señor Nº 58, 486; el Señor está presente en cada cual según su amor y fé Nº 199; aquellos que reciben el bien del amor directamente del Señor Nº 348; el amor Divino es el Ser (esse) Nº 139; el amor Divino es anhelo de salvación y felicidad para todos los seres Nº 397; cuán grande es el amor Divino; su influjo es atemperado en su trayecto por leves gradaciones intermedias Nº 120.

El amor de sí mismo; naturaleza y origen del amor de sí mismo Nº 555, 556; el amor de sí mismo y sus consecuencias Nº 559; el amor de sí mismo y la vanagloria convierten a la verdad meramente en un medio Nº 347; la voluntad de dominio y el amor de sí mismo Nº 564; el amor de sí mismo como motivación de una vida supuestamente piadosa Nº 535; el amor de sí mismo aparta al hombre de la Divinidad Nº 558a; comparación entre el amor de sí mismo y el amor celestial Nº 557; la fogosidad del mundo corresponde al amor de sí mismo Nº 122; el amor de sí mismo es diametralmente opuesto a la inocencia Nº 283; el aspecto que adopta en el cielo la memoria externa de aquellos que la cultivaron por amor de sí mismos Nº 466; los ángeles pueden adquirir sabiduría porque están exentos del amor de sí mismos Nº 272; fuego infernal significa amor de sí mismo y del mundo Nº 134, 568; el amor del mundo Nº 565; las consecuencias del amor del mundo no son tan graves como las consecuencias del amor de sí mismo Nº 578; el hombre se aparta del cielo por amor de sí mismo y por amor del mundo Nº 252; el amor de sí mismo y el amor del mundo no pueden generar buenas obras Nº 472; la fisonomía de los espíritus malignos es la efigie del amor de sí mismo y del amor del mundo Nº 554; todos los moradores del infierno están sumidos en el mal y en las falsedades derivadas, que provienen del amor de sí mismo y del amor del mundo cap. LVIII; el amor de los moradores del infierno Nº 151; el amor del mal mana del infierno Nº 571; la concupiscencia es el amor en su continuidad Nº 570; la luz del cielo es una mera tiniebla para los que están sumidos en el amor corporal Nº 481; las regiones infernales están determinadas según los diferentes géneros de amor de sus moradores Nº 587. (Ver Afecto, Fe y Amor, Matrimonio).

ANCHURA: Indica un estado relativo a la verdad Nº 197, 307.

ANGELES: Su intelecto y voluntad Nº 136; la actividad de sus sentidos Nº 462 a; la idea que se forja el hombre natural acerca de sus órganos sensoriales Nº 170; su superioridad sobre el hombre Nº 576; se mantienen apartados de su naturaleza propia Nº 341; su apariencia Nº 80; su verdadera vida Nº 136; sus relaciones y parentescos Nº 205; sus vestiduras cap. XX; sus moradas cap. XXI., Nº 148, 184, 188; sus números Nº 415, 416; sus doctrinas Nº 227; su escritura Nº 258, 260; el grado más íntimo de su interioridad Nº 435; su vista exterior corresponde a su vista interior o intelecto Nº 462 a; sus razonamientos acerca de la vida Nº 9; su punto de vista acerca de la poligamia Nº 379; su horror ante la idea de que dos individuos puedan ser exactamente i-guales Nº 405; su pensamiento no se basa en las cosas naturales Nº 114; su criterio sobre las dignidades y los honores Nº 389; cómo reconocen la naturaleza de la libertad de un espíritu Nº 590; su noción acerca de la eternidad Nº 167; no tienen noción alguna sobre el tiempo y el espacio Nº 162, 166; su vida es una vida jubilosa Nº 555; cómo se los instruye acerca del júbilo celestial Nº 412; todo aquello que no está en armonía con su amor predominante, es eliminado Nº 479; sus diversas ocupaciones cap. XLI; los gentiles son instruidos por los ángeles Nº 325; cada uno desempeña una función específica Nº 392; cómo administran los asuntos celestiales Nº 389; aquellos que se ocupan de los niños pequeños en el cielo Nº 332; los ángeles que instruyen a los buenos espíritus Nº 513, 515; el poder de los ángeles cap. XXVI; son llamados "potencias" Nº 137, 231; ejemplos de su poder sobre el mal Nº 229; ante su sola mirada los espíritus malignos desfallecen Nº 232; su mirada puede penetrar los infiernos, si el Señor así lo desea Nº 586; los infiernos son regidos por ellos Nº 543; por sí mismos no podrían resistir a los infiernos Nº 592; se hallan protegidos por nubes emanadas del sol celestial Nº 120; todo ángel posee una perfecta forma humana cap. X., Nº 73, 75, 77; quiénes son los que se convierten en ángeles Nº 549; de qué modo los niños se convierten en ángeles Nº 329; no son creados como tales Nº 311; ángeles espirituales naturales y celestiales naturales Nº 31; la diferencia entre los que han muerto siendo niños y los que han muerto siendo adultos Nº 345; el aspecto de aquellos que nunca ocultaron sus pensamientos y sentimientos Nº 489; ángeles que son efigies de la caridad Nº 414; aparecen como estrellas Nº 69, 356; ángeles que viven en el bien del amor y la caridad Nº 402; los ángeles como receptáculos del bien Divino y la verdad Divina Nº 25, 133, 232; las cosas que aparecen ante sus ojos poseen existencia real Nº 175; disponen de todas las cosas necesarias Nº 264, 266; todo lo que está a su disposición y todo lo que poseen lo reciben del Señor Nº 190; reciben todas las cosas del cielo según la calidad del bien que hay dentro suyo Nº 53; su recepción en el cielo Nº 519; se dice que los cónyuges no son dos seres, sino un solo ángel Nº 367, 372; los ángeles y el amor conyugal Nº 370, 371, 374; ver la correspondencia que existe entre todas las cosas del cielo Nº 185; cómo se relacionan Nº 36, 242; de qué modo perciben las verdades Nº 270; cada uno de sus pensamientos se difunde en el cielo Nº 79; se agrupan en sociedades Nº 41; no pueden ascender ni descender de un cielo a otro Nº 35; los ángeles que pertenecen a distintos cielos no pueden comunicarse entre sí Nº 208; los ángeles de un cielo superior pueden ver a los de un cielo inferior, pero éstos no pueden ver a aquéllos Nº 209; los ángeles internos y externos en cada cielo Nº 32; su interioridad determina cuál es su cielo Nº 33; todos los habitantes del cielo son efigies de amor y caridad Nº 17; a quiénes consideran los ángeles inteligentes y aptos para el cielo Nº 86; cada uno de ellos es un cielo en forma mínima cap. Vil; los ángeles constituyen el cielo Nº 7; llevan el cielo dentro suyo Nº 53; los ángeles del íntimo cielo tienen aspecto de niños Nº 280, 341; los ángeles de íntimo cielo poseen su interioridad develada en el tercer grado Nº 34; los ángeles del íntimo cielo están desnudos Nº 178, 280; no se les permite fijar la mirada en la parte posterior de la cabeza de otro Nº 144; perciben las falsedades Nº 487; los ángeles sólo pueden verse con los ojos espirituales Nº 76; el aspecto de los ángeles en los templos Nº 74; tienen siempre al este ante sus ojos Nº 142, 143; ideas erróneas acerca de los ángeles Nº 74. (Ver Afectos, Deleite, Divinidad, Cielo, Inteligencia, Vida, Señor, Amor, Sociedad, Lenguaje, Estado, Swedenborg, Sabiduría de los Angeles).

ANILLOS: Alrededor del sol del cielo Nº 120, 159.

ANIMALES: Su correspondencia Nº 110; sus afectos Nº 110; su conocimiento Nº 108, 352; sus amores Nº 135; viven en el orden de su vida, de ahí que estén regidos por influjo Nº 296; la diferencia entre el hombre y los animales Nº 39, 108, 202, 296, 352, 435.

ANSIEDAD: Es provocada por ciertos espíritus Nº 299.

ANTIGUOS: En los tiempos antiguos era mayor el número de hombres que se convertían en ángeles Nº 415.

APARIENCIAS: De las cosas externas en el cielo varían con los cambios de estado de los ángeles Nº 156; apariencias y representaciones en el cielo cap. XIX; apariencias reales e irreales en el cielo Nº 175; apariencias en los infiernos cap. LXI; la apariencia humana de la Divinidad a los ojos del hombre Nº 82, 84, 86.

APETITOS: Sus placeres obnubilan y debilitan el intelecto Nº 462a.

APOSTÓLES: Significan el Señor en cuanto a la verdad Divina Nº 526

ARBOLES: Su correspondencia Nº 111, 176, 489, 520; en el cielo los árboles dan su fruto según el bien del amor Nº 176.

ARCANOS: Sobre los ángeles de los tres cielos Nº 39; el cielo en su conjunto refleja a un solo hombre Nº 59; arcanos en los números Nº 263; arcanos relativos a la regeneración Nº 269; arcanos sobre la luz natural y espiritual Nº 308; arcanos relativos a la forma de la verdad Nº 460.

AROMA: Significa lo que es agradable o desagradable Nº 287.

ARQUITECTURA: En el cielo Nº 185.

ARREPENTIMIENTO: No es posible después de la muerte Nº 527.

ARTE: En el cielo: el arte verdadero procede del cielo Nº 185.

ARTERO: El acto artero es diametralmente opuesto a la inocencia Nº 278.

ARTIFICIOS: De los espíritus infernales cap. LX.

ASAMBLEAS: En el cielo Nº 149.

ASIA: Las religiones proceden del Asia Nº 322.

ASIRÍA: Significa la facultad racional Nº 302.

ASUNTOS: Del cielo Nº 388.

ASUNTOS CIVILES: En el cielo Nº 393.

AVARICIA: Es inmundicia espiritual Nº 363.

AVERSIÓN: En el cielo produce separación Nº 194.

AVES: Sus instintos Nº 108; su correspondencia N° 110.

BABEL, BABILONIA: Significado de "Babilonia" Nº 544; la Babilonia de nuestros días Nº 559.

BAUTISMO: Es nada más que un signo recordatorio Nº 329.

BELLEZA: Del cuerpo no implica belleza espiritual Nº 99, 131; la belleza personal en el cielo Nº 414; la belleza de los ángeles Nº 382a; la causa de la belleza interior Nº 459.

BENDICIÓN: Del amor conyugal Nº 379, 380; la bendición que sienten los que viven en el amor al Señor Nº 401; bendiciones reales e irreales Nº 364; las bendiciones del verdadero amor conyugal Nº 374.

BESTIAS: Diferencia entre el hombre y las bestias Nº 435. (Ver Animales).

BIEN: Todo bien procede de Dios Nº 291; el bien común Nº 64; el bien del amor Nº 7; el bien del amor pertenece al amor Nº 23; amar el bien es quererlo y hacerlo Nº 15; su relación con el amor al prójimo Nº 558b; el bien pertenece a la voluntad Nº 26; la alternancia del deleite y la falta de deleite determina que la percepción del bien sea más exquisita Nº 158; aquellos que separan la fe del bien Nº 2; el bien que proviene de uno mismo no es bien Nº 8, 556; cuando el hombre toma en cuenta su provecho personal en el bien que hace Nº 558a; en los infiernos nadie vive en el bien y la verdad Nº 551; el hombre se mantiene en equilibrio entre el bien y el mal Nº 293; equilibrio entre el bien y el mal Nº 537, 589; cada bien tiene su mal opuesto Nº 541; cuando el espíritu del hombre se libera, vive en su bien o se sume en su maldad Nº 577; el hombre debe vivir en el bien para poder percibir la maldad Nº 598; todo bien crece inconmensurablemente en la otra vida Nº 406; el bien de los demás es lo que desean los ángeles Nº 408; los ángeles están cerca o lejos del hombre según éste viva en el bien o no Nº 391; el bien de la vida de los ángeles Nº 288; el bien de un ángel difiere del de otro Nº 231; los ángeles reciben las cosas del cielo según la calidad del bien que reciben del Señor Nº 53; los ángeles integran distintas sociedades según sus diferencias en el bien del amor y la fe Nº 41, 42, 45; el bien del amor y la fe constituyen el cielo Nº 51; una iglesia es tal en la medida en que el bien del amor y la fe reine en ella Nº 57; el bien del amor corresponde al fuego, y el bien de la fe a la luz Nº 118; en el cielo los árboles dan fruto según el bien del amor Nº 176; "sacerdocio" significa bien del amor en el Señor Nº 226; aquellos que "esplenden como el sol" reciben el bien del amor directamente del Señor Nº 348; el bien que procede del Señor es un símil de El Nº 16; la creencia que profesan aquellos que viven en el bien acerca del cielo Nº 176; en la medida en que uno atribuye al Señor el uso que desempeña, lo hace bajo la inspiración del bien Nº 390; el bien del amor como estímulo Nº 472; el bien afluye al hombre desde el Señor Nº 546; el amor al Señor procedente del Señor es el origen del bien de todos los habitantes de los cielos Nº 72; aquellos que viven en un bien similar se reconocen en el cielo Nº 46; en el cielo el bien es el prójimo Nº 64; el bien del reino espiritual es el bien de la caridad Nº 215, 241; todas las modalidades de gobierno en el cielo tienen por objeto el bien público Nº 217; el fin de todos los habitantes del cielo es el bien común Nº 217, 418; la actividad racional de los espíritus que en el mundo han vivido en el bien Nº 505; el bien desciende continuamente del cielo Nº 591; el bien de la inocencia Nº 283; quienes gozan de un estado de inocencia no se atribuyen el bien a sí mismos Nº 218; la inocencia es el ser (esse) de todo bien Nº 281; la conjunción de la inocencia y la paz es similar a la que se establece entre el bien y su deleite Nº 288; el bien en relación al Hombre Máximo Nº 96; el bien es tal en la medida de su uso Nº 107; la sabiduría es amar al uso, el cual es el bien de los demás, Nº 390; el bien utilizado como un medio no es tal Nº 499; el amor del bien y del uso es el cimiento del reino del amor al prójimo Nº 564.

BIEN Y VERDAD: La verdad es la forma del bien Nº 107; la forma del bien y la verdad Nº 460; la verdad es el único receptáculo del bien Nº 371; la memoria externa como asiento del bien y la verdad Nº 466; las verdades espirituales se relacionan con el bien del amor y la verdad de la fe Nº 468; los bienes y verdades espirituales llegan por instilación del cielo y no por influjo del mundo Nº 512; qué es lo que el hombre considera como bien y verdad Nº 423; todas las cosas del universo se relacionan con el bien y la verdad Nº 137; el poder del bien y la verdad Nº 137, 232; el influjo ingresa en el bien y en la verdad del hombre Nº 297; el bien y la verdad en conjunción en un hombre no son dos cosas, sino una sola Nº 372; el bien y la verdad sólo pueden entrar en conjunción por medio de la inocencia Nº 281; la inocencia es el receptáculo del bien y la verdad Nº 329; quienes gozan de la inocencia de la sabiduría no saben ninguna verdad por sí mismos ni hacen ningún bien por sí mismos Nº 279; la inocencia de los niños es terreno propicio para todos los afectos del bien y la verdad Nº 341; los niños son guiados en el cielo hacia el conocimiento de la verdad y el afecto por el bien Nº 334; la recepción del bien y la verdad por parte de los niños en el cielo Nº 336, 344; la vida espiritual se alimenta del afecto por el bien y la verdad Nº 111; las casas que reciben los ángeles con-cuerdan con su percepción del bien y la verdad Nº 190; los ángeles se relacionan entre sí según la naturaleza del bien y la verdad que hay en ellos Nº 205; la paz surge de la conjunción del bien y la verdad en cada ángel Nº 286; la auténtica inteligencia y sabiduría consiste en ver y percibir lo que es verdadero y lo que es bueno Nº 351, 469; cualquiera puede reconocer una verdad, pero sólo los buenos pueden percibirla Nº 153; recibir al Señor significa recibir el bien y la verdad que proceden de El Nº 80; en el cielo todos reconocen que el bien y la verdad proceden del Señor Nº 8; todo bien y verdad que procede del Señor constituyendo el cielo posee forma humana Nº 460; cada ángel vive en su propio bien y en su propia verdad Nº 231; el bien y la verdad abren la puerta al cielo en el hombre Nº 430; el nacimiento espiritual se efectúa a través de los conocimientos del bien y la verdad Nº 345; son admitidos en el cielo todos aquellos que amaron el bien y la verdad Nº 350; lo que el hombre recibe en el cielo depende del grado de su afecto por el bien y la verdad Nº 349; los deleites del alma son afectos por el bien y la verdad Nº 396; los deleites que descienden de la conjunción del bien y la verdad Nº 489; el interés que muestran los espíritus por el bien y la verdad pone de manifiesto su verdadera naturaleza durante su primer estado después de la muerte Nº 496; los africanos reciben bienes y verdades en el cielo con la mejor disposición Nº 326; el hombre es hombre por su capacidad para comprender lo que es verdadero y para querer lo que es bueno Nº 60; la verdad se transforma en bien apenas se incorpora a la voluntad Nº 26; la voluntad se relaciona con el bien, el intelecto con la verdad Nº 137; el intelecto y la voluntad de los ángeles se perfeccionan continuamente por medio de las verdades de la inteligencia y los bienes del amor Nº 221; el hombre llama verdad a lo que comprende, y bien a lo que quiere Nº 231; el hombre es amado por el Señor en la medida en que su voluntad esté formada por el bien y su intelecto por la verdad Nº 350; quienes habitan en los brazos y en las manos del Hombre Máximo gozan del poder de la verdad del bien Nº 96; el bien de la fe en su esencia es la verdad del bien Nº 118; solamente aquellos que viven en las verdades del bien pueden hablar con los ángeles Nº 250 ;todo poder espiritual nace de la verdad del bien Nº 538, 539; el bien y la verdad en relación al matrimonio Nº 374-382; no hay amor conyugal sin amor al bien y la verdad Nº 381; la procreación del bien y la verdad en los matrimonios celestiales Nº 382b; oposición a los bienes y verdades de la iglesia por parte de aquellos que se aman a sí mismos Nº 562; a los ojos de los espíritus malignos, el mal aparece como bien, y la falsedad como verdad Nº 455; los árboles corresponden a los conocimientos del bien y la verdad, y su fruto a los afectos por el bien y la verdad Nº 111; todas las cosas que corresponden con el cielo se relacionan con el bien y la verdad Nº 113; "hierro" significa verdad sin bien Nº 115; la luz corresponde a la verdad del bien Nº 179; en el cielo las casas corresponden al bien de los ángeles, y las cosas que se hallan en el exterior a las verdades del bien Nº 186; las "doce puertas de la Nueva Jerusalem" significan las verdades de la iglesia que conducen al bien Nº 187; las dimensiones de la Nueva Jerusalem significan bienes y verdades de doctrina Nº 307; en el cielo el bien del uso tiene la apariencia del oro, y la verdad del uso la apariencia de la plata Nº 361; significado de las vestiduras en relación al bien y la verdad Nº 365; los "elegidos" son aquellos que viven en el bien y la verdad Nº 420; "camino" quiere decir verdad que conduce al bien Nº 590.

El bien Divino y la verdad Divina proceden del Señor, y la forma en que el hombre los recibe determina su vida Nº 9, 30; la interioridad se devela mediante la recepción del bien Divino y la verdad Divina Nº 33; lo que procede del Señor como sol en su esencia es el bien Divino unido a la verdad Divina Nº 127, 133; el bien Divino y la verdad Divina no residen en El, sino que proceden de El Nº 139; la "carne" del Señor significa bien Divino, y Su "sangre" verdad Divina Nº 147; los ángeles como receptores del bien Divino y la verdad Divina Nº 232; en la medida en que un ángel goza de inocencia, goza del bien Divino y la verdad Divina Nº 280; en el cielo se llama sabios a aquellos que viven en el bien, es decir aquéllos que aplican la verdad Divina a la vida Nº 348; la verdad Divina y el amor Divino fluyen principalmente en el amor conyugal Nº 370; los cielos están regidos por una efusión de bien Divino y verdad Divina que procede de los cielos Nº 543.

BOCA: Los que habitan en la boca del Hombre Máximo Nº 96.

BONDAD: La bondad y la caridad generan la belleza celestial Nº 414; qué es la verdadera bondad Nº 481, 495.

BRAZOS: Su correspondencia Nº 97, 231; los brazos del Hombre Máximo Nº 96, 231.

CABEZA: Su correspondencia Nº 97, 251; la cabeza del Hombre Máximo Nº 65; en el cielo nadie puede fijar la mirada en la parte posterior de la cabeza de otro Nº

CADÁVER: Su olor es aromático para los espíritus Nº 449.

CALIDAD: La calidad de cada cual se determina por la calidad de su intelecto y de su voluntad Nº 60; los ángeles detectan la calidad de un hombre por la forma en que modula las vocales Nº 241; la calidad de las acciones y las obras se determina por el pensamiento y la voluntad que las impulsa Nº 472; la calidad del amor se determina por su fin o uso Nº 565.

CALOR: Procede del amor Nº 14, 447; correspondencia con el amor Nº 135; el calor del cielo cap. XV, Nº 117, 133, 134, 226; hay dos fuentes de calor, el sol del cielo y el sol del mundo Nº 567; el calor vital del hombre Nº 568; el calor del cielo es insoportable para quienes viven inmersos en el amor corporal Nº 481; el efecto del calor celestial en los infiernos Nº 572; el calor del infierno excita las concupiscencias en el hombre Nº 571; el calor produce distintos efectos según los objetos en los que fluye Nº 569.

CAMELLO: Qué significa que "un camello pase por el ojo de una aguja" Nº 365.

CAMINOS: Significan verdades que conducen al bien Nº 590; caminos que conducen al cielo y al infierno Nº 479, 534; caminos que conducen al cielo partiendo desde los centros de instrucción del mundo de los espíritus Nº 520.

CARÁCTER: Está determinado por la facultad predominante Nº 369; está determinado por su interioridad Nº 532; el carácter de un espíritu se advierte a primera vista Nº 552.

CARIDAD: La vida de la caridad, descripta Nº 148, 360, 364, 535; la caridad hacia el prójimo Nº 13, 23; una vida de caridad conduce al cielo Nº 360; una vida de caridad sólo puede vivirse ocupándose de los asuntos del mundo Nº 535; situación en el cielo de aquellos que llevaron una vida de caridad Nº 489; gentiles que vivieron una vida de caridad Nº 324; la caridad de espíritus procedentes de China Nº 325; la iglesia del Señor en aquellos que viven en caridad Nº 308; todos los habitantes del cielo son efigies de amor y caridad Nº 17; la vida del cielo y la caridad Nº 403; el júbilo celestial emana de la caridad Nº 404; la belleza celestial surge del bien y la caridad Nº 414; quienes habitan en el pecho del Hombre Máximo viven en el bien de la candad Nº 96; el bien del reino espiritual es el bien de la caridad Nº 215, 241; todos los que viven en el bien de la caridad según su religión, pertenecen a la iglesia del Señor Nº 328; el bien de la caridad como estímulo Nº 472; de qué modo son guiados los niños en el cielo hacia el bien de la caridad Nº 337.

CASAS: En el cielo Nº 184, 489; las casas de los ángeles Nº 180, 186; la casa de Dios Nº 223; en el cielo, en cada casa hay un gobierno doméstico con señores y sirvientes, Nº 219; "la casa de la fiesta nupcial" significa el cielo y la iglesia Nº 180.

CASTIGO: En el infierno Nº 543, 574, 581; en la otra vida nadie es castigado por sus maldades hereditarias Nº 342; el castigo de los malvados en el segundo estado después de la muerte Nº 509; el castigo de los espíritus no proviene del Señor, sino de la maldad misma Nº 550.

CATÓLICOS: No todos sus santos son buenos Nº 535; situación en el infierno de los católicos malvados Nº 587.

CAUSA: La presencia del Señor como causa Nº 199; las ideas y las palabras de los ángeles se relacionan entre sí como la causa y el efecto Nº 240; causa y efecto Nº 303, 512; el mundo espiritual fluye en el mundo natural como la causa en el efecto Nº 567.

CENTRO: El Señor es el centro general del cielo Nº 124, 142.

CEREBELO: Corresponde a la sabiduría Nº 251.

CEREBRO: Corresponde a la inteligencia Nº 251.

CHINOS: En el cielo Nº 325.

CICERÓN: Swedenborg habló con un hombre que dio pruebas de ser Cicerón Nº 322.

CIELO, CIELOS: El cielo es una comunión general de todos con cada uno Nº 73; en el cielo hay una comunión de pensamientos y afectos Nº 369; en el cielo la interioridad está a simple vista N° 131; la disposición de la interioridad en el cielo Nº 499; el lenguaje y el pensamiento en el cielo Nº 2; su topografía Nº 188; su ubicación Nº 207, 209, 583; su forma cap. XXIII, Nº 200, 212; los tres cielos Nº 20-29. 33; lo interno y lo externo en cada cielo Nº 32; están separados a causa de las diferencias de estado que experimentan sus habitantes Nº 193; los habitantes del íntimo cielo están desnudos Nº 179; sus dos reinos Nº 20; ambos reinos están unidos a través de sociedades intermedias Nº 27; sociedades en los cielos cap. VI. VII; todos los cielos están en conjunción por influjo Nº 37, 208; cómo están dispuestos de modo que mantengan su equilibrio Nº 594; las doctrinas de los diferentes cielos Nº 227; la extensión del cielo inhabitado Nº 419; las cuatro regiones del cielo cap. XVI; su inmensidad cap. XLIII; es un todo compuesto por diversas partes dispuestas según la forma más perfecta Nº 56; todas las cosas del cielo están organizadas según el orden Divino Nº 389; cuanto mayor es su plenitud mayor es su perfección Nº 71; en el cielo la variedad es infinita Nº 405; el cielo en su conjunto refleja a un solo Hombre cap. VIII, Nº 418; posee la forma de un hombre Nº 62, 94, 99; el hombre es un cielo en miniatura Nº 30; el hombre ha sido creado en la forma del cielo Nº 454; el hombre según su forma interna es una imagen del cielo Nº 99; el cielo concluye en la parte corporal del hombre, sobre la cual se levanta como sobre su base Nº 100; sin la raza humana el cielo sería como una casa sin cimientos Nº 304; el hombre ha nacido para el cielo Nº 82, 324; testimonios de que el cielo procede de la raza humana Nº 314; el seminario del cielo está en el plano exterior del orden Divino Nº 315; de qué modo puede el hombre vivir la vida del cielo Nº 529; la vida que conduce al cielo cap. LV; la preparación de los buenos para el cielo Nº 512, 513; cómo ingresan al cielo los espíritus Nº 519; vías que conducen al cielo Nº 359, 520, 534; ingreso diario al cielo Nº 593; conjunción del cielo con el hombre y la raza humana cap. XXXIII, XXXIV, su conjunción con el mundo Nº 112, 252; hay una correspondencia entre el cielo y todas las cosas de la tierra cap. XIII icorrespondencia entre todas las cosas del cielo y todas las cosas del hombre cap. XII; toda correspondencia con el cielo se refiere a la Divinidad Humana del Señor Nº 101; en virtud de la Divinidad Humana de Señor el cielo en su conjunto y en sus partes refleja a un Hombre cap. XI; la comunicación del hombre con el cielo Nº 204; cuando los hombres hablan con los ángeles también pueden ver las cosas del cielo Nº 252; el cielo se devela ante la vista interior Nº 171; los miembros de la Antigua Iglesia establecían comunicación con el cielo por medio de las correpondencias Nº 87; el cielo no se recibe a través del bautismo Nº 329;nadie que no posea una concepción sobre la Divinidad puede ingresar al cielo Nº 2, 82; el Señor es el Dios del cielo Nº 2, 5; grados en el cielo Nº 34, 39; el cielo fluye en las funciones y los usos de los miembros corporales Nº 96; usos en el cielo Nº 361; rejuvenecimiento en el cielo Nº 414; ocupaciones en el cielo cap. XLI; comunicación de todas las cosas en el cielo Nº 268; el dominio que se ejerce en el cielo Nº 564; culto en el cielo cap. XXV; gobierno en el cielo cap. XXIV; aquellos que administran los asuntos eclesiásticos y predican en el cielo Nº 393; escritura en el cielo cap. XXIX; la escritura varía en cada cielo Nº 261; el influjo entre los cielos Nº 206, 207; luz y calor en el cielo cap. XV, Nº 567; en el cielo no hay nada que corresponda a la noche Nº 155; matrimonios y amor conyugal en el cielo cap. XL; porqué en la Palabra se compara al cielo con el matrimonio Nº 371; el cielo es el matrimonio del bien y la verdad Nº 374; progresión del amor conyugal hacia el cielo Nº 386; los sabios y los simples en el cielo cap. XXXVII; las personas de mentalidad simple en el cielo Nº 18; los ricos y los pobres en el cielo cap. XXXIX; los pobres son instruidos en el cielo Nº 364; los gentiles en el cielo cap. XXXVI; chinos, judíos y africanos en el cielo Nº 326; conjunción del cielo con aquellos que están fuera de la iglesia Nº 308; "un nuevo cielo y una nueva tierra" significa una nueva iglesia Nº 307, la iglesia del cielo del Señor en la tierra Nº 57; el sol en el cielo cap. XIV; todas las cosas que se ven en el cielo tienen origen en el Señor como sol Nº 117; en el cielo todas las cosas proceden del Señor Nº 173; distancias entre los distintos cielos y el Señor como sol Nº 120; en el cielo, todos miran continuamente al Señor como sol o como luna Nº 123; en el cielo todas las cosas se hallan determinadas por la presencia del Señor Nº 199; con frecuencia, el Señor no aparece en persona en el cielo, sino que asume el aspecto de un ángel Nº 121; el cielo es el cielo por la Divinidad del Señor Nº 304; el cielo ha sido implantado en todo ser humano por el Señor Nº 522; la vida que conduce al cielo es una vida que debe vivirse en el seno del mundo Nº 358, 360, 535; en el cielo son recibidos todos los que amaron la verdad y el bien Nº 350; el cielo está constituido por todos aquellos que han vivido una buena vida desde que surgió la vida en la tierra Nº 415, 416; quien tiene el cielo dentro suyo lo posee en las cosas mínimas y en las máximas Nº 58; el cielo está dentro de uno mismo Nº 33, 319; está dentro de los ángeles Nº 53; el cielo difiere en cada cual Nº 319; el espacio en el cielo cap. XXII; el tiempo en el cielo cap. XVIII; no hay tiempo ni espacio en el cielo, sino una sucesión progresiva de todas las cosas Nº 163; la extensión en el cielo no es determinada Nº 85; las tres dimensiones en el cielo Nº 197; representaciones y apariencias en el cielo cap. XIX; las apariencias en el cielo, con ejemplos ilustrativos Nº 176; en el cielo la gente parece estar allí donde fija la mirada Nº 121; la naturaleza de los objetos en el cielo Nº 171, 172; las cosas que aparecen ante los ojos de los ángeles poseen existencia real Nº 175; muchos objetos del cielo: descriptos Nº 189; casas, jardines, ciudades, palacios etc., en el cielo Nº 184, 185; la apariencia de las cosas externas en el cielo se modifica de acuerdo con los cambios que se verifican en la interioridad de los ángeles Nº 156; las apariencias en el cielo son similares a las del mundo Nº 464; los deleites que produce el paisaje, etc., en el cielo Nº 489; el júbilo y la felicidad en el cielo cap. XLII; deleites en el cielo Nº 397, 399; la variedad de usos y deleites es el fundamento del cielo Nº 405; en el cielo hay dos géneros de amor: el amor al Señor y el amor al prójimo Nº 15; el amor al Señor es el amor universal predominante en el cielo Nº 486; el amor es el cimiento del cielo Nº 386; en el cielo todos entran en conjunción por amor Nº 14; el amor de ejercer dominio sobre otros no es posible en el cielo Nº 407; la Palabra en el cielo Nº 259; de no contar con la Palabra el hombre se habría separado del cielo Nº 309; el cielo anida en la inocencia del hombre Nº 276; todos los habitantes del cielo viven en inocencia Nº 280; lo más íntimo del bien del cielo es la inocencia Nº 282; la paz y la inocencia son las dos cosas más íntimas del cielo Nº 285; el cielo lleva el nombre de morada de paz Nº 287; el cielo es para todos aquellos que han vivido una vida de amor y paz Nº 357; la vida del cielo Nº 506; en la medida en que uno posea la forma del cielo, está en el cielo Nº 203; el hombre tiene al cielo dentro suyo en la medida en que quiera y ponga en práctica verdades Nº 425; los habitantes del cielo están en el Señor, y el Señor en ellos Nº 11; el cielo está allí donde el Señor es reconocido y amado Nº 56; en el cielo todos actuar como si fuesen un solo ser por inspiración del Señor Nº 64; en el cielo el Señor es la plenitud de todo porque es el amor predominante Nº 58; niños pequeños en el cielo cap. XXXVII, Nº 4; la mera admisión en el cielo no proporciona júbilo celestial Nº 525; nadie ingresa en el cielo por misericordia sin tomar en cuenta los medios cap. LIV, Nº 54; el amor de sí mismo aparta del cielo Nº 557; aquellos que no desempeñan usos en pro del bienestar general son expulsados del cielo Nº 64; los espíritus que han confirmado su creencia en su propio poder, no son admitidos en el cielo Nº 10; qué sucede con aquellos que entran al cielo sin pertenecer a él Nº 40, 54; sufrimiento de los espíritus malignos en el cielo Nº 400, 481 ;el hombre sensual no puede formarse una idea correcta sobre el cielo Nº 85, 86; la intuición que posee el hombre sobre la vida después de la muerte procede del cielo Nº 602; los espíritus benignos se lamentan a causa de la ignorancia que cunde en la iglesia en relación a las cosas del cielo Nº 77; las ideas erróneas del hombre sobre sus relaciones con el cielo Nº 302; ideas erróneas sobre la extensión del cielo Nº 420; creencias erróneas en el mundo sobre el cielo y el infierno Nº 311 -313; el hombre está en conjunción con el cielo y con el infierno Nº 599; el amor predominante del hombre lo conduce al cielo o al infierno Nº 477; el mundo de los espíritus es un estado intermedio entre el cielo y el infierno Nº 421; equilibrio entre el cielo y el infierno cap. LXII, Nº 536; diferencia entre el equilibrio en el cielo y en el infierno Nº 591; puertas del cielo y del infierno Nº 428; preparación para el cielo y el infierno Nº 430; el cielo y el infierno están separados por una diferencia de estado Nº 193, 400; el cielo y el infierno proceden de la raza humana cap. XXXV. (Ver Afecto, Ángel, Caridad, Divinidad, Bien, Hombre, Matrimonio, Sociedad, Estado, Sabiduría).

CIENCIAS: Las Ciencias enumeradas Nº 353; deberían servir como medios para adquirir sabiduría Nº 356; los ángeles del íntimo cielo no archivan las verdades en la memoria para extraer de ellas una ciencia Nº 271; los razonamientos de los científicos en el otro mundo Nº 464; los deleites de los científicos en el cielo Nº 489.

CIMIENTO: Significa las verdades en que se funda la iglesia Nº 187; la Palabra reemplaza al hombre como cimiento del cielo Nº 305.

CIUDADES: En el cielo Nº 184; en los infiernos Nº 586.

CLERO: Miembros del clero que niegan a la Divinidad Nº 353.

COBRE: Significa bien natural Nº 115.

COLINAS: Significa amor espiritual Nº 188.

COLORES: Cómo se producen en el cielo Nº 356.

COMPULSIÓN: El hombre no puede ser reformado por compulsión Nº 293.

COMUNICACIÓN: El hombre establece comunicación con el cielo desde su interioridad Nº 30; la comunicación del hombre con el cielo se establece a través de las correspondencias Nº 114; la comunicación del hombre con el cielo depende de su inteligencia y sabiduría Nº 204; la más íntima comunicación del espíritu se establece con la respiración y los latidos del corazón Nº 446; comunicación en el cielo cap. XXIII; la comunicación entre los distintos reinos del cielo se establece a través de sociedades intermedias Nº 27; hablando en términos estrictos, la comunicación entre los cielos es un influjo Nº 206; todas las sociedades celestiales se comunican entre sí a través de una extensión de su esfera vital Nº 49; comunicación entre todas las cosas del cielo Nº 206.

COMUNIÓN: De deleites en el cielo Nº 399.

CONCEPCIONES SENSORIALES: Las concepciones basadas en lo meramente sensorial son engañosas Nº 74;

el sentido espiritual de la Palabra Nº 259, 307.

CONCIENCIA: Como estímulo Nº 358, 472; distintos puntos de vista acerca de ella Nº 299; aquéllos que obedecieron su dictado en el mundo Nº 506.

CONCUPISCENCIA: Destruye la verdadera paz Nº 290; es la fuente de los tormentos infernales Nº 571, 573; cada infierno exhala una esfera de concupiscencia específica Nº 574; la concupiscencia es el amor en su continuidad Nº 570; la concupiscencia de aquellos que están sumidos en el amor de sí mismos y en el amor del mundo Nº 400.

CONJUNCIÓN: Qué es en el cielo Nº 369; la sabiduría de los ángeles procede de una conjunción Nº 372; con el Señor Nº 16, 304; entre los cielos Nº 208; del cielo con el mundo Nº 112, 252; entre el mundo natural y el mundo espiritual en el hombre Nº 112, 247; de los espíritus y los ángeles con el hombre Nº 206, 255, 292, 365; la conjunción en el amor conyugal Nº 367, 370; del cielo con la raza humana cap. XXXIII; del cielo con el hombre a través de la Palabra cap. XXXIV; del hombre espiritual con el cielo Nº 530; del hombre con el cielo o el infierno Nº 292, 294; diferencia entre la conjunción que se establece entre el cielo y el hombre, y la que se establece entre hombre y hombre Nº 300; ideas erróneas acerca de la conjunción entre el cielo y el hombre Nº 302; de la inocencia y la paz Nº 288; del bien y la verdad Nº 286, 371, 422; del mal y la falsedad Nº 422.

CONOCIMIENTOS: Como riquezas; "vestiduras" significa conocimientos Nº 365; los árboles corresponden a los conocimientos del bien y la verdad Nº 111; todo conocimiento acerca de las correspondencias debe proceder del cielo Nº 110; no determinan que alguien ingrese al cielo Nº 517, 518; su uso en el cielo Nº 464; se adquieren en el cielo Nº 489; en el cielo no se retienen en la memoria, sino que se incorporan a la vida Nº 517; el plano externo está compuesto por conocimientos y afectos Nº 480; los ángeles del cielo externo retienen las verdades en la memoria, incluyéndolas entre sus conocimientos Nº 271; la inteligencia y la sabiduría de los ángeles se perfeccionan por medio de los conocimientos del bien y la verdad Nº 469; determinan que el hombre llegue a ser racional Nº 355; la fe separada del amor es un mero conocimiento Nº 474; el mero conocimiento no implica sabiduría Nº 351; aquellos que están inmersos en el amor corporal, poseen meros conocimientos Nº 482; el conocimiento del júbilo celestial es inaccesible para quienes están inmersos en los meros deleites corporales Nº 398; conocimientos del hombre Nº 352; en los animales Nº 108, 110, 352.

CONSONANTES: En el lenguaje angélico Nº 241; expresan ideas Nº 261.

CONSUMACIÓN: De las edades Nº 1.

CONTINUIDAD: La distancia se hace evidente sólo cuando la continuidad se interrumpe Nº

CÓNYUGES: En el cielo Nº 383.

CORAZÓN: Su correspondencia Nº 95, 96; la iglesia en cuyo seno está la Palabra cumple una función similar a la que desempeñan el corazón y los pulmones en el hombre Nº 308; el espíritu permanece en el cuerpo mientras el corazón palpita Nº 447; todas las mociones vitales dependen de la moción del corazón y los pulmones Nº 446.

CORDERO: Corresponde a los afectos Nº 110; y a la inocencia Nº 282.

COROS: Coro de chinos en el cielo Nº 325.

CORRESPONDENCIAS: Qué son Nº 89; tienen alcance universal Nº 100; actualmente la revelación se da únicamente a través de las correspondencias Nº 306; la Palabra ha sido compuesta exclusivamente por medio de correspondencias Nº 365; las correspondencias son las formas que revisten los usos Nº 112; correspondencia de todas las cosas Nº 303; grados de correspondencia en los reinos de la naturaleza Nº 104; todas las cosas de la naturaleza son correspondencias Nº 106; las cosas del mundo natural son correspondencias de las cosas del mundo espiritual Nº 89, 90; el mundo espiritual no puede comprenderse si no se conocen las correspondencias Nº 88; es necesario conocer las correspondencias para comprender la transformación de los deleites naturales en espirituales Nº 487; los pueblos más antiguos pensaban en base a correspondencias Nº 115; en los tiempos antiguos el culto se realizaba por medio de correspondencias Nº 111, 306; los miembros de la Antigua Iglesia se comunicaban con el cielo gracias a su conocimiento de las correspondencias Nº 87, 114; la conjunción del cielo con el mundo a través de las correspondencias Nº 112; las correspondencias constituyen el único modo de comunicación entre las sociedades de diferentes cielos Nº 207; todo conocimiento de las correpondencias debe proceder del cielo Nº 110; toda correspondencia con el cielo está referida a la Divinidad Humana del Señor Nº 101; todas las cosas que están en correspondencia con el cielo están referidas al bien y la verdad Nº 113; como las cosas del cielo corresponden a los bienes y las verdades, corresponden al amor y la sabiduría Nº 186; correspondencia de todas las cosas con la interioridad de los ángeles Nº 173, 186; correspodencia de todas las cosas del cielo con la inteligencia Nº 186; correspondencia de todas las cosas del cielo con todas las cosas del hombre cap. XII, XIII; correspondencia de los reinos del cielo en el hombre Nº 95; la subsistencia del hombre depende de su correspondencia con el cielo Nº 94; la correspondencia entre el cielo y el hombre nunca es completa Nº 418; todas las cosas que aparecen ante los ojos de los ángeles del íntimo cielo son correspondencias Nº 270; las cosas visibles en el cielo, que no corresponden a la interioridad de sus habitantes, no son apariencias reales Nº 175; el lugar que se ocupa en el cielo depende de las correspondencias Nº 394; en el cielo no hay una correspondencia con la noche Nº 155; todas las cosas opuestas al orden Divino corresponden al infierno Nº 113; el abuso de las correspondencias por parte de los espíritus malignos Nº 580; el Señor se llama a Sí Mismo "pan de la vida" según las correspondencias Nº 111. Correspondencia de Abraham, Isaac y Jacob con la Divinidad Humana del Señor Nº 526; de los ángeles con algo perteneciente al Señor Nº 1, 391; de los animales con los afectos Nº 110; de los brazos con el poder Nº 97, 231; del otoño con el amor en el tercer estado de los ángeles Nº 166; de la avaricia con la inmundicia espiritual Nº 363; correpondencia del nacimiento con la generación de la verdad Nº 382b; de la sangre del Señor con la verdad Divina Nº 147; de las distintas partes del cuerpo Nº 91; hay una correspondencia entre la forma del cuerpo y la forma del cielo Nº 212; entre el pan y el bien Nº 111; de la anchura con el estado en que se goza de la verdad Nº 197; del pecho con la caridad Nº 97; de "novia" con el cielo y la iglesia Nº 180; de "edificadores" con los miembros de la iglesia Nº 534. Ganado vacuno significa afectos Nº 110; camello significa la facultad de conocer Nº 365; correspondencia del cerebelo con la sabiduría Nº 251; del niño y la infancia con la inocencia Nº 278, 341; de las nubes con el sentido literal de la Palabra Nº 1; del cobre con el bien natural Nº 115. La oscuridad significa falsedad del mal Nº 123, 553; hijas significa bienes y verdades procreadas Nº 382b; David significa el Señor Nº 216, 526; amanecer significa obscuridad que precede a la luz Nº 155; correspondencia de distintas cosas con la doctrina Nº 307; la paloma corresponde al afecto Nº 110; el oído corresponde a la obediencia Nº 97, 271; el oriente significa el amor y su bien claramente percibidos Nº 150; el Señor es llamado oriente Nº 141; egipcio significa el nivel natural Nº 307; "los elegidos" son aquellos que viven en el bien y la verdad Nº 420; el crepúsculo corresponde a la sabiduría en su sombra Nº 155; ojo significa intelecto Nº 97, 145; el rostro corresponde a la interioridad Nº 91, 251; "madre y padre" significa verdad en conjunción con el bien Nº 382b; los pies corresponden al nivel natural Nº 97; la fogosidad del mundo corresponde al amor de sí mismo Nº 122; el fuego corresponde al amor Nº 13, y al bien del amor Nº 118, y al calor vital del hombre Nº 568, y al odio, la venganza Nº 585; el fuego infernal es el amor de sí mismo Nº 566, 570; la inmundicia espiritual es la avaricia Nº 363; el firmamento significa la facultad intelectual Nº 347; la llama corresponde al bien Nº 179, o a las maldades del amor de sí mismo Nº 585; el fuego sagrado y celestial alude al calor del cielo Nº 134; la carne del Señor significa bien Divino Nº 147; el alimento corresponde al afecto por el bien Nº 111; la frente al amor Nº 145, 251; los frutos corresponden a las buenas acciones Nº 111, y a los afectos por el bien y sus usos Nº 520; en el cielo los frutos corresponden al bien del amor Nº 176. Los jardines corresponden a la inteligencia y la sabiduría Nº 111, 176; las vestiduras aluden a los conocimientos Nº 365; las vestiduras del Señor representan la verdad Divina Nº 129; las vestiduras de los ángeles derivan de las correspondencias Nº 177, 178; "las doce puertas de la Nueva Jerusalem" significan las verdades de la iglesia Nº 187; "gloria" denota el sentido interno de la Palabra Nº 1; oro significa bien celestial Nº 115. Las manos denotan poderes Nº 97, 231; la cabeza corresponde a la inteligencia y la sabiduría Nº 97, 251; el calor al amor Nº 135; el corazón a la voluntad y al bien del amor Nº 95, 96; distintas correspondencias del corazón Nº 446, 449; "un nuevo cielo y una nueva tierra" significa una nueva iglesia Nº 307; altura significa una diferenciación entre el bien y la verdad según los grados Nº 197; "colinas" significa amor espiritual Nº 188; "la casa de la fiesta de bodas" significa el cielo y la iglesia Nº 180; las casas en el cielo corresponden al bien de los ángeles que viven en ellas Nº 186; casa de madera alude a aquello que se relaciona con el bien Nº 223; hambriento es alusión a quienes anhelan adquirir los conocimientos del bien y la verdad Nº 420. Hierro significa verdad desligada del bien Nº 115; Isaac corresponde a la Divinidad del Señor Nº 526; Israel significa el nivel espiritual Nº 307; "piedra de Israel" significa el Señor en cuanto a su Divinidad Humana Nº 534; Jacob corresponde a la Divinidad del Señor Nº 526; Jerusalem significa la iglesia del Señor en el cielo Nº 73, o una iglesia que está en la verdad Nº 180; "peregrinar" significa vivir y progresar Nº 590; juicio significa bien espiritual Nº 216. Riñones significa indagación de la verdad Nº 97; conocimientos significa riquezas espirituales Nº 365; cordero denota afectos Nº 110, y también inocencia Nº 282; el laurel corresponde al afecto por la verdad Nº 520; izquierda corresponde a la verdad del bien Nº 118; longitud denota un estado en el que se goza del bien Nº 197; la luz corresponde a la verdad que emana del amor Nº 13, y al bien de la fe Nº 118, y a la verdad del bien Nº 179; la luz del fuego del mundo corresponde a la falsedad del amor Nº 122; el Señor es llamado "la luz del mundo" Nº 129; "los lomos" corresponden al amor conyugal Nº 97; "Lucifer" alude a quienes pertenecen a Babilonia Nº 544; los pulmones corresponden al reino espiritual Nº 95, 96.

Hombre corresponde al intelecto de la verdad Nº 368; la correspondencia entre el hombre y el cielo Nº 94, 95; ser hombre significa gozar de bienes y verdades Nº 73; las dimensiones de la Nueva Jerusalem significan bienes y verdades de la doctrina Nº 307; la correspondencia de los miembros del cuerpo Nº 95, 96; la correspondencia del cielo con las substancias de la mente del hombre Nº 418; la niebla corresponde a la falsedad del amor de sí mismo Nº 585; luna significa fé Nº 1, 119; la mañana significa el primer y más alto grado de amor Nº 155; montaña significa amor celestial Nº 188. La desnudez corresponde a la inocencia Nº 179, 280, 341; "Nueva Jerusalem" significa la iglesia que se ha de establecer Nº 187, 197; noche significa ausencia de amor y sabiduría Nº 155; el mediodía corresponde a la sabiduría en su luz Nº 155; las fosas nasales corresponden a la percepción Nº 97; sentido y correspondencia de los números Nº 263; la región occipital corresponde a la sabiduría Nº 251; el olivo corresponde a los afectos del bien y sus usos Nº 520; "ciento cuarenta y cuatro" significa todos los bienes y verdades en su conjunto Nº 73; las cosas que armonizan con el orden Divino corresponden con el cielo, las cosas opuestas al orden Divino corresponden con el infierno Nº 113.

"Paraíso" significa inteligencia y sabiduría Nº 111; la sabiduría es comparable a un palacio Nº 270; "los pobres" denotan a una nación que anhela la verdad Nº 365, o a aquellos que desean tener conocimientos del bien y la verdad, pero carecen de ellos Nº 420. Las regiones en el cielo significan a las cosas relativas a quienes las habitan Nº 150; la derecha corresponde al bien, del cual deriva la verdad Nº 118; rectitud significa bien celestial Nº 216; las rocas significan fe Nº 188, y las hendiduras de las rocas, falsedad Nº 488; Sabbat significa reposo y paz Nº 287; las estaciones del año corresponden a las variaciones de amor y sabiduría Nº 155, 166; la sombra a la falsedad Nº 589; pero el humo a la falsedad del mal Nº 570, 585; el espacio a los estados vitales Nº 17, 197; el hollín a las falsedades derivadas del odio y la venganza Nº 585; las estrellas a los conocimientos del bien y la verdad Nº 1; la correspondencia de la Divinidad Humana del Señor y "la piedra situada en la bifurcación del camino" Nº 534; el sol significa el Señor en lo que se refiere al amor Nº 1.

Los dientes corresponden al plano más externo de la naturaleza Nº 575; tener sed es desear conocer el bien y la verdad Nº 420; correspondencia entre el pensamiento y la escritura en el cielo Nº 262; los períodos de tiempo significan estados Nº 165; los árboles corresponden a los conocimientos del bien y la verdad Nº 111; las tribus significan a todas las cosas relativas al bien y la verdad Nº 1.

Los alimentos vegetales corresponden a los afectos del bien y la verdad Nº 111; correspondencia de distintas cosas del reino vegetal Nº 109, 489. Caminar corresponde a los avances progresivos en el curso de la vida Nº 590; muro significa protección de la verdad Nº 73, 307; camino significa verdad que conduce al bien, o falsedad que conduce al mal Nº 590; occidente significa bien obscuramente percibido Nº 150; blanco significa verdad Nº 179; el cielo y la iglesia reciben el nombre de "Esposa" Nº 180, 371; la madera corresponde al bien Nº 223; mujer corresponde a los afectos del bien Nº 368; Palabra significa verdad Divina en el Señor y procedente del Señor Nº 137; hombre joven corresponde al intelecto de la verdad Nº 368; Sion corresponde al cielo y la iglesia Nº 216.

CREACIÓN: Todas las cosas fueron creadas por medio de la verdad Divina: el Libro de la Creación Nº 137.

CREENCIA: Falsas creencias sobre el Señor Nº 3; falsas creencias sobre el cielo Nº 54, 420, 526; falsas creencias sobre el júbilo celestial Nº 400-408; falsas creencias sobre el espíritu después de la muerte Nº 456; la falsa creencia de que debemos apartarnos del mundo Nº 535; aquellos que se dejan llevar por las creencias de otros Nº 74; la mera creencia en lo que es cierto no es fe Nº 482; la creencia en la vida después de la muerte Nº 183; la creencia en la Divinidad Nº 351; la creencia de la gente simple sobre la vida después de la muerte Nº 602; la creencia de los que viven en el bien acerca del cielo Nº 176.

CRISTIANOS: Comparados con los gentiles Nº 319; sus falsas doctrinas acerca del Señor Nº 321; chinos y cristianos Nº 325; todos saben algo acerca de la vida después de la muerte Nº 470; su condición después de la muerte Nº 495.

CRISTO: (Ver Jesús)

CRUELDAD: La crueldad mutua de los espíritus malignos Nº 573.

CUERPO: Cómo está constituido Nº 63; correspondencias en el cuerpo Nº 91; corresponde a la forma del cielo Nº 212; es una imagen de la mente Nº 374; el pensamiento del hombre está inscripto en todo su cuerpo Nº 463; es nada más que un instrumento del espíritu Nº 432-435, 576, 602; el cuerpo es nada más que la forma externa de la interioridad Nº 521; el cuerpo ha sido conformado para servir a la voluntad y al intelecto Nº 60; la moción del cuerpo deriva del bien y la verdad Nº 137; el cuerpo es material, y no piensa Nº 432; el cuerpo no es un producto de la naturaleza Nº 102; las sensaciones del cuerpo tienen un origen espiritual Nº 373; su calor es suscitado por el calor del espíritu Nº 567; el hombre es hombre en virtud de su espíritu; no de su cuerpo Nº 453; el cuerpo natural y el espiritual tienen deleites correspondientes Nº 485; el cuerpo espiritual se forma exclusivamente en virtud de lo que se hace según el amor o voluntad Nº 475; el cuerpo es lo único de lo cual el hombre se desprende después de la muerte cap. XLVIII; el hombre muere cuando el cuerpo ya no puede desempeñar sus funciones específicas Nº 445; qué sucede cuando el hombre se separa del cuerpo Nº 440; el cuerpo de un espíritu Nº 363; el cuerpo de un espíritu maligno Nº 553; los cuerpos de los niños en la otra vida Nº 331; la forma del cuerpo de un ángel es la forma externa de su interioridad Nº 340; qué significa que un ángel esté "en el cuerpo del Señor" Nº 81.

CULTO: En el cielo cap. XXV Nº 221, 222, 506; variedad en el culto de las diferentes sociedades celestiales Nº 56; culto en los tiempos antiguos Nº 306; el culto a la divinidad en otras tierras Nº 321; el culto es la base de toda religión Nº 319; el culto del sol y la luna Nº 122; correspondencia en el culto Nº 111.

DECÁLOGO: Establece las leyes que rigen los tres planos de la vida Nº 531.

DELEITES: De los ángeles Nº 489; deleites de los ángeles del íntimo cielo Nº 270; deleites de los ángeles cuando gozan del bien de la vida Nº 288; los ángeles gozan de todos los deleites de su vida cuando están con sus semejantes Nº 44, 45; los deleites de los ángeles no proceden de las cosas externas del cielo, sino de lo que representan Nº 411; en cuanto aparece un espíritu maligno los deleites de los ángeles se desvanecen Nº 399.

Los deleites del cielo cap. XLII, Nº 374; de la paz celestial Nº 285; del amor celestial Nº 558a; los deleites del cielo concuerdan con sus usos Nº 402; los deleites que derivan de las ocupaciones y usos que se desempeñan en el cielo Nº 393; los deleites de los ricos en el cielo Nº 361; ejemplos ilustrativos sobre los deleites de los buenos en el cielo Nº 489, 506; los deleites de los niños en el cielo Nº 337; desempeñar usos es el deleite de la vida de cada cual en el cielo Nº 219; en el cielo el deleite es interno y espiritual Nº 395; en el mundo los deleites del cielo no se sienten nítidamente Nº 401; a Swedenborg le fue permitido experimentar el deleite celestial Nº 413; el efecto que produce el deleite celestial en los espíritus malignos Nº 400. Los deleites del amor de sí mismo Nº 556; el adulterio es el deleite que cunde en el infierno Nº 384; los deleites de la maldad después de la muerte Nº 512; los deleites del amor corporal Nº 481; el deleite del fuego infernal Nº 570; los deleites del cuerpo apartan del cielo Nº 398; todos los deleites del hombre provienen de su amor predominante Nº 396, 486; los deleites de la vida del hombre, después de la muerte se transforman en deleites espirituales correspondientes cap. L, Nº 487, 488; los deleites del amor conyugal Nº 379, 382a, 386; los deleites de la inocencia Nº 282; alternar el deleite con la ausencia de deleite determina que la percepción del bien sea más exquisita Nº 158.

DERECHA: Correspondencia de la derecha y la izquierda Nº 118.

DESEO: La intensidad del deseo modifica la velocidad de los viajes en el cielo Nº 195.

DESIERTOS: En los infiernos Nº 586.

DESNUDEZ: Corresponde a la inocencia; desnudez en el cielo Nº 179, 280, 341.

DESPRECIO: Una de la formas de maldad del amor de sí mismo Nº 562.

DEVASTACIÓN: De los buenos y los malos Nº 513; devastación de los espíritus malignos Nº

DIABLO: El mal proviene del diablo Nº 291; significado del término Nº 311, 544; ningún diablo fue creado como ángel para ser arrojado después al abismo Nº 311. (Ver Lucifer, Satanás).

DICTADO: El Señor habló con los profetas a través de espíritus, y por dictado Nº 254.

DIENTES: Qué es el crujir de dientes cap. LIX., Nº 575; los dientes corresponden a las cosas más externas de la naturaleza Nº 575.

DIGNIDAD: Las moradas de los ángeles concuerdan con la dignidad que ostentan Nº 183; los ángeles adscriben la dignidad que ostentan a su uso Nº 389; ser investido de una alta dignidad Nº 564.

DILUVIO: La iglesia después del diluvio Nº 327.

DIMENSIONES: Significado de las tres dimensiones Nº 197. Las dimensiones de la Nueva Jerusalem denotan las verdades de la doctrina Nº 307.

DIOS: El Señor es el Dios del cielo Nº 2, 5; El es el orden Nº 57; cómo conciben los simples a Dios Nº 82; el hombre sensual no puede formarse una idea correcta acerca de Dios como Hombre Nº 85, 86; significado de "tener a Dios ante los ojos" Nº 143; la paz de aquellos que se regocijan en Dios Nº 284; todo bien procede de Dios Nº 291; los gentiles aceptan inmediatamente la noción correcta acerca de Dios Nº 321; el orden procede de Dios Supremo Nº 322; espíritus que suponían que el júbilo celestial consistía en alabar a Dios Nº 404; en todos los rincones del universo el Señor es reconocido como Dios Nº 417; las bestias no pueden pensar en Dios Nº 435; Dios nunca se aparta del hombre, ni arroja a nadie al infierno Nº 545.

DIRECCIÓN: En el cielo Nº 142, 143, 151.

DISPOSICIÓN: De los niños pequeños en el cielo Nº 338.

DISTANCIA: En el cielo está determinada por los estados de vida Nº 42, 195.

DIVERSIDAD: Es la base de la unidad y la perfección Nº 405.

DIVERSIÓN: Que se disfruta en el mundo no impide que uno vaya al cielo Nº 358.

DIVINIDAD: Los ángeles no pueden concebir la división de la Divinidad en tres personas, ya que es Solo Una Nº 2; el grado supremo de los ángeles, en el cual fluye la Divinidad Nº 39; los ángeles conciben a la Divinidad en forma humana Nº 79; los ángeles celestiales reciben a la Divinidad más íntimamente que los ángeles espirituales Nº 21; los ángeles ven a la Divinidad en todas las cosas del cielo a través de las correspondencias Nº 185, 270; la Divinidad fluye en la mente de los ángeles Nº 489; las divisiones en los cielos dependen de la recepción de la Divinidad del Señor en los ángeles cap. IV. La Divinidad que procede del Señor posee el mismo orden que los tres cielos Nº 29; la Divinidad que procede del Señor fluye primordialmente en el amor conyugal Nº 371; la Divinidad que procede del Señor es amor Nº 17; el Señor se distingue por el diáfano esplendor de la Divinidad Nº 55; la iglesia del Señor está en todos los que reconocen a la Divinidad y viven en caridad Nº 308; qué es la Divinidad del Señor Nº 136. La Divinidad en los cielos cap. III., Nº 31; la Divinidad del Señor crea el cielo cap. II., Nº 55, 59, 304; la verdadera clarividencia acerca del cielo es instilación de la Divinidad Nº 74; nadie que carezca de una concepción sobre la Divinidad puede acceder al cielo Nº 82.

La condición después de la muerte de aquellos que creen en una Divinidad invisible Nº 3; la inteligencia y la sabiduría, desprovistas del reconocimiento de la Divinidad, son falsas Nº 353; los hombres que niegan a la Divinidad Nº 353, 354, 508; los hipócritas son aquellos que no han reconocido a la Divinidad Nº 458; una vida malvada es negación de la Divinidad Nº 506; la Divinidad puede inducir temporariamente a los espíritus malignos a comprender la verdad Nº 455; el amor de sí mismo aparta al hombre de la Divinidad Nº 558a, 561; lo que se opone al orden Divino se opone a la Divinidad Nº 523; los infiernos en donde moran aquellos que han negado a la Divinidad Nº 575; el fuego infernal en relación a la Divinidad Nº 570; solamente la Divinidad puede resistir los infiernos Nº 592; los hombres de los tiempos antiguos concebían a la Divinidad en forma humana Nº 84; vivir una vida moral por reverencia a la Divinidad Nº 319; cómo se forma la interioridad del hombre en base a la contemplación de la Divinidad Nº 351; confirmación de la Divinidad por parte de aquellos que son realmente sabios Nº 356; el hombre se aparta de la Divinidad por amor de sí mismo Nº 360; en el hombre hay un nivel más íntimo, en el cual fluye la Divinidad, pero las bestias carecen de él Nº 435; cómo fluye la Divinidad en el hombre Nº 512; la negación o el reconocimiento de la Divinidad determina la condición del hombre después de la muerte Nº 584; la Divinidad es adorada en forma humana en otros planetas Nº 321; la Divinidad se halla presente en todos los buenos usos Nº 361; la Divinidad es caridad hacia el prójimo Nº 13; es amor Nº 14; es el impulso de la vida espiritual Nº 530; lo primero y fundamental de toda religión es reconocer a la Divinidad Nº 319; todas las cosas que pueblan el mundo proceden de la Divinidad Nº 108; todo poder procede de la Divinidad Nº 539; ambos mundos subsisten gracias a la Divinidad Nº 106; la paz emana de la unión de la Divinidad con la Divinidad Humana Nº 286; alzar los ojos hacia la Divinidad Nº 318; la Divinidad en la Palabra Nº 260; la Divinidad en el amor conyugal Nº 371, 374, 384.

DIVISIÓN: En el cielo cap. IV.

DOCTRINA: La esencia de toda doctrina radica en el reconocimiento de la Divinidad Humana del Señor Nº 227; la inteligencia se relaciona con la doctrina Nº 271; correspondencia de varias cosas con la doctrina Nº 307; el culto en el cielo concuerda con la doctrina Nº 222; doctrinas en los diferentes cielos Nº 221, 227; el mero conocimiento de la doctrina no conduce al cielo Nº 518; la doctrina de la resurrección Nº 456; los buenos espíritus instruyen en base a la doctrina Nº 516.

DOMINIO: El cielo no consiste en la gloria y el dominio Nº 6; en el cielo Nº 564; hay dos clases de dominio Nº 564; el amor del dominio no es posible en el cielo Nº 407; la ambición del dominio destruye el amor conyugal Nº 380; el dominio en los infiernos Nº 573.

ECLESIÁSTICO: Quiénes administran los asuntos eclesiásticos en el cielo Nº 393.

EDAD: Consumación de las edades Nº 1; edades de oro, plata, cobre e hierro Nº 115; la edad de oro Nº 252; los espíritus que acompañan al hombre en la vejez gozan de sabiduría e inocencia Nº 295; los hombres buenos que mueren en la vejez, rejuvenecen Nº 414; las edades en el cielo Nº 340.

EDIFICADORES: Mediante esta palabra se alude a los miembros de la iglesia Nº 534.

EDIFICIOS: Templos en los cielos Nº 223.

EDUCACIÓN: De los niños en el cielo Nº 334, 344.

EFECTO: Los usos cobran forma en el mundo natural y se manifiestan en efecto Nº 96; efectos de los usos Nº 11 ?; causa y efecto Nº 303. (ver Causa).

EGIPTO: Significa el bien natural Nº 307.

ELEGIDOS: Son aquellos que viven en el bien y la verdad Nº 420.

ENCARNACIÓN: Su razón de ser Nº 101.

ENGAÑO: Quienes obraron con la intención de engañar son los peores de todos los espíritus malignos Nº 578.

ENVIDIA: Una de las perversidades de quienes se aman a sí mismos Nº 562.

EQUILIBRIO: El equilibrio del hombre entre el bien y el mal Nº 293; entre el cielo y el infierno cap. LXII., Nº 536, 537; diferencia entre el equilibrio en el cielo y en el infierno Nº 591; su necesidad universal Nº 589; qué es la libertad espiritual o equilibrio Nº 597; el hombre se mantiene en libertad en virtud del equilibrio que se establece entre el cielo y el infierno cap. LXlll.

ERUDICIÓN: De los hombres sensuales Nº 353.

ERUDITOS: Sus ideas erróneas sobre el cielo, los ángeles, etc. Nº 74, 183, 267, 312, 354; su estado después de la muerte Nº 464, 488; quiénes son los verdaderos entendidos o eruditos Nº 347.

ESCLARECIDOS: Son aquellos que aman la sabiduría Divina Nº 265; son esclarecidos los que piensan sabiamente Nº 473.

ESCRITURA: En el cielo cap. XXIX; varía en los diferentes cielos Nº 261; formas de escritura en el cielo Nº 260; escritura numérica Nº 263; concepciones erróneas sobre la escritura en el cielo Nº 264.

ESENCIA: La esencia Divina del Señor Nº 549.

ESFERAS: De los ángeles Nº 17; en el cielo y en el infierno Nº 538; la extensión de las esferas de vida de las sociedades celestiales Nº 49; una esfera espiritual o esfera vital rodea a todo ser humano Nº 591; la esfera vital del infierno Nº 384, 574.

ESPACIO: El espacio no es el elemento propio del pensamiento Nº 196; el espacio en el cielo cap. XXII; el espacio en el cielo concuerda con el estado de interioridad de sus habitantes Nº 17; los ángeles no poseen la menor noción sobre el tiempo y el espacio Nº 162; la mente de los ángeles no puede captar ninguna noción sobre el espacio, si bien existe entre ellos un espacio aparente Nº 191, 195.

ESPEJO: Por las cosas que existen en el mundo natural se pueden ver las cosas que existen en el mundo espiritual, como en un espejo Nº 56.

ESPÍRITU: El espíritu es el hombre real cap. XLV., Nº 433, 432, 436, 602; cuando el espíritu se desprende del cuerpo el hombre sigue siendo un hombre Nº 456; el cuerpo vive gracias al espíritu Nº 521; el espíritu es la verdadera fuente de actividad sensorial Nº 434, 435; después de la muerte adopta la apariencia de lo que realmente fue en la vida Nº 99; el espíritu permanece en el cuerpo mientras el corazón palpita Nº 447; existe una íntima comunicación entre el espíritu y la respiración Nº 446; el espíritu de un hombre es tal como es su vida Nº 363; la interioridad y la exterioridad del espíritu del hombre Nº 492; en la otra vida el espíritu del hombre es racional en la medida en que lo haya sido en ésta Nº 355; el deleite del hombre en el cielo es tal como ha sido el deleite de su espíritu en el mundo Nº 395; el espíritu del hombre está en el mundo espiritual Nº 76, 438; la vida espiritual del hombre depende de su conjunción con los espíritus Nº 302; el hombre es hombre en virtud de su espíritu, no de su cuerpo Nº 453; porqué el hombre es regido a través de espíritus Nº 296; el modo en que el nombre es conducido por los espíritus Nº 441; qué acontece cuando el hombre se separa del cuerpo Nº 440; cuando el espíritu del hombre se ve liberado de su cuerpo, asume su bondad o su maldad Nº 577; cuando el hombre deviene espíritu no sabe que ha muerto Nº 461. Los espíritus que se relacionan con el hombre son tales como su afecto o amor Nº 245, 292, 295; los espíritus no fluyen en el hombre desde su propia memoria Nº 298; los espíritus no saben que existe este mundo Nº 249, 292; no pueden ver los objetos naturales Nº 582; los espíritus que gozan del júbilo celestial Nº 409, 410; ideas erróneas de ciertos espíritus sobre la dicha celestial Nº 403, 404; los espíritus que son llevados al cielo para ser instruidos Nº 411; no relegan sus pensamientos a la memoria, sino que los aplican a la vida, que es en realidad su memoria Nº 517; no pueden hacer nada que vaya en contra de su amor predominante, y aquello que no armoniza con él, es removido Nº 479; su memoria y cómo la cultivan Nº 469; porqué son invisibles, aun poseyendo forma humana Nº 453, 454; poseen tres grados de interioridad Nº 33; las maldades cometidas en vida se ponen al descubierto cuando ingresan al otro mundo Nº 462 b; su carácter se pone de manifiesto por los caminos que eligen Nº 534; después de la muerte escogen de manera casi inmediata compañeros que congenian con ellos Nº 450; cuando entran en su estado de interioridad se pone de manifiesto cómo fueron realmente en vida Nº 505; estado de un espíritu, al cual le fue interrumpida su comunicación con los otros Nº 203; sus razonamientos acerca de qué es lo que se debe creer Nº 320; sus opiniones sobre el orden de vida de los hombres, y de los animales Nº 352; no pueden aproximarse a un cadáver Nº 449; ciertos espíritus simples que fueron elevados al cielo Nº 268; ciertos espíritus indignados al no poder recurrir a su memoria Nº 465; cómo conducen al hombre Nº 441; su superioridad sobre el hombre Nº 576; cada cual va a su propia sociedad después de la muerte Nº 510; cómo van vestidos al ingresar al cielo Nº 519; los espíritus que hablaron con los profetas creían ser Jehová Nº 254; creencias sobre los espíritus Nº 602; su pesar ante la ignorancia de la iglesia acerca de las cosas del cielo Nº 77; espíritus llamados agentes Nº 601; espíritus emisarios Nº 255; espíritus entusiastas Nº 249; diferencias entre un espíritu y un hombre-espíritu Nº 552; los niños en el cielo son tentados a hablar a través de los espíritus Nº 343; los espíritus malignos habitan en el infierno anterior Nº 311; se les permite entablar relación con el hombre para que éste pueda ser reformado Nº 293; los espíritus malignos aborrecen al hombre Nº 249; los deleites de los espíritus malignos Nº 389, 574; el deleite celestial los hace sufrir Nº 400; el espíritu maligno se desvanece ante la mirada de un ángel Nº 232; los atormenta el menor efluvio celestial Nº 429, 572; su castigo Nº 509; su tormento Nº 573; los espíritus malignos son admitidos temporariamente en el cielo Nº 18, 525; el castigo de los espíritus malignos no proviene del Señor, sino de su propia maldad Nº 550; cómo se precipitan al infierno los espíritus malignos cap. LVII., Nº 510, 558b, 573; la recepción á los espíritus malignos al penetrar en el infierno Nº 574; su aspecto en el infierno Nº 584; se esconden en antros para evitar la luz del cielo Nº 481; sus moradas infernales Nº 586, 587; los espíritus que moran en el infierno miran de frente hacia la obscuridad Nº 123, 151; su irracionalidad Nº 455; devastación de los espíritus malignos Nº 551; a veces se vuelven temporariamente hacia las regiones del cielo y perciben verdades Nº 153; los espíritus malignos no pueden percibir que las falsedades son tales Nº 487; los espíritus malignos no pueden ver a los espíritus benignos, pero éstos sí pueden verlos a ellos Nº 583; los espíritus malignos, a la luz del cielo, adoptan el aspecto de su propia maldad Nº 553; su forma es la efigie del amor de sí mismos y del amor del mundo Nº 554; los espíritus que se hallan por debajo del cielo tienen una noción confusa acerca de él Nº 66; la confusión es inducida por espíritus malignos infiltrados entre los espíritus benignos Nº 152; los espíritus que inducen a otros a recaer en su naturaleza propia Nº 558a; espíritus que inoculan la melancolía y la ansiedad Nº 299; los espíritus que obsedían al hombre eran espíritus naturales y corporales Nº 257; espíritus que amaron sojuzgar a los demás en el mundo Nº 563; la malicia y los artificios de los espíritus malignos cap. LX., Nº 577, 580; espíritus que creyeron que sus conocimientos les brindarían acceso al cielo Nº 518; aquellos que creyeron que después de la muerte podrían modificar su vida y aceptar la verdad Divina Nº 527; aquellos que renunciaron al mundo, infligiéndose tormentos, no están contentos en el cielo Nº 535; aquellos que en su fuero interno confirmaron su creencia en su propio poder, no son admitidos en el cielo Nº 10. (Ver Angeles, Mundo de los Espíritus, Swedenborg).

ESPIRITUAL: Las cosas que derivan su existencia del sol del cielo se denominan espirituales Nº 172; lo espiritual está por encima de la naturaleza, y es completamente diverso de lo natural Nº 116; la naturaleza fue creada para revestir a lo espiritual Nº 102; la diferencia entre los niños celestiales y los niños espirituales Nº 339; la diferencia entre lo espiritual en el hombre y en las bestias Nº 435; la Divinidad espiritual y los ángeles espirituales Nº 31; la mutación de los deleites naturales en deleites espirituales Nº 488.

ESPOSA: Esposas después de la muerte Nº 368, 494; el cielo y la iglesia reciben el nombre de "esposa" Nº 180, 371.

ESPOSO: Porqué el Señor es llamado Esposo Nº 80, 371; esposo y esposa después de la muerte Nº 368, 494; el verdadero amor conyugal no es posible entre un esposo y varias esposas Nº 379. El Primer o Verdadero Ser Nº 9; la inocencia es el Ser (esse) de todo bien Nº 281.

ESTACIONES: Corresponden a los estados del cielo Nº 166.

ESTADOS: Que experimentan los niños pequeños después de la muerte Nº 336, 345; en la Palabra todas las cosas concernientes al espacio significan cosas relativas a los estados vitales Nº 1 Los estados que se experimentan después de la muerte Nº 457; los estados que se experimentan antes y después de la muerte son similares Nº 312; estado que experimentan los buenos espíritus al ingresar a la otra vida Nº 412; el estado inaugural después de la muerte dura unos pocos días Nº 451; en el mundo espiritual cambiar de lugar es cambiar de estado Nº 192, 193; el primer estado después de la muerte cap. LII-. Nº 502, 503; el proceso de separación de los malvados y los buenos sobreviene en el segundo estado después de la muerte Nº 511; el segundo estado de los perversos después de la muerte Nº 508; el tercer estado del hombre después de la muerte cap. LIlI., Nº 512; algunos no pasan por los tres estados preliminares después de la muerte Nº 491; estado del hombre en el Mundo de los Espíritus Nº 481; los cambios de estado en el Mundo de los Espíritus Nº 427; el Mundo de los Espíritus es un estado intermedio entre el cielo y el infierno Nº 421; el hombre puede prever cuál será su estado después de la muerte en base a su amor predominante Nº 487; el estado del cielo es un estado de conjunción entre el bien y la verdad, el del infierno, un estado de conjunción entre el mal y la falsedad Nº 422. Los cambios de estado de los ángeles corresponden a las horas del día y las estaciones Nº 155; cambios de estado de los ángeles cap. XVII., Nº 157-159; estados de inocencia y paz de los ángeles en el cielo cap. XXXI., XXXII.,  284, 289; los movimientos de los ángeles indican cambios de estado Nº 192; los ángeles perciben el estado que experimentan sus semejantes Nº 236; causas de los cambios de estado en el cielo Nº 158; los estados de interioridad crean el cielo Nº 17, 33; en el cielo, en vez de días y años hay cambios de estado Nº 163; para los ángeles la eternidad significa cambios de estado, no está hecha de tiempo Nº 167; estado de beatitud de aquellos que atienden a las prédicas en el cielo Nº 224.

ESTOMAGO: Los espíritus que inducen a la melancolía se relacionan con el estómago Nº

ETERNIDAD: Para los ángeles significa estado infinito, y no tiempo infinito Nº 167; perfeccionamiento de los ángeles por toda la eternidad f Nº 469.

EXISTENCIA: Qué es Nº 9; depende de su conexión con el Principio Nº 37; nada existe sino en un agente substancial Nº 434; toda existencia depende del equilibrio Nº 589.

EXTENSIÓN: De esferas Nº 49; en el cielo es indeterminada Nº 85.

EXTERIORIDAD: Qué es la exterioridad del hombre Nº 304; el aspecto de la exterioridad en los buenos y en los malos Nº 481; la exterioridad del espíritu del hombre Nº 492; el hombre se desprende de ella después de la muerte Nº 501; el primer estado después de la muerte es un estado de exterioridad Nº 491; hay un nivel de exterioridad que permanece en estado de reposo en el segundo estado después de la muerte Nº 499. (Ver Interioridad).

EXTERNO: Los hombres de nuestra tierra, a diferencia de los hombres de otras tierras, están inmersos en las cosas externas Nº 309; el interés de los espíritus malignos en las cosas externas Nº 496. (Ver Interno).

FACULTAD: Perfeccionamiento de la facultad racional espiritual en el cielo Nº 489; el hombre posee facultades interiores y exteriores Nº 351; la facultad racional es semejante a un jardín Nº 461; cómo puede cultivarse la facultad racional Nº 468.

FACULTAD INTELECTUAL: Y voluntaria Nº 32; el reino espiritual es el intelecto del cielo Nº 95; "Firmamento" significa facultad intelectual Nº 347.

FACULTAD VOLUNTARIA: E intelectual Nº 32.

FALSEDAD: Todas las cosas que corresponden al infierno se relacionan con el mal y la falsedad nº 113; la oscuridad significa falsedad del mal Nº 123; confirmación de las falsedades del mal Nº 153; las falsedades del mal no tienen poder Nº 233; el mal y la falsedad en el adulterio Nº 374, 384; el mal aparece como bien y la falsedad como verdad ante los espíritus malignos Nº 455; "humo" en la Palabra significa falsedad del mal Nº 570. La falsedad en la instrucción de los espíritus entusiastas Nº 249; los gentiles en la otra vida no padecen la influencia de falsedades doctrinarias Nº 321; a la luz natural las falsedades pueden adoptar la apariencia de verdades Nº 352; son aceptadas con suma delectación en la otra vida por aquellos que negaron a la Divinidad Nº 354; los que están inmersos en la falsedad no gozan del auténtico amor conyugal Nº 377; las falsedades de los buenos son eliminadas en el mundo de los espíritus Nº 425, 513; todas las falsedades se ponen de manifiesto en la otra vida Nº 462b;' los que carecen de verdadera fe quedan librados al influjo de las falsedades Nº 482; desde la verdad cualquiera puede detectar las falsedades, pero no al revés Nº 487; la falsedad no tiene poder alguno Nº 539; "crujir de dientes" en el infierno es el combate continuo de las falsedades entre sí Nº 575; el equilibrio entre la verdad y la falsedad Nº 589.

FE: Qué es en relación con la verdad Nº 148, 364, 480, 482; luna significa fe Nº (119; el bien de la fe corresponde a la luz; el bien de la fe es la verdad emanada del bien Nº 118; las verdades de la fe Nº 7; todo lo que atañe a la fe es verdad Nº 232; las verdades de la fe como estímulo Nº 472; los ángeles del íntimo cielo no saben qué es creer o tener fe Nº 270; su relación con la vida Nº 526; aquellos que separan la fe de la vida Nº 2; la fe por sí sola no conduce al cielo Nº 521; no se recibe en el bautismo Nº 329; la fe de los gentiles Nº 324; las verdades de la fe que reciben los gentiles Nº 325; en el cielo los africanos reciben fácilmente las verdades de la fe Nº 326; aquellos que han inculcado la fe a otros no son necesariamente inteligentes en el sentido celestial Nº 346; una Divinidad invisible no puede ser objeto de fe Nº 3. La fe sin amor perece Nº 136; los cambios de estado de los ángeles denotan cambios en lo que respecta a su amor y a su fe Nº 154; todas las cosas de la interioridad de los ángeles se relacionan con el amor y la fe Nº 173; la santidad reside en el amor y la fe Nº 224; el influjo penetra en el amor y en la fe del hombre Nº 297; el cielo es para todos aquellos que llevan una vida de amor y fe Nº 357; la conjunción de la fe y el amor es esencial para que el hombre sea reformado Nº 424; la fe separada del amor no es fe sino mero conocimiento Nº 474; la fe y el amor en relación a las obras Nº 473; la vida del hombre después de la muerte procede del amor y la fe derivada Nº 476; la fe es afecto por la verdad que fluye del amor celestial Nº 480, 482; la fe determina la calidad del amor al prójimo Nº 538b.

FELICIDAD: En el cielo cap. XLII., Nº 6, 268; felicidad externa Nº 34; de qué modo el Señor preserva la felicidad del hombre Nº 45; quien ama al Señor desea la felicidad de todos Nº 399; ciertos espíritus que suponían que la felicidad celestial consiste en llevar una vida ociosa Nº 403; en el cielo el más humilde es el más grande Nº 408; a quienes pasan a la otra vida les es permitido experimentar la felicidad celestial Nº 412.

FIBRAS: Fibras nerviosas Nº 212; fibras cardíacas Nº 413.

FIESTAS: Fiestas nupciales en el cielo Nº 383.

FINES: El bien como fin Nº 64; la verdad en sí misma es el único fin de la inteligencia celestial Nº 347. (Ver Usos).

FLORES: En el cielo Nº 176, 185.

FORMA: La forma de todo lo que existe concuerda con su orden Nº 201; las correspondencias son las formas que revisten los usos Nº 112; los usos cobran forma en el mundo natural Nº 96; el orden Divino asume su forma en el plano más externo Nº 315; las formas más perfectas Nº 62; la verdad es la forma del bien Nº 107; la forma del bien y la verdad Nº 460; de los espíritus Nº 363, 454, 517; de los espíritus malignos Nº 314, 553; todo ángel posee una perfecta forma humana cap. X., Nº 73, 77; forma del pensamiento angélico Nº 266; forma del cielo cap. XXIII., Nº 200, 211, 94, 99, 60; el lenguaje angélico fluye en la forma del cielo Nº 242; es posible hacerse una idea sobre la forma del cielo estudiando el cuerpo humano Nº 212; la forma del espíritu Nº 453, 434, 435; el rostro de un espíritu es la forma externa de su interioridad Nº 143; formas de escritura en el cielo Nº 260; los simples no pueden concebir nada carente de forma Nº 74; La Divinidad en forma humana Nº 79; la variedad dispuesta en forma celestial constituye la perfección Nº 71; según su forma interna el hombre es una imagen del cielo Nº 99; la forma que asume el hombre después de la muerte cap. XLVII; todo lo que existe interiormente en el hombre, existe en formas que son substancias Nº 418.

FOSAS NASALES: Del Hombre Máximo Nº 96.

FRENTE: El Señor mira a los ángeles en la frente porque corresponde al amor Nº 145; el influjo del Señor ingresa en el hombre por la frente porque corresponde al amor Nº 251.

FRUTO: Las buenas obras se comparan a los frutos debido a su correspondencia Nº 111; los frutos en el cielo corresponden al bien del amor Nº 176, 185; corresponden a los afectos por el bien y la verdad Nº 520.

FUEGO: Corresponde al amor Nº 13, 118; en la Palabra "fuego" denota el calor vital del hombre Nº 568, 570; juego sagrado" significa calor del cielo Nº 134; el fuego infernal de aquellos que han negado a la Divinidad Nº 354; corresponde al odio y a la venganza Nº 585; qué es el fuego infernal cap. LIX.

FUERZA: Es aquello que actúa y reacciona Nº 589.

FUNCIÓN: El gobierno de las sociedades celestiales depende de sus funciones Nº 213, (217; hay mayor variedad de funciones en el cielo que en la tierra Nº 393; aquel que toma en cuenta sus propios honores no puede desempeñar funciones en el cielo Nº 389.

GABRIEL: Es una sociedad angélica Nº 52.

GANDADO VACUNO: Su correspondencia Nº 110.

GENERACIÓN: Su significado Nº 382b.

GENERAL: Lo que es general en las formas más perfectas Nº 62; lo que es general y sus partes Nº 64; los números encierran conceptos generales, las palabras conceptos particulares Nº 263; lo general y lo particular en la sabiduría angélica Nº 267; lo general y lo particular en el afecto celestial Nº 413.

GENIOS MALIGNOS: Quiénes son Nº 123, 578; miran hacia la obscuridad Nº 151; moran en el infierno trasero Nº 311; la naturaleza de su malicia Nº 579; moran en la región occidental Nº 596.

GLORIA: Su correspondencia Nº 1; el cielo no consiste en la gloria Nº 6; la gloria de los ángeles Nº 25, 26; la gloria no es el fin de la inteligencia angélica Nº 347.

GOBERNANTES: En el reino espiritual Nº 215; en el cielo toman en cuenta en primer lugar el bien de los demás Nº 218; gobernantes en los infiernos Nº 220.

GOBIERNO: En el cielo cap. XXIV; difiere en las distintas sociedades y cielos Nº 213, 217; el gobierno del reino espiritual se llama "Juicio" Nº 215; en el gobierno del cielo priman el amor y la sabiduría Nº 218; el gobierno del cielo está a cargo del Señor Nº 406; régimen de los infiernos Nº 220, 543.

GRADOS: Discretos y continuos Nº 38, 211; grados de interioridad Nº 33, 34; grados de correspondencia Nº 104; en los usos Nº 112; grados vitales en los ángeles Nº 267, 270; grados de inocencia Nº 280; grados de inteligencia en el cielo Nº 469; en cada ángel y en cada hombre hay un grado íntimo o supremo en el cual fluye primeramente la Divinidad del Señor Nº 39; cada ángel posee tres grados vitales, pero sólo uno de ellos está develado Nº 208.

GRANDE: Quién es el más grande en cielo Nº 408.

GRAVITACIÓN: El centro común en el cielo Nº 142.

GUSANOS: Sus instintos Nº 108.

GUSTO: Los cinco sentidos Nº 402, 462.

HABLAR: Con los espíritus es peligroso, de manera que es muy raro que esto sea permitido Nº 249.

HÁLITOS: Los ángeles no son meros hálitos Nº 183.

HAMBRIENTO: Todos los ángeles desean y apetecen la sabiduría así como un hombre hambriento apetece la comida Nº 274; denota a aquel que anhela conocer el bien y la verdad Nº 420.

HEBREO: En algunos aspectos coincide con el idioma del cielo Nº 236; vocales en hebreo Nº 241; el antiguo hebreo Nº 260.

HEREDITARIO: Maldad hereditaria Nº 509, 558a.

HEREJÍA: El sentido literal puede dar pábulo a herejías Nº 311, 455.

HIJO: El Hijo como intercesor Nº 526; "hijos e hijas" significa verdades y bienes espirituales procreados Nº 382b.

HIPÓCRITAS: En el cielo Nº 48, 68; cómo son Nº 458; su lenguaje Nº 245; su memoria externa Nº 466; son arrojados al infierno Nº 491; el hombre meramente natural es un hipócrita Nº 531; hipócritas en la otra vida Nº 551; son los peores de todos entre los espíritus malignos Nº 578.

HOMBRE: Cómo razona Nº 130; el pensamiento y el afecto constituyen el hombre Nº 358, 445; el hombre es un agente que sirve como fuente y recipiente Nº 434; el primer hombre Nº 341; el hombre en las diferentes Edades Nº 115, 252; su libertad Nº 598; es tal como es su vida Nº 521; el calor espiritual es el calor vital del hombre Nº 568; sus acciones denotan la calidad de su vida Nº 471, 475; los tres planos de su vida Nº 529, 530; su recepción en la otra vida Nº 548; cómo es reformado Nº 424; por qué se encoge el hombre en la vejez N* 278; un hombre es igual a cualquier otro Nº 390; el hombre es como un animal en lo que respecta a sus facultades naturales Nº 110; las ideas naturales del hombre acerca del cielo Nº 183; mientras el hombre habita en su cuerpo piensa de un modo natural y espiritual Nº 356; la forma del hombre espiritual es completamente diferente de la del hombre natural Nº 99; el hombre natural es un hipócrita Nº 531; cómo se vuelve racional Nº 468; es racional en la medida en que reciba la ley del cielo Nº 430; no puede comprehender las cosas del cielo en base a la luz natural Nº 170; el hombre puede ser substraído de la luz natural para ser elevado hacia la luz espiritual Nº 171; el hombre es esclarecido hasta cierto punto por la luz espiritual Nº 130; la ignorancia del hombre en relación a las cosas espirituales Nº 310; su ignorancia a-cerca de la difusión del pensamiento y el afecto Nº 203; su ignorancia en torno a la regeneración Nº 269; la incapacidad del hombre sensual para concebir una idea acertada acerca de Dios, o del cielo Nº 85, 86; el hombre sensual no puede comprender el sentido de los grados discretos Nº 38; el hombre sensual, posee conocimientos, mas no sabiduría Nº 267; todo el pensamiento del hombre está fundado en sus nociones de tiempo y espacio Nº 169; la naturaleza del pensamiento está determinada por su dirección Nº 532; la vista espiritual del hombre puede ser develada por el Señor Nº 76; no puede ver los objetos espirituales Nº 582; todo hombre posee dos puertas Nº 430; su estado en el mundo Nº 504; no puede apartarse por sí mismo del mundo Nº 528; fue creado a imagen de ambos mundos Nº 202; está en ambos mundos Nº 135, 304; es el medio de conjunción entre el mundo natural y el espiritual Nº 112, 247; tiene dentro suyo tanto un mundo natural como un mundo espiritual Nº 90; relación entre las cosas del reino vegetal con las cosas del hombre Nº 109; todas las partes del hombre desempeñan un uso Nº 64; el más alto grado en el hombre, por donde fluye la Divinidad Nº 34; el influjo Divino fuera del hombre Nº 112; el grado más íntimo o supremo en el hombre Nº 39.

El plano más externo del orden Divino reside en el hombre Nº 304, 315; desde la creación el hombre es orden Divino en forma Nº 30; en la medida en que el hombre observa el orden Divino sus actos son usos en forma Nº 112; la Encarnación se hizo necesaria porque el hombre había destruido el orden Nº 101; el hombre nace en la ignorancia porque su vida se contrapone al orden Nº 108; el lenguaje espiritual es inherente a la parte interior del intelecto del hombre Nº 243; el origen de la inmortalidad del hombre Nº 39; ningún hombre nace para el infierno Nº 318; el calor infernal excita la concupiscencia del hombre Nº 571; la iglesia está dentro del hombre, no fuera de él Nº 57; el hombre y la mujer Nº 366, 368, 369.

El lenguaje que emplean los ángeles al hablar con el hombre Cap. XXVIII., Nº 253; los hombres que pueden hablar con los ángeles Nº 115, 250; cómo hablan los ángeles con el hombre Nº 246; los ángeles y los espíritus están presentes en todo hombre Nº 165, 247; la naturaleza de la conjunción del hombre con los ángeles Nº 255, 307, 365; el hombre se comunica con el cielo y los ángeles por medio de correspondencias Nº 114; el hombre fue creado para llegar a ser ángel Nº 57; la gran cantidad de hombres que se tornan ángeles Nº 415; los ángeles aseveran que son hombres Nº 183, 576; los hombres son custodiados por los ángeles Nº 391; cómo deben pensar los hombres sobre los ángeles Nº 183; las ideas angélicas se tornan en ideas naturales para que el hombre pueda captarlas Nº 168; el hombre no puede comprehender la paz angélica Nº 284; ni los ángeles ni los hombres existirían si la Divinidad Humana no fluyese en el cielo y en todas las cosas del mundo Nº 101; en relación al hombre, los ángeles sólo toman en cuenta la voluntad, en virtud de la cual el cuerpo actúa Nº 61; qué dicen los ángeles sobre los hombres que se forman ideas erróneas acerca de Dios y el cielo Nº 86; los ángeles se hacen presentes cuando el hombre es substraído del cuerpo Nº 440, 449; son los ángeles quienes reciben primeramente al hombre cuando arriba a la otra vida Nº 548; los ángeles exploran y escudriñan la memoria de aquellos que ingresan en el mundo espiritual Nº 462b, 463. El cielo refleja a un Solo Hombre cap. VIII., XI., Nº 59, 78; cada sociedad del cielo refleja a un Solo Hombre cap. IX., Nº 68; el hombre es una imagen del cielo Nº 99; el hombre es la base y la terminación del cielo Nº 100; correspondencia del cielo con el hombre Nº 418; correspondencia de todas las cosas del cielo con todas las cosas del hombre cap. XII., Nº 87; el hombre subsiste gracias a su correspondencia con el cielo Nº 94; el orden Divino es el cielo en el hombre Nº 523; el cielo está latente en la inocencia del hombre Nº 276; todos los hombres nacen para del cielo Nº 82, 420; cómo puede el hombre vivir la vida del cielo Nº 529, 533; el hombre se forma para el cielo sólo a través del mundo Nº 360; el hombre se ha apartado del cielo Nº 305; su libertad depende del equilibrio establecido entre el cielo y el infierno cap. LXIII, Nº 537; su comunicación con el cielo y con el infierno Nº 204; mira hacia el cielo o hacia ei infierno Nº 313; está en conjunción con el cielo y con el infierno Nº 292, 599; diferencia entre la conjunción del cielo con el hombre y la del hombre con el hombre Nº 300; la conjunción del cielo con el hombre se establece por medio de la Palabra cap. XXXIV; el hombre se habría separado del cielo si no fuera por la Palabra Nº 309; todo hombre que entra en conjunción con el cielo posee u-na intuición acerca de la vida después de la muerte Nº 602; el deleite del hombre en el cielo Nº 395.

El "Hombre Máximo" significa el cielo Nº 59, 94, 96, 217; las partes del Hombre Máximo Nº 59, 94, 96, 231, 333. (Ver Afecto, Muerte, Mal, Externo, Interno, Señor, Amor, Espíritu, Intelecto, Voluntad, Sabiduría).

HOMBRE ESPÍRITU: Nº 422, 456, 461, 552.

HONESTIDAD: Estímulos de la honestidad Nº 358; el amor de la honestidad Nº 468; qué es la verdadera honestidad Nº 481; cómo se torna espiritual Nº 512.

HONORES: Qué piensan los ángeles sobre la dignidad y los honores Nº 389.

HUMANO, HUMANIDAD: El Señor glorificó Su Humanidad y la hizo Divina Nº 316; la Divinidad Humana existe sólo en el Señor Nº 79; el cielo en su conjunto y en sus parles refleja a un solo hombre en virtud de la Divinidad Humana del Señor cap. XI; toda correspondencia con el cielo se establece con la Divinidad Humana del Señor Nº 101; el templo representa la Divinidad Humana del Señor Nº 187; la forma del cielo deriva de la Divinidad Humana del Señor Nº 212; el punto esencial de toda doctrina es el reconocimiento de la Divinidad Humana del Señor Nº 227; el influjo directo procede de la Divinidad Humana Nº 297; correspondencia de la Divinidad Humana del Señor Nº 534.

IDEAS: Las ideas angélicas se transforman en ideas naturales para que el hombre pueda captarlas Nº 168; ideas sobre los ángeles y el cielo Nº 183; las ideas del pensamiento son las diversas formas en que está distribuido el afecto general Nº 236; las ideas de los ángeles son modificaciones de la luz del cielo Nº 239; las ideas del pensamiento aparecen a la vista Nº 240; las palabras expresan ideas del pensamiento emanadas del afecto Nº 269; ideas de los niños pequeños en el cielo Nº 336, 338.

IDIOMA: Diferencia entre los idiomas humanos y los angélicos Nº 237; en el cielo todos hablan un mismo idioma Nº 236; el idioma mediante el cual se comunican los ángeles con los hombres Nº 255.

IDOLATRAS: En la otra vida Nº 324; cómo se los instruye en la otra vida Nº 326; idólatras de la Antigua Iglesia Nº 327.

IGLESIA: Qué es la iglesia Nº 57; período final de la iglesia Nº 1, 311; los gentiles o pueblos que no forman parte de la iglesia en el cielo cap. XXXVI; porqué la iglesia es llamada "novia" y "esposa" Nº 371; porqué es llamada "mujer" Nº 368; la iglesia que posee la Palabra constituye el corazón y los pulmones de la iglesia universal del Señor Nº 308; la iglesia del cielo del Señor en la tierra Nº 57, 374; cómo es y dónde está la iglesia del Señor actualmente Nº 328; Je-rusalem significa la iglesia del Señor en el cielo Nº 73; Jerusalem denota una iglesia que vive en la verdad Nº 108; Nueva Jerusalem denota la iglesia que se ha de establecer Nº 187, 197; "un nuevo cielo y una nueva tierra" quiere decir una nueva iglesia Nº 307; "la casa de la fiesta nupcial" significa el cielo y la iglesia Nº 180; la iglesia en el cielo Nº 221-223; hostilidad hacia la iglesia por parte de aquellos que se aman a sí mismos Nº 562; la ignorancia que prevalece en la iglesia Nº 77, 526; aquellos que niegan la verdad siendo miembros de la iglesia Nº 309; ideas erróneas en el seno de la iglesia a-cerca del modo en que se establece la conjunción Nº 302; aquellos miembros de la iglesia que tienen la noción de que la Divinidad está constituida por tres personas Nº 2; la condición después de la muerte de aquellos miembros de la iglesia que reconocen solamente al Padre Nº 3, 6; iglesias representativas Nº 306; la iglesia después del Diluvio Nº 327; sacrificios en la iglesia israelita Nº 110; la sabiduría de la Antigua Iglesia Nº 322; Mas Antigua Iglesia y Antigua Iglesia Nº 327.

IGNORANCIA: De los habitantes de la tierra en lo que respecta al cielo Nº 395; porqué el hombre nace en la ignorancia Nº 108.

IMAGEN: El hombre ha sido creado de modo tal que sea una imagen de ambos mundos Nº 202. (Ver Forma).

IMPRESO: La palabra impresa en el cielo Nº 258.

INFANCIA: La inocencia de la infancia no es genuina Nº 277;los espíritus que acompañan al hombre en la infancia Nº 295; las falsedades aprendidas en la infancia no en todos los casos se confirman Nº 352; todos los que mueren en la infancia se convierten en ángeles Nº 416; dónde y cómo reciben su preparación para el cielo aquellos que mueren en la infancia Nº 514, 515.

INFIERNO, INFIERNOS: Su apariencia, ubicación y número cap. LXI., Nº 586, 583, 584, 588; sociedades en el infierno Nº 294, 542, 588; en general hay tres infiernos Nº 542; su ubicación depende de su oposición al bien Nº 120; su ubicación precisa sólo es conocida por el Señor Nº 587; su orden depende de las variedades del mal Nº 588; "Satanás", "Lucifer", etc. son los nombres de los distintos infiernos Nº 544; comunicación entre ellos Nº 588; hay dos reinos en el infierno Nº 596; regiones, divisiones y límites de los infiernos Nº 151, 587; los infiernos son de una variedad infinita Nº 405; cómo están dispuestos de modo que exista un equilibrio Nº 594; el infierno posterior se llama "Diablo", y el anterior "Satanás" Nº 311; el infierno de los genios malignos está herméticamente cerrado Nº 579; no se permite que los infiernos opuestos al reino celestial ejerzan influjo sobre el reino espiritual Nº 596; cómo se impide que prevalezcan sobre el cielo Nº 594, 595; cómo son regidos por el Señor cap. LVI, Nº 543; son apaciguados por ciertos ángeles Nº 391; se los refrena por medio de tormentos Nº 581; el régimen infernal se basa en el amor de sí mismo y el amor del mundo Nº 220, 554; el amor de sí mismo es el amor universal que rige en el infierno Nº 486; el dominio derivado del amor de sí mismo conduce al infierno Nº 564; ingreso diario al infierno Nº 593; el camino que conduce al infierno Nº 534; sus puertas Nº 583, 585; cómo se apartan del Señor los espíritus malignos para precipitarse al infierno Nº 548; 510; porqué los espíritus malignos caen al infierno cabeza abajo Nº 558b; nadie es arrojado al infierno por el Señor cap. LVI I; cómo son arrojados algunos de ellos al infierno Nº 491; aquellos que profesan la fe de manera exclusiva son arrojados al infierno Nº 482; los espíritus que obseden al hombre son arrojados al infierno Nº 257; aquellos que profanan las verdades son arrojados al infierno más hondo Nº 456; el hombre meramente natural está en el infierno Nº 531; los ricos que en el mundo han negado a la Divinidad están en el infierno Nº 362; el infierno correspondiente a aquellos que se dedicaron a engañar a los demás Nº 578; cambios de estado en el infierno Nº 161; el primer estado de aquellos que penetran en el infierno Nº 462b; en los infiernos todos miran hacia su propio amor Nº 552; los seres infernales dan la espalda al Señor, mirando hacia el lado opuesto Nº 123, 151; en los infiernos todos están inmersos en el mal y en las falsedades derivadas cap. LVIII; los moradores del infierno tienen aspecto de monstruos Nº 80, 131; los moradores del infierno llevan unos ropajes repulsivos Nº 182; los sentidos de los habitantes del infierno son sumamente imperfectos Nº 462a; algunos de ellos saben que creen en lo que es falso, pero no pueden resistir los deleites de su amor Nº 455; los habitantes del infierno no pueden ser salvados Nº 595; el lenguaje de los seres infernales Nº 245, 553;tormentos en el infierno Nº 573, 574; crujir de dientes en el infierno Nº 575; naturaleza de la luz infernal Nº 584; qué es el fue go infernal cap. LIX., Nº 571, 572; su malicia y perversidad Nº 577; el poder en el infierno Nº 233; no hay poder en el infierno Nº 539; la vida del infierno se denomina muerte espiritual Nº 80; emanaciones de falsedad y concupiscencia procedentes del infierno Nº 538, 574; la maldad asciende continuamente de los infiernos Nº 591; el infierno en el hombre nº 425, 547; la comunicación que establecen los hombres malignos con el infierno Nº 204; somos salvados por el Señor del infierno de nuestra propia maldad Nº 342; no habría infierno si los hombres pudiesen salvarse por misericordia sin tomar en cuenta los medios Nº 524; progresión hacia el infierno del adulterio Nº 386; todas las cosas opuestas al orden Divino corresponden al infierno Nº 113; su oposición a la inocencia Nº 283. (Ver Cielo).

INFINIDAD: Del Creador Nº 417.

INFINITO: Todo lo que es bueno deriva de lo Infinito Nº 469.

INFLUJO: Va de lo superior a lo inferior, y no al revés Nº 209; de lo espiritual a lo natural, y no al revés Nº 135; hay dos tipos de influjo: inmediato y mediato Nº 37, 208, 297; hay un influjo Divino en el mundo aparte del que ingresa en el hombre Nº 112; influjo en el reino vegetal Nº 567; el influjo Divino concluye en el plano exterior del hombre Nº 304; influjo en los cielos Nº 31, 37; su transmisión de un cielo a otro Nº 206, 207; el influjo que reciben los niños en el cielo Nº 336; los niños reciben influjo del íntimo cielo Nº 277; los ángeles del íntimo cielo perciben claramente el influjo Nº 8; los ángeles celestiales conocen la verdad por influjo Nº 26; la creencia en la reencarnación procede de un influjo Nº 256; a nadie le es permitido en el cielo fijar la mirada en la nuca de otro, porque esto perturbaría el influjo Nº 144; la facultad racional del hombre existe gracias a un influjo de la luz del cielo Nº 309; dónde se da el influjo en el hombre Nº 251; el hombre no puede hacer nada sin influjo del cielo Nº 228; porqué el hombre ya no es regido por influjo Nº 247, 296; el influjo varía de acuerdo con su recepción Nº 569; aquellos que lo han extinguido Nº 82; no puede llegar al hombre si el nivel superior de la mente está obstruido Nº 532; la intuición del hombre sobre la vida después de la muerte procede de un influjo Nº 602; el Señor atrae a todos hacia Sí por medio de un influjo Nº 548; la verdadera concepción sobre Dios en forma humana procede de un influjo Nº 82; el deleite de los sentidos se recibe por influjo Nº 402; el amor conyugal es el plano esencial del influjo Divino Nº 370; el influjo y su definición Nº 168. (Ver Interioridad).

INMORTALIDAD: El hombre vive por toda la eternidad en virtud de su grado íntimo o supremo Nº 39; el estado que experimentan después de la muerte aquellos que no creyeron en la inmortalidad Nº 452.

INOCENCIA: Corresponde a la desnudez Nº 179, 280; los niños representan a la inocencia Nº 341; la mayoría de la gente ignora qué es la verdadera inocencia Nº 276; es una propensión a ser guiado por el Señor Nº 281; es receptáculo del bien y la verdad Nº 329; es receptáculo de todas las cosas del cielo Nº 341; el bien Divino que procede del Señor es la inocencia misma Nº 282; la genuina inocencia es la inocencia de la sabiduría Nº 278, 279; el deleite de la inocencia Nº 282; el bien de la inocencia Nº 283; todos los habitantes del cielo gozan de inocencia Nº 280; el tercer cielo es el cielo de la inocencia Nº 332; la inocencia del amor conyugal en el cielo Nº 382 a; el estado de inocencia de los ángeles cap. XXXI; la inocencia de los gentiles Nº 324; la inocencia y la paz son las dos cosas más íntimas del cielo Nº 285; la sensación de paz difiere según el estado de inocencia Nº 288.

INSANIA (DEMENCIA): Los moradores del infierno llevan ropajes que concuerdan con su grado de demencia Nº 182; la insania de los malignos Nº 290; insania de los perversos en la otra vida Nº 508.

INSTINTOS: De los animales proceden del mundo espiritual Nº 108.

INSTRUCCIÓN: De quienes pasan a la otra vida cap. LIII.

INSTRUMENTO: El cuerpo es nada más que un instrumento del espíritu Nº 432, 435.

INTELECTO: La vida del intelecto del hombre es la vida de su fe Nº 9; se obnubila cuando uno está inmerso en su naturaleza propia Nº 558a; el intelecto de los niños en el cielo Nº 336; la transparencia de los objetos que se ven en el cielo corresponde al intelecto esclarecido Nº 489; los ángeles derivan su intelecto de la verdad Divina, y su intelecto es la vista interior Nº 128; en los ángeles la vista exterior corresponde a la vista interioro intelecto Nº 462a; quienes habitan en los ojos del Hombre Máximo viven en el intelecto Nº 96. (Ver Voluntad).

INTELIGENCIA: Definida Nº 148; compete a la doctrina Nº 271; procede de la verdad Divina Nº 80; qué es la inteligencia celestial o interior Nº 347, 348; la inteligencia en las doctrinas del cielo Nº 227; la inteligencia de los niños pequeños en el cielo Nº 334; lo principal de la inteligencia de los ángeles Nº 59; la inteligencia de los ángeles se perfecciona por medio de los conocimientos del bien y la verdad Nº 469 ; la inteligencia angélica de aquellos que viven en el amor al Señor Nº 467; las vestiduras de los ángeles corresponden a su inteligencia y varían de acuerdo con ella Nº 178; correspondencia de las cosas del cielo con la inteligencia Nº 186; el cerebro corresponde a la inteligencia Nº 251; la inteligencia de quienes administran los asuntos civiles en el cielo Nº 393; aquellos que los ángeles consideran inteligentes Nº 86; el hombre nace para ser inteligente Nº 368; falsas opiniones en el mundo sobre quiénes son realmente inteligentes Nº 346; inteligencia pasajera de los espíritus malignos Nº 153. La sabiduría y la inteligencia hacen al hombre Nº 80; la adquirían los pueblos de la Antigüedad mediante el conocimiento de las correspondencias Nº 87; el cielo en relación a la inteligencia y la sabiduría Nº 203, 204; la verdadera y la falsa inteligencia y sabiduría Nº 351-353; la aptitud del hombre para recibir inteligencia y sabiduría Nº 454; los jardines corresponden a la inteligencia y sabiduría del cielo Nº 111; los huertos y jardines, los árboles frutales y las flores corresponden a la inteligencia y la sabiduría Nº 176; la inteligencia y la sabiduría de los ángeles depende del grado de interioridad y perfección de sus afectos Nº 49; y del alcance de la difusión de su pensamiento en el cielo Nº 79; la luz que reciben los ángeles varía según la inteligencia y sabiduría que poseen Nº 128; el cambio de estado de los ángeles es un cambio concerniente a su amor y fe, y a la inteligencia y sabiduría derivadas Nº 154; la inteligencia y la sabiduría hacen al ángel Nº 340; la sabiduría e inteligencia de los ángeles es inconmensurablemente superior a la del hombre Nº 576.

INTENCIÓN: En el hombre, su descripción Nº 532.

INTERIORIDAD: El rostro corresponde a la interioridad Nº 251; todas las cosas del cielo corresponden a la interioridad de los ángeles Nº 173, 186; las cosas visibles en el cielo que no corresponden a la interioridad, no son apariencias reales Nº 175; en el cielo las extensiones de espacio corresponden a la interioridad Nº 217; en el cielo las distancias y las extensiones de espacio dependen de la interioridad Nº 193, 195, 196; los estados de interioridad constituyen el cielo Nº 33, 35; el deleite en el cielo influye en la interioridad Nº 395; en el cielo, la interioridad de los que son realmente sabios brilla y resplandece Nº 356; la interioridad está a la vista en el cielo Nº 131; la interioridad de aquellos que atienden las prédicas en el cielo Nº 224; en la otra vida la interioridad determina la forma del rostro Nº 123; en los más antiguos pueblos, la interioridad estaba dirigida hacia el cielo Nº 306; el hombre ha apartado su interioridad del cielo Nº 305; la interioridad de los hombres que hablan con los ángeles Nº 250, 252; la conjunción del cielo con el hombre se establece a través de su interioridad Nº 300; la interioridad de aquellos que carecen de verdadera fe, se obscurece al entrar en contacto con la luz del cielo Nº 482; la interioridad de aquellos que no tienen la menor noción acerca de la Divinidad está obstruida, de manera que no pueden ingresar al cielo Nº 83; la interioridad del hombre permanece obstruida cuando el hombre se aparta del cielo Nº 252; el hombre debe estar en el cielo, en cuanto a su interioridad, para asimilar el bien y la verdad espirituales; de qué modo el Señor devela la interioridad del hombre Nº 512; el hombre es tal como su interioridad Nº 501; la interioridad y la exterioridad del espíritu del hombre Nº 492; la sabiduría del hombre que posee su interioridad develada Nº 267; la interioridad del hombre se eleva mediante el conocimiento de las verdades inscriptas en la Palabra Nº 253; el hombre posee tres grados de interioridad Nº 33; disposición de la interioridad del hombre Nº 30; el amor al Señor devela el tercer grado de interioridad del hombre Nº 271; los deleites del alma afectan la interioridad Nº 396; todo hombre es un espíritu en lo que respecta a su interioridad cap. XLV., Nº 436; la interioridad del hombre que ha negado a la Divinidad Nº 353, 354; la interioridad de muchos eruditos está obstruida Nº 313; el a-mor de sí mismo obstruye la interioridad Nº 272; grados de interioridad y exterioridad Nº 38; la interioridad y la exterioridad designan lo superior y lo inferior Nº 22; la interioridad no es cabal hasta que no se plasma en las obras, que son exteriores Nº 475; la interioridad cobra forma cuando el hombre alza sus ojos hacia la Divinidad y hacia el cielo Nº 351; la interioridad de la mente, ha sido formada para captar la verdad Divina Nº 347; la percepción de la presencia del Señor se siente en la interioridad de la mente Nº 147; en el cielo la interioridad no puede ocultarse Nº 48; permanece oculta durante el primer estado después de la muerte Nº 497, 498; cambios de estado en la interioridad Nº 156; la correspondencia entre la interioridad y la exterioridad determina la duración de la estadía en el mundo de los espíritus Nº 426; el estado de interioridad muestra cómo fue el espíritu en el mundo Nº 505; el segundo estado del hombre después de la muerte se denomina estado de interioridad Nº 499; la sabiduría se ahonda cuanto mayor es el grado de interioridad Nº 270; la perfección incrementa según su grado de interioridad Nº 34; la naturaleza de la interioridad de un hombre se mide por la naturaleza de su amor Nº 532; la interioridad ve de una manera a través del ojo derecho, y de otra, a través del izquierdo Nº 118; se manifiesta en efecto en el cuerpo Nº 521; la interioridad de los niños Nº 282; influjo en la interioridad de los niños Nº 277; de qué modo es develada la interioridad de los niños pequeños en el cielo Nº 334; en la otra vida los niños actúan de acuerdo con su interioridad Nº 331; la interioridad de los ángeles posee la forma del orden Divino Nº 266; el amor predominante en el ángel está siempre ante su interioridad Nº 193; la interioridad de los ángeles los sitúa en uno u otro cielo Nº 33; la forma del cuerpo de un ángel es la forma externa de su interioridad Nº 340; la interioridad no se devela de forma inmediata al ingresar en el mundo de los espíritus Nº 457; es develada cuando el ángel ingresa en su sociedad Nº 519; los ángeles adquieren sabiduría porque su interioridad está develada Nº 267; después de la muerte la interioridad de cada cual cobra forma y se devela de acuerdo con su amor y su vida Nº 459; la apariencia de la interioridad de los buenos y los malos en el mundo espiritual Nº 481; la interioridad de los hipócritas Nº 458; de aquellos que viven un falso amor conyugal Nº 380; de aquellos que están inmersos en el amor de sí mismos Nº 560; de los habitantes del infierno Nº 151; en el infierno la interioridad y la exterioridad son una sola cosa Nº 553; la interioridad de los espíritus malignos atormentada por los deleites celestiales Nº 400.

INTERNO: El nivel interno en el hombre corresponde a su facultad voluntaria, y el externo a su facultad intelectual Nº 32; el hombre interno o espiritual y el hombre externo o material Nº 92; la parte interna del hombre está obliterada desde su nacimiento Nº 202; lo interno y lo externo en el culto Divino Nº 221; la forma diabólica de los espíritus cuya parte interna está ocluida en su nivel superior, que es su nexo con el cielo Nº 314; es la parte interna del hombre la que actúa, y no la externa Nº 358; los buenos espíritus, durante su primer estado después de la muerte, se interesan más por las cosas internas que por las externas Nº 496.

INTIMO: Los usos que presta el grado más íntimo de la interioridad del hombre Nº 39; el hombre posee un grado íntimo en su interioridad que no poseen las bestias Nº 435; el júbilo celestial nace en lo más íntimo de la interioridad Nº 409, 413; la verdadera paz nace en lo más íntimo difundiéndose luego en las facultades inferiores Nº 290; la inocencia es lo más íntimo del bien del cielo Nº 282; el Señor rige al hombre fluyendo tanto en la parte más íntima como en la más externa de su ser Nº 297; las ideas de los niños en el cielo fluyen de lo más íntimo de su ser Nº 336.

IRA: Porqué se atribuyen al Señor sentimientos de ira Nº 545.

ISRAEL: Denota el nivel espiritual Nº 370; "la piedra de Israel" representa al Señor en cuanto a su Divinidad Humana Nº 534.

ISRAELITAS: Descripción de sus matrimonios Nº 378.

JARDINES: Su correspondencia Nº 111; jardines en el cielo Nº 184, 185.

JEHOVA: Habló con el hombre a través de espíritus Nº 254; El era el Dios de la Más Antigua Iglesia y de la Antigua Iglesia Nº 327.

JERUSALEM: Significa la iglesia del Señor en el cielo Nº 73; significa la iglesia que vive en la verdad Nº 180.

JESUCRISTO: EL Señor fue llamado Jesús por su Divinidad Celestial y Cristo por su Divinidad espiritual Nº 24.

JUDÍOS: En la otra vida Nº 326.

JUEGOS: Que se emplean para instruir a los niños en el cielo Nº 334.

JUICIO: El gobierno en el mundo espiritual se llama juicio Nº 215; en el reino celestial las verdades de juicio no se cuestionan Nº 214; en la Palabra significa bien espiritual Nº 216; las verdades civiles se refieren a asuntos relativos al juicio Nº 468; después de la muerte cada cual es juzgado de acuerdo con sus obras Nº 470, 471; puntos de vista erróneos acerca del juicio final Nº 1. (Ver Justicia).

JUSTICIA: Amor a la justicia Nº 468; qué es la verdadera justicia Nº 481; cómo se torna espiritual Nº 512; "justicia" en la Palabra significa bien celestial Nº 216; la justicia del Señor y aquellos que la adoptan Nº 348; el gobierno del reino celestial del Señor se llama justicia Nº 214.

JUSTO: Quién justo Nº 348.

JUVENTUD: Corresponde al intelecto de la verdad Nº 368; destino de aquellos que se sumen en la maldad durante su juventud Nº 533; espíritus que acompañan al hombre en la juventud Nº 295; la juventud vuelve a florecer en el cielo Nº 414.

LENGUA: Del Hombre Máximo Nº 96; la lengua de los ángeles vibra cuando éstos hablan Nº 248.

LENGUAJE: Cosas propias del lenguaje humano que derivan de las correspondencias Nº 97; el lenguaje que emplea el hombre tiene como objeto agradar a los demás Nº 504; el lenguaje y los actos de los hombres están regidos por un influjo, porque están en armonía con el orden natural Nº 296; el lenguaje espiritual en la interioridad del hombre Nº 243; el pensamiento y lenguaje en los antiguos pueblos Nº 325.

El lenguaje que emplean los ángeles para hablar con el hombre cap. XXVIII; los ángeles no hablan lenguas humanas Nº 237, pero cuando hablan con el hombre emplean su idioma para entrar en conjunción con él Nº 246, 249, 250; las ideas de los ángeles se trocan en ideas naturales cuando conversan con un hombre Nº 168; temas de conversación en la otra vida Nº 234, 355; el lenguaje de los ángeles cap. XXVII., Nº 266, 235, 331, 333; procede de su pensamiento interior Nº 234; su belleza Nº 238; su indescriptible virtud sinfónica Nº 242; su sabiduría Nº 239; las letras del lenguaje angélico Nº 241; su expresividad Nº 240; variedades de lenguaje entre los ángeles y en los diferentes reinos del cielo Nº 241, 244; el lenguaje de un cielo superior no se entiende en uno inferior Nº 210; el lenguaje en el cielo Nº 2; el lenguaje de los niños pequeños en la otra vida Nº 331, 333; el lenguaje de los espíritus y los ángeles procede del pensamiento y del afecto Nº 464; en la otra vida el lenguaje coincide con el pensamiento Nº 457.

El lenguaje en los infiernos Nº 245; el lenguaje de los espíritus malignos Nº 553.

LETRA: Sabiduría que encierran las letras hebreas Nº 260.

LEY: La Palabra contiene todas las leyes del orden Divino Nº 202; las leyes del reino del Señor Nº 406; las leyes que rigen los tres planos de la vida están formuladas en el Decálogo Nº 531; violar el matrimonio es contrario a las leyes Divinas Nº 385; "la ley y los profetas" significa la Palabra en su conjunto Nº 19.

LIBERTAD: Emana del amor Nº 380; la libertad y el amor conyugal Nº 380; la libertad de los ángeles Nº 44, 45; la libertad en el mundo de los espíritus Nº 590; la libertad de los malvados en la otra vida Nº 506; la libertad del hombre Nº 293, 298, 598; la libertad del hombre depende del equilibrio entre el cielo y el infierno cap. LXIII., Nº 537, 599; la libertad es el equilibrio del mundo espiritual Nº 589; qué es la libertad espiritual o equilibrio Nº 597.

LIBROS: Derivados de la memoria del hombre después de la muerte; "libro de la vida" Nº 463.

LUGAR: En el mundo espiritual el cambio de lugar es un cambio de estado Nº 192.

LUMINISCENCIA: O luz natural Nº 352.

LUNA: Su correspondencia Nº 1, 119; los ángeles ven al Señor como luna con el ojo izquierdo Nº 118; la luna natural aparece ante los ángeles como una tiniebla Nº 122, 151.

LUZ: Corresponde a las verdades del bien Nº 179; la luz del fuego del mundo corresponde a la falsedad del amor de sí mismo Nº 122; la luz corresponde a las verdades que proceden del amor Nº 13; su efecto depende de la naturaleza de su recepción Nº 569; la mera creencia es como la luz invernal, que está desprovista de calor Nº 482; el pensamiento que procede de la luz natural no puede percibir las cosas del cielo Nº 170; los datos de la memoria natural no son objetos de la luz espiritual Nº 355; luz natural y luz espiritual Nº 352; la luz espiritual del hombre Nº 130; todas las verdades emiten luz Nº 132; el hombre es racional en la medida que recibe la luz del cielo Nº 430; la luz del cielo cap. XV; la verdad Divina es la luz del cielo Nº 117, 126-128, 232, 347, 462a, 518, 549; la luz del cielo es sabiduría Divina e inteligencia Nº 131; la luz del cielo es espiritual porque procede del Señor como sol Nº 127, 128; la vida en el cielo difiere según la recepción de la verdad Divina Nº 128; la luz del cielo en comparación con la luz del mundo Nº 126, 347; los deleites de la luz celestial Nº 489; la luz del cielo ilumina tanto el ojo como la mente Nº 266; en el cielo los que poseen sabiduría reciben más luz, los simples reciben menos luz Nº 350; los planos de la luz celestial Nº 356; las ideas de los ángeles son modificaciones de la luz del cielo Nº 239; la luz de los ángeles Nº 75, 128, 275; la Palabra irradia luz Divina Nº 308; la luz del cielo es tenebrosa para los que están inmersos en el amor corporal Nº 481; porqué huyen de la luz del cielo los espíritus malignos Nº 553.

MADERA: Significa bien; las iglesias del reino celestial están construidas con madera Nº 223.

MADRE: Angeles que actúan como madres Nº 332; "madre y padre" significa verdad en conjunción con el bien Nº 382b.

MAGIA: El deleite de los espíritus malignos en las artes mágicas Nº 488; la magia en la otra vida Nº 508.

MAHOMETANOS: Dónde y cómo reciben su preparación para ingresar al cielo Nº 514-516.

MAL, MALDAD, MALDADES: El hombre tiene una inclinación innata a todo género de maldad Nº 293, 393, 424; procede del amor de sí mismo y del mundo Nº 359, 555; las maldades de aquellos que se aman a sí mismos Nº 562; son removidas por el Señor Nº 359; cómo puede el hombre desembarazarse de sus maldades Nº 598; al hombre se le hace más difícil librarse de las maldades cuando desea cometerlas Nº 533; las maldades y las falsedades abren las puertas del infierno Nº 430; todos los moradores de los infiernos viven en las maldades y en las falsedades derivadas cap. LXVIII; las sociedades infernales se distinguen entre sí por la naturaleza de sus maldades Nº 588; se ponen al descubierto en la otra vida Nº 462b; se ponen de manifiesto durante el segundo estado que se experimenta después de la muerte Nº 497.

El mal emana del diablo Nº 291; es inoculado al hombre desde el infierno Nº 546; asciende del infierno en forma continua Nº 591; los espíritus malignos tienen el aspecto de su propia maldad Nº 131, 553; dejarse llevar por la naturaleza propia es dejarse llevar por la maldad Nº 558a; todo lo que el hombre hace por sí mismo es maldad Nº 484; el hombre es la causa de su propia maldad Nº 547; cómo asimila el hombre la maldad Nº 302; la maldad hereditaria Nº 341; el equilibrio entre el bien y el mal Nº 537, 589; los que están inmersos en el mal no disfrutan del amor conyugal Nº 377; la paz es imposible para quienes están inmersos en el mal Nº 290; la maldad lleva aparejado su propio castigo Nº 509, 550; quien ha estado inmerso en la maldad durante su vida en el mundo es estúpido e insano en la otra vida Nº 505; las nubes negras del otro mundo proceden del mal Nº 549; las verdades de los malos son suprimidas en el Mundo de los Espíritus Nº 425; el bien y el mal se separan en la bifurcación del camino Nº 534; la condición de los malvados después de la muerte Nº 506, 512; sus estímulos Nº 530; sus creencias sobre el cielo y el infierno Nº 470, 526; su deleite en la obscuridad en la otra vida Nº 488; el deleite que les producen los hedores después de la muerte corresponde a su propia maldad Nº 429; en el mundo su maldad se ve refrenada por circunstancias externas Nº 577. (Ver Falsedad).

MALICIA: De los espíritus infernales cap. LX; la malicia de los genios malignos Nº 579; la malicia y la índole artera de los espíritus malignos es la contraparte de la sabiduría y la inteligencia de los ángeles Nº 577.

MANOS: Significan poder Nº 97, 231.

MATRIMONIO: El matrimonio es esencialmente una unión que atañe a la índole y la mente de los cónyuges Nº 281, 375; diversos estímulos que condicionan la vida matrimonial Nº 381; cuál es el sentido que tiene el deber del hombre de no separar lo que Dios ha unido Nº 372; diferencias entre los matrimonios del cielo y los de la tierra Nº 382b; el matrimonio en el cielo cap. XL, Nº 366-369, 383; qué es el matrimonio infernal Nº 377; los cónyuges permanecen juntos durante el primer estado que experimentan después de la muerte Nº 494; el verdadero amor conyugal Nº 281, 367, 370; origen del amor conyugal Nº 373; no hay amor conyugal sin el amor del bien y la verdad Nº 381; el verdadero amor conyugal perdura después de la muerte Nº 494; desciende del Señor atravesando el cielo Nº 385; los deleites del amor conyugal Nº 386; el amor en los matrimonios celestiales Nº 369; cómo se representa el amor conyugal en el cielo Nº 382a; el verdadero amor conyugal descripto por un ángel Nº 374; los ángeles y el amor conyugal Nº 370, 371; se dice que los cónyuges no son dos seres sino un solo ángel Nº 367, 372; los que habitan en la región lumbar del Hombre Máximo viven en el amor conyugal Nº 96; quiénes viven en el amor conyugal y quiénes no viven en él Nº 376; el amor conyugal no es posible en la poligamia Nº 379; el amor de ejercer dominio destruye el amor conyugal Nº 370; quienes están inmersos en el mal y la falsedad no viven en el verdadero amor conyugal Nº 377; la condición de aquellos que vivieron en el falso amor conyugal, después de la muerte Nº 380.

MEDIDA: Denota la naturaleza de una cosa determinada Nº 73.

MEDIOS: Nadie ingresa al cielo sin que se tomen en cuenta los medios cap. LIV; los medios para alcanzar la salvación están revelados en la Palabra Nº 522.

MELANCOLÍA: Es inducida por ciertos espíritus Nº 299.

MEMORIA: La memoria interna y la memoria externa Nº 463; las dos se representan visualmente en el cielo Nº 466; el grado más íntimo de la memoria interna Nº 467; aquellos que archivan las verdades Divinas en la memoria Nº 348; la mente interior del hombre evalúa las cosas de la memoria natural Nº 356; quienes gozan de genuina inocencia no archivan las verdades en la memoria Nº 278; las verdades y bienes relegados a la memoria son removidos durante el proceso de devastación Nº 551; las verdades relegadas a la memoria no develan la facultad racional Nº 468; lo que permanece sólo en la memoria no está incorporado al hombre Nº 423; los espíritus ingresan en la memoria del hombre Nº 292; los espíritus no fluyen en el hombre partiendo de su propia memoria Nº 298; los espíritus no pueden extraer meros conocimientos de la memoria Nº 465; los ángeles ingresan en la memoria del hombre Nº 246; los ángeles no pueden hablar con el hombre partiendo de su propia memoria Nº 256; los ángeles del íntimo cielo no archivan las verdades en la memoria Nº 271; en el cielo los conocimientos no se relegan a la memoria, sino que se incorporan a la vida Nº 517; la memoria del hombre sensual Nº 353; la memoria de quienes mueren en la infancia Nº 345; la memoria permanece después de la muerte cap. XLVIII; la memoria natural se retiene en la otra vida, pero no tiene ningún valor Nº 355; la memoria se retiene y se pone de manifiesto en el mundo de los espíritus Nº 462b, 463; los datos meramente naturales de la memoria no permanecen después de la muerte Nº 464.

MENTE: El cuerpo es la imagen de la mente Nº 374; la mente humana es como el humus Nº 356; la mente de los niños Nº 277; la correspondencia entre el cielo y la substancia de la mente del hombre Nº 418; las cosas de la mente del hombre pertenecen al mundo espiritual Nº 90; la verdad vivida ilumina los pensamientos de la mente Nº 603; la mente tiene dos vías de ingreso, una para la verdad y otra para la falsedad Nº 430; las dos partes de la mente Nº 367; las consecuencias de la obstrucción de las regiones superiores de la mente Nº 532; para que la mente pueda elevarse hacia las cosas espirituales y celestiales, debe apartarse de las cosas sensoriales Nº 465; la mente puede elevarse por sobre las cosas del mundo Nº 169; el amor al Señor devela la interioridad de la mente en el tercer grado Nº 271; la mente interior e-valúa los pensamientos de la memoria natural Nº 356; su interioridad está conformada para captar la verdad Divina Nº 347; la interioridad y la índole de la mente se hacen visibles en el mundo espiritual cuando el Señor así lo desea Nº 481; la mente humana y la angélica son iguales Nº 314; la mente durante la resurrección Nº 449; la exploración de la mente de aquellos que se aman así mismos Nº 560; en el segundo estado después de la muerte al hombre le es dado asumir la interioridad de su mente Nº 499; un ángel conoce la mente de otro ser por su articulación verbal Nº 236; las cosas que pueblan los cielos deleitan más la mente que los ojos de los ángeles, porque en ellas ven sus correspondencias Nº 185; ni en el cielo ni el el infierno le es dado al hombre poseer una mente dual Nº 425; la conjunción de las mentes en el verdadero matrimonio Nº 281, 275.

MÉRITO: Como estímulo no conduce al cielo Nº 535.

MIEMBROS: El cielo está compuesto por partes o miembros igual que un hombre Nº 65; los miembros del cuerpo Nº 95, 96.

MISERICORDIA: La misericordia Divina definida Nº 522, 523; erróneas creencias sobre la misericordia Nº 526; la misericordia alcanza a todos los seres Nº 318, 364; nadie es recibido en el cielo exclusivamente por misericordia, sin que se tomen en cuenta los medios cap. LIV., Nº 54; todos los habitantes del cielo acceden a él por misericordia del Señor Nº 342; la misericordia Divina opera a través de ciertos medios, y consiste en ser guiado por el Señor Nº 480.

MOCIÓN: Toda moción vital depende del corazón y los pulmones Nº 446.

MORADA: El cielo lleva el nombre de morada de paz Nº 287.

MORADAS: De los ángeles cap. XXI., Nº 177; moradas en el cielo Nº 148, 149; moradas en los infiernos Nº 151, 586; moradas de aquellos que están recibiendo preparación para ingresar al cielo Nº 514.

MORAL: La verdadera y la falsa moral Nº 319.

MOTIVO: El motivo de las acciones y las obras determina su verdadero carácter Nº 472; el motivo es el factor esencial del acto Nº 358; motivos en los tres planos de la vida Nº 530, 531; el amor de sí mismo como motivo Nº 555; el motivo verdadero de la vida de caridad Nº 535; el motivo de la vida moral Nº 319.

MUERTE: Su descripción Nº 445; la resurrección del hombre de entre los muertos cap. XLVI; la racionalidad del hombre después de la muerte Nº 353, 464; después de la muerte el hombre es tal como fue su vida en el mundo cap. XLIX; la negación o el reconocimiento de la Divinidad determinan la condición del hombre después de la muerte Nº 584; el hombre no puede ser reformado después de la muerte Nº 480; los deleites del hombre se tornan después de la muerte en deleites correspondientes cap. L; con la muerte el hombre no pierde nada de lo que le es propio Nº 461; la muerte espiritual Nº 80, 474; creencia en la vida después de la muerte Nº 183; la intuición que el hombre posee a-cerca de la vida después de la muerte procede de un influjo Nº 602; su primer estado después de la muerte cap. Ll. ; su condición inmediatamente después de la muerte Nº 433; después de la muerte el hombre posee una perfecta forma humana cap. XLVII. ; después de la muerte el hombre está en posesión de todos sus sentidos, y está dotado de memoria, pensamiento y afecto cap. XLVIII., Nº 464; el amor predominante permanece en el hombre después de la muerte Nº 363; lo que el hombre ha asimilado en el mundo lo retiene después de la muerte Nº 349; todo aquello que está en el espíritu del hombre durante su vida en el cuerpo permanece en él después de la muerte Nº 395; después de la muerte el hombre es su propio amor y su propia voluntad Nº 479; no hay lugar para el arrepentimiento después de la muerte Nº 527; quiénes no pertenecen a la iglesia reciben instrucción después de la muerte Nº 308; los niños después de la muerte Nº 332.

MUERTOS: Resurrección de entre los muertos cap. XLVI; los ángeles que asisten al hombre durante su resurrección de entre los muertos Nº 391.

MUJER: Corresponde al afecto por el bien; nació para el afecto, es decir para pensar según su voluntad Nº 368; hombre y mujer Nº 366, 369.

MUNDO: Amor del mundo Nº 354, 565; correspondencia de la fogosidad del mundo Nº 122; fuerza en el mundo natural Nº 589; ignorancia y falsas creencias en el mundo sobre el cielo y el infierno Nº 311, 312, 357; acerca de quienes son realmente inteligentes Nº 346, sobre el júbilo celestial Nº 412; el mundo está en conjunción con el cielo en el hombre Nº 252; conjunción del cielo y el mundo a través de las correspondencias Nº 112; la vida del mundo Nº 318; el calor y la luz en el mundo Nº 136; el sol produce los períodos de tiempo y las estaciones en el mundo Nº 164; todas las cosas del mundo natural son materiales, y están desprovistas de vida Nº 432; influjo Divino en el mundo, no relacionado con el hombre Nº 112; en la medida en que el hombre vive en el bien, su mundo interior se halla subordinado al cielo y está a su servicio Nº 57; el hombre ha sido conformado para el cielo solamente a través del mundo Nº 360.

El mundo espiritual fluye en el natural como la causa en el efecto Nº 567; conjunción del mundo natural con el espiritual en el hombre Nº 112, 247; el mundo natural subsiste gracias al mundo espiritual y por obra de la Divinidad Nº 106; no puede darse un influjo del mundo natural en el espiritual Nº 319; todo lo perteneciente al mundo natural tiene su origen y correspondencia en el mundo espiritual Nº 89; en las cosas del mundo natural, las del mundo espiritual, se reflejan como en un espejo Nº 56; el mundo espiritual tiene una apariencia similar a la del mundo natural Nº 582; el Señor reside en ambos mundos en Su orden Divino Nº 57; el hombre habita en ambos mundos Nº 304; el mundo espiritual no puede comprenderse sin conocer las correspondencias Nº 88; en el mundo espiritual las distancias dependen de las diferencias en los estados de interioridad Nº 42; las regiones en el mundo espiritual no son fijas Nº 123; en el mundo espiritual existe una absoluta comunión de afectos Nº 552; la condición del hombre al ingresaren el mundo espiritual Nº 330. El mundo de los Espíritus Nº 292; qué es el Mundo de los Espíritus cap. XLIV; su uso Nº 420; sus números Nº 426; su apariencia y sus salidas Nº 429, 479; su situación Nº 423, 583; el Mundo de los Espíritus y sus habitantes, se mantienen en equilibrio entre el cielo y el infierno Nº 540, 590; el hombre se mantiene en este equilibrio por influjo de espíritus que habitan en el Mundo de los Espíritus Nº 540; el Mundo de los Espíritus permite al hombre establecer conjunción con el cielo y el infierno Nº 600; la memoria se retiene y es develada en el Mundo de los Espíritus Nº 462b; la conjunción del intelecto y la voluntad en el Mundo de los Espíritus Nº 423; la conjunción en el hombre del bien y la verdad, y el mal y la falsedad, tiene lugar en el Mundo de los Espíritus Nº 422; la condición del espíritu a su ingreso en el Mundo de los Espíritus Nº 457, 494; cómo son tratados los hombres según su índole en el mundo de los Espíritus Nº 427; protección en el Mundo de los Espíritus Nº 391; modo en que son recibidos los espíritus al ingresar al Mundo de los Espíritus Nº 548; los espíritus son explorados interiormente al ingresar allí Nº 496; su sorpresa al ingresar a ese mundo Nº 495; allí, cada cual debe ser la imagen de su propio afecto o amor Nº 498; en el Mundo de los Espíritus todos se comunican con el cielo o el infierno Nº 294; en el Mundo de los Espíritus el hombre se halla en equilibrio Nº 590; estadía de los espíritus en el Mundo de los Espíritus Nº 426; su partida del Mundo de los Espíritus Nº 429. (Ver Estado).

MÚSICA: El modo en que expresa los afectos Nº 241.

NACIMIENTO: La regeneración es un renacimiento Nº 279; cómo tiene lugar el nacimiento espiritual Nº 345; correspondencia de nacimiento Nº 382b.

NACIÓN: "Los pobres" en la Palabra denotan a las naciones que anhelan la verdad Nº

NACIÓN JUDIA: El hombre rico que es arrojado al infierno, la representa Nº 365.

NATURAL: La Divinidad natural Nº 31; los hombres sensuales conciben lo espiritual tan sólo como algo natural más purificado Nº 38; lo que procede del sol del mundo se denomina natural Nº 172; los ángeles no pueden expresar las cosas en el lenguaje natural Nº 246; nada de lo que es natural existe sin su correspondiente contraparte espiritual Nº 487; los seres naturales sólo ven las cosas que tienen origen natural Nº 582.

NATURALEZA: La naturaleza entera tiene su origen en el sol del mundo Nº 116; todas las cosas de la naturaleza son correspondencias Nº 101-107; la naturaleza es algo relativamente muerto, y está subordinada a las cosas espirituales Nº 489; todas las cosas de la naturaleza son formas o efectos de los usos Nº 112; el cuerpo no es un producto de la naturaleza Nº 102; aquellos que reconocen a la naturaleza confiriéndole el lugar de la Divinidad Nº 353; los infiernos en los que moran aquellos que han reconocido a la naturaleza, negando a la Divinidad Nº 575; la naturaleza de los malignos en el segundo estado después de la muerte Nº 508; en el mundo espiritual cada cual actúa según su propia naturaleza Nº 574.

NATURALEZA PROPIA: Del hombre, definida Nº 501; los espíritus que moran en los infiernos están sumidos en su naturaleza propia Nº 591; naturaleza propia de los ángeles Nº 158, 160; los que gozan de genuina inocencia son apartados de su naturaleza propia Nº 278.

NIÑAS: Su educación en el cielo Nº 391.

NIÑEZ: (Puericia) Los espíritus que acompañan al hombre durante la última etapa de su niñez viven en el afán de conocer Nº 295; la educación durante la última etapa de la niñez en el cielo Nº 391.

NIÑOS: Denotan inocencia Nº 341; los niños en el cielo cap. XXXVII; inmediatamente después de la muerte se hacen cargo de ellos mujeres angélicas Nº 332; cómo se los instruye en el cielo Nº 329, 334; estados que experimentan después de la muerte Nº 336; su modo de vida en el cielo Nº 337; en el cielo llegan solamente a la primera etapa de la juventud, y en ella permanecen Nº 340; en el cielo a veces son retrotraídos a sus maldades hereditarias Nº 342; en el cielo se los instruye por medio de tentaciones Nº 343; su educación Nº 344; en el cielo no están dotados del plano de la memoria Nº 345; en el Hombre Máximo Nº 333; celestiales y espirituales Nº 333, 339; su descripción: se hallan bajo los especiales auspicios del Señor Nº 277; los ancianos terminan pareciéndose a los niños Nº 278; la conformación de su interioridad Nº 282; su naturaleza nº 288; piensan que todas las cosas tienen vida Nº 338; las sociedades en el cielo que se ocupan de los niños Nº 391; los niños en el cielo Nº 4.

NOCHE: Significa ausencia de amor y sabiduría; en el cielo no hay nada que se parezca a la noche Nº 115.

NOVIA: Porqué la iglesia es llamada "la Novia" Nº 371.

NOVIO: Porqué el Señor es llamado "el Novio" Nº 180, 371.

NUBES: Significan la Palabra en el sentido literal Nº 1; protegen a los ángeles Nº 120; anillo nebuloso alrededor del sol del cielo Nº 159; las nubes negras del otro mundo proceden del mal Nº 549.

NUEVAJERUSALEM: Su significado Nº 187, 307; significa una nueva iglesia Nº 197.

NÚMEROS: Su correspondencia Nº 263; número de infiernos cap. LXI.

NUTRICIÓN: EL conocimiento, la inteligencia y la sabiduría son nutrición espiritual Nº 274,

OBEDIENCIA: El oído corresponde a la obediencia Nº 271; los que habitan en los oídos del Hombre Máximo viven en atención y obediencia Nº 96; la obediencia como motivo para obrar Nº 472.

OBJETOS: Naturaleza de los objetos en el cielo nº 171, 172.

OBRAS: Las obras carentes de amor no tienen vida, pertenecen a la muerte Nº 474; su verdadero carácter está determinado por la inteligencia y la voluntad que las respaldan Nº 472; las obras y las acciones emanan del amor y la fe Nº 474; el hombre es juzgado de acuerdo con sus obras Nº 470, 471; las obras conforman la exterioridad o plano exterior Nº 475; toda obra y toda acción conciernen a la vida moral y civil Nº 484; las buenas obras son equiparables a los frutos Nº 111.

OBSESIÓN: Cómo sobreviene; ya no puede darse Nº 257.

OCCIDENTE: El occidente en el cielo nº 148, 149; y en el infierno Nº 587.

OCUPACIÓN: En el cielo procede de las correspondencias Nº 394.

OCUPACIONES: De los ángeles cap. XLI; las ocupaciones en el cielo derivan del deleite del amor al uso Nº 393.

ODIO: En los matrimonios infernales Nº 377; el odio de los espíritus malignos contra las cosas sagradas Nº 570.

OÍDO: El órgano auditivo percibe las palabras de los ángeles por una vía interior Nº 248; los ángeles del íntimo cielo aprenden por vía auditiva nº 271; uso y deleite del sentido del oído Nº 402; el sentido del oído en el mundo espiritual Nº 462.

OJOS: Corresponden al intelecto Nº 97, 145; ojos naturales y espirituales Nº 171; los ángeles pueden ser vistos solamente con los ojos del espíritu Nº 76; los ojos de los ángeles ven desde su interioridad Nº 147; los niños en el Hombre Máximo ocupan la provincia de los ojos Nº 333; la sensación de que alguien descorre uno de los párpados del ojo durante la resurrección Nº 450.

ORACIÓN: En el cielo Nº 222; la oración es el reconocimiento del poder de Dios y Sus ángeles Nº 228.

ORDEN: Procede del Dios supremo Nº 322; el verdadero orden de la vida del hombre Nº 352; la Encarnación se hizo necesaria porque el hombre había subvertido el orden Nº 101; el verdadero y el falso orden en el pensamiento y en el lenguaje N° 499; el orden del cielo en la mente del hombre Nº 454; el hombre nace en la ignorancia porque su vida se contrapone al orden, los animales poseen un conocimiento innato porque permanecen en su orden natural Nº 108; el Señor nunca obra contra el orden Nº 523; el orden en el reino vegetal Nº 109.

El orden Divino y su operación Nº 523; las causas del orden Divino Nº 107; la actividad del orden Divino Nº 315; el hombre nace con una tendencia diametralmente opuesta al orden Divino Nº 296; la relación de los grados y el orden Divino Nº 38; los usos están coordinados de acuerdo con el orden Divino Nº 392; todas las cosas del cielo están organizadas de acuerdo con el orden Divino Nº 389; todo lo que está organizado de acuerdo con el orden Divino se relaciona con el bien y la verdad Nº 107; el Señor recibe a todos los que viven de acuerdo con las leyes del orden Divino Nº 420; el Señor habita en Su orden Divino en ambos mundos, porque Dios es orden Nº 57; todas las cosas que concuerdan con el orden Divino, corresponden al cielo, las que se contraponen, al infierno Nº 113; la violación del matrimonio es contraria al orden Divino Nº 385; la poligamia es opuesta al orden Divino Nº 379. (Ver Plano Externo).

ÓRGANOS: Las sociedades corresponden a los órganos Nº 217; son los agentes de los sentidos Nº 434.

ORIENTE: En el cielo está donde está el Señor Nº 141; significa el amor y el bien claramente percibidos Nº 150; los que moran en el oriente del cielo Nº 148; en el infierno Nº 151.

ORIGEN: Del amor conyugal Nº 371; origen de las cosas espirituales y de las cosas naturales Nº 582; la vida toma su origen del Señor como sol Nº 141.

ORO: El oro, la plata y el cobre, significan, respectivamente, bien celestial, espiritual y natural Nº 115.

OTOÑO: Su correspondencia Nº 166.

PADRE: Condición después de la muerte de aquellos miembros de la iglesia que reconocen solamente al Padre Nº 3, 6; madre y padre significa verdad en conjunción con el bien Nº 382b.

PADRES: Sus errores al educar a los niños Nº 344.

PAISAJES: En el cielo Nº 489.

PALABRA: La palabra reemplaza al hombre como cimiento de los cielos Nº 305, 309; enseña el bien espiritual y la verdad espiritual Nº 512; la conjunción del cielo con el hombre se establece por medio de la Palabra cap. XXXIV; el hombre debe ser instruido por medio de la Palabra y no por escrituras procedentes del cielo Nº 258; fue dictada a los profetas Nº 254, 259; fue escrita después de que la ciencia de las correspondencias cayese en el olvido Nº 306; posee un sentido espiritual hasta en el menor detalle N-114, 150, 365; el sentido espiritual de varios pasajes Nº 307; del sentido literal pueden derivarse herejías Nº 311; la iglesia que posee la Palabra es como el corazón y los pulmones de un hombre Nº 308; el mero conocimiento de la Palabra y de las doctrinas no determina que una persona vaya al cielo Nº 518; la verdad aprendida en la Palabra es removida de aquellos que carecen de fe Nº 482; la sabiduría Divina en la Palabra Nº 310; contiene las leyes del orden Divino Nº 202; opiniones sobre los pobres y los ricos derivadas de la Palabra Nº 357; Swedenborg leyó la Palabra en presencia de espíritus Nº 322; los ángeles a-firman que la Palabra enseña que los ángeles son hombres Nº 183; a los buenos espíritus se les imparten doctrinas derivadas de la Palabra Nº 516; la Palabra en el cielo Nº 261, 393, 526. Las palabras angélicas expresan mucho más que las palabras humanas Nº 239, 269. (Ver Correspondencias).

PALACIOS: En el cielo Nº 184, 185, 218, 361; el cielo comparado a un palacio Nº 51; la sabiduría comparada a un palacio Nº 270.

PAN: Su correspondencia y su uso en el culto Nº 111.

PÁNCREAS: Del Hombre Máximo Nº 96, 217.

PANTANOS: En el infierno Nº 354.

PAPISTAS: En la otra vida Nº 508, 562.

PARAÍSO: Significa inteligencia y sabiduría Nº 111; la inocencia en el paraíso Nº 341; porqué el cielo se llama paraíso Nº 136.

PARTE, PARTICULAR: (Ver General).

PAZ: Qué es la verdadera paz Nº 290; origen de la paz Nº 286; la paz es el más íntimo deleite del bien de la inocencia Nº 285; el sabat significa reposo y paz Nº 287; la paz de los ángeles y el cielo cap. XXXII., Nº 284, 288; la paz difiere en calidad y cantidad según el estado de inocencia Nº 288; la paz y la inocencia son las dos cosas más íntimas del cielo Nº 285.

PECHO: El "pecho" significa caridad Nº 97; el pecho del Hombre Máximo Nº 65.

PELEA: Entre niños destruye su sentimiento de amor mutuo Nº 344.

PENSAMIENTO: Qué significa el término "pensamiento" Nº 500; su relación con la vida Nº 526; todo pensamiento emana del afecto Nº 236, 298; está determinado por las intenciones Nº 532; el pensamiento entre los pueblos antiguos Nº 323; muchas cosas celestiales pueden expresarse en ideas propias del pensamiento natural Nº 239; difusión del pensamiento y el afecto Nº 203, 477; fuente del pensamiento en los buenos y en los malos Nº 577; el pensamiento sin acción es nulo, se desvanece y se disipa Nº 475; todo lo que pertenece al pensamiento está inscripto no sólo en el cerebro sino también en todo el cuerpo Nº 463; la verdad que es amada ilumina el pensamiento al ingresar en la mente Nº 603; una Divinidad invisible no es objeto del pensamiento Nº 3. El pensamiento del hombre que procede de la luz natural Nº 170; el pensamiento en aquellos que se aman a sí mismos Nº 561; el pensamiento natural se basa en ideas que participan del tiempo y del espacio Nº 169; el espacio es de otra naturaleza que el pensamiento Nº 196; ejemplos de pensamiento interno y externo Nº 496; el pensamiento externo y el interno deberían formar una sola cosa por medio de las correspondencias Nº 499; los niños no poseen pensamiento interno Nº 277; cuando el hombre piensa haciendo abstracción del cuerpo, a veces aparece en su sociedad angélica Nº 438; los espíritus penetran el pensamiento del hombre Nº 292; las palabras pronunciadas por un ángel llegan primero al pensamiento del hombre Nº 248; los ángeles transforman el pensamiento natural del hombre en pensamiento espiritual Nº 165; cuando se halla en el cuerpo el hombre piensa natural y espiritualmente Nº 356; el pensamiento de los ángeles es espiritual, el de los hombres natural Nº 306; diferencia entre el pensamiento natural y el espiritual Nº 130, 464; cómo se alcanza el pensamiento espiritual Nº 512; ángeles que tuvieron acceso al pensamiento natural de Swedenborg Nº 168; cómo se debe pensar acerca de los ángeles Nº 183; el pensamiento trasciende la muerte cap. XLVlll; el pensamiento del espíritu se comunica con la respiración Nº 446; la comunicación de pensamiento con los ángeles durante la resurrección Nº 449; pensar correctamente acerca de Dios es esencial para ingresar al cielo Nº 358; el pensamiento de los ángeles es inconmensurablemente superior al de los hombres Nº 576; se piensa más sabiamente en el cielo Nº 462a; pensamiento de los ángeles Nº 266; porqué los ángeles piensan espiritualmente Nº 199; las palabras de los ángeles ingresan directamente en el pensamiento del hombre Nº 251; entre los ángeles, el pensamiento derivado del amor celestial posee forma humana Nº 460; apariencia de los detalles del pensamiento de los ángeles Nº 240; objetos de pensamiento en el otro mundo Nº 355; los ángeles reconocen la naturaleza de la libertad de un espíritu por una comunicación de afecto y pensamiento Nº 590; cada uno de los pensamientos de los ángeles se difunde en la plenitud del cielo Nº 79; en el cielo la lengua no se aprende, ya que fluye espontáneamente del afecto y el pensamiento Nº 236; el pensamiento y el habla coinciden en la otra vida Nº 2, 457; en el cielo, la escritura fluye naturalmente del pensamiento Nº 262; los habitantes del mundo espiritual ven en su pensamiento a quienes desean ver Nº 194, 494; los pensamientos de un cielo superior nunca se perciben en uno inferior Nº 210.

El pensamiento no puede existir sin la voluntad Nº 199; cómo el pensamiento y la voluntad conforman una sola cosa Nº 372; en el segundo estado después de la muerte el pensamiento y la voluntad del hombre conforman una sola cosa Nº 503; el pensamiento puede proceder del intelecto disociado de la voluntad Nº 424; el hombre es tal como su pensamiento y su voluntad Nº 463; el pensamiento hace al hombre en la medida en que emana de la voluntad Nº 474; el pensamiento es la forma de la voluntad Nº 500; vivir espiritualmente es pensar y querer Nº 432; el pensamiento y la voluntad constituyen la interioridad Nº 444; el pensamiento y la voluntad rigen el cuerpo Nº 453; el pensamiento y la voluntad se realizan en las obras Nº 475; la voluntad y el pensamiento que contienen las acciones y obras determinan su carácter Nº 472. (Ver Vida, Percepción).

PERCEPCIÓN: Aquellos que habitan en las fosas nasales del Hombre Máximo gozan de percepción Nº 96; "aroma de paz" significa percepción de paz Nº 287; la percepción en la luz del cielo Nº 130; las doctrinas de los diferentes cielos están a-daptadas a la percepción de los ángeles Nº 227; la percepción de la verdad por los ángeles del íntimo cielo Nº 270; el Señor concede moradas a los ángeles según su percepción del bien y la verdad Nº 190; la percepción de los ángeles es nítida Nº 462a; el hombre natural no puede percibir el júbilo celestial Nº 395; cómo percibió Swedenborg el júbilo celestial Nº 413; la percepción de la mente del hombre Nº 356; la percepción de la verdad Nº 352; la percepción de la vida después de la muerte Nº 478; la presencia del Señor se percibe en la interioridad Nº 147.

PERFECCIÓN: Se da a través de la variedad Nº 405; la unidad de las partes es el cimiento de toda perfección Nº 56; la variedad dispuesta según la forma celestial constituye la perfección Nº 71; toda perfección aumenta en la medida en que es más interior y disminuye según es más exterior Nº 34, 459; naturaleza de la perfección en el cielo Nº 56, 418.

PERVERSOS, PERVERSIDAD: Cómo son arrojados al infierno los perversos Nº 491; la perversidad de los espíritus malignos después de la muerte Nº 508.

PIEDAD: La verdadera y la falsa piedad Nº 535; una vida piadosa sin caridad no es valedera Nº 350.

PIEDRAS: Significan la verdad Divina Nº 534; las iglesias en el reino espiritual están hechas de piedra Nº 223; piedras preciosas en el cielo Nº 489.

PIES: El primer cielo conforma los pies y los brazos del Hombre Máximo Nº 65; su correspondencia Nº 97.

PLACERES: Del mundo no impiden el acceso al cielo Nº 358, 359.

PLANETAS: Todos están habitados Nº 417.

PLANO EXTERNO: Los dientes corresponden al plano más externo de la naturaleza Nº 575; las obras son el plano externo en el cual concluyen la voluntad y el pensamiento Nº 475; el plano externo de los conocimientos y los afectos permanece en estado de reposo en la otra vida Nº 480; el plano externo del orden Divino reside en el hombre Nº 304; el orden Divino nunca carece de un plano externo Nº 315; el orden Divino concluye en el mundo que es su plano externo Nº 107; la profanación del plano externo del orden Divino por parte de los espíritus infernales Nº 580.

PLANOS: De la memoria Nº 345.

PLENITUD DE TODO: El Señor es la plenitud de todo en el cielo Nº 58.

POBRES: Con este término se designa a aquellos que anhelan tener conocimientos del bien y la verdad pero carecen de ellos Nº 420; tentaciones de los pobres Nº 364; los pobres en el cielo cap. XXXIX; "el hombre pobre a la puerta del hombre rico" Nº 365; ingresan al cielo por la vida que han hecho, y no por su pobreza Nº 364.

PODER: Deriva de la conjunción del bien y la verdad Nº 232; el poder de un hombre deriva de su voluntad y su intelecto Nº 228; el poder espiritual procede de la verdad del bien Nº 539; el poder de la verdad Divina es absoluto en los cielos Nº 137, 231; los ángeles como poderes Nº 137, 231; el poder de los ángeles cap. XXVI; el poder en el infierno Nº 233; brazos y manos significa poderes Nº 231.

POLIGAMIA: Nº 379.

PREDICA: En el cielo Nº 221, 223, 393.

PREDICADORES: En el cielo proceden todos del reino espiritual Nº 225; y no se los llama sacerdotes Nº 226.

PRESENCIA: El Señor está presente en todas las cosas nº 124; la presencia del Señor como causa determinante nº 199; la presencia del Señor en el cielo Nº 147; en el mundo espiritual uno se hace presente ante otro con sólo desearlo Nº 194; en el cielo los seres parecen estar presentes en el lugar donde fijan su mirada Nº 121.

PRINCIPE DE LA PAZ: El Señor es llamado "Principe de la Paz" Nº 287.

PRINCIPIO: O Esse, o Verdadero Ser Nº 9; todas las cosas deben estar vinculadas con el Principio a través de nexos intermedios Nº 37, 106, 303.

PRÍSTINO: Los simples, en su intelecto, ven a Dios como el Prístino en todo su esplendor Nº 82.

PROCREACIÓN: En el cielo y en la tierra Nº 382; el orden Divino se renueva en el acto de la procreación Nº 315.

PROFANACIÓN: Quienes profanan la verdad son arrojados a los infiernos más profundos Nº 456.

PROFETAS: Vieron a los ángeles con sus ojos espirituales Nº 76; cómo habló el Señor con los profetas Nº 254.

PRÓJIMO: Qué es el prójimo Nº 290; la naturaleza del amor al prójimo Nº 15, 16, 399; el verdadero y el falso amor al prójimo Nº 558; en el cielo el bien es el prójimo Nº 64; en el cielo todos aman al prójimo más que a sí mismos Nº 406; los deleites del alma fluyen del amor al Señor y del amor al prójimo Nº 396.

PROVIDENCIA: Los pobres pueden rumiar pensamientos malignos sobre la providencia Divina Nº 364.

PRUDENCIA: Los niños carecen de prudencia Nº 277.

PUEBLOS: De las diferentes Edades Nº 115; los más antiguos pueblos estaban constituidos por hombres celestiales Nº 87; su interioridad miraba hacia el cielo y conocían la revelación directa Nº 306. Los antiguos pueblos oficiaban su culto en arboledas que daban hacia el oriente, debido a las correspondencias Nº 111, 119; su escritura Nº 260; su principal conocimiento era la ciencia de las correspondencias nº 87; Swedenborg habló con espíritus que procedían de los antiguos pueblos Nº 323.

PUERTAS: Del cielo y del infierno Nº 428, 430, 583, 585.

PULMONES: Correspondencia Nº 95, 96. (Ver Corazón).

PULSO: Durante la resurrección Nº 449.

RACIONAL: La facultad racional en el cielo es más clara Nº 465; cómo se cultiva la facultad racional Nº 468, 489; las bestias no poseen facultad racional Nº 108.

RACIONALIDAD: Verdadera y falsa Nº 464; los malvados se ven privados de racionalidad después de la muerte Nº 506.

RAZA: La raza humana es preservada por el Señor por medio de un equilibrio Nº 592; los matrimonios son los seminarios de la raza humana Nº 384; los seres humanos que no pertenecen a la iglesia donde se halla la Palabra, derivan su vida de esa iglesia Nº 308; entre la quinta y la cuarta parte de la raza humana muere en la infancia Nº 416; la conjunción del cielo con la raza humana cap. XXXII; el cielo y el infierno proceden de la raza humana cap. XXXV., Nº 311; la similitud de la mente humana y la angélica prueban que el cielo procede de la raza humana Nº 314.

RAZONAMIENTO: El modo en que razonan los hombres sensuales Nº 353; los espíritus razonan acerca de qué es lo que debe creerse Nº 320; los razonamientos sirven para defender cualquier deleite, ya sea bueno o malo Nº 385; razonamientos sobre la verdad y la falsedad Nº 455.

RECEPCIÓN, RECIPIENTE: Se mide por el amor Nº 349; la recepción del Señor significa recepción del bien y la verdad que proceden de El Nº 80; los ángeles son recipientes del bien Divino y la verdad Divina Nº 232; recepción de los ricos y los pobres en el cielo Nº 357.

REENCARNACIÓN: La causa de la creencia en la reencarnación Nº 256.

REFORMA: Cómo el hombre se reforma Nº 424; el hombre es reformado bajo el influjo de espíritus malignos y benignos Nº 293.

REGENERACIÓN: La regeneración es el renacimiento del hombre espiritual Nº 279; la regeneración descripta por un ángel Nº 269; la regeneración no se efectúa con el bautismo Nº 329; quiénes son regenerados antes de la muerte Nº 491; estado de paz del hombre al ser regenerado Nº 289.

REGIONES: En el cielo cap. XVI., Nº 17; significan a las cosas relativas a quienes habitan en ellas Nº 150; difieren en los distintos reinos del cielo Nº 146; los lugares de residencia en el cielo se encuentran en diferentes regiones, de acuerdo con la calidad de los ángeles Nº 148; en el mundo espiritual no son fijas Nº 123; en ambos mundos se determinan por su sol Nº 141.

REINO: Los tres reinos de la naturaleza Nº 104; el equilibrio en el reino natural Nº 589; los amores del hombre conforman un reino Nº 477; todos los habitantes del cielo consideran que el reino del Señor es el bien general, el cual se debe procurar Nº 64; el reino del Señor es un reino de fines y usos Nº 112, 219, 387; el reino celestial se llama reino Sacerdotal del Señor, el reino espiritual, reino Soberano del Señor Nº 24, 226; el gobierno del reino del Señor Nº 406; reinos en el cielo cap. IV; correspondencia de los reinos del cielo en el hombre Nº 95; las regiones difieren en los diferentes reinos del cielo Nº 146; topografía del reino celestial Nº 188; vías que conducen a los distintos reinos Nº 520; la luz varía en los diferentes reinos Nº 128; diferencias en el lenguaje entre ambos reinos Nº 241; cómo aparece el Señor como sol en los diferentes reinos Nº 118, 159; el gobierno en el reino espiritual Nº 215, 217; todos los predicadores del cielo proceden del reino espiritual Nº 225; forma de gobierno en el reino celestial Nº 214; durante la resurrección se establece una comunicación entre el pulso cardíaco y el reino celestial Nº 449.

RELACIONES: Que se establecen en el cielo cap. XXIII., Nº 36, 64, 304; las relaciones que establecen entre sí no las determinan los ángeles, sino el Señor Nº 45, 205; tanto en el cielo como en el infierno las relaciones se establecen en base al amor predominante en cada cual Nº 479; que se establecen en la otra vida proceden del amor y la fe Nº 46.

RELIGIÓN: Se extendió partiendo del orbe asiático Nº 322; todo hombre posee una religión de algún tipo Nº 318; el principio de toda religión es el reconocimiento de la Divinidad Nº 319; el amor conyugal no puede darse entre quienes pertenecen a distintas religiones Nº 378.

REPOSO: Shabbath significa reposo y paz Nº 287; un mero estado de reposo no es la paz Nº 290.

REPRESENTACIONES: Y apariencias en el cielo cap. XIX; en qué consisten Nº 175; a los niños en el cielo se los instruye principalmente por medio de representaciones Nº 334; también se utilizan en la instrucción de los buenos espíritus Nº 517.

RESIDENCIAS: De los ángeles cap. XXI., Nº 183, 184; sus moradas en el cielo Nº 148, 149.

RESPIRACIÓN: Durante la resurrección Nº 449.

RESURRECCIÓN: Del Señor Nº 316, 334; la verdadera y la falsa idea de la resurrección Nº 312, 456; la resurrección del hombre después de la muerte cap. XLVI., Nº 447-450.

REVELACIÓN: La revelación directa de la verdad Divina no es accesible al hombre Nº 309; los pueblos más antiguos conocían la revelación directa Nº 306.

RICOS: En el cielo cap. XXXIX; ingresan al cielo con la misma facilidad que los pobres Nº 357; qué significa ser "rico" Nº 365; "rico" y "pobre" en la Palabra Nº 365; ricos en el infierno Nº 362; el anhelo de ser rico Nº 365; la riqueza no es una verdadera bendición Nº 364.

RIÑONES: Su correspondencia Nº 97; los riñones en el Hombre Máximo Nº 96.

RIQUEZA: No es un impedimento para ingresar al cielo Nº 357; distintas formas de amor a la riqueza Nº 565.

ROCA: Significa fe Nº 188; las hendiduras en las rocas corresponden a las falsedades Nº 488.

ROPAS: Los ángeles del íntimo cielo no llevan ropas Nº 280; ropas de los niños en el cielo Nº 337. (Ver Vestiduras).

ROSTRO: Las correspondencias se manifiestan en el rostro Nº 91; en los cielos los afectos interiores resplandecen en el rostro Nº 47, 48, 123; es la forma externa de la interioridad Nº 143, 251, 272; todos los rostros son distintos porque el amor predominante difiere en cada persona Nº 486; en el mundo de los espíritus el rostro se transfigura de modo tal que corresponde al afecto predominante Nº 457; la belleza del rostro en el cielo Nº 414; en el mundo espiritual cada uno tiene ante su rostro a aquellos que viven en un amor similar Nº 552; los rostros de los espíritus malignos Nº 553; los rostros de los hipócritas Nº 458; la orientación del rostro en los infiernos Nº 151; los ángeles hablan con el rostro Nº 244; durante la resurrección se siente como si se desprendiera un velo del rostro Nº 450; un rostro representativo que vió Sweden-borg Nº 47.

SABIDURÍA: Su correspondencia con la parte de la cabeza que contiene al cerebelo Nº 251; la sabiduría comparada a un palacio Nº 370; definición de la sabiduría Nº 148; la sabiduría pertenece a la vida Nº 348; la sabiduría consiste en el amor al uso Nº 390; cómo se adquiere la verdadera sabiduría Nº 356; saber, reconocer y percibir que lo que uno sabe es muy poco, es el primer paso hacia la sabiduría Nº 280; la sabiduría Divina en la Palabra Nº 310; la sabiduría no depende de lo que se retiene en la memoria Nº 464; las posibilidades de adquirir sabiduría que posee la mente humana Nº 314, 356; la sabiduría de los hombres que viven en el amor al Señor Nº 467; la sabiduría de la Antigua Iglesia Nº 322; la paz celestial es accesible al hombre que goza de verdadera sabiduría Nº 288; la inocencia de la sabiduría Nº 279; la sabiduría que encierran las letras de la lengua hebrea Nº 260; los hombres sensuales poseen conocimientos, pero no sabiduría Nº 267. Angeles llamados Sapiencias Nº 266; la sabiduría de los ángeles cap. XXX, se debe a que su interioridad está develada Nº 267; los ángeles pueden recibir sabiduría porque están exentos del amor de sí mismos Nº 272; su sabiduría difiere Nº 275; la fuente de su sabiduría Nº 169; su sabiduría depende del grado en que posean la forma del cielo Nº 201; el grado de sabiduría de los ángeles Nº 208, 267; la sabiduría de los ángeles de los diferentes cielos Nº 25, 26, 209, 270; la apetencia de sabiduría de los ángeles Nº 274; descripción de la sabiduría angélica Nº 269; la sabiduría en el lenguaje de los ángeles Nº 239; los ángeles se perfeccionan continuamente en amor y sabiduría Nº 221, 271, 469; la sabiduría de los ángeles no es comparable a la sabiduría del Señor Nº 273; un ángel de sobresaliente sabiduría detecta inmediatamente la calidad espiritual de otro, por su rostro Nº 48; todas las cosas que ven los ángeles en el cielo corresponden a su sabiduría Nº 177; la sabiduría que gozan en el cielo quienes en vida han reconocido a la Divinidad Nº 531; la sabiduría de los científicos en el cielo Nº 464; la percepción de la sabiduría angélica Nº 265; la comunicación de la sabiduría en el cielo Nº 268; la sabiduría que poseen en el cielo quienes en vida han amado la Palabra Nº 393; la sabiduría de las doctrinas del cielo Nº 227.

SABIOS: Los sabios en el cielo cap. XXXVIII; quiénes son realmente sabios Nº 348, 350; los sabios y los simples entre los gentiles Nº 322.

SACERDOCIO: Significa el bien del amor al Señor Nº 226.

SACERDOTE: (Ver Predicador).

SALVACIÓN: Procede del Señor Nº 321; no se alcanza solamente por misericordia Nº 521; la salvación de los gentiles Nº 318, 319; los moradores del infierno no pueden alcanzar la salvación Nº 595; lo que Swedenborg habló con los ángeles sobre la salvación Nº 526.

SANGRE: Del Señor significa verdad Divina Nº 147; el amor es el origen de su calor Nº 567.

SANTA CENA: Nº 111.

SANTIDAD: Verdadera y simulada Nº 224; externa e interna Nº 506.

SANTO ESPÍRITU: La verdad Divina se llama Santo Espíritu Nº 140.

SANTOS: No todos los santos Católicos Apostólicos Romanos fueron realmente buenos Nº 535.

SATANÁS: Nombre que se le da al infierno anterior Nº 311; significado de "Satanás" Nº 544.

SELVAS: En los infiernos Nº 586.

SEMBLANTE: Los ángeles que integran una misma sociedad poseen un semblante similar Nº 47.

SEMINARIOS: Los matrimonios de la tierra son los seminarios de la raza humana Nº 384.

SEÑOR: Su correspondencia con el sol y la luna Nº 1, 119; se llama a Sí Mismo "pan de la vida" según las correspondencias Nº 101; el Señor es el Único Hombre Nº 80; Su cuerpo, Su alma y Su resurrección Nº 316; porqué se lo llama "Novio" y "Esposo" Nº 180, 371; es llamado "Príncipe de la Paz" Nº 287; es llamado el "Oriente" Nº 191; se lo llama "Luz" Nº 129; Su Esencia Divina Nº 546; lo que procede del Señor es el Señor Nº 12; El es la fuente de toda vida Nº 9; cuando se hace referencia al uso se hace referencia al Señor Nº 389; falsas doctrinas sobre el Señor Nº 321; la misericordia Divina consiste en que el hombre sea guiado por el Señor Nº 480; en la medida en que uno recibe la misericordia Divina, es guiado por el Señor Nº 558a; el Señor guía a quienes poseen una interioridad conformada según el orden Divino Nº 499; cómo y por dónde fluye el Señor en la vida del hombre Nº 512; El atrae hacia Sí a quienes aman hacer las cosas que están bajo Su inspiración Nº 17; el hombre se vuelve hacia el Señor o se aparta de El Nº 123, 545; porqué no instruye al hombre por medio de visiones Nº 456; el bien del cielo procede del Señor Nº 591; lo que se hace por amor celestial, se hace por influjo del Señor Nº 484; cómo el hombre es protegido de los espíritus malignos por el Señor Nº 577; la libertad espiritual procede del Señor Nº 596; Su "justicia" Nº (348; Su "yugo", y Su "carga" Nº 359; Su advenimiento Nº 1; el amor espiritual al prójimo comienza por el Señor Nº 558b; El nunca hace nada que sea contrario al orden Nº 523; el Señor está presente en el orden Divino en ambos mundos Nº 57; El recibe a todos los que viven en conformidad con el orden Divino Nº 420; la inocencia es una predisposición a ser guiado por el Señor Nº 281; la inocencia y la paz proceden del Señor Nº 282, 285; quienes viven en estado de inocencia atribuyen todas las cosas al Señor Nº 278; cada cual recibe al Señor del mismo modo en que recibe al cielo Nº 55; el Señor fluye directamente en la voluntad del hombre, y por vía indirecta en su pensamiento Nº 26; la vista espiritual del hombre es develada cuando el Señor así lo desea Nº 76; de qué modo habló con los profetas Nº 254; El guía al hombre espiritual Nº 530; atrae a todos hacia Sí Mismo por influjo Nº 548; Su influjo en la interioridad del hombre Nº 253; El rige al hombre por medio de espíritus y ángeles Nº 247; todo hombre recibe Su influjo Nº 297; El fluye en las verdades Divinas que el hombre asimila Nº 250; cómo el Señor regenera al hombre Nº 329; mirar al Señor Nº 430; en el universo entero El es reconocido como Dios del cielo y de la tierra Nº 417; nadie puede gozar del verdadero matrimonio si no reconoce al Señor Nº 376; El es la misericordia, el amor y la bondad en su verdadera esencia Nº 524; la forma del bien y la verdad procede del Señor Nº 460; el bien Divino y la verdad Divina no residen en el Señor, sino que proceden de El; en El sólo habita el amor Divino Nº 139; la Palabra representa a la verdad Divina en el Señor y procedente del Señor Nº 137; la Divinidad procede del Señor como bien del amor y verdad de la fe Nº 7; El forma una sola iglesia a partir de muchas, según el bien del amor y la fe que reina en ellas Nº 57; El aparta continuamente al hombre maligno del mal, y guía al hombre bueno hacia el bien Nº 54; El mantiene a todo hombre en equilibrio entre el bien y el mal Nº 537; aquellos que se aman a sí mismos dan la espalda al Señor Nº 561; Su amor es receptivo del cielo y de todas las cosas que lo pueblan Nº 18; El dispuso que la Palabra fuese el medio de conjunción entre el cielo y el hombre Nº 304, 306; El vela por que los espíritus no adviertan que están con el hombre Nº 292; cómo rige el cielo y la tierra Nº 406; solamente el Señor es Hombre Nº 80; la suerte de aquellos que niegan al Señor Nº 3, 6, 83; El rige en los infiernos cap. LVI; el Señor no arroja a nadie al infierno cap. LVII; el castigo infligido a los malos espíritus no proviene del Señor, sino de su misma maldad Nº 550; si el Señor no rigiese el cielo y el infierno, no habría equilibrio Nº 592; solamente El conoce la posición de los infiernos en detalle Nº 587; en la Palabra "ángeles" quiere decir algo que es propio del Señor Nº 391; el Señor determina la conjunción o separación de los ángeles según su bien Nº 15, 383; todo el poder de los ángeles procede del Señor Nº 230; El dispone las viviendas de los ángeles según su percepción del bien y la verdad Nº 190; las ocupaciones de los ángeles, en realidad son ocupaciones del Señor Nº 391; las disposiciones del Señor están fuera del alcance mental de los ángeles, y trascienden su sabiduría Nº 39; El mira a los ángeles en la frente Nº 145; Su apariencia a los ojos de los ángeles Nº 55, 118; ante los ángeles, aparece como un ser de aspecto angélico Nº 52; El aparece en el cielo como un ángel, pero no en persona Nº 121; los ángeles afirman que viven en el cuerpo del Señor Nº 81; los ángeles del íntimo cielo viven virtualmente en el Señor Nº 280; los ángeles del íntimo cielo viven en el amor al Señor Nº 271; todos los habitantes del cielo viven en el Señor, y el Señor en cada uno de ellos Nº 8, 11; el Señor es el sol del cielo Nº 117, 120, 159, 549; el Señor visto como luna Nº 118; el Señores el centro general del cielo Nº 124; en el cielo el Señor es la plenitud de todo Nº 58; el culto del Señor en el cielo Nº 506; el Señor es el Dios del cielo Nº 25; Su presencia en el cielo Nº 147; el cielo está allí donde se reconoce al Señor, se cree en El y se lo ama Nº 56; el cielo ante los ojos del Señor tiene forma hu mana Nº 62; El rige todos los cielos como si fuesen un solo ángel Nº 52; El aparta a los habitantes del cielo de su naturaleza propia Nº 158; cada cielo, cada sociedad y cada ángel es un símil del Señor Nº 72; El establece una conjunción entre todos los habitantes del cielo por influjo inmediato o mediato Nº 37; el Señor rige el mundo espiritual por vía mediata, a través de gobernantes Nº 215; el gobierno del reino celestial está exclusivamente a cargo del Señor Nº 214; El recibe e instruye a todos los que mueren en la infancia Nº 416; los niños están bajo Sus inmediatos auspicios Nº 277, 332; El fluye en las ideas de los niños pequeños desde lo más íntimo de su ser Nº 336; Su resurrección representada ante los niños en el cielo Nº 335. (Ver Divinidad, Humano, Amor).

SENSUAL: Cómo es el hombre sensual Nº 267, 461.

SENSUALES - CORPORALES: Espíritus Nº 575.

SENTIDOS: El hombre está en posesión de sus sentidos después de la muerte cap. XLVIII; siguen activos cuando el hombre se separa de su cuerpo Nº 440; en el cielo la vista y el oído son más exquisitos que los otros sentidos Nº 462a; las nociones acerca del alma, basadas exclusivamente en los datos de los sentidos corporales, son erróneas Nº 456; los órganos sensoriales son los agentes de los sentidos Nº 434; los deleites de los sentidos emanan de su uso Nº 402; los deleites de los sentidos apartan del cielo Nº 398.

SER: El verdadero Ser (esse) Nº 9; creencia en un Ser Divino Nº 79, 80; el amor

Divino es el Ser Nº 139.

SERIES: Los habitantes de los cielos contemplan el devenir de las cosas bajo la forma de series armónicas Nº 205.

SERVIR: Significa hacer el bien a los demás por amor al bien Nº 218.

SEXOS: En el cielo Nº 366.

SHABBATH: Significa reposo y paz Nº 287.

SIMILITUD: Del hombre con ciertos animales deriva de las correspondencias Nº 110.

SIMPLES: Quiénes son Nº 350, 356; los simples tienen una idea acertada acerca de Dios, del cielo y de los ángeles Nº 74, 86; conciben a Dios como el Prístino en su esplendor Nº 82; la creencia que profesan los simples en la vida después de la muerte Nº 602; quienes son genuinamente inocentes, exterior-mente parecen simples Nº 278; los simples en el cielo cap. XXXVIII., NIº 18.

SINFÓNICO: Carácter sinfónico del lenguaje angélico Nº 242.

SIRVIENTES: En el cielo Nº 219.

SISTEMA NERVIOSO: Su descripción Nº 212.

SOCIEDADES: En el cielo cap- IV; las sociedades del cielo tienen la forma de un hombre cap. IX., Nº 68. 94; sociedades celestiales espirituales Nº 27; cada una de ellas es un cielo en forma menor cap. Vil., Nº 51, 72; su gobierno Nº 213; sus ocupaciones Nº 391; cada una tiene su propia esfera Nº 591; la distancia que las separa está determinada por su uso Nº 391; el culto en las distintas sociedades Nº 56; se comunican entre sí por la esfera de extensión que emana de cada una de ellas Nº 49; la comunicación entre las sociedades de los distintos cielos se establece exclusivamente a través de las correspondencias Nº 207; los caminos que conducen al cielo desde el Mundo de los Espíritus N* 479; disposición de las moradas en las sociedades celestiales Nº (149; difieren según su bien Nº 70; su crecimiento Nº 71; ubicación de los miembros de cada sociedad Nº 43, 52; los miembros de una misma sociedad son parecidos Nº 47; el hombre ingresa en la sociedad celestial correspondiente a su amor Nº 479, 510; en cuanto a su espíritu, el hombre pertenece a alguna sociedad celestial, y a veces aparece allí Nº 438; las distintas sociedades entran en conjunción por influjo del Señor Nº 208; la apariencia del Señor como sol en las distintas sociedades celestiales Nº 159; la apariencia] de aquellas sociedades en las que el Señor está presente de manera visible Nº 69; por cada sociedad celestial hay una sociedad infernal correspondiente Nº 542, 588, 594; todo espíritu entra en contacto con alguna sociedad celestial o infernal Nº 497; las sociedades infernales Nº 541. A veces los ángeles ven algunas sociedades del cielo bajo el aspecto de un solo hombre Nº 52, 62; ubicación de los ángeles en las diferentes sociedades Nº 43, 52; las ocupaciones de los ángeles varían de acuerdo con las funciones que desempeñan Nº 387; cómo son conducidos los ángeles hasta su propia sociedad Nº 519; son pocos los ángeles que salen de su propia sociedad para ir a otras, pero su esfera vital se extiende hacia otras sociedades Nº 49; los ángeles de las sociedades del norte y los de las del sur instruyen a los espíritus durante su tercer estado después de la muerte Nº 513; los ángeles supremos viven aparte de las sociedades, y se hallan bajo los auspicios Divinos de manera más directa Nº 50, 189; las sociedades celestiales mayores están constituidas por cientos de millares de ángeles Nº 50.

SOCINIANOS: Su condición después de la muerte Nº 3, 83.

SOL: Su correspondencia Nº 1, 119; aquellos que resplandecen como el sol Nº 348; todo lo que se extiende bajo el sol, recibiendo de él calor y luz se denomina mundo natural Nº 89; todo lo que es natural tiene su origen en el sol del mundo Nº 116; el poder de su calor y su luz Nº 137; el sol natural aparece ante los ángeles como una mera tiniebla Nº 122, 151; el sol del mundo como comparación para ilustrar el modo de obrar del Señor Nº 139; su inmutabilidad representa la inmutabilidad del Señor Nº 158; el sol natural genera períodos de tiempo y estaciones en el mundo; el sol del cielo, según su apariencia, marca cambios de estado en el cielo Nº 164; las cuatro regiones se hallan determinadas en ambos mundos por sus respectivos soles Nº 141; las cosas del cielo proceden del sol del cielo, y las de la tierra, del sol de la tierra Nº 172; los dos soles son la fuente de los dos géneros de calor Nº 567; el sol del cielo cap. XIV; el Señor es el sol del cielo Nº 117, 549; apariencia y posición del sol del cielo Nº 118, 159; la diferencia de posición entre el sol y la luna del cielo es de treinta grados Nº 146.

STORGE: El amor llamado Storge Nº 277.

SUCESIÓN PROGRESIVA: En el cielo se da una sucesión progresiva de todas las cosas Nº 163.

SUPERIOR E INFERIOR: Designan lo interior y lo exterior Nº 22.

SUBSTANCIA: Todo lo que existe interiormente en el hombre existe en formas que son substancias Nº 418; toda cosa que se supone que existe aparte de un agente substancial, nada es Nº 434.

SWEDENBORG: A Swedenborg le fue dado experimentar el estado de separación del cuerpo Nº 440, 441; le fue dado acceder al estado que se experimenta durante la resurrección Nº 449; porqué le fue dado ver y oír cosas espirituales Nº 312; cómo le fue dado hablar con los ángeles Nº 246; el idioma que empleó para hablar con los ángeles Nº 255; fue elevado hacia la luz por grados Nº 130; fue elevado hacia la esfera más íntima del cielo Nº 79; le fue dado contemplar la extensión del cielo inhabitado Nº 419; cómo vio los objetos del cielo Nº 174; viajó a través del espacio mediante cambios de estado Nº 192; le fue dado acceder a la percepción celestial del sentido de la eternidad Nº 67; accedió al estado angélico Nº 234; gozó de la paz del cielo Nº 284; le fue dado experimentar el júbilo y el deleite celestial Nº 413; con frecuencia pudo observar, mientras estaba en plena posesión de sus sentidos corporales, que los ángeles tienen forma humana Nº 74, 75; vio al Señor de distintas maneras Nº 118, 121; vio a una sociedad angélica en la que estaba presente el Señor Nº 69; pudo comprobar que los ángeles tienen continuamente al Señor ante su rostro Nº 143; vio a toda una sociedad bajo la forma de un solo ángel Nº 52; pudo apreciar el poder de los ángeles Nº 229, 231; vio los caminos que conducen al cielo y al infierno Nº 534; vio la forma que poseen ciertos infiernos Nº 553; le fue permitido examinar los infiernos, y ver cómo son por dentro Nº 586; presenció el efecto que les produce a los espíritus malignos el deleite celestial Nº 400; recibió instrucción acerca de las correspondencias en el reino vegetal Nº 109; vio palabras escritas e impresas en el cielo Nº 258; desde el cielo, recibió una hoja escrita en lengua hebrea Nº 260; vio niños en el cielo, y contempló su felicidad Nº 337.

A ciertos ángeles les fue dado penetrar en los pensamientos naturales de Swedenborg Nº 168; fue separado de su cuerpo para acceder a una sociedad angélica Nº 46, 47; y habló con los ángeles que la integraban Nº 16, 234, sobre la conjunción del cielo con el hombre Nº 302, sobre la salvación Nº 526, sobre sus moradas Nº 183, 184, sobre su forma Nº 77, sobre la Palabra Nº 310, sobre el tiempo Nº 168, sobre la vida eterna Nº 406, sobre el amor conyugal Nº 374, sobre el adulterio Nº 385; fue instruido por los ángeles acerca del juicio final Nº 312, sobre el culto Divino en el cielo Nº 222, 223, sobre los cambios de estado en el cielo Nº 158; habló con los espíritus como espíritu, y como hombre en posesión de su cuerpo Nº 436, con muchas personas que vivieron en diversas épocas del pasado Nº 363, 480, con aquellos que en el mundo hicieron una vida retirada, apartándose de los demás Nº 359, 535, con hombres de erudición en el otro mundo Nº 354, 464, con pobres en el cielo Nº 364, con espíritus durante su tercer día después de la muerte Nº 452, con espíritus oriundos de China Nº 325; con santos Nº 535, con un hombre que dio indicios de ser Cicerón Nº 322.

TEATRO: La naturaleza es un teatro representativo del Reino del Señor Nº 106.

TEMOR: Los infiernos están regidos por el temor Nº 543.

TEMPLO: Representa la Divinidad Humana del Señor Nº 187; porqué los templos de Ios antiguos estaban erigidos mirando al oriente Nº 119.

TENTACIÓN: Estado de paz después de la tentación Nº 289; tentación de los niños en e cielo Nº 343.

TIEMPO: En el cielo cap. XVIII.,  411; correspondencia de los períodos de tiempo; las estaciones en el cielo Nº 155; los ángeles no tienen la menor noción sobre el tiempo y el espacio Nº 162; para los ángeles la eternidad significa estado, no tiempo Nº 167; el tiempo que los espíritus permanecen en el Mundo de los Espíritus Nº 426.

TIERRA: Sus tres reinos Nº 104; significado del gobierno del Señor en la tierra Nº £ la iglesia del Señor en la tierra Nº 57; la iglesia del Señor en la tierra tiene el aspecto de un hombre Nº 308; correspondencia entre el cielo y todas las co sas de la tierra cap. XIII., Nº 103; diferencias entre los matrimonios del cié lo y de la tierra Nº 382b; los habitantes de todas las tierras adoran la Divinidad bajo una forma humana Nº 321; los hombres de nuestra tierra viven más en la exterioridad que los de otras Nº 309; hay innumerables tierras habita das Nº 417; Las Tierras del Universo (cita) Nº 417.

TODO: El Todo existe en virtud de la armonía de sus partes Nº 56.

TONO: Los ángeles reconocen sus afectos recíprocos por el tono de voz Nº 236; los ángeles expresan muchas cosas mediante el tono de voz Nº 269.

TORMENTOS: En el infierno Nº 573, 574; se permiten para refrenar la maldad Nº 581.

TRANSPARENCIA: De los objetos que se ven en el cielo corresponde al intelecto esclarecido Nº 489.

TRISTEZA: Los ángeles padecen tristeza al pasar por ciertos estados Nº 159.

TRONO: El trono del Señor significa Su Reino en el cielo Nº 8, 24.

UBICACIÓN: De los infiernos cap. LXI.

UNIDAD: La perfecta unidad deriva de la diversidad o variedad Nº 56, 405.

UNION: En qué consiste la verdadera unión matrimonial Nº 375.

UNIVERSO: Su creación Nº 112; todas las cosas que hay en él se relacionan con el bien y la verdad Nº 137; todos los planetas están habitados Nº 417; el Señores el Dios del universo Nº 2.

UNO: La Divinidad es Una y reside en el Señor Nº 2.

USO: Como fin en el dominio que se ejerce por amor al prójimo Nº 564; los usos son bienes de amor y caridad Nº 402; qué es desempeñar usos Nº 64; aquellos que desempeñan usos Nº 390; cada uso general está compuesto por innumerables usos particulares llamados mediatos Nº 392; el número de usos en el reino vegetal Nº 109; los usos cobran forma en el mundo natural, y se manifiestan en efecto Nº 96; los usos están presentes en todas partes, en acto o efecto Nº 96; el uso de los sentidos es la causa de sus deleites Nº 402; todo es bueno en la medida de su uso Nº 107; el cuerpo está a disposición del espíritu para que éste pueda desempeñar usos en el mundo Nº 432; todo lo perteneciente al hombre desempeña algún uso N" 64; la sabiduría consiste en el amor al uso N" 390; el reino del Señor es un reino de fines o usos Nº 112; los usos en el cielo Nº 405, 517; las ocupaciones en el cielo, su correspondencia con ei uso que cada hombre desempeña Nº 394; el amor celestial consiste en amar los usos por sí mismos N" 557; en el cielo el deleite de cada cual consiste en desempeñar usos Nº 219; todos los deleites del cielo confluyen en los usos Nº 402; los ricos que habitan en el cielo ponen su corazón solamente en los usos Nº 361; las sociedades celestiales se distinguen por su uso Nº 387, 391; quienes no desempeñan usos en beneficio de la comunidad son expulsados del cielo N" 64; los usos que se desempeñan por el amor de sí mismo Nº 556; aquellos que desempeñaron usos en provecho propio Nº 508; espíritus que en el mundo se interesaron solamente en sí mismos sin tomar en cuenta los usos Nº 563; usos buenos y malos en la otra vida Nº 363; usos corruptos en el infierno Nº 362; todos los espíritus malignos desempeñan un uso en el infierno Nº 508.

VARIEDAD: En el cielo Nº 56, 71, 405; variedad de bienes Nº 41, 231.

VERDAD: Muro significa verdad como defensa Nº 73, 307; las vestiduras de los ángeles corresponden a verdades Nº 179; anchura significa un estado en el cual se goza de la verdad Nº 197; el ojo de una aguja significa verdad espiritual Nº 365; el hombre corresponde al entendimiento de la verdad, la mujer al afecto por la verdad Nº 368; hombre es aquel que posee bienes espirituales y verdades Nº 73; la verdad adulterada corresponde al orín Nº 488; la verdad representada por "la piedra en la bifurcación de caminos" Nº 534; hay tres clases de verdades, civil, moral y espiritual Nº 468; quienes habitan en la región renal del Hombre Máximo viven en verdades escrutadoras, segregando y corrigiendo Nº 96; toda verdad emite luz Nº 132; percepción de la verdad a la luz del cielo Nº 481; quienes viven en el amor celestial aceptan ser instruidos y perciben las verdades Nº 487; la verdad se implanta en el uso y conforma una sola cosa con él en el cielo Nº 517; la verdad pertenece a la memoria y al pensamiento derivado Nº 26; el hombre tiene la facultad de reconocer la verdad aunque no la reciba Nº 153; la verdad que es amada, penetra en el pensamiento de la mente, infundiéndole luz Nº 603; las verdades que el hombre debe aprender Nº 351; la verdadera inteligencia nace del amor a la verdad Nº 347; el regodeo en los sentidos del tacto y del gusto vuelve al hombre estúpido en lo que concierne a las verdades espirituales Nº 462a; verdades no reconocidas Nº 265; toda verdad posee una extensión infinita Nº 270; la reformación del espíritu del hombre se efectúa por medio de verdades Nº 424; la interioridad del hombre se eleva al acceder a las verdades de la Palabra Nº 253; los niños toman las verdades de otras personas; las verdades deben verse desde adentro Nº 352; la verdad es ajena a los razonamientos Nº 385; los meros razonamientos en torno a la verdad no implican la aceptación de la misma Nº 518; aquellos que aprendieron verdades en la Palabra se ven privados de ellas si no tienen auténtica fe Nº 482; la verdad derivada de uno mismo no es tal Nº 8; los malvados son despojados de las verdades en el mundo de los espíritus Nº 425; los espíritus malignos pierden la razón a fuerza de negar la Divinidad y las verdades de la iglesia Nº 455; la genuina facultad racional se nutre de verdades y no de falsedades Nº 468; desde la verdad cualquiera puede percibir falsedades, pero el caso contrario es imposible Nº 487; el equilibrio entre la verdad y la falsedad Nº 589; por cada verdad hay una falsedad opuesta Nº 541; quienes profanan las verdades son a-rrojados al infierno más profundo Nº 456; los ángeles del íntimo cielo no relegan las verdades a la memoria Nº 271; los ángeles celestiales perciben por influjo si las verdades son genuinas Nº 26; los ángeles celestiales ven verdades, pero no hablan sobre ellas Nº 225; los científicos razonan sobre las verdades Nº 464.

Las verdades Divinas son las leyes del orden Nº 523; no pueden ser recibidas por los ángeles después de la muerte Nº 527; todas las cosas fueron creadas por la verdad Divina Nº 137; la verdad Divina es todopoderosa Nº 231, 232; la inteligencia emana de la verdad Divina Nº 180; el hombre no puede acceder a la revelación directa de la verdad Divina Nº 309; la Palabra en su esencia es verdad Divina Nº 259; amor falso y verdadero por la verdad Divina Nº 347; la belleza del hombre después de la muerte depende del grado en que haya amado a la verdad Divina Nº 459; los medios Divinos son las verdades Divinas Nº 522; las vestiduras del Señor representan a las verdades Divinas Nº 129; recepción de verdades Divinas por los ángeles Nº 25; los ángeles del íntimo cielo llevan las verdades inscriptas en su interioridad Nº 270; la verdad Divina es la luz del cielo Nº 117, 266, 462a, 549; la verdad Divina es la luz Divina en ia mente de los ángeles Nº 489; en el cielo la Divinidad es llamada verdad Divina Nº 13.

El amor al Señor es querer y llevar a la práctica la verdad Divina Nº 271, todas las verdades Divinas están inscriptas en el amor al Señor y el amor al prójimo Nº 19; la Palabra significa verdad Divina en el Señor y del Señor Nº 137. (Ver Fe, Bien y Verdad).

VESTIDURAS: Significación de las vestiduras en la Palabra Nº 365; vestiduras de los ángeles cap. XX; en los infiernos Nº 182; vestiduras de los espíritus que ingresan al cielo Nº 519; las vestiduras del Señor representan la verdad Divina Nº 129.

VIAJE: Significa vivir y evolucionar en la vida Nº 192a, 590; viajes en el cielo Nº 195.

VÍBORAS: Los genios malignos adoptan el aspecto de víboras Nº 579.

VIDA: En sus tres planos Nº 529-531; las leyes de la vida en el Decálogo Nº 531; el germen inicial de la vida del hombre es pura maldad Nº 293; exteriormente la vida de los malvados y la de los buenos es exactamente igual Nº 534; la vida resultante del amor de sí mismo Nº 556; una vida perversa es negación de la Divinidad Nº 506; la vida en el mundo está regida por leyes externas Nº 504; el calor espiritual es el calor vital del hombre Nº 568; la vida en el mundo debe ser una vida activa Nº 528; la vida de caridad sólo puede vivirse abocándose a los asuntos del mundo Nº 535; vida interior y exterior Nº 318; la vida civil y moral Nº 530; la vida moral y espiritual Nº 319; las obras y los actos pertenecen a la vida moral y civil Nº 484; los actos reflejan la calidad de la vida externa Nº 471; las verdades morales atañen a la vida de cada individuo Nº 468; la vida según las leyes del orden Divino Nº 322; el hombre es tal como es su vida Nº 521; la vida emana del amor Nº 14, 17; aquellos que separan la fe de la vida Nº 2; la vida emana del pensamiento en la medida en que éste emana de la voluntad Nº 526; la vida racional pertenece al alma Nº 432; la vida espiritual del hombre depende de su conjunción con los espíritus Nº 302; la vida está en el espíritu, que es el hombre Nº 433, 501; todas las cosas de la vida del hombre dependen de su facultad de entender y querer Nº 203; aquellos que aplican la verdad Divina a la vida Nº 348; la obediencia pertenece a la vida Nº 271; la vida de los pobres Nº 364; las cosas del mundo natural están desprovistas de vida en sí mismas Nº 432; la vida procede del Señor Nº 9; aquellos en cuya vida está el Señor Nº 350; cómo y dónde fluye el Señor en la vida del hombre Nº 512; vivir de acuerdo con las verdades es amar al Señor Nº 225; la vida del amor y la fe conduce al cielo Nº 357; la vida del cielo es implantada en todos por el Señor Nº 522; la vida que conduce al cielo no es difícil cap. LV., Nº 533; la intuición sobre la vida después de la muerte procede de un influjo Nº 602; el ingreso del hombre en la vida eterna cap. XLVI; el tránsito de una vida a otra Nº 461; la recepción del hombre en la otra vida Nº 548; la vida del mundo permanece en la vida del espíritu durante su primer estado después de la muerte Nº 493; diferencia entre la vida en el mundo espiritual y la vida en el mundo natural Nº 462a; qué es la vida celestial Nº 403, 450, 481, 506; la vida después de la muerte es tal como ha sido en el mundo cap. XLIX; la vida celestial no puede ser implantada después de la muerte Nº 527; la vida después de la muerte es el amor del hombre y la fe derivada Nº 476; los deleites de la vida de cada cual después de la muerte se transforman en deleites correspondientes cap. L; en el cielo desempeñar usos es el deleite de la vida de cada cual Nº 219; lo esencial en el culto Divino en el cielo es llevar una vida de amor Nº 222; el parentesco en la otra vida Nº 46; la vida espiritual se nutre de los afectos por el bien y la verdad Nº 111; el amor y la vida determinan la interioridad y la belleza en el cielo Nº 459; condición en la otra vida de los que en esta vida renunciaron al mundo Nº 360; los gentiles son instruidos en la otra vida Nº 321, 324, 516; la vida es la fuerza del mundo espiritual Nº 589; la memoria de los espíritus es su propia vida Nº 517; la vida de los niños en el cielo Nº 337, 344; hay una noción de vida en todos los pensamientos de los niños Nº 338; estados vitales de los ángeles Nº 154, 184; la vida, y no el conocimiento, hace al ángel Nº 518; la vida de los ángeles en el cielo Nº 136; la sabiduría constituye la vida de los ángeles; grados de vida en los ángeles Nº 267; el bien de la vida en los ángeles Nº 288; los ángeles del íntimo cielo aplican las verdades a la vida apenas las oyen Nº 271; los ángeles interiores pueden percibir la vida íntegra de un interlocutor por su tono de voz Nº 269; la vida de los animales deriva exclusivamente de sus afectos Nº 110; los animales permanecen en el orden de su vida, los hombres lo han subvertido Nº 352; caminar y viajar corresponde a los estadios de evolución en la vida Nº 590.

VIDENTES: Son aquellos cuyos ojos han sido develados Nº 76.

VISIONES: Porqué las visiones no son adecuadas para instruir a los hombres acerca de la otra vida Nº 456.

VISTA: El pensamiento es la vista interna Nº 532; la vista interior penetra en el mundo espiritual Nº 171, 203; alcance de la vista natural y de la vista espiritual Nº 85; la vista exterior e interior de los ángeles Nº 128, 462a; en el cielo la vista es iluminada por la verdad Divina Nº 266; hay un lenguaje angélico que se manifiesta ante los ojos Nº 244; la plenitud de la vista de los ángeles del íntimo cielo Nº 270.

VOCALES: Del lenguaje angélico Nº 241; expresan el afecto Nº 261.

VOLUNTAD: Significado del término "voluntad" Nº 500; la voluntad hace al hombre Nº 474; el hombre es tal como su voluntad y pensamiento Nº 463; la voluntad es la parte verdaderamente espiritual del hombre Nº 529; la voluntad es el receptáculo del bien y del mal Nº 589; la intención del hombre es su voluntad Nº 532; la vida de la voluntad del hombre es su amor Nº 9; las concupiscencias de cada cual pertenecen a su amor, y su amor a su voluntad Nº 574; el hombre asimila sólo aquello que entra en su voluntad Nº 598; el hombre posee una propensión innata hacia el mal Nº 424; la voluntad de aquellos que gozan de genuina inocencia es, a su vez, su memoria Nº 278; una mente sometida, carece de voluntad propia, y ni siquiera posee voluntad de oposición Nº 380; el amor enciende la voluntad Nº 473; todas las cosas de la voluntad que armonizan con el amor predominante se denominan amores Nº 477; el hombre posee la misma voluntad y el mismo amor, después de la muerte que antes de ella Nº 547; después de la muerte, el hombre es su propio amor y su propia voluntad Nº 479; en la otra vida, la voluntad se manifiesta en la mirada, y en los gestos Nº 457; el reino celestial es la parte voluntaria del cielo Nº 95; la actividad de la voluntad en los espíritus malignos Nº 508. La voluntad y el intelecto combinados, hacen al hombre Nº 423; el hombre es tal como su voluntad e intelecto Nº 350; todas las cosas de la vida del hombre dependen de su aptitud para pensar y querer Nº 203; la voluntad y el intelecto conforman al hombre espiritual Nº 26, 373; todo el poder del hombre emana de su voluntad e intelecto Nº 137, 228; todo lo que el cuerpo siente procede de la voluntad y del intelecto Nº 373; la voluntad se relaciona con el bien, y el intelecto con la verdad Nº 137; el hombre es hombre por su facultad para comprender la verdad y querer el bien Nº 60; la voluntad y el intelecto están regidos por el Señor Nº 228; influjo en la voluntad y el intelecto Nº 247; la verdadera inocencia emana de la voluntad y el intelecto Nº 278; la voluntad y el intelecto en relación al matrimonio Nº 369, 370; la voluntad y el intelecto en el hombre y la mujer como cónyuges Nº 367, 368; la conjunción de la voluntad y el intelecto en el Mundo de los Espíritus Nº 423; los ángeles poseen voluntad e intelecto Nº 136; todo ángel es tal como su voluntad e intelecto Nº 231; todas las cosas de la interioridad de los ángeles se relacionan con su voluntad e intelecto Nº 173; la voluntad y el intelecto de los ángeles se perfeccionan perdurablemente Nº 221; querer es amar las cosas que se ponen en práctica Nº 16; el Señor fluye directamente en la voluntad del hombre, e indirectamente en su pensamiento Nº 26. (Ver Vida, Pensamiento).

VOLVERSE: Los ángeles se vuelven hacia un lado u otro según su amor predominante Nº 143; las maravillas relacionadas con el modo de volverse hacia el Señor Nº 144; cómo se vuelven hacia las regiones del cielo los espíritus malignos Nº 153; la conjunción que se establece por el modo de volverse hacia uno u o-tro lado Nº 255.

VOZ: Significa verdad Divina Nº 1; las voces de los espíritus malignos Nº 553.

YUGO: El yugo del Señor y su carga Nº 359.

 

 

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2009

 

 

 

IVO A. BENDA